La atención con la que el público que llenaba el salón La Nueva Estafeta del Ateneo de Madrid seguía la conferencia, era una consecuencia física. Hablaba Alfredo Tiemblo Ramos, Dr. en Físicas, investigador del CSIC, laureado profesor y maestro de muchas generaciones de investigadores. Y lo hacía sobre un tema apasionante: “El tiempo en la Física”. Y lo desarrollaba con la claridad, el atractivo y la provocación que solo puede dar a un asunto quien ha estudiado a fondo lo que se sabe de él, lo ha analizado para ponerlo del revés y, por ello, sabe de sus limitaciones.
Porque, en el Universo somos entes de frontera. Una anomalía que, formando parte de él, tiene la esperanza, teóricamente imposible, acientífica, de descubrir algún día la explicación de lo que está sucediendo alrededor, experimentando desde dentro, con instrumentos de medida -lupas, sobre todo- cada vez más perfectos y reduciendo postulados hasta quedarse, tal vez, con unos cuantos, uno solo o…ninguno.
Es Tiemblo un gran comunicador y no es ahora cuestión de descubrir la amplitud de su perfil. Bastaría recomendar alguno de sus libros, o leerse cualquiera de sus muchos escritos destinados a explicar, (que no a vulgarizar), lo que se conoce del Universo, o repasar la relación de sus propios trabajos e investigaciones y los de quienes formaron y forman sus equipos.
“Nosotros y el Universo”, es uno de ellos. Una guía para quien se anime a que alguien más sabio le ayude a reflexionar sobre lo mucho que ignoramos, y le de un paseo, cogido de la mano de su curiosidad, por las carencias intelectuales -de ambos-, al mismo tiempo que le explique unas cuantas razones de lo que conocemos p creemos concoer. Es decir, adentrarse en el paisaje de los por qué, por qué, por qué, -como hacen los niños- hasta llegar a ese momento en el que, -aconseja Tiemblo-, el que responde debe acudir a Karl Popper (“El conocimiento de la ignorancia”).
Si he titulado este Comentario “El tiempo en Biología” no es, en absoluto (nada más lejos de mi intención) con el propósito de enmendarle la plana al conferenciante y al título de su disertación (“charla”, la llamó un par de veces, dando así también la medida de su prudente modestia erudita).
Tiemblo aconsejó leer a Roger Penrose (“La nueva mente del emperador”), que defiende que la mente humana no es algorítmica, y por tanto no habrá derivado de las máquinas de Turing que la pueda modelar, por lo que habría que recurrir a la mecánica cuántica para explicar su funcionamiento. Pero no está de acuerdo con la sugerencia, entre otras razones, porque la mecánica cuántica no es más que una teoría superada, pero -así creí entenderle- sobre todo porque para entender la biología y, ya no digamos, el proceso que nos hace parecer diferentes a los seres humanos, inteligentes e interactivos, hay que aplicar, ante todo, muchas matemáticas al estudio de esas relaciones.
El coloquio resultó, en fin, también interesante. Porque la física teórica se entrelaza con la filosofía y, por tanto, nos acaba apuntando a nosotros, centros de experimentación individuales, con una sustancial aportación de materia oscura que, sin que podamos pretender ser trasunto del Cosmos, en algo tenemos que parecernos.
Me gustó también la pregunta-reflexión de otro buen amigo, físico también, ingeniero de armamento, José Molina, que intervino para apuntar que no la teoría cuántica partía de un efecto (la deriva hacia el rojo, clave para justificar la expansión del Universo) resultante de la imprecisión de los elementos de medida en muy grandes distancias (“fatiga fotónica”, subrayó Tiemblo). Para Molina, el Universo es estático. (Como me regaló su libro “El Universo, maravillosamente razonable”, se, quizá mejor que otros, de qué va esa hipótesis de Molina).
No se define tan precisamente Tiemblo en esto, que apunta más a la utilidad práctica y en la reproductibilidad de lo que se sabe y pone interrogantes abiertas en todo aquello que creemos saber explicar sin que hayamos encontrado el fondo. Por ejemplo: ¿Es el tiempo un continuo o hay una unidad de medida mínima para él, un componente elemental, como parece que existe para la materia?
“Muy buena pregunta”, fue la no-respuesta de Tiemblo a la que cerró el coloquio. “No sabemos. Puede que nos encontremos, al seguir investigando en la composición del parámetro tiempo, con un stop, un no-va-más, o una cadena indescifrable de elementos repetidos, una cadena de fractales”.
Lo que es seguro, había dicho, es que el tiempo solo va en una dirección: la flecha del tiempo va hacia delante, porque el crecimiento de la entropía es continuo y el segundo principio de la termodinámica se cumple en nosotros. Nuestro envejecimiento es una consecuencia de esa constatación inexorable. La materia de la que estamos formados está condenada a descomponerse, degradarse y desorganizarse.
Pero, me decía a mi mismo mientras bajaba hacia la calle en una tarde luminosa madrileña, mientras estemos en el campo de la Biología, aún mantendremos opciones de importunar a la física teórica.
Deja una respuesta