Al socaire

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Por qué la gente sensata piensa diferente políticamente (Tres))

27 junio, 2022 By amarias Deja un comentario

El 24 de junio de 2022, el Tribunal Supremo de Estados Unidos ha recortado la libertad de las mujeres para abortar, trasladando a los Tribunales inferiores (los de los Estados) la regulación de los supuestos que resultarían legalmente admisibles.

El derecho de a mujer a abortar es una cuestión que han tomado como bandera muchos partidos que deseaban situarse en contra de sistema y captar así el voto femenino. Fuera de los supuestos de clara malformación del feto o riesgo vital para la madre, en los que puede alcanzarse un mejor consenso, el aborto “sin causa” es un asunto controvertido, que sus defensores vinculan al “derecho a disponer del propio cuerpo” y, en ese sentido, seria una manifestación de la libertad de elegir.

Incluso en régimen de prohibición legal,  el aborto forzado se produce en todo el mundo y, como ha sido oportunamente subrayado, las familias con mejores medios económicos tienen opciones de llevarlo a cabo en condiciones de seguridad (médica y jurídica) de la que no disponen quienes carecen de esa ventaja. Defender la libertad de la mujer para abortar podria formar parte de un ideario de izquierdas, al facilitar la práctica gratuita del aborto (esto es, pagada por el sistema), también, a las mujeres con rentas bajas.

Pero no es tan sencillo. Se trata de un asunto delicadísimo que involucra a la sociedad en su conjunto, tiene efectos sobre la regulación familiar, el gasto asistencial y, de forma nada despreciable, afecta a los principios morales de, al menos, dos personas: el médico (o quien practica el aborto) y la abortante. Obviamente, está en juego -dramático- el derecho a la vida del feto. ç

Las organizaciones y particulares (no necesariamente religiosas) que se oponen al aborto, se centran en difundir imágenes de fetos con forma ya humana o humanoide, verdaderamente impactantes. Máxime en una sociedad en la que se defiende el derecho de los animales (superiores) a vivir, tratando de hacernos a todos veganos y animalistas.

El asunto del aborto, como el de la prostitución, la defensa de los migrantes, la oposición a la guerra y a la mejora de la dotación de los Ejércitos, el salario mínimo, la drástica regulación de ganancias aumentando los impuestos a las empresas y grandes fortunas, la disminución de las exigencias docentes para facilitar el acceso a la titulación de los menos capaces, el acceso homogéneo a la sanidad para cualquier dolencia y e intervención independientemente del lugar de residencia, y otros cuantos que, sistemáticamente, afloran en los debates políticos, son solo ejemplos no seleccionados de las grandes posibilidades de discrepar que se ofrecen al ciudadano moderno.

Si se elimina el filtro moral de algunos de ellos, muchos se reducen a la correcta valoración del coste-resultado esperado y de la eficacia de las medidas en relación con el esfuerzo social o colectivo.

Un libro de aconsejable lectura (duro de digerir) “La era del capitalismo de la vigilancia”, de Shoshana Zuboff (Paidós, 2020), desvela el nuevo elemento del capitalismo, al que jo prestan suficiente atención los partidos tradicionales y los de nuevo cuño que se incorporan sobre el viejo esquema de acción-reacción que sostuvo los argumentos clásicos de “lucha de clases contra el capitalismo opresor”, “trabajador frente a empresario” e incluso “estado social y de derecho”.

Estamos ahora inmersos en una sociedad dominada por los big data, la información masiva que desvela nuestros secretos a los grandes vigilantes, cuyas decisiones se toman con fórmulas y algoritmos inaccesibles para el ciudadano normal, e incluso para las corporaciones clásicas -el Estado, los sindicatos, los partidos,…

En el orden de las ideas, elegir bien los temas de debate, alimentándolos con municiones de consumo inmediato estaría en la clave de lo que mueve voluntades a favor y en contra. Los partidos no se mueven por programas concretos, trabajados, sino por soflamas, lemas marginales, peleas de última hora, añadiendo picante y especias a los debates según indiquen las encuestas que realizan sus enviados.

