Al socaire

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Justicia a la medida

27 julio, 2022 By amarias Deja un comentario

El Tribunal Supremo ha emitido su Sentencia en el recurso presentado por las defensas de Manuel Chaves y José Antonio Griñán, que fueron sucesivos presidentes de la Junta de Andalucía, en momentos en los que el Partido Socialista Obrero Español era dueño y señor de esa región.

Quien la vio y quién la ve. Andalucia era considerada durante décadas el “caladero” de votos de los herederos, legatarios e intérpretes de las ideas de Pablo Iglesias, José Barreiro y Largo Caballero (por citar solo algunos de los inspiradores más relevantes que ayudaron a pergeñar el ideario socialista, adulterado sin problemas por nuevos líderes y necesarias componendas para supervivencia).

Hoy, en manos de los populares, de la derecha quasifascista, de los amigos del capital y de los señores del puro…

Estos penosos seudoargumentos, -izquierda incompetente y despilfarradora, derecha en contubernio  con los poderes económicos- que habían sido felizmente arrumbados en la época feliz de la democracia postfranquista, se recuperan ahora por los que no han vivido la transición, han estudiado poco y saben menos y están dispuestos a hacernos vivir su peculiar camino hacia la Arcadia feliz, descalificando con rabia todo lo que parezca venir de contrario.

Muy eruditos economistas y técnicos de buen pedigree, dudan (con toda razón, en mi opinión) si será mejor gobernar bajando impuestos -razonablemente- o poniéndoselo más difícil a los ricos y, sobre todo, a las grandes empresas. Tengo, como se dice vulgarmente (y pido perdón por el lenguaje soez) el culo pelado de haber visto cómo actúan en tiempo real, los amantes declarados del liberalismo y los enamorados decididos de la gestión pública de las empresas y servicios fundamentales, y no abrigo más que dudas de cómo poner en pie una idea u otra, sin entrar en múltiples matices y aplicar severas medias tintas. Lo más importante: la dificultad está en encontrar gestores capaces, bien formados, y honestos. Si militan en un partido, habría que mirarlos con lupa, porque suelen ser independientes, no confesionales.

Vuelvo al proceso de quienes mandaron en Andalucía en nombre del PSOE, y muy aplaudidos, por cierto, hasta que la juez Mercedes Alaya dio por investigar, desde el Juzgado de Instrucción nº 6 de Sevilla, “e caso de los ERE”. Si bien el tenor del pronunciamiento no ha sido conocido en sus detalles, sí ha transcendido que no ha habido unanimidad en el refuerzo de la Sentencia del Tribunal Superior de Andalucía, que era la que se sometía a revisión.

Ha habido votos particulares y solo cuatro de los siete magistrados del Alto Tribunal han entendido que se debía ratificar la condena a los dos principales encausados a las altas penas por los delitos de prevaricación y malversación de dineros públicos. El peor parado en ese veredicto ha resultado José Antonio Griñán, porque era Consejero de Hacienda cuando se cometieron los hechos delictivos y, por ello, facilitador obligado de la componenda y, en consecuencia, es condenado a seis años de prisión.

El asunto se ha convertido en elemento sustancial del actual debate político, por muchas razones. Desde la oposición, el Partido Popular -con la portavocía de aspecto suave ejercida ahora por Núñez Feijóo, ejerciente del galleguismo estereotipado-, dice no querer hacer bandera con los daños causados por tal Sentencia, aunque no deja de esgrimir que la Justicia ha deshecho, al fin, de manera legal, el chiringuito de favores que los sociatas habían montado en Andalucía. Por la vía del resultado fehaciente de las elecciones, ya había quedado sancionado socialmente el reproche al encaramar a Moreno Bonilla a la Presidencia de la Junta con la mayoría más clara que se vio en esa democracia imperfecta que defiende el texto constitucional más eficiente y versátil que vio nuestra piel de toro.

El nuevo portavoz socialista, Patxi López, bien curtido en defender posiciones en momentos difíciles, recuerda -siguiendo el argumentario de la Ministro portavoz, Isabel Rodriguez García- que el único Partido condenado como tal por la Justicia (caso Gürtel) ha sido el Popular. Porque el PSOE, como institución política, está libre de culpa y, por otra parte, los ex Presidentes andaluces, a los que cabe manifestar (según la posición de este Partido) con pleno apoyo por su honestidad, ya que no se han llevado a sus bolsillos ni un euro de los setecientos millones que fueron malversados o utilizados con el sesgo oscuro que ven los Tribunales. Además, los reos y ajusticiados ya no son miembros del Partido socialista y las responsabilidades políticas si las hubiera, ya han sido depuradas hace años. Me gustaría saber quiénes y de qué condición fueron los beneficiarios del reparto de subvenciones, a quiénes se les facilitó la agilización de los créditos y, en fin, si no se tuvo en cuenta más que el estado de necesidad y la urgencia debida, y no la presunta afiliación de los favorecidos.

A mí, como ciudadano y como abogado, me interesa resaltar, en este caso y en otros que los media se han encargado de difundir y exprimir, la ausencia de unanimidad en la mayoría de las Sentencias (ya que no en todas) que hemos conocido en detalle, afectando a personajes relevantes de los sectores políticos. No la hubo en las sentencias que afectaron al Rey de antes, Don  Juan Carlos, ni en el desmesurado para e torpemente defendido Urdangarín, ni en los alevosos casos del Procés (y especialmente en la valoración de los hechos, si sedición, reunión de amigos o intento de separatismo y golpe de Estado desde las instituciones). No hay unanimidad en casi ninguna Sentencia importante (por su materia o por la naturaleza de los justiciados y, cómo no, de sus letrados) de los Tribunales pluripersonales.

La Justicia es lenta, su aplicación sujeta a interpretaciones jurídicas y todos los letrados en ejercicio sabemos lo importante que es, no solo preparar bien tu caso, sino encontrarte con un buen juez, de los que se toman interés en profundizar en los argumentos  y razones de cada parte y no se dejan obnubilar por el prestigio de un bufete de esos de renombre (los llaman bufetes boutique). Pero -¡horror!- tenemos que creer que no está sujeta a cavilaciones y mangoneos políticos, y ya no solo desde la Fiscalía General del Estado (que el actual Presidente del Gobierno ha dejado claro que dependía de sus designios), sino debido a la composición ideológica de los Tribunales que tienen que dirimir en últimas instancias, ya sea el Constitucional, el Consejo Superior del Poder Judicial, el Tribunal Supremo y, aunque nos falten muchos datos, los Tribunales de Menor pelo (Tribunales Superiores regionales, Audiencias Provinciales, etc.)

La verdad, al ciudadano de a pie se le ha puesto muy difícil creer en la independencia de la Justicia, en la separación de poderes, en la solvencia y honestidad de los jueces. Como en toda profesión, defiendo que la inmensa mayoría son fieles al ideario de una Justicia igual para todos y lejos de mi intención acudir a la frase desafortunada del alcalde Pacheco -el de “la Justicia es un cachondeo”-, pero nada me impide defender que necesitamos la plena profesionalización de la carrera judicial, libre de influencias políticas, de nepotismos y amiguismos y, por qué no, totalmente transparente en la valoración de Sentencias, juzgadores y Juzgados.

 

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: Andalucía, caso Gürtel, Chaves, Esperanza Aguirre, Griñán, Isabel Rodriguez García, juzgados, Núñez Feijóo, Patxi López, rey juan carlos, sentencia, urdangarín

Un rey superviviente

21 mayo, 2022 By amarias Deja un comentario

El 19 de mayo de 2022, el rey de antes, Don Juan Carlos, decidió reaparecer físicamente por el país en el que fungió como Jefe de Estado durante más de cuarenta años y del que, mal aconsejado, se vio impulsado a abandonar hace casi dos. Tenía entonces, perdida su inviolabilidad jurídica, algunos asuntos pendientes con la Justicia española, promovidos por Corinna, su amante despechada, que levantó la colcha que le dejó desnudo, apaleado y metafóricamente, cornudo.

