Al socaire

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Asturias por la independencia

20 mayo, 2019 By amarias Dejar un comentario

 

La prudencia verbal y la obediencia debida que siguen siendo virtud y límite infranqueable de las Fuerzas Armadas, incluida la Guardia Civil, no facilita al ciudadano pulsar la calentura temperamental de los mandos de quienes, según la Constitución aún vigente tienen que defender la unidad española, ahuyentando enemigos externos peo también interiores.

Por eso, en tiempos de mudanza como los actuales, los analistas políticos y el periodismo sagaz se dedican a desmenuzar las pocas ocasiones que se les presentan de atisbar entre rendijas el caldo de los cuarteles. El general de la Guardia Civil, con mando en la Región militar de Cataluña, Pedro Garrido, al recordar el mandato constitucional apuntando a responsabilidades del cuerpo para defender a la Patria común de enemigos de la paz y el orden, ha levantado especulaciones gratuitas sobre ruidos de sables que son, en verdad, más bien jaleo de panderetas desde el lado de quienes, por no saberse manejar ni con la ley ni con la palabra, querrían que todo se arreglase con un par de mandobles.

Tuve ocasión, llevado por un agradable acontecimiento familiar, de moverme varios días entre lazos amarillos, esteladas y carteles de propaganda de prófugos y encausados que invitan a recuperar la libertad y democracia perdidas por la Cataluña de los cuentos de patrañas sobre lo mal que la viene tratando el resto de España.

He comprobado que en las familias y grupos sociales en los que se sabe que hay discrepantes sobre la modelo que ha partido por la mitad el seny y el espíritu tradicionalmente práctico de los catalanes, no se habla de política y allí donde hay unanimidad se calientan los motores de la disensión.

Nada se conseguirá con el diálogo (imposible cuando dos grupos tienen la razón que no van a ceder al contrario). La sentencia de los responsables del Procés, obviamente condenatoria a pesar de los esfuerzos por presentar dos realidades contrapuestas por parte de los testigos, según sean hayan sido propuestos por las defensas o el Estado, sólo servirá para provocar algunos tumultos hasta que el Gobierno acceda a indultar a los cabezas ejecutoras del levantamiento civil.

Como pacifico, posibilista y pragmático, opino que a Cataluña debe ofrecérsele la separación del resto de España, con una votación seria, reglada, responsable y reconocida por el resto de España.

Ojalá que pierda el independentismo. Pero si una mayoría significativa, libre, se convence de que es beneficioso para fer futur andarse sin cobijo, adelante. Como asturiano, me parece que será beneficioso. Seguramente, también para otras muchas regiones a las que los árboles del jaleo catalán impiden crecer como merecen.

Al igual que la salida del Reino Unido de la Unión Europea se presenta como beneficiosa para España, que subirá un peldaño en la Federación y conseguirá que se le haga más caso.

 

 

 

 

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Nacionalidad y separatismo

21 abril, 2019 By amarias Dejar un comentario

En una de las comparecencias televisivas de la guerrilla electoral, imaginadas para esclarecer posiciones, aunque parecieran destinadas a desorientar a los votantes, la representante del Partido Popular (Cayetana Álvarez de Toledo, a quienes sus admiradores han dado en designar por sus siglas, CAT, o sea, gato) preguntó, sin venir a cuento -que es lo que produce enjundia mediática- a la representante del Partido Socialista Obrero Español (la aún ministra María Jesús Montero) si sabía cuántas nacionalidades había en España.

Montero miró para otra cuestión, declinando contestar, e hizo bien, porque esa pregunta no tiene respuesta; al menos, uniforme y   consensuada.

¿Qué es nación y qué nacionalidad, al margen de disquisiciones académicas? Ese sentimiento integrador, mágico, al que aluden -siempre desde posiciones interesadas- políticos, historiadores y otros sectores sociales- es una invención contra natura, una tabla incrustada en las ruedas del progreso social, una patraña urdida para generar distancia con “el otro”.

