Este poema fue escrito en un día del verano de 1968. No guardo la fecha, pero lo sitúo en ese momento de mi vida por la temática y otros escritos de temas similares (que se podían catalogar como “poesía social”, temática que me atraía entonces). Lo incluí en una recopilación posterior, con el título “Sin herencia precisa”, desechando mucho material, porque para entonces, mi creación poética había derivado hacia otros temas.
24
Las tardes solían deshacerse cantando
mientras fueron acercando su vida a la mía.
Recuerdo que la madre tenía los ojos azules
y las manos largas de esperanza blanca.
En total eran seis contando los pedazos
de carne y suciedad expuestos al aire gris del pueblo:
los padres y los cuatro retoños de azabache
arrancados al viento. El último de todos,
un tranquilo niño tuerto.
Económicamente tenían además un perro y un caballo
y una radio llena de noticias que no les interesaban a ninguno.
A ellos, desprotegidos de Dios, hechos de huecos,
nunca les pasaba nada,
por más que el azar intentaba convencerles
de lo contario con sórdida insistencia.
Pero ellos que no, despreciando los hechos,
no encontraban palabras, no entendían.
nadie lo explicaba.
Un día, a la pequeña le salieron erupciones en la cara,
no es nada de importancia, dijo el padre mientras se moría
y, otro día, el mismo perdió una mano
de una explosión en la mina; volvió sin ella
como quien vuelve a casa sin la merienda o la cartera.
No pasó nada ni siquiera cuando la madre
se escapó una tarde; no dejó rastro ni pistas ni razones,
ni falta que le hacía.
Fue por aquel tiempo cuando Lourdes, la hermana mayor,
encontró por fin el modo incómodo de ganar fácil un dinero
disfrutando con lágrimas del placer de los otros
y sus catorce años se hicieron, plás, de plomo.
Mientras la pequeña Lines fabricaba casas de madera
con trozos de carbón
y aumentaba su dosis de experiencia,
imaginándose un marido gitano,
el pelo recogido y los hijos desnudos,
que son como se tienen,
acunando este sueño aupando en su regazo
al cierto del chupete sucio
-su hermanilla lo moja en polvo en vez de azúcar-
que se llama Pascual, anda volado
y perderá la mano
de una explosión
de volador.
(escrito en 1968 e integrado en “Sin herencia precisa”, 1992, @angelmanuelarias; el dibujo, a escala reducida, está incluido como Lámina a color en “Sonetos desde el Hospital”, 2019, @angelmanuelarias )
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