A un mes vista de las primeras elecciones generales de 2019, los candidatos de las muy diversas facciones políticas se esfuerzan, no en señalar diferencias programáticas, no en perfilar sus propuestas de gobierno y alianzas, sino en ocupar espacios mediáticos.
¿Cómo se consigue el objetivo con máxima probabilidad? Diciendo ocurrencias, “boutades”, tonterías.
Calientes las bocas lenguaraces por la presencia de un público de fieles deseosos de aplaudir las jugadas que pudieran ser susceptibles de gol (aunque sea en propia puerta), los candidatos se lían con la pelota y hacen filigranas y adoptan posturitas con las ideas al hilo de contorsionistas circenses.
No veo el atractivo semántico de anunciar la posición antiabortista, y genuinamente machista, de negar a la mujer el pleno dominio sobre su naturaleza física, difundiendo que en Estados Unidos o en Sabediosdonde matan niños al nacer. (A. Suárez Illana). No, Adolfo, esperan a que sean estudiantes de secundaria para que algún compañero jugando a Rambo ccon las armas de su padre, se tome la revancha por cualquier tontería que haya encrespado sus ánimos adolescentes sicoticos. (Abascal Conde y Ortega Smith quieren armar a la ciudadanía y favorecer la creación de comités ciudadanos con vocación justiciera tomada por propia mano; ellos ya llevan siempre consigo una Smith o una Beretta y ay de quién les tosa) .
Me parece magnífico el ejercicio literario de imponer una renta mínima general, ordenar a los Bancos, multinacionales y a los grandes grupos empresariales que trabajen a beneficio cero y perseguir a latigazos a los filántropos poseedores de fortunas que crecen, dicen, gracias al subempleo y a la mano de obra barata del subdesarrollo (cada vez que oigo a Pablo Iglesias, Echenique o Montero y su discurso anticapitalista y animar a que nuevos ricos ex proletarios ocupen las sillas del banquete, se me saltan las lágrimas imaginando quién les habrá dado clase de economía ).
No tengo nada que objetar, salvo -ni más ni menos- que el sentido económico más común a la idea de Pedro Sánchez de blindar las pensiones. Incluso me parecería bien, si pudiéramos pagárnoslo, capitanear a escala mundial la defensa contra el cambio climático. Y es sensato -en pequeños círculos catalanes- pero inconstitucional (al menos, por ahora ) y desleal con la inmensa mayoría de españoles abogar por la independencia de Cataluña si lo demandara un 65% de la levantisca parroquia catalana, que ya sin ganas de jugar con el mechero, como el vidente telegénico Iceta expresó en una entrevista de un periodista extranjero.
En fin, Albert Ribera debe tener el lápiz rojo ya sin mina de tanto trazar con línea gruesa el riachuelo que le separaba del PSOE para convertirlo en el Amazonas de las incongruencias que desorientan al electorado, Macron, Luis Valls y Garicano incluidos.
Pablo Casado no necesita que José María Aznar lance bravuconadas desde su cueva para envalentonar a la derecha más engominada, porque el votante a la búsqueda del arca perdida de la derecha civilizada no le va a mirar a los ojos, sino al bolsón y, desde luego, al bolsín de las propuestas. A Pablo -éste, el que no lleva coleta ni vaqueros rotos con dos móviles asomándole por la trasera- ya no le basta con alardear de que va a crear millones de puestos de trabajo y a sacarnos de la crisis en que nos metió y meterá nuestra incompetencia institucional bifronte para generar riqueza. Ya no funciona el truco de la varita mágica de bajar los impuestos a muy ricos y grandes empresas y sacar la pasta para lograr el milagro español persiguiendo el fraude del pequeño ahorrador, subiendo los irpf de los salarios de la clase media y escrutando las cuentas del comerciante de cercanías.
——
Esta puerta tan decorada forma parte de la colección de puertas de los aseos del Hospital Ramón y Cajal, de Madrid. Un magnífico ejemplo de la expresividad que emana de las mentes de quienes están confinados momentáneamente para cumplir con una servidumbre natural en un espacio de propiedad publica.
Es un grafitti plural, un muro de las vergüenzas intelectuales de este país que ha encontrado en la espontaneidad de la chabacanería la manera de redimir su incapacidad para expresarse con algo más complejo que el exabrupto y la descalificación frontal.