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Insha´Allah (Si Dios lo quiere)

29 octubre, 2022 By amarias 22 comentarios

Cerca de cumplirse los 19 años de la emboscada contra ocho agentes de inteligencia pertenecientes a las fuerzas españolas desplazadas en Irak, la plataforma Movistar Plus ha lanzado la emisión de cuatro episodios que recuperan, de forma gráfica y con entrevistas y declaraciones de algunos de los que tuvieron papel en la historia real, aquel hecho que conmovió a la opinión pública, al mismo tiempo que sirvió para poner en cuestión el funcionamiento de los servicios más secretos del CNI.

La serie televisiva, firmada como directora por Fátima Lianes, es visible desde principios de este octubre de 2022 y está obteniendo la lógica atención, siendo objeto de múltiples comentarios, en buena parte elogiosos, aunque ha servido también para revisar críticamente las incongruencias o vacíos de la versión oficial.

Para los menos ilustrados, habrá que poner en contexto que el contingente de 1.300 militares españoles que se encontraban en Irak, respondía al acuerdo entre el presidente José María Aznar con el norteamericano Bush jr. y el británico Blair,  de invadir Irak para derrocar a Sadam Hussein, presunto apoyo de Bin Laden, el cerebro terrorista del atentado de las Torres Gemelas (11 de septiembre de 2001), y del que se tenía la certeza de que estaba fabricando, secretamente, armas de destrucción masiva. La acción militar se llevó a cabo el 20 de marzo de 2003 y la operación de conquista y derrota al régimen propició una guerra fugaz que, al día de hoy, se reconoce sin vencedores ni vencidos.

Como se supo luego, ni el arsenal nuclear, ni las fábricas de sustancias químicas letales fueron halladas. Desmantelado el régimen de Sadam, disuelta su policía secreta y guardia pretoriana, Irak entró de inmediato en una peligrosa espiral de inseguridad y violencia, en la que los antiguos miembros de la Mukhabarat, aún armados y con buenos contactos, formaron un frente sinuoso de resistencia contra la ocupación, descoordinado, heterogéneo y centrado en acciones terroristas. La tensión entre los suníes (la facción islámica a la que pertenecía el dictador derrocado) y los chiítas (la mayoría oprimida hasta entonces) contribuía a completar un fondo de inmensa inestabilidad.

He visto con interés la serie, que despertó nuevamente mi curiosidad hacia el mejor entendimiento de lo que pudo haber sucedido. Existía a disposición del guion un amplio material, en parte elaborado con intención periodística, y no faltaban libros novelados sobre los hechos de los que se ocupa, compitiendo con la versión del Ministerio y del propio CNI.

Por encima de la narración factual, más allá del análisis político o de la revisión de los procedimientos de la inteligencia a que dio lugar el atentado, me encontraba ante el atractivo de conocer mejor los perfiles individuales de los ocho agentes españoles, servidores del Estado y comprobar si la serie había sido capaz de trasladar la emotividad y el dramatismo del momento vivido por aquellos militares, enviados a Irak en funciones de espionaje.

Ocho hombres a los que veía defendiéndose a la desesperada de un ataque por sorpresa que iba segando sus vidas sin capacidad suficiente de respuesta por su parte. No podía tampoco ignorar que tenían familia, esposa, padres, hijos. … que, dada la índole de su trabajo, podrían haber estado ignorando el riesgo que corrían, hasta que su asesinato saltó a las páginas de la actualidad más cruel e inocultable.

Los ocho agentes pertenecían a dos grupos operativos, que se repartían entre los dos destacamentos españoles (Diwaniya y Nayaf) en Irak. Cuatro terminaban su misión y otros tantos les sustituirían. Los comandantes Carlos Baró y Alberto Martínez abandonaban Irak y los también comandantes José Carlos Rodriguez y José Ramón Merino ocuparían su lugar, junto a los subalternos designados. Alfonso Vega, José Manuel Martínez, Luis Ignacio Zanón y José Lucas Egea completaban así la relación de agentes, todos ellos militares al servicio de la inteligencia.

Aquel día, volviendo de Bagdad después del almuerzo, los integrantes de la expedición se ubicaron en sendos coches en relación con el que era su lugar de destino.

