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Carta abierta a la Ministra Margarita Robles

22 enero, 2019 By amarias Dejar un comentario

Querida Ministra de Defensa:

Te ruego, ante todo, disculpas por el tratamiento confianzudo. No nos conocemos más que “de vista”, pero prefiero no encabezar mi carta con el formulismo de “estimada”, pues, tratándose de alguien ahora dedicada a la política, no deseo ser interpretado (ni bien ni mal) por razón de un ambiguo adjetivo calificativo.

Más justificada está la proximidad gramatical entre colegas al ser yo también licenciado en Derecho, aún reconociendo que mi currículum no soportaría la comparación con el tuyo, plagado de reconocimientos y méritos.

Parece ser que, además de por tu excelente trayectoria profesional, entre las razones no curriculares que contaron para tu designación como Ministra de Defensa por el actual presidente español, Pedro Sánchez, se encontraba la de tu calidad de persona ajena al escalafón militar. Después de siete meses de ejercer la más alta posición sobre las delicadas cuestiones que afectan a las Fuerzas Armadas y a la Inteligencia, pocas cosas te serán ya ajenas, dada tu capacidad y perspicacia.

Permite, sin embargo, que desde los entresijos de la llamada sociedad civil, en la que los militares suelen situarnos a los que no tenemos ni tuvimos vinculación laboral, funcionarial ni política, con los Ejércitos, exponga mi posición respecto a algunas cuestiones que afectan a la organización de la Defensa española.

No pretendo ser original. Me guía el deseo de expresar las inquietudes y reflexiones propias de un ciudadano preocupado por las cuestiones que afectan al devenir de las guerras  y la defensa de la población y territorio en el que  desea mantenerse con libertad y sin sobresaltos, frente a los enemigos (reales, potenciales o imaginados) de ese orden. También me interesa expresar cómo entiendo que esos valores deberían ser apreciados por el ciudadano desarmado.

Creo que estamos todos de acuerdo en que la organización y gestión de las Fuerzas Armadas no puede ser enfocada desde una posición de partido político. La Política de Defensa ha de ser apolítica, consensuada por la mayoría ciudadana y, en la medida de lo posible, transparente.

En relación con ello, he escuchado muchas veces -seguro que tú, miles de ellas- que es importante que la ciudadanía tenga una “cultura de Defensa”. El término no es una entelequia, pero me parece que no existe  consenso en lo que significa la aplicación práctica de este concepto y, por ello, supongo que tampoco existe acuerdo sobre lo que implica definir los dos elementos que lo componen: “cultura” y “defensa”.

Si se refiere el término a la traslación a la ciudadanía, con trasparencia, de los asuntos que podrían afectar a la independencia del país, a su seguridad interna y externa, a los riesgos detectados o futuros para la paz, al número y dotación de los efectivos humanos y medios materiales para la defensa de la población y territorio ante los peligros que la puedan perturbar y, en fin, a la identificación de las tecnologías, procedencia de las mismas, y dotación para las inversiones que permitan abordarlos con solvencia, seguramente todos estaríamos de acuerdo en que hay que conservar alguna reserva.

Si se tiene consciencia de que el enemigo potencial existe y tiene los medios para eventualmente poner en riesgo la paz y la seguridad que queremos mantener, resulta obligado un cierto nivel de secretismo. No se deben enseñar las cartas propias a quien puede hacernos daño. El enemigo potencial debe saber que tenemos forma de defendernos a nivel igual o superior al de su capacidad para atacarnos.

La cultura de defensa habrá de referirse, pues, a propiciar aquellos elementos de simpatía y confianza hacia quienes se ocupan y ocuparán de defender ese orden. Y ello pasa por la creación y mantenimiento de un alto nivel de empatía con las fuerzas de seguridad del Estado, trasmitiendo la tranquilidad a la población de que nuestros representantes, políticos y funcionariales, saben cómo actuar ante los riesgos y amenazas.

Me gusta, como a ti, la teoría, pero mucho más aún me atrae la realización práctica de las ideas. Puedo imaginar unas Fuerzas Armadas ideales, a nivel de las mejores del mundo (aunque me faltaría conocimiento concreto de las tecnologías más avanzadas) y, por eso, soy consciente de que nos encontramos en la necesidad de definir nuestra posición, no como país intermedio, sino como un país pequeño, con menos de cincuenta millones de habitantes y cuyo atractivo estratégico para terceros es su ubicación en el extremo occidental de Europa y su cercanía al Africa magrebí.

Desde esa perspectiva, el riesgo de conflicto podría venir del vecino del que nos separa una corta distancia geográfica y una gran diferencia en PIB (Marruecos), país en el que tenemos dos enclaves geográficos históricos (Ceuta y Melilla, “ciudades autónomas”), y desde el que incluso la visión de las Islas Canarias podría aparecer como una ambición territorial apetitosa.

Si a alguien le parecen elucubraciones estas reflexiones, le recordaría las dificultades de la metrópoli para defender agresiones territoriales de las posesiones alejadas, ya fueran Cuba, Puerto Rico o Filipinas, o, en órdenes no solo militares, la desastrosa gestión de los intereses de la población local en el Sáhara occidental, el abandono apresurado de la “provincia de ultramar” -así la estudiábamos los ancianos de la tribu- que fue la región de Sidi Ifni, y, como ejemplo traído con alfileres, pero posiblemente significativo de la ignorancia de las distancias que separan la falsa creencia de la realidad factual, la chusca e inexplicable referencia al meridiano de Greenwich al que el ex ministro de Industria Soria hizo pasar por Canarias.

No dudará nadie que debemos disponer de unas Fuerzas Armadas suficientes para cumplir con el objetivo que se acuerde. ¿Cuál es ese? Me da la impresión de que en relación con este asunto se actúa desde la inercia o, peor aún, desde el inmovilismo. No se quiere reconocer, menospreciando que la situación mundial ha cambiado, que los riesgos para la paz no son los mismos que hace una década y, que los bloques económicos -que son los que, a la postre-, determinan los intereses y, en consecuencia, señalan la dirección para las amenazas, se están reorganizando.

Un país pequeño debe contar con alianzas estables y firmes con los poderosos. No tengo duda de que, por razones históricas, geográficas y económicas, la Unión Europea es esa referencia. Pero si falta la unión económica o está debilitándose la que había, la situación de vulnerabilidad aumenta y, desde ella, no puede construirse una Unión de Defensa. En el fortalecimiento de la unión económica ha de verse la base para una política de defensa común europea, en la que, por supuesto, debe haber una jefatura única, subordinada al poder político europeo, una distribución de responsabilidades y una total coordinación respecto a las inversiones, tipo de armamento, investigación tecnológica y efectivos humanos. También, coordinación absoluta en la diplomacia internacional.

Estamos lejos de ese desiderátum y, por lo tanto, somos colectivamente, vulnerables y, en lo que a España se refiere, particularmente frágiles. Nuestra fragilidad se incrementa desde la percepción de que es precisa una dotación importante en armamento y equipamiento relativamente avanzado, que no producimos, que no podemos pagar y, lo que es más grave, no tenemos dotación para mantener.

Te pediría, ministra, que exijas a quienes saben del tema, que te concreten, sin ambages, sin circunloquios, desde la total libertad pero con la máxima seriedad, qué tipo de equipamiento (humano, material, tecnológico), se necesita para responder ante aquellos riesgos concretos que los expertos en defensa y diplomacia internacional hayan detectado. Que esos expertos trabajen en sus recomendaciones en dos niveles: la consecución de una autonomía suficiente frente a las amenazas más singulares y cuyo riesgo se vea como más personalizado, y la integración de los medios propios en la defensa frente a los peligros y actuaciones que se consideren europeos.

No es asunto menor el análisis profundo de la situación del personal de las Fuerzas Armadas. La carrera profesional del personal de tropa y marinería, de los oficiales y jefes, exige una revisión que es urgente abordar. Para hacer esta afirmación tan delicada me baso, sobre todo, en la rápida evolución tecnológica, que ha hecho aparecer nuevas oportunidades y riesgos, y que supone un entronque, muy superior al tradicionalmente admitido, entre la estructura empresarial civil y la militar. La gran mayoría de las tecnologías son ya, irreversiblemente, de doble uso: las comunicaciones, los materiales, la energía, el transporte…no pueden considerarse ni militares ni civiles.

