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Falsa alocución de Navidad de Felipe VI en 2020

24 diciembre, 2020 By amarias 2 comentarios

La Casa Real, como cada año, de esa manera discreta que rige los comportamientos de la delicada institución, ha solicitado de varios ciudadanos (de los estamentos civil y militar y supongo que religioso) sugerencias de contenidos para la alocución navideña de S.M. El Rey, que será difundida el día 24 a esa hora perdida entre la merienda y la cena, en la que -antes de la emancipación de la mujer- los varones tomábamos una copa con los amigos mientras ellas ultimaban el ataque a nuestra hipertensión y glucemia.

En fin: tampoco me llamaron este año para interesarse por mis ideas acerca de lo que podía tratarse en un día tan especial para el Jefe de Estado. Lo que no me ha impedido  dedicar algo de mi tiempo (del que ando sobrado) a preparar el texto siguiente y difundirlo en este medio de amplia audiencia, para general consideración.

Esta hubiera sido mi propuesta:

“Ciudadanos y ciudadanas:

Como todos los años, desde hace ya siete, siguiendo la tradición que implantó el jefe de Estado Francisco Franco después de una sangrienta guerra civil que frustró  la segunda República de España, me dirijo a vosotros. No lo hago con la intención, como han sugerido desde una de las vicepresidencias del Gobierno, de que tengáis ocasión de discutir en familia sobre si la forma de Estado más conveniente: Monarquía parlamentaria, República federal o Dictadura, sino para ayudaros a comprender mi posición como ser humano revestido de un ropaje institucional singular ajeno a mi naturaleza y a la de cualquiera.

No quiero parecer trascendente, aunque hay momentos en la vida en que conviene parecerlo. Empiezo por ello aclarando, a aquellos que se pregunten cuál es mi papel, que soy una persona física, no una entelequia ni una reliquia de tiempo pasado. Soy  Jefe de Estado de una de las mayores naciones europeas y responsable legítimo, por mandato constitucional, de mantener la unidad entre todos los españoles.

Aunque no lo expresé en mi alocución del pasado diciembre, estaba convencido de que el 2019, sería el último año en que me dirigiría a vosotros como Rey por Navidad. El cambio ideológico de la mayoría que eligió al presidente del Gobierno, incorporando a partidos que estaban en contra de la Constitución, en temas tan sustanciales como la forma de Estado y sobre la persona y legitimidad de quien debería ostentar la Jefatura del mismo, me hizo creer que la Monarquía tenía sus días contados.

Después, el cerco mediático y fiscal a las actuaciones del Rey, mi padre, que obligaron a aconsejar  su marcha de España para reducir, en lo posible, el acoso crítico a su persona, me vino a confirmar que el tiempo de la Monarquía en nuestro país se había terminado. Tampoco podía olvidar, que mi cuñado, Ignacio Urdangarín, seguía padeciendo una singular situación penal, que, según juristas a los que he consultado, es comparativamente desigual y, por tanto, a nivel coloquial al menos, injusta.

Pues bien: ha pasado el año y me encuentro con agradables sensaciones. El aprecio y calor afectivo que se dispensó, a mí y a toda la Familia, en momentos singulares, como la entrega de los Premios Princesa de Asturias, y el aplauso casi unánime de las personas que acudieron a los pocos actos que fueron programados por el Gobierno a los que pudimos acudir, compensa la tensión institucional, alimentada por un sector de la población, que se genera contra la Monarquía en Cataluña y el País Vasco. He tenido que moverme en ocasiones singulares. como la entrega del Premio Cervantes al poeta Joan Margarit en Bacelona, por citar solo la última, de manera subrepticia, para evitar manifestaciones agresivas  contra mi persona o la princesa de Asturias. Ha sido una gran alegría conocer que una reciente encuesta prueba que la Monarquía, es decir, la forma de Estado, no figura entre las preocupaciones principales de los españoles.

Yo no soy defensor de la Constitución de 1978. Ni la voté, ni debo manifestarme sobre ella. He sido educado para ser rey de España, y mi formación, intensa, costosa sin duda para la Hacienda Pública, me ha orientado inexcusablemente hacia ese trabajo. Es un oficio singular, único. Tiene aspectos muy arcaicos,  insostenibles para la razón, ridículos para muchos, pero no tengo la culpa de haber nacido para ese destino. No lo escogí, y solo me puedo liberar de este noble trabajo si la inmensa mayoría de los españoles lo deciden así o si -no lo quiera Dios- caigo víctima de un atentado.

Mi singular formación ha traído como consecuencia que no conozco muchas cosas de la realidad española que para muchos de vosotros son obvias; mis amigos estaban controlados rigurosamente por los asesores de mi padre, y estaba llamado a ser jefe de los Ejércitos, por lo que tuve una educación militar paralela a la civil y, aunque somera, suficiente para darme un barniz amplio de las peculiaridades de las instituciones de este país. Se poco de casi todo, aunque no creo que deba preocuparos. Salvo como Jefe Superior de los Ejércitos, no debería tomar decisiones y estaría, en todo caso, siempre asesorado y respaldado por las medidas adoptadas por el Gobierno de turno, a las que yo debía aportar, solo formalmente, mi refrendo.

Casarme con una plebeya, una profesional del periodismo, se ha desvelado como una decisión magnífica, que no gustó en su momento ni a mi padre ni a quienes le asesoraban entonces, que le proponían que debería mantener la idea de una Monarquía por encima del bien y del mal, una estirpe de sangre azul, vinculada a las élites. La reina Letizia me ha dado una serenidad, un conocimiento del país, me aportó unas relaciones nuevas. Tiene unas cualidades excepcionales. Gracias a ella, he adquirido mayor confianza en mí mismo, he aprendido a vocalizar correctamente, a encontrar el tono adecuado en mis alocuciones.