Alberto Martínez, asturiano de Pravia, comandante de caballería, conducía uno de los vehículos. Había vuelto a Irak después de una estancia anterior, situación que le hacía ser conocido por la resistencia y, por ello, seguramente especialmente vulnerable. Pero tenía cualidades que lo hacían insustituible: tenía valiosos contactos, conocía el país y tenía la dosis de inteligencia e independencia que son seña apreciada de un agente que tiene bien asumido que afrontar el peligro con determinación y astucia forma parte de su trabajo.

Sabía Martínez especialmente el riesgo que corría: José Antonio Bernal, su compañero en la misión anterior había sido asesinado en octubre, al salir del piso franco en donde vivía camuflado.

Todos los que se encontraban entonces en Irak eran conscientes de que encontrarse en aquel país no era cómodo ni una misión sencilla. Especialmente para los que tenían que hacer de espías, con la misión especial de proteger a los militares desplazados allí, en un territorio que estaba lejos de ser pacífico. Otro hecho dramático se sumaba a la tensión: el 21 de agosto de ese mismo año de 2003, el capitán de navío Manuel Martín-Oar -hermano de mi amigo Asís, director gerente entonces del Instituto de Ingeniería-, había fallecido, víctima de un atentado contra la sede de las Naciones Unidas en Bagdad.

Yo había leído el libro de Fernando Rueda (Destrucción Masiva, nuestro hombre en Bagdad, 2020, Roca Editorial), un relato novelado que estira lo que intuyó a partir de los comunicados oficiales, fuentes paralelas e imaginación suficiente para darle contenido dramático.

Tengo ahora también a la vista el número 190 de la Revista Española de Defensa, de diciembre de 2003, con el llamado “Relato del ataque terrorista” (y, en otra sección, la exposición de la detención de los presuntos autores de la emboscada, …cuya responsabilidad nunca se conseguiría probar).

La serie reconstruye con credibilidad el suceso clave, con actores y efectos especiales, en los áridos terrenos de Almería. El 29 de noviembre de 2003, sábado, los dos comandos de espías españoles que coincidían entonces en Irak -los cuatro que sustituirían a los que estaban a punto de terminar su misión y éstos mismos- fueron atacados cuando volvían a sus bases, después de visitar en Bagdad a algunos de los contactos y autoridades que debían ser enterados del relevo para seguir manteniendo sus enlaces. Vestidos de paisano, viajando en coches sin ningún indicativo, sin blindaje; nada hacía prever que sería atacados. Por ello, no disponían de armamento adecuado para repeler una agresión sorpresa, instrumentada por un grupo numeroso y con armas de mayor calibre y potencia.

La versión oficial, acogida en la serie, se reafirma en que el ataque fue objetivo de oportunidad, y que los terroristas que acribillaron a balazos a los agentes no sabían quiénes eran, en verdad, los ocupantes de los dos automóviles.

Murieron siete agentes en el ataque. Dos de ellos, de inmediato: los conductores de ambos vehículos, Alberto Martínez y Alfonso Vega. Otros dos resultaron gravemente heridos, José Carlos Rodríguez y José Lucas, por lo que quedaron inutilizados para la defensa. Fueron veinte minutos, quizá un máximo de media hora, en el que los cuatro supervivientes (Merino y Zanón que viajaban en el Nissan y Baró y Sánchez Riera que se desplazaban en el Chevrolet) devolvieron el fuego mortal con sus armas de corto alcance mientras estaban vivos y les quedaron las mínimas fuerzas.

Me tengo que imaginar al comandante Baró, el más entrenado de todos los agentes por su experiencia militar anterior, tomando decisiones instantáneas. Ante todo, contactar con las Bases para pedir ayuda y, cuando advirtió que no contestaban, llamar a su supervisor en Madrid, para darle las coordenadas del GPS. Supongo que ordenó al telegrafista del equipo, José Manuel Sánchez Riera, que lo intentara sin descanso. Es escalofriante oir en la serie a Miguel Calleja  (coordinador  de la misión Irak en el CNI) repetir emocionado lo que oyó cuando recibió la llamada de Carlos Baró en la que le comunicaba que estaban siendo atacados y reconocer que la señal se cortó cuando iba a darle las coordenadas GPSS después del sonido “ta-ta-ta” de una ametralladora.

