Al socaire

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Décimo Quinta Crónica desde el País de Gaigé

15 mayo, 2022 By amarias 2 comentarios

Está ya vencida la primera quincena de mayo en Gaigé, el país de los Despropósitos, y no faltan temas que comentar en esta Crónica singular. En primera página ha de figurar la sustitución-destitución-despido de Paz Esteban, la jefa de los espías de Gaigé y encargada, por tanto, de salvaguardar las intimidades del edificio de la gestión de lo público, esos subterráneos que Rufián (el valido de Junqueras) se obstina en llamar las “cloacas del Estado”.

Pretende con ello, junto a  los portavoces y palmeros de los partidos que pretenden dinamitar la democracia (una débil figura de entendimiento colectivo que en Gaigé parece que hoy solo puede ser defendida desde dentro, como una fortaleza en la que los asediados han conseguido entrar) hacer una llamada a la transparencia total. Un oxímoron sin recorrido práctico, que Rufián, Iglesias jr, Montero, Echenique, Colau, Torras, Otegui, Puigdemont, entre otros -secesionistas y antimonárquicos incrustados en el Gobierno- se encargan de adornar con tinta de calamar y grandilocuentes falsedades, acompañándose de gritos desaforados, con el único objetivo de ahuyentar a quienes osen acercarse a su imitación de burda kaaba, en donde se venera el dios de la confusión.

Andalucía, la región más extensa de Gaigé, está en campaña electoral para renovar el 19 de junio la presidencia de la autonomía y la falta de entendimiento entre los partidos y formaciones de la extrema izquierda permite pronosticar que la anunciada coalición para sacar a la derecha del gobierno regional, sufrirá un duro descalabro. La inscripción de Podemos a la plataforma electoral que registraron Izquierda Unida y Más País, Equo e Iniciativa del Pueblo Andaluz, llegó fuera de plazo, al no haberse conseguido el acuerdo sobre el candidato (Delgado, Juan Antonio) antes de que el período para presentar candidaturas conjuntas se cerrase. Así que será Nieto (Inmaculada) la candidata a quitarle el puesto a Moreno (Juan Antonio) o las ilusiones a Espadas (Juan). Será una campaña en la que es muy posible que, a medida que se acerque el momento de elegir, habrá sobre el escenario más sangre que carne. No se eligen programas, que se parecen mucho en lo sustancial y difieren solo en la fantasía de sus redactores y el actual presidente (en funciones) de Andalucía es maestro en ofrecer ambigüedad, que el votante interpreta, en general, con promesa de tranquilidad.

Tanta falsa disputa ideológica, con descalificaciones cansinas sobre corrupciones y malas gestiones del pasado -pendientes de resolución en los tribunales o caídas en los agujeros del olvido- robustece, sin pretenderlo, la coherencia del partido de Abascal, que ha conseguido disfrutar de la mejor propaganda imaginable al ser presentado como anticonstitucional y ultraderechista desde la cúpula del PSOE, abrazo del oso que el candidato socialista Espadas no debiera agradecer demasiado. Tampoco la medida ambigüedad de Núñez Feijóo (Alberto), es aliño de gusto para Moreno que, como todos los líderes regionales que confían sobre todo en conocer su percal, prefieren organizar la campaña por su feudo con sus criterios. Aunque pocos se acuerdan ya de Casado, la sede de Génova alberga aún fantasmas de una guerra fratricida en la que la sangre de las paredes no se limpió del todo.

Gaigé ha celebrado como si fuera un triunfo el tercer puesto de Chanel (cantante y bailarina cubana) en el Festival de Eurovisión. El esfuerzo gimnástico de la artista y de su coreografía no guardaba relación con la letra de una canción ininteligible, más propia de un país caribeño y que, mirada con espíritu crítico, podría ser calificada de hortera y vulgar. Ganó Ucrania, al recibir los votos sentimentales de las redes sociales, y queda en el aire el aprovechado e incomprensible ofrecimiento de TVE (con la aquiescencia del Gobierno, dicen) de ofrecer a Madrid como sede suplente si el pais invadido aún estuviera en guerra o no hubiera alcanzado su plena reconstrucción el próximo año.

El rey de antes, Juan Carlos, liberado de responsabilidades legales que nunca hubieran debido gravitar sobre su cabeza desplumada y coronada, quiere volver, y quisiera hacerlo a la Zarzuela, y aprovechar el momento de gozo y confusión para congraciarse con la sufrida reina Sofía y, con algo de retraso, tal vez celebrar los sesenta años de su irregular matrimonio reintegrado a los rediles del afecto popular. El pueblo de Gaigé, experto en aguantar traiciones, dictadores, guerras civiles, democracias débiles y falsos mesías, estará siempre dispuesto a disculpar amoríos, extramatrimoniales devaneos y, rodeado de corruptos y proclive a utilizar ventajas él mismo, entendería  hasta recogida y reparto de coimas, pues sabe en sus carnes lo difícil que es medrar entre falsarios.

Regresa don Juan Carlos a un país que en poco se parece al que abandonó hace casi dos años en contra de su voluntad, secuestrada la de la Casa Real y la suya por un gobierno republicano, que estuvo y estará siempre atento a aprovechar la ocasión para darle pasaporte también al rey Felipe. No lo tiene fácil, pues Felipe VI ha revelado un talante correoso y dispuesto a mantener la silla del falso privilegio real contra vientos y mareas. Casado con una plebeya que, con su buen hacer (a pesar de críticas mordaces que muerden siempre en el hueso de la profesionalidad de la asturiana), la reina Letizia ha puesto de manifiesto que para ser rey o reina puede servir teóricamente mucha gente. Desde fuera, parece simple. Pero hace falta al menos, inteligencia emocional y capacidad de adaptación, formación de base y voluntad de seguir aprendiendo, sentido de la sobriedad, resistencia y buen aspecto físico. Para ser buen presidente de Gaigé, la cosa se presenta muy distinta y, a pesar de supuestos caminos de selección democrática, lo más seguro es el fracaso al analizar el resultado.