Las amenazas no vendrán, con mayor probabilidad, sobre el terreno: serán aéreas, se transmitirán como virus informáticos, captación de información, mensajes encriptados, drones, misiles teledirigidos e indetectables. El desarrollo y conocimiento preciso de la energía nuclear -para usos pacíficos como militares- obliga a convencer a la población de que no podemos abandonar su control, desarrollo y uso. Lo mismo cabría decir de la imperiosa necesidad de coordinar las investigaciones y desarrollos en materiales especiales, transporte híbrido, reutilización de residuos, aprovechamiento máximo de recursos, etc.

Y sí, es necesaria la concienciación y participación de la población civil en este esquema. Hay que educar, en particular a los jóvenes, en los conceptos de solidaridad, seguridad, patriotismo, valores. No se está haciendo bien, y no soy derrotista al expresar esa tremenda carencia. Si no sabemos apreciar lo que tenemos, lo que cuesta mantenerlo, no podremos defenderlo. Me parece imprescindible el encaje entre lo militar y lo civil. En todos los órdenes. Se que muchos militares de carrera hablan de la vocación militar, y lo hacen con orgullo, pero no me parece que exista tan diferenciada. No creo en las vocaciones. No puedo imaginar que exista una vocación para defender la Patria y, en su caso, morir por ella.

Nadie desearía morir por defender unos valores ambiguos, indefinidos, pero seríamos capaces de defender con uñas y dientes lo que afecta a la integridad de nuestra familia, a lo que perjudicaría nuestro bienestar de manera irreversible, lo que impediría nuestro desarrollo como personas, lo que nos supusiera la pérdida de esferas de libertad que consideráramos sustanciales. Y tú, como jurista, como magistrada, sabes bien que el derecho fija un marco de convivencia pactado o impuesto desde la autoridad, pero, en su aplicación, debe ser la última ratio: lo deseable es que todo ciudadano cumpla la ley sin necesidad de que se le sancione.

Querida ministra, tienes un trabajo importante ante ti y no vas a tener tiempo para acometerlo. Sin embargo, te cabe la opción y tienes por ello la responsabilidad, de abrir el camino para que se logre un consenso en el papel a desarrollar por las Fuerzas Armadas, en la definición de las bases de la carrera profesional de sus funcionarios (sin fantasías, con salarios dignos, con objetivos claros), en la apertura pública de una discusión sobre lo que es una cultura de defensa (sin teoricismos, sentimentalismos, ni medias verdades) y, en fin, en la imperiosa necesidad de integrar la política de defensa en una política de Estado.

Gracias por haber llegado hasta aquí, ministra. He dejado muchos temas en el tintero, de ellos, una buena cantidad también importantes. Los expertos de verdad te ampliarán, con seguridad, ese elenco de asuntos que deben figurar en la cartera de Defensa e Interior. Si no les estás preguntando, hazlo y, por favor, cuando se convoque un debate en el que participen sobre cuestiones que atañen a esas cuestiones clave de tu departamento, no te vayas después de inaugurar la Jornada, quédate a la discusión o promuévela desde tu despacho.

Con todo respeto


La fotografía, tomada en otoño en Villafáfila (Zamora) recoge a un grupo de grajillas (corvus monedula) en vuelo hacia los dormideros comunales. Tienen el pico grueso de los córvidos y son gregarias y estridentes. Se distinguen de otros córvidos de color negro (chovas, cornejas, cuervos, grajas, etc.) por su menor tamaño y, sobre todo, por el ojo blanco. También, vistas de cerca, por su plumaje gris plateado en la nuca.

 

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Cultura de ofensa

30 noviembre, 2018 By amarias 4 comentarios

Pertenezco a una generación de españoles que tuvimos  que examinarnos de Historia Sagrada y Formación del Espíritu Nacional. Estudiamos Filosofía y Latín (habiendo elegido la rama de Ciencias) y hubo que superar un examen de  ingreso y dos reválidas, asi como dos cursos selectivos en una Escuela técnica Superior, a la que fuimos con traje y corbata y en donde nos pasaban lista. Al entrar el profesor nos poníamos en pie y lo tratábamos de Usted y por su nombre de pila, precedido de Don o Doña.

Pasaron muchos años hasta que hubo televisión en casa, se superaron los cortes casi diarios de agua y luz o  la cocina dejó de ser de carbón, el sereno guardaba la llave del portal y el cartero hacia sonar su silbato tantas veces como fuera la altura del piso donde residía el destinatario de la carta.

Casi todos los días de la semana -domingos incluidos-eran distintos, por razones impredecibles.

Si, hice la Milicia Universitaria, juré bandera y tuve mis prácticas como alférez en Palma de Mallorca, en donde enseñé inglés (y a manejar el Mauser y el Cetme, de paso) a reclutas de varias regiones españoles; sobre todo, catalanes e isleños de las Baleares, entre los que hice algunos amigos que conservo.

Crecí y consumí la juventud en una dictadura y, aunque luego me enteré que nos faltaban muchas libertades, no las eché de menos. No tenía mucho tiempo para elucubrar sobre mundos mejores ni información para valorarlos.

Fue hacia 1968 cuando descubrimos que en otros países de Europa gozaban de ciertas ventajas, que tardamos en clasificar entre importantes, falsas o, simplemente, circunstanciales.

Si, estuve en manifestaciones callejeras, evité enfrentamientos con los “grises “, organicé asambleas, participé en la creación de un sindicato de profesores, fui presidente de una Asociación universitaria, leí a Mao, Marx, Bakunin o Gramsci, …, hasta hartarme de rojerío. Ah, y tengo una Biblia en la mesita, entre otras decenas de libros aptos para la duermevela.

¿A qué viene todo esto (y más que podría contar)? Pues para dejar manifiesto que he sido conformado, a trancas y barrancas, en la Cultura del respeto a las creencias y devociones de los demás. De tanto ajetreo, incluidos decenas de viajes fuera del país y un sexenio en Alemania, me quedó un poso de escepticismo acerca de los maximalismos, las soluciones mágicas y las creencias intangibles.

Cuando percibo que lo que ahora se pretende apoyar como forma de estar saludable y contagiosa es la Cultura de la ofensa, de la descalificación sin fundamento, de la protesta sin razones, me siento desplazado. Suelto.

No, no me ofende exactamente (no sería la palabra adecuada) que un cómico oficial se suene de mentirijillas sus mocos en la bandera que representa a mi Patria; no me enzarzaré a puñetazos con energúmenos que creen hacerlo bien pitando el himno de España o a su Jefe de Estado, antes de un partido de fútbol o al comienzo de un acto oficial. No sacaré mi rabia a pasear por advertir cómo independentistas de salón insultan a los que no piensan como ellos, ni mesaré mis cabellos en trance bíblico cuando percibo que nuestros representantes políticos se dedican a insultarse en lugar de reflexionar seriamente acerca de cómo generar empleo y riqueza.

No me ofende, porque me he instalado en la Cultura de la Defensa. De los valores, de la tradición, de la Patria, de la solidaridad, del empleo, de la creatividad, de la investigación, del respeto.

Si, también de las instituciones, de la Jefatura del Estado, de las gentes que proyectan imagen positiva, moderna y eficaz de España. Si, también de Fuerzas Armadas concienciadas y bien pertrechadas, de la Universidad eficiente y abierta, de la empresa dirigida por ejecutivos concienciados con el valor social, ambiental y económico, de los emprendimientos.

En el fondo, lo que hago es ponerme del lado de lo valioso que tenemos. Desconfío de los que nos jalean para que lo destruyamos o quieren avergonzarnos despreciando y tratando de destruir lo que  merece la pena defender, porque forma parte de nuestra naturaleza, de lo que somos.

De esa forma, me justifico a mi mismo, me realizo en la coherencia de lo que quiero mantener como propio, junto a los que amo y respeto.

 

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Ejército y sociedad civil (13)

30 enero, 2018 By amarias Dejar un comentario

Nada haría prever, hace unos años, que España se encontrara en enero de 2018 confrontada nuevamente a la actitud separatista de un gobierno catalán, aupado en una movilización popular en torno al “hecho diferencial” de la región.

La situación carece de lógica política y parece propia de un libreto trágico-cómico: cuando la circunstancia común exigiría unidad para actuar, un grupo minoritario de ciudadanos, desde la región más próspera del país, proclama su voluntad secesionista.  Desde la institución creada para la convivencia y el diálogo, asaltada la razón por quienes han prometido fidelidad a la ley, los representantes de partidos que tienen en sus programas la república y la independencia, están dispuestos a llevar hasta el límite la tensión de la cuerda que garantiza la paz. Quieren la República Independiente de Catalunya.

