Al socaire

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Vigésima segunda Crónica desde el País de Gaigé

5 julio, 2022 By amarias Deja un comentario

Ha sido una semana atípica para Gaigé, el País de los Despropósitos, que es también para alguno el País del Tentefirme. Se celebró la Cumbre de la OTAN en Madrid, una organización con confesados propósitos pacifistas como objetivo principal (1) y que hoy, conscientes sus miembros de la situación crítica, perfecciona la defensa de los “valores occidentales” (libertad, democracia, respeto a las minorías, globalización, cuidado consciente del medioambiente y atención al riesgo climático, etc.) armándose hasta los dientes contra un enemigo cada vez más evidente.

Porque el despliegue armamentístico y su refuerzo tienen un culpable reconocido: Vladimir Putin y su afán imperialista, manifestado al invadir Ucrania, después de haber negado más de tres veces que jamás lo haría.

Los festejos de Madrid con ocasión de la Cumbre, que tantas expectativas tenia acumuladas de la parte de los responsables de la gestión de Gaigé, una vez que se ha disipado el humo de los voladores, admiten varias lecturas, muy al estilo del País de los Despropósitos.

La presencia en la capital del Reino del anciano Joe Biden, presidente del segundo país más poderoso de la Tierra (después de la China de Xi JinPing) y de los mandatarios nominales de muchos países -capitaneados éstos por un tal Erdogan- conmocionó la capital. Muchas calles principales fueron cortadas para permitir el paso leve de las comitivas de tanta gente importante (hay que recordar aquel documento, desgraciadamente olvidado, que comenzaba con “We the world leaders…”). Todo el despliegue de coches blindados se realizó con el desinterés rayano en el menosprecio del pueblo llano.

El camino entre el Palacio Real, el Museo del Prado y los principales hoteles de la ciudad quedaron, durante los últimos días de julio de 2022, controlados por las fuerzas del orden, propias y ajenas -los mandatarios traían consigo sus sistemas de seguridad autóctonos. Se trataba de evitar la menor intranquilidad de los magnates, para que disfrutaran de sus vacaciones, aunque ningún asueto más gozoso que el disfrutado por Montero (Irene), ministra de Igualdad y su equipo, que decidió aprovechar la Cumbre para ir de compras a Nueva York y Washington.

Lucieron los Reyes de Gaigé y el presidente Sánchez (Pedro). Buscó su sitio en las páginas del corazón la presidenta consorte Gómez (Begoña), poniendo su brazo desnudo sobre ell hombro del presidente norteamericano, que la tenia agarrada por la cintura. Quedó Gaigé a la altura de un Estado moderno, digno representante de la añeja parafernalia protocolaria que solo es capaz de superar, hoy por hoy, el Reino de Inglaterra, el País de los Notefíes.

Se firmaron acuerdos importantes, o así nos los vendieron: la base naval de Rota tendrá dos destructores más, por lo que vendrán a la zona algunos miles de norteamericanos negros, que gastarán la mitad de su paga en bares, taxis y prostíbulos. El presidente saliente Sánchez (le queda algo más de un año como Jefe de Gobierno) se comprometió, incluso, a alcanzar el 2% del PIB en gasto militar dentro de unos años, promesa que no podrá cumplir al encontrarse Gaigé en quiebra técnica (ese término no se aplica a los países, pero esta no es una crónica económica).

Además, como estaba anunciado, se admitió la incorporación de Finlandia y Suecia en la Organización, una vez que levantó su veto Turquía -la potencia militar que controla con talones europeos el flujo de migrantes afganos, sirios y de otros países en crisis total, devolviéndolos a la nada o dejándolos morir-. Aunque no ha sido confirmado, el precio adicional a pagar a Erdogan sería la derogación del estatuto de refugiados en Finlandia a centenares de kurdos, que huyeron de Turquía para evitar ser ajusticiados como terroristas.

Paralelamente a la cumbre, una parte del Gobierno de Gaigé apoyó las manifestaciones contra la OTAN, a favor del abandono del apoyo a Ucrania y el reconocimiento del régimen de Putin como agredido y posicionándose en contra del amento de gasto militar. Aunque el debate no existe, no niego que el dinero podría ser mejor empleado ampliando la asistencia social a los países del Sahel, para que los migrantes de Sudán, Chad, Níger y otras dictaduras menores no tuvieran que jugarse la vida saltando vallas con concertinas, defendidas por gendarme marroquíes bien armados para no morir de hambruna en sus lugares de origen, y desarrollar un futuro miserable vendiendo mercancía adulterada en los top manta europeos o haciendo de innecesarios aparcacoches o guardianes de puerta de sus supermercados.

Gaigé se encamina firme hacia la revuelta social, con una inflación insostenible para las familias y empresas, un gobierno deslavazado sin más ideas que las de esperar a las ayudas de la Unión Europea, sindicatos con argumentos obsoletos. El coronavirus mantiene su beligerancia, poniendo en cuestión la validez de las vacunas administradas. La oposición gana adeptos y consolida su opción de ser alternativa de gobierno, por más que su programa aparezca aún como inexistente. Una opción perdida en la batalla de los egos, Ciudadanos, trata de reactivarse, lo que sería un milagro contabilizable para el santoral.

Si algo se mantiene firme y valioso, aunque le pese a los republicanos, es la solidez de la monarquía que representa Felipe VI (y Doña Letizia), en contraste penoso con la parafernalia anticonstitucional del desgobierno catalán y la proliferación de encausamientos por presuntos delitos de prevaricación (y otros tipos del Código Penal) de políticos en ejercicio y con cargo en plaza. Oltra (Mónica) como paladín del momento, lágrimas incluidas.

(1) La finalidad de la OTAN es garantizar la libertad y la seguridad de sus paises miembros por medios políticos y militares. El compromiso de resolver pacíficamente los conflictos no excluye que, cuando los esfuerzos diplomáticos resulten infructuosos, se acuda a la aplicación del eufemismo táctico de “gestión de la crisis”, empleando la fuerza militar necesaria.

Nota: He titulado el lienzo que acompaña esta crónica “Visión del océano a través de las gafas de buceo” (2022, @angelmanuelarias)

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: Begoña Gómez, Biden, Ciudadanos, Cumbre de Madrid, defensa, Erdogan, Finlandia, Gaigé, Irene Montero, Museo del Prado, OTAN, Pedro Sánchez, Rota, Sahel

La cumbre de la OTAN nos acerca a la guerra de Ucrania

29 junio, 2022 By amarias 2 comentarios

Era de esperar, y el éxito deseado consistía en eso. La cumbre de la OTAN en Madrid que reunió a prácticamente todos los líderes del mundo occidental (y a algunos invitados con los que se quiere estar de buen rollito) se está desarrollando conforme a lo esperado: Rusia se recupera como enemigo y a China se le somete a un  estricto seguimiento, como sospechoso principal.