La guerra rusa por anexarse Ucrania (o un buen trozo de ese Estado) sigue causando daños, y no solo en el terreno invadido. La petición de Finlandia de unirse a la Alianza Atlántica, a la que seguirá de inmediato la de Suecia, ha enfadado al osezno del Kremlin, que amenaza con duras represalias si se lleva a cabo la adhesión. Erdogán, el exótico presidente de Turquía, atento a rentabilizar sus noes con divisas, ha dicho que no lo ve bien, pero quienes lo conocen mejor afirman que está de acuerdo siempre que se negocien los términos.

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Las características singulares del centro político

23 septiembre, 2021 By amarias Deja un comentario

La debacle de Ciudadanos, la formación política nacida con vocación de centro entre socialistas y conservadores y, sobre todo, como cortafuegos a las pretensiones nacionalistas, republicanas e independentistas, ha dejado huérfanos a los que están convencidos que un partido charnela, incrustado ideológicamente entre izquierda y derecha.

Siguen haciéndose análisis -en tribunas de especialistas en el análisis político y en círculos de café y pastas entre amigos- sobre las razones de esa caída desde las alturas del Ícaro más notable de la policromía de opciones que se ofrecen a los votantes, en un país que vota liderazgos y no programas. Mi opinión, sin más valor que el hacerla explícita, es que Albert Ribera hundió la nave con él de capitán general.

El punto de arranque fue el debate televisivo de cierre de campaña en el que un acalorado Rivera Díaz presentó la tesis del que creía principal oponente -Pedro Sánchez-, invitándole a que “la leyera”, para que se enterara de lo que otros habían escrito por él.  Se hizo imposible el acuerdo de coalición o apoyo entre dos gallos de pelea en la quintana y, mucho mejor arropado y más hábil con la máquina de pactar, Sánchez alcanzó la presidencia pactando con el diablo. Después del abandono de Ribera para dedicarse a “la empresa privada”, ni Inés Arrimadas, ni Edmundo Bal, haciendo esfuerzos para tapar los agujeros con frases del viejo catecismo salvado del cuaderno de bitácora, ni el clamor de cuantos se tiraron al agua dando gritos para alejarse del barco con tantos boquetes, consiguieron otra cosa que certificar la defunción de aquel proyecto de centro, hoy agarrado a unas tablas y a la deriva.

Entre el PSOE y el Partido Popular hay actualmente un vacío estratégico en el marco político, que no me atrevo a decir cuán grande es, aunque sí que no lo va a llenar el moribundo Ciudadanos con sus animosos actuales monitores. Y, a pesar de todo, tanto uno como otro de ambos partidos mayoritarios necesitan una formación de centro suficientemente robusta para que funcione como eficaz punto de encuentro, si llega el caso. Por la izquierda, Podemos ha demostrado ser otra cara del independentismo o la izquierda radical, según le vaya en sus conveniencias, y se convierte, a ratos, en un incómodo compañero de viaje en la coalición de gobierno con el PSOE, apoyando posiciones extremas a su izquierda que, aunque parezcan contenidas por el tejemaneje del “te oigo pero no te escucho”, “te doy la razón aunque te ignoro”, no auguran ni estabilidad ni bien futuro.

Por la derecha más extrema. el partido de Abascal  hace el juego a los enconados ultras que dan a su formación un cariz inaceptable, xenófobo, irreal, insolidario, entre banderas nazis, enfrentamientos callejeros con la izquierda irredenta, insultando y vejando homosexuales y a pertenecientes declarados a colectivos LGTBI, etc. Aunque desde la cúpula de Vox, se niegue a menudo apoyo y filiación a los protagonistas de los mayores desmanes, a pocos engaña que se les hace el caldo gordo desde una formación que vende al mismo tiempo estampas de Franco, himnos patrióticos y pone zancadillas a “la derechita cobarde”.

Tampoco sirve engaño a la moderación y buen pulso para mejorar el país, que esgrime como marca de identidad el partido principal que gobierna en coalición con la facción socialista, cuando se complace en agudizar la bicefalia, con críticas a otros ministros, y se mete en fregados de incompetencia, desgaste o inconsecuencia, ya sean abrazos con ministros venezolanos del equipo de Maduro señalados por la Corte Penal Internacional, acogida misteriosa, mal analizada y peor explicada de Ghali,  líder del Frente Polisario (opción del pueblo saharaui para mantener el pulso por su independencia que España no sabe oficialmente cómo abordar), para su tratamiento en fase terminal aunque con causas abiertas en la Audiencia Nacional, …, subidas mínimas del salario mínimo esgrimidas por la líder de la otra cabeza de la bicefalia como una victoria sobre el empresariado, etc.

Y aunque Podemos ha avanzado algo, en la búsqueda de la supervivencia propia, hacia la moderación (que es su desdibujado), no es el mejor apoyo que puede pretender el PSOE para gobernar con tranquilidad. Esa formación política está, ella misma, a la búsqueda de una identidad, con su liderazgo en cuestión y su ideología y práctica en revisión permanente, entre el exabrupto incontrolable de los terroristas urbanos y los politicastros que buscan alguna idea entre los adoquines y el “buen rollito” de profesores universitarios y funcionarios con la vida resuelta a salvo de mayores pretensiones.

Se buscan líderes para una formación de centro que de aire a la izquierda y a la derecha. Ofreciendo coherencia liberal, guiño socialdemócrata sin sonrojos, apoyos a las posiciones realistas de avance en la mejora del bienestar social, la educación, el desarrollo tecnológico y empresarial.

Se necesita esa opción de tranquilidad y pragmatismo para pulir las tendencias a la ruptura de la baraja en el nuevo gobierno que surja de las próximas elecciones. Para que el PSOE no tenga que acudir a la insolidaridad independentista ni a la izquierda sin escrúpulos para gobernar, ni el Partido Popular deba abrazar la pegajosa capa de negra brea de Vox para acceder a la Moncloa.

Y, sobre todo, para que se deje de atender a los dedos que señalan y empecemos de mirar a la luna o las estrellas.

