Al socaire

Blog personal de Angel Arias. La mayor parte de los contenidos son [email protected], aunque los dibujos, poemas y relatos tienen el [email protected] del autor

  • Inicio
  • Sobre mí

Copyright © 2021

Usted está aquí: Inicio / Archivos paraejército

El sector Defensa como vía eficiente para crear actividad y empleo (3)

12 junio, 2019 By amarias Dejar un comentario

Según datos del Ministerio de Defensa (Secretaría General Técnica) de 2019, las ventas del subsector aeronáutico supusieron un 70% del total de la facturación de la industria de defensa nacional, empleando 10.266 personas (un 45%) de la dotación global del mismo.

Dada la importancia relativa del subsector, y su dependencia grado de participación de España en los programas internacionales, de los que el EUROMALE y el NGWS (Combate Aérea de Nueva Generación) son los más relevantes, he creído interesante detenerme en la información pública disponible sobre la tecnología aeronáutica en nuestro país.

La Asociación TEDAE (Defensa, Seguridad, Aeronáutica y Espacio) en su Memoria de Actividades de 2017 (lamento no haber encontrado datos para 2018), por boca de su Presidente, Jaime de Rábago, echaba de menos la ausencia de un Plan Estratégico, que permitiera a las empresas del sector prepararse para los retos ya detectados en la digitalización y la llamada industria 4.0, encajando la actividad en los Programas Marco de Investigación europeos, el nuevo ciclo inversor en Defensa  y el Plan estatal de Investigación Científica.

Como no me dedico a escribir estos comentarios para repetir sin análisis lo que otros dicen, aunque sean personas de tan relevante cualificación, sino que pretendo favorecer el análisis de coyuntura, creo que los temas que de Rábago presenta reflejan que, a pesar de los diez años vida de la asociación, subsisten problemas sustanciales para lograr la máxima efectividad del modelo.

Las empresas que conforman TEDAE facturaron -en 2017- 11.180 millones de euros y dieron empleo a 56.000 personas (aprox.) directos, con un 38% de su facturación dedicada a la aeronáutica militar, con una tasa de exportación -para ambos sectores, civil y militar- del 83%.

La cifra de facturación por empleado (no el valor añadido bruto por empleo, para el que había que restarle el salario medio, ni tampoco el beneficio por empleado, al que me referiré más adelante), es de 210.000 euros que, dado el porcentaje de personal de cualificación universitaria (43%), aunque resulta alto en comparación con otros sectores productivos españoles, no me parece impresionante, ya que hay que suponer que los salarios serán comparativamente altos y que se trata de fabricar equipos con alta tecnología, lo que, en suma, aprieta los márgenes de rentabilidad. Si se compara con la media de facturación por empleado en España, de apenas 36.000 euros/empleo, que está lastrada por la alta intensidad de la mano de obra en el sector servicios (hostelería en especial), obtenemos una referencia del valor, próximo al del sector de telecomunicaciones, con unos 230.000 euros facturados por empleado.

Los objetivos empresariales de la TEDAE están íntimamente ligados con el desarrollo del sector aéreo de la Defensa. La defensa aérea, como todo el conjunto de al coordinación militar, depende, en última instancia del JEMAD (Jefe del Estado Mayor de la Defensa), cuyo mando ejecutor es el comandante del Mando de Operaciones (MMOPS), responsable del Mando de Defensa y Operaciones Aéreas (MDOA), que se ocupa, en realidad, del Mando de Combate del Ejército del Aire (MACOM). Una sopa de siglas, muy del gusto de lo militar, que habrá que imaginar esconde en la realidad una combinación de efectivos humanos y equipamiento perfectamente engrasados y formados para uso inmediato si hay que atender a una incidencia de la defensa aérea.

No es objetivo de mi análisis -ni mucho menos- enjuiciar la disponibilidad táctica y estratégica de nuestro Ejército, sino tratar de comentar, con los datos disponibles, el desarrollo tecnológico de nuestra industria militar y su encaje con los sectores civiles, en la convicción de que la separación entre ambas es imposible para un Estado intermedio como España, aunque, sin embargo, la seguridad y la defensa obligan a mantener un cierto grado de confidencialidad y secretismo en los desarrollos. No solo éso: me parece que, dado lo sofisticado de los equipos que entran en juego y su complicado manejo, el elemento sustancial que garantiza el complimiento del objetivo de defensa es, además, de la puesta constante al día y su correcto mantenimiento de las máquinas e instrumentación, conseguir la máxima cualificación del personal, a todos los niveles, con horas de vuelo, formación y preparación para su uso eficaz y, en último término, para el combate.

El efecto del Fondo Europeo de Defensa (EDF) para apoyar el Plan Europeo de Defensa (EDAP) con una primera convocatoria de lo que se dió en llamar Acción Preparatoria sobre Investigación en Defensa (PADR), dentro del marco más amplio de la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO) ha sido positivo para la Asociación, necesitadas sus empresas, no ya de facturación, sino de nuevas referencias tecnológicas que les permitan convencer a los clientes internacionales de su alta capacitación.

Los objetivos de facturación del sector industrial aeronáutico en defensa, aunque orientados hacia la exportación, tienen su apoyo estratégico y comercial en el Ejército del Aire. La principal misión de esta fuerza militar es la vigilancia y control del espacio aéreo español. No porque lo diga yo, sino porque está definido como objetivo sustancial de esta sección de nuestras Fuerzas Armadas. El sistema de Defensa Aéreo está integrado por una red de centros de mando y control, radares de vigilancia y la dotación aérea de advertencia ante cualquier intromisión en el espacio propio, lista para despegar e intervenir desde cualquiera de las bases nacionales. Desde 2017 la Estrategia de Seguridad Nacional incluye la seguridad del espacio exterior, siendo el Ejército del Aire quien lidera esta misión, por razones que cabría calificar de obvias.

Junto a esta actividad, el Ejército del Aire también asume labores de Búsqueda y Rescate (SAR), transporte de autoridades (SAR), lucha contra el fuego (dependiendo de la Unidad Militar de Emergencias), vigilancia marítima, transporte de personal en caso de catástrofes, evacuaciones médicas por vía aérea, etc.

Todas estas funciones, desde el punto de vista tecnológico, se focalizan sobre la necesidad de dotar a los equipos humanos de herramientas al más alto nivel -pues el potencial enemigo, ya se ve, se está dotando de ellas- y, para conservar o alcanzar la suficiente autonomía, desarrollar e impulsar los centros de investigación aplicada que, dada la condición de escasez de recursos propios y el alto nivel de sofisticación necesario, han de ser básicamente duales (esto es, de doble aplicación civil y militar).

Que las cuestiones relativas a la Defensa, por falta de la adecuada cultura militar de la población civil y una ignorancia consentida respecto a los riesgos reales, se encuentren con reticencias públicas en cuestiones tan sustanciales como la renovación de equipos o la declaración de zonas de interés militar, exige una revisión urgente. La renovación de los bombardeos F/A 18, por ejemplo, la modernización de los Escuadrones de Vigilancia Aérea o la incorporación de otros nuevos, choca, en ocasiones sonoras, con razones ecologistas o humanistas que merecerían un contraste y análisis sereno, para que la población asumiera como elemento de su propia identidad, las Fuerzas Armadas y lo que representan, en un mundo en que se debe ser pacífico sin olvidar estar preparado para responder a las eventuales agresiones.

(continuará)


Las alondras y cojugadas, aunque relativamente comunes, no resultan sencillas de identificar. La fotografía representa a una alondra común (alauda arvensis), ave algo mayor que un gorrión, cuya característica clave para identificación entre las de su grupo similar, es el borde blanco de las alas y las plumas blancas externas de la cola.

Este macho, en plena exaltación cantora, proclama el orgullo de su procreación, sobre un copete de enea. Su canto es extenso y melodioso y, más comúnmente, lo despliega en vuelo.

En cuanto al copete, corto y redondeado, puede elevarlo algo, aunque no tanto como las cojugadas y, además, en general, lo mantiene replegado.

Archivado en:Actualidad, Ejército Etiquetado con:Aire, defensa, ejército, investigación, sector espacial

Carta abierta a la Ministra Margarita Robles

22 enero, 2019 By amarias Dejar un comentario

Querida Ministra de Defensa:

Te ruego, ante todo, disculpas por el tratamiento confianzudo. No nos conocemos más que “de vista”, pero prefiero no encabezar mi carta con el formulismo de “estimada”, pues, tratándose de alguien ahora dedicada a la política, no deseo ser interpretado (ni bien ni mal) por razón de un ambiguo adjetivo calificativo.

Más justificada está la proximidad gramatical entre colegas al ser yo también licenciado en Derecho, aún reconociendo que mi currículum no soportaría la comparación con el tuyo, plagado de reconocimientos y méritos.

Parece ser que, además de por tu excelente trayectoria profesional, entre las razones no curriculares que contaron para tu designación como Ministra de Defensa por el actual presidente español, Pedro Sánchez, se encontraba la de tu calidad de persona ajena al escalafón militar. Después de siete meses de ejercer la más alta posición sobre las delicadas cuestiones que afectan a las Fuerzas Armadas y a la Inteligencia, pocas cosas te serán ya ajenas, dada tu capacidad y perspicacia.