No tiene sentido opinar, hoy, 30 de enero de 2018, sobre la solución, pacífica o violenta, del conflicto. Este mismo día, el ex-presidente cesado por la aplicación del art. 155 de la Constitución, por grave alteración del orden institucional, y en fuga desde entonces, cuando se encuentran en prisión preventiva sin fianza algunos de los destacados dirigentes secesionistas, está propuesto por el nuevo Parlament para que presente su programa de investidura.

El pleno del Tribunal Constitucional, forzado por el Gobierno a manifestarse sobre la legalidad de ese acto de provocación y rebeldía sin precedentes, ha indicado que no puede autorizarse. La situación del fugado no admite dubitaciones legales: si cruza la frontera debe ser detenido para comparecer ante la Justicia y seguirá la suerte de sus compañeros encarcelados.

El más elemental análisis de este momento nos conduce a valorar la situación como desestabilizadora. La más grave, muy superior al intento de golpe de Estado de 1981, que España ha tenido que soportar después de la guerra incivil de 1936-39, provocada, como no sería necesario recordar, porque un grupo de militares capitaneó una rebelión civil contra el gobierno legítimo.

No interesa a los secesionistas potenciales que su actitud esté provocando la destrucción de lo poco que se ha conseguido, después de la ultima grave crisis económica padecida. Caen bajo la oportunidad presentida de aprovechar un momento singular de debilidad por parte del gobierno central y de confusión entre los partidos llamados constitucionalistas, las preocupaciones, del paro, el desequilibrio social, las tensiones migratorias, la necesidad de elaborar y coordinar un nuevo modelo educativo, asistencial, etc., y prevalece el deseo de antihistórico de segregarse del resto de España y navegar solos, siguiendo la estela de algún país de su tamaño, en el que quieren encontrar el modelo.

Como no está imperando la cordura -debo matizar, por el lado pre-secesionista-, no se puede descartar que se produzca una grave revuelta social en Cataluña. Carles Puigdemont, por mucho que se obstinen los separatistas en presentarlo como candidato, en un pulso al orden institucional gravísimo, sin camino de vigencia posible, no puede ser president de la Generalitat, y su candidatura ha de ser retirada de inmediato y todos los esfuerzos han de dirigirse a la recuperación de la tranquilidad en la sociedad catalana.

No se puede ignorar, porque sería de una ingenuidad intolerable, que la crisis generada no resulta de un enfrentamiento al Gobierno español, sino contra la Constitución y, por tanto, los partidos pro-secesionistas, con sus dirigentes empecinados en no ceder, han puesto en riesgo la estabilidad del Estado, incumpliendo las normas que son garantía para la convivencia democrática, y mintiendo insolentemente. España no es una dictadura, la Constitución vigente obtuvo en su momento un respaldo abrumador y la búsqueda de tranquilidad, construida desde la libertad y el consenso mayoritario, es la base de la convivencia.

Ojalá no se avance en la rebelión social en Cataluña, y la sensatez vuelva a escena. Pero la defensa de la Constitución no puede ser débil y, correspondiendo a la amenaza, así (y algo más) ha de ser la reacción. Si el diálogo no es posible, si la revuelta no puede deternerse con la razón, el Estado de Derecho tiene alternativas e instrumentos, incluso en su límite. Es cierto que el derecho penal es la ultima ratio, el esfuerzo máximo del Estado social para imponer, con la fuerza de la amenaza del castigo y su aplicación, la contención y la contraposición a quienes vulneren las normas…

Pero, ¿Y cuando el derecho penal no basta? ¿Qué instrumento tiene el Estado de derecho cuando una parte de la sociedad se obstina en incumplir la norma, rebelándose?

No debe tener temor el Estado de Derecho a aplicar los extremos previstos, que corresponden a la declaración, bien del Estado de alarma, o de excepción, imponiendo una limitación severa a las libertades básicas que permita la rápida vuelta a la normalidad.

Con todas las precauciones que se quieran poner para el caso, después de que hayan sido hecho las advertencias precisas, contando con la aprobación del Congreso de Diputados y a propuesta del Gobierno, con los plazos de aplicación muy concretos y las explicaciones de rigor, se deberá acudir a lo previsto en el art. 116 de la  Constitución, con seguimiento de la Ley Orgánica 4/1981 que lo desarrolla y el Reglamento 10/1982.

Una situación de rebelión encaja, también, en uno de los supuestos máximos previstos en el texto constitucional para la actuación de las Fuerzas Armadas, que, como he recordado en otro momento, deben garantizar la unidad del Estado, bajo las directrices del Gobierno legítimo y la máxima Jefatura -en este caso, entiendo que no meramente simbólica- del Monarca.

Es un protagonismo excepcional, no deseado, no querido, pero imprescindible para recuperar el orden, la paz social, el respeto estricto a lo pactado. Puede quedar, ojalá sea así, como amenaza para defender la posición del Estado de derecho, pero su firmeza tiene que dejar claro, a levantiscos y seguidores que no se trata de un juego. No puede expresar ni dejar trascender la menor debilidad. Los infantes díscolos han de saber, de una vez por todas, hasta dónde no pueden llegar.


La distinción entre un águila real y un buitre en vuelo, que para un profano puede parecer difícil, no presenta dudas. Este magnífico ejemplar de buitre leonado, visto desde abajo (como resulta lo habitual) muestra todas sus características diferenciadoras: dedos lagos (los extremos – coberteras- de las alas), mano más estrecha, cuerpo marrón ocráceo, distinguible de las coberteras marrones, pico amarillento y cabeza pequeña (en vuelo). El águila real tiene las coberteras más pálidas (grises) que el cuerpo, la cola más larga y el ala más estrecha en la base.
De todas formas, reconozco que hay que observar atentamente varios ejemplares para acabar estando seguro de la distinción.

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Ejército y sociedad civil (12)

25 enero, 2018 By amarias Dejar un comentario

El Presidente francés, Emmanuel Macron, en su visita a la base naval militar de Tulón, el pasado 19 de enero de 2018, confirmó que pretende implementar “un servicio nacional universal”, el primer paso hacia la vuelta del servicio militar obligatorio. Es inevitable buscar el encaje de esta decisión (anunciada ya en su programa electoral), -y que viene acompañada del incremento hasta el 2% del PIB en los gastos militares-, en el refuerzo de la posición propia ante los riesgos y amenazas a la seguridad que se perciben desde Europa.

No está solo Macron en este movimiento. El núcleo duro europeo -Francia y Alemania- quiere incorporar a la conciencia europea, -como reactivador del viejo proyecto político, amenazado por los nacionalismos, y obviando la muy cuestionada unidad económica y social-, una línea Maginot virtual, pero que deje visible que Europa no es un territorio indefenso. (1)

No es complicado detectar las causas de este movimiento de estrategia política de largo alcance que no pretende (entiendo) recuperar un pasado de tambores bélicos, sino demostrar que existe una fuerza, una voluntad popular y una capacidad armamentística disuasoria de cuanto amenace la seguridad y valores propios desde fuera de sus fronteras.

¿Se va hacia un Ejército, o mejor dicho, una Fuerza Armada comunitaria? No es sencillo es poner en marcha una Fuerza Armada unitaria, bajo un mando único, y con organización militar autónoma -contando con personal, equipamiento y medios económicos adecuados-, coordinada, desde luego, desde los Ministerios de Defensa de los Estados miembros, pero con la imprescindible independencia de actuación profesional, llegado el caso.

Las pinceladas más groseras (en el sentido, de evidentes) del nuevo cuadro de Seguridad y Defensa europeo, provienen, por una parte, como reacción a la concreción del cambio en la política norteamericana en ese área, que ha ido desvelando, en un striptís inquietante, el presidente Donald Trump en su primer año de mandato. Por otra parte, la salida del Reino Unido de la Unión Europea obliga a replanteamientos estratégicos, incluido en ellos, el sector de Defensa.

Las prioridades norteamericanas se enfocan ahora hacia el Pacífico, donde se encuentran Corea del Norte y China.

A la segunda, se la ve ya como el gran rival económico, con una tasa de crecimiento envidiable y una política comercial expansionista, al abrigo de las mágicas palabras “libre comercio”.

