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Lost Agosto

3 septiembre, 2019 By amarias 3 comentarios

Titulo -excepcionalmente- en inglés (al 50%), este Comentario, para subrayar que Agosto está perdido. No “perdido en la traducción” (hermosa y sugerente película, Lost in traslation, bajo la dirección de Sofía Coppola).

Perdido para nosotros, que lo hemos dejado pasar con propósitos incumplidos; ojalá, al menos, hayamos conseguido desconectar de lo que nos preocupa u ocupa sin gracia. Si no ha sido así, si nos hemos perdido en Agosto, lost in August, no hay por qué atormentarse: la vida sigue.

Agosto se ha convertido en un mes no totalmente inhábil a efectos administrativos y penales (como los abogados en ejercicio sabemos muy bien). La maquinaria que alimenta de forma continua las demandas para cubrir las necesidades ciudadanas no permite la inactividad de quienes tienen, por mandato constitucional, la obligación de atenderlas. Aunque este mes de agosto estuvo prdido políticamente, desde el momento en que nuestros representantes actuales en las Cámaras han decidido tomarse una vacatio, que tenemos derecho de pataleo a considerar inmerecida.

El caso es que los servicios de comunicación de las Administraciones no han cesado su actividad durante el mes de agosto, y los ciudadanos hemos tenido ocasión de percibir y sufrir sus efectos. ¿Quién no se encontró en el buzón, al volver de unos días de asueto, el aviso de que tiene pendiente de recogida una carta certificada de alguna de las dependencias de la Administración pública? ¿Oculta esa nota apurada del cartero en el que nos indica que pasó por nuestro domicilio en ausencia nuestra, una multa, un apercibimiento de inspección tributaria? ¿Será acaso una comunicación de la Tesorería de la Seguridad Social expresando que se nos abonarán los retrasos? Tal vez, ¿la respuesta a una solicitud que formulamos en la impertinente hoja fotocopiada que recogimos de uno de los montones de la conserjería del estamento, allá en el lejano junio?

Si tengo que juzgar por la cola de ciudadanos que aguardaban, con su boleta de aviso de entrega frustrada en ristre, a que la pantalla mostrase la combinación algebraica que habían obtenido del expendedor para atención en la oficina de correos, diría que fue intensa la actividad de los departamentos administrativos en agosto. También lo fue, en misteriosa conjunción, el trabajo de los servicios de Correos que, a pesar de los publicitados esfuerzos y cambio de imagen, aún tiene margen de mejora. Por ejemplo, en que los repartidores, que supongo mal remunerados y trabajando a destajo, no se inventen ausencias de receptores para terminar rápido su trabajo.

Por lo que oí, la respuesta más común que recibían mis expectantes colegas sufrientes desde este lado de las administraciones era: “Lo siento, pero la notificación ha sido devuelta al emisor por haber transcurrido el plazo para retirarla”. Siete días, quince días, el día siguiente, según los casos.

Yo me había encontrado en mi buzón una Nota de Entrega fallida emitida por el repartidor el día 14 de agosto, que apareció en mi casillero el día 30. Mala suerte. El plazo estaba vencido. ¿Qué hacer para reclamar el reenvío de la comunicación, u obtener una copia ? El amable funcionario de Correos me orientó: “llame al 010”. Cuando llegué a casa, eso hice.

Después de cinco minutos de espera, me atendió una amable señora o señorita que me ilustró de que mi tema no tenía nada que ver con el Ayuntamiento. “Diríjase al Ministerio correspondiente”. Ante su gentileza, quise ofrecerle mi colaboración desinteresada: “Gracias. Quisiera advertirle que el contestador me ha venido informando de que me atenderían sin falta en tres minutos y, sucesivamente, dos y uno, según pasaba el tiempo, lo que no fue realidad, pues Vd, tardó dos minutos más en recoger mi llamada en espera”. “No tengo nada que ver con eso- me aclaró-. Eso es cosa del sistema de respuesta automática”. Le agradecí nuevamente su amabilidad, y me dirigí  -virtualmente, claro- a la web del ministerio.

Maravilla. La web me permitió enviar un mensaje sin problemas a un Servicio centralizado de Información, en el que procuré ser escueto y directo en referir mi problema. Pocas palabras y al grano. A la mañana siguiente, recibí una contestación concisa, en la que se me indicaba que me dirigiera a la oficina más cercana a mi domicilio de la Delegación correspondiente en la plaza y pidiera el certificado cuya entrega no había sido posible “directamente” en ese Servicio, que la forma de computar los tiempos en Correos me había hurtado hasta el momento.