Demasiados adjetivos indeseables que suponían una carga difícil de soportar,  no ya para un Monarca jubilado que había defendido la honestidad y la eficacia como elementos de renovación en los que apoyar el resurgir del régimen monárquico después de la guerra incivil, sino para su hijo bien amado, Felipe VI, en el que el pueblo español y él mismo tenían puestas todas sus complacencias.

Podía haber elegido quien fuera Juan Carlos Primero quedarse en España mientras se ventilaban esos feos asuntos legales y cruzaba los dedos para que sus abogados le sacaran del embrollo judicial sin mordeduras ni lobanillos. Podría haber ido a Inglaterra, en donde seguro que la reina Isabel le podía prestar algún palacete en el que dedicarse a leer y, entre semana, cazar faisanes o cérvidos.

Pero, metido en el berenjenal, escogió o le impulsaron a hacerlo, uno de los países con peor fama, en donde impera el lujo, la corrupción sin medida y el machismo de diente afilado: Abu Dahbi. El emir de ese pequeño país, respetado por su inmensa capacidad económica, lo acogió, le dejó un palacete y le quitó de la curiosidad ajena hasta que resultó que los supuestos delitos prescribieron, se estimaron improbados o la denuncia de la despechada no prosperó, al menos ante la Justicia española.

Es una historia muy triste, en la que se dan los elementos propios de una inmolación autoinflingida junto al lanzamiento al escarnio por una parte del gobierno del país que hasta hacía poco besaba por donde pisaba y sacaba pecho por su regia galanura.

Fue un desastre anunciado, una sucesión de tormentas sobre su imagen: yerno encarcelado -por un juicio mediático que propició una sentencia ejemplarizante y, por ello, injusta-, hijo varón que se distancia para salvar el pellejo de la institución monárquica y que admite que la Casa Real quede restringida a su quintaesencia, esposa obligada a extraer dosis de dignidad del exigüo coleto del despecho, hijas que se separan de sus galanes y que pierden títulos y reconocimiento público, nietos influyentes en las redes sociales que tratan de encontrar vida fuera de la Casa Real, etc.

Volvió el Rey de antes entrando por la puerta de atrás, utilizando el falso pretexto de una regata en Sanxenxo y abusando de la pretendida hospitalidad de -se dice- uno de sus mejores amigos, el empresario gallego Pedro Campos, quien lo recogió en el aeropuerto de Peinador y lo hospeda en su casa el par de días que estará en España. En el apretado y ridículo programa, se acercará el lunes a la Zarzuela, en donde tendrá un encuentro privado con su hijo Rey y su nuera Reina. No ha trascendido cómo hará el viaje, aunque se descarta que Sánchez disponga de uno de los Falcon que utiliza para sí con tanta libertad.

Alegan los que le odian desde el Gobierno y fuera de él que “ahora es un ciudadano normal y es libre de hacer lo que le plazca”. No, no puede hacerlo, porque la Constitución establece su condición imperecedera de prerrogativas propias del Monarca que fue y del sitio que ocupa en la Historia de este país. Y siempre será observado, escudriñado, analizado, donde quiera que vaya, incluso hasta después de su muerte. Ciudadanos normales son Jordi Pujol y  Marta Ferrusola, Junqueras y los Panchos, Chanel, Griñán o Chaves, Rodríguez Zapatero, Florentino Pérez  o Alfonso Guerra. Don Juan Carlos no.

Es un situación esperpéntica, propia del ridículo que es consustancial a un país que es incapaz de valorar, proteger y respetar sus recursos. El Rey de antes fue intocable mientras se mantuvo como Jefe de Estado y cuando dimitió, por propia voluntad, al quedar sus carnes humanas -carnestolendas- al descubierto, quedó expuesto a la crítica, al ridículo y a la posibilidad de ir a la cárcel. Porque, presuntamente entonces, había actuado de intermediario o conseguidor para algunos proyectos en los que competían empresas españolas y, se le habría entregado una comisión. No quedó probado y el dinero que la amante Corinna recibió del emirato en donde acabaría don Juan Carlos refugiando su real vergüenza, era un regalo, una dádiva, un don.

No soy monárquico, y me gustaría vivir en un Estado republicano, con un jefe de Estado elegido por votación entre insignes ciudadanos, de esos que tienen el pelo cano o la calva dilecta y acreditan una trayectoria personal llena de triunfos por la Patria.

Pero nací en una dictadura, viví en ella casi toda mi juventud y aplaudí hasta con las orejas cuando se aprobó, por votación mayoritaria, un texto constitucional que debía garantizar paz y prosperidad para un país en permanente amenaza de espadones, pucherazos y guerras civiles. La monarquía era la forma de Estado como cualquier otra y un tal Juan Carlos, educado a la sombra del dictador, pero con ganas de demostrar su independencia y alta formación (que nos había costado bastante), se encargó de hacernos creer en que era posible la homologación de España en Europa y en el mundo. De decirle a Chaves, “¿Por qué no te callas?” en lugar de “¿Qué puedo hacer por tí, querido Maduro?”

Gobiernan ahora este país personas que no han vivido la postguerra. Algunos no han sido educados en las Universidades españolas sino en prestigiosas Universidades inglesas, alemanas o norteamericanas en donde les han dado títulos pomposos que les acreditan en funciones que nos resultaban desconocidas para quienes tuvimos que superar pruebas selectivas hacinados en aulas en donde se nos recomendaban libros en francés o inglés y teníamos apuntes a cicloscil.

Algunos de esos nuevos mandarines no creen en la Constitución, sino en la necesidad de cambiarlo todo. No son monárquicos, pero no han vivido el nacimiento de la Monarquía, sino su caída, y conviven ahora con el placer de querer destruir esa institución, para festejar el advenimiento de una forma sustituta: el gobierno de todos, es decir, no la democracia, sino allí donde todos mandan igual, la anarquía.

Nunca creí que el rey Juan Carlos fuera a figurar junto a Santiago Apóstol o la Virgen María, en el pedestal de las entidades sobrenaturales. Pero advierto a los especialistas en coprofagia, empeñados en vociferar que el rey de antes es indigno, y que debe explicar hasta la eternidad sus andanzas y tejemanejes con el dinero, el sexo y la verdad y la mentira, que no habrá paz en esa búsqueda.

No estoy defendiendo al rey Juan Carlos y, puesto a ser sincero, no creo que lo necesite. No me pidió ni el ni sus asesores consejo alguno. Tampoco el rey de ahora, don Felipe. Y les voy a dar un consejo que no me han pedido y que, con seguridad, nunca leerán: no tengan vergüenza de aparecer como humanos. La jefatura de Estado monárquica fue y es una fórmula de conveniencia para sostener nuestra democracia. Ella es la intocable. Dentro del ropaje, hay seres humanos.

 

Publicado en: Actualidad, España, País de Gaigé Etiquetado como: Abudabhi, Chanel, Chaves, Constitución, felipe VI, Ferrusola, Griñán, Juan Carlos, Pujol, regatas, Sanxenxo, urdangarín

Falsa alocución de Navidad de Felipe VI en 2020

24 diciembre, 2020 By amarias 2 comentarios

La Casa Real, como cada año, de esa manera discreta que rige los comportamientos de la delicada institución, ha solicitado de varios ciudadanos (de los estamentos civil y militar y supongo que religioso) sugerencias de contenidos para la alocución navideña de S.M. El Rey, que será difundida el día 24 a esa hora perdida entre la merienda y la cena, en la que -antes de la emancipación de la mujer- los varones tomábamos una copa con los amigos mientras ellas ultimaban el ataque a nuestra hipertensión y glucemia.

