Oda al deterioro
Hermano, qué callado te lo tenías:
crecías a la par que mi satisfacción
y cuando estaba a punto para emprender
mi gran hazaña
apareciste para burlarme la baraja.
No era lo mío el paso del mar Rojo:
los vientos huracanados soplaban a la contra,
las horas justas tocaban a destiempo;
los vados, inseguros presagios alentaban
y para escapar de filisteos y ladrones
no había un dios amigo
que esperase al otro lado con laurel y mesa puesta.
Era todo modesto.
Resulta que no surgiste solo, para qué la molestia.
Trajiste un tumor maligno de la mano, al alimón
repartiendo las cartas para un juego sin reglas,
No recuerdo si gané algunas bazas,
porque en principio ya está todo perdido.
Tuve las oportunidades a la chica, llevé pares,
si encontré ocasiones, fueron falsas.
Se rompió la partida.
Óyeme, amigo. Te estoy agradecido
porque hayas aparecido primero.
De la hazaña que iba a acometer, no guardo
ni recuerdos.
Por tanto, puedo asegurar a tiempo
que carecía de la menor importancia.
Pero esa conclusión es también mi venganza.
(30 de mayo de 2016, Poemas de encargo, @angelarias)
Bonita fábula, bonito simil, bonita venganza.