Al socaire

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Bimenes existe

26 noviembre, 2021 By amarias Deja un comentario

Bimenes es un pequeño municipio asturiano (solo tiene 36 km2 de superficie), muy cercano a Oviedo -a unos 30 km- – Ha vivido épocas de prosperidad con la minería del carbón y ahora camina, como la mayor parte de Asturias, en la senda segura de la decadencia. Tiene 1681 habitantes censados, cuando llegó a tener a mediados del siglo pasado, el triple. Su capital es Martimporra, aunque no estoy seguro si la despoblación no habrá convertido a ese lugar en un vestigio ruinoso del pasado.

A los nacidos en Bimenes se les llama yerbatos (que significa hierbajo, en asturiano), porque los que trabajaban extrayendo carbón llegaban al tajo con hierbas en la vestimenta y la boina, ya que se veían obligados a practicar el pluriempleo: debían atender al ganado cuando volvian a casa. En Melendreros, una aldea de Bimenes, nació uno de mis bisabuelos, Vicente Carrio, que fue emigrante a la Habana y uno de los personajes reales que incorporé a mi creación literaria “Con Vencidos”, una novela de 400 páginas que está esperando su publicacion.

Bimenes mereció aparecer en la portada de la edicición de El Mundo, el sábado, 20 de noviembre, porque su población volvió a confirmar su voluntad de declarar cooficial el asturianu. Esto motivó la publicación de una entrevista con el alcalde Aitor García Corte, del partido Asturianista, en el que expone sus razones, aunque he leído después -en un foro bablista- que ha expresado que está plagada de errores,y que contiene mala intención.

Aunque no tengo a la vista el periódico -está reciclado y no encuentro la reseña en internet-, recuerdo que el alcalde se refirió, enrtre otras cosas, al derecho de utilizar la lengua propia para reclamar ventajas de Madrid, tal como hacen los catalanes y los vascos desde sus gobiernos autonómicos. Si fuera por esa sola idea, me parece estupendo y legítimo: argumentar que se es diferente, que existe una nacionalidad propia, y utilizarla para reclamar atención, ayudas, subvenciones, en igualdad con otras regiones de España, aunque, en opinión que no estoy dispuesto a discutir, porque me siento profundamente asturiano, con mejores razones históricas.

Asturias es una pequeña región llena de cabezas pensantes, con una concentración de intelectualidad y esfuerzos que para sí quisieran muchas otras regiones, incluídas Cataluña y el País Vasco. Pero tiene un grave problema: no ha sido capaz de expresar unidad y , para mayor inri, tiene también en su naturaleza el orgullo de no saber ser pedigüeña. Ha tenido en su territorio dos grandes monstruos, de propiedad pública,  generados para solventar las necesidades en producción estratégica para toda España: la energía y laminados (me refiero, obviamente, a la siderúrgica Ensidesa y a la empresa creada en torno a la extracción del carbón, que aglutinó en Hunosa a varias explotaciones privadas en dificultades económicas). Su existencia generó otros monstruos más pequeños, que se han ido cayendo sin alternativa en la medida en que la  tecnología adquiría nuevos rumbos y las empresas públicas que los sustentaban se adelgazaron hasta límites insospechables y dejaron de comprar.

Que se sepa: el pequeño municipio de Bimenes tiene como hijos suyos a varios españoles ilustres. Es una demostración más de que Asturias es grande por sus hijos, aunque marginada y utilizada, según convenga, por los políticos de otras regiones. Uno de los yerbatos ilustres es Salvador Gutiérrez Ordóñez -otro coetáneo estricto mío, nacido también en 1948- es académico de la Real Academia Española (sillón “S”), eminente filólogo, alumno predilecto de Emilio Alarcos en la Universidad de Oviedo, en la que también dió él mismo clases. Salvador no cree en la necesidad de imponer la cooficialidad del bable (vaya detalle nimio), pero seguro que, aunque no se le ha preguntado, desearía que Asturias tuviera un puesto de relevancia en el desgraciado debate sobre las autonomías.

 

 

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Espectáculos de variedades (Primera parte)

7 noviembre, 2021 By amarias 1 comentario

Me gustaría ser considerado un divulgador.

No es fácil encontrar una definición al término que abarque la complejidad de las vertientes que toma la acción de divulgar (la RAE caracteriza este verbo, en su acepción más común, como “Hacer que un hecho, una noticia, una lengua, un conjunto de conocimientos, etc., llegue a conocimiento de muchas personas”).

No comprendo bien qué puede entenderse por divulgador de “una lengua”, aunque sí me parece que en la España pluralizada, con voluntad colectiva de desidia o decadencia, tenemos ejemplos dramáticos de la pretensión de rescatar una lengua, incluso reinventándola en parte, para convertirla, primero, en pasto cualificado de los académicos que conseguirán vivir de su trabajo de sistematización erudita, y luego, en pación general con la que adormecer, ofreciéndoles ventajas, a un número creciente de seguidores, llegando a convertirlos en fieles devotos del invento.

Si se analiza la cuestión sin apasionamiento interesado, se desvelará que este rescate de una lengua del camino inexorable del olvido, sepultada por la fuerza de las lenguas francas o dominantes, no sería posible sin el auxilio de una operación económica en la que confluyen, en animado contubernio, los intereses de las élites. No es una acción del pueblo, sino dirigida desde arriba.

Animados, sin duda, por el éxito de la operación de recuperar para uso común lenguas amenazadas con su fatal decadencia, como era el caso del catalán y, en mayor medida aún, del gallego y del euskera, un grupo de eruditos asturianos -contagiados en su ardor por lingüistas foráneos- han encontrado saludable para sus propios intereses defender la cooficialidad del bable, o asturiano, después de haber llevado a cabo la labor -de discutible mérito- de inventar buena parte de sus vocablos.