No parecía posible escuchar a Stoltenberg, el secretario general y portavoz de la Alianza, desgranar las conclusiones del primer día de reuniones, sin sentir un escalofrío: el apoyo decidido a Ucrania, la condena firme a la invasión rusa, el aumento del despliegue armamentístico en la base de Rota, dibujaban un sombrío panorama, a pesar de las sonrisas de satisfacción de los convocados y, en particular, de nuestros Jefes de Estado y de Gobierno, anfitriones de una reunión que discurre conforme a un impecable protocolo y un estupendo programa.

La afirmación oficial de que el mundo vuelve a la situación de tensión que creíamos no volveríamos a vivir cuando la antigua URSS y la vieja Norteamérica rivalizaban  en conmover los cimientos de la paz conseguida luego de la segunda guerra mundial no es una buena noticia. Si se creía que los jefes de Estado de este lado de la tensión iban a ofrecer algún cable al que Putin pudiera agarrarse para llegar a un acuerdo con Zelenski que terminara con la contienda, el deseo era erróneo.

Estamos más metidos que antes en la guerra contra Rusia. Incorporación de Suecia y Finlandia a la Alianza, más y mejor armamento y más ayuda económica a Ucrania para que resista en su holocausto heroico, una demostración de solidez y confianza en las fuerzas propias y más fuerte condena al jerarca ruso (criminal contra la Humanidad), además de poner en funcionamiento un disco ámbar para regular a China.

No parece, ni mucho menos, una bravuconada. Aunque la OTAN sigue delimitando con precisión el marco de la guerra, es imposible no entender que, aún utilizando el territorio del país amigo para depositar sobre él todo tipo de armas, cada vez más sofisticadas, pero sin poner (aún o sin que se sepa) las botas propias sobre la Ucrania invadida, la OTAN y la Unión Europea están en preguerra con Rusia. Falta solo una pequeña chispa para que el polvorín estalle.

Cierto que no tenemos otra opción. Ayer, en 24H, un desconocido, desmemoriado y rancio Jorge Verstringe (¿o era un sosias?) elucubraba sobre guerra evitables, egos dolidos y no se qué opinión de que la OTAN era un Organismo agresor, gringófilo y prepotente. El que, se jactó, se había abstenido de votar a favor de la entrada en la Alianza, votando en contra -fue el momento álgido de la estupidez con la que obsequió al programa- defiende ahora la posición de Unidas-Podemos en el Gobierno de España. No a la OTAN, no a la guerra, no a dotar de más presupuesto a los Ejércitos, no a las Bases norteamericanas y, en fin, ¡viva la paz!. Si nos atacan, ya lo han advertido: saldrán a parar los misiles con banderas blancas.

Con estos mimbres en el Gobierno, y a pesar del indudable éxito de Pedro Sánchez y la magnífica actuación de Felipe VI (¡y de Doña Letizia!) como anfitriones de la Cumbre, no se entiende que el Presidente del Gobierno de coalición siga criticando al Partido Popular por su falta de apoyo y no tenga el coraje de disolver la Legislatura y convocar elecciones, sacudiéndose -a cara de perro- esa incómoda lepra que corroe su credibilidad y emponzoña sus logros.

Publicado en: Actualidad, Política, Seguridad Etiquetado como: Cumbre de Madrid, felipe VI, Finlandia, OTAN, Pedro Sánchez, Putin, Stoltenberg, Suecia, Unidas Podemos, Valodomir Zelenski, Vestringe

Vigésimo Primera Crónica desde el País de Gaigé

26 junio, 2022 By amarias Deja un comentario

Termina junio en Gaigé con manifestaciones en las principales ciudades. No han tenido mucho éxito en sus convocatorias, pero son significativas del ambiente que se respira en ciertos sectores, donde militan o se agrupan simpatizantes de la coalición de Gobierno.

Por una parte, se protesta contra la cumbre de la OTAN que tendrá lugar en Madrid los días 29 y 30 de junio. Los manifestantes, alentados por varios ministros del Gobierno aunque hayan desistido de acudir personalmente a la algarabía, exigen la disolución de la Organización, el final de la guerra en Ucrania, la reducción aún más drástica del presupuesto militar y la devolución de los terrenos ocupados por las Bases Militares norteamericanas. Espero no olvidarme nada de su ideario antibelicista.

La moderna doctrina subyacente para estos pacifistas es, en fin, que la OTAN y la ambición norteamericana por mantener su hegemonía mundial (ya muy debilitada) son las principales causantes del ataque de la Rusia de Putin a Ucrania. Una guerra defensiva, pues.

La reunión de los presidentes del G7, que tiene lugar en Alemania este domingo, por su parte, bebiendo de aires muy diferentes, ha servido para reforzar el apoyo incondicional a Ucrania y para exponer solidaridad conjunta ante la crisis energética y alimentaria, que está comiendo aceleradamente los pies del estado de bienestar.

La difusión de algunos comentarios de los líderes occidentales ridiculizando a Putin no servirá, seguramente, para estrechar lazos con el protagonista y causante del mayor problema actual contra nuestra seguridad. La cumbre de la OTAN madrileña pondrá a prueba los sistemas de seguridad de Gaigé. Cruzamos los dedos para que todo suceda, no solamente con un final que permita presentar algún acuerdo relevante sino sino, y sobre todo, sin incidencias notables.

La segunda ola de manifestaciones que ha tenido lugar en Gaigé encuentra su fundamento en un terrible suceso que violentó nuestra sensibilidad: un intento de casi dos mil subsaharianos (fundamentalmente procedentes de Chad y Sudán) para superar la valla que separa Marruecos de Melilla.

La violenta actuación de la policía de Marruecos, que utilizó incluso -según puede sospecharse al observar los vídeos difundidos en las redes- disparos reales, junto a gases lacrimógenos y piedras para impedir el asalto, provocó, al menos, 23 muertos por asfixia, golpes y heridas de bala. Las imágenes difundidas pueden interpretarse en parte como que la presión policial forzó a los subsaharianos a amontonarse contra la valla.