En fin: tampoco me llamaron este año para interesarse por mis ideas acerca de lo que podía tratarse en un día tan especial para el Jefe de Estado. Lo que no me ha impedido  dedicar algo de mi tiempo (del que ando sobrado) a preparar el texto siguiente y difundirlo en este medio de amplia audiencia, para general consideración.

Esta hubiera sido mi propuesta:

“Ciudadanos y ciudadanas:

Como todos los años, desde hace ya siete, siguiendo la tradición que implantó el jefe de Estado Francisco Franco después de una sangrienta guerra civil que frustró  la segunda República de España, me dirijo a vosotros. No lo hago con la intención, como han sugerido desde una de las vicepresidencias del Gobierno, de que tengáis ocasión de discutir en familia sobre si la forma de Estado más conveniente: Monarquía parlamentaria, República federal o Dictadura, sino para ayudaros a comprender mi posición como ser humano revestido de un ropaje institucional singular ajeno a mi naturaleza y a la de cualquiera.

No quiero parecer trascendente, aunque hay momentos en la vida en que conviene parecerlo. Empiezo por ello aclarando, a aquellos que se pregunten cuál es mi papel, que soy una persona física, no una entelequia ni una reliquia de tiempo pasado. Soy  Jefe de Estado de una de las mayores naciones europeas y responsable legítimo, por mandato constitucional, de mantener la unidad entre todos los españoles.

Aunque no lo expresé en mi alocución del pasado diciembre, estaba convencido de que el 2019, sería el último año en que me dirigiría a vosotros como Rey por Navidad. El cambio ideológico de la mayoría que eligió al presidente del Gobierno, incorporando a partidos que estaban en contra de la Constitución, en temas tan sustanciales como la forma de Estado y sobre la persona y legitimidad de quien debería ostentar la Jefatura del mismo, me hizo creer que la Monarquía tenía sus días contados.

Después, el cerco mediático y fiscal a las actuaciones del Rey, mi padre, que obligaron a aconsejar  su marcha de España para reducir, en lo posible, el acoso crítico a su persona, me vino a confirmar que el tiempo de la Monarquía en nuestro país se había terminado. Tampoco podía olvidar, que mi cuñado, Ignacio Urdangarín, seguía padeciendo una singular situación penal, que, según juristas a los que he consultado, es comparativamente desigual y, por tanto, a nivel coloquial al menos, injusta.

Pues bien: ha pasado el año y me encuentro con agradables sensaciones. El aprecio y calor afectivo que se dispensó, a mí y a toda la Familia, en momentos singulares, como la entrega de los Premios Princesa de Asturias, y el aplauso casi unánime de las personas que acudieron a los pocos actos que fueron programados por el Gobierno a los que pudimos acudir, compensa la tensión institucional, alimentada por un sector de la población, que se genera contra la Monarquía en Cataluña y el País Vasco. He tenido que moverme en ocasiones singulares. como la entrega del Premio Cervantes al poeta Joan Margarit en Bacelona, por citar solo la última, de manera subrepticia, para evitar manifestaciones agresivas  contra mi persona o la princesa de Asturias. Ha sido una gran alegría conocer que una reciente encuesta prueba que la Monarquía, es decir, la forma de Estado, no figura entre las preocupaciones principales de los españoles.

Yo no soy defensor de la Constitución de 1978. Ni la voté, ni debo manifestarme sobre ella. He sido educado para ser rey de España, y mi formación, intensa, costosa sin duda para la Hacienda Pública, me ha orientado inexcusablemente hacia ese trabajo. Es un oficio singular, único. Tiene aspectos muy arcaicos,  insostenibles para la razón, ridículos para muchos, pero no tengo la culpa de haber nacido para ese destino. No lo escogí, y solo me puedo liberar de este noble trabajo si la inmensa mayoría de los españoles lo deciden así o si -no lo quiera Dios- caigo víctima de un atentado.

Mi singular formación ha traído como consecuencia que no conozco muchas cosas de la realidad española que para muchos de vosotros son obvias; mis amigos estaban controlados rigurosamente por los asesores de mi padre, y estaba llamado a ser jefe de los Ejércitos, por lo que tuve una educación militar paralela a la civil y, aunque somera, suficiente para darme un barniz amplio de las peculiaridades de las instituciones de este país. Se poco de casi todo, aunque no creo que deba preocuparos. Salvo como Jefe Superior de los Ejércitos, no debería tomar decisiones y estaría, en todo caso, siempre asesorado y respaldado por las medidas adoptadas por el Gobierno de turno, a las que yo debía aportar, solo formalmente, mi refrendo.

Casarme con una plebeya, una profesional del periodismo, se ha desvelado como una decisión magnífica, que no gustó en su momento ni a mi padre ni a quienes le asesoraban entonces, que le proponían que debería mantener la idea de una Monarquía por encima del bien y del mal, una estirpe de sangre azul, vinculada a las élites. La reina Letizia me ha dado una serenidad, un conocimiento del país, me aportó unas relaciones nuevas. Tiene unas cualidades excepcionales. Gracias a ella, he adquirido mayor confianza en mí mismo, he aprendido a vocalizar correctamente, a encontrar el tono adecuado en mis alocuciones.

Y tenemos dos hijas preciosas, voluntariosas, aplicadas. Saben catalán, euskera y gallego. La princesa de Asturias sigue aprendiendo, además de inglés, chino y árabe. El dominio de varios idiomas es fundamental. El actual presidente de Gobierno, Pedro, sabe bastante bien inglés y algunos ministros conocen ese y otros idiomas y es motivo de orgullo para todos conocer que pueden hablar y discutir con homólogos europeos y no solo darse palmadas en la espalda o esperar a que les digan ellos algo en español o con intérpretes.

Podéis entender que me ha dolido profundamente tener que distanciarme oficialmente de mi padre. Está padeciendo mucho con sus achaques seniles y no entiende en absoluto la corriente de odio y rencor que algún sector, por fortuna poco significativo pero muy vociferante, ha despertado contra él. Parece que se olvidó lo que significó para consolidar la democracia, y solo se piensa en él como si fuera un ladrón o un libertino. Acostumbrado a mandar, a que  se le obedezca y a no hacer caso de consejos, su actual demencia, que progresa rápidamente, es motivo para todos de disgusto y preocupación. La cesión de la Corona, a la que no estaba obligado, aconsejada como medida preventiva por los médicos que le atienden, le honra.

Hemos perdido mucho todos con su ausencia, con su distanciamiento obligado. No sé adónde quieren llevar su asedio los enemigos de la Monarquía, pero debería de pararse esa persecución judicial y mediática que nos hace daño a todos, y especialmente, al país. Mi padre siempre tuvo una magnífica relación con los hermanos árabes, porque le gusta vivir bien, ser agasajado y resulta, cuando se muestra relajado, ocurrente y simpático. Alguna vez se desvelará cuántos contratos ha conseguido para empresas españolas, en qué conversaciones, secretas pero muy eficaces, ha sido el motor principal. A él le ha decepcionado que no salieran en su defensa los responsables de las empresas a las que ayudó a conseguir contratos, en su beneficio y el de todos.

La gran crisis del coronavirus ha generado y genera incertidumbre, dolor, más paro y nuevas dificultades económicas. No me corresponde a mí juzgar ni proponer ni decidir qué medidas serían las más adecuadas para superar o antes posible el grave panorama. Temo, como todos, que la recuperación económica será difícil y lenta. Me gustaría ayudar en lo posible. No tengo las buenas relaciones de mi padre con los jeques árabes, cuyos Estados disponen de fantásticas riquezas naturales y que tienen, personalmente, fortunas increíbles. Los Borbones somos, comparativamente, pobres. Nada que ver con las riquezas de los Windsor, por ejemplo, que, como sabéis, figuran entre los más ricos del mundo.

Pero si hay algo en lo que puedo ayudar, y creo que mucho, es a demostrar imagen de estabilidad y serenidad a inversores y a empresas. Cuando se ataca a la Monarquía, que es la forma de Estado que tenemos, quienes lo hacen, se atacan a sí mismos, destruyen confianza, asustan a terceros.