La pendencia lingüística está ya servida en mi región de origen, Asturias, pues son muchos los que encuentran aberrante, ridícula y hasta perniciosa para la salud mental, la cuestión de permitir la competencia del español o castellano, en los foros administrativos y universitarios, con esa lengua artificial que hoy nadie habla, incluso en los más remotos lugares de la geografía astur, allá donde pueda encontrarse el anciano más aislado en su braña.

Porque los asturianos lo que tenemos por común es una forma de hablar, una manera fácilmente identificable, que anima a la complicidad inmediata, con la que adornamos el castellano con un centenar de palabras propias y, sobre todo con un acento, un deje, una pose fonética, que nos hace sentirnos cómodos de ser especiales, o sea, distintos.

No necesitamos, a diferencia de los muñidores de los intereses catalanes y vascos, disponer de una lengua propia para situar falsos mojones en nuestro territorio. levantando fronteras donde no las había, con carteles (cada vez más visibles), que separen a los otros, “los españoles”, de nosotros, “la élite histórica”, un pueblo que se presenta como sojuzgado, marginado, abortado en su genialidad por ser obligado a ser parte de una colectividad de segunda clase.

La cuestión tiene connotaciones que serían ridículas si no se hubieran ya manifestado como terriblemente peligrosas, porque promueven la insolidaridad. No nos hizo falta (como tampoco le había hecho hasta hace pocas décadas, al catalán, gallego o vasco) usar, exagerándolas o forzándolas,  nuestras diferencias en vocabulario y acento para decirle al que viene de fuera que, si pretende vivir en nuestra comunidad, debería aprender a expresarse con nuestros términos, someterse a nuestras reglas de juego, mientras impulsábamos, como de mayor mérito, las creaciones de los “nuestros”. Asturias es tierra de acogida.

Jamás habíamos pensado en levantar una muralla con el lenguaje, para utilizarlo como plataforma cultural ficticia, demandar privilegios y subvenciones, reclamar el favor de la superioridad inventada de nuestro grupo, frente a la pretendida vulgaridad homogénea del resto.

(continuará con una Segunda Parte)

Publicado en: Sin categoría Etiquetado como: Asturias, bable, catalán, Cataluña, divulgación, euskera, gallego, lengua, País Vasco, solidaridad

Insultados

21 junio, 2021 By amarias 2 comentarios

La continuidad del presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, en el poder ejecutivo, le exige, según su propia valoración y la de sus asesores,  indultar a los delincuentes políticos catalanes que vulneraron la Ley y la Constitución en 2017, proclamando unilateral e ilegalmente, la República en aquella sufrida región, luego de celebrar el resultado de un referéndum sin garantías y realizado sin cauce legal.

Para dar un alcance global a la decisión de excarcelar a los políticos catalanes presos, se utiliza el argumento de que contribuirá a recuperar la paz social, la concordia y la reconciliación. Idea falsaria, pues los insurrectos no manifestaron arrepentimiento, no se recatan en repetir que volverán a declarar la independencia de la secuestrada Cataluña y, en el colmo de la desfachatez y enervante desparpajo, presentan el indulto como la demostración de que España no es un estado de derecho y que sus tesis han triunfado en Europa.

No se acabarán, pues, con el indulto los males recientes de este país en camino hacia la descomposición acelerada de sus valores. Abre nuevos caminos hacia el descrédito global de España y de sus instituciones y confirma la vía peligrosa de que se puede delinquir si se cuenta con el apoyo del Gobierno, al margen de la Ley y los Tribunales.

Así vamos, como en un juego de la Oca, de mal en peor. Podemos ser arrasados en nuestra dignidad de pretendida potencia europea por el gañán marroquí, comparados con Turquía, ridiculizados por Letonia, aparecer como apoyo de la dictadura populista de Venezuela o caer en el ridículo vergonzoso de inventar una entrevista fake con el presidente norteamericano.

La coalición de Gobierno que sostiene a Sánchez, combinando partidos minoritarios catalanistas y facciones republicanas e independentistas, como Pantagruel, nunca se dará por satisfecha. Ese monstruo fagotizador de la tranquilidad y el orden, quiere devorar el prestigio y valor aglutinante de la Monarquía, -forma constitucional de la Jefatura del Estado-, destruir la unidad de España con mentiras, enfrentar regiones ahogando a unas para beneficiar el capitalismo insolidario  y los intereses mezquinos,  vilipendiando la necesaria existencia de una oposición que sea alternativa de Gobierno, negándole con falacias, su fuerza, viabilidad y empuje.

No está España en su mejor momento y los culpables de su deterioro están dentro. Le falta aprecio internacional, con una política exterior que solo se puede calificar de nefasta, herida gravemente la economía por una errática gestión de la pandemia, con el sistema educativo bajo mínimos y la seguridad social a punto de la quiebra técnica.

Ya no se apela a la unidad nacional, porque hemos retrotraído la expresión de opiniones políticas a momentos que parecían olvidados, del franquismo y del tardofranquismo, apoyando oficialmente la opinión monocorde o alimentando el silencio plácido de los corderos. Entonces, en los setenta del pasado siglo, no existían disidentes, porque los que manifestaban ideas contrarias al pensamiento dominante, regido desde el poder, eran inmediatamente señalados y marginados, cuando no perseguidos o denunciados.

Ahora vuelve a aparecer la falsa uniformidad en los pareceres, la homogeneidad en las opiniones. Solo se da proyección a los aplausos de los fieles. Si se es crítico con el gobierno de Sánchez y sus palmeros (una de las peores coaliciones de incompetentes de la democracia), se es inmediatamente señalado por el foro aplaudidor como mal informado, tendencioso o errado.

El duro revés a la independencia de la  Justicia -que realizó una actuación impecable por su Tribunal Supremo, ahora revisada y contradicha a conveniencia del Gobierno-, los empellones a la estabilidad del Estado -se utiliza al Rey como elemento del teatrillo del pim pam pum-, y el desmembramiento consciente de la unidad nacional, permiten afirmar que, si algunos van a ser injustamente indultados, millones de españoles estamos siendo, sin explicación ni fundamento, insultados.