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Partidos sin política

30 marzo, 2021 By amarias Deja un comentario

Vencido ya el mes de marzo de 2021, el año largo de confinamiento causado por un virus cuyo origen seguimos sin aclarar, las consecuencias económicas se perfilan como desastrosas para la supuesta hegemonía occidental. A medida que la desorientación, la falta de unidad en la adopción de estrategias, la disparidad e incógnitas de los resultados de unas vacunas que han debido ensayarse teniendo como población muestral a la población total, pocos dudarán que el vencedor de esa guerra biológica es China.

Podía verter negras tintas sobre el panorama estrictamente virológico (si es que se puede emplear este término para caracterizar los efectos de la pandemia exclusivamente desde la perspectiva del control del agente causante:
a) aunque se consiguiera, después de varios meses de probada ineficiencia en la distribución y aplicación de las vacunas disponibles, controlar la difusión del virus entre los países más desarrollados, la incógnita que debe resolverse es la contención de la pandemia en los países pobres; poco y mal se está haciendo en ese sentido, quizá en la confianza que exista una autoinmunidad producida por la miseria;
b) estamos todos empachados del éxito de las grandes farmacéuticas en poner en marcha en tiempo récord, correctamente envasadas, sus fórmulas secretas para inmunizarnos, y emocionados por los altos porcentajes de inmunidad frente a las cepas conocidas, pero ha pasado a ser secreto de Estados preguntarse cuál es la mejor, cuáles son las garantías de protección frente a posibles derivas de las cepas de la Covid-19 y, en fin, por qué no se han podido presionar a las productoras, ya que se trata de una emergencia mundial, a que vendan su vacuna a precio de coste, sin beneficio alguno.

Sin embargo, adormecidos como estamos por el largo confinamiento y sin capacidad de respuesta ante los cantos de sirena de virólogos, inmunólogos y políticos (formando una escalofriante amalgama de opiniones e intereses, en la que es imposible distinguir quién dice verdad y quién tiene el conocimiento), lo que ahora se nos ha impuesto en el duro existir de la Comunidad madrileña (ha dejado de interesarme la cuestión catalana: que la resuelvan los catalanes como les peta), la encomienda de tener que elegir los diputados de la Cámara regional para los próximos dos años (que es lo que queda de legislatura).

Me he tragado sin problemas el argumento de la Presidenta Ayuso (ahora en funciones) de que había que disolver la Cámara y convocar elecciones porque el PSOE y Ciudadanos estaban a punto de hacerle la cama. Supongo que a estas alturas ya es consciente la sastrecilla valiente -perdóneseme, que sé que es licenciada en periodismo y la tengo por muy lista- de que va  tener difícil la reelección. Y no por su culpa, pues va a aumentar el número de diputados conseguidos por el Partido Popular (el suyo) en los anteriores comicios, sino porque Ciudadanos (incluso aunque se manifieste el nuevo candidato, Bal, dispuesto a restañar las heridas) está en vertiginosa caída libre de credibilidad y liderazgo y los diputados de Vox no le va a ser, por sí solos suficientes para alcanzar la mayoría si, en una terrible ceremonia consecuencia de morir de éxito, el empuje, encanto y carisma de Doña Isabel dejan a sus posibles aliados con menos votos válidos y, por tanto, con menos diputados si las fuerzas de la derecha estuvieran más igualadas.

He oído al candidato del PSOE, el catedrático Don Angel Gabilondo, maestro en soserías y artes de Perogrullo, que, si saliera elegido (no con este Iglesias, con otro, mutación en la que el camaleónico ex vicepresidente del Gobierno no tendrá el menor problema en incurrir), no cambiaría  nada, porque no merece la pena cambiar las cosas por solo dos años, que se reserva para poner todo patas arriba, a las próximas elecciones. Es decir, pretende que le dejemos poner su rostro en lugar de la cara de Ayuso, para seguir haciendo lo mismo. Pues, Sr. Futuro Defensor del Pueblo, si así va la cosa, tenemos claro cuál es el perfil más agradable.

Estas elecciones regionales parecen enfocadas a una abstención escalofriante. El auto-cesado Iglesias se postula como candidato a Presidente regional para capitanear los restos de la coalición Unidas-Podemos, confiado en su tirón mediático y su labia, para superar el fatídico cinco por ciento que dejaría a su grupo fuera del hemiciclo pequeño. Como lo verá de mal que apela al voto de los top manteros y irregulares (no se cómo arreglará que los que están como residentes ilegales puedan ser votantes), incorporando a su lista al portavoz del sindicato de manteros y miembro de la Asociación de los Sin Papeles, llamado Serigne Mbayé.

Con este panorama, me parece que el asunto se va a decidir entre los que voten a la agrupación de Errejón o Monasterio, del partido de Abascal. Por lo menos, son los únicos que dicen las cosas claras y no necesitan ni precisar objetivos locales ni cambiar programa electoral. Ya los conocemos. No van de comparsas, aunque son conscientes de que solo se cuenta con ellos para hacer el caldo más gordo al amigo de Zumosol.

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¿A las puertas del infierno?

22 octubre, 2020 By amarias 8 comentarios

El Ministro Illa, responsable de la cartera de Sanidad en el todavía Reino de España, acaba de anunciar -en una corta entrevista radiofónica en Onda Cero, a las nueve de la mañana del 22 de octubre de 2020- que estamos a “las puertas del invierno” y que, según los expertos que le asesoran (propios y de ajenos), serán necesarios por lo menos seis meses, para que alguna de las vacunas que se investigan contra el coronavirus, superados los controles que demuestren su carácter eficaz y, al mismo tiempo, inofensivo, pueda ser distribuida entre la población en número suficiente.

Muy optimistas me parecen, dentro de su dramático contexto, esas previsiones, cuando no tenemos, ni de lejos, controlado el avance del virus estamos asistiendo a la imposición de confinamientos cada vez más severos. Y me parecen terriblemente precursoras de una crisis económica aún más profunda, de la que no van a salvarnos unos miles de millones de euros europeos, cuyo destino aún desconocemos y cuyo coste real ignoramos.

