En su desagradecida entrevista ante el periodista Hermida, actuando éste como histérico vasallo adulador, S.M. El Rey Juan Carlos Primero, siguiendo fielmente el libreto con las respuestas sugeridas por el partido gobernante, se refirió, como auto regalo envenenado para su septuagésimo quinto cumpleaños, a la necesidad de vertebrar España (“Falta la vertebración del Estado”, pudimos escucharle todos el 5 de enero de 2013)
La manifestación es tan grave como atinada. Aunque parezca una inmersión en el terreno de la ocurrencia sarcástica, España no muestra capacidad aglutinadora, en la triste realidad popular, más que como equipo de fútbol -cuando gana-, o cuando hay que descalificar, sumariamente, a los enemigos históricos del misterioso orgullo hispánico, que son, básicamente, franceses e ingleses (aunque habrá que apuntar ya que este sentimiento afloja respecto a los citados primero cuando nos acercamos a la frontera por la derecha de la piel de toro).
Desde luego, pretender aglutinar un Estado con base en ocasionales éxitos deportivos y presentar las actuaciones de su entrenador y jugadores como modelo de comportamiento, es una referencia pobre, aunque sea muy honrada. Porque también es cierto que ni en lo político, empresarial, económico, científico, o universitario, se cuenta con modelos de exhibición impecable de la deseada vertebración de unos hipotéticos intereses únicos.
Lo que le está pasando a Catalunya, capitaneada por Mas i companyia encuentra su lógica en la pretensión de inmolar parte de España para salvarse como Estado independiente, provocando un referéndum que, debidamente alimentado por los toques adecuados a la insolidaridad, no dudo de que consagrará una mayoría separatista, es decir, inconstitucional..
No me extraña, porque en este momento, si se nos consultara por algunos temas que son tratados en la Constitución de 1978 como dogmas, para que contestáramos afirmando o negando lo que nos parecen, una mayoría de los”ciudadanos españoles” (término que alienta, por sí mismo, profusas polémicas jurídico-políticas) apareceríamos como inconstitucionales.
Admitiendo, con los que asesoran al Rey, que España carece de vertebración, se me antoja inútil el buscar cambiar la situación por la vía de las amenazas a Catalunya o a sus políticos. Puede que desde allí no se vea el frío que asolará al independiente, embutido entre lobos que atienden a sus intereses (y que, por tanto, no van a mirar con cariño los de un recién llegado). Pero es hora de concentrarse en corregir una clara desigualdad territorial entre las regiones con las que se ha querido, como chapuza recurrente, vertebrar España, a tijeretazos y golpes de martillo desde que los primeros Reyes Católicos hicieron el primer cosido.
Mi propuesta es que se estudie y plasme, en un nuevo mapa. la nueva realidad de seis -no más- regiones equivalentes en población, contando entre 6 y 8 millones de habitantes cada una. Con ellas, que se reconstruya un Estado de autonomías, federal o como quiera llamársele. Dejémonos de monsergas históricas, culturales o idiomáticas. La pela será la pela, y, al mismo nivel que ella, por lo menos, está el número de ciudadanos a los que hay que atender, con sus necesidades, derechos, deberes, y, claro, con la fuerza de su empuje, inteligencia, creatividad y, si llegado fuera el caso (que no lo va a ser, esto sí que lo digo en plan chusco, mientras toco madera), con sus mandobles y puñadas.