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Elecciones en Andalucía. El día antes

18 junio, 2022 By amarias Deja un comentario

El 19 de junio de 2022 (mañana) se celebran elecciones en Andalucía para elegir la composición del Parlamento regional. Me parece interesante, aunque solo quede restringido al ejercicio de mi exhibición personal, hace el análisis ex ante (es decir, antes de conocer los resultados) para compararlo con lo que verdaderamente hayan reflejado las urnas.

Estoy pasando unos días en Andalucía, tratando de recuperarme de mi anemia, y podría decir que tengo una visión cercana de la hipotética tensión o emoción que pudiera suscitar ese lance electoral, tan fundamental para los políticos que se juegan su empleo y que también debería serlo para la población directamente afectada. Si juzgo por lo que percibo en la calle (hoy hace menos calor que en las anteriores jornadas), no puedo recoger que exista la menor “emoción electoral”.

Los mítines de esta campaña han tenido flojas asistencias y tampoco sus eminencias políticas han dado con frases-impulso, de esas que se recuerdan como lemas inspiradores. Como ya reflejé en Comentarios anteriores, la candidata de Vox (Olona), apoyada en campaña por el jefe de fila del partido (Abascal) ha concedido titulares, pero lo ha hecho con tal agresividad y con objetivos tan exóticos (algunos inconstitucionales) que no me parece que, fuera de la contribución al folclore, le vaya a servir su empeño, no ya para convertirse en primera fuerza política de la derecha en Andalucía -terrible amenaza- sino para rebajar votos a su izquierda, es decir. al Partido Popular, enseña bien defendida por Moreno -actual Presidente de la Junta- y, sobre todo (en lo que podría aparecer como insólito), por Juan Marín, candidato de Ciudadanos, que en toda su campaña ha ofrecido moderación y la defensa del buen hacer de la coalición.

No le concedo opciones en esta ocasión al PSOE, con un candidato campechano y buena estela de gestión popular como alcalde de Sevilla, pero muy lastrado por el abrazo del oso de los jerarcas del partido en Madrid. Las estúpidas (por calificarlas suavemente) expresiones-declaraciones barriobajomitineras de Lastra (Adriana) animando a votar a los simpatizantes socialistas para no tener que ir al día siguiente al recuento a cercar el Palacio donde se constituirá el nuevo Parlamento regional, dan lástima.

La otra izquierda está desunida, falta de Programa y si Teresa Rodríguez consigue levantar algo más alta la bandera del populismo andaluz, será por su propio mérito.

Resumen: me gustaría que a Moreno le faltaran unos escaños para la mayoría absoluta y que los obtuviera de Marín. La coalición con Olona, que ya anunció que solo apoyará su Presidencia si se le concede el sillón de la vicepresidencia, abriría un espacio de gran incertidumbre.

Porque la derecha “nocobarde” (Vox) enciende mechas por donde pasa su lenguaraz actitud beligerante, que combina, en un catecismo del siglo pasado: Dios, Patria y Rey con Nacionalismo, catolicismo y centralismo, pero se adorna de xenofobia con orientación sesgada contra los magrebíes y otras lindezas calificables de exabruptos mentales , sin aportar nada relevante al programa económico, salvo antisindicalismo y, por lo tanto, tensión social.

Y la izquierda del PSOE, lastrada por el descrédito de sus incompetentes ministros, tendrá que esperar al viaje regenerador de Diaz (Yolanda), y lamer, a partir de mañana, las profundas heridas de una pérdida de identidad ideológica, que no pasa, desde luego, por antimilitarismos, posiciones veganas sin mucha chicha, anticapitalismo o subida de impuestos para mantener unas altas prestaciones sociales en un país que camina hacia la bancarrota.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: Adriana Lastra, Andalucía, elecciones, Espadas, Inma Nieto, Marín, Moreno, Olona, Teresa Rodríguez, Yolanda Díaz

Décimo novena Crónica desde el País de Gaigé

12 junio, 2022 By amarias Deja un comentario

La semana en Gaigé estuvo especialmente señalada por la crisis con el Magreb, que ha venido a poner de manifiesto que la política exterior del país descansa sobre frágiles y en parte, misteriosos, pilares.

Ni con Latinoamérica, zona de influencia tradicional abandonada ahora en manos de los viajes protocolarios de Felipe VI, acompañado del ministro sin cartera Iceta (Miguel), ni con Marruecos y Argelia, con los que nos unía una relación fraternal basada en nuestra tolerancia a los desequilibrios hormonales de sus dirigentes, ni con los países árabes, con los que la influencia del rey de antes había llevado a obtener (ignoro si mediando comisiones, aunque las presumo) pingües beneficios a nuestras empresas constructoras. Es Gaigé, eso sí, un país de la Unión Europea, con la misma capacidad de influencia que la mayoría de los Estados que la componen (Malta, Croacia, Bulgaria, Eslovenia, Lituania, Rumania, etc.)

El último juego de acción-reacción con el Magreb parece remontarse al momento en que Gaigé, acoge al líder del Frente Polisario, Gali (Brahim), prófugo de la Justicia por un presunto delito de violación, para tratarle secretamente en Valladolid de una infección vírica, nunca probada. Descubierta la torpe componenda, el poderoso vecino marroquí rompe relaciones con Gaigé y ordena a su embajadora que se vuelva para Rabat, pues infiere que Argelia está detrás de esa actuación con ribetes de medicina humanitaria.

Sucede que las relaciones de Gaigé con sus principales vecinos del sur, Argelia y Marruecos, están sometidas al principio del equilibrio inestable. Ambos países hermanos se odian oficialmente y Gaigé, dada su posición paternal, debe cuidarse de no parecer que tiene más afecto por uno u otro. En caso de que se descubriera, por cualquiera de los dos Estados -ejemplo resistente de las dictaduras del medioevo: uno, con una monarquía de base teocrática y el otro, víctima permanente de un directorio militar que niega libertades elementales- un mínimo desvío de amor hacia el vecino, el otro se cabreará oficialmente y sus infantiles berreas tendrán eco inmediato en la política interior de Gaigé y podrán afectar también a los intercambios económicos, con daños colaterales difíciles de evaluar.