Me resulta fácil hacer el juego de palabras con las palabras de Illa y poner de manifiesto que nos esperan períodos aún más difíciles de lo previsto. Con más de un millón de personas ya contagiadas en España (un 2% de la población total) y en el grupo de cabeza de afectados, junto a países que nos superan ampliamente en población, seguimos preguntándonos, en realidad, porqué hemos sido distinguidos por la pandemia.

Nuestros sabios y políticos (desde a Luis Enjuanes a Margarita Del Val y desde Pedro Sánchez a Alberto Núñez Feijoo) ponen el énfasis en que parte de la población no respeta distancias, organiza fiestas multitudinarias sin llevar mascarilla y tenemos muchas más unidades familiares que agrupan a jóvenes y ancianos que el resto de países europeos, como consecuencia del alto paro juvenil y del carácter salvador de las pensiones a las maltrechas economías, que hace de aglutinador de entidades familiares con más miembros que la media europea.

No quiero que se me juzgue de conspiranoico ni escéptico integral, pero mis escasos conocimientos de sociología comparada me sugieren que deben existir más factores que nos empujan a los españoles al lado feo de la pandemia. La sobrecarga de la asistencia primaria (afición desmedida a visitar el centro de salud por ancianos) y de los servicios de urgencias (por catarros, luxaciones, otitis, fiebres infantiles y heridas superficiales), la escasez de facultativos de calidad por cada mil habitantes (no pocos de los mejores se han ido a los países ricos y ya no podemos convencerles de que vuelvan) han de contar entre los factores, supongo. (1)

Pero ni siquiera esa enumeración, bastante obvia de factores de culpabilidad no individuales, me satisface la inquietud por saber qué nos está pasando.

Y como no tengo perro que me ladre ni lazo que me sujete, echo a volar mi imaginación y atribuyo como causa principal de nuestra desgracia colectiva, esa que nos está sumiendo en la peor crisis económica y social desde la postguerra civil, el que somos un país desorganizado, desestructurado, inconsistente, falto de liderazgo y ayuno de ilusión colectiva.

Esto en estos momentos siguiendo (con una atención disminuida, desde luego) el Debate de la moción de censura de Vox. Oigo, sobre todo, insultos, descalificaciones, improperios. Falsedades. Distribuidas entre los intervinientes de todos los grupos, más concentrados, sí, en unos portavoces que en otros, aunque me parece detectar que, más que corresponder a un programa ideológico, a una coherencia, descansan en las habilidades dialécticas y en la capacidad para improvisar insultos.

Estamos a las puertas del infierno. Estoy mirando una reproducción del maravilloso complejo escultórico de August Rodin con ese nombre. Una obra inacabada, aunque nadie lo diría observando su fuerza. Una amalgama de cuerpos que se precipitan al vacío, arrojadas desde el Paraíso.

Me apetecería que los políticos a los que hemos tenido que votar para que nos guiasen a un mundo mejor, nos ofrecieran soluciones constructivas, hicieran desaparecer la crispación, impulsaran la creatividad y la formación de empleo, cumplieran con los propósitos de aumentar los esfuerzos en investigación y formación. Todos, en sus programas, defienden aparentemente lo mismo, aunque, por la experiencia ya amplia de su comportamiento, sabemos que muchos de ellos, desgraciadamente, solo pretendían su bienestar personal.

Me resisto a pensar que estemos a las puertas del Infierno. No podemos, no debemos estarlo. Que este Invierno nos saque a todos a una primavera radiante, solidaria, prometedora de una España seria, pujante, respetada internacionalmente, sin extremismos ni experimentos secesionistas ni comunistoides, más propios de paranoicos sociales que de experimentados e instruidos hombres y mujeres que, independientemente de sus profesiones y trabajos, de su formación y base ideológico, quieren avanzar unidos.

Me esperan a mi, personalmente, varios meses de duro tratamiento oncológico. Ignoro si podré superarlo, pero me aplicaré, con buen ánimo, a salir a flote de mi particular invierno. Espero encontrar, a la salida de este proceso, una España mejor, más unida, valorada internacionalmente, libre de todos los virus que ahora nos afectan y emponzoñan.


(1) Hago una precisión a posteriori, a las nueve del día 22.10.2020. Tenemos en España buenos facultativos, con una dedicación vocacional que, en especial en las dotaciones de la Sanidad Pública, se puede calificar de sacrificada hasta más allá de lo deseable, ya no solo por ellos mismos, sino por la atención que se ven obligados a proporcionar a los pacientes. Faltan profesionales, no andamos sobrados de medios ni los actualizamos en la medida deseable y, desde luego, necesitamos elevar sus salarios. No podemos sostener una Sanidad a base de sacrificios personales, presumir de su alta capacitación sin realizar suficiente investigación y sin darles tiempo y oportunidad para la continua formación que demanda el continuo incremento de la tecnología sanitaria. Creo que, dentro de las prioridades, aumentar los honorarios, eliminar su precariedad laboral y reducir su jornada de trabajo es imprescindible. Estamos invitando a médicos, enfermeras y ayudantes de enfermería a que, una vez que adquieran experiencia en la Sanidad Pública, se vayan a la empresa privada, emigren o disminuyan su dedicación y empatía con el paciente tratando de aplacar su malestar.

 

 

 

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Desgobernados

17 noviembre, 2019 By amarias Deja un comentario

Aunque no tenga el empaque y aptitud para la representación pictórica que alcanzó el abrazo de Vergara, el que se prodigaron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias jr. tiene visos también de convertirse en un apretón histórico.

Se anunciaba con él el final de las hostilidades en el espectro de la izquierda española, al menos entre los dos equipos que conforman la mayor parte del rompecabezas en que se ha convertido el gallinero de la progresía pseudocomunista, en su pugna interna por hacerse con el pendón que lo confronta con los pseudoliberales neocapitalistas.