No me gusta la caza, me entusiasma disfrutar de la naturaleza, pasear y hacer deporte. Quisiera, claro, que el mundo fuera igualitario, feliz, y se eliminaran de un plumazo todas las guerras y los que sufren dejaran de hacerlo de repente. Pero soy consciente de que estamos en país pequeño, con pocos recursos, limitado en su influencia. A veces pienso que no todos, incluso algún miembro del Gobierno, son conscientes de nuestra reducida capacidad.

Por eso, me siento europeo, además de español hasta la cepa, feliz de nuestra historia y de contribuir a sus mejores momentos. Es motivo de orgullo reconocer que somos un país solidario, acogedor y alegre. No hace falta, me parece, que saquemos pecho en cada ocasión, que nos creamos los más ingeniosos, que llevemos nuestra voluntad de sacrificio hasta la extenuación. A veces, conviene permanecer en segunda línea, seguir el rebufo. No lo digo yo, lo saben los mejores de nuestros ciudadanos, que se esfuerzan cada día, con pocos medios, en trabajar en investigación, en mejorar la asistencia sanitaria, en ayudar a crear empresas y formar a niños y jóvenes.

Esperemos que el dinero prometido por la Unión Europea nos llegue a tiempo y sin grandes obligaciones y que sepamos cómo emplearlo bien, sin despilfarrarlo, con consenso.

No quiero cansaros en esta noche especial. Sigo a disposición de cumplir con lo que queráis que sea la Monarquía, de la que yo soy solo su rostro, como nuestra bandera es el símbolo de la Patria. Si decidiérais un día, por esa mayoría que indica la Constitución -o la que aprobéis en su momento- que debo retirarme, lo haré sin problemas. Mi Familia y yo estamos preparados, también para pasar a disfrutar de una vida civil satisfactoria, como ciudadanos normales. Pero, si ese momento no llega, y no parece probable que llegue en los próximos años, no os hagáis daño tirando piedras contra el Jefe de Estado. Soy un símbolo de vuestra unidad, no solo una persona real, de carne y hueso.

Como soy creyente, y católico, os deseo una Feliz Navidad. Que el niño Dios os traiga, a cada uno, la paz y la inteligencia que necesitamos para no confundir el camino que nos queda por recorrer juntos con el lugar donde poner el pie para dar el siguiente paso.

Buenas noches”

—

La fotografía es la de un reyezuelo listado (regulus ignicapilla) , magnífica ave minúscula, de plumaje y comportamientos singulares, que, aunque raro de ver, es huésped de nuestro país, en donde acude a reproducirse

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En la cueva del Minotauro

19 junio, 2018 By amarias 3 comentarios

La muy sugerente leyenda del Minotauro, -monstruo que causaba terror a los cretenses, y que habitaba en una cueva protegida por un laberinto en el que se perdería cualquiera que osara penetrar en sus dominios-, cuenta que Teseo consigue llegar hasta él, matarlo con añagazas y, al fin, salir del recito sin perderse gracias al truco que Ariadna le sugirió: haber ido desarrollando un ovillo de lana mientras avanzaba, lo que, al ser recogido en sentido inverso, le permitió encontrar la salida, es decir, el sitio por donde había entrado.

Ese metafórico hilo de Ariadna es recurrido con frecuencia en relación con el descubrimiento de la verdad que encierran asuntos en los que hay interesados en ocultarla. En España,  los nuevos Teseos pertenecen a la judicatura, ya que su trabajo calificado de lento pero metódico y libre, ha puesto de manifiesto algunos de los turbios tejemanejes de nuestro país, básicamente relacionados con lo que se denomina genéricamente “corrupción”.

No estoy yo entre los que se llevan las manos a la cabeza, o se entregan a grandes aspavientos, para dar a entender que nada sabían de las pócimas que se cocían en la casa de al lado o, incluso, en la suya. No necesito esperar a que aparezcan delatores ni arrepentidos para entender que el uso de información privilegiada, el favorecimiento especial, la utilización del otro lado de la verdad, es moneda común en el mundo. Formamos parte del Minotauro, la Humanidad es parte de su esencia, y España, como tengo escrito, no está en la zona central de la confusión, la desvergüenza y el latrocinio, aunque sus corruptos y engañófilos parecen estar a la cabeza de entre los descuidados y torpes en ocultar sus movimientos hacia la caja común o el derecho de otros.

Siendo el mal tan extendido, que sea por la vía de arrepentidos y colegas del mismo percal por lo que se suelen descubrir estos fastidios, no viene sino a confirmar que, además de no querer meterse en líos, quien más quien menos tiene algo que ocultar a la luz de los mecheros. Está escrito en libros sagrados: Quien esté libre de pecado, tire la primera piedra.

Sorprende, por ello, (se acepte o no la premisa con la que me guío) la rudeza con la que, cuando se descubre algo que está mal, aparecen por doquier gentes con piedras. Hay exaltados que parecen dispuestos a tomarse la justicia por su mano, aunque no estén afectados o muy poco: vociferan a la entrada de los Juzgados, insultan al presunto o al ya declarado culpable, se enfrentan con las fuerzas del orden para picotear al encausado…

Hay clases, claro. Pero la persecución mediática -y, con el respeto debido, procesal- del cuñado de S.M. Felipe VI, Ignacio Urdangarin, condenado tras un recurso presentado al Tribunal Supremo contra la Sentencia inicial a más de cinco años, por la que acaba de ingresar en prisión, me ha hecho reflexionar sobre algunas cuestiones.

Estoy convencido de que todos cuantos tuvieron relación culposa con el caso Nóos, desde el Sr. Urdangarin hasta el último mono que cubrió la situación de favorecimiento, creían que actuaban conforme a las reglas y costumbres que han venido rigiendo este país (y todos) durante siglos: obedecer, aunque no fueran explícitos, los deseos de quien tiene poder, y tratar de eliminar obstáculos para que se llevaran a cabo.

Los artículos del Código Penal que criminalizan delitos económicos son duros. En un Código previsto históricamente para ladrones de gallinas, como afirmó con rotundidad, ni más ni menos que el Presidente del Consejo General del Poder Judicial, se han colado artículos que tenían como función ser ejemplarizantes. Es decir, respondían más a la creencia de que no habrían de ser utilizados, ya que bastaría su mera existencia como elemento disuasorio. En realidad, ese es el objetivo principal de un Código Penal: amenazar para no tener que dar con el mazo de la Ley.

Tenemos desplegada en este país, en relación con los casos de corrupción, que afectan (ya se ve) a la misma Familia Real, una máquina de cortar cabezas que no sabemos -ni podemos, si no me equivoco- parar.

La Comisión Europea, en un documento de 2014, elucubraba que las “irregularidades en los procesos de contratación pública” (vamos, la corrupción) en España podían suponer más de 13.000 Mill. de euros. La Comisión Nacional del Mercado y la Competencia, cifra las fugas por las cañerías de las malas prácticas en 47.500 Mill. de euros. Otros analistas de lo obvio, imaginan una pérdida del 1,5- 3% del PIB, en lo que entiendo es un cálculo simplista, a partir de la hipótesis de que ese es el porcentaje reconocido por los arrepentidos y por los lenguaraces como comisiones irregulares.

Es corrupción del sistema, claro. Una hipótesis razonable de lo que se presume se queda en entresijos particulares. Una estimación mínima de lo que la corrupción total convierte en redistribución de las plusvalías que generamos todos.

Yo lo veo también como la demostración de la predisposición hispana a aparecer como el tonto de la película. Porque estoy convencido de que en todos los países cuecen las mismas habas, solo que las ocultan mejor, las disimulan más. No me dejo engañar porque haya ministros que dimitan porque copiaron parte de su tesis. Soy escéptico. La verdadera corrupción de los países más desarrollados en el engaño está muy bien oculta por el laberinto del Minotauro.

