Próximo ya a finalizar este repaso sesgado por las peculiaridades de la Granja Humana, y habiendo enfocado el telescopio hacia la jaula hispánica, creo conveniente volver a situar lo que tenemos magnificado en el objetivo dentro del contexto. Con atención específica a una cuestión: los modos de generar mayor valor a la actividad humana, la problemática inherente a la remuneración por el trabajo como fórmula -más o menos eficiente para distribuir las plusvalías colectivas a la mayoría de las familias-, y la aplicación de esa servidumbre a nuestra realidad actual. (1)
La Organización Internacional del Trabajo calcula que más de 3.000 millones de personas en la Granja humana, trabajan. Aunque el término trabajo es utilizado con gran profusión, su definición resulta permanentemente controvertida. ¿Qué es, en realidad, un trabajo decente? ¿Cómo se determina la productividad de una actividad humana? ¿Solo si se consideran trabajo las actividades que se realizan para un tercero y, dentro de ellas, cuando el prestatario de las mismas recibe alguna compensación, ya sea material o…espiritual (incluida la palmadita en la espalda)? (2)
En todo caso, el número de personas que realizan actividades transformadoras en la Granja s muy superior al indicado por la OIT. El ave humana, desde muy pronto -“apenas siendo flor de pluma o ramillete con alas”-, interactúa con su entorno, pretendiendo cambiarlo, aunque no sea para obtener un beneficio concreto, sino solo por bulla. Por ello, sin abrir una nueva discusión, admítase que la capacidad de la población para modificar los estados de la materia y de la energía a formas más elaboradas (irreversibles en su mayoría) es inmensa y la potencialidad de que la mayoría de esos cambios redunden en mejoras de la situación en la Granja, muy estimulante.
Por desgracia, el optimismo en la Granja tiene recorrido corto, si se analiza el resultado a nivel global y se focaliza el estudio en relación con el reparto del incremento de los beneficios o utilidades. De forma más lamentable aún, la decepción es tremenda si se considera la cantidad de esfuerzo que se dedica a destruir, obstaculizar o dejar abandonados sin uso, los esfuerzos de otros.
La remuneración por el trabajo está sujeta al principio de la explotación del que más puede sobre el que ás necesita. El porcentaje de trabajadores por cuenta ajena en situación de pobreza (por ganar menos de 2 dólares diarios) se acerca a la tercera parte del colectivo total (28%); la alta tasa de desempleo juvenil oscila entre el 30% del Norte de Africa y el 17% de las “economías desarrolladas”: un gran despilfarro.
Dado que la solidaridad se esgrime como virtud de la especie humana, resulta curioso descubrir que la indolencia colectiva es el fenómeno predominante. La diferencia de productividades en la Granja, la explotación de esos desequilibrios, hasta hace muy poco, no afectaba psicológicamente a los que vivían en las zonas cálidas (léase, supuestamente desarrolladas). Sencillamente, por activa o por pasiva, se aprovechaban éstos de su existencia, sin sentirse culpables. No había problemas en considerar a otros, esclavos, seres inferiores, colonizables, estúpidos, salvajes o, simplemente, enemigos a los que avasallar.
Esas actitudes subsisten, porque están muy bien arraigadas. Puede que formen parte del ADN subliminal de la Granja. Solo hay que descubrir el núcleo de buena parte de los mensajes políticos: la prevalencia de lo que “nos” conviene frente a lo que necesitan “ellos”. No hay mayor dificultad en convivir con que, para algunas almas sensibles, la situación ahora no resulta -ahora- soportable. “Hay que hacer algo”, defienden, apuntando a responsabilidades ajenas, salvando así sus conciencias y ofreciendo un argumento para aplicar algunas cataplasmas y placebos a las necesidades de los que más sufren el peso de la bota insolidaria.
En lo que respecta a la explotación sin compensaciones adecuadas del trabajo de otros pueblos y de sus recursos, entiendo que no es la globalización la que ha hecho presente ese sentimiento de bonhomía. La culpable principal de la difusión limitada de esa sensibilidad -que se compensa, como he adelantado, con acciones meramente simbólicas-, ha sido la introducción de la televisión en las casas particulares. También ha contribuido, aunque en mucha menor medida, la aparición en la escenografía de los debates políticos internos de una nueva terminología, que habla de los problemas de las migraciones, de las catástrofes causadas por cambio climático, de los perniciosos efectos económicos de las guerras y del la amenaza de atentados terroristas en las jaulas propias.
En casi todos esos problemas, que existieron siempre por cierto, se puede detectar el cóctel genuino, nada misterioso, de extremismo religioso forzado, miseria rampante e ignorancia culpable.
Las encuestas prueban que la asimilación de las noticias desagradables es, con todo, muy rápida. Una catástrofe con decenas de muertos próximos (miles, si se han producido a miles de km, en la equivalencia acomodaticia) se olvida en pocas semanas, no importa si producidas por un tsunami, una explosión nuclear o una bomba colocada por fanáticos con pretensiones expiatorias).