No me parece que la formación de gobierno sea cosa fácil para Pedro y Pablo y, si lo consiguen (con los apoyos de los acomodaticios regionalistas de derechas cántabros y vascos) y la abstención de los separatistas catalanes, más el voto con ojos cerrados y la bolsa presta de otros partídulos, el mantenimiento del gobierno con mínimas condiciones de estabilidad, será cosa prácticamente imposible.

Este largo proceso electoral habrá tenido consecuencias muy dolorosas y costosas, en todo caso, para nuestra economía y la serenidad y solidaridad (más o menos ajustadas) que nos habían acompañado desde 1978 hasta 2019.

Se ha roto la izquierda, tanto por la parte populista como por la histórica facción comunista; el partido socialista, al abrigo de la capacidad camaleónica de Pedro Sánchez y sus inmediatos colaboradores, se han despojado de casi todos los restos del pacto de Suresnes; Alberto Garzón ha destrozado el PC; Iñigo Errejón se separó de la pareja Unidas Podemos (Iglesias-Montero) para “dignificar la izquierda” y se encontró con la pared de enfrente.

Se ha roto la derecha, aunque se nos quiera convencer que el PP está nuevamente fuerte. Pero Pablo Casado no tiene el empaque intelectual de Fraga ni el atractivo chulanesco de Aznar, o la socarronería simpaticona de Rajoy; le ha salido un grano por el flanco más débil que se ha convertido en alternativa para los amantes de la gresca política y, además, Abascal ha reunido un trío de disidentes del Partido troncal que tienen labia y capacidad de convicción entre los votantes descontentos de toda condición; el caso de Albert Rivera es de los que mueven a la lástima, pero el resultado está ahí, siguiendo el manual del desquiciado: Cómo dilapidar en pocos meses un inmenso caudal de credibilidad, apareciendo con el paso cambiado en cada aparición pública televisiva.

Sigo sin ver claro el futuro, y no descarto unas nuevas elecciones. Pero el abrazo de Moncloa, con dos personajes en salto mortal al vacío, apoyándose cada uno en el hombro del otro, pasará a la historia como una voluntad de quererse políticamente entre dos personalidades incompatibles, con el deseo de obtener, por fecundación artificial, un gobierno que, al menos, dure mientras se firmhttps://angelmanuelarias.com/libro-sonetos/a el reparto de los gorros de plumas, digo, los ministerios.


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Las estrategias peligrosas

29 julio, 2019 By amarias 3 comentarios

¿Y si todo ha sido un juego de estrategia? No un juego de los que suman cero, o de esos en que todos ganan, sino un juego perverso en el que todos pierden y, en especial, pierden más los que más ponen. Me refiero, claro debía estar, al período de alta intensidad mediática que hemos padecido en España. a la espera de que sus Señorías se pongan de acuerdo sobre el próximo presidente de gobierno para el país.

Habiendo sido testigos en la distancia (o sea, haciendo seguimiento ocasional del suceso gracias al tubo catódico o a los transistores) de la representación del debate de investidura fallida del candidato Pedro Sánchez, puede ser el momento, mientras se prepara el segundo acto de la representación política, de comentar en los vestíbulos, mientras tomamos una cerveza, la valoración que nos merecen el guión de los autores y la actuación de los actores (y actrices, por supuesto) de este sicodrama con tintes cómicos en el que tenemos la opción, como espectadores, no de votar al final si nos ha gustado, sino al principio de la obra, si nos va a gustar.

He leído en el periódico al que se atribuye la representación oficial del Partido socialdemócrata (El País, 28 de julio de 2019) que los Sres. Pablo Iglesias e Iván Redondo son los principales autores del libreto a cuya representación hemos tenido el tedioso privilegio de asistir en vivo y en directo. Sobre la cualificación personal y profesional de Iván Redondo es posible que no todos hayan oído hablar, por lo que convendrá únicamente aclarar que se trata del jefe de Gabinete de Sánchez, y que, según la crónica, éste bebe los vientos por él y le come de su mano (no lo dice así, pero la semántica fuerza entendederas).

La trama se entrelaza con tintes más bien oscuros si se combina con la constatación que Iglesias y  Redondo no tienen rencores en su trastienda (como parece el caso de Sánchez con Rivera), sino que se aprecian mucho al margen de posiciones ideológicas, son aficionados a ver series de esas largas con muchos muertos y traidores, y que, aficionados a todo enredo, les gusta jugar al ajedrez aleatorio (una modalidad de ese suplicio mental que implica situar las fichas en el tablero prácticamente al azar, manteniendo solo unas mínimas reglas para evitar desequilibrios aparentes en el inicio del juego).

Por si sirve más al juicio valorativo, añado de mi cosecha que Redondo e Iglesias tienen estupendos egos, producto de floridas formaciones académicas, nutridos por el aplauso de admiradores y la envidia de detractores, y que, como medida de cambio más al uso, gozan de una experiencia dialéctica culmen de los cúlmenes, impropia de humanos, curtida en terrenos  mediáticos en donde en teoría te despellejan a preguntas capciosas y te defiendes en la práctica con respuestas ininteligibles.

El resultado del primer acto del docudrama es conocido por todos. La única sorpresa que contenía este acto demasiado largo, más soporífero que enjundioso, fue que el Unidas-Podemos de “solo” Iglesias y el PSOE de Sánchez no han llegado a un acuerdo para investir con el gorro de capitán del buque España al segundo, después de haber consumido meses de nuestra espera y horas de su negociación, habiéndose reconocido como socios idóneos, Cuando creíamos que estaban repartiéndose los ministerios y los sillones y las cajas de reparto del dinero de la administración pública, su desacuerdo no fue por culpa de Esquerra Republicana y su voluntad de hacer nuestra España un desbarajuste republicano repartido en taifas.