Y tenemos dos hijas preciosas, voluntariosas, aplicadas. Saben catalán, euskera y gallego. La princesa de Asturias sigue aprendiendo, además de inglés, chino y árabe. El dominio de varios idiomas es fundamental. El actual presidente de Gobierno, Pedro, sabe bastante bien inglés y algunos ministros conocen ese y otros idiomas y es motivo de orgullo para todos conocer que pueden hablar y discutir con homólogos europeos y no solo darse palmadas en la espalda o esperar a que les digan ellos algo en español o con intérpretes.

Podéis entender que me ha dolido profundamente tener que distanciarme oficialmente de mi padre. Está padeciendo mucho con sus achaques seniles y no entiende en absoluto la corriente de odio y rencor que algún sector, por fortuna poco significativo pero muy vociferante, ha despertado contra él. Parece que se olvidó lo que significó para consolidar la democracia, y solo se piensa en él como si fuera un ladrón o un libertino. Acostumbrado a mandar, a que  se le obedezca y a no hacer caso de consejos, su actual demencia, que progresa rápidamente, es motivo para todos de disgusto y preocupación. La cesión de la Corona, a la que no estaba obligado, aconsejada como medida preventiva por los médicos que le atienden, le honra.

Hemos perdido mucho todos con su ausencia, con su distanciamiento obligado. No sé adónde quieren llevar su asedio los enemigos de la Monarquía, pero debería de pararse esa persecución judicial y mediática que nos hace daño a todos, y especialmente, al país. Mi padre siempre tuvo una magnífica relación con los hermanos árabes, porque le gusta vivir bien, ser agasajado y resulta, cuando se muestra relajado, ocurrente y simpático. Alguna vez se desvelará cuántos contratos ha conseguido para empresas españolas, en qué conversaciones, secretas pero muy eficaces, ha sido el motor principal. A él le ha decepcionado que no salieran en su defensa los responsables de las empresas a las que ayudó a conseguir contratos, en su beneficio y el de todos.

La gran crisis del coronavirus ha generado y genera incertidumbre, dolor, más paro y nuevas dificultades económicas. No me corresponde a mí juzgar ni proponer ni decidir qué medidas serían las más adecuadas para superar o antes posible el grave panorama. Temo, como todos, que la recuperación económica será difícil y lenta. Me gustaría ayudar en lo posible. No tengo las buenas relaciones de mi padre con los jeques árabes, cuyos Estados disponen de fantásticas riquezas naturales y que tienen, personalmente, fortunas increíbles. Los Borbones somos, comparativamente, pobres. Nada que ver con las riquezas de los Windsor, por ejemplo, que, como sabéis, figuran entre los más ricos del mundo.

Pero si hay algo en lo que puedo ayudar, y creo que mucho, es a demostrar imagen de estabilidad y serenidad a inversores y a empresas. Cuando se ataca a la Monarquía, que es la forma de Estado que tenemos, quienes lo hacen, se atacan a sí mismos, destruyen confianza, asustan a terceros.

No me gusta la caza, me entusiasma disfrutar de la naturaleza, pasear y hacer deporte. Quisiera, claro, que el mundo fuera igualitario, feliz, y se eliminaran de un plumazo todas las guerras y los que sufren dejaran de hacerlo de repente. Pero soy consciente de que estamos en país pequeño, con pocos recursos, limitado en su influencia. A veces pienso que no todos, incluso algún miembro del Gobierno, son conscientes de nuestra reducida capacidad.

Por eso, me siento europeo, además de español hasta la cepa, feliz de nuestra historia y de contribuir a sus mejores momentos. Es motivo de orgullo reconocer que somos un país solidario, acogedor y alegre. No hace falta, me parece, que saquemos pecho en cada ocasión, que nos creamos los más ingeniosos, que llevemos nuestra voluntad de sacrificio hasta la extenuación. A veces, conviene permanecer en segunda línea, seguir el rebufo. No lo digo yo, lo saben los mejores de nuestros ciudadanos, que se esfuerzan cada día, con pocos medios, en trabajar en investigación, en mejorar la asistencia sanitaria, en ayudar a crear empresas y formar a niños y jóvenes.

Esperemos que el dinero prometido por la Unión Europea nos llegue a tiempo y sin grandes obligaciones y que sepamos cómo emplearlo bien, sin despilfarrarlo, con consenso.

No quiero cansaros en esta noche especial. Sigo a disposición de cumplir con lo que queráis que sea la Monarquía, de la que yo soy solo su rostro, como nuestra bandera es el símbolo de la Patria. Si decidiérais un día, por esa mayoría que indica la Constitución -o la que aprobéis en su momento- que debo retirarme, lo haré sin problemas. Mi Familia y yo estamos preparados, también para pasar a disfrutar de una vida civil satisfactoria, como ciudadanos normales. Pero, si ese momento no llega, y no parece probable que llegue en los próximos años, no os hagáis daño tirando piedras contra el Jefe de Estado. Soy un símbolo de vuestra unidad, no solo una persona real, de carne y hueso.

Como soy creyente, y católico, os deseo una Feliz Navidad. Que el niño Dios os traiga, a cada uno, la paz y la inteligencia que necesitamos para no confundir el camino que nos queda por recorrer juntos con el lugar donde poner el pie para dar el siguiente paso.

