Sobre las aventuras resultantes del carácter intrépido de Amalio Mentiría se podrían escribir enciclopedias. Apenas gateaba, y ya introdujo sus delicados deditos en un enchufe, pretendiendo comprobar de dónde provenía aquella fuerza que iluminaba las habitaciones (esa, al menos, fue la explicación que dio su madre a la ATS cuando le trataron las quemaduras).
Recién incorporado a la guardería, fue él y no otro, quien dejó en evidencia a la cuidadora que había sido contratada para cubrir una suplencia, levantándole las faldas en un descuido, y permitiendo así comprobar al padre Emeterio que no llevaba ropa interior, lo que en un invierno tan crudo resultaba, cuanto menos, sorprendente.
Tendría Amalio quince años cuando se propuso una aventura insólita: viajar al centro de Facebook, emulando -como se podría haber deducido- el viaje ideado por Julio Verne al Centro de la Tierra (libro que, por supuesto, el chico no había leído, pues estaba especializado en la técnica de los mensajes de un máximo de 125 caracteres).
Lo comentó con su mejor amigo real, Porfirio Resentido.
-¿Por qué no me acompañas? -le animó, mientras se fumaban la clase de Matemáticas.
-No le veo la gracia. Con Tuenti tenemos suficiente. Además, no veo para qué queremos más amigos- Fue la respuesta de Porfirio, que pasaba por sensato.
-Ahí está el tema. Se trata de tener el número máximo de amigos. El objetivo sería llegar a tener a toda la población mundial como amigos.
-Pero -objetó Porfirio-. Habrá algunos que no tengan perfil en Facebook, quizá ni siquiera ordenador.
-No importa -replicó Amalio-. No creo que haya nadie que no esté en alguna red social. Estaría muerto.
La idea, aunque descabellada, atrajo a Porfirio. Se trataba, en esencia, de avanzar, como en el truco de la pirámide, incrementando amigos y amigos, hasta cubrir el orbe (ya se sabe: esa fórmula perversa por la que una persona con la que hace años que no te ves te comunica en letras mayúsculas que hay que salvar a un niño en Bangla-Desh, aquejado con lepra percolante y que, para ello, es necesario llegar a 5 millones de peticiones al Director del Instituto Médico de Kuala Lumpur, por lo que debes enviar el mensaje a veinte amigos o un rayo vengador caerá sobre tu cabeza).
Necesitaban herramental, y trabajaron en conseguirlo: traductores del español a todas las lenguas, un método para ordenar nombres de acuerdo con los alfabetos de cada una, mensajes convincentes, melifluos o amenazantes, para que todo el mundo, absolutamente todo, todito el mundo, se sintiera en la obligación de ser amigo de Amalio y Porfirio.
Porque, en los perfiles ficticios que ambos habían tenido la picardía o la desfachatez de crear -empezaron con una docena, y llegaron a alcanzar la cifra de 4.275- se presentaban de todas las maneras que se les ocurrían, tratando siempre de seducir o de amedrentar. Eran, en unos, adolescentes buscando emociones fuertes; en otros, padres de familia angustiados porque sus hijos estaban enganchados a la droga; en alguno, eran escritores buscando la publicación de sus primeros versos; llegaron a crearse un personaje que era un sacerdote de cierta religión que había apostatado; su imaginación no tenía límites, y el número de amigos crecía.
Llegaron a tener doscientos cincuenta millones trescientos veinte mil ciento tres amigos. Suspendieron todas las asignaturas de primero de ESO, pero un día de noviembre apareció en su vida un tipo con aspecto de celador de discoteca, acompañado de cuatro miembros de la embajada norteamericana, y, esgrimiendo una orden de registro, les confiscó los ordenadores, bloqueando el acceso a las nubes con las que trabajaban.
-Las hijas del presidente han filtrado información de alta sensibilidad a sus amigos en Facebook y su hijo, utilizando la red social, la ha difundido a millones de personas, generando alarma social en el mundo musulmán -Más o menos, así dijeron a los papás de Amalio, al que habían encontrado los visitantes del más allá, encerrado, como siempre, con Porfirio, pretendiendo que lo que estaban haciendo era resolviendo ecuaciones diferenciales por el método tensorial -abreviado- de las relaciones de base finita.
-¡Horror! -Fue lo único que atinó a decir la mamá de Amalio, que estaba segura de que se le iba a quemar la quiche de calabacín en el horno, con tanta conversación.
-P…pero, ¿qué han hecho los niños, en realidad? -preguntó el padre, algo más repuesto del susto preliminar, doblando la Gaceta deportiva.
-Han llegado al centro de Facebook, y, por fortuna, el problema ha sido detectado por la Defensa Nacional, pues estuvieron a punto de generar un conflicto intergaláctico.
El papá de Amalio, que había trabajado algún tiempo en el centro de investigaciones de la Consejería de Sanidad, sonrió. Así que habían llegado al centro de Facebook, tirándose el pegote desde España. Era para estar orgullosos. Y…los de la NASA aún seguían discutiendo cómo llegar a Marte, los muy torpes.
-No van a castigar por eso a unos chiquillos, ¿verdad? Como todos los centros, estaría vacío, supongo -fue lo poco que acertó a pronunciar.
(Amalio y Porfirio fueron a parar con sus huesos a un correccional para superadictos a las telecomunicaciones, en donde solo les estaba permitido usar libretas de anilla y lápices de grafito. Allí estuvieron hasta cumplir los dieciocho años, edad en la que sintieron la vocación de alistarse al Ejército de Salvación Internacional, y por ahí andan, vendiendo pulseras de plástico, pegatinas y chapas.
Desde el reformatorio, escribieron un libro que tuvo un éxito arrollador de ventas, aunque los derechos de autor nunca les llegaron. Su título era algo así como: “El poder espiritual de la sangre menstrual mezclada con vino de Rioja” (The ingestion of menstrual blood mixed with red wine increase spiritual power). Y como no lo he comprado, no voy a especular acerca de su contenido. En las redes sociales fue trend topic hasta hace muy poco)
FIN