El cúmulo de despropósitos que lleva a una cadena de acción-reacción resulta ininteligible. Argelia se niega a seguir enviando por un tubo que atraviesa Marruecos el precioso bien llamado gas natural que es garantía clave de nuestra independencia energética del conflicto ruso-ucraniano, aunque conviene seguir fiel a sus compromisos comerciales, bombeando más cantidad por otro tubo que obvia el terreno marroquí. Los ministros Albares y Ribera, desplazados de urgencia a Argel, comunican su satisfacción porque “Argelia es un país fiable”.

Pero resulta que alguien desde el Gobierno de Gaigé escribe una carta con faltas de ortografía y estructura gramatical, que es aireada por Marruecos inoportunamente y en la que resulta expresa la voluntad de Sánchez (Pedro) de apoyar a Mohamed VI y sus adoradores en la absorción del Sáhara occidental antigua colonia española y, puestos a hilar fino, a comprender sus ilegítimas aspiraciones sobre Perejil, Ceuta, Melilla y algún otro peñón disperso por el mar de Alborán. La escenificación apresurada de esta vuelta al perfecto amor paterno-filial con Marruecos, levanta algunas ampollas por parte de los exégetas de las líneas sutiles del escarnio: la bandera de Gaigé pende al revés, en signo de sometimiento, entre las alauitas.

Seguramente no tiene nada que ver, pero encaja en el relato, que los teléfonos móviles de Sánchez (Pedro) y Robles (Margarita), ministra ésta de la Defensa de Gaigé fueron infectados por el programa Pegassus, presuntamente en un ataque auspiciado desde Marruecos, adquiriendo acceso a información sensible (¿fotos íntimas? ¿información sobre relaciones comerciales de alto voltaje e ilegales de la esposa de Sánchez?…infundios muy del gusto de la oposición en Gaigé y, sobre todo, de la generalidad de los mentideros gaigesenses, proclives a la difamación y al cotilleo).

Argelia, feudo del poderoso Tebboune (Abdelmadjid) monta en cólera ante esa manifestación amorosa y anuncia la suspensión de relaciones con Gaigé. Gran conmoción; riesgo para el gas, temor de los exportadores a perder sus envíos, protestas apelando al derecho internacional y a la obligación de cumplir acuerdos por parte del fiable país magrebí. La reacción del ministro Albares (José Manuel) -a menudo, poseedor de un petulante tono algo molesto que comparte con la ministra Ribera (Teresa)- dejó claro a quién acudir cuando la tensión con los Estados del vecino norte africano se hace insoportable: a la Unión Europea que, en una reacción fulgurante, se ha puesto del lado de Gaigé. Dicen las crónicas que “Argelia se vio obligada a recular”, aunque como ese término carece de interpretación en el lenguaje diplomático, habrá que esperar al desarrollo de los acontecimientos.

En otro orden de cosas, más serio, Andalucía avanza en el proceso electoral que le llevará, el 19 de junio, a elegir nuevo Presidente de la Autonomía. Parece muy claro que ganará Moreno (Juanma) del Partido Popular, actual ocupante del puesto, ya que el candidato del PSOE (Espadas, Juan) no alcanzará, ni de lejos, diputados suficientes para optar a la Presidencia, máxime debido a la debilidad y dispersión del voto de izquierdas.

En el debate televisivo en el que los seis candidatos principales expusieron sus razones (algunas viscerales) se distinguió, de lejos, por su beligerancia a veces muy incómoda, la optante por la facción de Vox, Olona (Macarena), abogada de Estado, dotada de una lengua astifina. Como este cronista es un sentimental, me sigue gustando la opción de Ciudadanos defendida por el sanluqueño Marín (Juan Antonio ), a quien su biografía define como técnico en voleiból y comerciante de joyería. Vale.

Es relevante en este intento sesgado de reflejar semanalmante el panorama político y económico del Pais de los Despropósitos, recoger que ha tenido lugar el primer encuentro directo entre Núñez Feijóo (Alberto) y Sánchez (Pedro). Fue en el Senado, el pasado 6 de junio, cuando se produjo el primer rifirrafe dialéctico entre ambas personalidades, que no el contraste de programas.

Lo que perdurará es la salida de pie de banco del presidente de Gaigé cuando resumió la opinión de Gobierno sobre el Partido Popular: “ustedes no hacen más que estorbar, estorbar, estorbar”. El tono suave de Feijóo, propenso a la hablar desde la calma, no provocó emoción, aunque queda tiempo por delante para afinar los disparos sobre el puente de mando de un gobierno de coalición que se desmorona solo sin necesidad de apelar a enemigos ni críticas externas.

La vicepresidenta Díaz (Yolanda), la modelo extravagante del gobierno, paisana del nuevo presidente popular, se propone recorrer Gaigé para escuchar al pueblo y así afilar su programa de izquierdas razonables. Sugiero que en ese viaje iniciático deje que le acompañe Núñez Feijóo, y así se ayuden recíprocamente a desprenderse del pelo de la dehesa simbólica, para enmendarse con el Gaigé real, pobre, desanimado, sumido en la inflación galopante y ayuno de ideas

Publicado en: Actualidad, País de Gaigé Etiquetado como: Albares, Andalucía, Argelia, elecciones, Espadas, Gali, Juan Marín, Juanma Moreno, Magreb, Marruecos, Mohamed VI, Ribera, Theboune

Décimo Quinta Crónica desde el País de Gaigé

15 mayo, 2022 By amarias 2 comentarios

Está ya vencida la primera quincena de mayo en Gaigé, el país de los Despropósitos, y no faltan temas que comentar en esta Crónica singular. En primera página ha de figurar la sustitución-destitución-despido de Paz Esteban, la jefa de los espías de Gaigé y encargada, por tanto, de salvaguardar las intimidades del edificio de la gestión de lo público, esos subterráneos que Rufián (el valido de Junqueras) se obstina en llamar las “cloacas del Estado”.

