Al socaire

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Hacia una Ucrania devastada

24 noviembre, 2022 By amarias Deja un comentario

La guerra en Ucrania va camino de alcanzar su primer año y para algunos, si se puede emplear este término tratándose de un conflicto armado en el que la desproporción de los beligerantes es tan brutal, de cronificarse.

Una vez que la resistencia inesperada de Ucrania, gracias al apoyo de Estados Unidos y la OTAN, convenció a Putin de que no se trataría de un paseo militar y que el país entero caería rendido ante el Kremlin, la estrategia de Rusia tomó una deriva que los futuros manuales de la guerra (si es que hay tiempo, capacidad y ganas para redactar conclusiones) despedazarán para encontrarle sentido.

En el momento actual, parece claro que Putin pretende dejar a Ucrania convertida en un esqueleto, con graves daños en las comunicaciones, la producción de elementos y energía y económicamente irrecuperable, sin una ayuda exterior cuantiosa.

Como he oído de un excelente conocedor de la situación, Rusia puede sentirse humillada, pero en absoluto vencida. Tiene capacidad nuclear, recursos militares y de toda indole y población de sobra para doblegar el pulso a Ucrania, manteniendo la presión hasta que la ayuda militar y económica de la OTAN y de los paises europeos se demuestre como estéril.

La encrucijada en la que se encuentran los dos bloques: Rusia-China y Estados Unidos-Europa tiene un planteamiento sencillo y brutal: o se consigue que Rusia negocie una posición de retirada de Ucrania que pueda satisfacer al Kremlin y no significar una derrota para Zelenski y los bravos suicidas que lo secundan, o llegará un momento en que we provoque la escalada nuclear, con consecuencias previsibles.

Ha sido épico, hermoso, digno de ser tomado como ejemplo de coraje  y valentía el esfuerzo del Ejército ucraniano y conmovedor haber podido apreciar, en secuencia diaria, la capacidad de sufrimiento y acomodación a la progresiva miseria de la población civil. Hemos podido vislumbrar, o quizá analizar mejor, que el conflicto tenía las características de una guerra civil, con componentes religiosos, étnicos, históricos.

Y ahora, ¿qué? Mientras dure el apoyo exterior y se siga acogiendo refugiados por millones, la Ucrania dirigida por Zelenski no va rendirse. Una moderna Numancia se está escribiendo. Mientras el conflicto se mantenga artificialmente restringido al territorio ucraniano, Rusia tendrá fácil (aunque costoso) destruir Ucrania sin descanso. No necesitará poner muchos efectivos sobre el terreno. Los justos.

La guerra de destrucción se ordenará desde el aire. Con drones y misiles sobre las instalaciones de agua, las centrales eléctricas y de distribución. los hospitales y supermercados.

Holodomor redivivo. No sé cómo va a terminar esta guerra, pero me temo que estamos aún en su comienzo.

Publicado en: Actualidad, Guerra en Ucrania, Internacional, Sin categoría Etiquetado como: guerra, Rusia, Ucrania

Ucrania, la solución cada vez más lejos

6 junio, 2022 By amarias Deja un comentario

No puede explicarse desde la razón. Rusia -la Rusia de Putin, hay que matizar- un país que se creía fiable, abierto a la globalización y el progreso, pacífico, enlace necesario entre el expansionismo sin límites de China y la Europa en busca de una nueva identidad, ha estallado en una operación guerrera que compromete definitivamente su credibilidad y pone en grave peligro la estabilidad mundial.

Son más de cien días (desde el 20 de febrero de 2022) de guerra intensa, descarnada, cruel. Un ejército bien armado, con sofisticados medios guerreros, que decidió convertirse en invasor de un país que se acercaba pacífica e ilusionadamente al calor de una Unión Europea que podría garantizarle estabilidad política y potenciación económica.

Han pasado suficientes cosas en el centro y el entorno del escenario bélico para poder matizar, desde el conocimiento y análisis, lo que ha sucedido y está sucediendo. Puede que, como en la mayor parte de las contiendas, notas de claroscuro se hayan introducido en la valoración de la maldad absoluta del agresor y la bondad sin reservas del agredido.

Las realidades humanas admiten matices. En todo conflicto, surgen controversias, intereses añadidos y posiciones a favor y en contra.

Al fin y al cabo, el riesgo de que la invasión rusa se convierta en el principio de la tercera guerra mundial sigue vigente. Los afectos y los análisis no son perfectamente limpios. Como en toda guerra, las economías se resienten y, en ésta en particular, en que el apoyo de Estados Unidos -a través de la OTAN- se ha manifestado cada vez de forma más expresa del lado de Ucrania, ha pasado suficiente tiempo para que, además de preguntarnos a dónde conduce esta guerra, cuál puede ser su final, tenemos que lidiar con los efectos económicos sobre los no contendientes. En esencia, toda la Humanidad.

Porque Ucrania era el granero de Europa y de buena parte del mundo. La escasez de granos, de fertilizantes y productos agrarios -además de la paralización de envíos desde Ucrania que el Kremlin ha ordenado- han puesto de manifiesto que la dependencia de la producción ucraniana fue subestimada. Se creyó que podrían suplirse los desabastecimientos coyunturales en material siderúrgico o en materias primas minerales, en la valoración equivocada de que la guerra no duraría mucho. Por supuesto, el boicot al gas y al petróleo procedente de Rusia, vital para la Unión Europea, tampoco se valoró con igual dramatismo. Se pensó que podrían encontrarse con rapidez alternativas y, aunque hubiera que pagar más por la energía, la Unión Europea y el resto del mundo desarrollado podría permitírselo, antes de que las aguas volvieran a su cauce.