No invento ni vulgarizo nada. El asunto también ha sido analizado por eruditos, si se manifiestan libres de la contaminación grupal. En el trasfondo de todo muestrario de elitismos y apelaciones a los méritos tribales de una subsección de la humanidad, si se escarba bien, quedarían al descubierto los móviles económicos, impregnados efizcazmente de pócimas  xenófobas y clasistas, como verdaderos impulsores de la pequeña historia de los pueblos, plagada de apelaciones mágicas, mentiras y fantasías.

No niego el sentimiento nacional, el instinto grupal. Yo lo tengo, por supuesto, como español, como asturiano y como europeo. Pero no me sirven para caracterizar mi orgullo ni, sobre todo, servir al menosprecio ni a la alabanza gratuita, a los otros ni a los “míos “.

Estas cualidades sobrevenidas, superpuestas como una costra, actúan a modo de capa protectora, según las situaciones, frente a posibles agresiones del medio y el control de los otros. Lo que no me impide reconocer que esa compleja idiosincrasia, que va conmigo, es consecuencia de una amalgama que funde mensaje familiar, lengua, educación infantil y posterior, la experiencia propia y ajena, los mensajes socio integradores de mi entorno y, en suma, la asunción de barreras.

Por doquier vemos alzarse diques contra la integración, la igualdad de oportunidades, la libertad. Muros contra aquel que tiene menores medios económicos, precisa trabajo, habla otro idioma, es más hábil, más listo o más culto pero no va en el grupo,  o profesa creencias diferentes. Implantados a nivel de la colectividad, reflejan simplemente el miedo a quien pudiera competir con ventaja; sobre todo,  sin haber sido llamado a nuestra mesa.

Creo que el fracaso del modelo europeo es la incapacidad de los habitantes de esta parte del mundo para eliminar barreras. Muros que, desgraciadamente, han jalonado de guerras internas la historia de sus Estados, y que, hoy, superada (ojalá que de forma duradera) la belicosidad llevada a las armas, no han hecho posible una unión sólida, ni en lo económico, ni en lo social, ni en lo educativo.

Aficionados los españoles a ser banco de pruebas de toda miseria, microcosmos del camino a la ineficacia y la pérdida de empuje por no usar bien todos los recursos, mantenemos aquí el espejismo de las nacionalidades históricas. Una expresión vacía de contenido coherente, que ha conducido -¡en democracia!- a provocar el intento de secesión del gobierno catalán (trasladado al campo justiciero con resultado imprevisible).

Quieren dos millones de catalanes, impulsados por los lideres separatistas, la total independencia económica del resto de España. Esa otra España que se les ha convencido que es menos industriosa, no tan inteligente, inferior en cultura, arte y tradición y, además, portadora de otra lengua, que hablaría, si, mucha más gente, pero con similares logros literarios y menor eficiencia científica.

La situación catalana no tiene igual en España, pero no es cosa de alegrarse por ello. Ese desequilibrio nos debilita a todos, porque parece venir a robustecer la invención elitista del secesionismo. Por distintas razones, atribuibles a las peculiaridades y debilidades de sus estructuras de capital y producción, ni Euskadi ni Galicia, ni Andalucía, ni, por ausencia de tamaño ni masa crítica, las demás regiones españolas, pueden competir en igualdad de condiciones por la carrera de los separatismos.

No creo que la solución al “problema catalán” sea darles más poder-¡aún más!- a sus instituciones. Tampoco (es demasiado tarde) reclamar más centralismo. Habría que igualar, en lo posible, en población, recursos y capacidad de decisión, las autonomías.

Ahi está el reto.

—-

El alcaudón de la instantánea es un alcaudón norteño (Lanius escubitor), de la raza canaria, similar a la almeriensis, a salvo de una ceja menos marcada. Es un ave grande ( hasta 26 cm), poco investigada en su gran variedad morfológica, producto de la adaptación a hábitat muy diversos; mi foto está tomada en Fuerteventura, a principios de abril.