Pretende con ello, junto a  los portavoces y palmeros de los partidos que pretenden dinamitar la democracia (una débil figura de entendimiento colectivo que en Gaigé parece que hoy solo puede ser defendida desde dentro, como una fortaleza en la que los asediados han conseguido entrar) hacer una llamada a la transparencia total. Un oxímoron sin recorrido práctico, que Rufián, Iglesias jr, Montero, Echenique, Colau, Torras, Otegui, Puigdemont, entre otros -secesionistas y antimonárquicos incrustados en el Gobierno- se encargan de adornar con tinta de calamar y grandilocuentes falsedades, acompañándose de gritos desaforados, con el único objetivo de ahuyentar a quienes osen acercarse a su imitación de burda kaaba, en donde se venera el dios de la confusión.

Andalucía, la región más extensa de Gaigé, está en campaña electoral para renovar el 19 de junio la presidencia de la autonomía y la falta de entendimiento entre los partidos y formaciones de la extrema izquierda permite pronosticar que la anunciada coalición para sacar a la derecha del gobierno regional, sufrirá un duro descalabro. La inscripción de Podemos a la plataforma electoral que registraron Izquierda Unida y Más País, Equo e Iniciativa del Pueblo Andaluz, llegó fuera de plazo, al no haberse conseguido el acuerdo sobre el candidato (Delgado, Juan Antonio) antes de que el período para presentar candidaturas conjuntas se cerrase. Así que será Nieto (Inmaculada) la candidata a quitarle el puesto a Moreno (Juan Antonio) o las ilusiones a Espadas (Juan). Será una campaña en la que es muy posible que, a medida que se acerque el momento de elegir, habrá sobre el escenario más sangre que carne. No se eligen programas, que se parecen mucho en lo sustancial y difieren solo en la fantasía de sus redactores y el actual presidente (en funciones) de Andalucía es maestro en ofrecer ambigüedad, que el votante interpreta, en general, con promesa de tranquilidad.

Tanta falsa disputa ideológica, con descalificaciones cansinas sobre corrupciones y malas gestiones del pasado -pendientes de resolución en los tribunales o caídas en los agujeros del olvido- robustece, sin pretenderlo, la coherencia del partido de Abascal, que ha conseguido disfrutar de la mejor propaganda imaginable al ser presentado como anticonstitucional y ultraderechista desde la cúpula del PSOE, abrazo del oso que el candidato socialista Espadas no debiera agradecer demasiado. Tampoco la medida ambigüedad de Núñez Feijóo (Alberto), es aliño de gusto para Moreno que, como todos los líderes regionales que confían sobre todo en conocer su percal, prefieren organizar la campaña por su feudo con sus criterios. Aunque pocos se acuerdan ya de Casado, la sede de Génova alberga aún fantasmas de una guerra fratricida en la que la sangre de las paredes no se limpió del todo.

Gaigé ha celebrado como si fuera un triunfo el tercer puesto de Chanel (cantante y bailarina cubana) en el Festival de Eurovisión. El esfuerzo gimnástico de la artista y de su coreografía no guardaba relación con la letra de una canción ininteligible, más propia de un país caribeño y que, mirada con espíritu crítico, podría ser calificada de hortera y vulgar. Ganó Ucrania, al recibir los votos sentimentales de las redes sociales, y queda en el aire el aprovechado e incomprensible ofrecimiento de TVE (con la aquiescencia del Gobierno, dicen) de ofrecer a Madrid como sede suplente si el pais invadido aún estuviera en guerra o no hubiera alcanzado su plena reconstrucción el próximo año.

El rey de antes, Juan Carlos, liberado de responsabilidades legales que nunca hubieran debido gravitar sobre su cabeza desplumada y coronada, quiere volver, y quisiera hacerlo a la Zarzuela, y aprovechar el momento de gozo y confusión para congraciarse con la sufrida reina Sofía y, con algo de retraso, tal vez celebrar los sesenta años de su irregular matrimonio reintegrado a los rediles del afecto popular. El pueblo de Gaigé, experto en aguantar traiciones, dictadores, guerras civiles, democracias débiles y falsos mesías, estará siempre dispuesto a disculpar amoríos, extramatrimoniales devaneos y, rodeado de corruptos y proclive a utilizar ventajas él mismo, entendería  hasta recogida y reparto de coimas, pues sabe en sus carnes lo difícil que es medrar entre falsarios.

Regresa don Juan Carlos a un país que en poco se parece al que abandonó hace casi dos años en contra de su voluntad, secuestrada la de la Casa Real y la suya por un gobierno republicano, que estuvo y estará siempre atento a aprovechar la ocasión para darle pasaporte también al rey Felipe. No lo tiene fácil, pues Felipe VI ha revelado un talante correoso y dispuesto a mantener la silla del falso privilegio real contra vientos y mareas. Casado con una plebeya que, con su buen hacer (a pesar de críticas mordaces que muerden siempre en el hueso de la profesionalidad de la asturiana), la reina Letizia ha puesto de manifiesto que para ser rey o reina puede servir teóricamente mucha gente. Desde fuera, parece simple. Pero hace falta al menos, inteligencia emocional y capacidad de adaptación, formación de base y voluntad de seguir aprendiendo, sentido de la sobriedad, resistencia y buen aspecto físico. Para ser buen presidente de Gaigé, la cosa se presenta muy distinta y, a pesar de supuestos caminos de selección democrática, lo más seguro es el fracaso al analizar el resultado.

La guerra rusa por anexarse Ucrania (o un buen trozo de ese Estado) sigue causando daños, y no solo en el terreno invadido. La petición de Finlandia de unirse a la Alianza Atlántica, a la que seguirá de inmediato la de Suecia, ha enfadado al osezno del Kremlin, que amenaza con duras represalias si se lleva a cabo la adhesión. Erdogán, el exótico presidente de Turquía, atento a rentabilizar sus noes con divisas, ha dicho que no lo ve bien, pero quienes lo conocen mejor afirman que está de acuerdo siempre que se negocien los términos.