Buenas noches”

—

La fotografía es la de un reyezuelo listado (regulus ignicapilla) , magnífica ave minúscula, de plumaje y comportamientos singulares, que, aunque raro de ver, es huésped de nuestro país, en donde acude a reproducirse

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Infantilismo, pasotismo y Alzheimer en la política española

13 diciembre, 2020 By amarias 1 comentario

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Mi comentario evoca, aunque advierto desde el principio que mi tesis difiere, el conocido opúsculo de Lenin “La enfermedad infantil del izquierdismo en comunismo” (1920) que suponía una crítica a los comunistas de izquierda alemanes. Les advertía que, por considerar inútiles los partidos políticos, estaban convirtiendo el partido en una dictadura de dirigentes. Por contra, defendía la necesidad de establecer acuerdos con los sindicatos y con los partidos burgueses.​

Han pasado cien años por encima de esa propuesta y mucha sangre, dolor, fracaso, decepción y recuperación interesada del mensaje, y no me apetece abrir ahora el frasco de mi propia opinión sobre la deriva del comunismo. Solo me interesa poner de manifiesto la esencia del pensamiento de Lenin, en aquel momento: para avanzar desde la izquierda, hay que contar con los partidos burgueses y, particularmente, con los pequeños propietarios.

Ignoro lo que ha leído (y ya no me atrevo a decir, estudiado) el equipo ideológico de socialistas, podemitas, independentistas y diletantes revolucionarios que se han colado en el Gobierno de España y nos obsequian, casi a diario, con las confesiones de la evolución de sus ideas sobre cómo cambiar este país “hasta que no lo conozca ni la madre que lo parió” (frase enfática que subyace como objetivo común de la coalición gubernamental, que antes estuvo en boca de Alfonso Guerra, recuperó María José Montero y que esgrimió, en este caso como acusación, el portavoz del PP, Teodoro García Egea).

Cuando atiendo a los resultados de tal voluntad de cambio, confirmo que la improvisación es la clave que guía el propósito. Como todo vale, los independentistas catalanes, ahora afincados en el Gobierno, se arrepienten de haber elegido el camino equivocado para proclamar su desprecio a la Constitución y orden legal vigente, entonces y ahora. Han sido ingenuos al pensar que el camino de la confrontación era el correcto (pongo por caso, las declaraciones del comunicador mediático Gabriel Rufián en la Sexta en Espejo Público o los testimonios exculpatorios en sede judicial de su poliédrico jefe político, Oriol Junqueras.

Los independentistas vascos no necesitan arrepentirse de nada (al parecer) sino que les basta decir que han cambiado y que son otros, aunque las caras y talantes nos suenen.

No hay necesidad de recordar, para no remover las aguas ácidas y pestilentes, los favores especiales con los que se ha intentado tapar los fervores insolidarios de partidos vascos y catalanes, creados para favorecer un capitalismo de corto alcance, ni poner de manifiesto el adoctrinamiento y falsedad histórica con la que se envenena de anti españolismo a los niños, en las ikastolas y escoles catalanes.

Para qué, lo importante es avanzar en el cumplimiento del objetivo de convertir a España en un estado desmembrado multinacional y falto de solidaridad, ya que no en una República federal desestructurada. Y, para ello, solo les parece necesario destruir la imagen de la Monarquía parlamentaria, aupándose sobre los errores recientes del Rey de antes y despreciando su papel crucial en nuestra actual democracia, modelo mundial hasta que los revolucionarios que improvisan sus papeles tomaron la intención de destruirlo a martillazos.

Si el infantilismo se ha colado por la izquierda, con su desfachatez de improvisar medidas y dar toda acción destructora por válida sin analizar las consecuencias, el Alzheimer se ha introducido en serios estamentos. Estoy pensando, sobre todo, en las increíbles manifestaciones de algunos ex-militares (mandos jubilados), cierto que en un chat privado, defendiendo la sublevación militar (o algo parecido) y apoyando (así puede interpretarse) otra guerra civil, con purga a todo disidente. En personalidades que han crecido en democracia, que ocuparon puestos de relevancia militar, esas confesiones -incluso entre amigos dados a la broma ácida- solo pueden justificarse desde la demencia senil o un Alzheimer avanzado, sin que me atreva a calificar, por respeto y aprecio a las Fuerzas Armadas, ejemplo de transición democrática y respeto a la Ley de Reforma de la carrera militar, a los que han callado, jaleado o tolerado tales manifestaciones.

No entiendo tampoco el comportamiento del Rey de antes, pues por muy fuerte que haya sido la personalidad del Rey Juan Carlos, solo desde una voluntad enferma de autodestruir con varios juegos de artificio su legado excepcional, puede justificarse que haya comprometido su credibilidad patrimonial, su obligación de mantenerse como referencia ética y, según puede colegirse con dolor, situando a su sucesor, Felipe VI y a la Jefatura de Estado en el compromiso de repudiar alguna de sus últimas actuaciones. Como quiero creer que sus asesores no se las han aconsejado, no puedo sino atribuir su autoría a la demencia senil que habrá progresivamente afectado a don Juan Carlos y al descontrol que, falto de vigilancia y por mal entendido respeto, se han visto sometidos sus actos privados cuando abdicó, a lo que, por cierto, nada le obligada (véase el ejemplo de la Reina Isabel II de Inglaterra, casi centenaria y cuya inmensa riqueza, orígenes de la misma y sus propias cualidades como Jefe de Estado están por encima de cualquier debate fundamental).

Sobre el pasotismo de la sociedad civil, aletargada entre la crisis del coronavirus, ayuna de canales para transmitir y realizar un debate crítico y constructivo, y ahogada por la crisis económica, se podría escribir un libro, no un modesto Comentario en un blog de corto alcance.

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Máster a comanda

17 abril, 2018 By amarias 2 comentarios

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, otrora admirada -en círculos incluso extraños a su partido- por su talante resolutivo y su capacidad de mangonear a diestro y siniestro, ostenta en su amplio currículum un título que la prestigiosa Universidad Rey Juan Carlos le otorgó con amplias facilidades, y que el indomable y sagaz ánimo inquisitorial de Ignacio Escolar jr. y su equipo han dejado al descubierto.