La desgracia de la muerte de siete de los agentes en una emboscada que nunca debió producirse ha abierto a la especulación varias hipótesis. La posibilidad de una delación, por la dependencia de los intérpretes y traductores locales para moverse por Irak de los espías españoles, dado su insuficiente conocimiento del idioma árabe, es una de las hipótesis que no pudo ser probada, aunque se arrestó a decenas de personas y se acusó directamente a uno de los intérpretes, que fue entregado al gobierno norteamericano y estuvo prisionero durante un año sin que se consiguiera otra cosa que revalidar su inocencia.

Queda sin despejar la incógnita acerca de las consecuencias del riesgo evidente de tener que comprar voluntades e información, penetrando con cautela pero con determinación en el complejo entramado de la sociedad iraquí, siempre opaca, recelosa entonces especialmente contra la ocupación extranjera. La valiosa red de contactos tejida por los espías españoles, prestigiada también por el mando conjunto norteamericano-españoll tenía, obviamente, nudos de debilidad y riesgo.

La serie dedica el primer capítulo a la memoria de Alberto, cuyo atractivo como elemento con proyección mediática es indudable. Por la recreación del atentado, en la que es clave, por supuesto, la declaración del único superviviente, se sabe que Alberto falleció el primero, abatido por los insurgentes que apuntaron, ante todo, a los conductores de los vehículos de los espías, disparándoles por el flanco izquierdo.

El protagonismo de la defensa al ataque y la coordinación de las acciones de los miembros aún vivos correspondió entonces al comandante Carlos Baró Ollero, y en la media hora siguiente actuó con la decisión y el heroísmo que pone a prueba a los mejores y que no se improvisa. Es la consecuencia de una vocación de servicio, de la preparación para responder ante una emergencia y de la generosidad que es patrimonio de los elegidos. Todos cuantos coincidieron con él en sus variadas misiones (en la Legión, como paracaidista, en Bosnia-Herzegovina,…) hablan de su capacidad para ser líder, para mandar desde el primer sitio del peligro, para actuar de ejemplo para todos.

Le gustaba a Carlos Baró escribir, leer y, también, la música. Los media se han detenido en la anécdota de que escuchaba a Joaquin Sabina, del que era admirador. Se ha publicado una carta, de las varias que supongo escribió desde su destino en Irak, donde queda reflejado su facilidad para contar, su ironía y la seriedad y compromiso con su trabajo.

Mi amigo Miguel Silva me muestra un artículo de ABC de 2018 en el que se afirma que Baró pudo ponerse a salvo, pero renunció a abandonar a sus compañeros heridos. Alrededor de su cadáver, recuperado finalmente por militares norteamericanos se encontraron decenas de casquillos. Cuando unos días después del atentado, traídos a España, los féretros con los cuerpos de los militares, al acabar la ceremonia religiosa y de reconocimiento a quienes habían dado sus vidas por cumplir la misión que se les había encomendado hasta sus últimas consecuencias, fueron desplazados al crematorio, el de Baró fue alzado por sus compañeros de la Legión, mientras se oía el himno “Soy valiente y leal legionario, soy soldado de brava Legión. Pesa en mi alma doliente Calvario que en el fuego halla redención. Mi divisa no conoce el miedo…”

El 13 de diciembre de 2003 se descubrió el escondite de Sadam Husein en los alrededores de Tikrit. No se dijo nunca, pero hay algunas razones para imaginar que los espías españoles, gracias a su habilidad en camuflarse entre la población, fueron claves para descubrir su escondrijo. Y puede que esto se encuentre entre los velos del misterio que costaría la vida de los comandantes Alberto y Carlos y de los otros cinco miembros que estaban a las órdenes de lo que el destino les dispuso.