La primera se presenta comúnmente como una amenaza de patio de colegio entre bravucones en el recreo, pero la existencia de capacidad nuclear con alto potencial destructor ha hecho sonar peculiares timbres de alarma a los expertos. La pretendida disuasión a la posibilidad de que el “líder supremo” Kim Jong- un apriete su botón nuclear como si fuera el mando de un juguete, no está en disponer al otro lado de la consola de misiles aptos para provocar un desastre nuclear, (y que se viene aceptando no serán nunca utilizados porque la réplica simultánea al ataque conduciría irremediablemente al holocausto recíproco).

La nueva estrategia de armamento nuclear se enfoca hacia el desarrollo de misiles de gran alcance pero localizado poder destructor: esa capacidad sí aparece como verdadera capacidad disuasoria y, si fuera llegado el caso, como concreta acción bélica factible.

La tutela y digestión de lo que está pasando en el Mediterráneo -las tensiones de asimilación de los vaivenes hacia la democracia o el caos del Norte de Africa y las imparables oleadas migratorias de las antiguas colonias europeas-, e incluso, la contención de las ambiciones rusas en la frontera este,  pasarán, en ese contexto, a ser cuestiones que atañen fundamentalmente a  Europa. Lo son ya, en realidad, aunque la Unión Europea aún no haya tomado decisiones conjuntas de alcance.

Cambios, pues, imprescindibles y a corto plazo. El espacio regional europeo, con historia de luchas internas, odios recientes y desconfianzas a flor de piel, en la filosofía del presidente Trump y su equipo asesor, debe dejar de ser el free rider (o casi) de la OTAN y asumir un papel de co-protagonista. No servirá, como tarjeta de visita mundial, aparecer como el “amigo bueno”, un conjunto de Estados de factura impecable, demócratas, respetuosos con el orden jurisdiccional, defensores del derecho penal internacional que castiga a los malos (débiles), preocupados por el medio ambiente, solidarios con los Estados más pobres y respetuosos y hasta colegas aduladores de alguno de Elos más ricos, pero sin capacidad para defenderse de manera autónoma.

Una posición inerme se rebela como un apetecible bocado, frágil y delicado en caso de conflicto, en el que no valdrán estrategias comerciales disjuntas, apologías de filosofía humanista no siempre cumplida con rigor y  la existencia de multitud de brillantes centros de invención y tecnología pero aún bastante descoordinados. Tampoco serviría para el cómputo el despilfarro de ayudas al desarrollo de las viejas colonias, cuya reducida eficacia práctica, más bien que más bien parece el reflejo de un síndrome de culpabilidad pegajoso.

La plasmación del Brexit supondrá que el país europeo con mayor capacidad y fuerzas armadas de la Unión, y con tecnología de energía nuclear aplicada al armamento, dejará de participar en el Programa de Defensa conjunto. Francia queda, por tanto, como único Estado europeo capaz de demostrar con credibilidad la capacidad disuasoria que supone poseer armas atómicas.

No hace falta concretar posibles enemigos, solo considerar, en el análisis conjunto europeo, las amenazas presuntas o probables, La posición de Rusia adquiere creciente protagonismo, por la forma brillante -política  y militar- de Vladimir Putin de aprovechar las debilidades o indecisiones ajenas. La invasión de Crimea, el acercamiento a Turquía, la intervención en Siria y la creciente presión sobre los países de la frontera con Europa, son ejemplos evidentes.

Claro está que Europa no puede hacer frente a la eventual amenaza rusa sin contar con Estados Unidos, pero se trata de abandonar progresivamente esa dependencia, desde la consciencia -crecientemente sentida- de que el territorio europeo no debiera volver a convertirse en zona de conflicto. En todo caso, se encuentra con problemas de inseguridad interna que exigen soluciones autónomas a las que hacer frente de forma solidaria: terrorismo islámico, focos de radicalización, tensiones sociales producidas por una crisis económica sistémica, etc.

La recuperación de la formación militar enfocada a la incorporación a la estrategia de defensa de la población civil es también una consecuencia de la constatación de la pérdida, por una parte importante de la juventud, no ya de la consciencia patriótica, sino de elementales principios de disciplina, solidaridad  y cooperación ciudadana, dentro de un magma en el que la proporción de ciudadanos de origen extranjero ha crecido y crece de manera imparable, sin que se haya conseguido éxito en su integración real, fuera de fantasías y voluntarismos políticos.

Se habla y se siente, también en España, una dicotomía entre la educación cívica y patriótica de la población mayor de cincuenta años y los más jóvenes, especialmente de los adultos muy jóvenes. La reintroducción de la formación militar a la población civil más joven, en grado ponderado pero real, puede ser una manera de superar el vacío y de integrar con plenitud lo militar a lo civil, desde una posición conjunta pacifista, pero pragmática.

Costará tiempo y dineros, pero la concreción de las amenazas -repito, presuntas, posibles o reales- ayudará a agilizar la toma de decisiones. Francia ya ha visto, en ojos de su Presidente y el equipo de cercanos asesores, el peligro de quedarse quieto sin hacer nada.


Un agateador europeo (certhia brachydactyla), mimético en general con el tronco en el que busca su alimento, se pone de manifiesto desde esta toma de perfil. Frecuente en nuestros bosques de robles, hayas y abedules, aunque puede verse incluso en los jardines urbanos, pasa desapercibido. El aspecto de su banda alar, con escalones que alternan zonas claras y oscuras ayuda plenamente a su confusión con la corteza del árbol por el que trepa, generalmente, de abajo hacia arriba, peinándolo de larvas e insectos.

La distinción entre las distintas especies de agateador es prácticamente imposible a no ser por la fotografía comparativa. El europeo tiene el vientre ligeramente más pardo y el pico algo más largo.

 

 

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Ejército y sociedad civil (9)

14 enero, 2018 By amarias Dejar un comentario

La relación de Estados independientes que han renunciado a tener Fuerzas Armadas propias, pone de manifiesto la falacia del pacifismo como parte de la Teoría del Estado. La mayoría son islas o territorios interiores de reducida dimensión, y los de mayor dimensión, como Islandia o Costa Rica son miembros de Organizaciones de Defensa (OTAN y TIAR, respectivamente). Suiza, presentado habitualmente como paradigma de Estado sin Ejército, es el país europeo con mayor número de armas por cada 100 habitantes, además de poder considerarse bien arropado por las Fuerzas Armadas de los Estados limítrofes, en caso de una hipotética invasión del territorio europeo.

No parece, sin embargo, que las razones que subsisten como base conceptual para mantener un Ejército sean coincidentes en todos los Estados con Fuerzas Armadas. Se apela, en general, a ideas atractivas, pero difusas, como la defensa de la identidad nacional, de la independencia del Estado, del territorio histórico o a principios democráticos o éticos.  Desde luego, la protección de personas y bienes frente al potencial enemigo invasor está en el núcleo, no necesariamente expreso, del mantenimiento de Fuerzas Armadas. La complejidad y perfección continua de los instrumentos bélicos ha venido históricamente a favorecer la firma de acuerdos de actuación recíproca, formando bloques, que la realidad ha venido a demostrar que no siempre constituyen alianzas permanentes, ni en tiempo de paz ni de conflicto.

La tecnología militar es parte esencial de la fuerza defensiva (y, para los Estados con ánimo beligerante, del potencial ofensivo) y, como en todo proceso creativo basado en la experimentación, la investigación es crucial. Ya he puesto de manifiesto la importancia de desarrollar tecnologías de doble uso (civil y militar). No pocos ejemplos vienen a demostrar que los conflictos bélicos han impulsado avances científicos y que la perspectiva de su empleo militar o como demostración disuasoria -con la dedicación de fondos económicos y personal a líneas de investigación concretas- ha acelerado la puesta en servicio de armamento y material con potencialidad destructiva.

En este contexto pragmático, la formación universitaria reglada y la militar deberían tener puntos de unión a varios niveles. En la Unión Europea el Espacio Europeo de Educación Superior, al que deben adaptarse las enseñanzas de las Fuerzas Armadas, ha traído como consecuencia modificaciones importantes. En mi opinión, equivocadas.

Como es conocido, se ha pretendido regular los títulos y formación, compatibilizándolo con los llamados títulos propios, que las Universidades -en particular, en España, como consecuencia del desbarajuste autonómico- se habían aplicado en crear, en una variedad insostenible, que ha traído como resultado la pérdida de calidad de la formación, en general. En la Ley de la carrera militar, siguiendo el marco de Bolonia, se concretaron tres niveles de enseñanza: formación, perfeccionamiento y altos estudios militares. Los dos últimos niveles corresponden a las enseñanzas de postgrado (máster y doctorado), siendo el primero el correspondiente a lo que se denomina ahora el grado. El Real Decreto 339/2015 ha venido a ordenar (pretendidamente) los altos estudios militares, incidiendo en la complejidad y dispersión de los cursos y títulos que se impartían, en colaboración muchos de ellos con las instituciones civiles universitarias.