La inexplicable actuación marroquí está motivada, según se indica por analistas del complejo tema del Magreb, como exhibición de la buena relación actual entre los gobiernos vecinos. Sánchez ha elogiado el empeño marroquí de controlar el intento de los migrantes, tildándolo de ejemplar, cuando no conocía que había causado tanta mortandad . Pero no supo desdecirse al saber que la morgue de Nador estaba saturada con los cuerpos de jóvenes fallecidos en la batalla desigual, ni al contemplar las imágenes de centenares de jóvenes hacinados en el suelo controlado por la policía.

Tanto despliegue de fuerza y causas de dolor no han impedido que casi 150 chadianos y sudaneses hayan penetrado en tierras españolas y estén ahora confinados en el Centro de Estancia Temporal de Emigrantes, donde una veintena de abogados ofrecen sus servicios para conseguir que, dadas sus circunstancias personales y la situación en sus países de origen, puedan alcanzar el estatus de refugiados.

Es imposible, al comentar este suceso, no poner énfasis en el escaso apoyo que se presta al desarrollo a los países del Sahel, suministradores principales de esos contingentes de jóvenes que huyen de sus países, buscando del Dorado europeo, a costa del riesgo de perder sus vidas.

El calor ambiental ha remitido en casi todo Gaigé, que trata de curar las heridas de los últimos incendios. Particularmente graves han sido los destrozos causados por el fuego en la sierra de la Culebra, en Zamora. La hermosa zona, atractivo turístico importante, ha quedado irremediablemente afectada y el gobierno de Mañueco ha tenido que explicar su actuación ante las llamas. Faltan medios, profesionales , adecuado cuidado del monte y de las zonas sensibles y mejora de la sensibilidad ciudadana para evitar (o causar) actuaciones que favorezcan la aparición de terrible antinomio fuego-bosque.

No faltan graves problemas en Gaigé, siendo el del aumento sin control de la inflación el más preocupante. El llamado tope al precio del gas autorizado por Bruselas se descubre como un parche insuficiente para detener la escalada del precio de la energía. Gaigé muestra la debilidad de su proyecto energético, pues, en cuanto a la producción de electricidad, la energía solar (afectada por la calima) y la eólica (en momentos de parálisis de los vientos) resultan escasos para cubrir las necesidades, privadas y empresariales.

La demanda del parque móvil -tanto para el automóvil eléctrico como para los que se mueven con combustible convencional- no cesa de crecer y los precios están disparados. Para lo eléctrico, se ha tenido que recurrir a las centrales de ciclo combinado y a la denostada nuclear; para la gasolina y el gas oil (el petróleo) se seguirá subvencionando el consumo con 20 céntimos/litro, rápidamente absorbidos por el mercado desbocado.

No estamos solos en el toque al tambor del pánico: Alemania revisa el abandono nuclear y planea reabrir las minas de carbón. La transición energética europea, amparada en aquel mensaje de ser modelo para el mundo, deberá revisarse desde e, pragmatismo.

Publicado en: Actualidad, País de Gaigé, Sociedad Etiquetado como: bomberos, Castilla-León, Centro de Estancia Temporal de Emigrantes, CETI, Chad, Cumbre de Madrid, energía, gasóleo, gasolina, incendios, manifestaciones, Marruecos, Melilla, OTAN, País de Gaigé, policía marroquí, Sierra de la Culebra, Sudán, Unión europea

Por qué la gente sensata piensa diferente políticamente (dos)

24 junio, 2022 By amarias Deja un comentario

Para Sartre, “derecha e izquierda son dos cajas vacías”, carentes de valor descriptivo. En la actualidad, particularmente en Europa, la categorización tomando como fiel de la balanza ideológica la supuesta independencia política que proporcionaría el centro. ha perdido sentido. Solo se utiliza en campaña por los líderes y acólitos de las formaciones pretenden nuestro voto, y especialmente para designar, con deje despreciativo, a las agrupaciones tenidas por ultraderecha o ultraizquierda, consideradas populistas y, en algunos aspectos, antisistema o contraconstitucionales.

El valor descriptivo de las siglas y de la distinción entre lo que está a izquierda o derecha está perdido para siempre. Si los movimientos obreros, en la época de la industrialización y, por supuesto, de la reconversión industrial y de la fallida reindustrialización, encontraban su razón de ser en la resistencia legítima contra la explotación del trabajo por el capital, la defensa de una jornada laboral y prestaciones asistenciales que permitieran una vida personal y familiar satisfactoria (en el sentido de libre de cargas injustas), esas reivindicaciones han perdido gran parte, si no todo, su sentido.

Ni siquiera la exigencia de una sanidad adecuada para todos, el acceso a una enseñanza sin trabas económicas o la posibilidad de expresar la propia opinión sin ser perseguido por ellas, incluso aunque se dirijan contra el Estado y sus instituciones (por citar algunas de las ventajas de vivir en un Estado europeo) pueden servir de plataforma general para defender cambios dignos de figurar como programa de un partido, presuma de ser de izquierdas o derechas.

El debate se ha desplazado hacia elementos transversales. La defensa medioambiental es un ejemplo típico. Todos somos ambientalistas y si algo nos separa de serlo con máxima intensidad es la correcta visión de las necesidades económicas reales.

Curiosamente, no solo depende de la forma de afrontar el gasto ambiental (impuestos, reducción de contaminación, incorporación de tecnologías adecuadas, etc.) sino de la educación y concienciación individual.

El paseo por cualquier zona de nuestro entorno (incluso protegidas como parques naturales) viene a demostrar que son millones los ciudadanos que tienen gusto especial en arrojar latas, botellas vacías, colillas, basura, en cualquier sitio, sin reparar en el daño ambiental que causan. Seguro que la mayoría de los ensuciadores se confiesan ambientalistas convencidos. Pueden estar convencidos de que el depredador ambiental es el empresario que se ha gastado millones en proporcionar filtros y controles para cumplir con la legislación ambiental.

Escribe Bobbio que una de las afirmaciones recurrentes (cita a Laponce) es que la izquierda está asociada con rasgos altamente positivos, como creatividad, futuro, justicia. Más allá de lo concreto, la religión estaría a la derecha, y el ateísmo, a la izquierda. Una cuestión relacionada es la creencia intuitiva de que las ideas de izquierda han venido a liberar el pensamiento de las rémoras y límites de la tradición.

Este último aspecto parece haber calado hondo. Se acostumbra, desde hace ya décadas, a caracterizar como facha, retrógado, antiguo, a aquellos que se declaran partidarios de lo antiguo, ya sea el arte, la música, la poesía, los filósofos eminentes de la antigüedad, los pensadores que no ocultaban, al expresar limpiamente sus ideas sobre lo general que a todos nos afecta, sus convicciones religiosas personales, que en nada deberían de importunarnos.