El telegrafista José Manuel Sánchez Riera vivió para contarlo. Recibió la orden de Baró de salir del atolladero y buscar ayuda, ante la imposibilidad de contactar utilizando los Thuraya con la Base o la central del CNI. Le salvó, cuando una turba estaba punto de lincharlo, el beso de un principal chiita que salía de una mezquita, de realizar los rezos del Ramadán. No tenemos otra versión, aunque la imaginación de quienes se adentraron en el conocimiento de la historia no parece haber dejado de trabajar desde entonces.

Insha’Alla, si Dios lo quiere, si así está escrito por la fatalidad, la casualidad o el deseo de venganza…Quién soy yo para meter mis narices en la historia de estos héroes y cualificar sus últimos momentos o su trayectoria anterior, en lo que ya está convertido en una serie de acción, en la que no faltan, junto a su memoria, villanos, aparecen ausencias, se suscitan misterios y se evidencia el valor de algunos silencios.

Para todos ellos, mi admiración, mi respeto, mi afecto y condolencias para sus familias que, doy por seguro, vivirán para siempre con la imaginación volcada a desentrañar los últimos momentos de los que tanto quisieron.

¡Presentes!

P.S. Agradezco los numerosos e importantes Comentarios que se incorporan a esta Entrada, y que me llenan de satisfacción. De entre todos, me permito llamar la atención, por su gran valor testimonial, del Comentario de Miguel Andrés Pardo (Miguel Calleja en la serie), que era la persona de contacto para Carlos Baró y que recibió la llamada de petición de ayuda cuando los militares-espías estaban siendo atacados. La información que recogió del único superviviente, José Manuel Sánchez, y que incorpora a su Comentario, con un excepcional valor documental, complementa con gran fuerza descriptiva y emoción, mi relato.  Vaya, pues, mi especial agradecimiento a Miguel Pardo por este regalo especial que, por mediación de este blog, hace a todos los lectores y, en un sentimiento que comparto, significadamente, a los familiares de los héroes asesinados.

Anexos

Mural que estaba en Besmayah, según describe en su blog el coronel Pedro Erice; hoy en el patio de armas de Montejaque, Ronda

Monumento en la sede central del CNI con nueve llamas que honra la memoria de los nueve héroes que “dieron su vida por defender intereses de España y los españoles”

Publicado en: Actualidad, Ejército, España Etiquetado como: agentes, Alberto Martínez, Alfonso Vega, Carlos Baró, CNI, Irak, José Antonio Bernal, José Lucas Egea, José Manuel Martínez, José Manuel Sánchez Riera, Luis Ignacio Zanón, Martín-Oar, Miguel Andrés Pardo, Miguel Calleja, Miguel Silva

Habérmelo dicho antes

27 julio, 2016 By amarias 2 comentarios

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La dama, más bien obesa, que obstaculizaba la cola para pagar en el supermercado, mientras introducía con parsimonia sus compras en en el carrito, respondió a la educada indirecta del pobre diablo (yo) que esperaba pacientemente a que dejara el paso libre, y que expresé así: “¿Me permite que le ayude a meter las cosas?”  con un “No hace falta. Puedo yo”.

“Es que…-indiqué con mi mejor tono de sutil condescencia- Quizá no se está dando cuenta de que ha paralizado la cola…”

“¡Habérmelo dicho antes!”-me espetó, mientras estiraba ligeramente su voluminoso abdomen, por lo cual pude, sin apenas rozar sus carnes, pasar a recoger mi compra.

No pensar en el otro, ni atender a las consecuencias -mínimas o letales- de nuestras actuaciones, se ha convertido en una socorrida manifestación de pobreza intelectual. Podría haber escrito que lo que evidencia este desapego por la molestia, o el daño, que podemos estar provocando con nuestra actitud de pensar únicamente en lo que nos interesa, es producto del egoísmo dominante.

Pero quiero ir más allá. Nuestra sociedad es pobre intelectualmente. No sé si nos hemos hecho así, o siempre hemos sido colectivamente de esa manera. Solo que esa percepción se me ha hecho casi insoportable.

La señora del supermercado es un ejemplo trivial, inocente y simple. Me sirve únicamente como referencia para revolotear en torno a un asunto más grave: individualmente estamos corriendo un grave riesgo. No tenemos el menor valor para esa mayoría que se guía por la intuición de lo que les conviene exclusivamente a ellos. Somos su molestia, su incordio, su pesadilla.