Permite, sin embargo, que desde los entresijos de la llamada sociedad civil, en la que los militares suelen situarnos a los que no tenemos ni tuvimos vinculación laboral, funcionarial ni política, con los Ejércitos, exponga mi posición respecto a algunas cuestiones que afectan a la organización de la Defensa española.

No pretendo ser original. Me guía el deseo de expresar las inquietudes y reflexiones propias de un ciudadano preocupado por las cuestiones que afectan al devenir de las guerras  y la defensa de la población y territorio en el que  desea mantenerse con libertad y sin sobresaltos, frente a los enemigos (reales, potenciales o imaginados) de ese orden. También me interesa expresar cómo entiendo que esos valores deberían ser apreciados por el ciudadano desarmado.

Creo que estamos todos de acuerdo en que la organización y gestión de las Fuerzas Armadas no puede ser enfocada desde una posición de partido político. La Política de Defensa ha de ser apolítica, consensuada por la mayoría ciudadana y, en la medida de lo posible, transparente.

En relación con ello, he escuchado muchas veces -seguro que tú, miles de ellas- que es importante que la ciudadanía tenga una “cultura de Defensa”. El término no es una entelequia, pero me parece que no existe  consenso en lo que significa la aplicación práctica de este concepto y, por ello, supongo que tampoco existe acuerdo sobre lo que implica definir los dos elementos que lo componen: “cultura” y “defensa”.

Si se refiere el término a la traslación a la ciudadanía, con trasparencia, de los asuntos que podrían afectar a la independencia del país, a su seguridad interna y externa, a los riesgos detectados o futuros para la paz, al número y dotación de los efectivos humanos y medios materiales para la defensa de la población y territorio ante los peligros que la puedan perturbar y, en fin, a la identificación de las tecnologías, procedencia de las mismas, y dotación para las inversiones que permitan abordarlos con solvencia, seguramente todos estaríamos de acuerdo en que hay que conservar alguna reserva.

Si se tiene consciencia de que el enemigo potencial existe y tiene los medios para eventualmente poner en riesgo la paz y la seguridad que queremos mantener, resulta obligado un cierto nivel de secretismo. No se deben enseñar las cartas propias a quien puede hacernos daño. El enemigo potencial debe saber que tenemos forma de defendernos a nivel igual o superior al de su capacidad para atacarnos.

La cultura de defensa habrá de referirse, pues, a propiciar aquellos elementos de simpatía y confianza hacia quienes se ocupan y ocuparán de defender ese orden. Y ello pasa por la creación y mantenimiento de un alto nivel de empatía con las fuerzas de seguridad del Estado, trasmitiendo la tranquilidad a la población de que nuestros representantes, políticos y funcionariales, saben cómo actuar ante los riesgos y amenazas.

Me gusta, como a ti, la teoría, pero mucho más aún me atrae la realización práctica de las ideas. Puedo imaginar unas Fuerzas Armadas ideales, a nivel de las mejores del mundo (aunque me faltaría conocimiento concreto de las tecnologías más avanzadas) y, por eso, soy consciente de que nos encontramos en la necesidad de definir nuestra posición, no como país intermedio, sino como un país pequeño, con menos de cincuenta millones de habitantes y cuyo atractivo estratégico para terceros es su ubicación en el extremo occidental de Europa y su cercanía al Africa magrebí.

Desde esa perspectiva, el riesgo de conflicto podría venir del vecino del que nos separa una corta distancia geográfica y una gran diferencia en PIB (Marruecos), país en el que tenemos dos enclaves geográficos históricos (Ceuta y Melilla, “ciudades autónomas”), y desde el que incluso la visión de las Islas Canarias podría aparecer como una ambición territorial apetitosa.

Si a alguien le parecen elucubraciones estas reflexiones, le recordaría las dificultades de la metrópoli para defender agresiones territoriales de las posesiones alejadas, ya fueran Cuba, Puerto Rico o Filipinas, o, en órdenes no solo militares, la desastrosa gestión de los intereses de la población local en el Sáhara occidental, el abandono apresurado de la “provincia de ultramar” -así la estudiábamos los ancianos de la tribu- que fue la región de Sidi Ifni, y, como ejemplo traído con alfileres, pero posiblemente significativo de la ignorancia de las distancias que separan la falsa creencia de la realidad factual, la chusca e inexplicable referencia al meridiano de Greenwich al que el ex ministro de Industria Soria hizo pasar por Canarias.

No dudará nadie que debemos disponer de unas Fuerzas Armadas suficientes para cumplir con el objetivo que se acuerde. ¿Cuál es ese? Me da la impresión de que en relación con este asunto se actúa desde la inercia o, peor aún, desde el inmovilismo. No se quiere reconocer, menospreciando que la situación mundial ha cambiado, que los riesgos para la paz no son los mismos que hace una década y, que los bloques económicos -que son los que, a la postre-, determinan los intereses y, en consecuencia, señalan la dirección para las amenazas, se están reorganizando.

Un país pequeño debe contar con alianzas estables y firmes con los poderosos. No tengo duda de que, por razones históricas, geográficas y económicas, la Unión Europea es esa referencia. Pero si falta la unión económica o está debilitándose la que había, la situación de vulnerabilidad aumenta y, desde ella, no puede construirse una Unión de Defensa. En el fortalecimiento de la unión económica ha de verse la base para una política de defensa común europea, en la que, por supuesto, debe haber una jefatura única, subordinada al poder político europeo, una distribución de responsabilidades y una total coordinación respecto a las inversiones, tipo de armamento, investigación tecnológica y efectivos humanos. También, coordinación absoluta en la diplomacia internacional.

Estamos lejos de ese desiderátum y, por lo tanto, somos colectivamente, vulnerables y, en lo que a España se refiere, particularmente frágiles. Nuestra fragilidad se incrementa desde la percepción de que es precisa una dotación importante en armamento y equipamiento relativamente avanzado, que no producimos, que no podemos pagar y, lo que es más grave, no tenemos dotación para mantener.

Te pediría, ministra, que exijas a quienes saben del tema, que te concreten, sin ambages, sin circunloquios, desde la total libertad pero con la máxima seriedad, qué tipo de equipamiento (humano, material, tecnológico), se necesita para responder ante aquellos riesgos concretos que los expertos en defensa y diplomacia internacional hayan detectado. Que esos expertos trabajen en sus recomendaciones en dos niveles: la consecución de una autonomía suficiente frente a las amenazas más singulares y cuyo riesgo se vea como más personalizado, y la integración de los medios propios en la defensa frente a los peligros y actuaciones que se consideren europeos.

No es asunto menor el análisis profundo de la situación del personal de las Fuerzas Armadas. La carrera profesional del personal de tropa y marinería, de los oficiales y jefes, exige una revisión que es urgente abordar. Para hacer esta afirmación tan delicada me baso, sobre todo, en la rápida evolución tecnológica, que ha hecho aparecer nuevas oportunidades y riesgos, y que supone un entronque, muy superior al tradicionalmente admitido, entre la estructura empresarial civil y la militar. La gran mayoría de las tecnologías son ya, irreversiblemente, de doble uso: las comunicaciones, los materiales, la energía, el transporte…no pueden considerarse ni militares ni civiles.

Las amenazas no vendrán, con mayor probabilidad, sobre el terreno: serán aéreas, se transmitirán como virus informáticos, captación de información, mensajes encriptados, drones, misiles teledirigidos e indetectables. El desarrollo y conocimiento preciso de la energía nuclear -para usos pacíficos como militares- obliga a convencer a la población de que no podemos abandonar su control, desarrollo y uso. Lo mismo cabría decir de la imperiosa necesidad de coordinar las investigaciones y desarrollos en materiales especiales, transporte híbrido, reutilización de residuos, aprovechamiento máximo de recursos, etc.

Y sí, es necesaria la concienciación y participación de la población civil en este esquema. Hay que educar, en particular a los jóvenes, en los conceptos de solidaridad, seguridad, patriotismo, valores. No se está haciendo bien, y no soy derrotista al expresar esa tremenda carencia. Si no sabemos apreciar lo que tenemos, lo que cuesta mantenerlo, no podremos defenderlo. Me parece imprescindible el encaje entre lo militar y lo civil. En todos los órdenes. Se que muchos militares de carrera hablan de la vocación militar, y lo hacen con orgullo, pero no me parece que exista tan diferenciada. No creo en las vocaciones. No puedo imaginar que exista una vocación para defender la Patria y, en su caso, morir por ella.

Nadie desearía morir por defender unos valores ambiguos, indefinidos, pero seríamos capaces de defender con uñas y dientes lo que afecta a la integridad de nuestra familia, a lo que perjudicaría nuestro bienestar de manera irreversible, lo que impediría nuestro desarrollo como personas, lo que nos supusiera la pérdida de esferas de libertad que consideráramos sustanciales. Y tú, como jurista, como magistrada, sabes bien que el derecho fija un marco de convivencia pactado o impuesto desde la autoridad, pero, en su aplicación, debe ser la última ratio: lo deseable es que todo ciudadano cumpla la ley sin necesidad de que se le sancione.