Ah, pero si esto aparece cada vez más claro (o digno de sospecha) a nivel general, entre amigos y conocidos, en las tertulias y debates de opinión, todos estamos expuestos a la intoxicación. Estamos, en verdad, envenenados, sin capacidad para pensar con independencia. Los lectores de El Pais, El Mundo, los seguidores de TV1, La Sexta o…los que dicen solo interesarse por el fútbol o el tenis no están libres de esa garra maléfica. Y lo peor no es que discrepemos por razón de lo que oímos o leemos, sesgando la noticia, es que cualquier conclusion a la que lleguemos estará viciada por la ausencia de visión global que, en todo caso, se nos hurta, se oculta por desconocimiento, se adultera con o sin piedad.

El capitalismo de la vigilancia se separa del capitalismo “clásico”, y supone una convergencia sin límites entre libertad y conocimiento. En la teoría económica de Smith y Hayek (por ejemplo) la posesión de información relevante era utilizada para aprovecharse de la ignorancia del otro, consumidor, ciudadano o súbdito, qué más da. Existe aún. Pero el misterio que los separa se ha hecho ahora inexpugnable: no sabemos qué saben los grandes vigilantes de nosotros, qué resortes pueden utilizar, qué mentiras contarnos. Nos manipulan sin piedad, alimentando opiniones, ocultando precios, impulsando apetencias.

“Este orden social instrumentario privatizado es una nueva forma de colectivismo en la que es el mercado y no el Estado, el que concentra tanto el conocimiento como la libertad dentro de sus dominios” (página 668)

(seguirá)

Publicado en: Actualidad, Política, Sociedad Etiquetado como: derecha, Hayek, izquierda, política, Zuboff

Dar visibilidad a los técnicos

24 noviembre, 2021 By amarias Deja un comentario

No creo que nadie tenga dudas de que las profesiones más visibles, con mayor proyección pública, son los futbolistas y los políticos. No todos, por supuesto, pero de ambos colectivos surgen, periódicamente, representantes que acaparan el interés o la curiosidad de la mayoría ciudadana.

El fútbol, por encima de otros deportes -al menos en nuestras latitudes- cumple una función importante, como sustituto del circo de la Roma clásica. No hay leones ni gladiadores, aunque la disputa por el balón de los jóvenes en calzoncillos alimenta tensiones y emociones en los graderíos. Pocos aficionados a ese deporte -de los que lo practican desde las gradas- admitirán que disfrutan igual del espectáculo cuando el equipo de sus devociones (o una figura de las muy destacadas por su habilidad haciendo filigranas) no está en el campo de disputa.

La política debiera moverse en otro escenario, pues las decisiones que tomen los políticos que hemos aupado a los centros de poder -en unas elecciones en donde nuestra capacidad, como ciudadano libre, está muy reducida-, nos afectan y, en algunos sectores, de manera decisiva. Sin embargo, la deriva hacia la vulgaridad de varios de los políticos más relevantes que ocupan el centro de la gestión de la polis, me lleva a admitir que los políticos se han unido a los futbolistas, cómicos y otros personajes del divertimento, para formar parte del mismo espectáculo.

Es, por supuesto, una situación gravísima, porque está dejando huecos terribles en la eficaz gestión de los problemas. Por fortuna, a pesar de la falta de calidad profesional, de conocimientos teóricos y prácticos de demasiados de nuestros políticos y su terrible sectarismo sin orientación real hacia la resolución de conflictos y a la potenciación de la capacidad global para afrontar el futuro con mejores opciones que las que están utilizando en el presente, existen otros profesionales que cuidan el engranaje.

Hace un par de días, en uno de los foros, siempre interesantes, del Instituto de Ingeniería de España, en el coloquio de una Jornada sobre Geoestrategia, se tuvieron unas palabras elogiosas para la actuación de los militares y los sanitarios en la confrontación contra la pandemia vírica, a la que se enfrentaron, con grave riesgo personal -al menos, al principio-, por el desconocimiento que existía -y me temo, en parte, subsiste- sobre la naturaleza del enemigo. La Unidad Militar de Emergencias (UME), junto a otras unidades militares y de policía, y, desde luego, los médicos y asistentes sanitarios, fueron designados como héroes en esos días de desconcierto.

Tirando de ese hilo, los asistentes reconocieron que también los transportistas, los proveedores de víveres y otras mercancías de primera necesidad, deberían figurar, por derecho propio, en el elenco de profesiones que estuvieron a la altura del problema, ayudando a resolverlo.