En la jaula hispana, los cuatro mayores diarios deportivos, todos de pago, editan 800.000 ejemplares, con una difusión que alcanza a 5,5 millones de lectores (datos de la OJD, Oficina de Justificación de la Difusión). Los cuatro mayores diarios generalistas no gratuitos, editan algo menos de 1 millón de ejemplares, y solon llegan a 4,4 millones de lectores. El dato es ya significativo de por sí, pero su valor esclarecedor cobra nueva dimensión cuando se reconoce que resulta exótico oir conversaciones sobre la situación económica general o acerca de temas de política internacional. En cambio, en cada lugar de la jaula, hay aves deseosas de entablar una conversación animada sobre la situación física o anímica de cualquier futbolista, con empeño y conocimientos asombrosos.
La capacidad de la jaula hispana para poner énfasis en lo marginal es proverbial. Los insulsos debates de la política interna sobre lo que habría que hacer (¿impedir a toda costa que gane el otro? ¿conseguir un gobierno de cambio para hacer qué?), no están enfocados, desde luego, a solucionar el problema mundial. En un momento tan grave de nuestra economía, y dada la debilidad relativa del poder de nuestra jaula, no tendría sentido preocuparse del todo si la parte se resquebraja. No está el horno para bollos del tipo “alianza de civilizaciones” ni para que nuestro apoyo simbólico a cualquier causa bélica o pacífica merezca la menor atención. Cada lugar de la Granja está enfrascado en resolver su propio problema. Tocan a “sálvese quien pueda”, sin que importe a quién ha de pisar para alcanzar la piñata.
Los poderes económicos y su brazo armado, desde los cuarteles superiores de la Granja, han generado una situación de alta tensión internacional. Las posiciones reaccionarias, regresivas, han vuelto a ocupar los lugares preferentes del escenario; son aplaudidas, como corresponde a un momento de confusión, no solo por los directos beneficiarios, sino por la cohorte de desorientados, que es mucho más numerosa. (3)
Para la jaula hispana, el momento impondría la obligación de encontrar una solución pragmática y aprovechar los huecos de la coyuntura, sin generar ni atención ni tensiones. Dado el reducido tamaño de nuestro territorio, y la condición de país intermedio, habría que arrimarse al calor de otros que aumenten la capacidad de respuesta, y no desaprovechar los vientos, ni despreciar, por el momento, las migajas. Pero hemos convertido la jaula en jaula de grillos, y las promesas electorales en un viaje a Jauja (salvo para el Partido Popular, que quiere que se monten aquí tres tiendas: una para el sol; otra para el humo; y otra para sus dirigentes).
No es posible entender la razón por qué los partidos que pugnarán, nuevamente, a finales de junio de 2016 por el control del gobierno de la jaula hispana desestimen que lo (único) importante ahora es no desaprovechar ninguno de los escasos recursos: económicos, técnicos, y humanos.
Que hayan vuelto a aparecer cuatro o cinco posturas ideológicas radicales no es síntoma de vitalidad democrática, sino de la pobreza de las propuestas concretas. Discúlpeseme la simpleza: Todos los ricos son, por naturaleza, conservadores; todos los pobres son, genuinamente, revolucionarios; todos los descontentos quieren que la situación cambie a su favor; todos los lerdos quieren que la inteligencia se menosprecie y los talentos se igualen; pocos habrá que no se crean el más capaz ni el que posee mejores méritos, ni deje de apoyar a los suyos en detrimento de los demás; todos los que aplauden a un líder esperan conseguir algo a cambio, en su propio beneficio. Quienes digan ser espléndidos, y no ponga en circulación, ante todo, su propio peculio, mienten. Jugar a pelo y a pluma conjuntamente es doctrina seguida sin problemas.
En fin, allá va un consejo no pedido. No es momento para cambios bruscos, porque nos faltan elementos clave para saber por dónde irán las corrientes dominantes. El examen al que hay que responder con solvencia solo contiene tres cuestiones: 1) seleccionar las medidas más eficientes para generar, de inmediato, riqueza y actividad con perspectivas de mantenimiento; 2) valorar, simultáneamente, cuanto cuestan y, por supuesto, si podemos encontrar la forma de pagarlas o financiarlas con los recursos disponibles y la escasa capacidad de endeudamiento remanente y 3) tratar de llevarlas a cabo lo antes posible, sin menospreciar ninguna aportación ni ahuyentar a los detentadores del capital, porque hay que ser taimados, no ingenuos.
Me resulta un ejercicio vacío discutir acerca de qué teorías económicas son mejores: los creadores de casi todas ellas, contrapuestas o no, tienen su premio Nobel. Hay que actuar de forma combinada desde el Estado y desde el apoyo a la iniciativa privada: no a cualquier precio. Seleccionando cuidadosamente los sectores, los apoyos, los objetvios.
Ni los programas de los partidos -ni los anteriores, ni lo que se va sabiendo de “los nuevos”- ni las ideas expresadas por aquellos que son o fueron líderes de los mismos, se ocupan de cuantificar, solo de prometer. Subir impuestos a los que más tienen, puede ser interesante, pero más importante es saber concretamente qué se va a hacer con ese hipotético aumento de la recaudación fiscal, y, claro, valorar el efecto espantapájaros para los soportadores de la leva.