Como asturiano de origen y madrileño de adopción, como español de educación y valores, me siento ultrajado en mis principios, traicionado por la actuación de un Gobierno que protege a delincuentes, marginado e insultado,  por razón de mi lealtad a la Patria, fiel a lo que juré y en lo que creo. Como profesional, como jurista, como hombre de bien, como patriota, veo con dolor que se quiere destruir, con trampas y desfachatez, lo constó construir entre todos: una democracia modélica, el respeto a la separación de poderes, el impulso creativo que contaba con la colaboración activa de todos los españoles.

Catalanes independentistas, no sois gentes de mi agrado. No seré tan mal educado como vosotros, que exhibís insultos contra los que no piensan igual, pero quiero que sepáis que os considero traidores. No por vuestras ideas, sino por vuestras actuaciones contra la unidad de España, vuestro egoísmo insolidario, vuestra cerrazón para entender la Historia y apreciar lo que nos hace fuertes: la unión. En vuestra obsesión por libraros del falso yugo que nos hace grandes, os hacéis y nos hacéis más débiles frente al futuro.

Publicado en: Actualidad, Cataluña, Derecho, España Etiquetado como: Cataluña, indulto, Sánchez, secesionistas, tribunal supremo

Impuestos e imposiciones

13 mayo, 2021 By amarias Deja un comentario

Si hubo algún conato de debate entre los principales candidatos a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, que tan brillantemente ganó Isabel Díaz Ayuso a principios de este mayo, la cuestión relevante gravitó respecto al asunto de si era necesario elevar a mantener (e incluso bajar) los impuestos.

Aunque la eventual polémica se limitó entonces al reducido campo de los gravámenes que se encuentran bajo el campo de acción del Gobierno regional, el asunto adquiere toda su importancia cuando se traslada al ámbito estatal. ¿Se deben aumentar los impuestos, y a qué sujetos obligados, para incrementar con ello los ingresos del Estado? ¿Y con qué fin?

Puede creerse que la controversia está resuelta académicamente: la derecha liberal no debe aumentar impuestos (en el marco ideológico de que la presencia del Estado en la vida económica ha de ser  mínima), en el convencimiento  de que una menor carga fiscal -sobre todo, a las empresas- se traduce en activación de la economía,  y la izquierda se acoge al axioma de que los impuestos deben grabar las rentas y los beneficios empresariales , especialmente los más altos, para que el Estado pueda asumir con solvencia la mejora continua de las prestaciones sociales e impulsar la creación de empleo y actividad económica con subvenciones y estímulos localizados.

En mi opinión, el debate es estéril ya que, en términos más concretos, está planteado con falsedad. Un Estado eficiente y socialmente responsable puede justificar un incremento impositivo, siempre que se explique a la ciudadanía cuál es el destino de la recaudación, de forma clara y precisa. Un Estado eficiente mantiene un equipo funcionarial justo, limita a lo imprescindible el número de Ministerios y cargos públicos y evita la redundancia de cometidos entre las Autonomías. Un Estado eficiente es transparente en cuanto a las actividades desarrolladas por las entidades de dependencia pública (Universidades y otros centros de enseñanza, Hospitales, centros de investigación, etc.) y , obviamente de aquellas empresas de capital público o mixto que operan en sectores estratégicos (defensa, tecnologías que deben ser desarrolladas para alcanzar rentabilidad, prospección espacial, etc.). Un Estado eficiente, en todas las manifestaciones públicas de su presidente de Gobierno, Ministros y miembros cualificados de la Administración, ofrece tranquilidad a la ciudadanía de que se está actuando con conocimiento, solvencia y seriedad, en la gestión y mejora de los bienes y servicios comunes.

No tenemos un Estado eficiente, ni en lo que se refiere a la Administración central ni tampoco a las Administraciones autonómicas y locales. No hay por que negar la voluntad de querer hacerlo bien, pero se echa en falta coordinación, vigilancia y control, así como transparencia. En muchos de  sus representantes, asoma la escasa formación, brilla la prepotencia y se echa de menos la ilusión y el empuje, en tanto sobra el clientelismo, la devoción sin fisuras al líder, la sustitución del programa de actuación por la improvisación y el abuso de poderes. Habría que echar la culpa a muchos factores, propios de nuestra falta de tradición de buen control administrativo y de la forma como se seleccionan los que arriban a la política. De forma más importante que a los elementos ideológicos.

Las últimas elecciones regionales han alimentado una peligrosa deriva sentimental, que ha avivado el sentido localista en detrimento de la idea de comunidad estatal. Quizá por efecto contagio, la recién nombrada delegada del Gobierno, María González, en una presentación conjunta con el alcalde de Madrid, de las medidas de coordinación para que las fiestas de San Isidro de este año de 2021 se desarrollen sin problemas, argumentó, en réplica a la argumentación de José Luis Martínez Almeida acerca de la marginación de Madrid por el Gobierno central, y que debería criticar, como “alcalde de todos los madrileños”, que ella “siempre defendería al Gobierno”.

He aquí, en fiel caricatura, una de las claves de la actual situación política: al elegir el gobierno de Madrid como objetivo de las críticas, demorando actuaciones y restándole apoyos económicos, ha sensibilizado al pueblo madrileño del ataque.

La regionalización de la política nos está haciendo mucho daño colectivamente. La situación catalana, de extrema ravedad y difícil solución, tuvo orígenes triviales.  Lo comenté hace ya más de dos años, al referirme a una inscripción que ví en uno de los observatorios ornitológicos de la Bassa de l´Alfacada, 

Ni Cataluña afecta solo a los catalanes ni Madrid es reducto de los madrileños. Ambas comunidades son tierra de acogida y no existe espacio para un nacionalismo reduccionista. Ni España nos roba, ni Madrid está siendo atacada, ni Cataluña será mejor independiente y libre, porque esos términos no tienen realidad fuera de la política. De la mala política. No pueden, ni deben tenerla, además. Significaría desligarse de la solidaridad que está expresa en nuestra Constitución como un mandato ineludible, marcando el camino de la vocación de un futuro mejor conjunto, como un solo Estado, un solo país, una sola dirección.