Querida ministra, tienes un trabajo importante ante ti y no vas a tener tiempo para acometerlo. Sin embargo, te cabe la opción y tienes por ello la responsabilidad, de abrir el camino para que se logre un consenso en el papel a desarrollar por las Fuerzas Armadas, en la definición de las bases de la carrera profesional de sus funcionarios (sin fantasías, con salarios dignos, con objetivos claros), en la apertura pública de una discusión sobre lo que es una cultura de defensa (sin teoricismos, sentimentalismos, ni medias verdades) y, en fin, en la imperiosa necesidad de integrar la política de defensa en una política de Estado.

Gracias por haber llegado hasta aquí, ministra. He dejado muchos temas en el tintero, de ellos, una buena cantidad también importantes. Los expertos de verdad te ampliarán, con seguridad, ese elenco de asuntos que deben figurar en la cartera de Defensa e Interior. Si no les estás preguntando, hazlo y, por favor, cuando se convoque un debate en el que participen sobre cuestiones que atañen a esas cuestiones clave de tu departamento, no te vayas después de inaugurar la Jornada, quédate a la discusión o promuévela desde tu despacho.

Con todo respeto


La fotografía, tomada en otoño en Villafáfila (Zamora) recoge a un grupo de grajillas (corvus monedula) en vuelo hacia los dormideros comunales. Tienen el pico grueso de los córvidos y son gregarias y estridentes. Se distinguen de otros córvidos de color negro (chovas, cornejas, cuervos, grajas, etc.) por su menor tamaño y, sobre todo, por el ojo blanco. También, vistas de cerca, por su plumaje gris plateado en la nuca.

 

Archivado en:Actualidad, Cultura, Defensa, Ejército Etiquetado con:carta, defensa, ejército, Europa, fuerzas armadas, interior, Margarita Robles

Ejército y sociedad civil (16)

12 febrero, 2018 By amarias Dejar un comentario

La cuestión nuclear del objetivo (u objetivos) a cubrir por las Fuerzas Armadas, en tiempos de paz como de guerra y, sobre todo, su incardinación con la sociedad civil a la que, indiscutiblemente, pertenecen sus miembros, ha tenido varias respuestas a lo largo de la Historia reciente de España. En una medida que no me atrevería a calificar de forma contundente, esta indefinición sigue presente hoy.

La “falta de densidad política” -expresión que copio del análisis de Mariano Aguilar Olivencia (“El ejército español durante la segunda República”, Econorte, 1986)- se ha visto como razón por la que el Ejército había tomado preponderancia con anterioridad al advenimiento del segundo intento de instaurar un cambio de régimen en nuestro país. Azaña vio, según destacaba ya Nazario Cebreiros (“Las reformas militares”, 1931) que la “principal necesidad no era atender a la guerra exterior probable, sino a los conflictos interiores, que constituyen el verdadero fondo de nuestra historia”.

No pretendo encontrar – ¡en absoluto!- coincidencias destacables entre la situación desgraciada que condujo a la guerra civil en 1936, pero quisiera poner de manifiesto dos puntos de delicada imbricación entre lo civil y lo militar, que ponen de relieve que es imposible una separación dicotómica, como algunos ingenuos pretenden.

  1. La falta de solución, hasta el momento (12 de febrero de 2018) al movimiento secesionista catalán, que afecta directamente al cumplimiento de los pactos de convivencia y a la unidad de España, definidos en la Constitución vigente,  pone énfasis acerca de las limitaciones del Estado de Derecho contra la revuelta civil, cuando la debilidad de la política ha permitido que líderes antidemócratas ocupen instituciones claves para la gestión pública.

La movilización de la mitad de la población catalana para generar un Estado independiente en Cataluña, es un intento enquistado, muy grave, de rebelión  que el débil gobierno actual (un Partido Popular con minoría parlamentaria y acosado por la corrupción y con un líder falto de carisma) ha intentado conducir, sin éxito hasta ahora, por la vía del empleo del código penal y con la apelación continuada al Tribunal Constitucional. Que la policía local catalana, los Mossos de Esquadra, hayan apoyado la revuelta (en proporción que aún está por dilucidar y que, seguramente, nunca se podrá aclarar), aumenta el tono de gravedad hasta límites no alcanzados nunca en democracia.

Estamos, cierto, en un contexto de paz, pero dentro del cual se plantean situaciones de alto riesgo para la seguridad ciudadana, para la economía y para el bienestar social,que no pueden ser resueltas simplemente por la vía del derecho. Tampoco sirve para el caso la policía, porque no está preparada para atender una revuelta social (pacífica o no) de tanto alcance, y ya que el uso de la fuerza está limitado. La policía no tiene el deber de defensa de la colectividad: los policías son empleados de la Administración pública correspondiente.

Por tanto, si se toma la decisión de enviar a las Fuerzas Armadas o la Guardia Civil a una zona de posible conflicto, y especialmente, si este afecta al régimen interior, ha de cuidarse en extremo las condiciones de presencia, los medios previstos para la actuación y las consecuencias de ésta.

Las Fuerzas Armadas representan, por arcaica que suene la expresión, “el honor del Estado”. Su actuación en problemas de orden interior está prevista, como ya indiqué en otro momento, como estado de excepción y el bien jurídico que defiende el Ejército en esos casos, sometido a la disciplina militar, si bien bajo la máxima autoridad prevista en la Constitución, es la unidad del Estado.

2. En relación con el papel de las Fuerzas Armadas y la disciplina de ese cuerpo excepcional del orden constitucional, se plantea la igualmente delicada cuestión de la jurisdicción militar. Cierto que el debate tiene bastante de maniqueo y las opiniones al respecto se deben considerar dentro de un proceso continuo de transformación, que no debiera estar influido (al contrario de lo que los españoles solemos hacer en casi todas las cuestiones importantes) por ideas de oportunidad.

La ley Orgánica 4/1987, de 15 de julio, de la Competencia y Organización de la Jurisdicción Militar (vigente, con algunas modificaciones ligeras recientes), establece la vis atractiva del Código penal militar en tiempo de paz (art. 12), circunscrita al ámbito estrictamente castrense (incluida la potestad disciplinaria), extendiendo su competencia a aquellos lugares ocupados por Unidades militares españoles, siempre que el inculpado sea español.

No hay doctrina inmutable al respecto, aunque los especialistas recuerdan que un Ejército de paz es un oxímoron, un absurdo. No es posible pasar de modo paz a modo guerra sin más que apretar un botón electrónico, y la preparación de las Fuerzas Armadas para lo que es, no su fin, pero su forma de trabajo en situación de máxima solicitud, exige una formación, una disciplina y un régimen de conducta especiales.


Una pareja de cogujada común (galerida crista), se ve interrumpida en sus juegos por el caminante. Muy parecida a la alondra común (alauda arvensis) se distingue apenas por su tamaño algo mayor, color aún más terroso y con el pico un poco más largo. De cerca, y en buenas condiciones de luz, el borde inferior de las alas aparece teñido de tonos de herrumbre, siendo su cresta más sobresaliente y aplanada.

Archivado en:Actualidad, Ejército Etiquetado con:Cataluña, disciplina militsr, ejército, ley, sociedad civil

Ejército y sociedad civil (15)

5 febrero, 2018 By amarias Dejar un comentario

Si estas reflexiones tuvieran un orden, la referencia a los servicios de inteligencia debería ocupar los espacios preliminares. Porque la inteligencia -la información elaborada para la toma de decisiones relacionadas con la defensa nacional- está en el núcleo de las medidas que puedan adoptarse para la gestión y solución de las crisis que afecten o puedan afectar a la seguridad nacional.

Aunque se puede edulcorar el objetivo, el trabajo fundamental de la prevención consiste en el espionaje, esto es, en crear un sistema de sensores de captación previa de posibles amenazas.

En el Manual de Inteligencia del CESID -el antecesor del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que tengo a la vista (publicado por Ediciones Tiempo en 1995) se indica que “el espionaje (…) es la principal y originaria misión de los Servicios de inteligencia “. Algo más adelante en el mismo texto (pag. 73) se precisa que “los ejércitos de la nación (…) en tiempo de paz son objetivo prioritario del espionaje”.

Las Fuerzas Armadas y la inteligencia están íntimamente cohesionadas, aunque el cambio de nombre del Servicio (antes, Centro superior de investigaciones de defensa) quiere poner de manifiesto que no se trata de un órgano militar, sino mixto. El cambio de dependencia del mismo, desde 2011 conectado directamente con la presidencia del gobierno, estaría incidiendo en ese mensaje.

Pero, aunque concebido como órgano de conexión entre los conocimientos civiles y militares de aplicación a la defensa de la seguridad del Estado, las instituciones y la ciudadanía, la forma de actuación tiene mucho que ver, sobre todo, con la estrategia militar.

(continuará)

 

Archivado en:Ejército Etiquetado con:Constitución, ejército, estado de alarma. excepción, separatismo

Ejército y sociedad civil (13)

30 enero, 2018 By amarias Dejar un comentario

Nada haría prever, hace unos años, que España se encontrara en enero de 2018 confrontada nuevamente a la actitud separatista de un gobierno catalán, aupado en una movilización popular en torno al “hecho diferencial” de la región.