Esta facción minoritaria llama por azar ER, conformada por seguidores de una troupe de amigos de hacer bulla y tirar de navaja lenguaraz, que estaba magníficamente representada por el Sr. Rufián (al que hay que aconsejarle que utilice el privilegio legal de cambiar su apellido, para darle un tono más acorde con su maleabilidad discursiva sobrevenida) ¡estaba a favor de que pactasen!, de que se subieran como fuera al podio de la gestión del Estado, y habían ofrecido ponerse de lado, incluso estaban a favor de votar el programa que saliera de su parto de consenso.

Así que saco una consecuencia desde mi silla de gallinero, donde solo veo un trozo del escenario y me llegan mal los sonidos de todos los cantábile: que este acto haya salido tan zafio, no es culpa de los actores.

Ellos no saben, a priori, el papel que les va a tocar representar. Se ven en la obligación de escenificar un guión que se les entrega desde bastidores en tiempo real, y del que desconocen todo, incluso si han de ser ellos u otros quienes encarnen a los buenos, a los malos, al hada maléfica o al chico que cambia los decorados y se encarga de hacer zumbar las caracolas.

Reconozcamos que lo que no tengan el ánimo para aburridos, estarán al menos desconcertados, amén de atónitos. Hubo algunos momentos, sí, entretenidos. Quizá el mejor fue cuando el indicado Rufián aleccionó a Iglesias y a Sánchez sobre la necesidad de que se pusieran de acuerdo sobre la marcha, como “ventana de oportunidad” y en atención a las “ganancias marginales” porque en septiembre ya no podrían apoyar la investidura de Pedro Sánchez, previsiblemente ocupados en organizar revueltas callejeras.

Otro momento digno de recuerdo fue la apelación de Adriana Lastra, en su monólogo final, sugiriendo que algunos de los personajes no tenían alma, con tiros a derecha como a izquierda, en plan [email protected] [email protected] Notable fue, también,  la discordancia entre el traje de malo de western de Abascal y el papel de novicia que le asignó el letrista. Del antaño sólido Rivera ya queda más bien poco, en relación con la fama que traía. Y por no dejar a ninguno de los cinco magníficos sin calificación, Casado ha desempeñado bien el papel de segundo tenor, con una dicción clara y fraseo comedido, con los que en el anfiteatro de la derecha despertó algunos aplausos, porque debieron pensar que robaba escenario al primer espada, aunque la letra que le asignaron carece de contenido relevante, y suena mejor en los solos desde detrás de bambalinas.

Sucede que no me apetece ver el final de la obra. Quiero que ver otro libreto, que se conceda protagonismo a otros actores y actrices. Tiene que haberlos, que los busquen, que salgan a la palestra. Y que cambien el decorado, por favor, que es de otra época. Que los escribas y los que se ocultan tras los negros -me refiero a los que no dan la cara- den pie a que se luzcan otros, que pongan más realidad social en los fraseos y que , por favor, si se eligen jóvenes para la representación (que es lo que mola acá) que les instruyan que dejen de introducir morcillas presumiendo que son jóvenes y que su momento ha llegado para cambiar España.

No es cuestión de gustos ni de ideologías, no. Solo que he percibido, con claridad meridiana, que el horno no está preparado para estos bollos, ni los bollos tienen la levadura y la mezcla de harina precisas (menos fuerza y más espelta) para que el producto no nos reviente en el hogar o salgan panes duros como un cuerno.

Les doy unas pistas a los escribas: en septiembre, la estrategia deberá consistir en contener los ímpetus secesionistas de la mitad de una Catalunya oficialmente descontenta con la dura sentencia contra los cabecillas de la secesión; en septiembre, habrá que empezar a digerir la fuga del Reino Unido en un Brexit salvaje; en septiembre nos daremos cuenta, luego de un tórrido verano, que somos un poco más pobres, algo más desorientados, que tendremos menos superficie arbórea, más empleo -tal vez- pero estacional y de peor calidad, menos empresas de valor, y más capital extranjero en las que lo tenían; seremos. sí, menos ingenuos, pero estaremos más cansados para aguantar elucubraciones de gabinetes mediáticos.

Resumen: hay estrategias muy peligrosas porque tratan de separar en vez de unir. Y como decía mi tío Carrio, “si te engañan una vez, la culpa la tiene el mentiroso; pero si te engañan dos veces, la culpa será tuya”. No tenemos un país de reserva, señores diputados. No nos lo conviertan en un campo de minas mientras ustedes se ríen o se pelean de mentirijillas desde el escenario.


El zorzal común (turdus philomelos) es muy aficionado a comerse los frutos del tejo. Es un pájaro más pequeño que el mirlo, y de costumbres parecidas, si bien más tímido que éste y, aunque habitual en la invernada en territorio de la península ibérica, es más raro en las regiones al sur de la cordillera cantábrica.

Su reclamo es un corto “zipp”, emitido generalmente en vuelo. El canto, inconfundible una vez que se le ha oído alguna vez prestándole atención, posee una musicalidad especial, que puede ser tenido por variado en tonos y hasta lleno de matices. Sin embargo,  como se suele repetir dos o tres veces, enlazando estrofa tras estrofa, a los que entienden de trinos, y lucen buen oído, e incluso a los que se pasan el tiempo embelesados con su gorgoritos, les acaba pareciendo más bien soso.

 

 

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Resopón electoral

27 mayo, 2019 By amarias Deja un comentario

El resopón, según mi escasa cultura festivalera, es el tentempié que se sirve en una celebración postinera, avanzada la madrugada, para sostener los ánimos de quienes aguantan en pie, danzando o libando alcoholes, después de haber disfrutado de una copiosa cena. Las vituallas sólidas se abandonan en bandejas sobre las ménsulas laterales que circundan el bullicio festivalero, y los bailones y borrachines (o ambos) se acercan, para engullir atropelladamente lo que les viene a sus ganas.

El 26 de mayo de 2019 los españoles hemos sido convocados nuevamente a las urnas, apenas un mes después de haber decidido un mapa de resultados electorales de compleja lectura, para votar quienes deseamos que nos gobiernen en lo local, en lo autonómico y, ya en clave mayestática, nos representen en la Unión Europea.