La posición de fuerza de Rusia como factor estratégico en la economía energética mundial (y no solo) no tiene que ver con las bravuconadas del Kremlin. Putin sigue amenazando con bombardear con sus misiles de cabeza nuclear ciudades europeas, en la medida en que el apoyo prestado a Ucrania por la OTAN, e individualmente, por los países de la Unión, aumenta y se hace más consistente. No es el desarrollo bélico lo más preocupante para Europa, puesto que el límite, como peculiar espacio de contorno para la guerra sin cuartel, se mantiene entre las fronteras de Ucrania que, dicho sea de paso, ya ha perdido casi la mitad de su PIB y la cuarta parte de su territorio en manos de Rusia. Zelenski sigue pidiendo más armamento a Europa, en una posición que combina heroísmo y tenacidad (defiende la integridad de su país), pero la cuestión ha pasado a ser otra.

¿Cuánto tiempo puede resistir la Unión Europea? ¿Está dispuesta a seguir ofreciendo su propio bienestar, su capacidad de desarrollo, el ritmo creciente de su inflación y la aparejada inestabilidad social, en el altar ucraniano? ¿La voluntad de seguir enviando sin límite, material bélico y ayuda económica y humanitaria a Ucrania, podrá mantenerse? ¿Se doblegará, por la vía de utilizar la capacidad de heroísmo de un pueblo hasta su extenuación, la resistencia económica de Rusia que,  por toda evidencia, se ha subestimado?

No tengo claro que el Kremlin esté perdiendo la guerra. No ha ganado en credibilidad ni honorabilidad, desde luego, pero en esta batalla global, en la que no solo se lucha con los artilugios bélicos en la devastada Ucrania, se están empleando otros factores de destrucción.

Publicado en: Guerra en Ucrania, Rusia Etiquetado como: economía, guerra, inflación, OTAN, Rusia, Ucrania

Rusia ve nazis en todas partes

11 mayo, 2022 By amarias Deja un comentario

El día 9 de mayo, el jerarca invasor Putin conmemoró el Día de la Victoria contra los alemanes comandados entonces por un sátrapa con ambición de dictador global, como el. Se llamó Adolf Hitler y por su culpa, a los alemanes que lo secundaron se les llamó nazis.

Vladimir Putin utiliza desde que agredió Ucrania enviando un Ejército preparado para una BlitzKrieg (guerra relámpago), esa palabra convertida en insulto fácil para justificar la invasión. Pretende limpiar de nazis Ucrania. Lo recordó, en un acto muy desvaído y con palabras huecas, defendiendo la legitimidad insostenible que le llevó a poner botas militares y tanques sobre el país vecino.

En estos últimos setenta y siete días, han cambiado muchas cosas en el mundo. La invasión ilegítima, condenada por el bloque occidental, ha permitido a Estados Unidos recuperar su liderazgo. Los pollitos europeos se han apresurado a cobijarse sobre el gallo norteamericano. Después de todo, se trataba de presentar músculo militar.

El presidente Biden, tras algunas indecisiones, está contestando a las bravuconadas de Putin, que desde el primer momento, ante el apoyo que se estaba prestando a Volodomir Zelenski, amenazó con emplear su arsenal nuclear contra los países que ayudaran a Ucrania. En un precario equilibrio de contención de los despropósitos, la linea roja ha sido imaginariamente trazada si Rusia ataca alguna población de la OTAN y, sensu contrario, si Ucrania invade territorio ruso.

Putin no ha podido cantar victoria el día 9, porque, salvo como comandante de la destrucción sin limites y paladín de la infracción de derechos humanos y convenios internacionales (también de la guerra) solo ha ganado el asombro, el desdén y el menosprecio de los europeos y norteamericanos, empeñados en estrangular la economía rusa mientras envían armas de variado calado para aumentar la capacidad de resistencia de Ucrania.

Zelenski y el Ejército ucraniano (formado en su mayoría por voluntarios a los que anima el espíritu de protección sin límites de la Patria invadida) se están defendiendo con heroicidad e inteligencia. Con ayuda de países de la OTAN y el apoyo humanitario y material de casi toda la Unión Europea, la situación está consiguiendo demostrar que esa resistencia tenaz será capaz de poner a prueba, no el poderío militar del tercer Ejercito del mundo, -jactancioso poseedor de tecnología atómica, como recuerda, convertido en un mantra, Vladimir Putin y su equipo de hienas, sino la inteligencia diplomática para detener la guerra antes de que colapse económicamente la misma Rusia.

 

Publicado en: Ucrania Etiquetado como: guerra, Putin, Ucrania, VolodomirZelenski

Weapons, blood, tears

9 abril, 2022 By amarias Deja un comentario

“Weapons, weapons, weapons”, fue la concreta petición que el ministro de Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba presentó al Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, en la reunión que mantuvieron el 7 de abril de 2022.

Es inevitable asociar esta frase con la que pronunció Wiston Churchill en los Comunes el 13 de mayo de 1940: “Blood, toil, tears and sweat” (“Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”), remedando a Lord Byron. La segunda guerra mundial había comenzado hacía ocho meses y el nuevo Primer Ministro sustituía a un desacreditado Neville Chamberlain, que había mantenido una prudente posición y no siempre coherente frente a las ambición expansiva  de Adolf Hitler.

Ucrania tendrá más armas, más apoyo estratégico y humanitario, recibirá más aplausos compungidos y gritos de ánimos desde las gradas. El articulo 5 del Tratado de la OTAN actúa como una camisa de fuerza, una línea de “Not trespassing” (“Prohibido el paso”) que la realidad está convirtiendo en una ficción. Al no ser Ucrania miembro de la OTAN, los Estados que la conforman no pueden acudir a su defensa frente al ataque ruso con todo su potencial militar, como estarían obligados su fuera el caso, por lo que lo hacen únicamente apelando a “cuestiones humanitarias”.