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Segunda Crónica desde el País del Gaigé o del Huangmiú

13 febrero, 2022 By amarias Deja un comentario

La semana de febrero de 2022 que termina hoy, domingo, día 13, ha sido pródiga en novedades y tensiones. Desde luego, la más relevante es la amenaza, que aparece a punto de ejecutarse, de la Rusia de Putin de invadir Ucrania y situarnos en un conflicto internacional de alcance imprevisible, aunque decididamente nefasto. El cacique ruso se considera suficientemente justificado para poner en pie de guerra a su Ejército, porque no está dispuesto a tolerar que Ucrania -elegida como buco emisario de su estrategia para conseguir consolidar relevancia internacional- se adscriba al ámbito de la OTAN o de la Unión Europea.

Por su parte, unos Estados Unidos en momento de extrema debilidad diplomática y negociadora bajo la dirección de su presidente Biden, se muestran incapaces de poner coto a esa elevación de la tensión, convirtiéndose, una vez más (y va la tercera) en supuestos garantes de la democracia y la libertad, empujando a la desnortada Europa a la primera línea de las tensiones.

Putin se comporta como un gañán de barrio, pero tiene tras sí la potencia de un país con más de 140 millones de personas y cuenta con el cuarto ejército del mundo, con una capacidad de armamento nuclear de uso inmediato superior incluso (así lo cuentan) a la que pueda demostrar la OTAN. Sus misiles hipersónicos apuntan a las capitales europeas, y resultan indetectables y, aunque más lentos que los convencionales, pueder ser dirigidos hacia objetivos concretos gracias a su gran maniobrabilidad. Rusia es un país inmenso, desigual, pobre, y no sería capaz de aguantar por mucho tiempo un castigo económico de aislamiento internacional, pero dispone de un preciado recurso energético, vital para la Europa oriental (especialmente, Alemania): el gas; en especial, ante un crudo invierno.

En el país del Gaigé los problemas se han agudizado esta semana, y no precisamente por reflejo de la tensión internacional, ya que la inestabilidad tiene en él vida propia. Las elecciones en la región de Castilla y León se presentan como una gran incógnita (escribo cuando aún se desconocen los resultados). El proceso, en todo caso, ha venido a demostrar el cansancio de la población hacia el comportamiento exacervado de rivalidades entre los líderes de los dos partidos mayoritarios, la falta de un partido charnela que oponga juego de cintura ante tales enfrentamientos y el crecimiento de movilizaciones ciudadanas de índole puramente reivindicativa, incluso independentista o segregacionista, siguiendo el ejemplo de éxito de Cataluña y Vascongadas, que obtienen jugosos mordiscos del Presupuesto nacional para sus regiones, a cambio de apoyar al gobierno de turno.

Publicado en: Sin categoría Etiquetado como: Castilla y León, elecciones, Gaigé, Huangmiu, Putin, Ucrania

Generar alternativas

22 junio, 2021 By amarias Deja un comentario

No tengo dudas en negar que el mayor problema de España en este momento sean los efectos del indulto a los secesionistas catalanes o la amenaza que puedan suponer los desplantes y exabruptos desde el sarpullido regional republicano y las huestes separatistas a la unidad del Estado. Tampoco me preocupa la persecución constante desde las instituciones revolucionarias catalanas -sobre todo- de la Monarquía constitucional, magníficamente encarnada en Felipe VI y su esposa plebeya, mi paisana la reina Letizia.

Son ruidos barulleros, carentes de más fuerza que la que pueda presentar un petardo de feria, a pesar del alcance mediático que se les dispensa, con el objetivo soterrado, por parte de los informadores adictos al régimen de Sánchez, de desviar a la opinión pública y a la oposición política de los verdaderos problemas que urge abordar.

Me preocupa, sin embargo, la dificultad con la que se encuentran las alternativas al gobierno de Sánchez para consolidar un programa que aglutine y anime a los votantes, -incluidos, claro, los de las regiones en las que ha crecido la simpatía hacia la corriente independentista, alimentada sin pudor por los gobiernos autonómicos-.

Creo que la unidad de España, defendida como elemento básico de la Constitución vigente, no tiene, por sí misma, suficiente fuerza de convicción para exigüas mayorías locales, que, adoptando la forma de diversos partidos del espectro ideológico -sin importar que se trate de opciones de derecha o de izquierda- se unen para formar coaliciones regionales que solo atienden a sus intereses particulares, tensando continuamente la cuerda de la solidaridad entre regiones. Ese Cid Campeador está muerto, amojamado, y resulta carente de atractivo para vencer a los opositores, por mucho que lo paseen, una y otra vez, por el campo de batalla de los desencuentros regionales.

El meollo tiene entra enjundia. Los independentistas vascos o catalanes, por citar a los más vocingleros, no corresponden a facciones ideológicas, sino a la convicción de que les irá mejor a sus regiones si disminuyen su contribución al bienestar general, aumentando hasta el límite las cantidades que aporten al fondo común. Ese es el aglutinante: la idea de romper la unidad, para llevarse la mayor tajada a su reducto. Algo que en Asturias, Andalucía o Galicia (por citar solo tres regiones) sería inimaginable, triunfa en las dos regiones más favorecidas de España (junto con Navarra). El modelo de desarrollo regional se nutre de construir fronteras, barreras económicas e ideológicas, solidaridades internas, mafiosas, que sirvan de defensa contra la competencia exterior y, al mismo tiempo, perfeccionen el reparto interno de los beneficios.

Fracasa, por tanto, en España, la idea crucial de la solidaridad. Ha renunciado a su defensa el Partido Socialista, traicionado en su esencia por Sánchez y sus seguidores de los restos de la maltrecha socialdemocracia. Pero el Partido Popular carece de programa creíble -creo que ni se lo ha planteado- que defienda la ventaja económica y social, e incluso la obligación ética, de mantener la unidad de España e impulsar objetivos comunes.

