El 4 de julio de 2019, mientras el Presidente Donald Trump sacaba los tanques a las calles de Washington para mostrar a sus compatriotas que está preparado para una guerra de invasión, un grupo de personas nos reuníamos en el salón de Actos de la Fundación ONCE en Madrid (calle Sebastián Herrera, 15) en un acto muy distinto, pero mucho más interesante.
Se trataba de una “Sesión informativa y de debate sobre el tratamiento de los tumores genitourinarios (próstata, vejiga y riñón)”, convocada por la Fundación SOGUG, que se anunciaba como destinada a pacientes y sus familiares.
Sus ponentes fueron los doctores Aránzazu González del Alba, Juan Francisco Rodríguez Moreno y Teresa Alonso Gordoa, quienes se encargaron, por este orden, de presentar y explicar -con rigor, pero también con un lenguaje próximo, divulgador- la realidad, los avances y las perspectivas de los tratamientos en los cánceres de vejiga, próstata y riñón.
En realidad, las explicaciones me parecieron altamente interesantes para el público en general. Por varias razones, que quedaron expuestas en la presentación y en el debate subsiguiente: el alto porcentaje de afectación de esos tipos de tumor y su relación con factores de riesgo que conviene conocer; el desarrollo acelerado de nuevos tratamientos, que confieren esperanzas concretas de supervivencia y mejora de calidad de vida a los ya afectados por estas enfermedades y, por tanto, abren un escenario más apacible para quienes puedan enfermar en el futuro; y no en último lugar, la necesidad de dotar de más medios a los centros de investigación y a los facultativos de los centros de tratamiento oncológico y a las Facultades de formación médica, impulsando sus interrelaciones.
Tomé notas de las tres intervenciones y mi primera intención fue, sentado ante el ordenador, actuar de elemento difusor de las magníficas ponencias. Supongo, sin embargo, que la Fundación SOGUG, en su página web, las recogerá in extenso, pues habrán sido grabadas. Por ello, me voy a limitar a glosar, con mis palabras, algunas de las ideas expuestas -la responsabilidad de los posibles errores es solo mía- y, al hilo de ellas, incluir algunos comentarios.
Aconsejo, ante todo, visitar el enlace de la Fundación promotora de la Sesión (http://sogug.es/). Se trata de una organización sin ánimo de lucro, que agrupa actualmente a 280 investigadores oncológicos, con objetivos centrados en la formación, difusión e intercambio de conocimientos relacionados con las patologías ya citadas.
La Dra. González del Alba subrayó que el carcinoma del epitelio transicional se desarrolla en el urotelio, y que el agente fundamental es el tabaco; después de 4 años sin fumar, la incidencia disminuye un 40%. El cáncer de vejiga solo es hereditario en un 5/6 %. Exposición a aminas aromáticas, por ejemplo, es un factor de riesgo con mayor responsabilidad que los factores hereditarios.
En no todos los cánceres de vejiga, desgraciadamente, se puede hacer la preservación vesical, y hay que llegar a la cistectomía radical. Los tumores metastásicos son candidatos a la quimioterapia con platino y la inmunoterapia. La base de la inmunoterapia es estimular a las células inmunes (sanas) para que ataquen el tumor. La quimioterapia con cisplatino es la gran esperanza futura, que ha permitido cambiar las expectativas de estos pacientes.
El Dr. Rodríguez Moreno se encargó de presentar las opciones de los enfermos con cáncer de próstata, cuya incidencia va en aumento. Parece que en este caso, conocer la historia familiar es importante, pues parece existir un componente hereditario. Como es sabido (o debiera serlo) en la próstata se produce parte del esperma, y en esa glándula -y solo en ella- se origina una proteína, el PSA. El cáncer de próstata eleva el PSA y sirve de orientador, por tanto, para detectar pacientes con esa dolencia. Se ha comprobado la gran relación del cáncer de próstata con la testosterona, y que el tumor es sensible a su producción por el organismo, por lo que los pacientes se tratan para disminuir o eliminar su génesis.
El Dr. Rodríguez dio la charla enfundado en una camiseta con el eslogan: “This fight has no gender” (“esta batalla no tiene género”), que expresa claramente que, aunque los afectados son del sexo masculino, vencer esta enfermedad nos involucra a todos. El lazo azul es el símbolo universalmente aceptado de este reto.
Se discute la opción de realizar un screening (tamizado) poblacional, con resultados discordantes, aunque para un grupo determinado (aquellos con pacientes con familiares que han padecido el tumor) tendría sentido. La investigación avanza velozmente. Hasta hace poco tiempo, la ecografía y la resonancia multiparamétrica eran los elementos que se utilizaban como elementos de detección: hoy la biopsia, que antes (y en algunos centros) se realiza al azar, pinchando sobre la próstata para localizar las áreas afectadas, ahora se concentra en la zona sospechosa.
Un gran avance para la localización es el PET-PSMA, aparato de los que, en la actualidad solo existe una unidad en España. Se trata de un radio-trazador. El galio es el elemento usado para este fin, lo que hace el diagnóstico muy caro, Cuando se pueda realizar la detección de las zonas afectadas con flúor, la técnica se abaratará brutalmente y se generalizará su empleo.