 

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: Almeida, Cataluña, delegada del Gobierno, España nos roba, españoles, fora, hijos de puta, imposiciones, impuestos, independentismo, liberalismo, Madrid, María González Fernández, Partido Popular, política, PSOE

Paradojas, escisiones, culpas

5 marzo, 2021 By amarias 1 comentario

Se ha convertido en parte importante del espectáculo mediático, señalar las discrepancias entre ministros del Gobierno de España. Podríamos haber imaginado que la coalición de dos facciones políticas con intereses tan contrapuestos -siguiendo la estela de lo vaticinado, justamente, por el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez- acarrearía tensiones internas, supondría noches sin dormir para los partidarios de una u otra ideología (si existiera algo que pudiera llamarse así, al margen de intereses personales) y, como consecuencia, agudizaría el empobrecimiento colectivo que se encuentra en ritmo de crecimiento galopante.

Resulta patético, además de extremadamente peligroso para la estabilidad como país, que en el mismo seno del Gobierno, se encuentren individuos que se  confiesan partidarios de la República como forma idónea de Estado (actitud a la que nada cabe objetar, expresada como posición ideológica personal) y, olvidando su función y obligaciones del cargo, actúen continuamente para zaherir la forma de Estado constitucionalmente vigente, que es la Monarquía. Todo les vale: presuntas omisiones fiscales del Rey de antes, don Juan Carlos; la vacunación en tierra ignota de las hermanas del Rey de ahora, don Felipe Sexto; la presencia de la familia real en cualquier acto o la ausencia de cualquier otro, según les parezca a ellos oportuno o deplorable.

En ese afán destructor, que nace, por supuesto, de la ignorancia y de la falta de visión colectiva, porque se alimenta de la ambición personal y la búsqueda del aplauso de los incondicionales, se pasa por la máquina de triturar, un día sí y otro también, la independencia judicial o la calidad de la enseñanza, y se margina la importancia de la investigación, la necesidad de activar el sector industrial y hasta se sacrifica la ética, al faltar el debate público.

No ignoran quienes así actúan ni, por supuesto, todos cuantos mantienen lúcida capacidad para analizar las consecuencias, que la continua discrepancia de representantes del Gobierno en temas sustanciales, mina, deteriora y perjudica gravemente, la imagen internacional de nuestro país. Ahuyenta inversiones, sirve para poner de manifiesto incapacidades de gestión y coordinación y hace perder oportunidades de todo tipo, a cualquiera de los niveles.

Un fauna variopinta. Ministros de exteriores que vagan por el mundo prodigándose en actuaciones contradictorias, ministros de interior que prefieren contemporizar con asesinos juzgados que con sus víctimas, ministros de universidades que anuncian planes retrógrados sin haber conseguido consenso, ministros de justicia que publicitan supuestos acuerdos de nombramientos para “renovar” el Consejo Superior del Poder Judicial, desmentidos por la realidad de los hechos y por los mismos vicepresidentes del Gobierno, cuando les toca la fibra sensible del desacuerdo corporativo.

Sería normal que, en el fragor político y la justificable diferencia de opiniones sobre cómo abordar un tema sustancial, se transparenten discrepancias entre gobierno y oposición, pero…¿dentro de la coalición de Gobierno?

Provocar manifestaciones y declaraciones contrarias se ha convertido en deporte periodístico por excelencia. Y es muy fácil provocar la discrepancia, porque no existe coordinación ni voluntad de conseguirla entre los miembros del Gobierno.

No son temas con apariencia de cruciales: permisividad o intolerancia en las manifestaciones para celebración del Día de la mujer trabajadora; apoyo o condena a las actuaciones de la policía cuya misión es garantizar el orden y la seguridad frente a energúmenos que les atacan con increíble violencia; oportunidad de leyes en defensa de la elección del género desde temprana edad -como si la naturaleza se pudiera domeñar al antojo de la apetencia personal-; aumento con grave distorsión de la carga de la prueba, de las penas para los sospechosos de relaciones no consentidas; eliminación de las carreras de grado con tres años lectivos sin haber analizado la recuperación de la calidad perdida a los títulos de las categorías superiores de la enseñanza; protección del lobo como especie amenazada en zonas de intensidad ganadera; imposición de límites a los alquileres o incautación de viviendas desocupadas, vulnerando el principio de inviolabilidad de la propiedad privada y obviando que la responsabilidad de generar suficientes viviendas sociales descansa en el gobierno…

No serán, considerados independientemente y contemplados desde la nube de la indolencia y la permisividad, cuestiones que puedan parecer muy graves. Lo son. Por acción y, sobre todo, por omisión. Como decisiones de gobierno -o, simplemente, como apertura de falsos debates sociales- suponen el despilfarro de medios económicos e intelectuales y distraen a la opinión pública. Como omisión de las necesidades de resolver los graves problemas del país, alcanzan una dimensión desgarradora.

Precisamos urgentemente, crear empleo, decidir sobre las medidas de activación económica, mejorar la enseñanza, impulsar la investigación, proteger el nivel sanitario, aumentar el sector industrial, ayudar a los emprendedores, revisar las medidas de protección ambiental, recomponer con visión analítica y seria, el mix energético y la generación de precios para la electricidad, etc.

En esta situación de penuria ideológica y, sobre todo, de generación de propuestas realizables, constructivas, de largo alcance, los debates que ocupan la atención resultan nimios, estériles. No le veo el interés al machacón repaso a los muertos diarios por la Covid, obviando el verdadero problema de acelerar los planes de vacunación, fijando fecha creíble a la inmunidad colectiva. No encuentro ningún valor especial a desmenuzar con bisturí y guantes de goma la actuación -sentimental y económica- de un personaje histórico que nos salvó de otra guerra civil o de la prolongación de una dictadura (¡si hablamos de un par de millones de euros! ¿no es posible parar esa investigación ridícula, que se alimenta en apoyo, dicen de la democracia, cuando se han anulado o tergiversado otras mucho más relevantes en sus efectos reales?).