Después de aguardar ser atendido durante una hora aproximadamente, con lo que tuve ocasión de hacer algunas amistades circunstanciales -había solo una funcionaria para solucionar las más variopintas cuestiones, una especie de ventanilla única multifunción con busto parlante-, me dieron, al fin, la combinación algebraica para obtener atención personalizada. Otros minutos de estar atento a las pantallas y, hélo ahí: premio, Diríjase al puesto tropecientos.

Avanzo entre mesas vacías, y el amable empleado público que se disculpó por atenderme mientras mordisqueaba un bocadillo -“estamos en cuadro”, aclaró- me ilustró, después de comprobar mi identificación y escuchar atentamente por dos veces el motivo de mi educada presencia ante su pertinente autoridad, de que no figuraba en mi expediente informático ningún documento pendiente de entrega.

Cuando le expliqué, tratando de hallar las palabras precisas en el fondo de mi atoramiento sin mostrar enfado, de que sí debía tenerlo, pues allí estaba como evidencia la Nota de Entrega frustrada, y el hecho también fehaciente que desde el Ministerio me habían expresado, por escrito, que podía recogerlo en esa oficina, me puso en claro lo que, en su docta opinión, sucedía:

“En el Ministerio no tienen ni puta idea de lo que sucede en las Oficinas regionales”.

Obtuve, debo reconocerlo, más información. Lo que había hecho hasta entonces, siguiendo instrucciones de otro empleado del servicio, hacía dos meses, estaba mal hecho. Me faltaban muchos documentos para que el Expediente (cuyo número me resultaba ilegible, pues el sello automático de la máquina de recepción de documentos quedaba interferido por el texto de mi Solicitud “ahora no sellamos fotocopias, es todo automático”, resonaba en mi recuerdo) pudiese ser tramitado. “Seguramente lo que le comunican en ese certificado es que su Expediente está paralizado”, continuó el del bocadillo, al que debí despertar conmiseración.

Cuando llegué a casa, me encontré con que, desde la dirección de correo electrónico del Ministerio al que yo había contestado con un “Muchas gracias”, emocionado por su diligencia (ahora sabía que fantasiosa o descoordinada) me replicaba con un enigmático “Consulta no admitida. El procedimiento adecuado para consultas es dirigirse a la web del Organismo”.

Me di cuenta, de pronto, que estaba tratando con un autómata. Con autómatas.


La golondrina dáurica (hirundo daurica) es una pariente rolliza de la golondrina común (hirundo rustica), difícil de diferenciar en vuelo, salvo para ornitólogos cuidadosos. Su tamaño es bastante mayor -18 cm frente a 10 cm- si se incluye la larga cola, aunque es algo más corta en la dáurica. Carece de las manchas blancas en la cola de la común y el adulto no tiene la garganta de color castaño rojizo ni la franja pectoral oscura, casi negra con luz escasa o a contraluz.

Encontrarse con un adulto de dáurica alimentando a su retoño ya volantón, en un paseo por el Tajo, es una experiencia inolvidable.

Archivado en:Actualidad, Administraciones públcias Etiquetado con:agosto, autómata, correos, entrega, funcionamiento de la administración, funcionario, hirundo darurica, nota, servicio, servicios regionales, web

El poder judicial enjuiciado

1 junio, 2017 By amarias 2 comentarios

El descubrimiento de que el ya hoy dimitido “por motivos personales”, Fiscal jefe Anticorrupción (1), Manuel Moix, mantiene con sus hermanos una empresa en Panamá (país que se considera paraíso fiscal), ha puesto nuevamente sobre el tapete la cuestión de la independencia del poder judicial.