Hay mucha ingenuidad, cuando no ignorancia de base, en los discursos programáticos. Se lee como un librito de doctrina elemental el “Juntos podemos; el futuro está en nuestras manos” de Albert Rivera (Unigraf, 2014), y los no menos ligeros, “Esto tiene arreglo” (2012) o “La tercera República” (2014), de Alberto Garzón. No mejora el calificativo de un ejercicio de mirada al ombligo, “El compromiso del poder”, de José María Aznar, (2013) y el doctrinario panfleto de “Ganar o morir”, coordinado por Pablo Iglesias Turrión, que no mejora su “Disputar la democracia, política para tiempos de crisis”, con prólogo de Alexis Tsipras.
Supongo que eso es lo que el gran público desea, lo que el votante valora. Se ha escrito, desde la Academia, muchísimo, sobre todo, para obtener doctorados y licenciaturas. Papel de envolver, en su mayoría. Por profesión y afición, leo con frecuencia los análisis y propuestas de ilustrados economistas, y, porque conozco a muchos personalmente, sigo sus trayectorias profesionales con asombro. He vuelto a hojear “España, Economía: ante el siglo XXI”, coordinado por José Luis García Delgado (Espasa Calpe, 1999), una mente lúcida, sin duda, no sé si independiente, porque el tiempo ha pasado por encima de casi todo. No lo veo culpable de que la recopilación tenga hoy el aire de lo que nació obsoleto, y de que las buenas voluntades subyacentes no hayan encontrado seguidores.
El análisis económico que en ese libro de apuntes profesorales, pongo por caso, hace Julio Segura -que despertaba en los 7o del pasado siglo admiración de féminas e izquierdosos asamblearios- sobre el sector público en las economías de mercado, me mueve a preguntarme, como tantas otras veces, para quién se escriben estos libros, qué se hace con las tesis serias, a quién aprovechan los mensajes. Leo (escrito en 1998) que “es imposible que la economía española avance sostenidamente en el proceso de convergencia real sin un aumento de los gastos -públicos y privados en estas rúbricas”(se refiere a las de infraestructura civil, inversión en i+d, mejora de los niveles educativos, formación y cualificación de mano de obra). ¿No es lo mismo que propugna, hoy, Luis Garicano, mentor económico de Ciudadanos? ¿Repugnará a alguien?
Surgen, en fin, varias preguntas, cuando contemplamos las sonrisas con las que un partido “transversal” (lo dicen sus simpatizantes) se une con un partido cuya ideología -utópica, pero impecable- siempre he respetado.
¿Va la jaula hispánica a marcarse un do de pecho uniéndose a los más pobres de la Granja, participando en la confusión mental por el lado de la izquierda, o prefiere arrimarse a los que se benefician por el costado de un progresismo moderado? Como republicano, agnóstico, progresista, me contesto: prefiero la actual monarquía, vivir en un país católico oficialmente aconfesional y me enorgulleceré siempre de participar en el cambio desde dentro, con decisión, en todo lo que me dejen y en bastante de lo que pueda hacerme con el sitio. Pero con cautela. Tengo el culo pelado de gallo viejo curtido en cientos de peleas, de las que no todas gané, claro, pero habrá testigos de que me empeñé hasta el fondo.
(continuará)
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(1) El presidente de Cantabria, Miguel Angel Revilla, es el mejor maestro local conocido en el empleo de la economía como elemento recreativo. Con un título en Ciencias Económicas, ha protagonizado programas de TV que han levantado ampollas a críticos ortodoxos de la izquierda como de la derecha ideológicas. Se olvida quizá, que no siendo la economía -a pesar de la denominación de las Facultades y diplomas- una ciencia exacta, sino una elucubración cercana a la metafísica (cuando no a la patafísica), su poder adormecedor sobre las conciencias es lo que más cuenta.
(2) Según la misma OIT, el 66% de los trabajadores por cuenta de otros sufren de alguna, o todas, de estas vulnerabilidades: carecen de contrato o derechos de los reconocidos como fundamentales, tienen una remuneración muy inferior a sus capacidades o muy distante del beneficio que generan a sus empleadores, no disponen de protección social, etc. La mitad de la población activa de la Granja no tiene cobertura alguna en caso de desempleo, enfermedad, discapacidad, vejez o maternidad.
(3) El debate por la Presidencia en Estados Unidos ha permitido destapar el fondo del vaso ideológico del partido republicano; si se produce, el triunfo de H. Clinton, no será ni sencillo ni sin compromisos. En el Reino Unido, los intereses del capital afloran por encima de la solidaridad con la UE, y el Brexit es una propuesta con reales posibilidades de éxito, cuyo beneficiario no ofrece dudas. El apetito ruso por recuperar áreas productivas de la Europa oriental convierte esa franja en zona caliente. China, India, Corea del Norte, etc. proporcionan motivos para la preocupación. Latinoamérica arde en incongruencias y Africa sigue siendo utilizada como solución rápida a problemas ajenos, despreciando las opciones de considerar el abordaje de los suyos propios.