¿Somos Teseos? ¿El hilo de Ariadna nos conducirá a la salida o será la soga del ahorcado rodeando nuestra sociedad?

No veo la forma de que alguien desvele la verdad, si esta es como me imagino.


Esta hembra de papamoscas cerrojillo (ficedula albicollis), fotografiada haciendo equilibrio en el Botánico de Madrid, vigila su nido, atenta a los movimientos de la cantidad de intrusos humanos que se han colado en las proximidades.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: código penal, corrupción, delitos económicos, Minotauro, presunción de inocencia, Teseo, urdangarín

Estado judicial

18 febrero, 2017 By amarias Deja un comentario

El 17 de febrero de 2017, la Audiencia Provincial de Palma de Mallorca ha dado a conocer la Sentencia del llamado Caso Noos.    Se trata de un texto de gran extensión (741 páginas), ocupando el Fallo las últimas doce. La extensión y el cuidado que evidencia su redacción ponen de manifiesto que no se trataba, en absoluto, de un proceso cualquiera.

Por supuesto, no necesitamos ninguna exhibición de buenos propósitos ni alardear del funcionamiento impecable de los estamentos del estado de derecho. Pueden ahorrárselos sus defensores, en particular, ésos que, cuando una Sentencia penal les afecta a ellos o a sus correligionarios, se apresuran a decir, con la boca pequeña, que la acatan, que el poder judicial es independiente.

¿Pero qué necesidad tenemos de coronar con mentiras y medias palabras algo que surge de la propia imperfección de las decisiones humanas? ¿Porque abogamos por su eterno inmovilismo?: ni las Leyes son perfectas, ni los tipos penales están analizados con total equilibrio y completa objetividad (y no digamos, las penas que acarrean los delitos), ni todos somos iguales ante la Ley o, al menos, no lo somos ante los órganos jurisdiccionles.

No podemos serlo, por la naturaleza de las cosas. Ni todos los abogados son igual de brillantes, ni todos los jueces igual de diligentes, ni todos los demandados o encausados tienen los mismos medios económicos y de influencia, ni todas las sentencias son idénticas para los mismos hechos y datos.

Esto es lo que hay. Y, al afirmarlo así, desde el conocimiento que nos da -a todos los que ejercemos en el campo del Derecho- el actual estado de cosas, no estamos apoyando la necesidad de una revolución, sino insistiendo en la continua necesidad de reformas y la importancia de añadir mesura a los análisis. Acatamos las sentencias, -qué remedio, aunque agotando todos los trámites procesales para buscar su enmienda, cuando la advertimos injusta a nuestras pretensiones- pero no siempre las compartimos.

Voy, pues, al grano del tema de estos días. Los media se han ocupado de difundir las conclusiones de la Sentencia del caso Noos, concentrándose en las penas impuestas y, en su caso, las absoluciones a algunos imputados.

De entre todas ellas, las que afectan a Ignacio Urdangarin, casado con la infanta de España, Cristina de Borbón, y a ella misma, también imputada, han concentrado los análisis. Como en toda cuestión polémica, los comentarios se orientan, según la ideología y simpatías de lo autores, bien a criticar la supuesta benignidad de las penas -y, en particular, la absolución penal de la Infanta-, bien a poner de manifiesto que la Justicia ha actuado, independientemente de la personalidad de los acusados.

Estamos en un Estado judicializado, en el que el profundo deterioro de todos los estamentos ha derivado hacia los procesos judiciales, y, en especial, los penales, la necesidad de redención colectiva.

Los años de la dictadura y los de democracia formal subsiguientes no han eliminado la corrupción, en sus variadas formas. Puede que, incluso, la hayan hecho más refinada. Solo los muy ingenuos o ignorantes pueden sostener la creencia de que se está en los últimos años procediendo con serenidad y contundencia contra la corrupción que, desde hace décadas -me atrevería a afirmar que, siglos-, forma parte del Sistema económico.

La corrupción no se juzga en los tribunales ni se condena en ellos. Vive con el sistema, porque forma parte de la educación general, impregnándolo todo. Los pocos casos que han salido a la luz en España (como en otros países) lo han sido por denuncias de arrepentidos o por declaraciones de pececillos corruptos que, para aliviar sus penas, han acusado a sus superiores. El clan de corruptos y corruptores se cierra sobre sí mismo, protegiéndose.

En relación con el juicio Noos, puede que algunos piensen que se ha juzgado a la monarquía, y que, con este proceso, se va a debilitar a la institución. Tal vez, incluso desde una parte de la judicatura se haya visto con buenos ojos que condenar a miembros de la familia real significa avanzar en el cambio de régimen,

No pienso así (tampoco me puedo imaginar que la Monarquía salga reforzada). Necesitamos la Monarquía porque carecemos de un sustituto válido como forma cabal de Estado. La propia institución se ha encargado de ponerla en bretes evitables, probando su resistencia, de los que ha salido prácticamente indemne: los detentadores de la Corona pueden alardear de rijosidad consustancial a su naturaleza, matar elefantes y osos como sana diversión elitista, casarse con plebeyas a despecho de lo indicado por sus consejeros áulicos… Nuestras abejas reinas no tienen sustituto.

Las Monarquías que sobreviven en países democráticos se han hecho impermeables como fórmula de subsistencia. Levitan sobre lo razonable. Hay un ejemplo paradigmático: la Reina de Inglaterra. Su distancia  infinita con la realidad es la mejor defensa: cuando se manifiesta con algún signo humano, es algo parecido a haber sido testigos de una aparición espectral. Indestructible.

Aquí se sigue el ejemplo, mal que bien, porque hay que salvar la Monarquía, esto es, a todos nosotros, sus súbditos desnortados. Las sonrisas forzadas de SSMM en la inauguración de la exposición en el Museo Thyssen, el mismo día de la publicidad de las condenas a personas de su familia, obviamente, han sido ensayadas previamente en los días anteriores, pues la Sentencia tuvo que ser conocida con anterioridad. La procesión irá por dentro, pero no se la deja trascender.

Y, sin embargo, no es posible ignorar los propósitos y consecuencias de este sometimiento al escarnio popular de la divina Institución. Porque el que personas de la familia real, incluso en una dinastía empobrecida como la española, se vean imputadas, paseadas por los juzgados, analizadas sus conductas a placer por cualquier nindungui, es fruto de un intento de poner a prueba la resistencia de la Institución, pero sin afectar a la vulnerabilidad del núcleo central, poniendo sobre el tapete colectivo, que “la Justicia es igual para todos”, incluso para ese plebeyo deportista al que se le arrojó a los pies de los caballos justicieros.

Se ha producido, en efecto, la apariencia de una sacudida brutal a la esencia de la Monarquía española. ¡Miembros de la Familia, corruptos!. Es lógico que ante un ataque de tamaña envergadura, se hayan activado todos los recursos de contención del daño.

Nadie, disponiendo de su sano juicio mental, admitirá que la justicia haya actuado con total independencia (¿cómo mantener la “total independencia” con ese continuo clamor de la calle, esa tensión permanente, a ratos, insoportable?) , ni dejará de valorar que el gobierno no haya utilizado todos los medios posibles para conducir el tempo y la intensidad del proceso (“espero y deseo que la Infanta salga libre, con todos los predicamentos favorables, del proceso”) y que el propio Monarca Felipe VI, sus padres y resto de familia real (y de otras dinastías monárquicas), y sus apoyos, valedores y beneficiarios sustanciales, no hayan visto con intranquilidad y disgusto el que uno de sus miembros haya sido puesto en la picota justiciera (¿no podemos imaginar llamadas de la reina Sofía a su hijo varón, pidiendo intersección salvífica?).