Atribuyo a Antonio Colino, Presidente de la Real Academia de Ingeniería, la observación de que los ingenieros también estuvieron en primera línea. Porque la concepción y mantenimiento de todos los instrumentos médicos precisan de la intervención de ingenieros; la logística para la óptima distribución de las vacunas en todo el territorio, supuso el trabajo de ingenieros; el diseño de los conductos de ventilación y fluidos en los hospitales, implica análisis técnico; etc. Solos o en colaboración con otras profesiones, la batalla contra el virus también colocó en primer lugar, aunque menos visibles, a los ingenieros.

Los ingenieros de minas estuvimos y estamos, también (y sobre todo) en primera línea. Porque la extracción de productos de la tierra (en minas y canteras con cuidadoso cumplimiento de la legislación ambiental y, muchas veces, yendo más allá que la prescripción legal), su elaboración posterior -en siderurgia, metalurgia, electrolisis, etc.-, la aportación de la energía necesaria -en centrales nucleares, de carbón, de ciclo combinado, aerogeneradores, placas fotosolares, centrales fotovoltaicas, etc-, la gestión de agua y residuos, la investigación aplicada en materiales de nueva concepción  tecnológica (cerámicos, de alta resistencia, derivados del grafeno, etc.), son campos en los que trabajamos los ingenieros de minas.

Son solo ejemplos, que abarcarían también, directamente, de haber querido ser exhaustivo, el ámbito sanitario, pues tenemos colegas integrados en equipos multidisciplinares, como ingenieros informáticos, biotecnólogos, ingenieros de mantenimiento, especialistas en materiales, etc..

Se necesita dar visibilidad a los técnicos, porque la creciente ignorancia que se está implantando en nuestra sociedad hedonista y frágil, ignora de dónde procede el bienestar del que disfruta. Se atribuye a un Ministro o Ministra de este Gobierno -no quiero ayudar a identificar al autor-, esta frase penosa: “Esta sociedad ha oído ya durante demasiado tiempo a los ingenieros. Hay que escuchar a otros colectivos”.

La falta de información de la realidad de las cosas ha cedido un primer lugar mediático a los que señalan el agujero y no lo que se extrae de él. El bienestar, aviso a los falsos ecologistas, trae consigo un cierto sacrificio momentáneo del paisaje.

Los ingenieros de minas -que, queda dicho, no solo nos dedicamos a la minería- somos responsables tanto de la óptima explotación de los recursos como de la restauración (rectius, rehabilitación) en lo posible, del espacio que haya podido ser afectado. La minería no solo significa trabajo y riqueza cuando actúa como brazo extractor, sino que ha demostrado que puede generar, cuando el recurso ya fue extraído, zonas de excepcional valor paisajístico y de ocio.

Dése visibilidad a los técnicos. Nuestra sociedad los necesita más que nunca.

Publicado en: Ambiente, Ingeniería, mineria Etiquetado como: ambiente, Antonio Colino, circo, ecologistas, fútbol, geoestrategia, ingenieros, ingenieros de minas, Instituto de Ingeniería de España, minería, política, Real Academia de Ingeniería, rehabilitación, restauración, técnicos, visibilidad

Hay un brote de pasión que razón ciega

9 julio, 2021 By amarias Deja un comentario

Escribí el Soneto hoy, pero la intención viene ya de antiguo. Meses, sin duda. Es cierto que mis últimos Comentarios tienden a hablar de política y que, ahora que proliferan los especialistas en algo, yo no lo soy en nada, y menos en esta materia.

Solo que, como ciudadano, siempre me interesó aprender de la gestión que los responsables de su Administración hacen de la “cosa pública” y que, de ese análisis, he forjado un espíritu crítico que no creo que haga mal a nadie.

Después de todo, me atrae el futuro como reto colectivo y aunque tengo mis días contados en él, me preocupa el que estamos forjando para nuestros descendientes.

Este Soneto puede tener varias interpretaciones. La que me gustaría que el lector generara es la de que debemos recuperar el diálogo, abandonar el elogio sin posibilidad de crítica al que manda (a la espera de quién sabe qué) y, en fin, asumir como verdad que la discrepancia enriquece.

Hay muchas cosas, sin duda, que el actual Gobierno de Sánchez está haciendo bien. Es su trabajo. Pero resplandecen como bolas de fuego las que carecen de virtud. El gobierno de coalición se desmorona (por el lado independentista como por el del populismo de izquierdas). Varios Ministros han demostrado sobradamente su falta de capacidad, incluso intelectual. El presidente de Gobierno está superado por el exceso de trabajo y ego. La falta de apoyo a la Monarquía constitucional es tan evidente que produce enojo.

