En España se editan anualmente del orden de 90.000 ejemplares. Si consideramos que hay casi 700.000 títulos “vivos” (aquellos que aún se pueden encontrar en las librerías o en los stocks de las editoriales), concluyo que hay bastante donde elegir.
Como es sabido, desde 1989, cada 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro, con la intención de favorecer el hábito de la lectura, apoyar las editorial y defender los derechos de autor. El gremio de libreros trata de aprovechar la fecha para vender algo más, movilizando a la potencial clientela, ofreciendo los volúmenes con una modesta rebaja del diez por ciento y, en muchas ciudades, organizando Ferias en las que se exponen en casetas alineadas, además de algunos libros, a ciertos autores elegidos.
Siempre me ha impresionado ver las colas de felices compradores esperando, con su volumen en mano, que el autor elegido estampe en una de las páginas de respeto del libro dedicatorias del tipo: “A Fulanito (aquí, el nombre de la persona designada por el comprador), con todo afecto”. He imaginado que la inmensa mayoría de los libros adquiridos de esa forma no se leerán nunca. Porque, en verdad, la inmensa mayoría de los libros que se adquieren y que, en muchos casos, figuran en una estantería junto al televisor, la foto de un familiar y el jarrón de flores secas, no se leen.
Soy un lector convulsivo, aunque un mal lector. Tengo en casa unos seis mil ejemplares (de vez en cuando mi adorada conviviente me hace algún expurgo) a los que he dedicado, en algún momento de sus vidas en mi hogar, varias horas, si bien no puedo decir que los haya leído de cabo a rabo. Algunos y, desde luego, todos los que han servido para alimentar mi carrera profesional, los he leído más de una vez y hasta los tengo subrayados (más bien, coloreados, pues no acostumbro a leer con lápiz en mano).
De los distintos sectores que llaman mi atención, tengo más nutridos los de Poesía, Historia y Filosofía. Por supuesto, hay varias decenas de libros de Derecho, Economía, Cálculo Estructural, Medio Ambiente, Agua y muchos de…Ornitología y Botánica. También tengo unas cuantas estanterías atiborradas de libros para aprender y ejercitar idiomas y muestras de mi interés por ciertas lenguas, con ejemplares de novelas, diccionarios y Geografía e Historia de los países que he visitado o me gustaría visitar.
No he podido sustraerme al deseo de editar alguno de mis libros, y he caído en la tentación de editar, en papel, tres de ellos: Dos libros de poesía (Absueltos de Todo Don y Sonetos desde el Hospital) y una recopilación de mis entradas al Blog en el que escribo desde 2007, que publiqué con mis comentarios en 2009. De este último, vendí dos ejemplares (y se me quitaron las ganas de editar más recopilaciones). Del primero de los libros de Poesía se editaron 1.500 ejemplares y se agotaron todos; del segundo, edité mil ejemplares, dedicando sus beneficios a la Asociación Española Contra el Cáncer y está prácticamente agotado (debiera estarlo, sino fuera por la pandemia, que me impidió dar tres recitales que tenía programados).
Tengo, por tanto, mucho material no publicado en papel. En este mismo blog sí he dado a la publicidad telemática casi veinte libros (que el curioso puede localizar si husmea por los apartados y categorías que figuran en la lengüeta de la derecha).
No dejo de escribir. Mi última obra literaria es un libro de cuatrocientas páginas (Con Vencidos, 2021,@angelmanuelarias), en la que utilizo mi imaginación y algo de conocimiento histórico para glosar la vida de alguno de mis antepasados, encajándolos en el período en que les tocó vivir. No me imagino firmando ejemplares de ese libro (o de los otros que escribí) en una caseta. Porque cuando comprendo que detrás de esos 90.000 ejemplares editados en España (¡solo en España!) hay un autor y toda una cadena de profesionales (impresores, maquetistas, editores, distribuidores, libreros, financieros, etc.) se me arruga cualquier intención y me pregunto: ¿Para qué escribimos?
¡Si nadie lee!
Te noto escéptico, pero lectores hay muchos y de tu novela alguno que otro habrá.
Escribimos para nosotros mismos, luego también para transmitir algo a los demás, aunque no se entienda, y por ese afán de trascendencia que nos ocupa un tanto a todos.
No me veas escéptico, sino realista. Se hace difícil comentar una novela, una película, una obra de teatro, etc. entre amigos. No tenemos tiempo para leer en profundidad y muchas de las novelas que se ofrecen con garantía de best-seller son infumables, aunque se venden por la propaganda mediática.
Para que la edición de una novela sea rentable, además de contar con la cadena de distribución adecuada, la edición debe ser superior a los 500 ejemplares. ¿Hay quien se arriesgue a invertir 8.000 euros en una edición impresa, contando con hacer la distribución por correo, con tarifa normal?
Es cierto que muchos de los que escriben, lo hacen para sí mismos, a modo de diario. Pero no es mi caso. Ni el tuyo. Escribimos para que se difunda, para otros, para gustar. Necesitamos “ese pan de aprobación” que ofrece el lector.