Tenemos una forma de gobierno anticuada, pero que funciona. La mayoría de las monarquías europeas han dejado de existir, salvo en los libros de Historia o como reliquias depuestas, vagando a la eterna espera de tiempos mejores. Algunas han terminado de forma cruenta. Sin embargo, pasado el tiempo, nada ha cambiado en los pueblos que han visto culminado el proceso de sustitución de las Monarquías por otras formas de Gobierno. República o Monarquía, es lo de menos.

Esa enseñanza de la Historia la tenemos impresa en nuestros genes, los españoles.

Analizada someramente la Sentencia, encuentro algunos elementos para la polémica jurídica. La pena principal de Urdangarín lo ha sido porque el Tribunal le estimó como autor de un delito continuado de falsedad en documento público, además de por malversación de caudales públicos (art. 404, 390.1.2º y 4º y 432.1, con la atenuante de reparación del daño). No se cierra con ello la posibilidad de revisión, a pesar del extenso y meditado escrito de las Sras. magistradas. No me ocupo, gracias a Dios, del caso, pero entiendo que la consideración de Urdangarin como “autoridad o funcionario público” que prescribe el art. 390 abre una vía de acogida al recurso de casación, por la reducida extensión jurídica que viene siendo aplicada a estos términos.

Interesante es también el análisis de la comisión del delito de tráfico de influencias, en su tipo agravado, por el que también se condena a Urdangarin, penado según el art. 429 del Código Penal, al entender la Sentencia que  ha obtenido beneficio por la influencia derivada de la situación personal con la autoridad o funcionario público que debe tomar la decisión. Me parece que la influencia de un personaje tan encumbrado como es un miembro de la familia real, en un país en el que la Monarquía es la forma de Estado, ante quien debe tomar una decisión pública, queda manifiesta por el solo hecho de aparecer como interesado, sin necesidad de actuar positivamente como “influyente”.

En cuanto a la exoneración de culpa a la infanta Cristina de los delitos contra la haciendo pública, a mi no me sorprendió en absoluto. Pero, ¿es que nos hemos olvidado de en qué país y bajo qué orden estamos?

Y, como ya han avanzado algunos comentaristas con más intención que yo, tenemos que esperar a la revisión de la sentencia por parte del Tribunal Supremo. Como prueba a la solidez de la Monarquía, de momento, ya hemos tenido dosis suficiente.


Las urracas han ocupado grandes espacios, tanto en las ciudades como en el campo. Son agresivas, gregarias, tienen un excepcional poder de adaptación a los medios, y son prácticamente omnívoras.

En las ciudades españolas, lo normal es encontrarse, en cualquier lugar y ocasión, con estas aves, atentas siempre a hurtar un bocado, ahuyentar a otros pájaros e, incluso, a presentar batalla a animales de mayor tamaño: ni cuervos, ni rapaces se atreven con ellas, cuando se encuentran defendiendo sus nidadas, lo que hacen en grupo sin problemas.

Esta urraca, a la que fotografié en el momento de desplegar sus alas para huir, aguantó, como si me echara un pulso, un buen rato. A diferencia de la inmensa mayoría de los pajarillos (salvo algunos gorriones comunes, que andan siempre mendigando residuos en torno a los humanos), las urracas, o pegas, sostienen al máximo el momento, aparentemente inmutables, hasta que, de pronto, se lanzan en un vuelo rápido, potente, corto.

 

Publicado en: Actualidad, Derecho, Sociedad Etiquetado como: Infanta Cristina, juicio, Monarquía, Noos, sentencia, urdangarín, urraca

Se enroca Torres, Puigdemont se afila

11 enero, 2016 By amarias 1 comentario

Cuenta Amin Maaluf en Orígenes (Alianza Editorial, 2004) que el abuelo del protagonista recibió una misiva de un hermano que había emigrado a Cuba, con sus cuatro esquinas quemadas, como señal de la extrema urgencia con la que necesitaba su ayuda.

Si el lector consigue apartarse del sopor colectivo, que encuentro aderezado con medidas dosis de complacencia respecto a la situación que está viviendo en España, seguramente compartirá conmigo que el juego que estamos librando en el país es muy arriesgado y que tenemos las cuatro esquinas del tablero ardiendo, y arreciando el viento.

No faltan motivos para serias preocupaciones. Con un gobierno en funciones que ha probado su incapacidad para ilusionar, no ya al votante, sino a los poderes económicos; con una facción separatista que ha secuestrado el poder legítimo de la región más industriosa del país (al menos, hasta hace algunos años) anunciando que empieza un proceso de independencia contra ley y mayorías; con la jefatura del Estado amenazada por recios embates republicanos, animada también por los oscuros comportamientos de varios significados miembros de la realeza; con una dispersión injustificable de los partidos que podrían formar gobiernos progresistas y se dedican a presentar oposición entre ellos mismos…

Lo enunciado sería suficiente para reclamar la máxima atención de quienes tienen alguna capacidad para enderezar el rumbo de las cosas, pero a estas cuestiones relativamente generales, se añaden otras específicas, más urgentes, por ser menos filosóficas: la ausencia de una recuperación económica tangible, que actuara de vehículo veraz para la generación de empleo (y evitara la destrucción del existente); el riesgo de quiebra de la seguridad social y de las prestaciones asistenciales -enseñanza y sanidad, como más significativas-, por la descompensación grave de ingresos y gastos y el deterioro de calidad; la pérdida creciente de credibilidad de las instituciones, que envenena desde la Banca hasta la misma Administración de Justicia; etc.

Este concreto mes de enero viene ya muy caliente.

El 11 de enero de 2016, España ha visto el comienzo del proceso penal por el llamado caso Noos, que ha sentado en el banquillo de los investigados/imputados a la infanta real Da. Cristina y a su esposo D. Iñaki Urdangarin, ex duques de Palma.

Ayer, 70 diputados de la Generalitat hicieron President a Carles Puigdemont, en una votación en la que creí ver rostros de burla entre los que lo apoyaron, como si estuvieran tratando algo cómico. Por cierto, los portavoces de los partidos opositores se limitaron a criticar el contubernio que convirtió al alcalde de Girona en portavoz forzado de la causa independentista, sin preocuparse de trazar un mínimo programa alternativo, desaprovechando que el resto de España estaba atento a lo que se cocía en Cataluña, y dejando a los alfiles Mas y Puigdemont rodearse de peones, con las otras piezas que forman el elenco de presagios negros aún enmascaradas.

Son demasiadas emociones.

En el Objetivo de la Sexta, ayer también, Ana Pastor entrevistaba al ex socio de Urdangarin en las empresas por las que se les acusa de falsedad, evasión de impuestos, malversación y otras lindezas, y pudimos ver a un seguro y recio Diego Torres defendiendo las actuaciones, no ya la suya propia, sino también la de su socio, como impecables, tanto en lo fiscal como en lo económico, afirmando que era supervisada y controlada ¡quincenalmente! por asesores de la Casa Real. Más sorprendente aún resultaba el empecinamiento con el que reiteró varias veces que el juez instructor, el confeso podemista Castro, recogió en su Auto de instrucción datos falsos, ocultó documentos irrefutables e introdujo apreciaciones personales sobre hechos no probados.

Quise ver en ello la mano de Miquel Roca, preparando la desimputación de la infanta y coordinando la defensa de Torres y del -permítaseme la licencia- caballo de carga Urdangarin, enrocando posiciones con el  propósito de defender la Monarquía, amenazada seriamente por las negras intenciones de los antisistema, que van desde los republicanos irredentos a los anticapitalistas confesos o a los antieuropeístas rampantes.

Lo que no puedo entender es qué hacemos los del pueblo llano jugando esta partida, con nuestros peones vencidos, doblados o demasiado adelantados, y en la que el único resultado posible sería perder parte de lo que ya teníamos.