No tengo espacio suficiente, ni lo pretendo, para analizar en detalle las consecuencias de esta reglamentación. En la enseñanza universitaria, la situación generada por la errónea aplicación de los acuerdos de Bolonia está trayendo como lamentable consecuencia la confusión, especialmente en las ingenierías, entre las capacidades de los egresados con título de grado o de master (equivalente, en principio, a los antiguos términos de ingeniero técnico o ingeniero superior), a lo que se añade la confusión entre lo que son títulos habilitantes o no (los primeros capacitan para ejercer la plena competencia de una especialidad), que suponen competencia parcial entre los títulos de grado o los de master (Valga como ejemplo, que los titulados de grado de la especialidad de explotación de minas, con solo 3 o 4 años de formación, pueden ejercer sin limitaciones, la competencia en ese área, con independencia de la intensidad de formación que se supone, o debería suponer, a la formación superior) .

Para favorecer la movilidad entre la sociedad civil y la militar, y concentrar competencias en los órganos centrales del Ministerio de Defensa en la enseñanza militar, se implantó la idea de la doble titulación, combinando con el propio, un título civil. Entre otras decisiones de menor calado, se eligieron los grados de ingeniería de Organización Industrial para ser cursado por los futuros oficiales del Ejército de Tierra y el Ejército del Aire y el de Ingeniería Mecánica para la Armada.

Coincido con muchos analistas en reconocer que se trata de un error. No un grave error, pero sí un error de visión de futuro. Si lo que se pretendía con esa doble titulación favorecer el empleo de los oficiales que hubieran dejado el Ejército en las empresas civiles, la especialidad en Organización Industrial no es la adecuada como formación complementaria. La empresa valora, más que la formación básica, la experiencia, en personas que ya no tienen la edad juvenil. Y la enseñanza universitaria común en organización industrial no tiene demasiada aplicación en el específico escenario de la organización militar. En el caso de la ingeniería mecánica para los oficiales de la Armada, la obtención de este grado, con gran aceptación por los jóvenes que siguen solo la trayectoria civil, no facilita demasiado el empleo posterior a los alféreces y tenientes de navío.

La línea iniciada es, con todo, la adecuada, en mi opinión. Tiene, como se recordará, un precedente inverso en la llamada Escala de Complemento, que facilitó, en los años en los que la enseñanza militar era obligatoria, la integración a los Ejércitos de los oficiales -y en su caso, sargentos- que habían finalizado su instrucción denominada “premilitar” (IPS, instrucción premilitar superior; IMEC, instrucción militar de la escala de complemento). No quiero empañar este análisis con referencias a casos concretos.

Entiendo que se debería profundizar y desarrollar muchas más líneas de enlace. En el campo del derecho o de la economía, pongo por caso -especialmente, en el primero de ellos- la integración de objetivos debería provocar una revisión de la manera de ejercer la jurisdicción militar en temas jurídicos, revisando las leyes y reglamentos propios y su aplicación. En el campo de la economía, la doble titulación -que, por cierto, algunos militares ya tienen hoy, conseguida por su cuenta- aportaría mayor solvencia interna a cuestiones financieras y contables planteadas desde la Defensa.

 

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Vayan hoy, acompañando mi Comentario, dos fotografías de aves. Una, de u n sílvido, un pollo de curruca capirotada (Sylvia atricapilla), luego de aliviarse del calor estival en un balde de agua, aún con las plumas mojadas por el chapuzón; otra, de un fringílido, un lúgano, (carduelis spinus) luciendo sus colores seductores -se trata de un macho- al tiempo que buscando semillas en el terruño bastante agostado.

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Ejército y sociedad civil (8)

10 enero, 2018 By amarias Dejar un comentario

Aunque las cifras sobre efectivos permanentes de las Fuerzas Armadas están sometidas a -¿un lógico?- oscurantismo, y las dudas sobre la fiabilidad de las mismas afectan incluso a las disponibles para España, los datos disponibles permiten indicar que nuestro país se encuentra en una modesta posición -entre el puesto 27 y el 3o-.

Teniendo en cuenta que, en relación con el PIB (ya sea nominal como real), España ocupa el lugar 14 -también, en este caso, con las reservas que quieran expresarse sobre la forma de realizar el cómputo de una magnitud extremadamente compleja-, la disparidad de posiciones evidencia que tenemos un Ejército relativamente reducido en personal.

Esta relativa cortedad de efectivos contrasta con el número de misiones en el extranjero. La ministra de Defensa, María Dolores Cospedal, en su visita a los destacamentos en Libia a principios de 2018, expresó que España mantiene 16 misiones activas fuera de nuestro territorio, en países de Africa, Oriente Medio y Europa. En la web del Ministerio se expresan (acompañándolo de un expresivo gráfico), 20 misiones para un total de 2.500 efectivos, si bien se detecta que una parte sustancial corresponden a destacamentos mínimos, de 1 a 10 personas.

La presencia en el exterior de las Fuerzas Armadas debería corresponder a la valoración acerca de las amenazas potenciales del exterior. Teniendo en cuenta el incremento de efectivos anunciado por la ministra para 2018 (pendiente de aprobación por el Parlamento) , las fuerzas desplazadas subirán a 2.750 personas.

La distribución aproximada correspondería fundamentalmente, a este esquema: 650 militares en Líbano (en Marjayoun, para observatorio de la zona de Líbano-Israel-Palestina), 480 destacados en Irak (en Besmayah, para formación del ejército de ese país), 331 en Letonia (como observadores en la zona) , 265 en la Operación Atalanta, para vigilancia del Indico, 292 en Mali (con apoyo aéreo a las fuerzas francesas en Dakar y adiestramiento de las fuerzas locales), 245 de la Armada como observación en el Mediterráneo, 95 en Afganistán (observación y formación), 42  en Mauritania, Cabo Verde y Senegal (sobre todo, en el primero de estos países, como observación y formación militar).

La práctica totalidad de estos destacamentos corresponde a acuerdos de presencia y actuación coordinados por los acuerdos internacionales, principalmente,  la OTAN y la Unión Europea.

Se ha enfatizado desde el Ejecutivo la superior disponibilidad de España para enviar militares a zonas de conflicto y, sin querer entrar en polémica, pero sí aventurar una interpretación, esa situación podría significar que nuestro país prefiere aportar efectivos humanos antes que aumentar la cuota económica de su participación en las operaciones. Dejando, además, a salvo, el juicio objetivo respecto a lo que significa destacar (en número) modestas fuerzas armadas en países o zonas de guerra o amenaza que, en casos evidentes, no están directamente implicados con posibles intereses para nuestro país, a diferencia, como ejemplo paradigmático, de la defensa de los pesqueros que faenan en el Indico, defendidos por Atalanta, o la presencia en los países del Sahel, frontera clara de contención a la migración -salvado el escollo permeable, y con intereses propios, de Marruecos- hacia la puerta de la Unión Europea que es, para ellos, España.

No se encuentra en estas cifras de operaciones militares en el extranjero la referencia a la importante cooperación de formación con el Ejército de Marruecos. Parece que responde a que se descarta cualquier intervención bélica con este país vecino y amigo, en relación con Ceuta y Melilla, y tampoco respecto a la persistente irregularidad que supone la ocupación del Sáhara Occidental, antiguas regiones españolas que los niños del tardofranquismo estudiábamos como parte de España, abandonadas a su suerte, hace décadas, por la metrópoli.

La presencia militar en países con graves problemas de desarrollo y carencia de estructuras democráticas ha de entenderse, además, vinculada con la aportación económica y de formación no militar, que ayude a la población a encontrar una salida propia a su atraso. La práctica ausencia de una estrategia coordinada entre la estructura gubernamental y la empresarial resulta de lamentar. Quienes hemos trabajado en relación con estos países sabemos de las dificultades técnicas, de cobro de contratos y de competente colaboración local, además de la tremenda lacra de la corrupción institucional, que implica la realización de cualquier tipo de infraestructuras básicas (carreteras, sistemas hidráulicos, tratamiento de residuos, abastecimiento y alcantarillado, redes eléctricas, etc.).

