A la primavera
Rota la reclusión tras tensa espera
surge al fin, orgullosa de su alarde,
alargando la luz, la primavera.
Despierto del letargo, el campo arde
convirtiendo en verdor la sementera.
Por ganas de vivir, será la tarde
triunfo del placer y, aunque se esmera
invierno en que respeto se le guarde,
florecerán cerezos, será la era
de nuevo el vergel que amamos tanto
y en la rama del naranjo más somera
harán mirlos su nido, y con su canto
contagiarán de alegría zalamera
el ánimo triunfal que me levanto.
10.01.19
Al verano
Sopor bendice que el calor te aporta,
-viajero del tiempo-, trayéndote el verano
la fiel reparación con que te acorta
páginas que se nos fueron en vano.
Responde con sudor en la retorta
para aliviar tensión, el cuerpo sano:
de alegría explota que al amor exhorta,
y un corazón, volando, el gran milano,
traza sobre el paisaje. El campo yermo
se rinde a la tormenta, cortesano.
Yo me siento feliz mientras me duermo,
protegido al soñar del mal villano,
y ya curado al despertar si voy enfermo,
vuelvo con paz y frutos en la mano.
15.01.19
Al otoño
Surgiendo del calor, será el otoño
quien llenará cestas y cántaras
de vino y frutos; fiestas y chácharas
vencerán la resistencia del gazmoño.
Caerán para placer, pieles y cáscaras;
rendido a tentación galán bisoño
ofrecerá a su amor, como el madroño,
junto a pulpas, flores, y en las cámaras
acortándose noches, crecen tretas;
y al caer de las hojas, cubren máscaras
la desnudez de opciones obsoletas;
mandan ventarrones a hacer gárgaras
delirios de amantes, locos y poetas.
¡Enciéndanse pábilos de lámparas!
20.01.19
Al invierno
Ni dolor ni placer son nunca eternos,
y al fin de otoño, ¡ay del que se atreve
a afrontar sin abrigo los inviernos
que lluvia del estío trocan en nieve!.
Marchitas ya las hojas en cuadernos
que triunfante Cronos al suelo mueve,
mutan los purgatorios en avernos
y no hay pasión que a su expiación no lleve.
Cuando a todo cerdo san martín llega,
desea a cubierto que tu mal sea leve
y si la gloria alguna vez te ciega,
prudencia y compasión en calma bebe,
pues con calzón quitado no se juega
y no hay necio que su rigor no pruebe.
31.01.19
(Del libro “Sea por instinto, vocación o influjo”, @angelmanuelarias, 2019)
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Una gaviota y un cormorán común disputan por los restos de un pez. Seguramente el cormorán lo atrapó de las profundidades marinas, utilizando su habilidad buceadora, pero, incapaz para engullirlo sin salir a la superficie, mientras trataba de voltearlo para tragárselo entero, se encontró con la habilidad torticera de la gaviota, que le arrebató un trozo de su presa.
Magnífico espectáculo de supervivencia animal que el ojo atento del observador de la naturaleza puede captar, en no pocas ocasiones, cuando pasea a la orilla del mar, en el dominio de los puertos pesqueros o desde una barca de paseo. A veces, incluso, puede ser el mismo, el protagonista inductor de la dramática historia del combate diario por la supervivencia (en este caso, aves marinas), ofreciendo a su voracidad un alimento más fácil que el que proporciona la naturaleza abierta.
Pequeño dios de ese mundo limitado, por unos momentos, el amigo de la naturaleza se recrea en una escena de rivalidades que, con su voluntad, ha pretendido crear.