No estoy a favor, ni es tiempo, de un cambio de gobierno, sino de sus formas y métodos. Y a la oposición, aunque también a la ciudadanía silenciosa, le pediría opciones, alternativas concretas y no gritos. Hay mucha gente sabia, bien preparada, trabajadora, eficiente en el país. Necesitan que se les conozca, porque eso nos animará a todos. Désele publicidad, por favor

Soneto contra el sectarismo

Hay un brote de pasión que razón ciega
y cualquier argumento desbarata.
Sin entrar al fondo con desprecio anega
la contraria opinión, necia o sensata.

Al que se opone, el fanático restriega
catecismo y simplezas; sin oír, mata
alternativas cuya vida niega
y solo crispación en vez desata.

Si el uno recibe de secuaz el nombre,
sirve a la virtud de aquel que brega
por avanzar sin dogmas. Gloria al hombre

que a la crítica sagaz fiel se entrega,
sin que el grito le amedrente o asombre,
que, del sectario, ni a indignarle llega.

9 de julio de 2021

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: apoyo incondicional, investigación, Pedro Sánchez, política, séquito, soneto

Impuestos e imposiciones

13 mayo, 2021 By amarias Deja un comentario

Si hubo algún conato de debate entre los principales candidatos a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, que tan brillantemente ganó Isabel Díaz Ayuso a principios de este mayo, la cuestión relevante gravitó respecto al asunto de si era necesario elevar a mantener (e incluso bajar) los impuestos.

Aunque la eventual polémica se limitó entonces al reducido campo de los gravámenes que se encuentran bajo el campo de acción del Gobierno regional, el asunto adquiere toda su importancia cuando se traslada al ámbito estatal. ¿Se deben aumentar los impuestos, y a qué sujetos obligados, para incrementar con ello los ingresos del Estado? ¿Y con qué fin?

Puede creerse que la controversia está resuelta académicamente: la derecha liberal no debe aumentar impuestos (en el marco ideológico de que la presencia del Estado en la vida económica ha de ser  mínima), en el convencimiento  de que una menor carga fiscal -sobre todo, a las empresas- se traduce en activación de la economía,  y la izquierda se acoge al axioma de que los impuestos deben grabar las rentas y los beneficios empresariales , especialmente los más altos, para que el Estado pueda asumir con solvencia la mejora continua de las prestaciones sociales e impulsar la creación de empleo y actividad económica con subvenciones y estímulos localizados.

En mi opinión, el debate es estéril ya que, en términos más concretos, está planteado con falsedad. Un Estado eficiente y socialmente responsable puede justificar un incremento impositivo, siempre que se explique a la ciudadanía cuál es el destino de la recaudación, de forma clara y precisa. Un Estado eficiente mantiene un equipo funcionarial justo, limita a lo imprescindible el número de Ministerios y cargos públicos y evita la redundancia de cometidos entre las Autonomías. Un Estado eficiente es transparente en cuanto a las actividades desarrolladas por las entidades de dependencia pública (Universidades y otros centros de enseñanza, Hospitales, centros de investigación, etc.) y , obviamente de aquellas empresas de capital público o mixto que operan en sectores estratégicos (defensa, tecnologías que deben ser desarrolladas para alcanzar rentabilidad, prospección espacial, etc.). Un Estado eficiente, en todas las manifestaciones públicas de su presidente de Gobierno, Ministros y miembros cualificados de la Administración, ofrece tranquilidad a la ciudadanía de que se está actuando con conocimiento, solvencia y seriedad, en la gestión y mejora de los bienes y servicios comunes.

No tenemos un Estado eficiente, ni en lo que se refiere a la Administración central ni tampoco a las Administraciones autonómicas y locales. No hay por que negar la voluntad de querer hacerlo bien, pero se echa en falta coordinación, vigilancia y control, así como transparencia. En muchos de  sus representantes, asoma la escasa formación, brilla la prepotencia y se echa de menos la ilusión y el empuje, en tanto sobra el clientelismo, la devoción sin fisuras al líder, la sustitución del programa de actuación por la improvisación y el abuso de poderes. Habría que echar la culpa a muchos factores, propios de nuestra falta de tradición de buen control administrativo y de la forma como se seleccionan los que arriban a la política. De forma más importante que a los elementos ideológicos.