La visita de Ursula von  der Leyen y Josep Borrell a Kiev, en donde se encontraron con Volodomir Zelensky y el posterior paseo sobre el terreno de la masacre de Bucha, fue una manifestación valiente y arriesgada de solidaridad con el pueblo agredido. Tomaron así consciencia directa de la insania con la que se actuó por parte de los invasores rusos. Su testimonio, que se une al de decenas de periodistas occidentales destacados en los lugares de la masacre, con grave riesgo para sus vidas, y que amplía la credibilidad de las imágenes que llegan a los medios de difusión no mediatizados por la censura, reforzándola con la voz de las voces de los altos representantes europeos, no ha impedido el mantra propagandístico de los secuaces del Kremlin de que “todo es un montaje”.

Me hubiera gustado -quiero decir, hubiera sido conveniente- que en la visita al lugar de los crímenes de los líderes de la Unión Europea, se hubieran hecho acompañar de negacionistas relevantes, como son los embajadores de Rusia en países europeos, que, alineados con la efusión falsaria e intoxicadora que dirige Vladimir Putin desde su guarida de confort agresivo, repiten que Ucrania es la ofensora y que las imágenes que llegan de los campos de batalla son escenificaciones aparatosas con actores, cartón y ketchup.

Como no soy capaz de avistar ninguna capacidad negociadora con el Kremlin para detener la guerra, como sea que los ataques de las tropas rusas se mantienen, e incluso se recrudecen en algunos puntos, la aportación de más armas al Ejército ucraniano, eleva el nivel de agresividad de la contienda, cuya fuerza destructora se expande como una bomba de metralla. Las medidas económicas contra Rusia, que se presentan por los países occidentales como la forma de presión que obligará al Kremlin a desistir de la invasión y sentarse a negociar, no aparecen tan definitivas, ya que el apoyo chino e indio, entre otros países menores, ofrece un colchón de resistencia al atacante, refugiado además en la desinformación del ciudadano ruso.

Las imágenes de la guerra atenazan los corazones. El increíble ataque contra la estación de tren de Kramatorsk -en el Donbass- de este mismo viernes, donde se lanzaron misiles SS-21 Scarab contra las personas que pretendían huir a lugares más seguros y que dejó decenas de muertos sobre los andenes, resume, con cruel agudeza, la disparidad de los sentimientos. Es una insoportable agresión contra los derechos humanos, un crimen más de lesa humanidad, cometido contra población indefensa, en la interpretación de quienes están con Ucrania. La inscripción, con pintura blanca, sobre uno de los misiles “Por nuestros niños”, añade una nota de macabra crueldad.

Para Rusia, el misil es ucraniano, no ha habido tal ataque ruso y, una vez más, se oye decir desde el Kremlin: “Todo es una farsa”.

¡Ay, si todo este dolor y esta angustia, fuera solo fantasía!. Por la libertad de Ucrania, por sus derechos, por la heroicidad de los combatientes y en apoyo de la paz, que quienes tienen más poder e información nos saquen de esta dinámica. Porque yo veo cada vez más “blood and tears” junto a las “weapon, weapon, weapon”.

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La guerra entra en fases de ficción

2 abril, 2022 By amarias Deja un comentario

El 1 de abril de 2022, Ucrania ha encontrado en un episodio de difícil credibilidad un chute de adrenalina colectiva, dentro del marasmo de una guerra que avanza en el segundo mes (¡37 días desde la invasión!) y que no tiene visos de terminar en breve, aunque, dada la desproporción de fuerzas de lo beligerantes, Rusia debería haber conseguido, y ya hace tiempo, sus objetivos.

Me refiero a la incursión de dos helicópteros de ataque y transporte en la población rusa de Belgorod, a 40 km de la frontera, bombardeando varios depósitos de combustible. Se han difundido varios vídeos, grabados por ciudadanos rusos,  del ataque nocturno, realizado con el mismo tipo de aviones que usa el ejército ruso (helicópteros Mi24) para bombardear las ciudades ucranianas. La población ucraniana a acogido el episodio, difundido en sus redes, como una victoria, que vendría a demostrar la capacidad de reacción de sus maltrechas fuerzas.

No resulta, sin embargo, creíble, que esta acción guerrera haya tenido lugar efectivamente, pues aunque los helicópteros que ha protagonizado la hazaña sean de fabricación rusa y exactamente del mismo tipo que los que emplea el ejército invasor, lo que se conocía hasta ahora que Ucrania carecía de aviación militar, pues todos los aparatos de su exigua fuerza aérea habían sido destruidos en los primeros ataques de la contienda. Se piensa, entonces que, al utilizar el mismo camino aéreo que utilizan los rusos para moverse con libertad hacia su propio territorio y repostar en su país, los encargados de los sistemas antiaéreos los han confundido inicialmente con los propios.

Pero, aún así, ¿cómo sería posible que, después de la incursión, los helicópteros hayan podido retornar a Ucrania sin ser derribados? Aún admitiendo que el ejército ruso siga dando pruebas de descoordinación, ausencia de estrategia coherente y debilidad ofensiva, malgastando tiempo y medios en una guerra de destrucción -que no de desgaste- que no les beneficia tampoco a ellos mismos, el acto militar vendría a demostrar que el gobierno de Kiev no está por la labor de favorecer una negociación que conduzca al final de la guerra. Al contrario, ese contraataque hablaría de la alta moral (¡de victoria!) del pueblo atacado y vendría a poner el énfasis sobre la capacidad ucraniana para resistir e, incluso, tomar iniciativas.

Algo nuevo está pasando sobre el terreno de la guerra. Las tropas ucranianas han conseguido, también según los informes recibidos desde esta guerra con tanta difusión mediática, rechazar a las rusas, alejándolas del cerco de Kiev. Desde luego, los problemas de avituallamiento de los militares desplazados en territorio invadido no es fácil, con la inmensa mayoría de la población autóctona dispuesta a negarles toda ayuda y a muchos tiradores dispuestos a liquidar cualquier vehículo o militar que no lleve la enseña del Ejército ucranio.