Acabo de escuchar, en el magnífico programa de Alsina (“Más de uno”, Onda Cero, 22 de junio de 2021) la entrevista a Pablo Casado. El político de derechas me dio la imagen de hombre inteligente, enterado y concienciado del deterioro que sufre el país. No dice tonterías, no se va por las ramas, no lanza exabruptos. Solo que está demasiado polarizado por la obsesión de criticar las actuaciones de Pedro Sánchez. Lo veo como un error de estrategia. En dos años -si no antes-, el gobierno de coalición cosechará su siembra de fracasos y despropósitos. Por eso, es ya momento de olvidarse de ser oposición -ni leal ni contestataria- y pasar a ser alternativa.

No se engañe el Partido que ahora acaricia la mayoría parlamentaria, si se realizasen los comicios en este momento. Habrá, desde luego, que reconstruir o deshacer algunas cosas que este Gobierno, en su carrera a la trágala, dejará como herencia. Pero lo más importante es lo que se hará cuando se consiga la jefatura del Gobierno. Y, para que eso llegue, también hay que contar con el voto suficiente, la adhesión complaciente, de las mayorías no independentistas catalanas y vascas.

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Hacia un nuevo PSE

7 mayo, 2021 By amarias 3 comentarios

Resulta evidente que la actual dirección del Partido Socialista Español (PSOE, en sus siglas completas en la actualidad) se encuentra en busca de una nueva identidad.

Los síntomas internos son varios: antiguos dirigentes -aún vivos- han marcado distancia respecto a actuaciones del partido (Felipe González, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, etc.; se ha abierto expediente de expulsión a personas que fueron referente en su momento (Nicolás Redondo, Joaquín Leguina, etc.); miembros relevantes han sido condenados por prevaricación o están bajo sospecha por haber actuado en beneficio de la militancia (José Antonio Griñán, Manuel Chaves, etc.); la lucha interna por el poder es también ideológica (Susana Díaz, Emiliano García-Page, etc.). Algunos altos cargos están silentes o actúan por su cuenta (Cristina Narbona, Josep Borrel, Eduardo Madina, etc.)

Los índice externos son clamorosos. El PSE no tiene el atractivo que mantenía para el votante. Las causas más aparentes de ese distanciamiento son la connivencia con el separatismo y con el populismo de índole marxista/egoísta. Pero hay otra más importante: la imagen prepotente, aislada de la realidad y trufada de un tufo a primero de la clase orgulloso de haberse conocido, que esgrimen, desde el propio Presidente y su alumna predilecta, la catedrática de Constitucional Carmen Calvo y la mayor parte de sus ministros, ministras y ministres.

El último detonante que impone la obligación de remodelar el edificio (muy maltrecho) de la sede ideológica del PSOE es el descalabro recibido en las elecciones para la Presidencia de la Comunidad de Madrid, celebradas el 5 de mayo de 2021, y que han dado amplia victoria a Isabel D. Ayuso, del Partido Popular.

Puede el partido perdedor hacer risas de la falta de programa de la Presidenta y ridiculizar su pretendido concepto de la libertad (he seguido la entrevista, magnífica, que le hizo el genial Alsina en Onda Cero y la entonces candidata ofreció muchas opciones de respuesta a la pregunta filosófica acerca de lo que significa la libertad; apuesto a que ninguno de los ministros socialistas puede responder con tanta variedad y gracejo a la pregunta de lo que es el socialismo).  Isabel Díaz Ayuso ha barrido con absoluta claridad a las demás opciones, y aunque haya recogido muchos votos de Ciudadanos, la mayoría de los nuevos adeptos a su estrategia de defender “Madrid is different” provienen del desnortado PSOE.

No se confunda el aparato de poder del partido, con Carmen Calvo a la cabeza mediática, de despreciar al madrileño como si se tratara de un enajenado mental amigo de la juerga y de no pagar impuestos. Nunca como ahora Madrid representó a España. El candidato por la opción socialista, el muy digno catedrático Angel Gabilondo, convertido en monigote de una campaña destinada al fracaso desde el principio, ha anunciado que no recogerá su acta de diputado. Víctima propiciatoria, macho cabrío ofrecido al sacrificio del dios Sánchez. El secretario general de la agrupación socialista madrileña, José Manuel Franco, que pasaba por allí, ha sido forzado a dimitir; parece destinado a ser el recoge bofetadas, el “ahí me las den todas” del núcleo duro del poder sanchista.

Resulta significativo que, estando hospitalizado Gabilondo como resultado de una arritmia coronaria, detectada casualmente cuando había acudido a mi hospital de referencia para que lo vacunaran contra la Covid, la persona que ha dado explicaciones de su estado físico ha sido ¡Ayuso! quien lo visitó en el centro de salud inmediatamente de tener noticia de su internamiento, manteniendo con él, dice, una conversación amigable. No, no han sido los miembros dirigentes del PSE (al menos, alguno de los residentes en Madrid, que tanto no tendrán qué hacer, digo yo). Ocupados en el debate interno por dotar de nuevo sentido a las siglas que han heredado, al parecer, desde hace casi ciento cincuenta años, se estarán preguntando qué les queda de ellas: ¿Partido? ¿Socialista? ¿Obrero? ¿Español?

Tengo curiosidad por el desenlace, del que no ha trascendido el final, aunque hay quien opina que será cruento y doloroso. Aprovecho para desear al profesor Angel Gabilondo una pronta y completa recuperación. No se merecía este papel de comparsa de la debacle.

Publicado en: Actualidad, Madrid, Política Etiquetado como: Angel Gabilondo, Ayuso, campaña, Carmen Calvo, Ciudadanos, elecciones, ideología, Madrid, partido, programa, PSE, PSOE, Sánchez, socialista, victoria del Partido Popular

Analizando los resultados de unas elecciones singulares

5 mayo, 2021 By amarias Deja un comentario

Los resultados y consecuencias inmediatas de las elecciones convocadas por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel G. Ayuso, al disolver el Parlamento regional para conjurar el hipotético riesgo de una moción de censura propiciada por su socio de Gobierno, Ciudadanos (con el ex vicepresidente Ignacio Aguado como conspirador in pectore), evidencian algunas cuestiones que me resulta atractivo analizar, siquiera sea con las limitaciones de mi reducido periscopio.