Resulta estrambótico que quien se encarga de la cuestión candente de clarificar qué diablos ha sucedido, y quizá está sucediendo, con el trasiego de parte de los dineros públicos para pagar comisiones a particulares o a partidos, o con la ocultación de beneficios empresariales bajo el manto ficticio de trabajos imaginarios en chiringuitos y bufetes ubicados en paraísos fiscales, utilice él mismo una herramienta sospechosa. El Fiscal jefe y todos los fiscales que forman el amplio equipo encargado de investigar la anticorrupción, han de estar lo más alejados posible de los tejemanejes de aquellos son presuntos destinatarios al sometimiento de las leyes que tipifican los delitos económicos cometidos por ellos o por formar parte de organizaciones que utilizaban para delinquir

No creo -no he creído nunca- en la vigencia de la separación de poderes, en el mundo real. He argumentado que los jueces y fiscales deben estar sometidos a un control al margen de sus propias instituciones. Como letrado, he tenido ocasión de comprobar en varias ocasiones la flexibilidad con la que la Ley -y, en la práctica, su garante, el sistema judicial- se acomoda a intereses particulares de poderes económicos o políticos. Las sentencias, incluso en el Tribunal Supremo, y según quién sea el magistrado ponente, son de muy diferente factura, consistencia y…coherencia. En fin, creo que los tipos penales y, desde luego, las penas, deben ser revisadas, ya. No tiene sentido que delitos menores estén castigados con dureza y otros, en cambio (“alarma social” a un lado), con evidente benignidad.

No me parece defendible que el éxito en las oposiciones dependan de quién ha sido el preparador de las mismas. No me parece coherente que existan familias/sagas cuyos componentes, además de una curiosa vocación a repetir modelos, ocupen plazas de jueces, magistrados, registradores, notarios, etc.

Tampoco entiendo que veamos con tanta tranquilidad la existencia de puertas giratorias entre la judicatura, la fiscalía, los altos cargos en general, y la empresa o el ejercicio privados. Y, para no hacer largo este comentario, y a riesgo de mezclar churras con merinas, defiendo la necesidad de una Escuela Superior de la Administración Pública y la convicción de que todo funcionario ha de saber que desde el pueblo llano le garantizaremos un sueldo suficiente y una carrera profesional para que no se preocupe de aquello que los demás mortales tenemos siempre en mente (ganar un sueldo digno sin riesgo a que le afecten los vaivenes de la economía), a cambio de honestidad, garantía de equidad, formación continua y servicio a los intereses generales.

Lamentablemente, esto no es así, aquí y ahora. Las interferencias de la política con la función pública son constantes, palmarias, y, en demasiados casos, dolosas. No solo dolorosas, dolosas.

No puedo entender porqué nos hemos desviado tanto del camino que aparecía trazado, y que creí estábamos siguiendo de forma entusiasta. Resultó ser un espejismo.

—

(1) El cargo es, correctamente escrito: Jefe de la Fiscalía contra la Corrupción y la Criminalidad Organizada.

La foto es de una lavandera blanca, en acrobático vuelo para captar algún insecto, quizá una efímera recién salida de su estado larvario. Fue tomada en el río Pigüeña, a su paso por Belmonte de Miranda (Asturias). Compartía su hábitat con una pareja de lavanderas cascadeñas, a las que también fotografié. Aunque eso es ya otra historia.

Archivado en:Actualidad, Administraciones públcias Etiquetado con:administración pública, anticorrupción, dimisión, fiscales, funcionario, jueces, Moix, motivos personales, paraísos fiscales

Mi Diccionario desvergonzado (13): médico, factura, funcionario, familia, mierda, portero, director

1 julio, 2013 By amarias2013 Dejar un comentario

médico: 1. Universitario/a con numerosos años de estudio, y experiencia acreditada como máximo responsable de las atenciones a urgencias hospitalarias en muy variadas especialidades, méritos refrendados por diplomas que lucirá colgados en las paredes de un despacho con camilla (no mesa-camilla) en su consultorio privado; este acervo (formado por estudios, información, praxis e ingenio), le permitirá decidir si la persona que tiene desnuda ante sí, a la que un auxiliar llamará por su nombre de pila y él/ella designará como paciente, debe tomar un par de decenas de pastillas o someterse a una intervención quirúrgica, como impecable solución curativa al síntoma que el sufriente habrá presentado simplemente como “me duele aquí” y que, en un proceso llamado diagnóstico, en el que utilizará su ojo clínico, dará nombre latino o cualquier otro ininteligible, que pondrá, para mayor precisión, por escrito, con caligrafía indescifrable. (véase Nota del Editor) 2. Profesional con alto reconocimiento que ha estudiado la carrera de Medicina en el extranjero, país de su nacimiento donde no encontró trabajo, habiéndose visto obligado a emigrar; de ser español, puede darse el caso de su retorno a los orígenes, casi al final de su vida activa, para dirigir, por unos pocos meses antes de presentar su dimisión irrevocable, un centro de investigación que llevará posiblemente el nombre de Cajal, Marañón o Servet y que, inaugurado con bombo y platillos, no dispondrá de presupuesto para pagar las nóminas ni reponer el material fungible. 3. En plural, juego ancestral practicado por niños y niñas, en el que las niñas hacían de pacientes y eran desnudadas para exploración, hasta que llegaba un adulto y obligaba a los intervinientes a leer un cuento, jugar al parchís o realizar cualquier otra actividad aburrida.