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Lo que faltaba

28 diciembre, 2015 By amarias 2 comentarios

Se diría que, a punto de alcanzar el final de 2015, algunos se resisten a abandonar el año sin extremar su protagonismo. Vivimos una época en la que lo mediático supera lo razonable, y lo imaginario excede con creces de lo real. En esta última semana, son tantas las incertidumbres, noticias, especulaciones y comentarios que llenan las páginas de periódicos y revistas, que se me hace difícil seleccionar algunas, por lo relevante o por lo insólito. Pero creo que debo a mis lectores este Comentario, y ruego de antemano disculpas si dejo algo en el tintero.

En primer lugar, me resulta penoso -por lo que significa para la institución- que se haya dejado circular que el propósito inicial del Rey Felipe VI fue el de pronunciar su mensaje de Navidad desde el balcón principal del Palacio Real, y ante una multitud que debiera haber sido convocada en la Plaza de Oriente. Según ha trascendido, se habrían repartido invitaciones a residencias geriátricas de varios pueblos de Extremadura, la Generalitat valenciana, Castilla León y la Comunidad murciana, y se tenía apalabrada la contratación de varios centenares de autobuses. Finalmente, la idea, valorando pros y contras, fue desestimada, al menos, para este año.

No son pocos los media que aseguran que, por fin, se ha llegado a un acuerdo de gobierno entre todos los partidos que se presentaron a las elecciones de diciembre. No ha sido fácil, desde luego (se trataba, al parecer, de más de mil agrupaciones políticas, y algunos de sus líderes resultaron muy difíciles de localizar). Pero acabó triunfando, por lo que se indica, la sensatez y el amor a España, para salvar todos juntos este difícil momento. Únicamente se está a falta de encontrar un jefe de Gobierno para esta gran coalición, aunque el sentir unánime es que sea mujer, de no más de cuarenta años, licenciada en derecho o sociología, e independiente.

De una fuente desconocida de los juzgados de Palma de Mallorca ha sido enviada por fax a la redacción de varios periódicos y semanarios del país una copia de la petición de anulación de la instrucción del caso Noos -acogiéndose al art. 263 bis.4, del Código Penal reformado-, suscrita por el bufete del prestigioso jurista Miguel Roca, alegando que el procedimiento estaba viciado por haber sido conducido por un juez antisistema. Aunque algunos de esos media han tratado de ponerse en contacto con la infanta Cristina, para confirmar si se trata de una actuación consensuada con la Casa Real, no ha sido posible obtener tal declaración.

No sorprende que la nueva novia de Pablo Iglesias (junior), Zenobia Camprubí (que seguramente es un heterónimo con el que oculta su verdadera identidad) haya confesado que acaba de abandonar la militancia del Partido Socialista, en la que ocupaba un cargo de Jefa de Fotocopiadoras, llevándose abundante documentación sobre la ideología -en buena parte, secreta- de este partido. Consultados algunos antiguos dirigentes de la formación de Pablo Iglesias (senior) indican que la pérdida de los papeles sustraídos no es importante, ya que hace tiempo que la ideología no es el elemento que más preocupa en los Comités ejecutivos, sino la venta de pins y gorras, que está creciendo.

Menos credibilidad merece, aunque de ser cierta, demostraría lo tortuoso que ha llegado a ser este país desde el que escribo, la reseña que realiza El Periódico de Cataluña (versión restringida a suscriptores especiales) de una reunión en Baqueira mantenida por Rajoy y Mas con el ex Honorable ex President Pujol, y por la que le habrían pedido consejo acerca del mejor lugar para pasar los próximos años. Según la misma fuente, después de un intercambio intenso de opiniones, los congregados y sus asesores, se han ido cada uno por su lado, si bien los dos primeros advirtieron, al estar ya de vuelta  en su coche oficial en funciones, que les había desaparecido la cartera.

Ha provocado gran conmoción en el mundo de las devociones, conocer que se ha obligado, con presión inconcebible, al papa Francisco a pronunciar un discurso de Navidad distinto al que tenía preparado, en el que reconocía dificultades para entrar en comunicación con el Espíritu Santo, y expresaba sus dudas respecto a la prioridad que debía darse a los mandamientos, proponiendo incluso que se eliminaran un par de ellos.

(Estas noticias, y otras que pueden venir, son, por supuesto, básicamente falsas. No me preocupa que lo parezcan al lector desde el principio, pero es que hoy es el día de los Inocentes, y me apeteció escribir algo gracioso -teóricamente, al menos- en un panorama general tan abrumadoramente serio)

 

Publicado en: Actualidad, Cuentos y otras creaciones literarias, Sociedad Etiquetado como: caso Noos, felipe VI, fiscal Torres, ideología, Infanta Cristina, inocentada, Mas, Miquel Roca, Pablo Iglesias, Papa Francisco, Pujol, Rajoy, urdangarín

El texto perdido del Discurso de Navidad del Rey Juan Carlos

25 diciembre, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

La Casa Real acaba de informar que se ha encontrado el discurso que se había preparado para que el Rey Juan Carlos lo pronunciara con motivo de la Navidad de 2013. Al darle ahora difusión, pide disculpas por haberse tenido que improvisar apuradamente un texto alternativo, en el que se han tenido que utilizar recortes de los mensajes de años anteriores.

A continuación, se recoge el texto perdido (y que, según parece, se había traspapelado entre los envoltorios de los regalos de Papá Noel, fiesta que la Familia Real viene celebrando en lugar de la de los Reyes, desde que el príncipe Felipe descubrió que los Reyes eran, en efecto, los Reyes).

“Queridos compatriotas:

Seré especialmente breve este año. Se bien que pocos estaréis viéndome ante la Televisión, porque, con razón, después de haberme oído repetir las mismas ideas, preferiréis dedicar vuestro tiempo a otra cosa. Tendréis ocasión mañana de conocer lo fundamental de lo que voy a decir, y comentarlo entre vosotros, porque el día 25 de diciembre no hay fútbol.

Los tres temas de que quiero hablaros son éstos: la imputación de mi yerno Ignacio Urdangarín (yo nunca lo llamé Iñaky) y, por lo que me han filtrado, la de mi hija Cristina; la intención separatista de bastantes catalanes, que quieren formar un estado independiente, y, por supuesto, republicano; y la incapacidad de la economía española para recuperarse.

Se que la mayoría de los españoles sois republicanos, así que me he preguntado muchas veces porqué se soporta un Rey, que es una figura anacrónica, como lo prueba el que solo se mantiene en algunos países subdesarrollados -económica o mentalmente-, como Inglaterra, Suecia, Holanda, Bélgica y ciertas antiguas colonias africanas europeas. No lo sé, la verdad. Tal vez la razón principal es que las alternativas no os convenzan, o que, sencillamente, os guste creer que tengo sangre azul y que poseo poderes especiales. Como los españoles, en general, son gente muy crédula o muy confiada, no me extrañaría cualquier cosa.

He puesto en la página web de la Casa Real la comparación entre lo que cuesta un Rey y un Presidente de la República, y, como veréis, los costes están más o menos equilibradas. Lo comido por lo servido, vamos. Lo que no me negaréis es que un Rey farda más. Y aunque, en mi caso, he tenido que ayudar a varios miembros de la familia, tanto de la mía como de la mi mujer, tampoco en eso veo el asunto diferente a lo que han hecho cientos de presidentes republicanos. Pero que nadie crea que me estoy defendiendo, las cuentas están claras y guardo los justificantes. Con todo, mi puesto está permanentemente a disposición, y hasta, cuando lo comento con Spottorno, me maravilla el tiempo que este reinado está durando, para lo que se acostumbra aquí-

No quiero que nadie se haga la ilusión de que Cristina va a ir a la cárcel. Hasta ahí podíamos llegar. Ni siquiera voy a consentir que enchironen a mi yerno. Ya está bien de tonterías. Se que está trabajando mucha gente importante para que esto no suceda, y tengo confianza en Roca para que movilice sus contactos, y, allí donde haga falta, ponga el énfasis jurídico adecuado.