Hay que poner en su lugar, además, la defensa cibernética arbitrada en Ucrania, donde eficientes equipos de informáticos e ingenieros están ofreciendo un alto nivel tecnológico (entiendo que con la ayuda subterránea de empresas estadounidenses y alemanas) para interferir en las comunicaciones rusas, localizar sus blindados y anular las señales que hubieran sido sustanciales para que los aviones de combate enemigos pudieran guiarse en el entorno hostil. Numerosos drones, entregados de urgencia por los países occidentales actúan también como eficaces elementos de destrucción y resistencia.

La guerra se separa de la  concepción original de “botas sobre el terreno” para convertirse, cada vez más, en una guerra de guerrillas, multi-híbrida, en la que lo informático cobra un relieve especial como arma de espacial valor para el ejército resistente, cuya capacidad bélica convencional es mínima frente a la potencia invasora.

Como Putin no ha conseguido ninguno de sus objetivos -la destrucción de Mariúpol, ya consagrada como ciudad mártir, con más de 5.000 muertos en sus calles sin haber recibido sepultura, no puede contarse cabalmente entre sus propósitos iniciales-, cerrar el camino desde el Donbás a Crimea aparece como un presumible propósito que pueda ser presentado ante los rusos como victoria.

Ni siquiera ese “modesto objetivo” parece alcanzable para las desordenadas y mal dirigidas tropas invasoras, cuya bisoñez, mala preparación y fallos en la asistencia logística y en la dirección estratégica han pasado a ser tan evidentes que el antes temido ejército ruso ha pasado a ser considerado una caricatura del esfuerzo propagandístico del Kremlin, que había vendido la idea de disponer de uno de los mejores equipos militares del mundo.

Esto no significa que Putin esté dispuesto a admitir la derrota. Al contrario, aunque para los analistas occidentales, la abeja reina del Kremlin ha perdido la guerra mediática, ante un Zelenski lleno de empatía y fuerza en la transmisión de principios éticos, quedan muchos cartuchos sobre la mesa del dictador ruso. La utilización de la capacidad nuclear es una de ellas, aunque no parece que esa llamada a la hecatombe total sea del gusto de sus propios asesores.

El próximo martes, Volodomir Zelensky hablará para senadores y congresistas españoles, en una conexión en donde agradecerá el apoyo recibido por su pueblo, la acogida que se está dispensando a los desplazados y volverá a pedir en nuestro foro el apoyo para la entrada en la Unión Europea cuando termine la barbarie.

Me he detenido por ello, entre las muchas fotografías que llegan desde Ucrania, en la que representa a Roberta Metsola, presidenta del Parlamento Europeo, reunida en Kiev con el presidente Zelensky y el primer ministro ucraniano Denys Shmyhal. Metsola fija una mirada atenta y comprensiva sobre Volodomir, que está hablando y gesticulando, vestido con su camiseta de campaña verde (por cierto, su musculatura parece cada vez más recia). Una bandera de la Unión cubre el fondo de la sala de reuniones, en la que se puede ver que la mesa dispone todos los adminículos técnicos necesarios. Hasta se han dispuesto botellas de agua para los asistentes.

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El ansia de destrucción como razón para la última guerra

11 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

No sabemos aún cómo terminará esta guerra, la guerra de nuestra generación -aunque a algunos nos coge ya talluditos-, pero es hora de que analicemos cómo empezó. Por supuesto, la respuesta simple a esa cuestión tan relevante, apuntaría a un único culpable, el invasor Vladimir Putin, líder necrófago por excelencia en este momento de la Historia, cuya ansia de poder y relevancia desató su megalomanía, encontrando en la pieza deseada, Ucrania, que creía presa fácil, el objetivo perfecto para calmar, momentáneamente su psicosis. La anomia de la Unión Europea y la falta de interés inicial de los presidentes norteamericanos (y de su sociedad) para entender los entresijos del patio de vecindad del viejo continente habría hecho el resto.

Muy respetables historiadores e inmensos eruditos se han encargado de espurgar en los restos de las dos guerras mundiales precedentes, para sacar brillantes consecuencias. La mística nacionalista, el sonambulismo europeo, el crecimiento de las enfermedades de los neurópatas del momento (el más conocido Adolf Hitler, pero no faltaron ejemplos de la misma ralea entre las élites dirigentes que condujeron a la primera), la concepción mesiánica de algunos líderes de su pretendido papel en el mundo o la confrontación entre imperios caducos (el astrohúngaro o el de la gran Rusia) y un Estado que vivía en una persistente adolescencia (el alemán, siempre Alemania) son citados como motivadores, tanto de una guerra como de otra.

De todas las opciones de análisis de lo que motivó el comienzo de esta tercera guerra -que quieran los dioses que no tenga jamás lugar-, me quedaría con una maravillosa conjunción de palabras que apelarían a la “sensación de decadencia moral”. En ese término genérico incluyo: la percepción del ocaso, y la necesidad de catarsis purificadora, redentora, que, con persistente regularidad y llevada por un impulso al parecer incontenible, prende simultáneamente en varios sitios en el mismo momento de la Historia.

Intoxicados como estamos, metidos de lleno en la harina espesa del miedo y la pererza, ya no podemos analizar con tino si las amenazas que nos llegan son reales o resultan simples añagazas para cubrir un expediente de guerra que lleve al contrario la convicción de que aún se es fuerte, de que la victoria es posible del bando en el que milita el mentiroso, porque, en esta etapa inicial, se trata de conseguir adeptos que hagan más sólida nuestra posición.

