La guerra en Ucrania atraviesa por una fase, sin duda, diferente. El empático Zelenski anuncia el 25 de marzo de 2022 “avances significativos en el frente”, dando a entender que, al menos en algunos puntos de combate, el improvisado Ejército ucraniano está doblando el brazo en algun sentido, a las fuerzas rusas, cuya descoordinación, desde el punto de la estrategia militar parece por momentos demasiado evidente para ser creíble.
Podría ser, más bien, la consecuencia de que la guerra se está prolongando demasiado y alguno de los apoyos del sátrapa Putin se están debilitando, como lo confirma la deserción de Anatoli Chubais, enviado del Kremlin como representante para negociar acuerdos sobre el cambio climático, que, además de figurar en el equipo de confianza del dictador, fue asesor económico de Yelsin en los 90 e incluso tiene en su currículo el baldón de haber sido anterior jefe del actual presidente ruso. Chubais cogió las maletas y se largó, junto a su esposa, de Rusia.
He leído, con la atención debida, un escrito del ex ministro de Exteriores español, Josep Piqué, cuyos análisis lúcidos sobre geopolítica siempre me han parecido interesantes, además de excelentemente documentados. Se extiende en su artículo del 24 de marzo, que titula “Preparar la posguerra” (Mis apuntes sobre el escenario después de la invasión), después de reconcoer que el desenlace final de la guerra es aún muy incierto, en un argumento que viene exponiendo desde hace varios de sus ensayos sobre el tema, y es que Putin “ha perdido la guerra”.
Se refiere, obviamente, al personaje y las razones de esa afirmación, totalmente compartibles, apuntan a la increíble orden dada por Putin de la invasión de un país libre y democrático, utilizando burdas artimañas y enviando a un Ejército poco preparado y nada concienciado de su labor de purga y arrasamiento de un país hermano, en contra de la opinión internacional y de la creciente contestación en su propio feudo.
Da por supuesto Piqué la continuidad terrestre de la guerra en el Donbás y Crimea y la pretensión de controlar el mar de Azov, que Putin querrá mantener en caso de negociación de un armisticio. Pero la integridad de Ucrania, indica el politico, debe mantenerse y corresponde la decisión solo a los ucranianos, lo que conduce a un referéndum en el que sea la población afectada la que opine sobre el particular.
No voy a glosar aquí el artículo completo, cuya lectura no dudo en sugerir, para poner el énfasis en la propuesta de que el marco para cooperación con Rusia (eliminado de la escena Vladimir Putin, en operación que, dado el diplomático conducir de Piqué no puede ser otra que su dimisión o la destitución por el Kremlin) es revitalizar los acuerdos de Herlsinki. por el que se constituyó en 1975 la Organización para la seguridad y la Cooperación en Europa (la OSCE, antes CSCE). Esta asociación para la convivencia, creada en plena guerra fría, funcionó hasta la intervención rusa en Georgia -en 2008- y murió en 2014 con la anexiónilegal de Crimea.
Es muy evidente que la situación de tensión con Rusia no puede mantenerse y, descartada, como afortunadamente parece, una escalada que conduzca a la tercera guerra mundial, a pesar de que China sigue mirando hacia otro lado y que el envío de armas, material, ayuda humanitaria (y ahora también, equipos de alta tecnología para interceptar comunicaciones, hackear redes y localizar efectivos militares, incluída la captación de misiles y su destrucción preventiva) por parte de la OTAN y la Unión Europea ha aumentado significativamente.
Putin puede seguir pensando que apretar el botón nunclear es una opción pero sus asesores del Kremlin están cada vez más lejos de imaginar que esa opción es factible. Solo un enajenado puede creer que esa es una forma brillante de terminar el conflicto. No puedo menos de indicar, desde mi modesto coleto, que la estúpida proliferación de armamento nuclear en el mundo ha supuesto embarcarse en un juego peligroso que ha pretendido ignorar la ley de la guerra: “El armamento que se tiene está para usarse algún día. Si no es en agresión a otros, será en defensa”.
No está esa máxima en el libro de Sun Tzu (Arte de la guerra) y a lo mejor no se atrevió nadie a formularla de forma tan agresiva, pero así lo veo yo, incluso como argumento para no actuar como buenista pacifista si no se quiere, algún día, ver al propio país atacado y sojuzgado por ambiciosos sin escrúpulos.
En fin, la asignatura de la agresión rusa a Ucrania no terminará con un armisticio, ni con una tregua, ni siquiera con un acuerdo post-guerra. Estoy de acuerdo con Josep Piqué en que hay que reintegrar a Rusia en una Alianza donde todos nos sintamos cómodos y renunciemos -al menos, por un tiempo largo- a tirarnos bombas a las cabezas. Hay que poner el cascabel a ese gato, y Putin nos sobra.
Deja una respuesta