La muerte, en extrañas circunstancias, de Miguel Blesa y Rita Barberá ha venido a conformar una pareja triste y dramática, que parece señalar, con lápiz amargo, la tremenda tensión política y económica que vivimos.
Los problemas son de tal magnitud y diversidad que su simple enumeración produce escalofríos. La falsa recuperación económica, la ausencia de una directriz formativa para los jóvenes, la presión inmigratoria y el riesgo climático, se agrupan junto a la incertidumbre del proceso secesionista catalán, la falta de credibilidad de un gobierno decadente y el descrédito autoinfligido de su no muy leal oposición, el cuestionamiento de la ética de miembros de la familia real, el menos que dudoso delictivo proceder de las huestes del antes muy honorable President de la Generalitat catalana y, ya tomando carrerilla, la puesta en solfa de todas las instituciones y autoridades.
Bajo este sombrío panorama, el óbito de Blesa, acaecido en la madrugada del día en que esto escribo, si, como se está difundiendo (no sé si con temeridad) pudo ser causado por él mismo, me provoca la especial desazón de sospechar que la impecable persecución judicial de quienes fueron segundones en actuaciones probadas o presuntamente delictivas les está provocando como daños colaterales, graves desequilibrios anímicos. No se trata de “la pena del telediario”. Es la “pena del abandono como apestado” de aquel a quien fuiste fiel durante años.
Imagino lo duro de sufrir, primero, la presión del dedo del reproche público y, luego, la cárcel, sabiendo que los principales impulsores y beneficiarios de la actuación del investigado, empicotado y penado, andan parapetados en la inmunidad que concede la inmensa hidra del sistema. Aunque algunos se jacten de hacer amigos entre los “reclusos del montón” y escriban luego libritos con la experiencia (alardeando de capacidad de resistencia). Incluso aunque se pueda relajar la mente pensando en la futura disponibilidad de los millones puestos a recaudo en paraísos fiscales y no descubiertos por la investigación de solvencias con que responder del delito.
No estoy de lado, por supuesto, del que delinque, pero sí tengo que poner de relieve que los frentes abiertos del sistema económico y social son excesivos para la munición con que contamos.
Restringiéndome solo a nuestro código penal -y a pesar de las modificaciones recientes-, entiendo, como ya puse de manifiesto otras veces, que precisa una urgente revisión de las sanciones, haciéndolas proporcionadas, modulares y coherentes con el fin que se persiga.
Preparado para castigar a delincuentes de poca monta en la mayor parte de los tipos y de las penas, bajo la ingenua idea decimonónica de que permanecer privado de libertad en un centro penitenciario varios años debe servir también a la reinserción, no solo no se cumple, en general, para aquellos, pero la reeducación es una quimera para los autores de los delitos económicos graves. Deberían sufrir la confiscación de bienes familiares para responder de su gestión delictiva, llevando la restitución hasta sus últimas consecuencias, lo que plantea el problema de investigar a fondo el origen de las fortunas.
Ni los fiscales, ni los jueces, ni las cárceles, están previstos para tratar este tipo de infractores.
Quizás la cuestión clave está en que, así como la sociedad, sin necesidad de pasar por los Juzgados, reprocha de inmediato a quien roba una gallina o acuchilla a un compinche en una reyerta, y no le importa qué tipo de sanción penal recibe, carece de criterio para valorar ciertos delitos “nuevos”. A veces encubre y disculpa, otras sobreactúa, y no pocas, castiga sin esperar que los jueces se pronuncien, haciendo caer en el descrédito irrecuperable a sospechosos inocentes.
El milano real de la foto sobrevuela, majestuoso, oteando la oportunidad de algún polluelo despistado. La cola de los adultos, rojiza en la zona superior, larga y muy ahorquillada, sirve de primera identificación del Milvus milvus.
Los milanos son rapaces relativamente grandes (hasta 70 cm). Para distinguir entre las especies, si la visión del ave se realiza, por suerte, con la iluminación adecuada, la zona anal-ventral puede ser determinante. El milano real tiene esa zona de color rojizo (más pálido en los jóvenes).