Otro elemento conceptualmente neutro que acapara el debate político (en estas semanas, en vísperas de la cumbre de la OTAN en Madrid, muy especialmente), siendo esgrimido interesadamente por grupos autodenominados de izquierda “genuina” es la cuantía de la dedicación del Presupuesto a Defensa -incluso, si se debiera prescindir de los Ejércitos, declarando al Estado “neutral” o “antibeligerante”.

¿Es más de izquierdas quien se declara contra la OTAN o contrario a la guerra? No estamos en un mundo pacifico; la Historia demuestra que hay regímenes, pueblos y posiciones, que bajo apariencia de movimientos religiosos, sociales o xenófobos, atacan a países que consideran vulnerables o menor dotados de elementos de defensa. Acabo de oir a una portavoz de Podemos defendiendo su postura contraria a la OTAN, como una organización belicista, dirigida por Estados Unidos y repitiendo el argumentario de que la guerra en Ucrania fue propiciada por la posición agresiva de la Organización Mundial.

(continuará)

Publicado en: Actualidad, Política, Sociedad Etiquetado como: Bobbio, Haidt, Laponce, OTAN, Podemos, Sartre

Ucrania, la solución cada vez más lejos

6 junio, 2022 By amarias Deja un comentario

No puede explicarse desde la razón. Rusia -la Rusia de Putin, hay que matizar- un país que se creía fiable, abierto a la globalización y el progreso, pacífico, enlace necesario entre el expansionismo sin límites de China y la Europa en busca de una nueva identidad, ha estallado en una operación guerrera que compromete definitivamente su credibilidad y pone en grave peligro la estabilidad mundial.

Son más de cien días (desde el 20 de febrero de 2022) de guerra intensa, descarnada, cruel. Un ejército bien armado, con sofisticados medios guerreros, que decidió convertirse en invasor de un país que se acercaba pacífica e ilusionadamente al calor de una Unión Europea que podría garantizarle estabilidad política y potenciación económica.

Han pasado suficientes cosas en el centro y el entorno del escenario bélico para poder matizar, desde el conocimiento y análisis, lo que ha sucedido y está sucediendo. Puede que, como en la mayor parte de las contiendas, notas de claroscuro se hayan introducido en la valoración de la maldad absoluta del agresor y la bondad sin reservas del agredido.

Las realidades humanas admiten matices. En todo conflicto, surgen controversias, intereses añadidos y posiciones a favor y en contra.

Al fin y al cabo, el riesgo de que la invasión rusa se convierta en el principio de la tercera guerra mundial sigue vigente. Los afectos y los análisis no son perfectamente limpios. Como en toda guerra, las economías se resienten y, en ésta en particular, en que el apoyo de Estados Unidos -a través de la OTAN- se ha manifestado cada vez de forma más expresa del lado de Ucrania, ha pasado suficiente tiempo para que, además de preguntarnos a dónde conduce esta guerra, cuál puede ser su final, tenemos que lidiar con los efectos económicos sobre los no contendientes. En esencia, toda la Humanidad.

Porque Ucrania era el granero de Europa y de buena parte del mundo. La escasez de granos, de fertilizantes y productos agrarios -además de la paralización de envíos desde Ucrania que el Kremlin ha ordenado- han puesto de manifiesto que la dependencia de la producción ucraniana fue subestimada. Se creyó que podrían suplirse los desabastecimientos coyunturales en material siderúrgico o en materias primas minerales, en la valoración equivocada de que la guerra no duraría mucho. Por supuesto, el boicot al gas y al petróleo procedente de Rusia, vital para la Unión Europea, tampoco se valoró con igual dramatismo. Se pensó que podrían encontrarse con rapidez alternativas y, aunque hubiera que pagar más por la energía, la Unión Europea y el resto del mundo desarrollado podría permitírselo, antes de que las aguas volvieran a su cauce.

La posición de fuerza de Rusia como factor estratégico en la economía energética mundial (y no solo) no tiene que ver con las bravuconadas del Kremlin. Putin sigue amenazando con bombardear con sus misiles de cabeza nuclear ciudades europeas, en la medida en que el apoyo prestado a Ucrania por la OTAN, e individualmente, por los países de la Unión, aumenta y se hace más consistente. No es el desarrollo bélico lo más preocupante para Europa, puesto que el límite, como peculiar espacio de contorno para la guerra sin cuartel, se mantiene entre las fronteras de Ucrania que, dicho sea de paso, ya ha perdido casi la mitad de su PIB y la cuarta parte de su territorio en manos de Rusia. Zelenski sigue pidiendo más armamento a Europa, en una posición que combina heroísmo y tenacidad (defiende la integridad de su país), pero la cuestión ha pasado a ser otra.

¿Cuánto tiempo puede resistir la Unión Europea? ¿Está dispuesta a seguir ofreciendo su propio bienestar, su capacidad de desarrollo, el ritmo creciente de su inflación y la aparejada inestabilidad social, en el altar ucraniano? ¿La voluntad de seguir enviando sin límite, material bélico y ayuda económica y humanitaria a Ucrania, podrá mantenerse? ¿Se doblegará, por la vía de utilizar la capacidad de heroísmo de un pueblo hasta su extenuación, la resistencia económica de Rusia que,  por toda evidencia, se ha subestimado?

No tengo claro que el Kremlin esté perdiendo la guerra. No ha ganado en credibilidad ni honorabilidad, desde luego, pero en esta batalla global, en la que no solo se lucha con los artilugios bélicos en la devastada Ucrania, se están empleando otros factores de destrucción.

Publicado en: Guerra en Ucrania, Rusia Etiquetado como: economía, guerra, inflación, OTAN, Rusia, Ucrania

El sangriento camino hacia la paz en Ucrania

20 mayo, 2022 By amarias Deja un comentario

Rusia, después de 87 días de invasión en Ucrania, anuncia pequeñas victorias en el territorio acosado, con el objetivo de ofrecer a la población rusa elementos de apoyo sicológico a una decisión estrafalaria de Vladimir Putin que, al cabo de tres meses de guerra, se revela definitivamente como un error histórico que dejará huellas permanentes en la credibilidad del Kremlin.

Se trata, en realidad, de victorias patéticas, que ensalzan y subliman la imagen del vencedor moral y, por el momento, incluso táctico y militar: Ucrania. En esta versión reciente del Holocausto, resiste voluntaria y heroicamente, sin importarle que ese plausible despropósito ante un enemigo  desproporcionado en medios y tamaño, pueda provocar el exterminio de parte de su población y llevar a la ruina irrecuperable al país.