No juzguéis y no seréis juzgados. Lo que hicieron puede sonar mal a algunos, pero es lo que hace todo el mundo que tiene alguna influencia. Si este país ha querido tener una familia real, tiene que asumir que, con discreción, que es lo que se estaba haciendo, íbamos a aprovecharnos del puesto. El fallo no ha sido nuestro, sino del sistema. Pero ojo, que nunca se sabe cómo pueden acabar las cosas. Se que hay grupos de fieles que están dispuestos a acudir a utilizar la fuerza, lo que a mí, como comandante supremo del Ejército no voy, en este caso, a intentar controlar. No me va a temblar la mano en defender la inocencia y honor de mi familia hasta el final y, ya sabéis, que soy un buen tirador.

Respecto a los catalanes separatistas, encuentro que, en este tema también, ya son ganas de tocar las narices. ¿Qué se cree ese grupo de funcionarios, que pueden pasarse por alto la Constitución, que todos hemos jurado? Aquí no se va a hacer ningún referéndum, porque ya tenemos las encuestas periódicas que hacen el CIES y las agencias de opinión.

Hay viajes para los que no se necesitan alforjas. Todos tenemos claro que los españoles quieren ser independientes, trabajar poco y ganar campeonatos mundiales, preferiblemente de fútbol. Los dos últimos objetivos están prácticamente cumplidos (aunque debo reconocer que no trabajan, pero tampoco cobran). En cuanto al primero, IKEA ha hecho un gran avance para que todos se sientan cómodos en su casa, incluso los catalanes. Pues que se atengan a las consecuencias, porque va a haber felpudos para todos.

Me queda el tema de la economía. Lo tengo clarísimo. En eso, pienso que es hora ya de que os caigáis del pino: no hay trabajo para todos, máxime desde que las mujeres se empeñan en trabajar. El trabajo que hay, es lógico que esté mal remunerado, porque donde había un puesto de trabajo, ahora, con suerte, hay dos, y se ha reducido lo que se paga por cada uno a bastante menos de la mitad. No se tanto de economía como De Guindos o Montoro, pero hasta el más tonto sabe que los puestos importantes están cubiertos y no es posible acceder a ellos para la mayoría. El mundo globalizado ha permitido que casi cualquier producto se pueda hacer en países en donde la mano de obra es baratísima y se pueda transportar casi en el día hasta donde se desee.

Así que lo único que puedo deciros es que tenéis que apretaros el cinturón, y no se hasta cuándo, porque no veo que el panorama va a cambiar. Eso sí, como España es un país católico, mayoritariamente la gente irá al cielo.

En fin, feliz Navidad a todos, tanto escépticos como creyentes. Y si queréis encontrarme, ya sabéis dónde estoy.

(El discurso se acompaña con la canción “Resistiré”, del Dúo Dinámico, con intérpretes reales)

Publicado en: Política, Sociedad Etiquetado como: abdicación, cárcel, catalanes, corrupción, Cristina, denuncia, discurso, economía, ejército, Familia Real, Felipe, fútbol, independencia, infanta, mensaje, Navidad, paro, rey juan carlos, trabajo, urdangarín

Una entrevista histérica con el objetivo de distraer

6 enero, 2013 By miguelarias Deja un comentario

el rey juan carlos y hermida

Jesús Hermida, periodista histriónico perfectamente capaz de desplazar el interés de la noticia desde un campo de batalla al tupé de su cabeza, fue el elegido por los mismos muñidores de Ferraz que encumbraron a Julio Somoano a la presidencia de RTVE, para conseguir el beneplácito de la Casa Real sobre quién debía entrevistar a S.M. El Rey Juan Carlos la víspera de cumplir 75 años.

La entrevista, difundida el 4 de enero de 2013, fue presentada como histórica, y todos los voncingleros del Capitolio hispano habían preparado el ambiente afirmando que el Monarca no había impuesto límites a las preguntas, salvo que se refirieran al caso Urdangarin y a la causa catalana.

Sentados frente a frente, en lo que parecían incómodos sillones de cortesía (querencias), Hermida y Su Majestad recorrieron, en más o menos la media hora de emisión en la que se ordenaron preguntas y respuestas en una notable labor de edición del material, los lugares comunes que forman patrimonio de las preocupaciones confesas de los reyes modernos.

Y debo decir que El Rey lo hizo muy bien. Con la cara hinchada por los corticoides, pero el tono amable de quien habla campechanamente con un adulador que está recopilando material de primera mano para una hagiografía póstuma, se explayó en las respuestas, no perdió el hilo de ninguna frase, y, en suma, concentró perfectamente el sentido del decurso en lo que son los valores estimados por quien se halla ubicado (o lo hayan ubicado) por encima de los demás mortales: confianza en el futuro colectivo, satisfacción general por el pasado común, selección reductora de los elementos de presente que preocupan a los más pobres de la colectividad y, en fin, disrtibución de fe, esperanza y caridad a espuertas llenas.

No se habló, aparcados en el limbo de la cortesía palaciega, de los ex-yernos del Rey (el formalizado junto al imputado), pero tampoco de la Reina o de las Infantas, salvo referencias genéricas a la familia y a los nietos. Supongo que, en este caso, por falta de tiempo. Un reloj situado en la pared, -pero que en la mayor parte de las tomas, adquiría la posición estrafalaria de corona real-, señalaba que la entrevista duró, al menos, unos tres cuartos de hora (entre la 1 de la mañana de un día cualquiera y las dos menos cuarto de otro), ofreciendo, de propina visual, apasionantes vaivenes de sus agujas.

Sí habló El Rey (“agradezco que me des esta oportunidad”, dijo el monarca al entregado súbdito) de su padre, D. Juan, y lo hizo de manera emotiva y leal, reconociendo en él al consejero. Ansón, más tarde, diluído entre quienes expresaron con frases antológicas, como pertenecientes a la quinta del Rey, su deseo de figurar entre los facedores de la Historia hispana del último cuarto del siglo XX -e ignorando su contribución al resto- afírmaría sin repelos en la lengua que “el fecho non complido” de que D. Juan no hubiera sido Rey (“al menos, por un tiempo”) contaba entre los fracasos de su generación.

Por supuesto, también habló S.M. del hijo muy amado en el que tiene postpuestas sus complacencias, D. Felipe, modelo de virtudes y “el mejor preparado de “todos los príncipes de Asturias” que en este mundo han sido, que, si bien puede no parecer gran cosa para la mayoría republicana juancarlista, sonó a sincero elogio a nuestro trasunto en la demora sucesoria del Prince Charles, solo que el nuestro mucho más simpático, más guapo y a años luz de más empático.

En fin, fue una entrevista distraída, en el sentido de dispersa. Los aspavientos de Hermida contrastaban con la calma regia. Las enrevesadas preguntas del vasallo se dilucidaban con palabras sencillas repletas de comprensión, amor y caridad, por el sereno prócer.

La cámara permitía,  alternativamente, ver el rostro de “Vuestra Majestad” -fórmula magistral para referirse al Monarca que el periodista laureado recogió, sin duda, de los textos clásicos del medioevo-, o el reloj-corona sobre la calva real, o la cerviz y espaldares inclinados, separándose de un asiento que le iba demasiado grande, del coetáneo del tupé.

Si me hubieran pedido consejo a mí (ya presumo de que no será así jamás), habría autorizado las preguntas sobre Urdangarín, la Reina, las Infantas y los catalanes. Para tener algo jugoso de qué hablar al día siguiente.

Se me olvidaba: Feliz cumpleaños, Majestad. En mi opinión, usted no tiene la culpa de nada de lo que nos pasa. Ese es mi regalo.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: catalanes, entrevista con el rey, entrevista histérica, feliz cumpleaños majestad, hermida, infantas, monarca, regalo real, reina, rey juan carlos, urdangarín, vuestra majestad

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