Hoy es el día mundial de la poesía, ayer se rindió homenaje a los bosques y antes de ayer hubo un mensaje de cariño hacia los gorriones. Son intenciones pasajeras de respeto hacia entidades en extinción. Todas, desde luego, como tantas otras que con aires de nostalgia, presumiblemente bien intencionadas corporaciones nos restriegan ante nuestros ojos cegados por la luz de lo inmediatez, en peligro de extinción.
Hoy, 21 de marzo, comienza la primavera. También es el día contra la discriminación racial y a favor de la igualdad de derechos para quienes padecen el temible y poliédrico síndrome de Down. Desde luego, la abolición de cualquier tipo de discriminación entre los seres humanos, es un objetivo irrenunciable, que, desgraciadamente, parece siempre de lejana consecución. Los especialistas en comportamiento humano se encargan de recordarnos, de vez en cuando, que la capacidad de odiar es específica de nuestra especie.
Tenemos tantas cosas por las que llamar la atención de nuestros ánimos dormidos, de conmover la sensibilidad enquistada, que se nos acumulan las fechas por las que, desde los más diversos ámbitos y, a veces, con indescifrables intereses, se nos quiere llamar a la reflexión o, más probablemente, a que contribuyamos con dineros a sostener las asociaciones sin ánimo de lucro que han puesto una bandera de atención en el calendario.
Me gusta sentir el bosque (conozco algunos en serio peligro de desaparecer para siempre, por el mal de nuestro tiempo, la desidia). Disfruto viendo, oyendo y aprendiendo de las aves y, de entre ellas y por ellas, he consumido bastante tiempo observando el comportamiento de los gorriones, de los que tengo a una pareja muy prolífica anidando en el hueco en desuso que sirvió como salida de ventilación de gas. Y, por supuesto, vivo en la poesía.
En esta ocasión, he seleccionado un poema menor, escrito el 9 de febrero de 2017 (de mi libro “Amar sin tener gozo”)
53
Quiero saber tu opinión,
pero no te precipites,
Estos son los datos:
aficionado a llevar
la contraria; propenso
en las normas,
empeñado hasta el tuétano
en aventuras malditas.
Tengo firmes, aunque escasos,
principios
y un final previsible.
Cuando vuelva de mi paseo
por las contradicciones
que dan sentido a mi vida,
te preguntaré si prefieres
para cenar
huevo frito o tortilla,
y seguiremos
esta conversación.
—
He fotografiado hace días, en el Botánico madrileño, estos tulipanes rosa, apenas abriéndose a la primavera. Su nombre: “Purple Flag” (Bandera púrpura)