(continuará)


Una hembra de herrerillo común (cyanistes caeruleus), vigilante desde el borde del riachuelo adonde se acercó para saciar su sed. Las hembras de herrerillo, una ave seductora muy frecuente en nuestros jardines y parques, se distinguen apenas por su boina azul algo más clara que la de los machos, pues, por lo demás, los dos sexos son similares. Son pájaros, además, confiados, y es posible disfrutarlos muy próximos al observador, despreocupados en su búsqueda constante de insectos y larvas por las ramitas de los árboles, acercándose incluso a los comederos en la estación invernal.

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Ejército y sociedad civil (6)

1 enero, 2018 By amarias Dejar un comentario

La Constitución española, aún vigente, dedica a las Fuerzas Armadas el ya citado artículo 8, delimitando el alcance básico de sus cometidos.

No se han presentado desde 1978, muchas ocasiones en las que la regulación constitucional (ya que no las leyes orgánicas que se han derivado de ella) sea el punto de referencia final para justificar determinadas actuaciones de los Ejércitos o para preguntarse el porqué de las omisiones o incumplimientos de ese ordenamiento superior.

Dentro del esquema que he pretendido para este conjunto de artículos sobre “Ejército y sociedad civil”, no quiero omitir algún comentario sobre la deriva separatista vivida desde las instituciones catalanas en 2017. La respuesta a la declaración secesionista del gobierno legítimo de la comunidad autónoma catalana, pero ilegitimado por faltar a su promesa de fidelidad constitucional, hubiera tenido acogida, no ya en la ponderada aplicación del art 155, sino que, apelando a la concreta dicción del apartado primero del art. 8, hubiera podido justificar la actuación de las Fuerzas Armadas.

No se hizo así, aunque la misión encomendada constitucionalmente a ese colectivo armado tiene una triple derivada: 1) garantizar la soberanía e independencia de España; 2) defender su integridad territorial y 3) (defender) el ordenamiento constitucional.

No precisa prolijas explicaciones para entender cuál es el método que la Constitución prevé para la plasmación práctica de esas severas funciones  de las Fuerzas Armadas, concebidas como “ultima ratio” para forzar la aplicación de la Norma,  ante cualquier intento de secesión o vulneración del “ordenamiento”: no sería, evidentemente, encomendarles la negociación política, que sería función de los partidos políticos y del Gobierno, y que, si se llegara a ese punto, se entenderían han fracasado.

Se trata del ejercicio de la fuerza que trae consigo la tenencia y autorización para el uso de las armas. A modo de cláusula de cierre imprescindible, y siguiendo la dicción de otras Constituciones de las que la nuestra toma su ejemplo, es al jefe del Estado  a quien se encomienda (art. 62, apartado h de la Constitución, “el mando supremo de las Fuerzas Armadas”. Tiene toda la lógica constitucional, el admitir que, ante la grave amenaza para la estabilidad y esencia del Estado, debe ser quien encarna su máxima representación (con los refrendos que para el caso crea imprescindibles), quien detenta la jefatura del mismo, -en España, Su Majestad el Rey-, dl que ejerza la autoridad que exige el caso, con todas las consecuencias.

Me parece que la decisión que se adoptó (la vía del art 155 y la convocatoria de elecciones autonómicas) ha sido la más prudente y adecuada a la sensibilidad social del momento. No ha solucionado el “problema catalán”, pero no lo ha complicado, puesto que ha dejado claro que las actuaciones anticonstitucionales no son admisibles por el orden jurídico. Que parte de la sociedad catalana ´la mitad de los votantes- estime que la separación del resto de España es un derecho que le asiste, y que se exprese con gran violencia verbal y presión ante las instituciones del Estado, es -utilizo un adjetivo prudente- preocupante.

He puesto de manifiesto la fórmula constitucional que regula las actuaciones de las Fuerzas Armadas españolas, contraponiéndola a una concreta, y real, situación, para referirme a la deriva que se ha producido en este país, como en otras democracias avanzadas, en cuanto al papel del Ejército frente a las diversas fuerzas de seguridad (policía nacional, autonómica y local, empleados de compañías creadas para protección de bienes y personas, etc.). Existe una tendencia consolidada a configurar y concentrar la protección civil, la defensa de la seguridad interior, a la policía y a otros cuerpos y fórmulas -armadas o no, relegando al Ejército a actuaciones exteriores.

Esta deriva exige una revisión sustancial. Por ello, la forma de ejercicio de  y activación de puntos de encuentro entre el Ejército y la sociedad civil es no solo necesaria, sino que debe verse como la consecuencia lógica de un reconocimiento: no existe Ejército ni estructura de Defensa independiente de la sociedad civil. Esta afirmación puede aparecer a algunos como exótica, pues la tradición ha venido a consolidar una forzada separación entre lo que no es sino uno de los cometidos profesionales de las sociedades humanas, que, como todas, ha ido modificándose y perfeccionándose con el tiempo. A nadie se le ocurriría hablar de “ingeniería y sociedad civil” o “derecho y sociedad civil”.

Las consecuencias de esa visión integradora han de ser múltiples. Por una parte, recuperar o implementar la “visión natural” de las cuestiones de la Defensa por parte de la ciudadanía ayudará a la mejor comprensión de la carrera militar, que ha venido siendo entendida como vocacional y en la que, esencialmente en los puestos más altos de la escala de mando, ha sido y es habitual encontrar sagas familiares.

No hay que ver en esa devoción formal hacia la hipotética “vocación” algo peculiar de los Ejércitos, ya que afecta a todas las profesiones de prestigio, ya sean notarios, jueces, ingenieros, médicos, etc…La traslación de poder de padres a hijos, entrelazando generación tras generación niveles de influencia y poder no es sino un déficit de todas las democracias.

El sentimiento de solidaridad con el Estado, la recuperación afectiva del concepto de Patria es imprescindible. No es un concepto ñoño, trasnochado ni infeliz, en mi opinión. Está en la base de la comprensión del fenómeno social, de la capacidad de actuación como conjunto sólido y coherente de una población para hacer valer su derecho a prosperar bajo sus propias convicciones, enmarcadas en un espacio más amplio, pero sin perder su identidad.

Este principio emocional no lo hago coincidir con la vocación de defensa de la Patria ni de cualesquiera ideales éticos o deontológicos, y, por ello, no me puedo imaginar que, a priori, existan miles de seres humanos que lleven su cariño hacia los principios más nobles de la naturaleza, exacerbando su voluntad de sacrificio hasta morir por ellos en beneficio de sus semejantes. La cualidad de héroe surge ante circunstancias concretas, excepcionales; cierto que solo unos pocos -o nadie- se comportan en esos casos con esa capacidad de desprendimiento o enajenación del yo, pero no me parece que el futuro héroe tenga consciencia previa de su posibilidad de llegar a serlo.

El Ejército no se forma con esforzados que desean hacer carrera para, llegado el caso, morir por una noble causa. Los militares han de ser profesionales que han elegido ser militares por móviles similares a los que a otros han llevado a aceptar y especializarse en otro trabajo. Estamos lejos de las batallas en que era precisa la lucha cuerpo a cuerpo, y el ardor combativo descansaba en confusos mecanismos en los que se mezclaban seguramente perspectivas de botín, alcohol, drogas, y arengas incendiarias.

Aquellos  “nobles ideales” que guiaron los Ejércitos y los objetivos del pasado se han despersonalizado. El enemigo se ha vuelto difuso, impreciso. Los objetivos de defensa son compartidos extraestatalmente, según sean las amenazas identificadas, y no siempre por los mismos compañeros de viaje. Para los países intermedios, como España, la situación de dependencia en relación con la amenaza -real o forzada- de un conflicto entre las grandes potencias, complica aún más la adopción de decisiones respecto a la formación y dotación de los propios Ejércitos.

Lo óptimo sería, desde luego, que no existiera el conflicto. Si se presenta, lo deseable es que el campo de batalla esté lo más lejos posible. Y si se hace imprescindible enviar efectivos propios, lo fundamental, tanto como conseguir la victoria, es alcanzar el objetivo de retornar con “bajas cero”.

(continuará)


Si bien la fotografía no permite la clara identificación, se trata de una hembra de papamoscas cerrojillo (ficedula hypoleuca). En Madrid, donde fue tomada la instantánea -y en el jardín de mi casa- tiene una pareja de estas nerviosas aves su área de cría regular, desapareciendo en el invierno.

