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Primera Precisión de la Forma Habitual
Conocido aroma familia, escalera forzosa
por la que acceder sin saber quién la habita,
esperanza de todas las formas, hastío del premio
que nuestra mano recorre certera y no palpa,
forma que no tiene secreto a los ojos ni despierta apetito,
límites sin novedad que ofrecer a los labios…
Sometida a servir, socio vulgar desde antes de nacer,
legado de manos ajenas que enseña a las nuestras
una herencia explicada, triste fin de lo amado…
Si creció con nosotros, ocupa en silencio su puesto
de perro guardián sin que refleje su rostro
que viene de lejos, que muy rápido agota sorpresas,
convenciendo sin violencia sin argumentos ni voces,
que el tiempo traspasa, que ella pierde con todas las puertas,
que la vida es ausencia, que se nos escapa sin querer…
(“Sin herencia precisa”, 1992, @angelmanuelarias)
32 (I)
Brotaban en la calle, a cientos, las muchachas,
anunciando su propia primavera,
brotaban entre risas, moviendo rápidas sus manos
explicando con gestos apropiados para explicar otras cosas
lo que es el destino,
la confianza, el sordo amor, los frutos de los tiempos;
surgían como garzas aladas, reclamos de falsa nata y flor,
locas palomas, atropellándose las risas las unas a las otras.
Salían del colegio con la lección del mes mal aprendida,
repitiendo a sus madres,
preocupando sin saber con su firma vagar a cientos de varones,
pollos nostálgicos de usos incipientes,
ellas vírgenes en triunfo, ellos anegando las ansias
en ríos de gozo y hiel, libando angustias sin querer,
espléndidos aurigas encallando,
desconocedores aún del poder del humor y la sangre,
mientras ellas -más sabias- les iban regalando esperanzas,
atinando a ciegas, azar, con despertar sus deseos,
perdonando lujurias con sonrisas de monja,
enmelándolo todo.
(“Sin herencia precisa”, 1992, @angelmanuelarias)