A punto, según dicen, de doblegar en nuestro país la crisis pandémica que tanto daño moral. económico y sentimental nos ha causado, cuando aún quedan por analizar las razones por las que hemos sido el peor país europeo en resultados, teniendo todavía la incógnita del momento en que alcanzaremos la suficiente cobertura en vacunación para llegar a esa “inmunidad de rebaño”, ¿no deberíamos conocer las líneas maestras del plan de recuperación económica? ¿o se dejará todo a la improvisación, y a la esperanza de que la activación llegue, mágicamente, de la mano de los sectores de restauración y hotelero, dañados duramente por años de total inactividad?

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: actividad, Cataluña, covid, discrepancias ministeriales, fuerzas de seguridad, orden, recuperación económica, Rey de antes

El futuro y los políticos

13 febrero, 2021 By amarias 2 comentarios

Tenemos nuestro futuro en muy malas manos. Nos lo demuestran cada día, por acción o por omisión. Y lo peor, es que están convencidos de que los hemos elegido nosotros y que nos representan. Me refiero a los políticos, es decir, a los que viven de alimentar el engaño de que recogen nuestras inquietudes y nos orientan hacia un futuro mejor.

En la cúspide de los despropósitos a que nos ha llevado la mala suerte con nuestros representantes en la política,  se encuentran personajes incalificables con adjetivos elegantes, como Pablo Iglesias Turrión, Irene Montero, Carles Puigdemont o Jordi Pujol. Que los dos primeros, además de pareja sentimental, sean miembros del actual gobierno  oportunista y traidor a sus votantes, formado por retales de seudo-demócratas y sumisos, que dirige Pedro Sánchez, no es casual. Que los dos últimos sean los cabezas más visibles de la deriva separatista de la región catalana, tampoco: ambos están fugados de la Justicia, conspicuos delincuentes que utilizaron las esencias elitistas de la burguesía de Cataluña para meterlas en un frasco populachero independentista.

De todos los citados, es el vicepresidente segundo del Gobierno de España el que merece especial reprobación, por su capacidad letal para hundir el país, aupado a una posición mediática que utiliza sin reparos para vendernos su deplorable filosofía destructiva.

Iglesias es capaz de afirmar, sin que se le mueva un ápice de su casposa coleta, que el país, en el que ostenta posiciones de Gobierno relevantes, no es una democracia. No se arredra tampoco para arremeter contra el poder judicial, acusándolo de elitismo y discutiendo la legitimidad de las decisiones del Tribunal Supremo, revisándolas con el baremo de su amiguismo con condenados por separatistas. Desprecia a los empresarios, especialmente a los de mayor facturación y generación de empleo, a los que insulta y recrimina, señalándolos como si fueran bandoleros. A sus opositores políticos, -aunque también, cuando se le llena la boca, a sus mismos socios de gobierno-, no tiene problemas en condenarlos por fascistas. Se diría que no ha superado la etapa infantil, que sigue creyendo ser el centro del mundo, jaleado en su visionaria locura por revolucionarios de pacotilla.

Pero es una afirmación de Iglesias, realizada en el fragor de la campaña catalana, -en la que no tiene empacho en participar, desde su pedestal de capitoste de un Gobierno a la deriva-, la que me llama a la especial atención. Ha venido a decir que hay gentes que, como no se han presentado a unas elecciones, están carentes de representación y, despechados, utilizan otros caminos distintos de la política para manifestar sus opiniones. En su discurso falaz, considera esas opiniones ilegítimas, ya vengan de los medios periodísticos, de los empresarios y sus representaciones, de los analistas de opinión, de los colegios profesionales o de cualquier sector que no esté de acuerdo con su discurso totalitario.

Ya no se en dónde nos encontramos exactamente en la vía del despropósito continuado que nos conducirá, sin remedio, al descalabro total. Guardo, sin embargo, la sensibilidad suficiente para recordarle a Iglesias a quienes han perdido el rumbo de lo que es la sociedad civil, que las vías de representación de los agentes sociales son muy  diversas y que, sin duda, el futuro es demasiado importante para dejarlo en manos de los políticos. De estos políticos, en particular.

Afirmaciones como la de Pablo Iglesias nos sumen aún más en el descrédito, espantan inversiones, ridiculizan nuestro sistema de valores, emponzoñan la calma civil, desorientan al más pintado. Nos hacen más difícil la recuperación económica, más grave el deterioro, crispan las entrañas de nuestra convivencia.

Parece que, en su función de aplicadores de pegamento a la espuria coalición de Gobierno, y ante el innominoso silencio de Pedro Sánchez, algunos ministros procedentes de la debacle socialista han recibido instrucciones de repetir que tenemos una “democracia plena”, en tanto que la facción podemista ratifica la estupidez destructiva de su gallo alfa.

Las elecciones catalanas, convocadas anómalamente en plena pandemia, que decidirán mañana la incuestionable verdad de que tenemos un país dividido y una democracia secuestrada, volverán a confirmar que separatistas-oportunistas y constitucionalistas-marginalistas forman dos grupos irreconciliables entre sí y solamente justificados en sus alianzas por el ansia de poder de sus representantes.

Me hace gracia (aún tango ganas de sonrisa) que Vox suba drásticamente en sus expectativas de voto, que Ciudadanos se hunda en sus miserias, que el PP casi desaparezca y que el PSOE de Illa (Isla)-Sánchez afirme sin rodeos, como clave de su obvia campaña, que tiene en Común Podems los aliados naturales. Nada es gratuito. Es la consecuencia del silencio de los corderos. Que se confunde con que, al callar, otorgamos.

El futuro, perdóneseme la repetición, es demasiado importante para dejarlo en manos de los políticos.