¿Qué puede presentar el dirigente ruso como beneficios de la invasión? Desde luego, no el sometimiento del Estado legítimo de Volodomir Zelenski, consolidado como líder indiscutible de Ucrania y apreciado y apoyado en su gesta defensiva por todo el bloque occidental. Obligadas las mal preparadas tropas rusas a retroceder desde los primeros objetivos alcanzados en precario, los generales de ese Ejército desacreditado por la realidad se han concentrado en ordenar o admitir la destrucción de poblaciones, matando a miles de civiles, arrasando impíamente focos aislados y viendo, con indudable desesperación, como sus jóvenes soldados caían sin oponer verdaderas opciones a la sólida resistencia ucrania y teniendo que admitir que una tercera parte – si no más- del equipamiento militar desplegado en las regiones invadidas se convertía en chatarra.

Rusia empleó en estos últimos años grandes cantidades de su presupuesto a mejorar su capacidad armamentística y, en especial, de su arsenal nuclear. Es un país poseedor de alta tecnología y una capacidad de investigación y desarrollo a muy alto nivel. Tiene, y ahí está la clave de un temor y contratemor que impide, de momento al menos, y felizmente, la escalada bélica, potencial nuclear destructivo de muy alto nivel. El Kremlin no ceja en ponerlo de manifiesto y en amenazar con utilizarlo si el apoyo occidental a Ucrania cruza hipotéticas líneas rojas que ha venido trazando con mano temblorosa. Como un felino que jugara con su presa antes de engullírsela, ha decidido apostar por una guerra convencional, sin advertir que esa posición provocaría que la defensa ucrania se reforzaría con la entrega de material extranjero y que, sobre el terreno, la valentía y arrojo de los ucranios, cada vez mejor armados. contrapesarían el masivo pero deslavazado golpe de efecto de los miles de tanques ocupando el territorio ajeno.

Los defensores ucranios que se habían hecho fuertes en la macroacería de Azovstal han optado, finalmente, al menos mayoritariamente, por entregarse a sus sitiadores. El mando del batallón Azov, encargado de la protección de ese elemento estratégico, ha recibido la orden de deponer las armas, La visión de ese grupo de héroes, muchos de ellos heridos, saliendo de los sótanos de la acería, como espectros sublimes, dignos, antes de ser obligados a subir en camiones que los llevarían, como prisioneros, a zona rusa, es impactante. El Kremlin se apresuró a anunciar que serán juzgados como criminales de guerra. Pretenden con ello indicar que no serán considerados prisioneros de guerra y, por tanto, no disfrutarán de ese estatuto de protección y podrían ser condenados a muerte. El gobierno ucranio, con lógica total, los califica de héroes de la patria y propone su canje por prisioneros rusos, opción que, por el momento, se niega desde Rusia.

El parlamento de Finlandia ha respaldado, prácticamente de forma unánime, la propuesta de su gobierno de solicitar la adhesión  a la OTAN. Suecia, por su parte, hizo oficial el pasado lunes, 16 de mayo, su voluntad de unirse al bloque atlántico. No deja de ser una cruel paradoja que si la justificación de la invasión por parte de Putin fue evitar que Ucrania entrara en la Alianza, en pocos meses se verá totalmente rodeado por miembros de esa Organización, cuyo objetivo deberá ser revisado, para poder dotarla de una mayor capacidad de defensa frente a ataques exteriores, haciéndola menos dependiente (económicamente, desde luego) de Estados Unidos. También y de manera quizá más urgente, el robustecer el músculo militar conjunto de la Unión Europea, ha de figurar entre los efectos contraproducentes para los intereses del Kremlin de esta guerra de invasión que hace unos meses nadie podía imaginar.

No ha terminado esta guerra, ni está próxima a hacerlo. Italia ha presentado una propuesta de paz, que incluye el inmediato cese de las hostilidades, y parece conceder a Rusia un cierto control de la zona del Donbás, La tercera parte de Ucrania, según información del gobierno de este país, está minada. Los muertos civiles aún no han podido ser claramente detectados y contabilizados; las tropelías del Ejército ruso (si puede merecer tal nombre) y sus mercenarios están por descubrir en su total magnitud. La hambruna se cierne, no solamente sobre Ucrania, sino que rebota y se expande por muchos países, faltos de maíz, grano y fertilizantes.

Los desastres de esta guerra serán duraderos. Estoy releyendo un libro que nunca imaginé pudiera tener un desarrollo actualizado: “Guerra, ¿para qué sirve una guerra? (El papel de los conflictos en la civilización)”, de Ian Morris. El argumento central de este profesor de Historia es que las guerras han hecho del mundo un lugar más seguro y próspero, creando sociedades cada vez más grandes y más complejas.

No me siento alumno ni admirador de Morris. Como un monstruo que habita en la triste verdad del hombre, la ambición que se detecta en la aparición de Putin y sus secuaces ha venido a demostrar que el potencial bélico destructor de las potencias económicas se prueba, incluso en este momento que se creía de mayor crecimiento y globalización en la paz, con el mismo fin de dominio y aprovechamiento del débil, sojuzgando a su población y apropiándose por la fuerza de sus bienes y recursos.

Queda por asimilar mucha incertidumbre, y los que -ahora- defienden a Putin como si su actuación estuviera regida por otra lógica que la del latrocinio, no debieran olvidar que la ética solo está de un lado. No es un amable bifronte que todo lo justifica.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: Azovstal, Donvás, Finlandia, OTAN, Putin, Rendición, Suecia, Ucrania, Zelenski

Ética en Ucrania

30 abril, 2022 By amarias Deja un comentario

No se está hablando o escribiendo demasiado (y debería ser el caso) sobre la ética en la guerra de Ucrania. Quizá, emocionados por contarnos -sobre todo, a los espectadores occidentales- la evolución militar de la contienda, los avances y retrocesos de uno y otro de los contendientes, los estragos producidos después de más de setenta días de lucha destructiva, los cronistas piensan que los aspectos éticos de esta guerra no son tan interesantes.

En algunos aspectos sí parece que la mayoría está de acuerdo. Se trata de una guerra y o de una invasión, aunque es evidente que Rusia ha invadido territorio ucranio. Pero los ucranios, de forma masiva y prácticamente unánime, bajo las directrices del presidente legítimo Volodomir Zelenski, se han opuesto con armas a la agresión territorial y, por tanto, están en guerra con Rusia.