Archivado en:Actualidad Etiquetado con:alcaudón, regiones, separatismo

Presos

16 noviembre, 2017 By amarias Dejar un comentario

Me parece que. como colectivo, hemos demostrado, una vez más, la persistencia de una perversa cualidad en la que los españoles somos expertos. La de destruirnos. Lanzarnos por el camino de lo inabordable, de lo estéril, de lo ridículamente cruel, de lo que nos hace daño.

El análisis de los porqués de la actuación de las masas está tan profusa y certeramente hecho por cualificados sociólogos y filósofos, que ni siquiera hace falta esgrimir referencias históricas, valoraciones de otros. Lo sabemos bien todos, lo tenemos interiorizado. La sociedad dirigida se convierte en anónima, es susceptible, puede derivar entre sumisa y beligerante. Se configura como un magma. Una mezcla pegajosa de envidias, odios antiguos, malformaciones de criterios, ignorancia y, sí, desprecio al que sabe más, al que se mueve por principios. En última instancia, a la ética.

Puede que no seamos únicos y que el mal esté extendido como propiedad de la especie humana. Pero, si eso fuera así, estamos en el grupo de cabeza de los países que presumen de ser (tampoco estoy seguro de por qué) los más civilizados.

Cierto que no hemos participado oficialmente en ninguna de las dos últimas guerras europeas, pero llevamos sobre nuestras espaldas el estigma de una guerra civil, con heridas que todavía duran, que supuran y duelen.

Cierto que otros países nos veían como ejemplo de evolución democrática desde una dictadura longeva, pero resulta que la mitad de la población de una de nuestras regiones más prósperas, está convencida de que el resto del país les roba, y de que les privamos de las libertades más elementales.

Cierto que nuestra Constitución es garantista, pero su aplicación es permisiva y toleramos partidos políticos que defiendan intereses contrarios a la misma, y proclamamos con decisión que la ley es igual para todos, pero no dudamos en encontrar huecos por donde pretendemos se diluya nuestra responsabilidad, actuando de juez y parte.

Cierto que nuestros profesionales -ya sean médicos, ingenieros, filósofos, escritores, qué se yo)- son apreciados por su formación cuando trabajan en el extranjero, pero no somos capaces de encontrarles sitio entre nosotros, y dejamos que emigren con los brazos cruzados de insulsa resignación. ¡Ya volverán, más sabios, y les acogeremos con los brazos abiertos! ¿Sí?

Cierto que nuestros representantes políticos consumen muchas horas (y ganan sus dineros) hablando de cómo resolver los principales problemas que nos asolan y acongojan -el paro, la amenaza de quiebra del sistema de la seguridad social, la intolerable mancha creciente de la corrupción, el lento funcionamiento de la administración (incluida, por supuesto, la justicia), la desigualdad social, etc.- pero no son capaces de proponer ninguna solución práctica. ¿Nuevo Pacto de Toledo, con qué agentes? ¿Consejo Asesor, de qué y con quiénes? ¿Consejo de Rectores para qué, para que cada Universidad haga lo que le apetezca? ¿Igualdad en los servicios básicos, independientemente de la Comunidad Autónoma , de qué forma?¿Control de grandes fortunas, por quién? ¿Estímulo a las empresas, con qué criterios y para potenciar qué sectores? ¿Defensa ambiental, sin calcular los costes ni exigir responsabilidades?…

Cierto que tenemos millones de conciudadanos que pasan penalidades, que no tienen acceso a las mismas ventajas, que son oprimidos por los que están más arriba, pero tranquilizamos nuestras conciencias (si no estamos afectados) argumentando que algo habrán hecho, que las oportunidades están ahí, que no es nuestra responsabilidad sacarles del apuro. Ya existe Cáritas, las asociaciones benéficas, la solidaridad particular, ¿verdad?

