Mientras los afiliados al Partido Popular, en número pulido hasta el ridículo, (al bajar desde los aires de grandeza insolente a la triste realidad de una entidad política en descomposición), se disponen a votar sin mucha convicción entre tres candidatos tocados de ala, los restantes partidos españoles, con la mirada perdida, mordisquean las uñas a la espera de que el tiempo mejore.
Cierto que el Partido Socialista de Pedro Sánchez, impulsado por el azar y el deseo de varias figuras del plantel de principales, por poner su nombre entre los ex ministros del país, tiene en este momento la sartén del poder por el mango. Pero el asa de ese instrumento de cocinar el pote común, está que quema y no se sostendrá en la mano por mucho tiempo.
El ojo tan lleno de altanería como falto de visión pragmática de Pablo Iglesias Turrión y sus amigos de Podemos-Desunidos ofrece un compañero de viaje que se asemeja, sobre todo, a un easy rider, un oportunista atento al beneficio propio más que a ayudar a gobernar mejor.
La historia, aún inconclusa, para nombrar un presidente para la Televisión pública o la imposibilidad de formar un Consejo para el ente en el que figuren representantes de todas las facciones públicas, no refleja sino la peligrosa combinación de la exigencia de altos peajes para mantener al PSOE en el Gobierno como la cerrazón de los partidos de derecha y centro derecha para acercarse al diálogo con quienes, según su lectura, les han usurpado el poder.
Nadie sabe lo que podrá salir de ese debate entre enemigos acérrimos en el que se ha convertido el debate a porrazos por la sucesión de Mariano Rajoy en el PP, aunque las encuestas -que no tengo ni idea de cómo se lavan y peinan en este caso- apuntan a que la ex vice Soraya Saenz de Santamaría tendrá la mayoría, lo que no evitará que esta camaleónica política deba emprender un camino de expiación por su partido, al estilo del que Pedro Sánchez realizó por el suyo.
En este guirigay de afectos descompuestos, me preocupan, como seguramente a una mayoría de españoles a los que interesa que la política se haga de la mejor manera posible, tres o cuatro cosas de mayor calado:
a) el silencio de Ciudadanos y de sus dirigentes, obviados por los media tendenciosa como si se tratara de apestados, cuando han ofrecido los argumentos más serios de esta reciente historia de nuestro malhadado país;
b) la obstinación de Torra, Puigdemónt y sus secuaces separatistas en insultar al resto de los españoles y a la mayoría de los españoles residentes en Cataluña (es decir, a los catalanes) con una agresión y una falta de respeto institucional que si no merece el castigo de la Justicia (hoy demasiado solicitada) debiera encontrar el desprecio masivo en las urnas;
c) y, finalmente, para no hacer el cuento largo, me asombra que se haya sepultado a la izquierda histórica, la del Partido Comunista, sin que se adviertan voces no ya discrepantes, sino aullidos de dolor, actuando de enterrador. Alberto Garzón, que más que líder de la rancia institución, aparece como un joven aficionado al glamour y falto del carácter crítico y reivindicativo que correspondería a la verdadera izquierda consciente de que su papel es el de actuar de mosca cojonera del poder establecido y no de comparsa de populismos ni florituras de salón.
He fotografiado una pareja relativamente insólita: una cigüeñela (Himantopus himantopus) , elegante con sus patas de color rosado y su fino y alargado pico, y una polla de agua (gallinula Chloropus), también inconfundible por el pico rojo con punta amarilla de los adultos.
Cierto que estas dos aves casi parecerían domesticadas, compartiendo hábitat circunstancialmente con los patos azulones y las fochas comunes que ocupan ocasionalmente como dormitorio uno de los grandes estanques de la urbanización de Costaballena, hoy en crecimiento desmesurado al haberse recuperado en parte, por lo que parece, la anterior burbuja inmobiliaria y estarse preparando una segunda.
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