 

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Seguridad frente amenazas (2)

31 diciembre, 2016 By amarias Dejar un comentario

tres-gorriones

Salvo para aquellos genuinamente pacifistas, si es que existe alguno, no habrá dudas que la seguridad exterior precisa, -junto a otras actuaciones, desde luego-, del mantenimiento de una fuerza organizada, con personal dispuesto a matar y morir, y equipos adecuados para esa función letal. Aquí se encuentra la característica diferenciadora, indiscutible, de los Ejércitos.

Un Ejército no es un grupo de personas armadas, sino una “fuerza” sometida a una disciplina, con un código de actuación. Existen magníficos documentos que ilustran significativamente sobre el desarrollo de este concepto; En España, las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas vigentes cuando escribo estas notas datan de 2009, y suponen una renovación parcial -por algunos comentaristas, sin embargo, tenida, por sustancial- de las promulgadas en 1978 (Ley 85/1978).

Con previsión de un baño de sangre o no -así en la paz como en la guerra-, hay una premisa incómoda a la que responden los Ejércitos, que son consecuencia de la experiencia histórica: “el enemigo existe siempre”.  Esta certeza implica que los Ejércitos deben estar dotados para defenderse, sino de cualquier ataque, al menos, del que pudiera provenir de sus adversarios diferenciados, a los que conviene tener identificados. Esta posición preventiva obliga a mantener una dotación, equipamiento y preparación similares o superiores al suyo, capaz de disuadir y de ofrecer, en otro caso, una respuesta autónoma rápida.

La exhibición de la potencialidad propia no es un juego de niños. Tiene dos destinatarios: la población civil del propio Estado, transmitiendo un mensaje de potencia y preparación (y, subsidiariamente, de prestigio y profesionalidad a los componentes militares); el otro destinatario es el potencial enemigo, que también procurará disponer de otras fuentes de información, claro está.

Quede así recordada, tanto para los que tienen respeto, y hasta devoción, por la profesión militar (entre los que me cuento, sin perjuicio de ser pacifista), como para los que apoyarían, por desconocimiento o por voluntad martirológica, su supresión, que los Ejércitos poseen una genuina ambivalencia causal: pueden adoptar tanto una posición agresora como defensiva. Esta última adquiere una importancia capital para mantener la paz, pues tiene una clara connotación disuasoria, autónoma, y en ese campo de lo que se desea evitar, principal.

Sería ridículo, amén de peligroso, mantener la ingenuidad de que la paz no implica la preparación para la guerra. Las armas, además, están para ser usadas algún día y se perfeccionan continuamente. Los misiles de ataque de largo alcance implican el desarrollo de los de interceptación; los tanques acorazados alentaron la fabricación de lanza torpedos penetrantes. No hay muchas acémilas actualmente en el arma de Caballería y se prefieren los drones teledirigidos a los aviones tripulados de reconocimiento.

Ni siquiera los Estados que se autodenominan “neutrales” renuncian a armarse. Suiza, uno de los Estados europeos que dedica más recursos a su Ejército, atiende con la popular “guardia suiza” la custodia del Estado más espiritual y más pequeño del mundo, la Ciudad del Vaticano; fundada en 1505 por el Papa Julio II para proteger al Papa, mantiene actualmente unos cien efectivos, adiestrados para manejar armamento moderno, no espingardas ni falconetes.

El arte de la guerra (léase, de la defensa), genera comportamientos que han inspirado los económicos-empresariales. No en vano, los libros de estrategia militar y los expertos militares tienen buena acogida en los Institutos de Empresa. La selección de líneas de investigación y desarrollo preferentes, la formación de cárteles, la utilización de lobbies, etc., están en la base común de lo militar y lo empresarial.

Como pocos Estados pueden ofrecer una garantía adecuada de forma autónoma, son imprescindibles alianzas estratégicas, y la formación de bloques que complementen y refuercen las Fuerzas Armadas propias. Dentro del concepto de Defensa, se agrupan muchas actividades indirecta o directamente relacionadas: formación propia y ajena, diplomacia, espionaje, cooperación, desarrollo y prueba de armamento sofisticado, preparación para el combate, procedimientos sanitarios, de comunicaciones, informáticos, etc.

Por eso, la totalidad de los Estados dedican una parte importante de sus presupuestos a sus Ejércitos. Puede verse, en mi opinión, el estado de desarrollo de cada uno, en relación con el porcentaje que dedican a la dotación de personal o a los equipos materiales y a la investigación; en efecto, un alto porcentaje del presupuesto destinado a la partida de personal, es propio de un país atrasado. Aún más, me atrevería a afirmar, que un alto porcentaje del PIB dedicado a Defensa, puede significar que se está apoyando la investigación tecnológica de uso civil, conjuntamente.

Concluyo, pues, este apartado. Desde la tribu al Estado-nación/naciones a los Estados Unidos y Comunidades internacionales, todas esas unidades de convivencia tensa con otras han asumido la necesidad de mantener un Ejército propio, adecuado a los riesgos presumidos y han buscado alianzas con Estados afines para defenderse de posibles amenazas y ataques. La OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) surgió en 1949 como perfeccionamiento de un acuerdo político entre algunos países europeos, a la que la incorporación de Estados Unidos (y Canadá), dotó de la potencia bélica deseada, como contrapunto a la creciente tensión proveniente del bloque comunista, que en 1955 organizó una alianza similar (fuerzas militares para mantenimiento de la paz) llamada Pacto de Varsovia. Los aliados en la segunda guerra mundial pronto redescubrieron sus sustanciales diferencias de planteamiento económico (1).

Otra cuestión que es conveniente analizar, aunque sea a este nivel elemental, apela a la característica de las misiones en el extranjero, actualmente con capital interés mediático, que oculta otros aspectos mucho más relevantes, en mi opinión.

Los componentes de los Ejércitos, no son ONGs, ni educadores, ni agentes del desarrollo. Tampoco son policías. Y, sin embargo, la versatilidad de las funciones vinculadas a la defensa del territorio propio y de ciertos valores (básicamente, éticos) tenidos por irrenunciables, provoca que, cuando les son atribuidas algunas de ellas, los Ejércitos participen, solos o en compañía de otros funcionarios y civiles, en misiones de las llamadas de paz.

Delicada cuestión, en suma, porque exige la coordinación entre muy diversos estamentos, con dependencias funcionales naturales diversas, tanto de las organizaciones administrativas de un Estado como de los aliados y, según la índole de la función atribuida, puede suponer, incluso, que esos aliados sean diferentes. La perfecta identificación de los objetivos y, naturalmente, de la cadena de mando y de las responsabilidades distribuidas, es una dificultad añadida para que la misión tenga éxito.

Cuando los equipos integrantes de una misión de un Estado que se autodefine “en tiempo de paz”,  se lleva a cabo en el extranjero -en territorios en guerra, o que hubieran sido ocupados contraviniendo disposiciones internacionales, o  en donde actúen grupos terroristas, o aún no plenamente pacificados – la combinación de elementos militares y civiles añade dificultades de coordinación. En esos casos, además, la posibilidad de ser víctimas de un ataque con armas, implica que todos los componentes del equipo deban asumir el riesgo de morir o ser heridos, es decir, se deben considerar integrados en la disciplina y normas propias del Ejército.

En la cartilla que se entregaba a los reclutas españoles al terminar el servicio militar de la postguerra, cuando éste era obligatorio, aparecía un sello en el que figuraba un apartado destinado al Valor, en el que se indicaba el “concepto que había merecido a sus jefes” él recién licenciado. “SS” significaba que “se le supone”, porque no cabía hacer otra elucubración cuando no se había entrado en batalla.

En los Ejércitos profesionales -en donde los aspirantes a formar parte de ellos, (y hay que suponer que, especialmente, a los que se integran como tropa)  pueden estar inicialmente guiados por la obtención de un salario, más que por la defensa de valores que la desacralización pretende convertir en filosofía añeja, como la Patria, el Honor o la Bandera-, la posibilidad de morir en el curso de una acción, incluso en la preparación de la misma, no siempre será puesta de manifiesto por los mandos. La realidad la pondrá presente, a poco que asome la peligrosidad intrínseca al manejo de armas; y no es necesario que sean manipuladas por el enemigo: el número de militares fallecidos en maniobras, exhibiciones aéreas o navales, pruebas de material, desactivación de explosivos, etc., lo prueba.

(continuará)

(1) La exhibición de cariño personal (que no institucional) entre D. Trump, presidente electo de Estados Unidos de Norteamérica y V. Putin, presidente de la Federación Rusa, no presagia un pacto anti-natura entre bloques enfrentados. Más bien, implica el reflejo de un tanteo previo, en el tablero del ajedrez mundial, ante el avance vertiginoso de la República Popular China.