Estamos presos. De nosotros mismos.

Archivado en:Actualidad Etiquetado con:Cáritas, Constitución, oportunidades, presos, regiones, responsabilidad, sistema, solidaridad

El Club de la Tragedia: La quimera de una España vertebrada

9 enero, 2013 By amarias2013 3 comentarios

En su desagradecida entrevista ante el periodista Hermida, actuando éste como histérico vasallo adulador, S.M. El Rey Juan Carlos Primero, siguiendo fielmente el libreto con las respuestas sugeridas por el partido gobernante, se refirió, como auto regalo envenenado para su septuagésimo quinto cumpleaños,  a la necesidad de vertebrar España (“Falta la vertebración del Estado”, pudimos escucharle todos el 5 de enero de 2013)

La manifestación es tan grave como atinada. Aunque parezca una inmersión en el terreno de la ocurrencia sarcástica, España no muestra capacidad aglutinadora, en la triste realidad popular, más que como equipo de fútbol -cuando gana-, o cuando hay que descalificar, sumariamente, a los enemigos históricos del misterioso orgullo hispánico, que son, básicamente, franceses e ingleses (aunque habrá que apuntar ya que este sentimiento afloja respecto a los citados primero cuando nos acercamos a la frontera por la derecha de la piel de toro).

Desde luego, pretender aglutinar un Estado con base en ocasionales éxitos deportivos y presentar las actuaciones de su entrenador y jugadores como modelo de comportamiento, es una referencia pobre, aunque sea muy honrada. Porque también es cierto que ni en lo político, empresarial, económico, científico, o universitario, se cuenta con modelos de exhibición impecable de la deseada vertebración de unos hipotéticos intereses únicos.

Lo que le está pasando a Catalunya, capitaneada por Mas i companyia encuentra su lógica en la pretensión de inmolar parte de España para salvarse como Estado independiente, provocando un referéndum que, debidamente alimentado por los toques adecuados a la insolidaridad, no dudo de que consagrará una mayoría separatista, es decir, inconstitucional..

No me extraña, porque en este momento, si se nos consultara por algunos temas que son tratados en la Constitución de 1978 como dogmas, para que contestáramos afirmando o negando lo que nos parecen, una mayoría de los”ciudadanos españoles” (término que alienta, por sí mismo, profusas polémicas jurídico-políticas) apareceríamos como inconstitucionales.

Admitiendo, con los que asesoran al Rey, que España carece de vertebración, se me antoja inútil el buscar cambiar la situación por la vía de las amenazas a Catalunya o a sus políticos. Puede que desde allí no se vea el frío que asolará al independiente, embutido entre lobos que atienden a sus intereses (y que, por tanto, no van a mirar con cariño los de un recién llegado). Pero es hora de concentrarse en corregir una clara desigualdad territorial entre las regiones con las que se ha querido, como chapuza recurrente, vertebrar España, a tijeretazos y golpes de martillo desde que los primeros Reyes Católicos hicieron el primer cosido.

Mi propuesta es que se estudie y plasme, en un nuevo mapa. la nueva realidad de seis -no más- regiones equivalentes en población, contando entre 6 y 8 millones de habitantes cada una. Con ellas, que se reconstruya un Estado de autonomías, federal o como quiera llamársele. Dejémonos de monsergas históricas, culturales o idiomáticas. La pela será la pela, y, al mismo nivel que ella, por lo menos, está el número de ciudadanos a los que hay que atender, con sus necesidades, derechos, deberes, y, claro, con la fuerza de su empuje, inteligencia, creatividad y, si llegado fuera el caso (que no lo va a ser, esto sí que lo digo en plan chusco, mientras toco maderaImage), con sus mandobles y puñadas.

 

Archivado en:Sociedad Etiquetado con:Artus Mas, autonomía, Catalunya, España invertebrada, hermida, independencia, Majestad, monarca, regiones, rey juan carlos

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