La presidenta convocante ha conseguido un resultado magnífico, superando cualquier cota anterior del Partido Popular en la región de Madrid, en donde esta formación lleva gobernando (en coalición o con la abstención de otros partidos) más de un cuarto de siglo. Este hito lo consiguió sin especificar su programa (aunque se refirió en campaña, regularmente, a su deseo de obtener mayoría suficiente para “llevar a cabo su programa sin interferencias”). En la propaganda destinada a promover el voto a su formación, se incluía solo una hoja con su fotografía a color en una cara. La otra, que debería contener, al menos, un resumen de sus ideas de gobierno, estaba en blanco.

En mi opinión, el éxito de Isabel Ayuso ha de ser compartido con la cerrazón de la oposición de izquierdas en presentar como errores y fallos sus éxitos o, al menos, sus propuestas de acción, animada desde el Gobierno y exacerbada por un histriónico ex vicePresidente, de equívoco nombre Pablo Iglesias, que capitaneaba los restos de la formación UnidasPodemos, con una intención de salvación de los trastos de su naufragio que, a estas alturas, se confirma como inútil, extemporánea y…rallana en lo ridículo.

El PSOE ha demostrado, una vez más, que no es capaz de presentar un candidato con empuje mediático para Madrid. La sorpresa que significó en las anteriores elecciones un desconocido Angel Gabilondo -avalado con títulos académicos rimbombantes, hermano de un comunicador de éxito, y con un mensaje soporífico pero tranquilizador-, no pudo repetirse. El nuevo Gabilondo apareció corto de ideas, sin capacidad para la ironía, avasallado por el seudogracejo de gata y chotis que puso en valor la presidenta Ayuso, empujada al éxito por un clamor de madrileños que están hartos de la prepotencia del Gobierno de Sánchez, de sus medias verdades y de sus socios, en el Ministerio y fuera de él.

No le echo la culpa del fracaso a Gabilondo, sino a la pésima tramitación de la campaña socialista, en la que los apoyos prestados desde el aparato del partido no han servido para añadir ni credibilidad ni sintonía. Algo grave le está pasando a este PSOE, encerrado en una urna de cristal esmerilado, gozando de su propia salsa, alejado cada vez más del hálito del pueblo. Aventuro incluso que hasta el gran capital -los que detentan las cuatro perras relevantes de nuestra maltrecha economía- le están dando la espalda.

Tampoco descarto que Madrid se haya configurado, en esta situación oscura entre pandemias, falsedades y palabrería inactiva, como alternativa definitiva al descalabro de una Cataluña sin objetivos, traidora en lo fundamental, vacía de ideas y con un ansia de emancipación injustificable. Ayuso también rentabilizó ese desapego.

El éxito relativo de algunos partidos en estas elecciones, que consiguieron incrementar su número de diputados regionales, no admite muchas lecturas positivas para el electorado, que somos la mayoría. Tampoco Vox, con una candidata correosa, capaz de enfrentarse a la realidad con la misma terquedad que su oponente ideológico, magníficamente representado en su cortedad argumental por el citado Iglesias, puede alardear de éxito. Es una victoria aparente, efímera. Porque ni Rocío Monasterio, ni siquiera Abascal, su mentor, y, por supuesto, tampoco su esposo (en la derecha extrema también se hace política de parejas sentimentales),  Espinosa de los Monteros, aspiran seriamente a dedicarse a ocupar un puesto de gestión política que les consuma tiempo que restarían a sus negocios.

Por parte de Más Madrid, con una candidata empeñada en campaña en que conociéramos su vocación de anestesista tocapelotas y madre de familia numerosa, Mónica García es un hallazgo estratégico del refinado Iñigo Errejón, pero el invento que consiguió disminuir la fuerza que parecía arrolladora para conducirnos a una república bolivariana, ha cumplido su misión estratégica. Estamos salvados. Vuelvan las aguas de la izquierda marxista con vocación testimonial de lo que pueden dar se sí las enseñanzas demodé de Karl Marx (Hegel, Engels, Bakunin, Gramsci, etc.) al redil convincente que representó Julio Anguita, si es que su mensaje puede tener un revival.

Siento el fracaso de Edmundo Bal, porque su campaña tenía muy buen fondo. Su misión era imposible, pues venía lastrada por la espantada histórica de Albert Ribera (¡que ni siquiera pudo apoyar su campaña por estar trabajando en un “bufete privado”! -sic-), el desfondamiento argumental de Inés Arrimadas, la deserción de demasiados nombres relevantes de la que fue atractiva formación naranja y hoy fruto pasado. Cumplió para recordar a los nostálgicos lo que debe ser una correcta campaña y, sin duda, su serio trabajo alumbra la creación de un nuevo partido, que el no capitaneará, porque tiene madera, actitud y fondo para ser un magnífico segundo. El país necesita gente así en las primeras líneas del pensamiento político.

En fin, aventuro el final de la legislatura de Pedro Sánchez. Se que es mal momento, pero no le queda más fuerza que a un globo desinflándose en el aire. Los restos de Unidas Podemos en los Ministerios que ha dejado Iglesias (incluida su actual pareja, Irene Montero) no tienen calidad ni para cascarrillos de telediario. Y muchos de los ministros socialistas están pidiendo a gritos que se les sustituya.

Buena suerte, Isabel Ayuso. Te esperan dos años muy tensos, nada entretenidos. El resto de España no es Madrid y fuera de aquí, los españoles carecen de esa chulería, de ese gracejo cosmopolita y jovial, acostumbrado a soportar la carga emocional de una España a la búsqueda permanente de identidad propia sobre las espaldas. Me temo que Pablo Iglesias necesita aún varias operaciones de temple y revenido (perdón por la imagen de viejo siderúrgico). El tiempo corre.