La situación carece de lógica política y parece propia de un libreto trágico-cómico: cuando la circunstancia común exigiría unidad para actuar, un grupo minoritario de ciudadanos, desde la región más próspera del país, proclama su voluntad secesionista.  Desde la institución creada para la convivencia y el diálogo, asaltada la razón por quienes han prometido fidelidad a la ley, los representantes de partidos que tienen en sus programas la república y la independencia, están dispuestos a llevar hasta el límite la tensión de la cuerda que garantiza la paz. Quieren la República Independiente de Catalunya.

No tiene sentido opinar, hoy, 30 de enero de 2018, sobre la solución, pacífica o violenta, del conflicto. Este mismo día, el ex-presidente cesado por la aplicación del art. 155 de la Constitución, por grave alteración del orden institucional, y en fuga desde entonces, cuando se encuentran en prisión preventiva sin fianza algunos de los destacados dirigentes secesionistas, está propuesto por el nuevo Parlament para que presente su programa de investidura.

El pleno del Tribunal Constitucional, forzado por el Gobierno a manifestarse sobre la legalidad de ese acto de provocación y rebeldía sin precedentes, ha indicado que no puede autorizarse. La situación del fugado no admite dubitaciones legales: si cruza la frontera debe ser detenido para comparecer ante la Justicia y seguirá la suerte de sus compañeros encarcelados.

El más elemental análisis de este momento nos conduce a valorar la situación como desestabilizadora. La más grave, muy superior al intento de golpe de Estado de 1981, que España ha tenido que soportar después de la guerra incivil de 1936-39, provocada, como no sería necesario recordar, porque un grupo de militares capitaneó una rebelión civil contra el gobierno legítimo.

No interesa a los secesionistas potenciales que su actitud esté provocando la destrucción de lo poco que se ha conseguido, después de la ultima grave crisis económica padecida. Caen bajo la oportunidad presentida de aprovechar un momento singular de debilidad por parte del gobierno central y de confusión entre los partidos llamados constitucionalistas, las preocupaciones, del paro, el desequilibrio social, las tensiones migratorias, la necesidad de elaborar y coordinar un nuevo modelo educativo, asistencial, etc., y prevalece el deseo de antihistórico de segregarse del resto de España y navegar solos, siguiendo la estela de algún país de su tamaño, en el que quieren encontrar el modelo.

Como no está imperando la cordura -debo matizar, por el lado pre-secesionista-, no se puede descartar que se produzca una grave revuelta social en Cataluña. Carles Puigdemont, por mucho que se obstinen los separatistas en presentarlo como candidato, en un pulso al orden institucional gravísimo, sin camino de vigencia posible, no puede ser president de la Generalitat, y su candidatura ha de ser retirada de inmediato y todos los esfuerzos han de dirigirse a la recuperación de la tranquilidad en la sociedad catalana.

No se puede ignorar, porque sería de una ingenuidad intolerable, que la crisis generada no resulta de un enfrentamiento al Gobierno español, sino contra la Constitución y, por tanto, los partidos pro-secesionistas, con sus dirigentes empecinados en no ceder, han puesto en riesgo la estabilidad del Estado, incumpliendo las normas que son garantía para la convivencia democrática, y mintiendo insolentemente. España no es una dictadura, la Constitución vigente obtuvo en su momento un respaldo abrumador y la búsqueda de tranquilidad, construida desde la libertad y el consenso mayoritario, es la base de la convivencia.

Ojalá no se avance en la rebelión social en Cataluña, y la sensatez vuelva a escena. Pero la defensa de la Constitución no puede ser débil y, correspondiendo a la amenaza, así (y algo más) ha de ser la reacción. Si el diálogo no es posible, si la revuelta no puede deternerse con la razón, el Estado de Derecho tiene alternativas e instrumentos, incluso en su límite. Es cierto que el derecho penal es la ultima ratio, el esfuerzo máximo del Estado social para imponer, con la fuerza de la amenaza del castigo y su aplicación, la contención y la contraposición a quienes vulneren las normas…

Pero, ¿Y cuando el derecho penal no basta? ¿Qué instrumento tiene el Estado de derecho cuando una parte de la sociedad se obstina en incumplir la norma, rebelándose?

No debe tener temor el Estado de Derecho a aplicar los extremos previstos, que corresponden a la declaración, bien del Estado de alarma, o de excepción, imponiendo una limitación severa a las libertades básicas que permita la rápida vuelta a la normalidad.

Con todas las precauciones que se quieran poner para el caso, después de que hayan sido hecho las advertencias precisas, contando con la aprobación del Congreso de Diputados y a propuesta del Gobierno, con los plazos de aplicación muy concretos y las explicaciones de rigor, se deberá acudir a lo previsto en el art. 116 de la  Constitución, con seguimiento de la Ley Orgánica 4/1981 que lo desarrolla y el Reglamento 10/1982.

Una situación de rebelión encaja, también, en uno de los supuestos máximos previstos en el texto constitucional para la actuación de las Fuerzas Armadas, que, como he recordado en otro momento, deben garantizar la unidad del Estado, bajo las directrices del Gobierno legítimo y la máxima Jefatura -en este caso, entiendo que no meramente simbólica- del Monarca.

Es un protagonismo excepcional, no deseado, no querido, pero imprescindible para recuperar el orden, la paz social, el respeto estricto a lo pactado. Puede quedar, ojalá sea así, como amenaza para defender la posición del Estado de derecho, pero su firmeza tiene que dejar claro, a levantiscos y seguidores que no se trata de un juego. No puede expresar ni dejar trascender la menor debilidad. Los infantes díscolos han de saber, de una vez por todas, hasta dónde no pueden llegar.


La distinción entre un águila real y un buitre en vuelo, que para un profano puede parecer difícil, no presenta dudas. Este magnífico ejemplar de buitre leonado, visto desde abajo (como resulta lo habitual) muestra todas sus características diferenciadoras: dedos lagos (los extremos – coberteras- de las alas), mano más estrecha, cuerpo marrón ocráceo, distinguible de las coberteras marrones, pico amarillento y cabeza pequeña (en vuelo). El águila real tiene las coberteras más pálidas (grises) que el cuerpo, la cola más larga y el ala más estrecha en la base.
De todas formas, reconozco que hay que observar atentamente varios ejemplares para acabar estando seguro de la distinción.

Archivado en:Actualidad, Ejército Etiquetado con:articulo 116, Constitución, ejército, estado de alarma, fuerzas armadas, ley 41/1981

Ejército y sociedad civil (10)

18 enero, 2018 By amarias Dejar un comentario

El papel de las Fuerzas Armadas en relación con la seguridad, esto es, con la “conciencia de seguridad” (o con la “necesidad social de seguridad”), no es discutida. Parece estar en el fundamento mismo de la existencia de un cuerpo armado, cuando se acepta que los enemigos de esa seguridad -sean quienes fueren- utilizan procedimientos expeditivos para destruirla.

Sin embargo, un análisis elemental de potenciales riesgos, revela que el término seguridad es extremadamente amplio y  ambiguo. Su enorme alcance, su dinamismo y, también, el carácter subjetivo de la valoración de lo que se entiende por riesgo o peligro, ofrecen amplio campo para el debate. La cuestión debe permanecer en permanente revisión, ya que cambian los sujetos agentes, sus métodos, y las opciones de protección. Vaya, pues, por delante, que el análisis es complejo y, si no se acota el dominio de contorno de lo que se desea proteger, y se tienen en cuenta los medios, conduce a una inacabable fase previa sin medidas efectivas.

Pero, si el concepto es polisémico, ¿cómo vincular a las Fuerzas Armadas, y, en general, a todas las Fuerzas del orden, con el mantenimiento y perfección de un objeto tan plástico?

La “cultura de seguridad”, plasmada en España con directrices del Consejo Español de Seguridad y el enfoque orientador de la OTAN, ha dado lugar a la Estrategia de Seguridad Nacional. Cuenta ya con el antecedente de la diseñada en 2013 y viene más recientemente amparada con la Ley de Seguridad Nacional 36/2015, al abrigo de la cual se ha publicado, a finales de 2017, por la Presidencia del Gobierno una revisión actualizada y una mayor concreción de los objetivos.

Me propongo referirme, ya que entiendo que se encuentra en la zona difusa de la seguridad y, por tanto, del espacio de discutible actuación de las Fuerzas Armadas, la actuación contra la amenaza a la integridad territorial. La defensa de la “integridad territorial” es, como ya he tenido ocasión de recordar en un Comentario anterior, uno de los tres capítulos de acción que el art 8 de la Constitución de 1978 recoge como “misión” de las Fuerzas Armadas.

España es uno de los países europeos que ha sufrido en su territorio la lacra del terrorismo interior. En la descabellada, y cruenta, defensa de una posición independentista, con apoyo popular que nunca se podrá desentrañar en toda su magnitud, el grupo criminal ETA actuó con extrema crueldad contra la seguridad, causando casi mil asesinatos y un número indefinido, pero de gran magnitud, de víctimas físicas y sicológicas y fuertes pérdidas económicas (si bien, no quiero obviar poner de manifiesto que la situación de terror benefició indirectamente a un corralito empresarial en el que figuraron quienes se sometieron al chantaje, al verse reducida la libre competencia en el País Vasco).