En esta guerra, como en las anteriores, hubo un agresor y un ofendido. Pronto, ya no importará eso, si no se consigue poner coto a tanto desatino del invasor Putin y la heroicidad del defensor, ahora juzgada heroica (con razón) acabará empañándose de matices, de disensiones. de juicios que acabarán metiendo al agredido en la misma hoguera del agresor, especialmente si (los dioses no lo quieran) el bloque que conformará su equipo gana la batalla, auque sea unos milisegundos antes del Gran Armageddón.

Ya no me apetece imaginarme al héroe  Zelenski con camiseta de gimnasia militar en su búnker situado en un lugar tal vez irreal, con la imagen de la plaza de la Independencia (Maidán  Nezalezhnosti), y al malvado Putin sentado en un extremo de una mesa que se va haciendo cada vez más larga, agarrado como si fuera un juguete a una caja de plástico con un muy aparente botón rojo. Tiene que ser de ese color, así lo mandan los cánones de todas las películas que hemos visto sobre el final nuclear. Y la mesa tiene que aparecer cada vez más larga y, al otro lado del sátrapa, cada vez más poblada, porque tenemos que caber todos nosotroos.

Va entrando mucha más gente en la trama, cn papeles muy relevantes. Un tercero en esa discordia de egos -Vladimir lo tiene gigantesco, pero Volodomir también tiene el suyo- en la que nos vamos convirtiendo aceleradamente en víctimas propiciatorias (sí, el buco emisario, el macho cabrío expiatorio de la redención), es Joe Biden, quien anuncia hoy, viernes, once de enero del año cero, para que no quepan dudas, que si el cacique toca un solo pelo a cualquier país de la OTAN, la tercera guerra mundial está garantizada. Ergo, ya podemos poner nuestros miedos a remojar. Y están también Boris Johnson y JiPing, y Macron (s´il vous plaît) y Ursula von der Leyen, y …

Si yo fuera ministro, pongo por ejemplo, de Energía, de Agricultura, o de Industria o de Defensa (estoy citando al azar, porque ninguna de estas opciones me resulta apetecible en lo más mínimo) de cualquier país europeo, no me preocuparía en este momento crítico ni por la posibilidad de que la Temperatura media de la Tierra suba dos grados antes de terminar el siglo, ni por aprobar inversiones en generación nuclear o en plataformas flotantes eólicas que garanticen el suministro eléctrico dentro de dos lustros, o si la carne de vacuno podrá ser sustituida definitivamente por la soja transgénica, o si las innovaciones tecnológicas de la era digital destruirán tanto empleo convencional que tendríamos que subvencionar desde los presupuestos de los Estados más de la mitad de la población en edad de trabajar y el cien por cien de los que ni se lo plantean.

Tampoco estaría preocupado por dedicar el dos o el diecisiete por ciento del Presupuesto a Defensa, ni aparecería entregado a dotar a mis Ejércitos de más tanques, muchos más drones, millones de cascos de visión nocturna y chalecos antibalas o, de forma aparentemente más brillante, llenar el país de escudos protectores contra misiles nucleares inteligentes.

Si yo fuera ministro (por favor, ponga el lector la música del If I were a rich man, la canción de Chaim Topol) pasaría todo el día pidiendo a todo el que quisiera escucharme que alguien pare a Vladimir Putin, y hagamos todos un ejercicio de catarsis frente al impulso destructivo que se ha vuelto a adueñar de la Humanidad. Yo he vivido ya bastante. Pero mis nietas, no. Una de ellas, a sus nueve años, lo expresó claramente, en representación no esperada de todos los niños del mundo – “mi vida, abuelo, aún no la viví y yo también quiero tenerla”.

Miro las fotos de las decenas de niños ucranianos que han muerto en esta guerra -pero también las de todos los niños que son asesinados cada día en las decenas de guerras que florecen en el mundo como la peste, que son muchos más- y se me encoge el corazón. Esos pobres cretinos teledirigidos que entraron en la central nuclear de Zaporiyia gritando que si los funcionarios que estaban trabajando en ella no les cedían el control, apretarían el botón rojo, no sabían que estaban siendo víctimas del síndrome de la decadencia el ansia de la autodestrucción.

Hagamos todos un esfuerzo por generar un período de distensión, otra Guerra Fría, y esta vez ha de ser muy gélida, porque tiene que durar siglos. Paren esta guerra, que yo me apeo. No quiero vivir cómo se desarrolla la última. Son ustedes unos imbéciles, sonámbulos del siglo XXI.

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“Z”: La ignominia rusa busca sus símbolos

9 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

Rusia aumenta su presión bélica sobre Ucrania, que se resiste a rendirse. Ejemplos de heroicidad se encuentran por todas partes, pero también vemos imágenes que producen dolor en la sensibilidad de cuantos nos informamos de la guerra sin capacidad de respuesta y sin evitar poner un acento distante, genuinamente estúpido, sobre las noticias que nos llegan a raudales. Muertos en las calles, bombardeos sobre hospitales materno-infantiles, edificios públicos y privados, grupos familiares que huyen sin saber dónde les acogerán,  Centrales nucleares que pasan a manos de soldados sin ninguna preparación, armas y ayuda humanitaria que no llega a sus destinos, desolación, muerte.

Hemos sabido que hay un increíble movimiento de solidaridad con Putin y con su tremenda barbarie, y que son muchos (en todo caso, cifras no despreciables) los rusos que esgrimen una “Z” blanca sobre sus vestimentas, que es el símbolo que llevan los tanques y uniformes de los atacantes, para distinguirse. Inicialmente previsto para identificar a las fuerzas que entraron en territorio ucraniano como “fuerzas de paz”.

Los crímenes de guerra cometidos por el sátrapa ruso y sus secuaces son incontables y las muestras de la falta de ética, honor y principios humanitarios que esgrimen sobre el terreno los militares rusos alcanzan cotas impensables, pudiendo definirse como barbarie y monstruosidad sin ninguna reserva. Puede que no se consiga llevar nunca a Vladimir Putin ante una Corte Penal Internacional, pero no existe ningún sátrapa contemporáneo con dimensión tan despreciable.

