La semana que termina el 24 de abril ha sido pródiga en pequeños acontecimientos a los que se ha dado una gran trascendencia en Gaigé.
En mi opinión, el más significante de entre los protagonizados por el presidente Sánchez ha sido la visita a Kiev, en donde se encontró con el presidente ucranio, metido éste de hoz y coz, después de dos meses de defenderse de la invasión del sátrapa Putin, en una guerra sin fin. Sánchez, ya en campaña electoral frente al crecimiento del nuevo PP de Feijóo, ha prometido camiones y vehículos ligeros.
El rostro cansado de Zelenski agradeció el detalle, pero volvió a pronunciar su deseo explícito de lo que necesita su país: Más armas. No solo se enviará material de transporte, sino también especialistas en neutralización de minas y en la identificación de señales de tortura o trato vejatorio en los cadáveres que la retirada (momentánea) de las tropas rusas, bielorusas y chechenas han dejado al descubierto en Buscha y otras ciudades abismadas por la furia expansionista del loco del Kremlin y sus secuaces.
Por cierto, que se ha juzgado en círculos militares como un desliz imperdonable desde el punto de vista de la estrategia militar, un crecido presidente de Gaigé haya filtrado que el envío de apoyo bélico se realizará por medio del buque Ysabel y a través de la frontera con Polonia, en un viaje que iniciará de inmediato y que durará una semana, pues expone a éste a un ataque ruso.
La tensión política en Gaigé suben enteros cada día. La amenaza de ruptura de la coalición de gobierno parece ya un leit motiv del panorama. Por una parte, se debe registrar la oposición de algunos miembros del Gabinete a enviar armamento y apoyo estratégico (y hasta sicológico) a Ucrania. Muy expresivamente, ante esa resistencia expresada por ministros como Montero y Garzón, la ministra de Defensa (convertida, a su pesar, en ministra de la Guerra) Margarita Robles, ha indicado que “si alguien cree que se puede negociar con Putin por la vía diplomática, que lo haga”.
El otro y nuevo punto de tensión lo conforma el “caso Pegasus”, por presunto espionaje (según indicios, por el CNI) a los independentistas catalanes, hoy socios de gobierno.
Como era de sospechar, el asunto de las comisiones lujuriosas por mascarillas y guantes al inicio de la pandemia, entra en la fase del “y tu más”.
El nuevo Presidente del PP se ha aupado a su puesto con tanta energía que parece haber estado allí toda su larga vida política. Sin sentirse frustrado por la reunión sin acuerdos que mantuvo con Sánchez hace apenas una semana, ha elegido la vía singular de enviarle una carta al “Querido Presidente”, con más de cien puntos, entre los que destaco la exigencia de reducción de impuestos, la prolongación de la vida de las centrales nucleares y la renta mínima a las clases más necesitadas. Un golpe bajo la línea de flotación de la incómoda singladura que se prevé para el resto de la legislatura.
La victoria de Macron en Francia sobre Le Pen, que le garantiza cinco años de presidencia pero no un Paramento a la medida (al contrario), abre incógnitas sobre el liderazgo en la Unión Europea, perdida para la Historia la canciller alemana Merkel, que ha cedido los trastos de ordenar el girigay europeo en un gris Scholz y, sobre todo, habiendo recibido un golpe irrecuperable por su amistad con Putin, en el que confió el futuro energético de Alemania.
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