Hace unos meses (julio de 2017) se cumplieron 20 años del secuestro del funcionario de prisiones Ortega Lara (felizmente liberado por la Guardia Civil después de más de 530 días de cautiverio en un zulo) y del vil asesinato del ingeniero Miguel Angel Blanco, con el que el grupo terrorista buscaba compensar maquiavélicamente el anterior éxito del Estado de derecho.

Si me permito traer a esta exposición un asunto que parece superado por la Historia democrática posterior es para poder destacar que la amenaza del terrorismo interior no está superada en España.

Desde la misma posición ideológica de las Fuerzas Armadas, el peligro de involución está felizmente arrumbado. La práctica total renovación de los mandos superiores a raíz de la implantación plena de la democracia, ha permitido la incorporación y ascenso de nuevas generaciones de militares que acatan la subordinación de lo militar a la autoridad civil como principio básico de la vida democrática. El Ejército es hoy, a raíz de algunas encuestas peculiares, incluso de trasfondo más democrático que la sociedad civil (el porcentaje de mandos confesos de “extrema derecha” no llega al 0,1%%, inferior al sector que suscribe esa ideología en la población general, que parece alcanza el 1%).

Somos muchos en este país de ciudadanos mayoritariamente envejecidos los que hemos vivido y padecido el intento de golpe de Estado que visualizó el coronel Tejero en febrero de 1981, y que puso de manifiesto el divorcio que existía entonces entre parte de las Fuerzas Armadas y la sociedad. A principios de los años 70 del pasado siglo, la mayor parte del conjunto de jefes y oficiales del Ejército (la mayoría de los cuadros de comandante para arriba habían participado en la guerra incivil) desconfiaban de la apertura liberal a la que apuntaban los tecnócratas del gobierno tardofranquista, alimentando la obsesión por el “enemigo interior”.

(continuará)


La silueta inconfundible de un alimoche (neophron percnopterus), con su cola cuneiforme, surca, con suaves aleteos, el cielo estival de Castilla. Como ave carroñera, otea desechos y, en especial, vertederos y acumulaciones de basura. No necesita asustar a ningún pajarillo, lanzando amenazadores chillidos que asustan a los inquietos y les hacen moverse de sus cobijos, exponiéndose a la voracidad de las rapaces, por lo que es, mayormente, silencioso.

El alimoche que fotografié aquél día de verano, es un adulto, como lo muestra el contraste entre las plumas de vuelo negras (las rémiges) y el resto.

 

 

 

Archivado en:Actualidad, Ejército Etiquetado con:asesinatos, ejército, estrategia, ETA, golpe de estado, interior, ley de seguridad nacional, sociedad, terrorismo

Ejército y sociedad civil (9)

14 enero, 2018 By amarias Dejar un comentario

La relación de Estados independientes que han renunciado a tener Fuerzas Armadas propias, pone de manifiesto la falacia del pacifismo como parte de la Teoría del Estado. La mayoría son islas o territorios interiores de reducida dimensión, y los de mayor dimensión, como Islandia o Costa Rica son miembros de Organizaciones de Defensa (OTAN y TIAR, respectivamente). Suiza, presentado habitualmente como paradigma de Estado sin Ejército, es el país europeo con mayor número de armas por cada 100 habitantes, además de poder considerarse bien arropado por las Fuerzas Armadas de los Estados limítrofes, en caso de una hipotética invasión del territorio europeo.

No parece, sin embargo, que las razones que subsisten como base conceptual para mantener un Ejército sean coincidentes en todos los Estados con Fuerzas Armadas. Se apela, en general, a ideas atractivas, pero difusas, como la defensa de la identidad nacional, de la independencia del Estado, del territorio histórico o a principios democráticos o éticos.  Desde luego, la protección de personas y bienes frente al potencial enemigo invasor está en el núcleo, no necesariamente expreso, del mantenimiento de Fuerzas Armadas. La complejidad y perfección continua de los instrumentos bélicos ha venido históricamente a favorecer la firma de acuerdos de actuación recíproca, formando bloques, que la realidad ha venido a demostrar que no siempre constituyen alianzas permanentes, ni en tiempo de paz ni de conflicto.

La tecnología militar es parte esencial de la fuerza defensiva (y, para los Estados con ánimo beligerante, del potencial ofensivo) y, como en todo proceso creativo basado en la experimentación, la investigación es crucial. Ya he puesto de manifiesto la importancia de desarrollar tecnologías de doble uso (civil y militar). No pocos ejemplos vienen a demostrar que los conflictos bélicos han impulsado avances científicos y que la perspectiva de su empleo militar o como demostración disuasoria -con la dedicación de fondos económicos y personal a líneas de investigación concretas- ha acelerado la puesta en servicio de armamento y material con potencialidad destructiva.

En este contexto pragmático, la formación universitaria reglada y la militar deberían tener puntos de unión a varios niveles. En la Unión Europea el Espacio Europeo de Educación Superior, al que deben adaptarse las enseñanzas de las Fuerzas Armadas, ha traído como consecuencia modificaciones importantes. En mi opinión, equivocadas.

Como es conocido, se ha pretendido regular los títulos y formación, compatibilizándolo con los llamados títulos propios, que las Universidades -en particular, en España, como consecuencia del desbarajuste autonómico- se habían aplicado en crear, en una variedad insostenible, que ha traído como resultado la pérdida de calidad de la formación, en general. En la Ley de la carrera militar, siguiendo el marco de Bolonia, se concretaron tres niveles de enseñanza: formación, perfeccionamiento y altos estudios militares. Los dos últimos niveles corresponden a las enseñanzas de postgrado (máster y doctorado), siendo el primero el correspondiente a lo que se denomina ahora el grado. El Real Decreto 339/2015 ha venido a ordenar (pretendidamente) los altos estudios militares, incidiendo en la complejidad y dispersión de los cursos y títulos que se impartían, en colaboración muchos de ellos con las instituciones civiles universitarias.

No tengo espacio suficiente, ni lo pretendo, para analizar en detalle las consecuencias de esta reglamentación. En la enseñanza universitaria, la situación generada por la errónea aplicación de los acuerdos de Bolonia está trayendo como lamentable consecuencia la confusión, especialmente en las ingenierías, entre las capacidades de los egresados con título de grado o de master (equivalente, en principio, a los antiguos términos de ingeniero técnico o ingeniero superior), a lo que se añade la confusión entre lo que son títulos habilitantes o no (los primeros capacitan para ejercer la plena competencia de una especialidad), que suponen competencia parcial entre los títulos de grado o los de master (Valga como ejemplo, que los titulados de grado de la especialidad de explotación de minas, con solo 3 o 4 años de formación, pueden ejercer sin limitaciones, la competencia en ese área, con independencia de la intensidad de formación que se supone, o debería suponer, a la formación superior) .

Para favorecer la movilidad entre la sociedad civil y la militar, y concentrar competencias en los órganos centrales del Ministerio de Defensa en la enseñanza militar, se implantó la idea de la doble titulación, combinando con el propio, un título civil. Entre otras decisiones de menor calado, se eligieron los grados de ingeniería de Organización Industrial para ser cursado por los futuros oficiales del Ejército de Tierra y el Ejército del Aire y el de Ingeniería Mecánica para la Armada.

Coincido con muchos analistas en reconocer que se trata de un error. No un grave error, pero sí un error de visión de futuro. Si lo que se pretendía con esa doble titulación favorecer el empleo de los oficiales que hubieran dejado el Ejército en las empresas civiles, la especialidad en Organización Industrial no es la adecuada como formación complementaria. La empresa valora, más que la formación básica, la experiencia, en personas que ya no tienen la edad juvenil. Y la enseñanza universitaria común en organización industrial no tiene demasiada aplicación en el específico escenario de la organización militar. En el caso de la ingeniería mecánica para los oficiales de la Armada, la obtención de este grado, con gran aceptación por los jóvenes que siguen solo la trayectoria civil, no facilita demasiado el empleo posterior a los alféreces y tenientes de navío.

La línea iniciada es, con todo, la adecuada, en mi opinión. Tiene, como se recordará, un precedente inverso en la llamada Escala de Complemento, que facilitó, en los años en los que la enseñanza militar era obligatoria, la integración a los Ejércitos de los oficiales -y en su caso, sargentos- que habían finalizado su instrucción denominada “premilitar” (IPS, instrucción premilitar superior; IMEC, instrucción militar de la escala de complemento). No quiero empañar este análisis con referencias a casos concretos.

Entiendo que se debería profundizar y desarrollar muchas más líneas de enlace. En el campo del derecho o de la economía, pongo por caso -especialmente, en el primero de ellos- la integración de objetivos debería provocar una revisión de la manera de ejercer la jurisdicción militar en temas jurídicos, revisando las leyes y reglamentos propios y su aplicación. En el campo de la economía, la doble titulación -que, por cierto, algunos militares ya tienen hoy, conseguida por su cuenta- aportaría mayor solvencia interna a cuestiones financieras y contables planteadas desde la Defensa.

