Hace apenas unos meses, en octubre de 2021, celebraba con una mayoría de componentes de mi promoción el cincuenta aniversario de haber terminado la carrera de ingeniero de minas en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas de Oviedo (ETSIMO). En la obligada visita a las instalaciones donde nos habíamos formado como técnicos en esa institución, guiados amablemente por el actual director, Francisco Javier Iglesias Rodríguez, y el inmediatamente anterior, Francisco Blanco Alvarez, pudimos comprobar la excelencia de las instalaciones y la entrega vocacional de profesores y alumnos en el interés por mantener el prestigio de la Escuela, reconocida como la mejor de España en 2018 en el ranking de Shangai y, por tanto, una de las más prestigiadas en el mundo de la ingeniería.
Javier Iglesias. en el Aula de Grados de la Escuela, pronunció unas palabras de bienvenida, que fueron también un repaso a los sesenta años de vida de la Escuela de Oviedo, en la que obtuvieron el título más de 2.300 ingenieros, cuyo trabajo en empresas, administraciones públicas y como empresarios autónomos, dentro y fuera de España, fundamenó el actual renombre de la Escuela. Sigue siendo conocida como Escuela de Minas de Oviedo, aunque con el plan de Bolonia ha cambiado su antigua denominación de ETSIMO por la de Escuela de Ingeniería de Minas, Energía y Materiales de Oviedo (EIMEM). Anteriormente, en 1971, fue adscrita a la Universidad de Oviedo.
En una operación realizada a la chita callando -según denuncia Javier Iglesias-, el actual rector de la Universidad, Angel Ignacio Villaverde, licenciado en derecho por la Universidad de Oviedo, gijonés especialista en derecho constitucional, presentó una modificación de los campus de la Universidad, por la que pretende llevar los títulos de Minas a Mieres (en especial, el habilitante de master, que prolonga la línea académica que significó el título superior de ingeniería de minas), y ocupando el edificio de la actual Escuela Técnica con un nuevo grado de Deportes.
Entiendo muy bien que, ya no el director de la Escuela ovetense, la mayoría de profesores de la misma, el decano del Colegio de Ingenieros Superiores de Minas del Noroeste de España y su Junta directiva, y todos los egresados de la Escuela de Oviedo encuentren que el propósito de mover a Mieres los títulos ovetenses es un despropósito. El alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, ha prometido impedir con todas las opciones a su alcance ese traslado contra natura y llama a la movilización ciudadana.
Hay, por supuesto, voces a favor del traslado. El alcalde de Mieres, de Izquierda Unida, el ex picador de Hunosa Aníbal Vázquez, apunta con el rifle de la diferencia de clases hacia los contrarios al traslado, identificando con las élites económicas a los opositores a ese cambio de ubicación.
Es imposible poner orden en esta España llena de malentendidos, rencillas, egoísmos de pandereta y tambor e ignorancia casi supina de cómo se deben hacer las cosas en aspectos fundamentales. En el pequeño terreno de la Escuela de Minas de Oviedo, ha de contar como fuerza inamovible, que el prestigio de la Institución académica está vinculado a la ciudad. Igual que la Escuela de Madrid, ubicada en Ríos Rosas (y, desgraciadamente, en proceso de descomposiciómn académica por culpa de Bolonia y de los desgarros egoístas e interesados que se vienen produciendo entre las Escuelas de Ingenierías), ha de mantenerse con ese prestigioso nombre y ubicación y no tendría sentido trasladar sus aulas a, pongo, por caso, Carabanchel, en donde existen importantes instalaciones que pertenecieron al Ejército.
En multitud de escritos, conferencias y actos académicos y de difusión, he expresado sobre mis ideas sobre la forma de reforzar la región asturiana, apoyando que las Escuelas de Ingenieros de Minas de Oviedo e Industriales de Gijón deberían unirse en una Politécnica. He reconocido, como no podía ser menos, el gran prestigio que tuvo la Escuela de Capataces de Mieres y el alto nivel de los egresados de la Escuela de Ingenieros Técnicos de Minas de esa villa. Comparten profesores ambas Escuelas, y el entendimento entre ellas, cada una en su nivel académico, ha sido siempre bueno.
Trasladar las enseñanzas de ingeniería superior a Mieres, provocaría una inmediata pérdida del prestigio, particularmente doloroso a nivel internacional para los nuevos egresados. Cuesta mucho esfuerzo, dedicación y años, vincular una Universidad a una localidad. Pero no solo eso. Seguramente, el alcalde de Mieres, el rector de la Universidad y otros palmeros que solo ven cerca de sus narices, pueden creer que, con ello, habrá más ingenieros de Minas procedentes de las cuencas mineras y que se generará actividad y riqueza complementaria.
No va a ser así, al contrario. Los jóvenes asturianos que quieran hacer ingeniería superior de Minas o Industriales lo tienen fácil ahora, porque las localidades de Mieres, Langreo, Gijón u Oviedo están distantes entre sí apenas 30 km, con excelentes comnicaciones. No habrá más alumnos, sino menos. Porque Mieres está peor comunicada y, villa en decadencia demográfica acelerada, ofrece muchos menos atractivos para vivir en ella que Oviedo o Gijón.
Así que entiendo que el cambio de ubicación no resolverá ningún problema. Con siete u ocho Escuelas de Minas en España -un despropósito, producto lateral del desconcierto autonómico- en donde se pretende impartir la enseñanza superior de Ingeniería de Minas en España -con el mismo martillo destructor que afecta al nivel de otras carreras de ingeniería, ciencias y letras, antaño prestigiosas y hoy hundidas o camino de hundirse en el marasmo de titulaciones sin sentido- hacer un movimiento que cambie el nombre de la mejor Escuela de Minas de España en este momento de la localidad donde se ubica, es debilitar los cimientos del único edificio académico que queda en pie, en esa vieja profesión de la ingeniería de Minas, uniendo el descabezamiento a las decenas de deplorables caídos por el placer de poner un nombre propio a una ruina.
Dejemos las cosas como están. Y si Mieres quiere poner el nombre de su campus como localidad anexa a la Escuela de Oviedo, habrá fórmulas políticas y académicas para no causar un desastre. No hablamos de edificios, sino de prestigio a mantener.