Escribo la Crónica desde el País de Gaigé, la Tierra de los Despropósitos, al finalizar cada semana, es decir, en la noche del domingo o, a más tardar, el lunes por la mañana. Esta vez he hecho una excepción, y la estoy escribiendo el martes, 12 de julio de 2022, por la tarde.
La razón principal es que, justamente este martes se iniciaba en el Hemiciclo el Debate sobre el Estado de la Nación, que no tiene lugar desde hace siete años. El diagnóstico de la realidad y las medidas que propondría adoptar el Jefe del Ejecutivo, Sánchez (Pedro) presentaban un interés parejo -en principio- a las réplicas, críticas y contrapropuestas (en su caso) de los líderes de los partidos, incluidos, en este panorama esperpéntico que nos ha tocado vivir, los que apoyan teóricamente la coalición pero critican sin ambages algunas de las medidas que, teniendo ministros en ese Gobierno, deberían apoyar.
Como muchos de mis lectores habrán seguido el debate -hasta esta hora de la tarde, en que acaba de intervenir Abascal (Santiago), líder y portavoz de Vox-, no oculto, desde el principio, mi impresión sobre el mismo.
La mejor parlamentaria, clara y contundente tanto en críticas al Gobierno como en sus propuestas fue, con distancia, Gamarra (Cuca). No estoy con ell proclamando ni mi afiliación ni mi simpatía por una opción política, sino mi opinión sobre el tono, cadencia y énfasisde su discurso.
Supongo que los partidarios de lo que representa en el hemiciclo, dirían que estuvo oportuna, seria en los datos, feliz en los argumentos, afortunada en la dicción. Si en lugar de un debate parlamentario estuviéramos juzgando un partido de fútbol o de cualquier otro deporte colectivo, podría convenir en que el planteamiento táctico fue perfecto. Tengo claro que los que redactaron el discurso (e incluso la contraréplica) de la portavoz del Partido Popular habían calado por dónde iba a ir el juego de Sánchez. En ese sentido, ganó por goleada en la escenificación.
Solo que el asunto no iba de teatro, sino de contenidos. Sus propuestas no fueron estupendas, porque, sencillamente, no hubo. Se dedicó a exponer, recordar, parafrasear y expurgar, sin mover el flequillo, argumentos bien conocidos en contra de la falsedad, inoperancia o falta de claridad que lastra el pasado reciente del Jefe de Gobierno, capitán de navegar entre dos aguas, sorteando las trampas, ataques frontales y bombas de racimo que, con mayor medida tanto en cuanto de avecinan nuevas elecciones, le tienden sus compañeros de coalición.
Los analistas que se han expresado hasta el momento coinciden en ver en el discurso de Sánchez un giro hacia la izquierda más reaccionaria en su voluntad de fundamentar su permanencia, a base de concesiones a los partidos y coaliciones que la sustentan, desde la izquierda y el independentismo. Es un juego peligroso, pues no soluciona ni el endeudamiento de Gaigé, ni estimula la economía real, ni mejora las perspectivas de rápida recuperación. Al alejarse del dogmatismo económico, presionando sobre concretos sectores para beneficiar puntualmente a otros, sus decisiones resultan sesgadas hacia lo político, sin provocar estímulos al tejido industrial y económico.
No estamos en Gaigé acostumbrados a debates con sustancia técnica. No se presentan alternativas, propuestas documentadas, datos refrendados para soportar cálculos que justifiquen la eficacia esperada a las propuestas. Resultaba exótico ver al líder de la oposición, Núñez Feijóo (Alberto), sentado en el escaño del Parlamento que ocupaba en otras ocasiones la propia Gamarra, hoy brillante portavoz del espíritu tradicional de la derecha: criticar cuanto provenga de contrario; exactamente la misma actitud que esgrime la izquierda “civilizada” parlamentaria en Gaigé.
Quise ver una preparación concienzuda en el discurso por parte de los muchos y excelentes asesores que, sin duda tiene el Partido Popular pero, en lo práctico, solo me encontré con una excelente dicción y énfasis de la parlamentaria, ungida hoy con el don de la oportunidad y la gracia. Contrastaba, eso sí, con un Sánchez que parece cansado, aparentemente corto de ideas y retirerativamenteo agresivo y con fallos de memoria para obviar sus promesas incumplidas.
Sánchez parecía un candidato a Presidente y no un Presidente que está seguro de lo que propone, porque, desde su posición privilegiada, concoe mejor que nadie la situación del país. Su propuesta de un nuevo impuesto a los “beneficios” que tengan en 2022, los Bancos y las Eléctricas y que el Presidente valoró con optimismo insólito en una entrada de 3.500 Millones de euros para las arcas del Estado, quedó inmediatamente desdibujada por la caída general de la Bolsa, agudizada para las acciones de estas entidades, en donde muchos pequeños inversores colocan sus ahorros, en la pretensión de encontrar alguna rentabilidad en un mundo hostil. El juego bursátil interpretó la declaración de Sánchez traspasando a la baja los 8.000 puntos y supuso, incluso, una pérdida del orden de 400 millones de euros en la cotización de CaixaBank, en donde el Estado es accionista con el 16,1% (por haber absorbido esta entidad a Bankia a través del FROB: un tiro en el pie de las cuentas delEstado).
El debate discurrió entre tres ejes poco novedosos: se pasó casi de puntillas sobre el compromiso de aumentar la inversión en Defensa, forzado el Presidente de Gaigé por las obligaciones asumidas en la eufórica conclusión de la Cumbre de Madrid, que el Partido Popular, en su función de partido de Estado y para no desairar a Estados Unidos, apoya. Los socios gubernamentales, que desean la paz sin mojarse, aprovechan para sacar su cajita de idílicas bendiciones, discrepando abiertamente, a la busca de los votos pacifistas, caladero próximo a los animalistas, ecolojetas, folclóricos, descontentos con su identidad sexual y los pocos que aún quedan de marxistas, rusófilos y nostálgicos del impulso bolivariano.