Si “se lo hubiésemos dicho antes”, no nos hubieran prestado por ello más atención. Tendrían otros argumentos, nos darían otras contestaciones. “Actuamos así por tradición”, o “por mandato de la mayoría”, o “por designios de nuestro Dios”, o…”porque sí”.

Me sobran los ejemplos. En nuestra polis, hemos perdido los españoles una oportunidad excelente de tener un gobierno mejor que el que teníamos: la coalición PSOE -Ciudadanos, que solo precisaba de la abstención del PP o de Podemos. No pudo ser. “Si nos lo hubieran dicho antes”…

No creo que el PP de Rajoy consiga la investidura para su líder, en esta segunda vuelta de pirinola electoral -no le conviene a Ciudadanos apoyarlo a las claras, ni al PSOE abstenerse a la primera, ni mucho menos dejar manos libres a unos diputados para que apoyen al impertérrito presidente en sus eternas disfunciones… Será incluso peor si por los pelos, sin fuerza, con un traje de circunstancias y el jaretón mal hilvanado, se mantiene agarrado al clavo ardiendo de la falta de coordinación de sus oponentes. No debiera ser. Volveremos a recurrir al “Quélástima. Si nos lo hubieran dicho antes”.

Tengo amigos que aún creen que hay una oportunidad de gobernar desde la izquierda plural. No va a ser. Fue un error de Izquierda Unida asociarse con el patafísico partido oportunista, Podemos, disfrazado de izquierda trasversal y sometido a la labia verborreica de su líder actual, Pablo Iglesias (jr.). Ay, si Errejón hubiera capitaneado las negociaciones, otro gallo habría cantado, dicen.  “Habérnoslo dicho antes”.

El Reino Unido se va de la UE, aunque, como ha afirmado perogullescamente su nueva Premier, “no de Europa”. Si en lugar de haber catapultado a la dirección de ese organismo que prometía a personas sin carisma, y con demasiado apego a defender sus intereses nacionales, se hubiera avanzado en aquel proyecto frustrado de Constitución Europea…Si hubiera más capacidad para adoptar una posición coherente hacia el exterior, si se fuera capaz de analizar con visión de futuro los temas clave (cooperación internacional, sistema financiero, evolución de la empleabilidad, enrgía y ambiente, igualación salarial, etc.)…Si el Parlamento de la UE fuera menos partidista y más eficiente…Si…No pudo ser. “Si lo hubiéramos sabido. Haberlo dicho antes”.

Ponga, ponga el lector ejemplos. Puede enfocar su interés hacia los temas del terrorismo islámico (y a los de los otros), de la desigualdad social, de la quiebra probable de los estados de bienestar allí donde se encuentren, a la involución turca de Erdogan y cía, al riesgo de implosión siria, al llamado problema palestino (o, mejor, ¿será solo problema israelí?), a los desastres afgano e irakí, a la financiación irregular de los partidos (de aquí y de allá), a la corrupción generalizada (¡pues!), a la deficiencia de la enseñanza, al ascenso de un candidato impresentable del partido republicano en el país más rico del mundo, al cambio climático que tiene un final previsible, etc. etc.

“Haberlo dicho antes”, ¿verdad?. Pero,  ¿a quién? ¿de qué modo mejor? ¿con qué capacidad de persuasión?


Nota sobre la fotografía que acompaña este comentario: Me trato de especializar, gracias a un magnífico objetivo 200-800 que me han regalado mis hijos y nueras, en fotografiar aves volando. Es divertido (y algo difícil, por su gran movilidad: se necesita buena luz, y disparar a velocidades altas y sensibilidades bajas para que la apertura del diafragma sea la adecuada). Alguien dijo que si los mamíferos han sido puestos por Dios en la Tierra por su utilidad al hombre, las aves están entre nosotros para alegrarnos la vista y servir a nuestra evasión. Puede. ¡Habérmelo dicho antes!.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: abuso, Brexit, Ciudadanos, confianza, Irak, Izquierda Unida, Palestina, paro, Podemos

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