Se trata de una guerra peculiar por sus características militares, territoriales y en relación con los apoyos exteriores y el empleo de armas y medios destructivos; también en cuanto al comportamiento de la población civil y a la utilización de la misma por el agresor para provocar mayor presión sobre la defensa del agredido.

Para algunos analistas, es una guerra civil, con el significado de que en ambos lados de la contienda, los militares son eslavos y, aunque desde hace algunos años Ucrania es un país independiente, reconocido por la comunidad internacional, los lazos que mantuvo con Rusia eran particularmente intensos hasta poco antes de la contienda. Ciudades como Karpov, hoy gravemente afectadas por la destrucción, eran consideradas como centro cultural ruso. En Mariúpol, centro de los ataques de la fuerza rusa, arrasada hoy y controlada por los agresores (salvo la acería de Azovstal, en donde se concentran unos cientos de soldados ucranianos, asediados y en condiciones vitales precarias) el jefe separatista de la autodenominada República Popular de Donetsk declara estar preparando a la población, niños incluídos, para desfilar por sus calles el 9 de mayo próximo, como un nuevo Día de la Victoria.

En un brillante artículo, Araceli Mangas Martín (vicepresidenta de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas),glosa en el diario El Mundo del 22 de abril, algunas de las graves infracciones del derecho y de la ética internacional de esta “Guerra sin cuartel”. La misma expresión de la intención de “aniquilar” la defensa ucrania en Mariúpol, teatralizada por el sátrapa del Kremklin con su Ministro de defensa hace unos días, indica, según la catedrática de la UCM, la existencia de ubn “crimen de guerra”, con vulneración de Reglamento de la Guerra Terrestre-Convenio de la Haya y su protocolo Adicional de 1973, del que Rusia es parte.

Muchas son las violaciones de normas internacionales que Rusia -no solo Putin- acumula en esta guerra, con sus ataques a las poblaciones y la negación de protección a los prisioneros de guerra. Llama la atención, porque se ha negado con ello la capacidad de mediación internacional, el incumplimiento de la obligación (Convenios de Ginebra) de “nombrar potencia protectora”, un Estado de la respectiva confianza de cada uno de los combatientes, que supervise la correcta aplicación de los Convenios y el auxilio a las víctimas. Que haya que lamentar también alguna infracción por parte ucrania (disparar a los pies de los soldados rusos ya rendidos, denuncias por confirmar de vejaciones y mutilaciones a prisioneros o a delatores) no debilita ni compensa el grado de crueldad ejercido por los invasores en esta guerra que conmociona Europa.

En todo escenario bélico, mientras la contienda se mantenga y no se consolide un vencedor, la intoxicación es parte del material esgrimido por las partes y la propaganda sirve al efecto de alardear de avances propios y la exhibición de derrotas y deserciones del contrario, con la intención de minar la moral del enemigo y consolidar el clima de apoyo de los simpatizantes de parte. Putin ya cantó victoria varias veces, y en la venta de éxitos, Zelensky no se queda atrás. El apoyo moral y armamentístico que le están prestando los Estados occidentales, sin que -hasta el momento- hayan superado (a los ojos de Putin) la línea roja de su participación activa en la guerra, no deja lugar a dudas en que nos movemos en un campo especial, al borde del peligro de que, por error o a sabiendas, se produzca el ataque a alguna ciudad fuera de las fronteras ucranianas.

Resulta muy interesante introducir en el análisis la opinión, difundida en Rusia y en los países que simpatizan con los invasores (o que mantienen un difícil equilibrio de supuesta neutralidad) que se apoya en que Putin no es el agresor, y que la hipótesis de que pretende reconstruir la “gran Rusia” es una invención occidental, y que, por el contrario.  ha sido la OTAN la que, con su posición de integrar a Ucrania en su órbita, ha desestabilizado la situación. En esa línea argumental, un gobierno títere, con Zelensky como juguete significativo, ha dado un paso intolerable para el sentimiento patriótico ruso, al comunicar su deseo de incorporarse a la Unión Europea y a la OTAN. Obviamente, la calificación de tal acción como “ofensa” implica no admitir ninguna capacidad de autonomía a Ucrania.

Cierra este análisis apresurado sobre los principios éticos vulnerados en este guerra “sin cuartel”, la apreciación de que se trata, también, de una disputa religiosa, por las creencias de las poblaciones respectivas. La religión mayoritaria en Ucrania es el cristianismo, con más del 86%  considerado practicante. Como ha destacado Pilar Bonet, hace ya varios años, el enfrentamiento entre Kiev y Moscú afecta también a la religión. No es tan sencillo descubrir todos los hilos de esta discrepancia, que está vinculada al patriarca de la iglesia ucraniana y su negativa a someterse a Moscú. El anterior presidente proruso Petró Poroshenko, fue el impulsor de una nueva Iglesia ortodoxa en Ucrania, cuya deriva deseada hubiera sido la advocación y dominio del patriarca de Moscú, el patriarca Cirilo, cuyo apoyo a Putin es manifiesto. La petición del Papa Francisco para que Cirilo instase al Kremlin a detener la guerra no tuvo ningún resultado.

Publicado en: Actualidad, Guerra en Ucrania, Rusia, Ucrania Etiquetado como: Acuerdo de Ginebra, Araceli Mangas Martin, OTAN, Pilar Bonet, Putin, Ucrania, Volodomir Zelenski

Rusia encuentra duro de roer el hueso ucraniano

14 abril, 2022 By amarias Deja un comentario

A los cincuenta días de la agresión rusa, la resistencia ucraniana se está probando mucho más sólida de lo que podía haber imaginado, en sus peores pesadillas, el dictador del Kremlin.

El éxito aireado hoy por la propaganda de guerra del equipo de Zelenski, es -ni más ni menos- que haber alcanzado con un misil el buque Moskva, la insignia de la flota rusa en el Mar Negro, provocando un grave incendio que ha obligado a la tripulación a conducir el barco, cargado con misiles de crucero. Rusia ha desmentido inicialmente el ataque, aunque ha reconocido que se ha presentado un incendio en el barco, pero que ha sido rápidamente sofocado sin que los daños sean significativos. Posteriormente se ha sabido (dentro de la gran confusión e inseguridad que cabe atribuir a las noticias que llegan de los contendientes) que el buque se ha hundido, aunque sus 500 tripulantes pudieron salvarse.