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: Cataluña, Ciudadanos, elecciones, Iglesias, Pedro Sánchez, Vox

Cambio de fichas

27 enero, 2021 By amarias 10 comentarios

Salvador Illa deja hoy (27 de febrero de 2021) de ser Ministro de Sanidad y Carolina Gandarias, Ministra hasta ahora de Administración Territorial y Función Pública pasa a ocupar esa cartera, dejando la suya en manos de Miguel Iceta, candidato anterior a la Presidencia de la Generalitat de Cataluña y cabeza del PSC.

Se trata de un movimiento político, alejado de todo deseo de mejora de gestión en relación con la pandemia que nos está agotando la paciencia y los dineros. La incorporación de Iceta, partidario confeso del indulto a los separatistas presos y de la coalición con los partidos separatistas catalanes, no es sino la apertura del campo de negociación apetecido para conseguir incrustar al Partido de Sánchez en un Gobierno de coalición de la maltrecha comunidad catalana, copia del que padecemos en el Gobierno de España.

Tendríamos así un apetecible duplicado por Sánchez para la prolongación de su estancia en el Gobierno, si tiene efecto el llamado “tirón” de Illa como catalán conocido del Gobierno por su presencia en los media para presentar en positivo los pésimos datos de evolución de las fases por la que pasó y pasa aún la pandemia de la Covid, y agarrado ahora al soplo salvador que confía en el efecto de las vacunas adquiridas por mediación de la Unión Europea. Contará también la venta de la triste realidad de que los datos de contagios, fallecidos y agobios en los hospitales son malos en todo el mundo civilizado, salvo en China y en los países menos transparentes del mundo, o ya contaban con esa vacuna antes de que se propagara el virus u ocultan los datos reales con desfachatez.

De aquí vendría, pues, el indulto para los políticos separatistas condenados, constando su arrepentimiento, al menos, formal, y la firma del Jefe de Estado, un Rey que está poniendo en evidencia heroica su capacidad de aparecer como cabeza visible de un país en descomposición. Se acometerá una reforma ligera de la Constitución. No se reformará el artículo II -al menos, no en lo sustancial, seguiremos siendo una Monarquía parlamentaria-, pero se transferirán aún cuotas mayores de autonomía a Cataluña y, por contagio, a las regiones pretendidas como históricas, con lo que tendremos definitivamente un Estado federal de dos velocidades, insolidario y anómalo, con una recuperación disímil, asimétrica, de la crisis económica que la pandemia ha acelerado hasta el límite de nuestra resistencia.

Estoy seguro que, de seguir este camino que aparece trazado por la anomia de una sociedad desorganizada y falta de empuje, así como durante décadas España ha sido ejemplo de traslado pacifico desde una Dictadura a una Monarquía parlamentaria, ejemplo de democracia, seremos nuevamente objeto de estudio por el efecto contrario: paso de una estructura democrática y parlamentaria, bajo la bóveda propagandística e histórica de una Monarquía con excelentes relaciones internacionales y un efecto carismático, a una república populista, empobrecida y sin peso relevante en el panorama internacional.

Sic transit gloria, Hispaniae,

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: administraciones públicas, Cataluña, Darias, Iceta, Illa, indulto, Monarquía, monarquía parlamentaria, reforma Constitución, República, Sánchez, separatismo

Cambio de ciclo

29 febrero, 2020 By amarias Deja un comentario

El mundo parece tener todas las papeletas para un cambio de ciclo y España ha comprado varias series para el sorteo de los premios de desconsolación.

Desde luego, la sociedad temerosa, inculta e insolidaria, ha ocupado en las últimas décadas -con crecimiento exponencial en las fechas más recientes- los lugares de mayor visibilidad. Está ayudando. y mucho, una forma de entender el periodismo -el cliente manda- que da total prioridad al escándalo y a los titulares, consciente de que la prensa escrita no se lee más que de forma transversal, y de que internet y el boca oreja ha ocupado, plagado de emoticonos y chascarrillos, incluso zafios, la parte sustancial de los cerebros.

Tenemos un montón de “crisis” ocupando los espacios de reflexión: el coronavirus y sus efectos letales, las guerras de toma de contacto como preparación para una confrontación mayor, las migraciones impulsadas por el hambre, el fracaso en la contención del deterioro ambiental y del llamado cambio climático (vamos, el calentamiento en unos cuantos grados de ciertas zonas de la Tierra)… A escala local, contribuimos en España a la degradación intelectual y social con un separatismo de salón, propio de la edad de piedra de la Historia de los pueblos, dirigido con mano de mantequilla por dos gobiernos dispares: el equipo de coalición, contento de haberse conocido, con representantes de los restos del otrora respetable Partido Socialista Obrero de España y de los defensores populistas del marxismo leninismo. pasado por la Universidad de los despropósitos.

No tenemos remedio, porque carecemos de diques de contención, es decir, de autoridad, de carisma. En un programa de la cadena de TVE la Sexta (desde hace tiempo, fiel defensora de los intereses del descalabro), el 28 de febrero de 2020, dedicado a Vladimir Putin, presidente de Rusia, el embajador en España de este Estado con pretensiones de volver a ocupar un lugar relevante en la generación de tensiones internacionales, Yuri Korchagin, respondiendo a una pregunta sobre por qué Rusia era uno de los países embarcados en la aventura de dotarse de más y mejor material bélico para sostener la paz (cumpliendo con el contraaforismo de si quieres la guerra, prepárate en tiempo de paz), no pudo contener una risa convulsiva:

“No puede haber una guerra mundial porque lo pasaríamos todos muy mal” (aunque pongo comillas, no recuerdo la frase exacta, solo el sentido y la imagen de su risa nerviosa)

Aplico la frase, con el argumento de autoridad, por otra parte, de una persona de la que aprecio su nivel cultural y su inteligencia, a todas las crisis presentes y las que se nos avecinarán. Imaginarias o no, latentes o expresas, lo vamos a pasar muy mal, porque solo atendemos a dar gritos en los foros y calles, anunciando, como el profeta Jeremías, los descalabros, sin conseguir centrarnos en los remedios y soluciones, o en poner el énfasis en la seriedad y la  calma.