Las últimas elecciones regionales han alimentado una peligrosa deriva sentimental, que ha avivado el sentido localista en detrimento de la idea de comunidad estatal. Quizá por efecto contagio, la recién nombrada delegada del Gobierno, María González, en una presentación conjunta con el alcalde de Madrid, de las medidas de coordinación para que las fiestas de San Isidro de este año de 2021 se desarrollen sin problemas, argumentó, en réplica a la argumentación de José Luis Martínez Almeida acerca de la marginación de Madrid por el Gobierno central, y que debería criticar, como “alcalde de todos los madrileños”, que ella “siempre defendería al Gobierno”.

He aquí, en fiel caricatura, una de las claves de la actual situación política: al elegir el gobierno de Madrid como objetivo de las críticas, demorando actuaciones y restándole apoyos económicos, ha sensibilizado al pueblo madrileño del ataque.

La regionalización de la política nos está haciendo mucho daño colectivamente. La situación catalana, de extrema ravedad y difícil solución, tuvo orígenes triviales.  Lo comenté hace ya más de dos años, al referirme a una inscripción que ví en uno de los observatorios ornitológicos de la Bassa de l´Alfacada, 

Ni Cataluña afecta solo a los catalanes ni Madrid es reducto de los madrileños. Ambas comunidades son tierra de acogida y no existe espacio para un nacionalismo reduccionista. Ni España nos roba, ni Madrid está siendo atacada, ni Cataluña será mejor independiente y libre, porque esos términos no tienen realidad fuera de la política. De la mala política. No pueden, ni deben tenerla, además. Significaría desligarse de la solidaridad que está expresa en nuestra Constitución como un mandato ineludible, marcando el camino de la vocación de un futuro mejor conjunto, como un solo Estado, un solo país, una sola dirección.

 

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: Almeida, Cataluña, delegada del Gobierno, España nos roba, españoles, fora, hijos de puta, imposiciones, impuestos, independentismo, liberalismo, Madrid, María González Fernández, Partido Popular, política, PSOE

Dudas

19 abril, 2021 By amarias 1 comentario

La mayor parte de los políticos españoles actuales han adquirido la base de su formación universitaria -los que la tienen, claro- en las Facultades de Derecho, Económicas o Sociología. Se ha puesto de moda la expresión “tiene estudios de…”, para indicar pretenciosamente que se han pisado las aulas universitarios (o los patios) uno o dos años, insinuando que basta respirar el aire de los antes respetados recintos para conseguir marchamo científico.

El esplendor de la titulitis se magnifica para aquellos que completaron estudios con cursos trimestrales o semestrales e incluso cortas estancias en el extranjero,  especialmente si la estadía les ha proporcionado un título en inglés que adorna o embellece semánticamente su teórica capacidad para participar, con apariencia de credibilidad, en la postulación para tomar decisiones que afecten al resto de los ciudadanos.

Por supuesto, de nada serviría tener el mejor currículum académico en cualquiera de esas disciplinas, en el marco del teórico reparto de competencias institucionales -porque no me estoy refiriendo a la competencia para ascender en la escala privada, sino solo en la pública-, para acceder a algún puesto relevante de las administraciones públicas, si los futuros rectores de las polis no pertenecieran a un partido político que les aúpe.

Porque aunque algunos “independientes” serán elegidos por el dedo divino del jefe de filas de cualquier facción con opciones de llegar a mando en plaza, para reforzar la proyección mediática de la oferta electoral, en realidad, se trata de militantes “tapados” o vergonzosos.

Las últimas décadas y, en especial, la procelosa deriva implacable de la lucha partidaria hacia el folclore, han supuesto la incorporación a los primeros puestos de la dirección de los asuntos políticos a personas que se han distinguido en gestas que poco tienen que ver con la gestión administrativa y, aún menos, con el conocimiento de la realidad. La ciencia que les servirá para ejercer en su tarea pública parece que la adquirirán por contagio y, en todo caso, para los más bisoños, se puede creer que están preparándose para dar el salto a la privada, llevándose consigo la información y la experiencia adquirida equivocándose con lo que es de todos.