El máster en Derecho Público de Cifuentes, de la que tiene el título oficial correspondiente, fue obtenido en circunstancias extraordinarias. Y lo que es más extraordinario, para arropar lo irregular de tales circunstancias, un equipo de diligentes funcionarios, se han dedicado a cubrir con sus burdas hilaturas, emponzoñando el caso hasta enmerdarlo sin solución, y siguiendo instrucción de quién sabe quién y por qué, los huecos procedimentales del singular íter académico.

En resumen: el máster iba desnudo. Se pagaron, sí,  las tasas, y no seré yo quien dude que con dineros del mismo bolsillo de la Presidenta, pero no hubo asistencia a las clases y, al parecer, ni fue necesaria la comparecencia para los exámenes reglados, ni aparece el reglamentario trabajo de fin de título, que debiera cerrar con broche de oro o plata los desvelos del aprendizaje.

La Presidenta defiende su honradez, en una carta dirigida al rector de la URJC, el ingeniero naval Javier Ramos,  con argumentos de gran peso: hizo lo que se le pidió, y si se le hubiera pedido más, no hubiera cursado un máster que no añade nada a su currículum. Es licenciada en Derecho, tienen otro Máster equivalente y ostenta una experiencia profesional que ya quisieran otros. Así que devuelve la titulación, y aquí paz y después gloria, porque no está dispuesta a dimitir, como lo pide la desleal oposición, de su posición como Presidenta de la Comunidad.

Me duele el caso, que viene a perjudicar a la Universidad española, además de especialmente a la URJC, concediendo pábulo a la especie tan querida por quienes carecen de títulos académicos o los tienen de medio pelo, de que el saber se regala a quien tiene dinero y que los méritos son adornos de los que poseen medios para emplumarse con ellos. Como titulado doble que soy, como profesor que fui, como estudiante en varias Universidades en las que cursé decenas de asignaturas por el placer de aprender, y defensor a ultranza de la importancia de conocer, y conocerlo bien, me parece deplorable que se esté utilizando el caso para despreciar a la Academia, y aprovechar que este río suena para ver que toda el agua está viciada.

No es así, ni es momento para dejar al descubierto las miserias de la Universidad, que son muchas, pero de otro percal. Si a Cifuentes le han regalado el título, le doy la razón: la culpa no es suya, sino del dadivoso. No hagamos más daño, apuntando al que recibió la prebenda, y sí analicemos con rigor quiénes y por qué andan usando el sello prestigioso de la autoridad del saber oficial para favorecer a unos y poner muy alto el listón a los demás, que somos mayoría.

No creo, en resumen, que deba dimitir Cifuentes, aunque sí deberían dimitir, por vergüenza, quienes se ofrecen a cambiar las normas para favorecer a algunos, con su nepotismo servil, dándoles más plumas con la que pavonearse delante de los demás, pobres diablos, que tenemos que sudar la camiseta para avanzar cada peldaño.

—-

Este bello pájaro es un moscón europeo (remiz pendulinus) macho, sorprendido a orillas del Guadalquivir, en Sevilla. Un dichoso polígamo que fabrica un nido en forma de bolsa plumosa, colgando de una rama fina de sauces o álamos, principalmente. Le delata, más que su pico puntiagudo de insectívoro (también le gustan las arañas), el antifaz oscuro (no negro), más ancho en el macho que en la hembra. .

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EL Discurso de Navidad falso de Felipe VI

24 diciembre, 2017 By amarias Dejar un comentario

Tampoco este año la Casa Real me ha pedido sugerencias para el discurso de S.M. Felipe VI en Nochebuena. Se trata de un hábito inherente a la jefatura de los Estados cristianos, aprovechando que, debido a la antigua conmemoración de la injerencia de la divinidad más elaborada sobre la humanidad descarriada para proporcionarle un modelo de vida alternativo, las familias suelen reunirse para actualizar sus afectos. Como las alocuciones no son escuchadas, aunque en los hogares se mantengan las televisiones encendidas y, dado que el poder de esos máximos dirigentes es, en la práctica, nulo, las alocuciones suelen ser las mismas cada año.

Este es el discurso que he preparado.

“Españoles:

Como todos los años, aparezco en vuestras casas con un mensaje de Navidad. Quisiera, ante todo, aclarar posibles confusiones. No soy un anuncio, no vendo colonias ni coches.

Aunque soy una persona de carne y hueso, como vosotros, estoy representando a un personaje y, si bien en una amplia medida puede interpretarse que soy un actor, desde que asumí la jefatura del Estado español, los sucesos más importantes de vuestro país formarán parte de su Historia, y se atribuirán a mi reinado.

Es una paradoja, porque mi capacidad real de influencia sobre lo que hacéis es nula, y si alguna vez expreso algo en público, que no sean obviedades, me lo han enviado ya redactado desde la Moncloa, y solo puedo poner las comas que faltan y tres o cuatro adverbios de modo. Según la Constitución que aprobasteis en 1978 y que ahora os parece llegada la hora de cambiar, mi papel fundamental es estampar mi firma en las leyes que desea promulgar el Gobierno de turno y aparecer sin mover una pestaña en ciertos actos llamados oficiales.

Después de esta introducción, quisiera referirme a una persona a la que desde hace unos años se le están dedicando muchos chistes y chascarrillos, pretendiendo sepultar la gran labor que hizo por nuestro país. Mi padre, el rey emérito Juan Carlos.  Me gusta mucho el discurso que alguien entregó a mi padre, como sugerencia, el 25 de diciembre de 2013. No llegó a emitirse, pero estaba entre los papeles que había en el secreter.  Si alguien siente curiosidad por leerlo, encontrará el enlace al final de este mensaje.

No se si debo aclarar, antes de seguir hablando, que bajo el término “españoles” comprendo a todos los que habitamos en la parte de la Península Ibérica que no es Portugal, y que incluye, por supuesto, las islas Baleares y Canarias, además de Ceuta y Melilla y el peñón de Alhucemas, superficie a la que hay que deducir el peñón de Gibraltar y Andorra y no se si algún trozo de tierra en manos de Francia.