—

La fotografía, tomada de noche en el río Tajo, a su paso por Toledo, en octubre pasado, representa un martinete que acaba de coger un pez. Como es sabido, esta ardeido es capaz de permanecer horas en su avistadero, inmóvil, hasta que encuentra que una futura presa se pone a su alcance. Cuando eso sucede, se lanza con ímpetu sobre ella, y con la fuerza de su envergadura alar  y bien agarrada por el pico, la conduce a una rama de un árbol -quizá el mismo donde estaba antes ojo avizor- y la devora tranquilamente.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: cambio climático, Cataluña, ciclo, coronavirus, Putin, Rusia, Yuri Korchagin

Estrategia sin proyecto

8 febrero, 2020 By amarias Deja un comentario

La tremenda exposición mediática de los ministros del gobierno de España, está dando como primer resultado -lógico- el incremento del desconcierto. No sería honesto negarles buena voluntad para hacer las cosas bien, pero a su falta de experiencia y conocimientos (ya nos hemos acostumbrado que el paso por las Administraciones públicas es un camino hacia la puerta giratoria), se une la falta de coherencia en temas importantes.

En política internacional, la desafortunada gestión del asunto Delzy Rodríguez -la vicepresidenta del gobierno de Maduro que tuvo la desfachatez de venirse a España pretendiendo contrarrestar la visita del presidente encargado Guadó- ha provocado no solo el descrédito del ministro Abalos (enredado en su deslavazada y mendaz explicación de lo que sucedió en el aeropuerto de Adolfo Suárez, en Barajas), sino que también ha arrastrado la credibilidad, ya bastante erosionada del propio presidente Sánchez.

Poco importa que la verdad se vaya cebando sobre las mentiras acumuladas: es mucho más grave que la equivocada exposición del ministro de Transportes y los apaños verbales del propio Presidente, faltos de coherencia, haya venido a poner de manifiesto que no hay homogeneidad en el tratamiento del problema venezolano  por parte del Gobierno. Los ministros del clan Unidas Podemos deben demasiado a Maduro (y todo indica que en el magma putrefacto está también atrapado el ex presidente Zapatero) como para apoyar sin tapujos a Juan Guaidó, como se comprometió a hacerlo la Unión Europea y el propio Sánchez cuando no tenía otras ligazones.

En el terreno internacional, el desencuentro con Estados Unidos ha crecido, también, por dejar pasar las oportunidades. La crisis del campo se entronca con dureza con las desmedidas medidas del gobierno de Donal Trump que, enfadado por la competencia de Airbus, ha preferido golpear en la mejilla del más débil, es decir, la cuota de los productos españoles introducidos en el mercado americano, imponiéndoles unas duros e injustos gravámenes en frontera. Y todo se ha hecho mientras las lentejas y los garbanzos norteamericanos, junto con otros productos de indudable valor añadido (para las empresas de USA) inundan las estanterías de nuestros supermercados y presionan sobre nuestra competitividad tecnológica.

La llamada de atención de un sensato ex ministro Borrel, desde su retiro dorado europeo, advirtiendo que es bonito ser defensor de la necesidad de tomar medidas urgentes contra el cambio climático, pero que hay que calcular buen los costes y decidir quién va a pagarlos, no deja de ser una llamada general acerca de lo cómodo que es presentar sobre el papel medidas que mejoren teóricamente los puntos en los que se está mal, sin saber calcular, o negarse a hacerlo, lo que cuesta ponerlas en práctica y asignar las cargas a quienes deberán soportarlas. Y no es sencillo porque estamos en un sistema en equilibrio (por muy desgraciado que pueda parecer) y tocar a alguno de los pilares que lo sustentan, sin atender a la estabilidad de todo el tinglado, puede provocar efectos no deseados: empresas que se van o quiebran, aumento del paro, regiones perjudicadas, aumento de las desigualdades y de la ineficacia, aunque el resultado deseado hubiera sido el contrario.

No es posible desviar la mirada del negocio catalán, en el que se ha hecho fuerte la falta de solidaridad y la desvergüenza. La visita a Cataluña del presidente Sánchez, acompañado de su pepito grillo Iván Redondo, entregado a la pleitesía al títere puigdemoniano Torra, ha dejado el descubierto que el gobierno dirige su atención al que más ladra, con preferencia a los que más sufren. La España vaciada, la España marginada, la España despreciada, es enviada con empujones al lugar del castigo, en tanto se pone en primera línea de atención a los que chillan, arman jaleo, incluso delinquen confiados en que saldrán impunes.

Me temo que el Gobierno está dejando cada vez más evidente que tiene una estrategia. Lo que no tiene es proyecto.


 

Publicado en: Actualidad, Administraciones públcias Etiquetado como: Abalos, Cataluña, Delzy Rodriguez, Josep Borrel, Juan Guidó, proyecto, Sánchez, Torra, Venezuela

Sarna con gusto

31 enero, 2020 By amarias Deja un comentario

Desde que se formó el Gobierno de coalición entre los diputados del PSOE y las facciones de Unidas Podemos que consolidaron al ambicioso proyecto de Pedro Sánchez como Presidente de Gobierno (con la valiosa abstención de los republicanos independentistas de ERC), a los españolitos de a pie no nos faltan temas para entretener el café de media mañana.

En realidad, no diría tanto que vivimos en continuo sobresalto, sino que más bien se ha instalado en nuestro ánimo la parsimonia relajada con la que se contempla el estreno de una obra de teatro de la que no acabamos de captar el argumento. Podría incluso suponer que las primeras semanas del nuevo Gobierno son aptas para construir un relato lleno de enjundias, dimes, diretes, declaraciones pomposas y desmentidos rutilantes.

Todo se va asemejando a la versión en pantalla grande, pero cutre, de la Regenta, con la que Leopoldo Alas “Clarín” realizó un biópic con personajes de Vetusta, acertado heterónimo de mi pueblo natal, Oviedo. Esa ciudad alegre y confiada que dormía la siesta, más arcaica que heroica, bien puede traslucirse en la España actual, despreocupada de la política, que duerme plácidamente la siesta de su ignorancia respecto a lo que nos fuera a pasar.

