Para relajarme, pero también por pura necesidad de comunicar sentimientos, sigo escribiendo poemas. Soy un poeta prolífico: más de catorce libros escritos, de entre ellos Absueltos de todo don (1989) y Sonetos desde el Hospital (2019) como aquellos que han tenido mayor repercusión, al haber alcanzado ediciones de más de mil ejemplares. Sonetos desde la Crisis (2020) está pendiente de publicación impresa, aunque la mayoría de sus poemas se pueden encontrar en este blog, en la sección de Poesía.
Incorporo aquí dos de mis últimos poemas:
18
Abro la ventana
para que el aroma fresco de la noche
inunde la habitación donde yago.
Cogido de tu mano caliente
me viene el recuerdo de aquel tiempo
en el que construimos castillos en el aire.
Algo queda todavía
de la ilusión con la que imaginamos
un mundo mejor, hecho a la medida
de lo mucho que pensábamos hacer.
Cierro los ojos
y siento que todo está igual que entonces,
que seguimos siendo esos jóvenes
para lo que ninguna hazaña
parecía irrealizable.
Estoy agotado,
pero tu presencia es la misma
que me condujo hasta aquí
sorteando peligros.
(19 de noviembre 2020, “La advenidad debería haberme hecho fuerte”)
19
Van cayendo las hojas
sobre el camino de rosas
y el otoño me encuentra descuidado.
Paseo entre la hierba húmeda
con mis zapatos de tela
mientras la lluvia cubre de olvido
las alegrías que fueron del verano.
Temo al invierno
porque siempre ignoro
si traerá consigo otra primavera.
Pero me aferro al recuerdo borroso
que me asegura que siempre
-hasta donde guardo memoria-
al frío de la nieve sucede el deshielo
y florecerán prímulas, narcisos y violetas
en las veredas umbrías.
(19 de noviembre de 2020, “La advenidad debería haberme hecho fuerte”)
Nota.- Advenidad no figura como entrada en el diccionario de la RAE, aunque si es empleado en algunos textos. Yo lo utilizo en el sentido de situación o categoría de advenir, es decir, lo que sobreviene sin preparación, inadvertidamente.
Tan callando …, cómo se pasa la vida,..
Qué misterio nacer en el único planeta habitado en mitad del infinito.
Yo creía cuando era niño que tras las nubes estaba ese cielo donde iban a ir los puros de corazón…
Gracias, librero, editor, poeta, gran sensibilidad y siempre cercano amigo. Yo también miré muchas veces el cielo cuando niño y, como aficionado a la astronomía, desde hace ya años, adulto curioso, lo escudriño las noches despejadas, cuando estoy lejos de la contaminación lumínica de las ciudades…y me pregunto qué sentido tiene toda esa escenografía.