Se que, desde hace algunos años y, especialmente, en los últimos dos, la mitad aproximada de los catalanes mayores de edad y la mayoría sus hijos menores,  se empeñan en decir que no se sienten españoles. Por ese lado, no tengo nada que objetar, ya que sentirse español es bastante doloroso, como lo demuestra que a muchos ilustres antepasados de los vuestros, no de los míos, les dolió España . Pero lo que no puedo entender  es que quieran cambiar la forma del Estado, y convertirlo en una República.

Uno de mis mentores, Sabino Fernández Campo, solía decir que la forma del Estado era lo de menos y que lo que tenía que convencer a la gente era que yo era mejor alternativa que cualquier posible presidente de la República. Fijáos que no se trata de competir con jefes de gobierno, que eso es otra cosa y que implica una gran responsabilidad (y para la que no me resisto a opinar que los españoles tenéis bastante mal ojo para elegirlos).

Puede parecer que si opino sobre la forma del Estado soy parte interesada y que debería callarme. Cuando mi padre me comentaba que la consolidación de la legitimidad de su Corona se produjo cuando un grupo de militares entró en el Congreso de diputados allá por 1981 y él se mantuvo firme en defender la  Constitución que, prácticamente, se acababa de votar, yo creía que, gracias a esa actuación suya, yo quedaría libre de hacer gestos de ese tipo. No fue así, y casi cuarenta años después me vi en la necesidad de volver a defenderla.

No fue lo mismo. En esta ocasión, el levantamiento secesionista vino desde el propio Parlament catalán y no fueron los militares, sino unos civiles. No había armas, salvo palabras. Fue muy duro para mí, porque tuve que leer el discurso que me había preparado el Gobierno, que era el mismo que inicialmente habían previsto que leyera el Primer ministro Mariano Rajoy, aunque la Reina, me aconsejó que no hiciera nada que era, por cierto, lo que me habían pedido otros especialistas en analizar conflictos.

Cada día que pasa me hace menos ilusión ser Rey de los españoles. Es cansino. La reina Letizia que, como sabéis, es asturiana y plebeya, le ha encontrado un cierto gustillo a la cosa.  Yo pienso, por el contrario -y no es que esté en desacuerdo con ella, si alguna vez discutimos, es por otras cosas- que seríamos más felices retirándonos a Gijón o a Tapia de Casariego, en donde se pueden encontrar casas con jardín cerca del mar. Las niñas, a las que habría que desintoxicar de infantas,  podrían estudiar Historia o Filosofía en Oviedo, que son carreras que, como no tienen porvenir, encajarían perfectamente con mis deseos.

Esto dicho, no me planteo dimitir. Me mantendré como Rey porque, como español, me gustaría seguir contribuyendo a que las gentes sencillas me vean como encarnación del Estado, a dar buena imagen física en el exterior, y, ocasionalmente, a ayudar a los jefes de gobierno que no sepan idiomas en algunos momentos en que no tienen a los intérpretes cerca.

Fui preparado para ser Rey desde mi tierna infancia, y esa inversión tiene que ser rentable. Hablo idiomas, tengo presencia, y, aunque no tengo competencias, soy el generalísimo de los Ejércitos.

Ahí quería yo no llegar. Porque no es sencillo ser Rey de España. Envidio a la Reina de Inglaterra que, aunque tampoco manda nada en realidad, todos los ingleses le desean a cada momento que Dios la guarde. Los españoles no somos capaces de ponernos de acuerdo en nada, y los ingleses están de acuerdo incluso en aquello en lo que discrepan. No tienen problemas de idiomas, porque aunque el inglés que hablan ellos apenas se entiende por los que no son nativos, está reconocido como lengua franca.

Veo mucha televisión últimamente, porque salimos menos fuera de casa. Letizia pasa desapercibida con una peluca o quitándose la máscara del lifting, pero y soy más difícil de disimular. Solemos reunirnos con los amigos en casa (los que nos quedan porque algunos de los que eran íntimos están desaparecidos) y yo preparo si no estoy de viaje una musaka con la receta de mi madre.

Termino aquí mi alocución. Mi mensaje, como habrán advertido los que me han escuchado, es que soy un tipo normal, que no tengo nada especial, salvo haber sido educado para ser abeja reina del enjambre de locos que es España. En cierto modo, soy como el protagonista de aquella película que interpretaba Jim Carrey, The Truman show.

Buenas noches a todos y, si me es admisible daros un consejo: dejad de daros bastonazos entre vosotros. ¿No advertís cómo se ríen los de fuera de aquí de la pérdida de energía que se os va en criticar y echar abajo lo que hacen los mejores? No tengo nada que ganar ni perder para mi mismo o mi familia, pues tenemos bastante patrimonio para poder vivir cómodamente en el extranjero, si llega el día en que os apetezca derrocarme. Aunque no estoy libre de que un enajenado quiera pegarme un tiro en uno de mis imprescindibles baños de multitud, que sirven para consolidar la popularidad de la Monarquía, no olvidéis que soy un símbolo. La realidad, la ponéis vosotros.


El enlace al que hace referencia este Comentario es:

El texto perdido del Discurso de Navidad del Rey Juan Carlos

La foto de portada es un carbonero garrapinos (periparus ater) en vuelo. No tiene la franja ventral negra que es característica de la especie afín (carbonero común), y es más pequeño en  tamaño. El negro capirote se rompe con una mancha blanca en la nuca y tiene dos bandas alares, también blancas. Aunque la foto no es determinante para detectar todas estas características de la especie…me gusta.