Entre victorias parciales esgrimidas como éxitos casi definitivos por parte de ambos bandos enfrentados en el duro marce de una batalla sin cuartel ni tregua), los desastres de la guerra continúan, se acumulan, rompen en pedazos de desolación la capacidad de comprensión de quienes observamos la hecatombe sin que nadie parezca capaz de detener con autoridad o con la fuerza de la disuasión definitiva la espiral de despropósitos.

El número de refugiados se acerca ya a los cinco millones y, para los ciudadanos que permanecen en el país sitiado, la situación se torna más angustiosa cada día, pues la falta de agua en condiciones higiénicas de potabilidad se ha revelado como la mayor amenaza para la subsistencia de la población. Las enfermedades provocadas por la contaminación del agua de boca empiezan a aparecer entre los ucranianos como un peligro aún mayor que las bombas y los asesinatos de civiles.

En la frontera con Rusia, Suecia y Finlandia, en una intervención conjunta de sus primeras ministras (Magdalena Anderson y Sanna Marin, respectivamente), han anunciado (con mayor énfasis, Finlandia) que se plantean solicitar la incorporación inmediata a la Organización Atlántica, abandonando su neutralidad. El portavoz del Kremlin, fiel a sus bravuconerías, ha difundido que esa “provocación” provocará un endurecimiento de la situación y Putin retorna a su amenaza de utilizar armamento nuclear. Para la Casa Blanca, esa amenaza resulta creíble y, por ello, ha aumentado el apoyo a Ucrania con más material bélico y de mayor alcance y potencial eficacia.

Por tanto, la guerra se encrespa y las posiciones respectivas cobran una dimensión aún más compleja y dramática. No está, ni mucho menos, eliminada la opción de una escalada mundial.

Publicado en: Actualidad, Guerra en Ucrania Etiquetado como: buque ruso, Finlandia, hundido, Magdalena Anderson, Moskva, OTAN, Sanna Marin, Suecia, Ucrania, Zelenski

Putin está a punto de ganar su batalla para hacerse con Ucrania

4 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

El criminal de guerra Vladimir Putin está a punto de ganar su batalla con Ucrania. Pero está perdiendo todas su guerra contra la libertad y provocando un aislamiento económico y politico de su feudo que se traducirá en el mayoritario desprecio internacional hacia su persona (que acabará, y no se lo remediará nada ni nadie, siendo juzgado por sus crímenes en la Corte Penal Internacional enjuiciado por genocidio, e infracción múltiple de principios del derecho internacional), y en el deterioro que sera difícil de recuperar en la imagen del pueblo ruso, empañada por el apoyo de los plutarcas rusos y de su gobierno y el silencio cómplice de gran parte del pueblo ruso.

La sensación de estar reviviendo, en aspectos sustanciales, la época nazi que provocó la segnda guerra mundial es imborrable. Otros personajes, otro pueblo perseguido, un parecido mirar hacia otro lado de la población de la Rusia ocupada por el dictador de la KGB, no queriendo conocer la realidad que se esconde en la invasión a la libertad de otro pueblo eslavo,

Ha habido vencedores, y no precisamente pírricos, sino muy consistentes, El presidente Volodomir Zelenski, desde luego, es un vencedor moral en esta falsa disputa provocada por el criminal invasor. Ojalá que su vida salga indemne de tanto ataque lleno de odio e incomprensión hacia lo que representa: la libertad de Ucrania, la defensa del deseo legítimo de de un pueblo de decidir su destino. Ha vencido Josep Borrel, el alto Comisionado Europeo, quien desde un principio del ataque del ruso a Ucrania (y antes de él, con clarividencia que le honra) ha detectado el riesgo que significaba Putin, su obsesión armamentística, y la debilidad de la Unión Europea por carecer de una Fuerza de Defensa propia y depender exclusivamente de la protección que Estados Unidos pueda ofrecerle, a través de ese mecanismo heterogéneo y ya decadente que significa la OTAN.

Ha ganado puntos Joe Biden, aunque sus primeras comunicaciones resultarn ininteligibles y parecieron débiles para atajar a tiempo la determinación genocida del dictador ruso, aunque hay que entender ahora que una parte sustancia de la población norteamericana se mantiene intoxicada por su orate local, el expresidente Donal Trump y, desde luego, la convicción de que Europa no estaba haciendo lo que debía por protegerse, con su insuficiente colaboración a la dotación del presupuesto de la OTAN. También cuenta en su descargo que una decisión de involucrar en mayor medida a la Alianza, enviando a militares norteamericanos a la posibilidad de morir en una nueva guerra sentida como ajena.

Hoy, 4 de marzo, nos hemos enterado de que la planta nuclear de Zaporiyia, la mayor de Europa,  ha pasado a ser ocupada por los invasores y las tropas rusas se han hecho cargo de la gestión de la central, después de un ataque que provocó un gran incendio en las inmediaciones que, en este momento, parece controlado. El espectro de Chernobil ha vuelto a aparecer, pues se desconoce la capacidad de control de una instalación de alta tecnología y subsigiente riesgo de desastre en caso de caso de mal funcionamiento. Tanto Biden como Boris Johnson (el primer ministro del Reino Unido) han identificado el ataque a la central como una amenza direcra a la seguridad de toda Europa.

A nivel muy local, es decir, nuestro pequeña tierra de Taifas, se ha perfeccionado hasta límites de sonrojo, la discrepancia en el Ejecutivo español sobre cómo actuar contra el sátrapa ruso. A discrepancia de la vicepresidenta Yolanda Díaz, que se ha expresado en apoyo de la decisión de Gobierno de apoyar con armamento a los defensores ucranios, la ministra Ione Belarra, la ministra María Jesús Montero, el ministro Alberto Garzón y otros portavoces de los partidos de la izquierda desorientada y falsaria, proclaman su apoyo sentimental a la Ucrania invadida, pero discrepan profundamente de cualquier apyo que no sea la negociación para “parar la guerra”.

Quieren ignorar estos personajes ahítos de buenismo que las condiciones de Putin para detener la guerra son que Ucrania reconozca que ha perdido la guerra, se deponga el gobierno legítimo, disuelva su Ejército y renuncie a entrar en la Unión Europea y, por supuesto, en la órbita de la OTAN. Es decir, que pierdan la libertad, los derechos humanos más libertades, sucumba el derecho internacional. Da vergüenza que tengamos a estas gentes de ministros y portavoces de partidos que se dicen activos militantes por la mejora del nivel de vida de los españoles.

