El día 9 de mayo, el jerarca invasor Putin conmemoró el Día de la Victoria contra los alemanes comandados entonces por un sátrapa con ambición de dictador global, como el. Se llamó Adolf Hitler y por su culpa, a los alemanes que lo secundaron se les llamó nazis.
Vladimir Putin utiliza desde que agredió Ucrania enviando un Ejército preparado para una BlitzKrieg (guerra relámpago), esa palabra convertida en insulto fácil para justificar la invasión. Pretende limpiar de nazis Ucrania. Lo recordó, en un acto muy desvaído y con palabras huecas, defendiendo la legitimidad insostenible que le llevó a poner botas militares y tanques sobre el país vecino.
En estos últimos setenta y siete días, han cambiado muchas cosas en el mundo. La invasión ilegítima, condenada por el bloque occidental, ha permitido a Estados Unidos recuperar su liderazgo. Los pollitos europeos se han apresurado a cobijarse sobre el gallo norteamericano. Después de todo, se trataba de presentar músculo militar.
El presidente Biden, tras algunas indecisiones, está contestando a las bravuconadas de Putin, que desde el primer momento, ante el apoyo que se estaba prestando a Volodomir Zelenski, amenazó con emplear su arsenal nuclear contra los países que ayudaran a Ucrania. En un precario equilibrio de contención de los despropósitos, la linea roja ha sido imaginariamente trazada si Rusia ataca alguna población de la OTAN y, sensu contrario, si Ucrania invade territorio ruso.
Putin no ha podido cantar victoria el día 9, porque, salvo como comandante de la destrucción sin limites y paladín de la infracción de derechos humanos y convenios internacionales (también de la guerra) solo ha ganado el asombro, el desdén y el menosprecio de los europeos y norteamericanos, empeñados en estrangular la economía rusa mientras envían armas de variado calado para aumentar la capacidad de resistencia de Ucrania.
Zelenski y el Ejército ucraniano (formado en su mayoría por voluntarios a los que anima el espíritu de protección sin límites de la Patria invadida) se están defendiendo con heroicidad e inteligencia. Con ayuda de países de la OTAN y el apoyo humanitario y material de casi toda la Unión Europea, la situación está consiguiendo demostrar que esa resistencia tenaz será capaz de poner a prueba, no el poderío militar del tercer Ejercito del mundo, -jactancioso poseedor de tecnología atómica, como recuerda, convertido en un mantra, Vladimir Putin y su equipo de hienas, sino la inteligencia diplomática para detener la guerra antes de que colapse económicamente la misma Rusia.
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