Los avances en el tratamiento están relacionados con la localización más perfecta del área afectada, la vigilancia activa (existen tumores indolentes) y la reducción o eliminación de las secuelas de los tratamientos. Con terapia focal (crioterapia, por ejemplo) podríamos tratar solo el tumor y no afectar a zonas sanas.
La diseminación de la enfermedad (metástasis) más frecuente es a través de los ganglios o de los huesos. En la etapa final, afecta al hígado. En cuanto a la eliminación de la producción de testosterona (idea por la que Charles Huggings recibió el Premio Nobel en 1966), el problema subsiguiente es que los tumores permanecen vivos y se adaptan, por lo que, al cabo de algún tiempo -no muy largo- el avance del cáncer prosigue.
En esos casos, frente a la opción de la quimioterapia, han aparecido fármacos hormonales de segunda y tercera generación. En fin, ante el maremágnum de tratamientos posibles, el foco de la investigación aplicada actual, indica el Dr. Rodríguez se concentra en el orden correcto de los mismos, para incrementar la esperanza de vida y mejorar el estado del paciente.
Queda apuntado que las farmacéuticas dedican 10 veces más recursos a la investigación de estos cánceres que el conjunto del Estado español, situación inexplicable que exigiría un inmediato cambio de tendencia, y que los responsables políticos asuman la responsabilidad de incrementar la dotación para estudiar y tratar estas patologías que causan tanta mortandad y suponen un tremendo gasto directo – en diagnósticos, tratamientos, hospitalización, cirugía y paliativos- al Servicio sanitario público.
La Dra. Alonso (la plurifacética médico que dirige la atención clínica de mi propio tumor) habló sobre el cáncer de riñón, al que se ha dedicado el día 20 de junio y la imagen de los labios pintados de verde. En España, este tumor ocupa el séptimo lugar de las incidencias en varones y el décimo tercero en mujeres (mayor frecuencia que la que reflejan las estadísticas a nivel mundial). Es un tumor reincidente: aproximadamente en el 30% de los pacientes tratados con enfermedad localizada, vuelven a ser víctimas de la enfermedad. De los diagnosticados con tumor de riñón, el 20 % lo presentan en fase metastásica.
No es el tabaco en este caso el factor de riesgo principal, aunque se detecta alguna reducción del mismo tras diez años de abstención. Parece, en cambio, relacionado con la obesidad y se calcula que solo el 5% de los cánceres renales son hereditarios. La triada clásica de diagnosis es: hematuria, dolor en fosa renal y masa abdominal palpable, aunque solo entre el 6 al 10% de los pacientes presentan ese cuadro. El 30% de los pacientes presentan síndrome paraneoplástico. También puede asociarse a caquexia, HTA (hipertensión arterial) y otras sintomatologías, poniendo con ello en evidencia el amplio espectro de su sintomatología.
Además de las pruebas clínicas clásicas y la observación del paciente, se emplean para el diagnóstico del cáncer renal la analítica (Hb, neutrófilos, LDH, calcemia, FA, etc.), las pruebas radiológicas, y la ecografía el TC/RM -que informa sobre la extensión del tumor-. El PET-TC no tiene, en este caso, papel relevante como prueba diagnóstica.
El diagnóstico permite diferenciar entre cuatro categorías de tumores, según su agresividad y extensión. En la actualidad, se operan tumores que incluso atraviesan la vena renal o la cava. La biopsia no es utilizada como prueba diagnóstica complementaria, salvo en el caso en que no se pueda operar por el estado físico del paciente (por ejemplo, padecer una enfermedad coronaria), porque permitiría valorar la opción de quemar la parte afectada.
El 85-90% de los carcinomas renales son de los llamados de células claras, siendo el papilar el 10 al 15% restante. La cirugía, en sus distintos estados (biopsia renal, nefrectomía -radical, parcial o citoreductora- y el tratamiento sistémico) están dando paso a tratamientos efectivos sin llegar a la cirugía citoreductora. También se ha dado paso a tratamientos de inmunoterapia (Prosper, Immotion 10, Keynote 564, Nivolumab, ortozolizumab, etc.)
Lamentablemente, el tumor de riñón no responde a la quimioterapia, aunque en 2005 se descubrió que si se bloqueara la producción de una serie de proteínas se podría modificar su avance, hallazgo que está vinculado con el estudio analítico de las diferentes formas de crecer que poseen las células cancerígenas.
El mecanismo más rentable en la actualidad para la contención del tumor renal es la inmunoterapia. La Dra. Alonso recordó que esta técnica se basa en incorporar al organismo enfermo, bien sustancias que ahogan el tumor, bien otros que estimulan las defensas. La combinación de ambas estrategias puede ser efectiva.