La información que llega desde Ucrania es confusa. La caída de Kiev parece inminente desde hace días, y Leópolis se prepara para convertirse en la capital de facto. Se difunden también imágenes donde prisioneros de guerra por las tropas ucranias, declarando bajo presión evidente y después de haber sufrido torturas, aclaran sin convicción que han llegado engañados a la invasión, que no estaban convenientemente equipados y que piden perdón al pueblo ucranio. Algunos medios ponen de relieve que Ucrania está incumpliendo las normas de la guerra que son precisas respecto al trato que debe darse a los prisioneros enemigos. ¿A quién importa cumplir normas internacionales si el invasor no ha respetado ninguna?

La resistencia ucrania es meritoria y la solución diplomática no parece cercana, e incluso ni posible. Los Estados Europeos se mantienen con extrema prudencia, pretendiendo evitar que la guerra escale a dimensión internacional, lo que desembocaría -según ha reconocido Josep Borrell en declaraciones a la Sexta de hoy miércoles- en la tercera guerra mundial. Polonia, que tenía preparados para poner a disposición de los Ejercitos ucranios su flota de aviones de combate, ha retirado la propuesta, exigiendo que sea Estados Unidos el país que autorice la entrega. Con ello, se ha desestimado esa posible ayuda.

La guerra se mantiene, pues, por cauces convencionales. La amenaza del propio Putin de utilizar el botón nuclear (en caso de que la OTAN entre en liza) contiene los deseos de ayuda a los combatientes ucranianos. Las medidas económicas, aunque intensas, no parecen suficientes para doblegar, al menos de inmediato, al sátrapa. Se ha comprendido, además, y muy rápidamente, que el efecto boomerang es superior al esperado; las economías occidentales están padeciendo las consecuencias en sus carnes, con escalada de los precios de la energia y, también, de bienes de consumo y de primera necesidad. Los problemas actuales son, al menos en España, solo de precios, pero otros países -como Alemania y el resto de Europa, en general- tendrán problemas de abastecimiento a corto plazo, pues dependen del gas ruso.

El mundo no será igual a partir de esta guerra. Las relaciones con Rusia no podrán ser reconstruídas por los cauces anteriores. Las mentiras utilizadas por el presidente ruso y todos los representantes de su Administración (incluso, embajadores y agregados militares y comerciales en Europa) permiten cuestionar toda credibilidad que puedan pretender.

Todos debemos estar con Ucrania. La actitud de algunos miembros del gobierno español poniendo en cuestión el apoyo que se está otorgando a Ucrania es vergonzosa. No puede consentirse la falta de homogeneidad en nuestro Gobierno ante un tema que afecta de manera directa a la valoración que merece el respeto al orden internacional, a los más elementales derechos a la libertad de los pueblos. La violacion de normas internacionales y de la ética que debe ser principio basico de actuación de los seres humanos, no permite ser indulgentes. No caben contradicciones.

Ucrania debe resistir sola, parece el mensaje uniforme desde la OTAN y la Unión Europea (que juega aquí, penosamente para nuestra dignidad, el papel de chico de los recados). El temor a la tercera guerra mundial nos está obligando a ser inconsistentes y hace que Putin y sus colegas genocidas tengan la sartén del desastre por el mango de sus garfios apestosos.

 

Publicado en: Actualidad, Guerra en Ucrania Etiquetado como: guerra, Ucrania

Rusia camina hacia su aislamiento

2 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

La imagen del Parlamento Europeo aplaudiendo ayer de mañana, con todos sus miembros puestos en pie, la intervención telemática de Volodomir  Zelenski esgrimiendo que Ucrania “lucha por su libertad” y solicitando ayuda para que su país no sea fagocitado por la ambición patológica de Vladimir Putin se mantiene en mi retina como una emotiva demostración de solidaridad con el presidente de una nación asaltada. Hizo bien en recordar que “si Ucrania cae, Rusia estará a las puertas de la Unión Europea”, en la que volvió a solicitar la integración.

Joe Biden expresa, por fin, desde que empezó la invasión, la determinación de ayudar a Ucrania y condenar la agresión, “con medidas que Rusia lamentará para el resto de los días”. La OTAN mantiene su criterio de no considerar la agresión a Ucrania como algo que le competa directamente y, desde luego, prefiere mantener una guerra sicológica, económica o de consola, evitando recoger muertos propios en un campo de batalla. Habrá que estar atento a la interpretación que el loco del Kremlin hace de la contraofensiva.

En la intervención de hoy en el Congreso de Diputados, el Presidente Pedro Sánchez anunció inesperadamente que España enviará también material bélico a Ucrania. Es decir, España entra, de esa manera, en la guerra de Ucrania con Rusia, como país aliado.

La decisión fue apoyada fuera del hemiciclo por la vicepresidenta Yolanda Díaz y por Jaume Asens, portavoz de En Común Podem que se desmarcan con ello de la ministra de Asuntos Sociales Ione Belarra y de Pablo Echenique, portavoz de Unidas Podemos, que calificaron el envío de armas de “error” y reiteran su posición de No a la guerra, y No a la OTAN. Esa facción que apoya al Gobierno de coalición revela, por tanto, una fisura en el mismo. Echenique la concreta, no ya al proclamarse partidario de negociar la paz (rebelando una inocencia casi mística, pues Putin es el invasor y nohay nada que negociar con un asesino), sino expresa como filosofía a tener en cuenta en los anales de las invasiones que no se debe armar a la población civil “contra un ejército”.

