
El 17 de febrero de 2013 terminó la enésima Edicición de la Feria de Arte Arco (la primera se inauguró en 1982 y se celebra cada año). Dedicada a presentar al público en general y a coleccionistas en particular, obras de arte contemporáneo, ha evolucionado a lo largo de los años, de forma casi insensible, hacia los terrenos del escepticismo creativo, que es donde se mueven una mayoría de visitantes y casi todos los artistas vivos.
Arco siempre ha cerrado con éxito, oficialmente, sus convocatorias. Este año, más de 2.000 artistas han presentado sus obras, por vía de un poco más de 200 galeristas venidos desde 27 países, de los que Turquía era el invitado especial.
Se desconoce cuántas obras han sido en verdad vendidas, ya que los puntos rojos con los que los expositores señalan algunas obras (la señal de que ya tiene comprador) tienen, como saben todos los malévolos entendidos de las artes del engaño simpático, un objetivo estimulante más que un propósito fehaciente de confirmar que la venta fue hecha.
No sé por dónde va el pelotón del arte actual (y, por supuesto, mucho menos hacia dónde va), aunque cuando tengo oportunidad de ver pasar algunas de sus manifestaciones -Arco es una de ellas, y muy significativa, sin duda- me siento más bien como quien está contemplando las evoluciones de un tiovivo en el que los ajados caballitos de cartón piedra (las pretendidas obras de arte) estuvieran montados por personajes de OPS y el feriante fuera el propietario de un prostíbulo de frontera.
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Nota.- La foto no corresponde a ningún elemento expuesto en Arco 2013 ni en ediciones anteriores. Podría haberlo sido, de haber contado con el marchante adecuado. Incluso aunque el artista real haya sido la naturaleza. En todo caso, como me lo comí luego de la visita a la Feria, se hubiera tratado de un arte efímero…aunque delicioso.