Otro asunto que se tocó en el debate, aunque su interés ciudadano es indirecto, afecta a la inextricable renovación del Poder Judicial, que no solo es una cuestión ideológica (lamentable me parece que se juzgue a los jueces por sus ideologías manifiestas o sospechadas, vulnerando así conscientemente el concepto de independencia de la judicatura como pilar fundamental de Estado de derecho), sino que también tiene graves consecuencias prácticas, pues, al faltar un 20% del plantel sus Señorías al tajo -por fallecimiento, baja por enfermedad o presumible (dicho sea con respeto) cansancio institucional-, se puede uno imaginar (jurista o lego en derecho) el guirigay que se estará formando con los atrasos de procedimientos no resueltos, acumulados los legajos en los despachos y archivos informáticos señalados para el reparto de casos, todos sin tocar, ver, analizar ni decidir.
Asuntos más serios son el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones, la reducción del gasto del Estado, la mejora de la sanidad pública o el incremento de apoyo a los estudiantes becados. Y otro aún más peliagudo sería la activación y transformación del entramado industrial de Gaigé, donde está la madre del cordero.
Las propuestas del Presidente se centraron más en el diagnóstico de la situación, obviando la necesidad de entrar a fondo en los modos y maneras de cambiar nuestra débil estructura productiva, demasiado centrada en el turismo y en la voluntariedad casi suicida de los emprendedores que sostienen las pymes.
El jefe del Ejecutivo de Gaigé habló, sí, de construir “las bases” (llevamos décadas lamentando la debilidad de nuestro sistema productivo) y Gamarra, hábil, expresó, ante la reiterada acusación de que el Partido Popular no ofrecía ideas ni colaboración, obstaculizando las propuestas del Ejecutivo, que Sánchez era “el que gobernaba” y a él correspondía proponer y ejecutar, máxime cuando -al parecer- viene haciendo caso omiso de lo que se le sugiere y no desea avenirse al diálogo con la oposición parlamentaria.
Puede que Sánchez tenga suficiente con tratar de entenderse con la oposición que tiene en el propio Gobierno.
Hoy hace 25 años que Miguel Angel Blanco fue asesinado por ETA. La conmemoración respetuosa, sólida, imborrable, de aquel monstruoso acto que tuvo a toda España (aún no era Gaigé: aún no había caído en el despropósito) conmocionada, era inevitable. Se venía haciendo en los medios, con insistencia.
Que el trasunto de ETA (Bildu), aunque nos esforcemos casi todos en mirar hacia otra parte para no ver los rastros de sangre en sus herederos, se siente hoy en el hemiciclo y apoye al Gobierno con sus diputados resulta una presencia que muchos juzgan/juzgamos ignominiosa. No hay blanqueo para quienes nos tuvieron en jaque a los demócratas durante negros años y aún no dan muestras de arrepentimiento ante los casi mil asesinados por su infamia. El juez Sánchez Castellón ha reabierto la caja de los truenos juzgadores en la Audiencia Nacional para tomar declaración como imputados a los que se sentaban entonces como jefes de la banda y de los que, por obvia deducción, surgió la orden de matar al joven concejal del PP.
Gamarra aprovechó ladinamente la dolorosa efemérides para solicitar de la Cámara un minuto de silencio en su memoria y, después, hilvanó oportunamente (y, como Batett -Maritxel, la presidenta de la Cámara, le afeó después por la infracción del reglamento) un relato emocionante que trazaba el itinerario de los asesinos y sus secuaces y protectores hasta confrontarlo con la propuesta, aceptada por Sánchez, de revisar la Ley de Memoria Histórica, una propuesta de Bildu, para prolongar el postfranquismo hasta 1983, esto es, hasta el gobierno que inició González (Felipe). Se pretende así cuestionar la ejemplar transición democrática de España, en su camino tortuoso hasta Gaigé, que muchos jóvenes de entonces vivimos, sentimos, apoyamos ilusionados y vimos crecer.
La guerra civil del 36-39 la ganaron, no lo duda nadie, los que se alzaron contra el gobierno legítimo de la República. Pero hemos crecido todos en el franquismo (para la mayoría, de forma complaciente) y en el postfranquismo tranquilo. Festejamos, como una victoria, cuando murió Franco (Francisco), el camino abierto hacia la democracia. Y nos entregamos, felices, a recorrerlo. Incluso entre las balas de ETA y las difeerncias ideológicas.
La batalla dialéctica, revisionista y harto soez del 2022 la pretenden ahora ganar los que asesinaban en la pretensión de separar las Vascongadas de España, los que quieren desmembrar Cataluña y los que ven en la democracia y convivencia actuales una oportunidad para dividir.
Me ha dolido oir a Sánchez (Pedro), presidente del gobierno de Gaigé, expresar en Ermúa, la población vizcaína en donde fue concejal Blanco (Miguel Angel), que “Euskadi y España” son ahora dos países “libres y en paz”, pretendiendo con la palabra legitimar una reclamación secesionista, inconstitucional, y partidista.
El debate sobre el Estado de la Nación continuará el 13 de julio, habrá nuevas intervenciones, se escucharán aplausos y reproches. No saldrá Gaigé ni más fuerte ni con mejores perspectivas. Dependemos de la evolución de la guerra con Rusia, de la fortaleza del euro frente al dólar y, como ya es costumbre, desconfiaremos de nuestra propia fortaleza. O nos sacan de la crisis, o seguiremos chapoteando en la cántara de leche, pretendiendo hacer manteca.
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