Los integrantes del Equipo de Trabajo debemos reconocer que el análisis de la situación mundial desde la perspectiva, obligada por la personalidad del Grupo de Solicitantes del Informe, de aquellos que están dirigiendo sus actuaciones con base en la economía centralizada ha sido muy sugerente.
En el fondo, la cuestión que hemos tratado de resolver, como científicos y estudiosos educados en las Universidades con orientación liberal, colocándonos hipotéticamente en la piel de las fuerzas oscuras que pretenden, desde la negación del capitalismo, el mismo objetivo de la completa dominación mundial, sirvió para poner de manifiesto las amplias similitudes entre ambos bloques ideológicos.
En ambos sistemas, los poderes visibles son simples instrumentos con un doble propósito: ocultación de la identidad de los poderes reales, a los que suplen como sus mandatarios, y el servir de ejecutores, no pocas veces de forma inocente o inconsciente, de sus órdenes. La forma sutil en que se realiza esta suplantación de identidades es, sin lugar a dudas, una genialidad experimentada a lo largo de los siglos y convertida en una mecánica de acción irrefutable.
La selección de quienes han de ostentar las posiciones de liderazgo en regímenes neocapitalistas como estatalistas es similar: oscura, despiadada, grupal. En cualquiera de los llamadas instituciones, sean organizaciones corporativas, grandes empresas, partidos políticos, estamentos funcionariales, incluso (o, sobre todo) entre los encargados de funciones judiciales, y todos ellos independientemente de su signo u orientación confesos, se abortan las iniciativas democráticas o de apertura tan pronto como se detectan: el objetivo irrenunciable es la reproducción de los mismos esquemas, consolidados en la costumbre, el falso mérito, la primacía concedida a la defensa del estatus grupal o familiar, la repetición, en fin, alegando que es lo que mejor funciona, de lo que se ha convertido en forzada tradición, y de todo lo cual son baluartes inexpugnables los que ya están allí, en la cima, especializados en arrojar su aceite hirviendo sobre los candidatos que no sean de su agrado y no hayan confesado fidelidad sin tapujos..
A esta postura autoregenerativa del inmovilismo se une, como instrumento de refuerzo, el miedo de la masa al cambio. Se aprovecha el inmenso pavor a lo desconocido que posee la especie humana, por naturaleza timorata y, como colectivo, nada arriesgada. La experiencia colectiva, incrustada como instinto en los genes individuales, es indicativa de que quienes se arriesgan, separándose del grupo, diferenciándose, son devorados. La propia masa es, no pocas veces, la ejecutora del castigo del que se diferencia, sometiéndolo a un implacable linchamiento.
La combinación interesada e inteligente -en el sentido de enfocada correctamente al objetivo- de las ambiciones y de las debilidades de la especie humana, ha permitido a las verdaderas fuerzas superiores experimentar desde estas dos posiciones aparentemente contrapuestas -capitalismo liberal y economía estatalizada-, en una modalidad cósmica de juego solitario o de partida de ajedrez en la que el mismo jugador mueva las fichas tanto de las blancas como de las negras.
Por eso, en estos momentos en que el juego está llegando a su fin -al menos, para la especie humana- los entrelazamientos de ambos sistemas hacen, a veces, muy difícil distinguir qué ideologías o qué propósitos son utilizados por cada uno en determinados contextos. No nos dejamos engañar, sin embargo, los componentes de este Equipo de Trabajo, que estamos convencidos de que las eventuales concomitancias entre los dos sistemas son solo manifestaciones de su sentido utilitario. Como el objetivo del jugador único es ganar como sea, no tiene problemas en retirar una ficha del tablero, recuperar otra ya eliminada o, incluso, repetir algunas de las jugadas para contemplarlas desde otra perspectiva.
Solo así quedarán explicadas las alianzas temporales entre el gobierno chino y el estadounidense (para solicitar al de Corea del Norte que disminuya la tensión, pero también para minimizar un conflicto que no tuvo más finalidad que la de distracción). De esa manera se entenderá la globalización que supuso la incorporación de modelos de la explotación capitalista a sociedades comunistas (y viceversa) y, en fin, las anodinas reuniones de coordinación de los G-8, G-20 o las multitudinarias asambleas de la ya inmensa, pero no más eficaz, parafernalia asociativa de los países, gobernantes y funcionarios.
Esta, posiblemente, prolija explicación de nuestra visión de lo que pudiera estar sucediendo, no nos impedirá reconocer que la orientación de las fichas del hipotético tablero al que nos hemos dirigido, es inequívoca hacia el triunfo, previo a la gran hecatombe final, de la economía anticapitalista, esto es, de la gran revolución comunista, en la que se conceda al Estado centralizado el dominio del orbe y se reconozca la total subordinación del individuo a lo grupal, dejando solo el espacio de la intimidad no compartida con nadie para que cada uno busque, en el caso improbable de que le hubieran quedado ganas, su satisfacción personal.
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