 

 

 

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El texto perdido del Discurso de Navidad del Rey Juan Carlos

25 diciembre, 2013 By amarias2013 Dejar un comentario

La Casa Real acaba de informar que se ha encontrado el discurso que se había preparado para que el Rey Juan Carlos lo pronunciara con motivo de la Navidad de 2013. Al darle ahora difusión, pide disculpas por haberse tenido que improvisar apuradamente un texto alternativo, en el que se han tenido que utilizar recortes de los mensajes de años anteriores.

A continuación, se recoge el texto perdido (y que, según parece, se había traspapelado entre los envoltorios de los regalos de Papá Noel, fiesta que la Familia Real viene celebrando en lugar de la de los Reyes, desde que el príncipe Felipe descubrió que los Reyes eran, en efecto, los Reyes).

“Queridos compatriotas:

Seré especialmente breve este año. Se bien que pocos estaréis viéndome ante la Televisión, porque, con razón, después de haberme oído repetir las mismas ideas, preferiréis dedicar vuestro tiempo a otra cosa. Tendréis ocasión mañana de conocer lo fundamental de lo que voy a decir, y comentarlo entre vosotros, porque el día 25 de diciembre no hay fútbol.

Los tres temas de que quiero hablaros son éstos: la imputación de mi yerno Ignacio Urdangarín (yo nunca lo llamé Iñaky) y, por lo que me han filtrado, la de mi hija Cristina; la intención separatista de bastantes catalanes, que quieren formar un estado independiente, y, por supuesto, republicano; y la incapacidad de la economía española para recuperarse.

Se que la mayoría de los españoles sois republicanos, así que me he preguntado muchas veces porqué se soporta un Rey, que es una figura anacrónica, como lo prueba el que solo se mantiene en algunos países subdesarrollados -económica o mentalmente-, como Inglaterra, Suecia, Holanda, Bélgica y ciertas antiguas colonias africanas europeas. No lo sé, la verdad. Tal vez la razón principal es que las alternativas no os convenzan, o que, sencillamente, os guste creer que tengo sangre azul y que poseo poderes especiales. Como los españoles, en general, son gente muy crédula o muy confiada, no me extrañaría cualquier cosa.

He puesto en la página web de la Casa Real la comparación entre lo que cuesta un Rey y un Presidente de la República, y, como veréis, los costes están más o menos equilibradas. Lo comido por lo servido, vamos. Lo que no me negaréis es que un Rey farda más. Y aunque, en mi caso, he tenido que ayudar a varios miembros de la familia, tanto de la mía como de la mi mujer, tampoco en eso veo el asunto diferente a lo que han hecho cientos de presidentes republicanos. Pero que nadie crea que me estoy defendiendo, las cuentas están claras y guardo los justificantes. Con todo, mi puesto está permanentemente a disposición, y hasta, cuando lo comento con Spottorno, me maravilla el tiempo que este reinado está durando, para lo que se acostumbra aquí-

No quiero que nadie se haga la ilusión de que Cristina va a ir a la cárcel. Hasta ahí podíamos llegar. Ni siquiera voy a consentir que enchironen a mi yerno. Ya está bien de tonterías. Se que está trabajando mucha gente importante para que esto no suceda, y tengo confianza en Roca para que movilice sus contactos, y, allí donde haga falta, ponga el énfasis jurídico adecuado.

No juzguéis y no seréis juzgados. Lo que hicieron puede sonar mal a algunos, pero es lo que hace todo el mundo que tiene alguna influencia. Si este país ha querido tener una familia real, tiene que asumir que, con discreción, que es lo que se estaba haciendo, íbamos a aprovecharnos del puesto. El fallo no ha sido nuestro, sino del sistema. Pero ojo, que nunca se sabe cómo pueden acabar las cosas. Se que hay grupos de fieles que están dispuestos a acudir a utilizar la fuerza, lo que a mí, como comandante supremo del Ejército no voy, en este caso, a intentar controlar. No me va a temblar la mano en defender la inocencia y honor de mi familia hasta el final y, ya sabéis, que soy un buen tirador.

Respecto a los catalanes separatistas, encuentro que, en este tema también, ya son ganas de tocar las narices. ¿Qué se cree ese grupo de funcionarios, que pueden pasarse por alto la Constitución, que todos hemos jurado? Aquí no se va a hacer ningún referéndum, porque ya tenemos las encuestas periódicas que hacen el CIES y las agencias de opinión.

Hay viajes para los que no se necesitan alforjas. Todos tenemos claro que los españoles quieren ser independientes, trabajar poco y ganar campeonatos mundiales, preferiblemente de fútbol. Los dos últimos objetivos están prácticamente cumplidos (aunque debo reconocer que no trabajan, pero tampoco cobran). En cuanto al primero, IKEA ha hecho un gran avance para que todos se sientan cómodos en su casa, incluso los catalanes. Pues que se atengan a las consecuencias, porque va a haber felpudos para todos.

Me queda el tema de la economía. Lo tengo clarísimo. En eso, pienso que es hora ya de que os caigáis del pino: no hay trabajo para todos, máxime desde que las mujeres se empeñan en trabajar. El trabajo que hay, es lógico que esté mal remunerado, porque donde había un puesto de trabajo, ahora, con suerte, hay dos, y se ha reducido lo que se paga por cada uno a bastante menos de la mitad. No se tanto de economía como De Guindos o Montoro, pero hasta el más tonto sabe que los puestos importantes están cubiertos y no es posible acceder a ellos para la mayoría. El mundo globalizado ha permitido que casi cualquier producto se pueda hacer en países en donde la mano de obra es baratísima y se pueda transportar casi en el día hasta donde se desee.

Así que lo único que puedo deciros es que tenéis que apretaros el cinturón, y no se hasta cuándo, porque no veo que el panorama va a cambiar. Eso sí, como España es un país católico, mayoritariamente la gente irá al cielo.

En fin, feliz Navidad a todos, tanto escépticos como creyentes. Y si queréis encontrarme, ya sabéis dónde estoy.