 

 

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Lo que me importa de estas elecciones regionales

1 mayo, 2021 By amarias 4 comentarios

Escribo el uno de mayo de 2021, Día del Trabajo y víspera del Día de la Comunidad de Madrid  cuya conmemoración se traslada, al ser festivo, a lunes, día 3 . El día 2, primer domingo de mayo, se conmemora el Día de la Madre y, el martes, 4, los madrileños estamos llamados a votar para elegir la nueva composición del Parlamento regional, de la que saldrá, conforme a los resultados y a los pactos entre los diferentes partidos que obtengan representación, el Presidente de la Comunidad.

El debate entre los candidatos ha sido paupérrimo, sin presentación de programas, con torvas descalificaciones entre ellos, y un trasfondo lamentable de falta de entendimiento y cordialidad, especialmente, entre los dos bloques -ficticios- que se han asimilado a supuestas ideologías, en recuerdo -nada nostálgico, agresivo- de la hipotética distinción entre izquierda y derecha.

¿Han sido todos los candidatos tan opacos, sus programas así de nimios, la agresividad tan alta? Pues no. Sería injusto no reseñar que el candidato jefe de lista por Ciudadanos, el abogado de Estado Edmundo Bal no responde a esa calificación. Ha ofrecido propuestas, ha defendido sus posiciones con serenidad y hasta cordialidad, ha mantenido el tipo en los debates y declaraciones sin entrar en zafias descalificaciones.

Las encuestas se obstinan en presentar que su candidatura no alcanzará el cinco por ciento que prevé la ley comunitaria para obtener representación (es decir, conseguir diputados que la representen) y, por tanto, quienes voten su opción “perderán el voto”.

Si en unas elecciones hay que premiar al candidato que ofreció mejor imagen y concretas propuestas que no resulten irrealizables, estrambóticas o nulas, si hay que decidirse, como si cada votante fuera un profesor que debe puntuar a los alumnos (los líderes de cada partido en liza), no tendría la menor duda de quién sería el ganador. Por eso, me parece injusto que se defienda en los media y que, en mimetismo sin justificación, escuche de potenciales electores de su candidatura que no hay que votar a Edmundo Bal, porque será un voto arrojado al cubo de la basura.

Será muy de lamentar si nos dejamos seducir por quienes dan gritos, acusan de falta de lealtad al contrario, se niegan a debatir con otros candidatos argumentando que no son demócratas o no acuden a que se les pregunte por su programa alegando que determinado medio de información no es neutral o su audiencia está polarizada.

Porque, al hacerlo así, estaríamos premiando a los chicos del martillo. ¿Se acuerda el lector de ese cuento? Si tengo que refrescar alguna memoria, aquí ofrezco un enlace. Cuento de verano: El relojero que se presentó dos veces a un Concurso – Al socaire (angelmanuelarias.com)

Por cierto: ¿conoce el lector el programa de Volt? Una opción desconocida por el votante que solo atiendA a las opciones que tienen plataforma mediática, y que, sin embargo, dispone de un magnífico programa. Estará, por tanto, entre los partidos que no llegarán al 5% y carecerán de representación en el Parlamento (Programa (Desafíos 5+1) – Volt España (volteuropa.es)

Feliz reflexión.


He elegido como imagen para este Comentario la fotografía de una anátida en cautividad (concretamente, en el Parque de Isabel La Católica, en Gijón). Este hermoso ejemplar es un cruce de especies, con semejanzas tanto a la cerceta común como al pato cuchara.

Publicado en: Actualidad, Madrid, Política Etiquetado como: Ciudadanos, Edmundo Bal, elecciones, Madrid, Volt

Partidos sin política

30 marzo, 2021 By amarias Deja un comentario

Vencido ya el mes de marzo de 2021, el año largo de confinamiento causado por un virus cuyo origen seguimos sin aclarar, las consecuencias económicas se perfilan como desastrosas para la supuesta hegemonía occidental. A medida que la desorientación, la falta de unidad en la adopción de estrategias, la disparidad e incógnitas de los resultados de unas vacunas que han debido ensayarse teniendo como población muestral a la población total, pocos dudarán que el vencedor de esa guerra biológica es China.

Podía verter negras tintas sobre el panorama estrictamente virológico (si es que se puede emplear este término para caracterizar los efectos de la pandemia exclusivamente desde la perspectiva del control del agente causante:
a) aunque se consiguiera, después de varios meses de probada ineficiencia en la distribución y aplicación de las vacunas disponibles, controlar la difusión del virus entre los países más desarrollados, la incógnita que debe resolverse es la contención de la pandemia en los países pobres; poco y mal se está haciendo en ese sentido, quizá en la confianza que exista una autoinmunidad producida por la miseria;
b) estamos todos empachados del éxito de las grandes farmacéuticas en poner en marcha en tiempo récord, correctamente envasadas, sus fórmulas secretas para inmunizarnos, y emocionados por los altos porcentajes de inmunidad frente a las cepas conocidas, pero ha pasado a ser secreto de Estados preguntarse cuál es la mejor, cuáles son las garantías de protección frente a posibles derivas de las cepas de la Covid-19 y, en fin, por qué no se han podido presionar a las productoras, ya que se trata de una emergencia mundial, a que vendan su vacuna a precio de coste, sin beneficio alguno.

Sin embargo, adormecidos como estamos por el largo confinamiento y sin capacidad de respuesta ante los cantos de sirena de virólogos, inmunólogos y políticos (formando una escalofriante amalgama de opiniones e intereses, en la que es imposible distinguir quién dice verdad y quién tiene el conocimiento), lo que ahora se nos ha impuesto en el duro existir de la Comunidad madrileña (ha dejado de interesarme la cuestión catalana: que la resuelvan los catalanes como les peta), la encomienda de tener que elegir los diputados de la Cámara regional para los próximos dos años (que es lo que queda de legislatura).