 

—

Vayan hoy, acompañando mi Comentario, dos fotografías de aves. Una, de u n sílvido, un pollo de curruca capirotada (Sylvia atricapilla), luego de aliviarse del calor estival en un balde de agua, aún con las plumas mojadas por el chapuzón; otra, de un fringílido, un lúgano, (carduelis spinus) luciendo sus colores seductores -se trata de un macho- al tiempo que buscando semillas en el terruño bastante agostado.

Archivado en:Actualidad, Ejército Etiquetado con:armada, Bolonia, ejército, enseñanza, fuerzas armadas, ingeniero mecánico, Ley de Enseñanza militar, oficial, organización industrial

Ejército y sociedad civil (8)

10 enero, 2018 By amarias Dejar un comentario

Aunque las cifras sobre efectivos permanentes de las Fuerzas Armadas están sometidas a -¿un lógico?- oscurantismo, y las dudas sobre la fiabilidad de las mismas afectan incluso a las disponibles para España, los datos disponibles permiten indicar que nuestro país se encuentra en una modesta posición -entre el puesto 27 y el 3o-.

Teniendo en cuenta que, en relación con el PIB (ya sea nominal como real), España ocupa el lugar 14 -también, en este caso, con las reservas que quieran expresarse sobre la forma de realizar el cómputo de una magnitud extremadamente compleja-, la disparidad de posiciones evidencia que tenemos un Ejército relativamente reducido en personal.

Esta relativa cortedad de efectivos contrasta con el número de misiones en el extranjero. La ministra de Defensa, María Dolores Cospedal, en su visita a los destacamentos en Libia a principios de 2018, expresó que España mantiene 16 misiones activas fuera de nuestro territorio, en países de Africa, Oriente Medio y Europa. En la web del Ministerio se expresan (acompañándolo de un expresivo gráfico), 20 misiones para un total de 2.500 efectivos, si bien se detecta que una parte sustancial corresponden a destacamentos mínimos, de 1 a 10 personas.

La presencia en el exterior de las Fuerzas Armadas debería corresponder a la valoración acerca de las amenazas potenciales del exterior. Teniendo en cuenta el incremento de efectivos anunciado por la ministra para 2018 (pendiente de aprobación por el Parlamento) , las fuerzas desplazadas subirán a 2.750 personas.

La distribución aproximada correspondería fundamentalmente, a este esquema: 650 militares en Líbano (en Marjayoun, para observatorio de la zona de Líbano-Israel-Palestina), 480 destacados en Irak (en Besmayah, para formación del ejército de ese país), 331 en Letonia (como observadores en la zona) , 265 en la Operación Atalanta, para vigilancia del Indico, 292 en Mali (con apoyo aéreo a las fuerzas francesas en Dakar y adiestramiento de las fuerzas locales), 245 de la Armada como observación en el Mediterráneo, 95 en Afganistán (observación y formación), 42  en Mauritania, Cabo Verde y Senegal (sobre todo, en el primero de estos países, como observación y formación militar).

La práctica totalidad de estos destacamentos corresponde a acuerdos de presencia y actuación coordinados por los acuerdos internacionales, principalmente,  la OTAN y la Unión Europea.

Se ha enfatizado desde el Ejecutivo la superior disponibilidad de España para enviar militares a zonas de conflicto y, sin querer entrar en polémica, pero sí aventurar una interpretación, esa situación podría significar que nuestro país prefiere aportar efectivos humanos antes que aumentar la cuota económica de su participación en las operaciones. Dejando, además, a salvo, el juicio objetivo respecto a lo que significa destacar (en número) modestas fuerzas armadas en países o zonas de guerra o amenaza que, en casos evidentes, no están directamente implicados con posibles intereses para nuestro país, a diferencia, como ejemplo paradigmático, de la defensa de los pesqueros que faenan en el Indico, defendidos por Atalanta, o la presencia en los países del Sahel, frontera clara de contención a la migración -salvado el escollo permeable, y con intereses propios, de Marruecos- hacia la puerta de la Unión Europea que es, para ellos, España.

No se encuentra en estas cifras de operaciones militares en el extranjero la referencia a la importante cooperación de formación con el Ejército de Marruecos. Parece que responde a que se descarta cualquier intervención bélica con este país vecino y amigo, en relación con Ceuta y Melilla, y tampoco respecto a la persistente irregularidad que supone la ocupación del Sáhara Occidental, antiguas regiones españolas que los niños del tardofranquismo estudiábamos como parte de España, abandonadas a su suerte, hace décadas, por la metrópoli.

La presencia militar en países con graves problemas de desarrollo y carencia de estructuras democráticas ha de entenderse, además, vinculada con la aportación económica y de formación no militar, que ayude a la población a encontrar una salida propia a su atraso. La práctica ausencia de una estrategia coordinada entre la estructura gubernamental y la empresarial resulta de lamentar. Quienes hemos trabajado en relación con estos países sabemos de las dificultades técnicas, de cobro de contratos y de competente colaboración local, además de la tremenda lacra de la corrupción institucional, que implica la realización de cualquier tipo de infraestructuras básicas (carreteras, sistemas hidráulicos, tratamiento de residuos, abastecimiento y alcantarillado, redes eléctricas, etc.).

(continuará)


Una hembra de herrerillo común (cyanistes caeruleus), vigilante desde el borde del riachuelo adonde se acercó para saciar su sed. Las hembras de herrerillo, una ave seductora muy frecuente en nuestros jardines y parques, se distinguen apenas por su boina azul algo más clara que la de los machos, pues, por lo demás, los dos sexos son similares. Son pájaros, además, confiados, y es posible disfrutarlos muy próximos al observador, despreocupados en su búsqueda constante de insectos y larvas por las ramitas de los árboles, acercándose incluso a los comederos en la estación invernal.

Archivado en:Actualidad, Ejército Etiquetado con:Atalanta, Cospedal, efectivos, ejército, extranjero, fuerzas armadas, herrerillo común, operaciones internacionales, OTAN, Sahel

Ejército y sociedad civil (7)

7 enero, 2018 By amarias Dejar un comentario

Aunque no pretendo alarmar (a quien no lo esté ya), enuncio una verdad irrefutable: la sociedad está en guerra. No es una buena noticia, pero tampoco es una novedad: siempre lo ha estado. Ni siquiera es preciso descartar que no me estoy refiriendo al área económica, a las pugnas por alcanzar la supremacía en un sector productivo, o a las batallas entre rivales de cualquier actividad por obtener prestigio, fama, oropeles o dinero.

Me refiero a que la sociedad está inmersa en una guerra de destrucción, con víctimas reales -muertos, lisiados, desaparecidos, desplazados- y pérdidas irreparables de edificios, bienes, bienestar y riqueza. La guerra se puede considerar como consustancial a la naturaleza humana, y surge sin descanso como manifestación de un instinto aún indescifrado, polifacético. Hay guerras que tienen que ver con la supervivencia de una etnia, o surgen como forma final de rebelión de deprimidos o sojuzgados frente al poder tiránico, o como resultado del intento de apoderarse por la fuerza de las posesiones de otro que se resiste al expolio.

Pero detrás del inicio de cada guerra habrá siempre una justificación diferente, que a menudo resultará ininteligible para los que la juzguen desde la distancia o la paz. ¿Seguir los designios de un dios, con o sin mayúsculas? ¿Pretender instaurar una democracia eliminando a un tirano? ¿Exterminar a los propietarios de unas tierras bajo la ambición de la conquista? Ante el atacante, el defensor de la posición amenazada no tiene que alegar nada, más que su voluntad de que las cosas sigan igual que estaban. Rebus sic stantibus.

En un estupendo y documentado repaso a las circunstancias y actitudes previas a la guerra de factura más elegante -entre naciones civilizadas avanzadas- de las dos guerras mundiales que la Humanidad ha soportado hasta ahora, “Sonámbulos (Cómo Europa fue a la guerra en 1914)”, Christopher Clark advierte ya en la Introducción que “su misterio” (el de por qué los Estados se enzarzaron en esa guerra de apariencia evitable) “se encuentra en todas partes, en los sucesos oscuros y retorcidos que hicieron posible semejante carnicería”.

El lector libre de prejuicios no encontrará dificultad en detectar misterios de insondable naturaleza en la guerra de Irak (Operación Libertad Iraquí, para Estados Unidos), cuya justificación, para la mini-coalición liderada por el presidente norteamericano G. Bush y secundada por los responsables de los gobiernos británico y español (T. Blair y J.M. Aznar) fue que el régimen de Saddam Husein estaba desarrollando armas de destrucción masiva (ADM), violando el Convenio de 1991.

Resultó falso. Aunque Husein fue apresado casi de inmediato (y ejecutado en diciembre de 2006), la guerra duró ocho años (desde marzo de 2003 a diciembre de 2011). No fue ni siquiera una guerra que terminara con la paz, sino que se continuó con la guerra civil entre sunitas y chiítas, las ocupaciones de Al-Qaeda en parte del territorio, …se desparramó la conflictividad sobre Siria, Irán y otros Estados vecinos y, además de costar varios billones de dólares, sirve desgraciadamente de eventual preparación para un conflicto de mayor envergadura.