(El discurso se acompaña con la canción “Resistiré”, del Dúo Dinámico, con intérpretes reales)

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Desnudando al Rey: Amores, desvaríos y comisiones

20 marzo, 2013 By amarias2013 Dejar un comentario

Se está representando en este pequeño país llamado España, bajo el reclamo de tratarse de una opera bufa, una tragicomedia, cuyo protagonista principal son las relaciones entre el monarca español y una mujer del comercio.

El argumento se desarrolla en varios actos de corta duración, y, desde luego, resulta muy entretenido, porque en él se mezclan cuestiones muy apreciadas por el respetable del patio de comedias. Es de señalar, además, que a diferencia de aquel cuento en la que el Rey, un fatuo personaje al que engañaban unos pillos haciéndose pasar por sastres colegiados, paseaba sus carnes desnudo creyendo que iba engalanado, la historia parece discurrir aquí del revés. Al Rey se le muestra bien armado, pero la chusma se complace en desvestirlo a manotazos.

Que el Rey Juan Carlos haya tenido (por la edad y el estado físico actual muy aparente, procede hablar aquí en pasado) amores, interesará a los plumillas del corazón ajeno, pero a mí me trae al pairo, salvo en lo que pueda mostrarme a solas envidioso del éxito que se presupone a quien pudiera tener a medio reino entregado  a sus pies (y a unos cuantos, si lo maneja bien, hasta en su cama). Que entre esos presuntos desvaríos -pueden llamarse incluso amistades íntimas– figure alguna sedicente princesa, “alemana y rubia”, por más señas de supuestos atractivos, no me hace mover ni una ceja.

Que se esté revolviendo en los papeles secretos del Estado para hurgar entre sus líneas si esa señora de buen ver  cuyo nombre de pila pasa de boca a oreja por los mentideros de la Corte, hizo negocios como intermediaria de empresas españolas, cobró comisiones por sus tareas de relación, me parece propio de un pueblo mezquino y con ganas de generar una revuelta por un quítame allá esas pajas.

Porque si esa principesa del tipo sanguíneo que la naturaleza le haya dado, lo hizo como agente de intereses privados, su tres por ciento de comisionista está a a nivel de lo que se estila por esos mundos y no tengo nada que objetar. Más o menos por esos andurriales del dinero anda la compensación por poner en contacto a fulanito con menganito para que, si les conviene, con una pierna tapen la otra.

Y si lo hizo compartiendo comisiones con el Rey, que me perdonen los amigos republicanos, tampoco veo en ello más pecado que el que otros cometen a diario. Saber que los Reyes y príncipes de sangre azul mantienen negocios mundanos, además de representar a sus dioses en la Tierra y atender a las inclinaciones naturales tomando los rábanos por las raíces, entra en la lógica del sistema. ¿O es que alguien pensó que esperaban, crédulos, a ser recompensados en el más allá?

Supongo que en cualquier momento se anunciará el descanso y habrá ocasión para intercambiar opiniones y, espero que, por esta vez, corregir el libreto. En algunos palcos he notado que hay ganas de salir a la palestra, y desarmar a mandobles el teatrillo.

Confío, además, en que los sastres que se aplican a toda velocidad en recomponer los ropajes del Rey a medida que algunos osados lo desnudan, sean solventes, en este nuestro cuento, y tapen las íntimas vergüenzas antes de que, entre tanto jolgorio, y en el caso probable de que existan, aparezcan.

Porque entonces me temo que veremos a un tiempo al Rey desnudo y a los súbditos de su reino de España, aunque les parezca a algunos que no va a ser así, en pelotas.

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El Club de la Tragedia: La quimera de una España vertebrada

9 enero, 2013 By amarias2013 3 comentarios

En su desagradecida entrevista ante el periodista Hermida, actuando éste como histérico vasallo adulador, S.M. El Rey Juan Carlos Primero, siguiendo fielmente el libreto con las respuestas sugeridas por el partido gobernante, se refirió, como auto regalo envenenado para su septuagésimo quinto cumpleaños,  a la necesidad de vertebrar España (“Falta la vertebración del Estado”, pudimos escucharle todos el 5 de enero de 2013)

La manifestación es tan grave como atinada. Aunque parezca una inmersión en el terreno de la ocurrencia sarcástica, España no muestra capacidad aglutinadora, en la triste realidad popular, más que como equipo de fútbol -cuando gana-, o cuando hay que descalificar, sumariamente, a los enemigos históricos del misterioso orgullo hispánico, que son, básicamente, franceses e ingleses (aunque habrá que apuntar ya que este sentimiento afloja respecto a los citados primero cuando nos acercamos a la frontera por la derecha de la piel de toro).

Desde luego, pretender aglutinar un Estado con base en ocasionales éxitos deportivos y presentar las actuaciones de su entrenador y jugadores como modelo de comportamiento, es una referencia pobre, aunque sea muy honrada. Porque también es cierto que ni en lo político, empresarial, económico, científico, o universitario, se cuenta con modelos de exhibición impecable de la deseada vertebración de unos hipotéticos intereses únicos.

Lo que le está pasando a Catalunya, capitaneada por Mas i companyia encuentra su lógica en la pretensión de inmolar parte de España para salvarse como Estado independiente, provocando un referéndum que, debidamente alimentado por los toques adecuados a la insolidaridad, no dudo de que consagrará una mayoría separatista, es decir, inconstitucional..

No me extraña, porque en este momento, si se nos consultara por algunos temas que son tratados en la Constitución de 1978 como dogmas, para que contestáramos afirmando o negando lo que nos parecen, una mayoría de los”ciudadanos españoles” (término que alienta, por sí mismo, profusas polémicas jurídico-políticas) apareceríamos como inconstitucionales.