Publicado en: Actualidad, Rusia, Sociedad, Ucrania Etiquetado como: Alberto Garzón, central nuclear, Donal Trump. Boris Johnson, Ione Belarra, Joe Biden, Josep Borrel, María Jesús Montero, OTAN, Ucrania, Unión europea, Vladimir Putin, Volodomir Zelenski, Yolanda Díaz, Zaporiyia

Afganos

24 agosto, 2021 By amarias 1 comentario

Afganistán (etimológicamente, “tierra o país de los afganos”) es el nombre de un territorio con superficie algo mayor que España (655.230 km2), con una población estimada próxima a 38 millones de personas y un PIB por cápita de solo 509  Dólares norteamericanos (Dato del Banco Mundial). Es uno de los países más pobres del mundo y, también, el menos endeudado (su deuda exterior ronda el 6% del PIB). El nivel de vida de los afganos es uno de los peores del mundo, sino el peor.

Desde el 15 de agosto de 2021 el país está controlado, por la vía de la fuerza (de los hechos, se dice eufemísticamente) por los talibanes) que han implantado el autodenominado Emirato Islámico de Afganistán, al colapsar la República Islámica de Afganistán, que contaba con el apoyo internacional y después de una situación de ocupación del país por casi dos décadas de los marines norteamericanos, dentro de una Fuerza Internacional de Asistencia  para la Seguridad (ISAF). El Consejo de Ministros español autorizó la participación de nuestro país  el 27 de diciembre de 2001, en apoyo del gobierno interino que se había constituido por entonces. La OTAN se hizo cargo en 2004  de la gestión de esa Fuerza Internacional.

El coste para España se resume en frías cifras. En la misión murieron 93 personas  (38 en combate, y 62 en el accidente del Yak en Turquía) y hasta 2015, cuando se dio por finalizada la misma, había costado 3.700 millones de euros.

La situación actual en Afganistán, con los talibanes en el poder, es calificada como “caótica” por los observadores. Miles de afganos se sienten amenazados por los extremistas que se han afincado en las instituciones, al huir el presidente de la República Afgana, Ashraf Ghani a Tayikistán y deponer sus armas sin combatir los militares afganos, a los que, teóricamente, se había adiestrado por las fuerzas internacionales.

El aeropuerto de Kabul, la capital del país, está cercado por los talibanes y se controlaba  estrictamente -hasta hace unas horas, en que se cerró, según noticias-  la salida de los afganos que, por haber colaborado (normalmente como intérpretes) con los militares de la OTAN, se saben identificados y temen por su vida. España había comprometido la extracción de un contingente de unos 800 afganos, prometiéndoles acogida en nuestro país, pero la cifra, incluso siendo inferior a la de cuantos colaboraron con nuestros militares -en misiones de formación y humanitarias-, no parece que podrá alcanzarse.

Afganistán es, por tanto, un Estado fallido, dominado por terroristas islámicos, que implantan la forma más rígida de la sharia, que desprecian a las mujeres, abominan de la cultura, se dedican al robo y a la extorsión como forma de vida y persiguen y matan con criterios erráticos, generando entre los pacíficos, una atmósfera de terror e intranquilidad. Se sospecha que el 10 por ciento de la población es consumidora habitual de droga y el país es un productor de opio destacado, comercializado en el mercado negro.

Se esta escribiendo mucho sobre la situación en Afganistán y, por tanto, lejos está de mi intención introducir mi desconocimiento en ese mar de impresiones, conjeturas, análisis y críticas. Creo que, si después de 20 años no se ha conseguido convencer al pueblo afgano de que “las democracias occidentales son lo mejor para el país”, si se ha fracasado en la formación de un gobierno apoyado por un ejército regular y una estructura organizativa a la que se han dedicado esfuerzos, ayudas económicas y vidas (aunque sospecho que algunos países y, concretamente, las empresas de Estados Unidos, en los sectores de construcción y armamento, sobre todo, han sacado su tajada de la ocupación), la conclusión que ha de extraerse es que el pueblo afgano, mayoritariamente, no quiere el apoyo occidental. No sabe qué hacer con él, no lo necesita, viene de otra cultura y otros intereses sociales e individuales.

Esta apreciación es congruente por cuanto que esa zona de Asia cuenta entre los pueblos con mayor tradición cultural, con un pasado rico en creaciones literarias y artísticas. El orgullo y petulancia occidentales, en la creencia de que nuestra democracia y proceso cultural es el mejor, chocan con la realidad de otras maneras de apreciar la vida, la cultura, la colectividad y, por supuesto, la religión.

Puede sonar a una ironía cruel, pero los afganos están contentos hoy -tal vez resignados- con su miseria, con su sociedad tribal. La bota sobre el terreno de los occidentales les asusta más que el control talibán de sus vidas.

Se ha fracasado en el esfuerzo de implantar en Afganistán las formas de dirección social occidentales; pienso, además, que nunca se ha intentado seriamente. Me recuerda la situación la anécdota de aquel observador que se extrañaba de que un perro, que había sido criado desde su infancia atado a una cuerda, que le limitaba así el terreno que podía explorar, no fuera capaz de asumir su libertad cuando se le cortó su limitación, manteniéndose sin atreverse a salir de su anterior confinamiento.

No estoy apoyando que se abandone a los afganos a su suerte, desde luego. Habrá que plantearse seriamente cómo ayudar a que su economía crezca, a despecho del control talibán que se adivina rígido y cruel con los disidentes. La reimplantación del régimen talibán en Afganistán, como vencedores en esa guerra de guerrillas, es la prueba fehaciente de la derrota occidental, en sus objetivos declarados, que se creían bien intencionados: ni se ha eliminado el terrorismo ni se ha recuperado la economía del país, apoyando un gobierno con visos de estabilidad.

Después de la invasión del país porque esos extremistas había protegido a Bin Laden, artífice instigador de la matanza de las Torres Gemelas, habida cuenta de que el movimiento terrorista inspirado en la interpretación exótica, machista y cruel del Corán, sigue actuando en todo el mundo sin que parezca posible el control de los enajenados dispuestos a matar o inmolarse (más proclives a lo primero) en nombre de Alá, la triste conclusión es que el mundo no es más seguro hoy. La sospecha del gobierno francés de que entre los refugiados afganos de estos días se han colado cinco terroristas, es una prueba más de que la incertidumbre aumentó.

Porque aunque los talibanes, a diferencia de AlQaeda o del ISIS solo parecen pretender el dominio y la independencia de Afganistán, el contagio por la fuerza de su victoria en el mundo musulmán traerá consecuencias para occidente.

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: Afganistán, Corán, extremismo. militares, ISAF, OTAN, talibanes

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