Cojo ejemplos, casi al azar, del juego que se nos hace con lo público. Tenemos a un venerable sociólogo con título emitido en francés y experiencia docente foránea, como ministro de las Universidades a las que desconoce; a un astronauta en paro cuya relación con tecnología no cósmica es nula, como ministro de investigación y ciencia; a un filólogo en la lengua catalana que se dedicó a escribir panfletos como aficionado al periodismo, elevado a paladín prófugo del separatismo; a un sociólogo de aspecto descuidado, empachado según muestra a cada rato por sus lecturas infantiles del izquierdismo, empeñado en resucitar de su sepulcro con siete sellos al marxismo-leninismo ( y que, por cierto, aumentó su currículum revolucionario como vicepresidente sedente del peor gobierno de España -por ahora-), y, en fin, ahí tenemos en los bancos azules, marrones y rosas, a esposas, maridos y amantes asiduos a páginas de la prensa del corazón, conviviendo felices junto a ladronzuelos de siglas respetables, o maestros de metafísica, amigos de las puertas giratorias y hasta gentes que pasaban por allí y gritaron “¡Soy de los vuestros!”.

Si es que el lector cree que estoy criticando o adjetivando solo lo que luce en el actual Gobierno, no son mejores las alternativas. Ahí van licenciados en derecho que nunca ejercieron la abogacía en otro foro que en mítines, titulados en ciencias de la información que han hechos sus mejores dientes llevando la agenda de tareas de sus jefes, abogados de Estado dimisionarios, politólogos que conocen de economía lo justo para abrir una cuenta corriente, negacionistas de todo cuanto se afirme desde enfrente, tipos suaves especialistas en hablar alto y duro, instigadores oficiales a la bulla, etc.

Claro que no todo es así, gracias a Dios, pero lo que hay es suficiente para que nos llevemos las manos a la cabeza.

Otras veces me he atrevido a comentar la singularidad española y hoy quiero volver por mis andadas. La generación de los que tienen entre, digamos, sesenta y setenta y cinco años en España, ha tenido pocas oportunidades de demostrar su valía con puestos de trabajo y actividades relevantes. Ganándoles en edad, sus mayores, muy longevos, han impedido -no solo con buenas artes- que llegasen a sitios desde los que pudieran desbancarles. Por abajo, los más jóvenes, sin la limitación del respeto a sus mayores, les han comido la tostada, apoyados por el fugaz conocimiento que dan las antes llamadas nuevas tecnologías (informática, telecomunicaciones, etc.); donde a los ancianos de la tribu nos obligaban a aprender latín, griego, geometría euclídea y filosofía, estos retoños de menos de cincuenta años -y muy especialmente los que tienen entre treinta y cuarenta primaveras- no saben de tir ni per, sino solo de que la huida hacia delante es la mejor solución para escapar de un mal presente.

Hablando el otro día con un amigo que buscaba ingenieros con currículum para no se qué real academia, y que se lamentaba de no encontrar perfiles relevantes que se acercaran a los de lo ancianos que ya ocupan sus sitiales, me vino a la cabeza, en la que vuelve a crecer el pelo (gracias a la quimio) que la “experiencia verdadera” (esa que, en lenguaje paladino, afirmaba que “cortando testículos se aprende a capar”) no figura en la trayectoria curricular enseñable.

No quiero presumir de mi propia sabiduría, pero se bastante de lo que no está en los libros. Y, por eso, tengo dudas allí donde los que más alardean de conocimiento les han cosido las certezas que venden en la feria.

Publicado en: Actualidad, Administraciones públcias, Política Etiquetado como: dudas, partidos, política, políticos

Frail democracies (Débiles democracias)

7 enero, 2021 By amarias Deja un comentario

Los gravísimos sucesos protagonizados por un grupo de miles de simpatizantes del derrotado presidente norteamericano Donald Trump, aún en funciones, tomando al asalto el edificio del Capitolio en Washington, donde los representantes de la nación deberían confirmar, de forma definitiva,  la  victoria del candidato demócrata, Joe Biden, no pueden ser considerados como un hecho aislado, anómalo, de la política norteamericana y, apurando el tiro, de la mundial.

Hay que incluir el hecho en su contexto: aquel que llevó a un individuo sin escrúpulos, con una trayectoria personal deplorable -en lo ético y en lo estético- a ocupar la presidencia del país más poderoso (aún) de la Tierra, con capacidad para decidir sobre el núcleo duro de la política internacional y posibilidad de control del más poderoso armamento mundial, además de actuar, impulsándolos o detrayéndolos, sobre sectores clave del bienestar de ese país (y de forma indirecta, sobre cientos de otros), como son la economía, los impuestos y los servicios sociales.

