El 27 de octubre de 2022 terminaba en Madrid el Tour del cáncer (“Conocer para curar”), que organizó la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) con la colaboración especial, e inestimable por su alto valor, del catedrático Carlos López Otín.
La gira, que se viene produciendo desde hace dos meses, ha llevado el mensaje de la importante labor que viene prestando la Asociación por más de veinte ciudades españolas. Creo que Mieres, población de la región que ha acogido desde hace décadas los trabajos docentes y de investigación del muy laureado profesor, fue la primera de la serie.
La conferencia central fue siempre responsabilidad del profesor Otín, que presentaba su último libro “Egoístas, inmortales y viajeras (Las claves del cáncer y de sus nuevos tratamientos: conocer para curar ” y que, según se dijo, había destinado todos los derechos de autor a la AECC. Como el libro se está vendiendo como rosquillas, adivino que serán muchas las ediciones y grande el beneficio de la generosa aportación, que servirá para potenciar una obra benéfica, aún mal conocida y todavía envuelta en el halo misterioso de la falta de información, el miedo atávico a los tumores y, en mi opinión muy particular, necesitada de una revisión, ya que no de sus objetivos generales, de su priorización y control.
El acto tuvo lugar en el Salón de Actos del Colegio de Médicos de Madrid, un escenario magnífico y con un aforo muy importante, pero con el terrible hándicap para las espaldas de los asistentes de no contar con asientos con respaldo, sino ofrecer simplemente un banco corrido, de dura madera, incómodo, convertido en instrumento de tortura para los que acudieron a la llamada de la AECC, no pocos de ellos, enfermos de cáncer y otras patologías.
Con anterioridad a la presentación de López-Otín, Ramón Reyes, presidente de la entidad convocante, también bioquímico, hoscense de la misma localidad y hasta compañero de pupitre del generoso ponente, hizo un resumen de los principales datos de la Asociación, que cuenta con más de mil empleados, un número superior a 4.000 voluntarios, que colaboran en labores de apoyo a enfermos y familiares (entre otras funciones) y que ingresó más de 100 millones de euros, algo menos de un 60%, procedente de los socios o afiliados, siendo uno de los principales coadyuvantes en la investigación contra el cáncer, muy necesitada de estímulo económico oficial. (Nota: escribo de memoria y la responsabilidad de las puntualizaciones es exclusivamente mía).
La Conferencia fue muy entretenida, y había sido preparada con esmero e inteligencia por el brillante investigador, nacido en Sabiñánigo (Huesca) en 1958. Apoyado en cientos de fotografías y videos, hilvanados con el atractivo de una historia apasionante y bien contada, enganchó al público asistente (seguramente, más de 400 personas), que aguantó sin pestañear el suplicio inesperado de un espacio carente de comodidad para los muchos. Hubo datos, seriedad en el relato, humor por momentos y mucha información, destinada a una audiencia básicamente relacionada con el padecimiento de la enfermedad (en propias carnes o próximas), a las que obsequió con un mensaje de esperanza: sabemos cada día más y mejor en cómo dominar por algún tiempo el avance de la entropía en el desarrollo celular, pero no nos engañemos. No somos ni seremos inmortales.
Vivir mejor está, sobre todo relacionado con el conocimiento, la solidaridad con los demás, la tranquilidad de espíritu y, por supuesto, con la asunción de nuestra naturaleza finita, con billones de células en cada organismo, cuya función individual no controlamos, y algunas de las cuales mutan, provocando tumores que serán capaces, si no podemos eliminarlas o detener su crecimiento realizado a costa de destruir a sus vecinas, de provocar nuestra muerte (y, por ende, la suya). Una amenaza inherente a nuestra debilidad natural que, sin embargo, sabemos cada vez más cómo tratar: más del 50% de los cánceres se curan hoy día y, aún más muchos de los incurables aún, pueden convertirse en enfermedades crónicas. Los avances en el conocimiento de esas entidades egoístas, viajeras, inmortales, que son generadoras de parte del desorden cósmico que, como resultado del crecimiento de la entropía, no nos dará las claves de la eternidad (no falta que hace), aunque nos proporcionará la satisfacción de saber más de nuestra naturaleza.
A la entrada del acto, me encontré con Carlos López-Otín, a quien no conocía personalmente, y me presenté. “Te va a gustar la conferencia”, me dijo. No se equivocaba. Igual que a los cientos de asistentes, a los miles que han escuchado sus conferencias, me gusta cómo se explica, con dotes de divulgador científico excepcionales, que potencia con la realidad de su labor investigadora cuajada de éxitos. Es físicamente atractivo, lo sabe y lo cuida, con un aspecto solo en apariencia desaliñado o “casual”; es un seductor (especialmente, como comprobé, entre el público femenino).
También me explico que tenga algunos enemigos: aquellos a los que guía la envidia por el nivel que son incapaces de alcanzar.
Deja una respuesta