A pesar de estas manifestaciones contrarias, “la lealtad de Gobierno” de esa coalición en trance de ruptura permanente se ha traducido en ratificar el envío y con ello, Sánchez ha podido, aunque con algo de retraso, unirse al bloque de cabeza de los países que presentan oposición clara al líder con diagnóstico de patología narcisista. Por parte de la portavoz del Partido Popular, Cuca Gamarra, que cubre el hueco del cesado Pablo Casado, se ofreció ayuda de su grupor para apoyar la medida, si “los socios de Gobierno se desmarcaran del apoyo”. La situación política española merecería un análisis profundo, sino fuera que las preocupaciones se han concentrado en un nivel mucho más alto.

El cerco de medidas económicas y, desde ayer, con el apoyo de armamento de alto alcance y potencia a Ucrania, no ha servido, de momento, para modificar la actitud de Putin, centrado en su megalomanía, que sigue amenazando con la escalada de terror belicista y mantiene la orden de bombardear las principales ciudades ucranias que resisten heroicamente.

Se anuncia para mañana, jueves, 3 de marzo, el segundo intento de negociaciones por la paz entre representantes rusos y ucranios, aunque la presión beligerante se mantiene. Como acertadamente expresó en entevista televisiva el ex embajador de España en la OTAN, Carlos Miranda y Elío, “no se puede hablar de negociaciones para la paz si los contendientes no han establecido una tregua”.

La población ucrania sufre una presión ilimitada, cruel, injusta. Largas colas de personas ue huyen de la barbaria se forma en las salidas del país, especialmente hacia Polonia, con kilómetros de retencionese imaginables necesidades de atención humanitaria. En su intención de destruir los edificios históricos de Ucrania, Rusia bombardeó ayer el edificio del Gobierno Regional de Járkov (la segunda ciudad ucrania) y varios otros monumentos, además de barriadas residenciales, causando miles de muertos.

Para detener esta barbarie, las medidas muy duras contra Rusia adoptadas por la inmensa mayoría de los Estados occidentales perfilan que este país se convertirá en una nueva Corea del Norte (solo se han manifestado expresamente a favor de Putin, el déspota venezolano Nicolás Maduro y el afectado por demencia senial que responde por el acróstico de AMLO).

En cuanto a la posibilidad de parar la guerra en una negociación, no soy optimista. Como todo afectado por megalomanía tiránica, Putin no admitirá una derrota y tiene, al carecer de escrúpulo alguno, el botón nuclear a su alcance,y no le importará provocar una hecatombe, pues cree que le asiste la razón. Por eso, hay que ofrecerle alguna salida edulcorada para que crea que su esfuerzo destructivo le ha merecido la pena. No, obviamente, la rendición de Ucrania, sino algún caramelo que la diplomacia intrnacional deberá encontrar.

Porque la presión de los oligarcas que ahora ven en peligro sus inmensas riquezas, la intervención del presidente chino a favor del cese de las hostilidades, el clamor del pueblo ruso para derrocar a Vladimir Putin, son sueños fantasiosos que no tienen lugar más que, eso, en el mundo de la imaginación. Desgraciadamente.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: AMLO, Biden, Carlos Miranda y Elio, China, guerra, Ione Belarra, Jarkov, Jaume Asens, Nicolás Maduro, Pablo Echenique, Parlamento Europeo, Pedro Sánchez, Rusia, Ucrania, Vladimir Putin, Volodomir Zelenski, Yolanda Díaz

Ucrania resiste

28 febrero, 2022 By amarias Deja un comentario

A punto de terminar el domingo, 27 de febrero de 2022 no puedo menos que registrar, en esta crónica emocionada de una situación que puede significar un cambio sustancial en el equilibrio económico y político mundial, la evolución de los acontecimientos, porque suponen el agravamiento del conflicto.

Los dos hechos más significativos recientes son, por una parte, la defensa de los ucranianos ante la invasión, movilizando a buena parte de sus reservistas y consiguiendo despertar ub profundo espíritu de patriotismo y la solidaridad de la opinión pública europea expresada ésta en multitud de manifestaciones en las calles de las ciudades principales. La actitud valiente y digna del presidente de Ucrania, el respetable cómico Valodomir Zelenski, en el mejor y más duro papel de su vida, ha controbuido a elevar el ánimo de sus compatriotas y atraer la simpatía de todos los amantes de la paz y del derecho.

Kiev resiste. Odesa, también. David está ofreciendo resistencia heroica contra un Goliat matón y fuertemente armado, más poderoso incluso en una guerra convencional. Pero vencer a un contrario correoso, dispuesto a todo, no se llevará a cabo sin desgaste propio, muerte de los soldados que se envióa la invasión, pérdidas económicas sustanciales, críticas y oposición internas.

Por otra parte, el presidente ruso aparece como incapaz de asimilar la resistencia encontrada y amenaza, en el más puro estilo de matón de barrio, con emplear armamento nuclear y no tolerar que Finlandia y Suecia, se adhieran a la OTAN, augurando que tendrá graves consecuencias.

Las medidas contra Rusia alcanzan ahora  un máximo nivel, tras las últimas decisiones emanadas de los Estados Unidos, que se va configurando como el contrapeso ideológico y la condena cada vez más dura contra la agresión invasora propiciada por Putin. La mayor parte de las operacione bancarias con Rusia se han congelado, al prohibir con ella las transacciones swift -acuerdos de clearing bancario que permiten disponer de dinero sin necesidad de trasporte físico de divisas-; se han congelado las cuentas em el exterior de Putin y otros oligarcas. La decisión tiene damnificados colaterales, como han puesto de manifiesto personas que venían realizando envíos de divisas a familiares y proveedores en Rusia.

Es, obviamente, muy preocupante que el dictador ruso haya puesto en alerta, como comunicó,  su fuerza nuclear. Europa, falta de músculo militar colectivo y con desigual potencia armamentística en sus miembros, observa atónita la escalada de tensión. Suecia y Finlandia han contestado de inmediato a la amenaza del dictador, expresando que son países libres de tomar la decisión que les convenga, sin aceptar imposiciones de terceros.

