Aunque las cifras sobre efectivos permanentes de las Fuerzas Armadas están sometidas a -¿un lógico?- oscurantismo, y las dudas sobre la fiabilidad de las mismas afectan incluso a las disponibles para España, los datos disponibles permiten indicar que nuestro país se encuentra en una modesta posición -entre el puesto 27 y el 3o-.
Teniendo en cuenta que, en relación con el PIB (ya sea nominal como real), España ocupa el lugar 14 -también, en este caso, con las reservas que quieran expresarse sobre la forma de realizar el cómputo de una magnitud extremadamente compleja-, la disparidad de posiciones evidencia que tenemos un Ejército relativamente reducido en personal.
Esta relativa cortedad de efectivos contrasta con el número de misiones en el extranjero. La ministra de Defensa, María Dolores Cospedal, en su visita a los destacamentos en Libia a principios de 2018, expresó que España mantiene 16 misiones activas fuera de nuestro territorio, en países de Africa, Oriente Medio y Europa. En la web del Ministerio se expresan (acompañándolo de un expresivo gráfico), 20 misiones para un total de 2.500 efectivos, si bien se detecta que una parte sustancial corresponden a destacamentos mínimos, de 1 a 10 personas.
La presencia en el exterior de las Fuerzas Armadas debería corresponder a la valoración acerca de las amenazas potenciales del exterior. Teniendo en cuenta el incremento de efectivos anunciado por la ministra para 2018 (pendiente de aprobación por el Parlamento) , las fuerzas desplazadas subirán a 2.750 personas.
La distribución aproximada correspondería fundamentalmente, a este esquema: 650 militares en Líbano (en Marjayoun, para observatorio de la zona de Líbano-Israel-Palestina), 480 destacados en Irak (en Besmayah, para formación del ejército de ese país), 331 en Letonia (como observadores en la zona) , 265 en la Operación Atalanta, para vigilancia del Indico, 292 en Mali (con apoyo aéreo a las fuerzas francesas en Dakar y adiestramiento de las fuerzas locales), 245 de la Armada como observación en el Mediterráneo, 95 en Afganistán (observación y formación), 42 en Mauritania, Cabo Verde y Senegal (sobre todo, en el primero de estos países, como observación y formación militar).
La práctica totalidad de estos destacamentos corresponde a acuerdos de presencia y actuación coordinados por los acuerdos internacionales, principalmente, la OTAN y la Unión Europea.
Se ha enfatizado desde el Ejecutivo la superior disponibilidad de España para enviar militares a zonas de conflicto y, sin querer entrar en polémica, pero sí aventurar una interpretación, esa situación podría significar que nuestro país prefiere aportar efectivos humanos antes que aumentar la cuota económica de su participación en las operaciones. Dejando, además, a salvo, el juicio objetivo respecto a lo que significa destacar (en número) modestas fuerzas armadas en países o zonas de guerra o amenaza que, en casos evidentes, no están directamente implicados con posibles intereses para nuestro país, a diferencia, como ejemplo paradigmático, de la defensa de los pesqueros que faenan en el Indico, defendidos por Atalanta, o la presencia en los países del Sahel, frontera clara de contención a la migración -salvado el escollo permeable, y con intereses propios, de Marruecos- hacia la puerta de la Unión Europea que es, para ellos, España.
No se encuentra en estas cifras de operaciones militares en el extranjero la referencia a la importante cooperación de formación con el Ejército de Marruecos. Parece que responde a que se descarta cualquier intervención bélica con este país vecino y amigo, en relación con Ceuta y Melilla, y tampoco respecto a la persistente irregularidad que supone la ocupación del Sáhara Occidental, antiguas regiones españolas que los niños del tardofranquismo estudiábamos como parte de España, abandonadas a su suerte, hace décadas, por la metrópoli.
La presencia militar en países con graves problemas de desarrollo y carencia de estructuras democráticas ha de entenderse, además, vinculada con la aportación económica y de formación no militar, que ayude a la población a encontrar una salida propia a su atraso. La práctica ausencia de una estrategia coordinada entre la estructura gubernamental y la empresarial resulta de lamentar. Quienes hemos trabajado en relación con estos países sabemos de las dificultades técnicas, de cobro de contratos y de competente colaboración local, además de la tremenda lacra de la corrupción institucional, que implica la realización de cualquier tipo de infraestructuras básicas (carreteras, sistemas hidráulicos, tratamiento de residuos, abastecimiento y alcantarillado, redes eléctricas, etc.).
(continuará)
Una hembra de herrerillo común (cyanistes caeruleus), vigilante desde el borde del riachuelo adonde se acercó para saciar su sed. Las hembras de herrerillo, una ave seductora muy frecuente en nuestros jardines y parques, se distinguen apenas por su boina azul algo más clara que la de los machos, pues, por lo demás, los dos sexos son similares. Son pájaros, además, confiados, y es posible disfrutarlos muy próximos al observador, despreocupados en su búsqueda constante de insectos y larvas por las ramitas de los árboles, acercándose incluso a los comederos en la estación invernal.
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