¿Sería el conflicto sobre las fuentes energéticas, representado, por ejemplo, caricaturescamente como enfrentamiento entre Irán e Irak, la mecha precisa para que superiores intereses concreten la tercera guerra mundial o habrá que introducir a Israel en el cóctel explosivo? ¿Vendrá como consecuencia de la escalada en los ánimos pendencieros de los líderes de Corea del Norte y Estados Unidos, deseosos según parece de probar su potencia nuclear? ¿Resultará de la disputa por el llamado Mar de China o, tal vez, por los recursos por explorar de las zonas árticas? ¿Se asumirá como natural el ascenso aparentemente imparable de China para constituirse en el dominador de los mercados del mundo, incluidos los recursos de Africa? ¿Será la consecuencia de la resistencia no negociada para contener el ansia de Putin por reconstruir una nueva URSS?

No faltan razones para vislumbrar la escalada en conflictos que ya se encuentran enunciados. Y no hace falta advertir sobre las tensiones que provocará la mayor presencia de las consecuencias del cambio climático, el aumento de la sequía, de la hambruna o de epidemias, y la presión de los movimientos demográficos derivados de guerras locales, persecuciones tribales, causas naturales, etc.

Si me detengo en poner de manifiesto cuestiones bien conocidas, es únicamente para volver a una cuestión que figura ya como punto de partida de esta miniserie de artículos sobre Ejército y Sociedad civil, que he venido particularizando hacia España. De la relación de posibles amenazas detectadas a nuestro Estado de Derecho, son tres las que merecerían atención especial: el terrorismo de base islamista, la escalada de tensión migratoria sobre nuestras fronteras (las europeas) derivada de la hambruna, falta de perspectivas, guerras tribales y penuria general del Africa subsahariana y las posiciones separatistas no constitucionales.

Si pretendemos analizar las opciones defensivas a cada una de ellas desde la perspectiva de actuación de las Fuerzas Armadas, nos encontraremos con la necesidad de vincular cualquier medida militar con profundas y muy delicadas decisiones tomadas desde la sociedad civil.

Los terroristas con potencialidad de actuación en el territorio español son protagonistas de lo que se ha convenido en llamar “situaciones de cisne negro”, esto es, sucesos de imposible previsión, pues provienen de individuos adoctrinados por múltiples vías, lobos solitarios, fanáticos o enajenados sin criterio, dispuestos a inmolarse incluso y, en lo que importa para adoptar una posición defensiva, capaces de utilizar cualquier medio con el que hacer daño indiscriminado. El objetivo enarbolado por el mal llamado Estado Islámico es por supuesto, imposible -no tendrá jamás viabilidad-, pero hay que contemplar la posición de defensa desde la cobertura de protegerse contra la sensación de terror que pretenden provocar los terroristas en la sociedad.

Poco puede hacer el Ejército en esos casos, y sí, en cambio, la actitud preventiva, vigilante, activa, de la población civil y, desde luego, la concienzuda investigación y seguimiento de la policía y medios de seguridad sobre los focos de adoctrinamiento,  allí donde crezca la segregación racial, la marginación, la incultura y el odio o desprecio al diferente.

Llamo la atención sobre las dificultades del Estado para detectar la evolución de los métodos del terrorista y aplicar efectivos métodos de defensa. En un libro cuya lectura resulta hoy extremadamente ilustrativa y curiosa, “A mano armada (Historia del terrorismo) de Bruce Hoffman, escrito en 1998, se afirma que “el éxito del terrorista depende de su capacidad para mantenerse por delante (…) de la tecnología antiterrorista”. Las estructuras mentales reales o imaginadas de los componentes de los grupos terroristas dirigidos a actuaciones independentistas (teóricamente, al menos), como el IRA y ETA, ocupan parte del análisis.

El enfoque novedoso del autor, (en un momento, me es preciso enfatizar, en que se estaba lejos de imaginar atentados como el que ocurriría en 2001 como el de las Twin Towers), sin embargo, se dirigía contra el “terrorismo de Estado”, y ponía de manifiesto la ineficacia de las medidas que se habían adoptado contra los países que entonces se tenía detectados como instigadores de estas actuaciones: Cuba, Irán, Irak, Libia, Corea del Norte, Sudán y Siria. Proponía, en consecuencia, una revisión sustancial de método y procedimientos. Cualquier lector con la perspectiva de los acontecimientos posteriores a la publicación del libro puede confirmar que, dos décadas después, la conclusión sigue estando vigente.

Si enfocamos la vista hacia los Estados desestructurados, en donde la corrupción, la tiranía y el expolio interno parecen primar, las actuaciones de las Fuerzas Armadas se tiñen de delicados presagios, que exigen un análisis más detallado, que abordaré a continuación.

(continuará)


Un mirlo común, camuflado entre las ramas de un tejo, devora algunos de sus frutos preferidos. Como ya comenté en otra ocasión, los niños comíamos la pulpa de esos frutos, de sabor dulce, inconscientes del alto poder como veneno de todas las demás partes del árbol.

Archivado en:Actualidad, Economía, Ejército Etiquetado con:China, ejército, Europa, guerra, guerra mundial, sociedad, tejo

Ejército y sociedad civil (6)

1 enero, 2018 By amarias Dejar un comentario

La Constitución española, aún vigente, dedica a las Fuerzas Armadas el ya citado artículo 8, delimitando el alcance básico de sus cometidos.

No se han presentado desde 1978, muchas ocasiones en las que la regulación constitucional (ya que no las leyes orgánicas que se han derivado de ella) sea el punto de referencia final para justificar determinadas actuaciones de los Ejércitos o para preguntarse el porqué de las omisiones o incumplimientos de ese ordenamiento superior.

Dentro del esquema que he pretendido para este conjunto de artículos sobre “Ejército y sociedad civil”, no quiero omitir algún comentario sobre la deriva separatista vivida desde las instituciones catalanas en 2017. La respuesta a la declaración secesionista del gobierno legítimo de la comunidad autónoma catalana, pero ilegitimado por faltar a su promesa de fidelidad constitucional, hubiera tenido acogida, no ya en la ponderada aplicación del art 155, sino que, apelando a la concreta dicción del apartado primero del art. 8, hubiera podido justificar la actuación de las Fuerzas Armadas.

No se hizo así, aunque la misión encomendada constitucionalmente a ese colectivo armado tiene una triple derivada: 1) garantizar la soberanía e independencia de España; 2) defender su integridad territorial y 3) (defender) el ordenamiento constitucional.

No precisa prolijas explicaciones para entender cuál es el método que la Constitución prevé para la plasmación práctica de esas severas funciones  de las Fuerzas Armadas, concebidas como “ultima ratio” para forzar la aplicación de la Norma,  ante cualquier intento de secesión o vulneración del “ordenamiento”: no sería, evidentemente, encomendarles la negociación política, que sería función de los partidos políticos y del Gobierno, y que, si se llegara a ese punto, se entenderían han fracasado.

Se trata del ejercicio de la fuerza que trae consigo la tenencia y autorización para el uso de las armas. A modo de cláusula de cierre imprescindible, y siguiendo la dicción de otras Constituciones de las que la nuestra toma su ejemplo, es al jefe del Estado  a quien se encomienda (art. 62, apartado h de la Constitución, “el mando supremo de las Fuerzas Armadas”. Tiene toda la lógica constitucional, el admitir que, ante la grave amenaza para la estabilidad y esencia del Estado, debe ser quien encarna su máxima representación (con los refrendos que para el caso crea imprescindibles), quien detenta la jefatura del mismo, -en España, Su Majestad el Rey-, dl que ejerza la autoridad que exige el caso, con todas las consecuencias.

Me parece que la decisión que se adoptó (la vía del art 155 y la convocatoria de elecciones autonómicas) ha sido la más prudente y adecuada a la sensibilidad social del momento. No ha solucionado el “problema catalán”, pero no lo ha complicado, puesto que ha dejado claro que las actuaciones anticonstitucionales no son admisibles por el orden jurídico. Que parte de la sociedad catalana ´la mitad de los votantes- estime que la separación del resto de España es un derecho que le asiste, y que se exprese con gran violencia verbal y presión ante las instituciones del Estado, es -utilizo un adjetivo prudente- preocupante.

He puesto de manifiesto la fórmula constitucional que regula las actuaciones de las Fuerzas Armadas españolas, contraponiéndola a una concreta, y real, situación, para referirme a la deriva que se ha producido en este país, como en otras democracias avanzadas, en cuanto al papel del Ejército frente a las diversas fuerzas de seguridad (policía nacional, autonómica y local, empleados de compañías creadas para protección de bienes y personas, etc.). Existe una tendencia consolidada a configurar y concentrar la protección civil, la defensa de la seguridad interior, a la policía y a otros cuerpos y fórmulas -armadas o no, relegando al Ejército a actuaciones exteriores.