He aguantado en la noche electoral hasta que se me cerraron los ojuelos de puro empacho visual, y me leí hoy, bien de mañana lo que dicen los periódicos sobre el mapa que compusieron los votos. Por supuesto, también contemplé la información con los comentarios radiofónicos de analistas del panorama.

Si existe un corpus colectivo que guía nuestros destinos, una especie de fatos invisible que hace compendio de los deseos más variopintos de los españoles, me atrevo a interpretarlo diciendo que estamos en la fase oscura. Es cierto que en algunas alcaldías -pongo como ejemplo paradigmático la ciudad de Vigo, en la que disfruté algunos de mis mejores años- ha vuelto a ganar el edil con más proximidad al pueblo. Como los vigueses pasan por ser de los más complicados seres que pueblan nuestra piel de toro, que Abel Caballero haya alcanzado casi el 70% de los votos -he leído que atiende a todos y “si le pides una silla, te la pone”-, el triunfo del ex ministro socialista puede ser calificado de apoteósico.

Por el contrario, en los feudos sociatas de la capital de España, los socialistas lloran su descalabro. Pepu Fernández, el aplaudido entrenador de la selección de baloncesto en su momento, ha atraído pocos más votos que los de su propia familia. Angel Gabilondo, a pesar de su carisma personal, tampoco ha conseguido vencer la resistencia del clan de la derecha en Madrid que, contra pronósticos y previsiones, tiene concejales y diputados regionales para desbancar a superManuela y  recoger el bastón regional de la mano dimisionaria de Angel Garrido para dársela a la exótica Díaz Ayuso, que se vería acompañada de Martínez Almeida como máximo regidor de la alcaldía.

¿Y si no fuera así, tal como se dibuja el panorama de acuerdo con los eslóganes y refriegas del camino preelectoral? Ciudadanos, el partido de Albert Rivera y la desaparecida Inés Arrimadas, debiera tener algo que decir. Su línea profiláctica contra “el PSOE de Sánchez” se resquebraja internamente (imagino, pues no conozco a todos sus votantes), al abandonar la posición de centro liberal, con guiños incluso socialdemócratas, para caer en una alianza tóxica con el partido de Abascal y Smith, que han recogido todos los enseres que tiró, por contaminantes, el partido de Casado.

He escrito muchas veces que a España le vendría bien abundar en coaliciones de gobierno, especialmente entre partidos que ha defendido programas (más bien, pues programas no he visto muchos, ideas o eslóganes) contrapuestos. Me gustaría ver que ese movimiento de colaboración para mejorar el conjunto, arrimando hombros, se produce en aquellos municipios, diputaciones y gobiernos regionales en donde nadie alcanzó la mayoría suficiente para gobernar en solitario; y que se realicen sin reparar en líneas rojas, enemistades personales o programas viscerales que no pueden tener viabilidad en un mundo en progreso civilizado.

Me parece que, por su parte, Pedro Sánchez va a tener que gobernar en solitario, con una minoría que le obligará a mirar a uno y a otro lado si quiere convertir en viables sus propuestas. Acabo de escuchar que va a cenar con Macron (descalabrado en las elecciones francesas, superado por el partido de Marie Le Pen). ¿Será posible que pueda encontrar más entendimiento y sintonía personal en el terreno galo con alguien que, teóricamente, está en otro espectro ideológico, que en su propio país?

Que la incertidumbre del futuro les ilumine, señores elegidos, para que consigan guiarnos por el camino del progreso, seleccionando, como el pueblo llano ha hecho con Vds., la combinación que ha creído más conveniente para reflejar los ideales e intereses de cada uno. Y, sobre todo, no deshagan lo hecho, no vuelvan atrás. Prosigan.

 

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Lenguaraces en pugna por el pescante

1 abril, 2019 By amarias Deja un comentario

A un mes vista de las primeras elecciones generales de 2019, los candidatos de las muy diversas facciones políticas se esfuerzan, no en señalar diferencias programáticas, no en perfilar sus propuestas de gobierno y alianzas, sino en ocupar espacios mediáticos.

¿Cómo se consigue el objetivo con máxima probabilidad? Diciendo ocurrencias, “boutades”, tonterías.

Calientes las bocas lenguaraces por la presencia de un público de fieles deseosos de aplaudir las jugadas que pudieran ser susceptibles de gol (aunque sea en propia puerta), los candidatos se lían con la pelota y hacen filigranas y adoptan posturitas con las ideas al hilo de contorsionistas circenses.

No veo el atractivo semántico de anunciar la posición antiabortista, y genuinamente machista, de negar a la mujer el pleno dominio sobre su naturaleza física, difundiendo que en Estados Unidos o en Sabediosdonde matan niños al nacer. (A. Suárez Illana). No, Adolfo,  esperan a que sean estudiantes de secundaria para que algún compañero jugando a Rambo ccon las armas de su padre, se tome la revancha por cualquier tontería que haya encrespado sus ánimos adolescentes sicoticos. (Abascal Conde y Ortega Smith quieren armar a la ciudadanía y favorecer la creación de comités ciudadanos con vocación  justiciera tomada por propia mano; ellos ya llevan siempre consigo una Smith o una Beretta y ay de quién les tosa) .

Me parece magnífico el ejercicio literario de imponer una renta mínima general, ordenar a los Bancos, multinacionales y a los grandes grupos empresariales que trabajen a beneficio cero y perseguir a latigazos a los filántropos poseedores de fortunas que crecen, dicen, gracias al subempleo y a la mano de obra barata del subdesarrollo (cada vez que oigo a Pablo Iglesias, Echenique o Montero y su discurso anticapitalista y animar a que nuevos ricos ex proletarios ocupen las sillas del banquete, se me saltan las lágrimas imaginando quién les habrá dado clase de economía ).