Admitiendo, con los que asesoran al Rey, que España carece de vertebración, se me antoja inútil el buscar cambiar la situación por la vía de las amenazas a Catalunya o a sus políticos. Puede que desde allí no se vea el frío que asolará al independiente, embutido entre lobos que atienden a sus intereses (y que, por tanto, no van a mirar con cariño los de un recién llegado). Pero es hora de concentrarse en corregir una clara desigualdad territorial entre las regiones con las que se ha querido, como chapuza recurrente, vertebrar España, a tijeretazos y golpes de martillo desde que los primeros Reyes Católicos hicieron el primer cosido.

Mi propuesta es que se estudie y plasme, en un nuevo mapa. la nueva realidad de seis -no más- regiones equivalentes en población, contando entre 6 y 8 millones de habitantes cada una. Con ellas, que se reconstruya un Estado de autonomías, federal o como quiera llamársele. Dejémonos de monsergas históricas, culturales o idiomáticas. La pela será la pela, y, al mismo nivel que ella, por lo menos, está el número de ciudadanos a los que hay que atender, con sus necesidades, derechos, deberes, y, claro, con la fuerza de su empuje, inteligencia, creatividad y, si llegado fuera el caso (que no lo va a ser, esto sí que lo digo en plan chusco, mientras toco maderaImage), con sus mandobles y puñadas.

 

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Una entrevista histérica con el objetivo de distraer

6 enero, 2013 By miguelarias Dejar un comentario

el rey juan carlos y hermida

Jesús Hermida, periodista histriónico perfectamente capaz de desplazar el interés de la noticia desde un campo de batalla al tupé de su cabeza, fue el elegido por los mismos muñidores de Ferraz que encumbraron a Julio Somoano a la presidencia de RTVE, para conseguir el beneplácito de la Casa Real sobre quién debía entrevistar a S.M. El Rey Juan Carlos la víspera de cumplir 75 años.

La entrevista, difundida el 4 de enero de 2013, fue presentada como histórica, y todos los voncingleros del Capitolio hispano habían preparado el ambiente afirmando que el Monarca no había impuesto límites a las preguntas, salvo que se refirieran al caso Urdangarin y a la causa catalana.

Sentados frente a frente, en lo que parecían incómodos sillones de cortesía (querencias), Hermida y Su Majestad recorrieron, en más o menos la media hora de emisión en la que se ordenaron preguntas y respuestas en una notable labor de edición del material, los lugares comunes que forman patrimonio de las preocupaciones confesas de los reyes modernos.

Y debo decir que El Rey lo hizo muy bien. Con la cara hinchada por los corticoides, pero el tono amable de quien habla campechanamente con un adulador que está recopilando material de primera mano para una hagiografía póstuma, se explayó en las respuestas, no perdió el hilo de ninguna frase, y, en suma, concentró perfectamente el sentido del decurso en lo que son los valores estimados por quien se halla ubicado (o lo hayan ubicado) por encima de los demás mortales: confianza en el futuro colectivo, satisfacción general por el pasado común, selección reductora de los elementos de presente que preocupan a los más pobres de la colectividad y, en fin, disrtibución de fe, esperanza y caridad a espuertas llenas.

No se habló, aparcados en el limbo de la cortesía palaciega, de los ex-yernos del Rey (el formalizado junto al imputado), pero tampoco de la Reina o de las Infantas, salvo referencias genéricas a la familia y a los nietos. Supongo que, en este caso, por falta de tiempo. Un reloj situado en la pared, -pero que en la mayor parte de las tomas, adquiría la posición estrafalaria de corona real-, señalaba que la entrevista duró, al menos, unos tres cuartos de hora (entre la 1 de la mañana de un día cualquiera y las dos menos cuarto de otro), ofreciendo, de propina visual, apasionantes vaivenes de sus agujas.

Sí habló El Rey (“agradezco que me des esta oportunidad”, dijo el monarca al entregado súbdito) de su padre, D. Juan, y lo hizo de manera emotiva y leal, reconociendo en él al consejero. Ansón, más tarde, diluído entre quienes expresaron con frases antológicas, como pertenecientes a la quinta del Rey, su deseo de figurar entre los facedores de la Historia hispana del último cuarto del siglo XX -e ignorando su contribución al resto- afírmaría sin repelos en la lengua que “el fecho non complido” de que D. Juan no hubiera sido Rey (“al menos, por un tiempo”) contaba entre los fracasos de su generación.

Por supuesto, también habló S.M. del hijo muy amado en el que tiene postpuestas sus complacencias, D. Felipe, modelo de virtudes y “el mejor preparado de “todos los príncipes de Asturias” que en este mundo han sido, que, si bien puede no parecer gran cosa para la mayoría republicana juancarlista, sonó a sincero elogio a nuestro trasunto en la demora sucesoria del Prince Charles, solo que el nuestro mucho más simpático, más guapo y a años luz de más empático.

En fin, fue una entrevista distraída, en el sentido de dispersa. Los aspavientos de Hermida contrastaban con la calma regia. Las enrevesadas preguntas del vasallo se dilucidaban con palabras sencillas repletas de comprensión, amor y caridad, por el sereno prócer.

La cámara permitía,  alternativamente, ver el rostro de “Vuestra Majestad” -fórmula magistral para referirse al Monarca que el periodista laureado recogió, sin duda, de los textos clásicos del medioevo-, o el reloj-corona sobre la calva real, o la cerviz y espaldares inclinados, separándose de un asiento que le iba demasiado grande, del coetáneo del tupé.

Si me hubieran pedido consejo a mí (ya presumo de que no será así jamás), habría autorizado las preguntas sobre Urdangarín, la Reina, las Infantas y los catalanes. Para tener algo jugoso de qué hablar al día siguiente.

Se me olvidaba: Feliz cumpleaños, Majestad. En mi opinión, usted no tiene la culpa de nada de lo que nos pasa. Ese es mi regalo.

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