Esta deriva exige una revisión sustancial. Por ello, la forma de ejercicio de  y activación de puntos de encuentro entre el Ejército y la sociedad civil es no solo necesaria, sino que debe verse como la consecuencia lógica de un reconocimiento: no existe Ejército ni estructura de Defensa independiente de la sociedad civil. Esta afirmación puede aparecer a algunos como exótica, pues la tradición ha venido a consolidar una forzada separación entre lo que no es sino uno de los cometidos profesionales de las sociedades humanas, que, como todas, ha ido modificándose y perfeccionándose con el tiempo. A nadie se le ocurriría hablar de “ingeniería y sociedad civil” o “derecho y sociedad civil”.

Las consecuencias de esa visión integradora han de ser múltiples. Por una parte, recuperar o implementar la “visión natural” de las cuestiones de la Defensa por parte de la ciudadanía ayudará a la mejor comprensión de la carrera militar, que ha venido siendo entendida como vocacional y en la que, esencialmente en los puestos más altos de la escala de mando, ha sido y es habitual encontrar sagas familiares.

No hay que ver en esa devoción formal hacia la hipotética “vocación” algo peculiar de los Ejércitos, ya que afecta a todas las profesiones de prestigio, ya sean notarios, jueces, ingenieros, médicos, etc…La traslación de poder de padres a hijos, entrelazando generación tras generación niveles de influencia y poder no es sino un déficit de todas las democracias.

El sentimiento de solidaridad con el Estado, la recuperación afectiva del concepto de Patria es imprescindible. No es un concepto ñoño, trasnochado ni infeliz, en mi opinión. Está en la base de la comprensión del fenómeno social, de la capacidad de actuación como conjunto sólido y coherente de una población para hacer valer su derecho a prosperar bajo sus propias convicciones, enmarcadas en un espacio más amplio, pero sin perder su identidad.

Este principio emocional no lo hago coincidir con la vocación de defensa de la Patria ni de cualesquiera ideales éticos o deontológicos, y, por ello, no me puedo imaginar que, a priori, existan miles de seres humanos que lleven su cariño hacia los principios más nobles de la naturaleza, exacerbando su voluntad de sacrificio hasta morir por ellos en beneficio de sus semejantes. La cualidad de héroe surge ante circunstancias concretas, excepcionales; cierto que solo unos pocos -o nadie- se comportan en esos casos con esa capacidad de desprendimiento o enajenación del yo, pero no me parece que el futuro héroe tenga consciencia previa de su posibilidad de llegar a serlo.

El Ejército no se forma con esforzados que desean hacer carrera para, llegado el caso, morir por una noble causa. Los militares han de ser profesionales que han elegido ser militares por móviles similares a los que a otros han llevado a aceptar y especializarse en otro trabajo. Estamos lejos de las batallas en que era precisa la lucha cuerpo a cuerpo, y el ardor combativo descansaba en confusos mecanismos en los que se mezclaban seguramente perspectivas de botín, alcohol, drogas, y arengas incendiarias.

Aquellos  “nobles ideales” que guiaron los Ejércitos y los objetivos del pasado se han despersonalizado. El enemigo se ha vuelto difuso, impreciso. Los objetivos de defensa son compartidos extraestatalmente, según sean las amenazas identificadas, y no siempre por los mismos compañeros de viaje. Para los países intermedios, como España, la situación de dependencia en relación con la amenaza -real o forzada- de un conflicto entre las grandes potencias, complica aún más la adopción de decisiones respecto a la formación y dotación de los propios Ejércitos.

Lo óptimo sería, desde luego, que no existiera el conflicto. Si se presenta, lo deseable es que el campo de batalla esté lo más lejos posible. Y si se hace imprescindible enviar efectivos propios, lo fundamental, tanto como conseguir la victoria, es alcanzar el objetivo de retornar con “bajas cero”.

(continuará)


Si bien la fotografía no permite la clara identificación, se trata de una hembra de papamoscas cerrojillo (ficedula hypoleuca). En Madrid, donde fue tomada la instantánea -y en el jardín de mi casa- tiene una pareja de estas nerviosas aves su área de cría regular, desapareciendo en el invierno.

 

Archivado en:Actualidad, Ejército Etiquetado con:Cataluña, Constitución, defensa, ejército, fuerzas armadas, rey

  • 1
  • 2
  • 3
  • Página siguiente »

Entradas recientes

  • Nací con vocación de emigrante (Poema)
  • Del Diario de un Hombre Educado (Poemas)
  • Salvados por la UME
  • Frail democracies (Débiles democracias)
  • Elogio y servidumbre del centro
  • No hay mejor momento (Poema)
  • Son todos muy jóvenes (Poema)
  • Entendiendo mejor el Cáncer de vejiga
  • Un soneto tempranero
  • Si no me conocéis, este es mi nombre (Poema)
  • Falsa alocución de Navidad de Felipe VI en 2020
  • ¿Qué fue del grafeno?
  • Para empezar, aconsejo un caldo calentito (Poema burlesco)
  • Escribiría un poema de amor esta noche (Poemas)
  • Infantilismo, pasotismo y Alzheimer en la política española

Categorías

  • Actualidad
  • Administraciones públcias
  • Administraciones públicas
  • Ambiente
  • Arte
  • Asturias
  • Aves
  • Cartas filípicas
  • Cataluña
  • China
  • Cuentos y otras creaciones literarias
  • Cultura
  • Defensa
  • Deporte
  • Derecho
  • Dibujos y pinturas
  • Diccionario desvergonzado
  • Economía
  • Educación
  • Ejército
  • Empleo
  • Empresa
  • Energía
  • España
  • Europa
  • Filosofía
  • Fisica
  • Geología
  • Industria
  • Ingeniería
  • Internacional
  • Investigación
  • Linkweak
  • Literatura
  • Medicina
  • mineria
  • Mujer
  • Personal
  • Poesía
  • Política
  • Religión
  • Restauración
  • Sanidad
  • Seguridad
  • Sin categoría
  • Sindicatos
  • Sociedad
  • Tecnologías
  • Transporte
  • Turismo
  • Uncategorized
  • Universidad
  • Urbanismo
  • Venezuela

Archivos

  • enero 2021 (5)
  • diciembre 2020 (17)
  • noviembre 2020 (9)
  • octubre 2020 (5)
  • septiembre 2020 (5)
  • agosto 2020 (6)
  • julio 2020 (8)
  • junio 2020 (15)
  • mayo 2020 (26)
  • abril 2020 (35)
  • marzo 2020 (31)
  • febrero 2020 (9)
  • enero 2020 (3)
  • diciembre 2019 (11)
  • noviembre 2019 (8)
  • octubre 2019 (7)
  • septiembre 2019 (8)
  • agosto 2019 (4)
  • julio 2019 (9)
  • junio 2019 (6)
  • mayo 2019 (9)
  • abril 2019 (8)
  • marzo 2019 (11)
  • febrero 2019 (8)
  • enero 2019 (7)
  • diciembre 2018 (8)
  • noviembre 2018 (6)
  • octubre 2018 (5)
  • septiembre 2018 (2)
  • agosto 2018 (3)
  • julio 2018 (5)
  • junio 2018 (9)
  • mayo 2018 (4)
  • abril 2018 (2)
  • marzo 2018 (8)
  • febrero 2018 (5)
  • enero 2018 (10)
  • diciembre 2017 (14)
  • noviembre 2017 (4)
  • octubre 2017 (12)
  • septiembre 2017 (10)
  • agosto 2017 (5)
  • julio 2017 (7)
  • junio 2017 (8)
  • mayo 2017 (11)
  • abril 2017 (3)
  • marzo 2017 (12)
  • febrero 2017 (13)
  • enero 2017 (12)
  • diciembre 2016 (14)
  • noviembre 2016 (8)
  • octubre 2016 (11)
  • septiembre 2016 (3)
  • agosto 2016 (5)
  • julio 2016 (5)
  • junio 2016 (10)
  • mayo 2016 (7)
  • abril 2016 (13)
  • marzo 2016 (25)
  • febrero 2016 (13)
  • enero 2016 (12)
  • diciembre 2015 (15)
  • noviembre 2015 (5)
  • octubre 2015 (5)
  • septiembre 2015 (12)
  • agosto 2015 (1)
  • julio 2015 (6)
  • junio 2015 (9)
  • mayo 2015 (16)
  • abril 2015 (14)
  • marzo 2015 (16)
  • febrero 2015 (10)
  • enero 2015 (16)
  • diciembre 2014 (24)
  • noviembre 2014 (6)
  • octubre 2014 (14)
  • septiembre 2014 (15)
  • agosto 2014 (7)
  • julio 2014 (28)
  • junio 2014 (23)
  • mayo 2014 (27)
  • abril 2014 (28)
  • marzo 2014 (21)
  • febrero 2014 (20)
  • enero 2014 (22)
  • diciembre 2013 (20)
  • noviembre 2013 (24)
  • octubre 2013 (29)
  • septiembre 2013 (28)
  • agosto 2013 (3)
  • julio 2013 (36)
  • junio 2013 (35)
  • mayo 2013 (28)
  • abril 2013 (32)
  • marzo 2013 (30)
  • febrero 2013 (28)
  • enero 2013 (35)
  • diciembre 2012 (3)
enero 2021
L M X J V S D
 123
45678910
11121314151617
18192021222324
25262728293031
« Dic