Me apunto, claro, a la corriente de dar un voto de confianza al nuevo Gobierno, aunque necesitaría más fe y menos información para imaginar que todo saldrá tan bien como los voceros oficiales se empeñan en presentarnos, y carezco de la mala uva y el tono agrio con el que los derrotados en las últimas elecciones siguen anunciando la Apocalipsis.

Vale, lo admito. Se nos han colocado en el Gobierno dos grupos de ministros, alineados férreamente en torno a sus respectivos jefes de fila, que, por muchos abrazos que se den en público, tienen ideas, públicos a los que contentar y deseos de protagonismo diferentes. No puedo digerir la boa de que un matrimonio acapare una vicepresidencia y un ministerio, ni tampoco que, repasando las nóminas de los que están en las primeras y segundas líneas del poder político, haya más vínculos familiares, incluso, que en las muy nepotistas Universidades españolas.

Admito también que la derecha, vencida y convencida de su homogeneidad a fuerza de tanto repetírselo desde los medios informativos y del bloque de la desigual izquierda, no sea capaz de poner en orden sus ideas, y se empeñe en criticar todo lo que hacen o no hacen los de los Ministerios, en vez de clarificar qué programa alternativo van a presentar cuando se rompa la actual coalición o le fallen los apoyos desde los independentistas.

El Gobierno se esfuerza en sacar medidas del sombrero mágico, sin valorar las consecuencias y esta precipitación debería tener su sanción económica. Se ha subido el salario mínimo y la medida debiera ser aplaudida si realmente supusiera que todos los que actualmente tienen un trabajo mal remunerado fueran a cobrar más sin que se viera amenazado el puesto del que, mal que bien, sacan para los garbanzos.

Porque si el dinero saliera de darle a los rabiles con el que el Tesoro fabrica los billetes, no habría más efecto que provocar algo más de inflación, y aquí paz y después gloria. Pero como estamos en una Unión Europea (Krugman ha vuelto a decir que o del euro fue un error), toda subida salarial no vinculada a la productividad provocará pérdidas de empleo, ya que los costes empresariales se ajustarán casi automáticamente reduciendo las cargas laborales, con el objetivo elemental de mantener beneficios, o la viabilidad de las empresas y los emprendimientos, especialmente en aquellos que tienen pocos empleados, se manejan en el sector agrario o de servicios domiciliares o en negocietes de chicha y nabo.

No se confíe el Gobierno en que los agentes sociales le estén aplaudiendo con las orejas, porque es cierto que la empresa de mayor tamaño, el capital más receloso y las fortunas de buen asiento necesitan estabilidad en el escenario. Las cosas tienen que hacerse con su ritmo y no a golpe de voluntades e inspiraciones geniales. Y tenemos demasiada prisa en los Ministerios. Me repito hasta la saciedad: somos un país intermedio, y dependemos mucho de lo que hagan otros. Sacar pecho a destiempo nos ha pasado siempre factura.

El caso Abalos ha puesto una nota exótica sobre las consecuencias de no tener una política clara en temas sensibles. Habíamos apoyado, siguiendo el acuerdo europeo que España había propiciado, al venezolano Guaidó, como presidente encargado de Venezuela (curioso nombre para lo que se creyó alternativa a Maduro) y ahora estamos haciéndole morritos al régimen chavista. La historia verdadera de la visita nocturna del Ministro de Transporte a la zona de aterrizaje de aviones privados en el aeropuerto de Barajas encaja con la cultura del vodevil.

Porque ya se puede completar el relato, sacudiéndose de las mentiras urdidas sobre la marcha por Abalos para justificar un tema menor. La vicepresidenta venezolana, Deniz Fernández, quiso venir a Fitur, aprovechando el viaje de la delegación del Ministerio de Turismo del país hermano. Pero la policía de fronteras, en el trámite de pasaportes, descubrió que la señora tenía prohibida la entrada en la Unión Europea o, si se quiere ser menos fino, estaba en busca y captura por presunto delito de tráfico de drogas y otras lindezas y los diligentes funcionarios anuncian su detencion.

Molesta tanto como asustada, la Sra. Fernández llama a sus amigos de Podemos y éstos despiertan al superministro Abalos, que acude raudo para solucionar el embrollo, al tiempo que los policías de fronteras alertan al Ministro de Interior, que es la autoridad a la que deben obedecer. Después de varias llamadas telefónicas y la evaluación de lo que debería hacerse, la vicepresidenta, cabreada pero libre, accede a marcharse a otro lugar, aunque el mal ya estaba hecho. Porque no es cierto que el aeropuerto internacional de Barajas no sea territorio español y no resulta creíble que las reuniones se mantuvieran en el avión y no en la zona de autoridades, y que a la fugada de la justicia europea, amiga de varios ministros podemitas (y, al parecer, del propio ministro de Transportes e Infraestructuras) n se le ofreciera un lugar discreto donde pasar la noche y el disgusto.

Hoy, 31 de enero de 2020, se ha sabido que Ciudadanos y Partido Popular concurrirán juntos a las elecciones de Cataluña (Torra anunció por sorpresa, incluso para sus aliados de gobierno, que su legislatura estaba agotada). País Vasco y Galicia. Otro craso error de la derecha, si así piensa sumar votos. Y el preludio del canto final de Ciudadanos, del que cabe decir aquello de “quien te vio y quien te ve y sombra de lo que eres).


Un grupo de buitres comunes (llamados también leonados por el color de su pelaje, gyps fulvus) observa desde los farallones de Olite (en Navarra) a los cuidadores que les proporcionan regularmente alimento, ya que la falta de animales muertos por causas naturales en la zona los hace dependientes de ese suplemento nutricio.

 

Publicado en: Sin categoría Etiquetado como: Abalos, buitres, Cataluña, Deniz Fernández, Navarra, Olite, Torra, Venezuela

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