Los efectos adversos de la incorporación de elementos químicos al organismo son complejos. Debe tenerse en cuenta que la inmunoterapia no solo actúa contra el tumor, sino también contra nuestras propias células sanas, y puede afectar a casi todo el organismo, y más frecuentemente a la piel y al tubo digestivo, y, posteriormente a las células nefrológicas. Aunque se detenga el tratamiento, el efecto continúa, por lo que hay que mantener la vigilancia sobre estos efectos secundarios.
El facultativo, guiado por la necesidad de paralizar al tumor, tiende a emplear dosis elevadas, lo que revierte en toxicidades a corto/largo plazo, con reacciones que varían entre la eritrodermia o la hipermilasemia, aunque en ocasiones, la toxicidad se estabiliza, aunque lo habitual es que crezca con el tiempo de tratamiento. El tratamiento básico para controlar estos efectos se basa en la administración de corticoides.
La tasa de supervivencia del cáncer renal ha mejorado para el 60 % de los pacientes con los nuevos tratamientos, aunque el oncólogo se encuentra con la dificultad de que la célula de este tumor es muy metabólica.
La Dra. Alonso, antes de que se iniciara un vivo coloquio, apuntó a la necesidad de que los facultativos adquieran formación en el abordaje sicológico de los problemas de los pacientes oncológicos, una cuestión abierta que exige una reflexión seria para atender de la mejor manera posible las inquietudes, los miedos y el itinerario de deterioro y altibajos que forma parte de la evolución de la enfermedad.
La presidente de AIFER en Madrid (Asociación de Enfermos Renales) puso de manifiesto que están trabajando con éxito con pacientes con cáncer renal, para intercambiar experiencias y se es consciente de la necesidad de combinar las sesiones de comunicación entre pacientes y servicios médicos. Al hilo de esta experiencia, se propuso la creación de asociaciones de enfermos con patologías tumorales, para darles opción a que compartan sus experiencias y se animen recíprocamente, como ayuda para soportar el trance tumoral con mayor solvencia.
No puedo menos, en este punto, que poner de manifiesto mi escepticismo, pues, aún reconociendo que puede ser interesante relacionarse con otros enfermos en sesiones de simpatía y solidaridad, no se trata de algo parecido a dejar de fumar, sino de afrontar con más serenidad las incertidumbres de un proceso que, en muchos casos, tendrá un desenlace fatal. Cada paciente responde a niveles de exigencia personal distintos (en lo referente a la comunicación de cuestiones íntimas o a conocer la evolución de otros enfermos con patologías que pueden estar muy distantes de la suya propia) y, desde luego, cada tratamiento es algo individualizado.
Después del coloquio, los asistentes fuimos invitados a un refrigerio en las mismas dependencias de la Fundación Once. Así tuvimos ocasión de conocer más de cerca el estupendo talante personal de los ponentes, que forman parte de un equipo joven, motivado, inquieto, atento a los avances, comunicativo, cordial y, por estas y otras razones, ejemplar. Una muestra de que la medicina, y en especial en España, no es solo una profesión, sino que se debe valorar como vocacional; especialmente, en los facultativos que tratan con enfermos oncológicos.
Una labor desplegada en un entorno de sanidad pública que sufre ataques desde muchos ángulos (incluida la incomprensión de algunos pacientes), con sueldos mínimos, medios insuficientes y tiempos de trabajo excesivos.
La necesidad de incrementar los recursos en investigación y en tratamientos es evidente. Se necesita, por ejemplo, clarificar por qué no todos los pacientes responden a los tratamientos de inmunoterapia, y se deben mejorar las herramientas para conocer qué tratamiento es más conveniente al perfil biológico de cada enfermo. Se necesitan biomarcadores para no infra o sobretratar un caso concreto y, en fin, es importante tomar consciencia colectiva de la importancia del tiempo en encontrar soluciones vitales. Los parámetros con los que se mide la eficacia de un fármaco o un tratamiento son, con frecuencia, otros, no relacionados con mejorar la esperanza de vida de los pacientes.
Una cría, ya talludita, de cernícalo (falco tinnunculus), agarrada a un saliente rocoso, espera que su madre le traiga alimento. Ya puede volar y alimentarse por sí sola, pero como muchas aves -y especialmente, las rapaces- siguen vinculadas a la aportación de comida por parte de sus padres. Se han detectado casos, incluso, en que al año siguiente, y cuando los progenitores se preparan para una nueva nidada, aparece uno de los vástagos de la anterior generación, reclamado alimento, lo que causa el enfado y la expulsión del intruso, con un griterío que podría interpretarse como “¡Fuera de aquí, vago! ¡Gánate la vida por tí mismo!”
El macho del cernícalo común se distingue del primilla por tener aquel el dorso bermejo claro, con manchas de negro, en tanto el primilla (falco naumanni) lo tiene de un color pardo rojizo vivo, sin manchas. La cola del tinnunculus tiene una banda negra en una cola más larga que el naumanni, cuya banda aparece como más estrecha y sin separación con la punta de la cola. Las hembras son más difíciles de discernir, ya que ambas tienen el dorso con bandas negras; que el primilla tenga las uñas o garras blancas y el común las lleve negras, es casi una metáfora para especialistas.