Me he tragado sin problemas el argumento de la Presidenta Ayuso (ahora en funciones) de que había que disolver la Cámara y convocar elecciones porque el PSOE y Ciudadanos estaban a punto de hacerle la cama. Supongo que a estas alturas ya es consciente la sastrecilla valiente -perdóneseme, que sé que es licenciada en periodismo y la tengo por muy lista- de que va  tener difícil la reelección. Y no por su culpa, pues va a aumentar el número de diputados conseguidos por el Partido Popular (el suyo) en los anteriores comicios, sino porque Ciudadanos (incluso aunque se manifieste el nuevo candidato, Bal, dispuesto a restañar las heridas) está en vertiginosa caída libre de credibilidad y liderazgo y los diputados de Vox no le va a ser, por sí solos suficientes para alcanzar la mayoría si, en una terrible ceremonia consecuencia de morir de éxito, el empuje, encanto y carisma de Doña Isabel dejan a sus posibles aliados con menos votos válidos y, por tanto, con menos diputados si las fuerzas de la derecha estuvieran más igualadas.

He oído al candidato del PSOE, el catedrático Don Angel Gabilondo, maestro en soserías y artes de Perogrullo, que, si saliera elegido (no con este Iglesias, con otro, mutación en la que el camaleónico ex vicepresidente del Gobierno no tendrá el menor problema en incurrir), no cambiaría  nada, porque no merece la pena cambiar las cosas por solo dos años, que se reserva para poner todo patas arriba, a las próximas elecciones. Es decir, pretende que le dejemos poner su rostro en lugar de la cara de Ayuso, para seguir haciendo lo mismo. Pues, Sr. Futuro Defensor del Pueblo, si así va la cosa, tenemos claro cuál es el perfil más agradable.

Estas elecciones regionales parecen enfocadas a una abstención escalofriante. El auto-cesado Iglesias se postula como candidato a Presidente regional para capitanear los restos de la coalición Unidas-Podemos, confiado en su tirón mediático y su labia, para superar el fatídico cinco por ciento que dejaría a su grupo fuera del hemiciclo pequeño. Como lo verá de mal que apela al voto de los top manteros y irregulares (no se cómo arreglará que los que están como residentes ilegales puedan ser votantes), incorporando a su lista al portavoz del sindicato de manteros y miembro de la Asociación de los Sin Papeles, llamado Serigne Mbayé.

Con este panorama, me parece que el asunto se va a decidir entre los que voten a la agrupación de Errejón o Monasterio, del partido de Abascal. Por lo menos, son los únicos que dicen las cosas claras y no necesitan ni precisar objetivos locales ni cambiar programa electoral. Ya los conocemos. No van de comparsas, aunque son conscientes de que solo se cuenta con ellos para hacer el caldo más gordo al amigo de Zumosol.

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: Abascal, Angel Gabilondo, Edmundo Bal, elecciones, Errejón, Isabel Ayuso, Madrid, Monasterio, Pablo Iglesias, programa, sastrecilla valiente, Serigne Mbaye, Vox

Tránsfugas

24 marzo, 2021 By amarias Deja un comentario

Los políticos españoles han conseguido que desviemos la atención de los dos problemas acuciantes del país y concentremos el interés en sus tejemanejes. Por supuesto, no tengo dudas en cuanto a la identificación de esos problemas prioritarios: la superación de la pandemia, con revisión del nivel sanitario que permita hacer frente con solvencia las previsibles nuevas crisis; y la regeneración del tejido productivo y de empleo deteriorado gravemente por una gestión  de la pandemia vírica que juzgo errática y poco eficaz.

Resulta que lo que nuestros representantes desean que apreciemos no es su capacidad para resolver los problemas del país y movilizar a los agentes sociales en apoyo de esos objetivos (y explicar bien las dificultades encontradas si no los han conseguido). Lo que desean es que vayamos de la mano con sus argumentos de disputas de egos, sus tensiones emocionales y la quebradiza fidelidad a sus cabezas de fila, en los partidos que les han llevado a los asientos por los que dicen representarnos.

La precaria situación de la economía y la pérdida masiva de empleo no ha servido para promover un debate plural, coordinado desde la voluntad de eficacia y el conocimiento. Ha traído a escena un mal que en los países realmente desarrollados y en los que impera una democracia no cuestionada, parecía descartado en España. La polémica de una academicismo trasnochada entre la gestión liberal de la economía o un centralismo despótico desde el Estado. No estamos para ensayos, pero resulta que hay varios partidos que basan su política (al menos, de boquilla) en segregar el Estado, despreciar la iniciativa empresarial y presionar sobre las clases medias amenazándolas con incrementar los impuestos para sostener su idea de economía del bienestar.

Que en el otro lado ideológico, sus anteriores cabezas se vean hostigadas por la justificación judicial de supuestos (aunque cada vez menos) ingresos y gastos opacos al fisco, no es nada tranquilizador. Puede que los nuevos gestores deseen que olvidemos esa pasada dependencia de las cajas B de los partidos que gobernaron el país, pero resulta difícil pasar página sin quitarnos las manos de la cabeza.

Por mi naturaleza negociadora y mi ánimo progresista moderado, siempre me gustaron las opciones de centro izquierda. No queda más que la ceniza y el olor a humo de esa opción, como consecuencia de la deriva peligrosa hacia los extremos, con los que se han venido encendiendo las campañas de un colectivo de votantes cada vez más desinformado y menos culto.

Quizá lo que nos pasa es consecuencia de la consagración de la profesión de político como modus vivendi (error que estamos pagando, cuando solo debería dedicarse a la política quien tiene sus necesidades personales cubiertas y una experiencia personal acreditada). Porque hay que contemplar con estupor los movimientos de cambio de chaqueta ideológica de miembros de grupos parlamentarios con los que alcanzaron, en su momento, representación en las cámaras legislativas y en los órganos de las administraciones públicas.

Esas deserciones, cuando se concretan en cambios de partido, sin abandonar sus credenciales, pueden ser calificadas de traición. No solamente a sus colegas de formación y a los documentos que, supongo, firmaron cuando se afiliaron, sino a los votantes.

 

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