No tengo nada que objetar, salvo -ni más ni menos- que el sentido económico más común a la idea de Pedro Sánchez de blindar las pensiones. Incluso me parecería bien, si pudiéramos pagárnoslo, capitanear a escala mundial la defensa contra el cambio climático. Y es sensato -en pequeños círculos catalanes- pero inconstitucional (al menos, por ahora ) y desleal con la inmensa mayoría de españoles abogar por la independencia de Cataluña si lo demandara un 65% de la levantisca parroquia catalana, que ya sin ganas de jugar con el mechero, como el vidente telegénico Iceta expresó en una entrevista de un periodista extranjero.

En fin, Albert Ribera debe tener el lápiz rojo ya sin mina de tanto trazar con línea gruesa el riachuelo que le separaba del PSOE para convertirlo en el Amazonas de las incongruencias que desorientan al electorado, Macron, Luis Valls y Garicano incluidos.

Pablo Casado no necesita que José María Aznar lance bravuconadas desde su cueva para envalentonar a la derecha más engominada, porque el votante a la búsqueda del arca perdida de la derecha civilizada no le va a mirar a los ojos, sino al bolsón y, desde luego, al bolsín de las propuestas. A Pablo -éste, el que no lleva coleta ni vaqueros rotos con dos móviles asomándole por la trasera- ya no le basta con alardear de que va a crear millones de puestos de trabajo y a sacarnos de la crisis en que nos metió y meterá nuestra incompetencia institucional bifronte para generar riqueza. Ya no funciona el truco de la varita mágica de bajar los impuestos a muy ricos y grandes empresas y sacar la pasta para lograr el milagro español persiguiendo el fraude del pequeño ahorrador, subiendo los irpf de los salarios de la clase media y escrutando las  cuentas del comerciante de cercanías.

——

Esta puerta tan decorada forma parte de la colección de puertas de los aseos del Hospital Ramón y Cajal, de Madrid. Un magnífico ejemplo de la expresividad que emana de las mentes de quienes están confinados momentáneamente para cumplir con una servidumbre natural en un espacio de propiedad publica.

Es un grafitti plural, un muro de las vergüenzas intelectuales de este país que ha encontrado en la espontaneidad de la chabacanería la manera de redimir su incapacidad para expresarse con algo más complejo que el exabrupto y la descalificación frontal.

 

 

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Sin pulso

11 febrero, 2019 By amarias Deja un comentario

Escribir en vísperas de un suceso de relativa importancia para la política nacional, sin estar en los entresijos del guiso (¡sálveme Dios de tal desventura!), tiene indudables riesgos. Los dos últimos presidentes que nuestro torpe aliño parlamentario nos ha deparado (Rajoy y Sánchez, por orden de desaparición) han sido maestros en el arte de resistir contra natura, y al último de ellos, incluso le han escrito un libro sobre la ingrata cuestión de sostenerse en alto agarrado a la brocha de la ausencia de respaldo popular.

El 10 de febrero de 2019, las microfuerzas movilizables del amplio espectro teórico que va desde el centro derecha a la extrema derecha (división ideológica que debe ser valorada estrictamente desde su peculiar aplicación a nuestro país), han puesto de manifiesto su apatía tumultuaria manifestándose en Madrid contra el delicado estado de salud política del presidente Sánchez y, por extensión de su Gobierno de circunstancias.

En tiempos en que hasta los taxistas son capaces de movilizar unas cuantas decenas de miles de titulares y familiares de su circunstancias para castigarse durante más de una decena de fechas del calendario paralizando su actividad en la capital del Reino y otras capitales secundarias (y, de paso, demostrarnos a los madrileños que se puede vivir igual, e incluso mejor, sin ellos), que los partidos del espectro que va desde Ciudadanos a Vox, pasando por el remozado PP de Casado no consigan reunir sino a cincuenta mil entusiastas con banderas, se debe interpretar como una demostración de la ausencia de pulso político del país.

Resulta que, falto de ideas para solucionar los problemas importantes que nos afectan a todos, el equipo de Sánchez, con la inexpresiva presencia de la vicepresidenta Carmen Calvo, ha expresado que se va a utilizar la figura de un notario, relator, mediador, para facilitar el entendimiento con los separatistas/chantajistas catalanes del equipo de segunda regional que capitanea Puigdemont desde su exilio voluntario.

Podía haber surgido un clamor, un grito desgarrado, contra la propuesta, máxime después de ser testigos todos de la forma singular que utilizan desde la amada Catalunya esos revoltosos que han ocupado el Parlament para torcer nuestra tranquilidad democrática, pero no ha sido así. La convocatoria de manifestación se ha despejado con la lectura de un manifiesto ininteligible, falsario, y con una foto fatal en la que los líderes de los tres partidos convocantes han venido a demostrar que son muy poco amigos de que se les vean juntos.

No hubo gritos, sino murmullos. Y, además, aderezados con mentiras. Sánchez puede creerse, incluso, que no tiene nada que temer, salvo a los facciosos catalanes y sus chantajes.

Qué error, qué inmenso error.

Por favor, démosle una nueva vuelta a la ruleta de los resultados electorales. No estoy seguro de que los que vengan lo hagan mejor (más bien, tengo dudas sustentables), pero hace falta cambiar los aires. Imagino que ganarán, por minoría insuficiente para gobernar en soledad, los seguidores de Pablo Casado, y que a Albert Ribera se le volverá a plantear si se abraza definitivamente con los de la derecha real (incluido el Vox de Abascal) o se alía con lo que quede del PSOE de Sánchez.

Pase lo que pase, será mejor que mantener la situación de interinidad. Los temas importantes se están enquistando. Y lo de Cataluña, la verdad, es una rabieta de revoltosos. La inmensa mayoría de los catalanes, como casi todos los españoles, no tenemos el problema de separarnos. Tenemos el problema de hacerlo mucho mejor cuando trabajamos juntos.


Estas dos ocas de Egipto (o del Nilo, alopochen aegyptiacus) han sido fotografiadas por este cronista de medio pelo saludándose sobre uno de los pretiles que defienden las aguas del Manzanares, -que va dejando de ser aprendiz de río gracias al buen tratamiento que reciben las residuales de los madrileños-,  de los curiosos, paseantes y deportistas que usan el agradable circuito de Madrid río.

 

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