Pienso, como todos los amantes de orden y la paz, pero también del derecho a la libertad y a la defensa ante quien pretende ultrajarnos o sojuzgarnos, en los ucranianos. Alabo y aplauso la valentía, la gallardía y el honor de su Presidente y equipo de gobiernos, convertidos en comandante en jefe y generales de un ejército, en parte improvisado, de patriotas. Están dspuestos, han dicho, a defender su libertad hasta el final.

No podemos estar impasibles. Si Putin, que imagino tendrá algún asesor sensato que intervenga para detener este despropósito, que ya ha causado miles de mertos y miles de millones de euros en pérdidas económicas, no reconoce que la invasión fue una decisión eqivocada y no retira sus tropas de Ucrania, tenemos segura la tercera guerra mundial.

Para muchos, será la última.

Publicado en: Actualidad, Europa, Guerra en Ucrania, Rusia, Ucrania Etiquetado como: estados unidos, guerra, Kiev, manifestaciones, paz, Ucrania, Vladimir Putin, Volodomir Zelenski

Kiev como objetivo y baluarte

26 febrero, 2022 By amarias Deja un comentario

El 26 de febrero de 2022, día tercero de la invasión rusa del Estado libre e independiente de Ucrania, la situación en el país invadido permanece confusa, pero las posiciones de condena y reacción frente a la acción intolerable del autócrata ruso, Putin, se han perfilado bastante. La decisión del presidente norteamericano Biden de destinar una importante cantidad económica y también ayuda militar a Ucrania ha servido para que los países de la Unión Europea reduzcan su ambigüedad, si bien no en la condena a la invasión (unánime prácticamente sin matices), muy moderada en cuanto al alcance de las medidas de presión para que Vladímir abandone su descabellada y peligrosa decisión de ataque a la democracia.

Los analistas coinciden en expresar que está en juego la confrontación entre una concepción dictatorial del mundo y la democracia y libertad que, con dificultades y desvíos, es la guía de actuación del mundo occidental. Comunismo dirigido desde el gobierno del Estado controlado por una élite reproducida a sí misma sin elecciones libres, frente a una concepción liberal en la que los poderes ejercidos desde el gobierno del Estado estén controlados y revisados por la población, con elecciones periódicas.

Comunismo o Democracia suenan a eslogan falsario, maleable,porque ni uno ni otro de esos conceptos se pueden definir de forma impecable, sin acudir a tópicos o a experiencias históricas ayunas de la ejemplaridad que cabría esperar de un modelo impecable. La deriva del comunismo hacia la conformación de una élite de gobierno que tenderá a reproducirse, enriqueciéndose ella y privando a la población de la expresión de discrepancias, es una constante fiel en la que han caído todos los países que elevaron a su cúpula a líderes antes carismáticos y embaucadores, qur prometieron igualdad y beneficio para todos.

La democracia, aunque con mucho menores debilidades, también tiene algunas zonas mohosas u oscuras en su traje impoluto, pues la naturaleza humana tiende a que, cuando se adquiere una posición, se haga lo imposible por mantenerla, a despecho de los que puedan aspirar, con mejores expedientes y capacidades, a sustituirlos.En ambos casos, el objetivo de impulsar bien común o de incrementar al bienestar global con actuaciones medidas desde el Estado arriesga verse, cuando fallan los controles, como un oxímoron, un juego de palabras hermoso pero vacío.

En esta guerra, el propósito de Putin, cuidadosamente planeado desde la profunda intoxicación previa y las falacias propagadas por todos sus secuaces -desde los Miniserios a las Embajadas rusas-, afirmando a quien deseaba escucharlo que no se iba a invadir Ucrania y que Rusia era un Estado pacífico y respetuoso con la democracia, es llegar a Kiev, rendir al gobierno legítimo con una presión insoportable y obligarlo a huir del país, para implantar un gobierno títere.

Los Ejércitos de Ucrania y Rusia se encuentran hoy enfrentados en una guerra desigual, que no dejará de causar víctimas en ambos lados, entre los jóvenes soldados de estos países que cumplen las decisiones de sus gobernantes, sin preguntarse, tal vez, ni siquiera lo que defienden o atacan. No me leerán, pero quiero decírselo desde aquí. Jóvenes que vais a luchar hasta quizá morir, sois, una vez más en la Historia, juguete útil para los intereses de los que os envían a los frentes de guerra, blandiendo un arma que no os convertirá en invencibles, sino en blancos predilectos.

La guerra sigue. Kiev se defiende. Zelenski agradece la ayuda internacional pero pide más armas, más dineros, más presión sobre Rusia. Putin amenaza con castigar a los que apoyen a Ucrania y pide a los militares ucranios que no defiendan al dictador, al que llama, en lenguaje mimético, nazi y déspota. Europa se arrima al poder norteamericano y se declara unido a él como un grano a su culo.

Adenda. Entre viejos sonetos que no he publicado aún, encuentro éste, que me ha hecho revivir momentos tristes y que incorporo, no sé si como colofón o como meditación apesadumbrada a mi Comentario de hoy.

La vida al paso deja mil secuelas
pues no olvida marcar cada momento
y donde encuentra vacíos, pone esquelas
sin que le sirva la muerte de alimento.

Acompañamos difuntos con las velas
que, indolente, al pasar, apaga el viento.
Me despojo del sombrero y de las suelas
y me entrego desnudo a hacer recuento.

Que es tanto mi dolor que nada siento,
y aunque duelen del riñón hasta las muelas
pongo en cada muerto el triste acento.

Y guardo al caminar todas cautelas
por si al tiempo, por no estar atento,
se borren por descuido las estelas.

(@angelmanuel arias, 2019)

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