En vísperas del Día de la Poesía, la AECC de Asturias quiso contribuir a la iniciativa que pretende hacer de Asturias la Capital Mundial de la Poesía, -propiciada por Graciano García e impulsada por miles de personas y entidades-, con un acto abierto, en el que las integrantes del Aula de Literatura de la benemérita Asociación, que tanto hace en apoyo de los pacientes oncológicos, leyeron poemas de Alfonso Camín y alguno propio.
Tuve el honor de figurar en la sesión como “poeta invitado”. Un orgullo para este exiliado de la tierra asturiana, donde tengo mis raíces.
La sesión está grabada en la plataforma Youtube y puede verse en el enlace:https://www.youtube.com/watch?v=hUUUZQnlg0s
Agradezco a Mónica Díaz López, Responsable de Voluntariado, la organización del acto y la amable entrevista que me realizó y, por supuesto, a Margarita Fuente, Presidenta de la Asociación, que tuvo, además, la gentileza de poner su voz a uno de mis Sonetos desde el Hospital.
En la sesión leí, entre otros poemas, éste que transcribo a continuación. Lo escribí en la mañana del mismo día 18, mientras paseaba por el Jardín Botánico de Madrid, muy afectado por el fenómeno atmosférico Filomena, pero en el que los parterres de tulipanes y jacintos lucen con magnífico esplendor cromático.
Estoy agradecido
a todas las razones
que cambiaron mi vida
porque no fue aburrida
y con su ayuda preciosa
pude explorar territorios
que no parecían destinados
a mi valle de lágrimas.
Fueron muchos
los momentos felices
y, por ellos, aprendí
lo que es el amor,
la alegría de dar de crecer
a los hijos,
la expresa satisfacción
de imaginar que lo que hiciste
no cayó en saco roto.
En esta última etapa,
me encontré la sorpresa
que puso a prueba
el límite de mi resistencia
y me granjeó suficiente confianza
para afrontar la lección decisiva:
admitir que la vida
se nos va sin respuestas.
Es el pesado legado
con el que cada nueva generación
debe seguir acercando posturas
a la inmensa ignorancia
que nos queda por explorar.
(@angelmanuelarias, 2021)
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Las flores fotografiadas corresponden al Narcissus “Golden Echo”, en uno de los parterres del Jardín Botánico de Madrid.