factura: Papel en el que se recoge, de forma somera, y con fines identificativos, el producto, servicio o actividad que alguien, llamado proveedor, ha realizado para otro, llamado cliente; recibe diversos nombres, según el destino que quiera dársele: nota de entrega, factura sin iva o con iva (la primera, en realidad, solo es un recuerdo o souvenir del sitio), hoja de bloc y tique de caja.

funcionario: 1. Persona, con aspecto inequívocamente humano pero con tendencia a expresar pensamientos divinos, que ha tomado en una edad temprana, la decisión de presentarse -si no dispone de enchufe- cuantas veces fuera necesario a una prueba de concurrencia tanto más multitudinaria cuanto más avanzaba el paro, llamada oposición, y que si no es víctima de alguna enfermedad mental, acabará garantizándole un puesto de trabajo para el resto de su vida, llamado, no se sabe porqué, plaza; son características intrínsecas a la plaza: convicción de que la oposición ha sido muy difícil; tendencia a engordar y a la depresión; propensión a manifestarse o, al menos, a apoyar manifestaciones con su firma; vacaciones en la costa. 2. Trabajador que funciona, con o sin oposición, independientemente de que esté empleado o no en una Administración pública. Véase: oposición, enchufe, enfermedad mental.

familia.-1. Grupo de personas que pertenecen, en exclusiva, al tronco genealógico de uno de los miembros de la pareja felizmente casada. 2. Forma despectiva de referirse a los cuñados.

mierda: 1. Trabajo realizado por un competidor. 2. Excremento canino que acaba de pisarse, 3. Interjección, de disgusto o dolor, pronunciada cuando se quiere aparentar educación refinada.

portero: 1. Persona contratada por una Comunidad de vecinos para regar el jardín, bajar las bolsas de basura al contenedor y limpiar de hojas la piscina, y que casi nunca se sabe dónde está. 2. Niño que por estar gordo o no tener habilidades para el juego, era obligado a colocarse entre dos montoncitos formados con los jerseys o los cartapacios, para echarle la culpa de haber perdido. 3. Profesional o aficionado que, en los partidos de fútbol y otros juegos infantiles asumidos por adultos, tiene la ventaja de observar el partido desde el propio campo.

director: 1. En una orquesta, músico frustrado al que solo le han dado el arco de violín y se venga haciendo creer al público que los demás le hacen caso cuando lo mueve, sobre todo, si lo manipula frenéticamente. 2. Funcionario de alto nivel que se ocupa de contarle al político de turno las cuestiones pendientes desde que obtuvo su plaza, en la confianza de que se mantengan sin realizar. 3. Persona bien relacionada con la propiedad de una empresa, que tiene la opción de hacerse imprimir en huecograbado una tarjeta con su nombre y el de la actividad que teóricamente coordina, en términos la segunda, incomprensibles para quienes no conozcan interiormente la entidad e inútiles, normalmente, para quienes tengan esa información, que sabrán muy bien a qué atenerse.

(Nota del editor:Versión reducida de la acepción, solicitada al autor: Médico: 1.Universitario/a con experiencia en utilizar su ojo clínico, lo que le facilitará, solo o en compañía de otros, transformar la expresión “me duele aquí” de sus pacientes en varios nombres ininteligibles, agrupables bajo el nombre genérico de enfermedad, para cuya curación decidirá, después de múltiples pruebas a las que él jamás se sometería, entre atiborrarlo a pastillas o enviarlo a un quirófano.)

Archivado en:Actualidad, Cultura, Diccionario desvergonzado, Literatura, Uncategorized Etiquetado con:diccionario desvergonzado, director, familia, funcionario, médico, mierda, Portero

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