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La fotografía recoge la imagen de tres gorriones en una aparente sesión de ballet, en vuelo que podría ser interpretado como acrobático para quienes desconozca la tremenda agilidad de las aves -en particular, de estos paseriformes- para girar, sostenerse en el aire, sortear obstáculos, cambiar de rumbo brusco.

He tenido ocasión, desde una privilegiada atalaya, de observar los movimientos de los grupúsculos de gorriones en torno a la comida, bien sea en campo abierto o en un recinto limitado.

Dependiendo de la edad de las aves, de la disponibilidad de alimento, de la posible relación genética entre ellos, he constatado que se pueden dar actitudes de ignorancia total, cooperación, de cesión de derechos, etc. La más común, si la comida es escasa o está dispuesta en un recipiente de acceso reducido, es de agresividad. No se matan, desde luego, pero un par de picotazos al vuelo bastan para disuadir a quien, vulnerando la escala de poder, se acerca al grano o a la masa nutricia, antes de que los poderosos hayan saciado su hambre.

Los más débiles o más jóvenes esperan, impacientes, a que los fuertes se vayan y, entonces, apuran las migajas.

 

 

 

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Mi Diccionario desvergonzado: árabe, calendario, Europa, evolución, fuerzas armadas, milicia, evolución, ponente, intervención

16 octubre, 2014 By amarias Dejar un comentario

Árabe. 1. Dícese de quien está obsesionado por saber cómo se divierte su mujer. 2. Indio asiático. 3. Perteneciente a amplias zonas de Asia y África, comprendidos los habitantes de los Emiratos con esa apelación. 4. Hablante de una macrolengua semítica, con ramas o dialectos tan dispares, generados de un tronco común, que no se entienden entre sí; por cierto, esta última característica se presenta también entre españoles, si bien este caso, la falta de entendimiento se produce compartiendo una sola lengua.

Calendario. 1. Conjunto de fechas que se fijan en una reunión para programar las siguientes, cuya determinación suele ocupar buena parte de la misma, y su revisión, un tiempo similar en las posteriores. 2. Impreso en el que se anuncian una o varias señoritas en paños menores o sin ellos (excepcionalmente, pueden figurar varones o travestidos)  y que contiene,  adicionalmente,  junto a la dirección y teléfonos de un taller, concesionario o empresa de servicios, seis o doce cuadritos  con los meses del año, en los que se señalan las fiestas y vacaciones. 3. Taco de sobremesa, con 365 o 366 páginas, reliquia de los tiempos en que no había ordenadores ni relojes digitales, que se entregaba a los empleados de cuello blanco en los primeros meses del año, y en el que se anotaban los cumpleaños, los teléfonos de clientes y amigos y algunas ocurrencias .

Europa. 1. Elucubración con base histórica somera y una compleja edificación de su desarrollo comercial, en la que los países que ocupan su almendra central propenden a tomar decisiones sobre lo que corresponde hacer a los de la periferia, y éstos, a padecerlas. 2. Zona de dimensión variable dentro de la masa continental llamada Eurasia, cuya característica común es que sus habitantes han guerreado entre sí, en las más variadas alianzas, a lo largo de su Historia. 3. Sinónimo de Unión Europea, agrupación política en búsqueda permanente de identidad.

Evolución. 1. Tendencia natural de un proceso, que si es positiva, encontrará siempre un orgulloso responsable, y si ha sido negativa, será considerada coyuntural o atribuida a la falta de colaboración de la oposición. 2. En una enfermedad, condición prevista médicamente para que el paciente mejore, calificada por ello de favorable, lo que no descarta complicaciones inesperadas que puedan producir otros resultados.

Fuerzas armadas. 1. Agrupación de carácter militar, con vocación para ocuparse crecientemente de temas civiles, si escasean los conflictos bélicos. 2. Conjunto de personas de uniformes variados, que desfilan bajo banderas y estandartes el día de sus patrones, ante las autoridades y público en general, y antes de tomarse unos días de permiso. 3. Ejército, combinación de armamento sofisticado y personal, en proporciones variables, disponible permanentemente para desarrollar la próxima guerra, si recibe las órdenes adecuadas en las condiciones oportunas.

Intervención. 1. Momento de una sesión programada, en la que se proyectan en la oscuridad diapositivas o láminas en las que figuran frases que alguien lee con tono monocorde. 2. Agresión tolerada sobre el cuerpo de un enfermo, realizada por un nacional de otro país, cualificado para ello en una Facultad de Medicina, llamado por ello, residente. 3. Acción de invadir los terrenos o competencias de otro, que si es armada, se dirá pacífica y forzosa.

Máximo. 1. Grado no superable, salvo que se trate de una cualidad propia, como, utilizado por ello en expresiones como “máximo celo, máximo interés, máxima dedicación”, etc. 2. Lo que se espera como rendimiento adecuado para quien se conforma con aportar el mínimo esfuerzo.

Militar. 1. Persona con vocación de cumplir unas normas, sin necesidad de plantearse problemas acerca de la legitimidad de su origen. 2. Pertenecer a un partido político u otra organización de la que se espera obtener algún beneficio, situación que confiere la cualidad de militante, que no debe confundirse con la de cargo en la misma, que se adjudica mediante procedimientos reservados a una minoría.

Moderador. 1. En un Congreso o Seminario, calidad de quien tiene por misión, regular el cumplimiento del programa previsto y las interpelaciones planteadas por los asistentes a los ponentes,  lo que no suele satisfacerse por tres razones: su larga e innecesaria intervención, la tolerancia en la excesiva duración de la primera ponencia, lo que reduce drásticamente la de las siguientes, y el soliloquio sin relación con lo expuesto que realizan las dos personas del público a las que cede la palabra, antes de que se supere ampliamente la hora prevista para finalizar la sesión. 2. Experimentado atemperador de una discusión inútil, que atiende escrupulosamente a la satisfacción de la razón principal por la que se acude a un acto público, que es la pausa de café con pastas.

Nación. 1. Argumento histórico para invadir las razones de otros pueblos. 2. Apelación a una elucubración metafísica por políticos ambiciosos con el objetivo de ofuscar el interés de los ignorantes para realizar más cómodamente el suyo y el de sus correligionarios.

Paso. 1. Imaginería que se lleva a hombros en una procesión, en un acto muy vistoso que se prepara durante casi todo el año, y que se lleva a cabo en días señalados si no llueve, que es interpretado, sin fundamento, como señal de devoción a seres imaginados. 2. Manera de desfilar al unísono, que pretende demostrar que el ser humano es capaz de perder momentáneamente toda capacidad de raciocinio. 3. Cada uno de los movimientos que se realizan para avanzar o retroceder, según convenga.

Ponente. 1. Persona que ha preparado un tema por cierto tiempo, y al que se atribuye, por ello, mayor cualificación que otros para expresar públicamente sus elucubraciones sobre lo que, no pocas veces, se ignora. 2. El que más pierde en una actividad colectiva.

Verano. 1. Estación comprendida entre dos primaveras consecutivas, al que, en caso de faltar, se atribuye cortedad intelectual, siendo, por lo demás, señal de enemistad manifiesta con la persona objeto de esa apreciación. 2. Mes del año en el que los que trabajaban por cuenta ajena programaban sus vacaciones antes de la crisis. 3. En el hemisferio austral, invierno.

Regla. 1. Síntomatología compleja surgida del momento en que la mujer fértil no está en situación de quedar embarazada, que es declarada tabú para las relaciones sexuales en algunas creencias. 2. Conjunto de normas que deben seguirse, salvo que se quiera asumir la responsabilidad por las consecuencias de hacer lo contrario.

Reunión. 1. Excusa para no contestar al teléfono. 2. Fórmula de pasar el tiempo sin tomar decisiones. 3. Agrupación de personas dispuestas a asumir algún protagonismo, de la que no se acostumbra a dejar constancia en las actas de la misma.

Visión. 1. Ofuscación de la mente del que dirige una misión, suplida por la buena voluntad y entrega de los que la llevan a cabo. 2. Capacidad de algunos animales para detectar dónde hay comida u oportunidades de negocio. 3. Sentido que se aminora con la edad, teniéndose como la reacción de la naturaleza para disimular el propio deterioro físico a los seres vivos, y que las gafas de presbicia ponen en evidencia a los humanos.

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