Es imprescindible ahora extraer de ese hecho y de la trayectoria que lo provocó, las enseñanzas, prevenciones y defensas frente a las amenazas que asedian la voluntad mayoritaria de democracia en Estados Unidos y en muchos países desarrollados y  comprometen, por tanto, la credibilidad de sus actuaciones de rechazo a las dictaduras. No se puede alardear de ejemplar si quienes están al cargo de sus instituciones no lo son.

El intento de golpe de Estado que pretendieron los seguidores del candidato derrotado, irrumpiendo con violencia y armas en la sede donde se concentra la esencia de la voluntad popular, fue visto, prácticamente en tiempo real, en cientos de millones de hogares. Ese intento de actuar contra las vías democráticas, tergiversando y adulterando los procesos reglados constitucionalmente, tiene un responsable. Resulta insólito, increíble, inimaginable, que sea el propio presidente de la Nación el instigador de tamaña irregularidad.

Parece necesario asimilar la dura verdad. La actuación claramente delictiva, intolerable, fue propiciada, desde meses antes, y de forma continuada, por el propio presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. No estuvo físicamente a la cabeza de los asaltantes del Congreso, pero sí fue su instigador. Expresó, una y mil veces, en múltiples alocuciones públicas y mensajes en las redes sociales, su argumentario terrorista: que “se le habían robado las elecciones irregularmente”, y que el “ganador era él”, en contra de las conclusiones de las comisiones electorales. Persistía Trump en esas declaraciones amenazantes, desestabilizadoras, sin doblegar su opinión, a despecho de certificaciones en los recuentos, de las decisiones judiciales y de la confirmación de la validez del resultado electoral, por el propio Tribunal Supremo. Es decir, consciente de actuar contra las previsiones constitucionales y legales.

¿Qué pretendían los asaltantes? ¿Podrían haber creído, por un solo instante, que amedrentando a los senadores con su presencia violenta, cambiarían el resultado de las elecciones y les obligarían a votar a favor de su candidato? ¿Eran votantes disgustados de Trump, o grupos de alborotadores organizados, a los que únicamente guiaba la destrucción del orden, causar daño, amedrentar a la ciudadanía pacífica, con la representación de una escena de terror, para que fueran registradas en la memoria colectiva, como un aviso?

No caigamos en esa trampa exculpatoria. Volvamos al núcleo. El sospechoso de ser culpable máximo de esa manifestación de violencia contra las instituciones democráticas es el actual presidente de los Estados Unidos, el perdedor en las elecciones, Donal Trump. Ante un hecho tan grave, su incriminación, de ser probada -aunque todos hemos sido testigos de su actuación llena de riesgos e incitaciones al comportamiento delictivo de la masa de sus votates, soliviantando a sus seguidores al calentar sus mentes con el fantasma del pucherazo electoral, mantenido a despecho de las comprobaciones y evidencias.

Me temo que, independientemente del desenlace, y de los daños (no menores: cinco fallecidos, decenas de policías heridos, del orden de un centenar de procesamientos por delitos de sedición, atentados a la autoridad, violación de espacio público reservado, desórdenes, al margen de la excepcional aplicación de la Ley marcial, de la decisión por parte del vicepresidente, desacreditando al presidente mismo, reclamando la actuación de la Guardia Nacional, etc.), el mayor daño a la democracia está hecho. El Presidente se ha convertido en el principal impulsor de las huestes que atentaban contra la democracia.

Estados Unidos ha dejado de ser ejemplo de nación en donde las libertades, el respeto a la ley y a las instituciones, formaba parte de la idiosincrasia nacional. En realidad, teníamos elementos para sospechar que era un espejismo o una verdad con importantes grietas:  violaciones de derechos en distintos puntos del país, la marginación por el color de la piel, la ausencia de protección a los débiles, el menosprecio o uso utilitario, de los gobiernos de otros Estados, progresión armamentística y debilidad de la asistencia social pública, etc. -. Estábamos cerrando los ojos para ver solo lo que nos apetecía ver de lo mucho que ofrecía un país, en muchos otros sentidos, admirable.

La situación de asalto a la democracia que estamos viviendo en España es parte del mismo mal que asola Estados Unidos y se difunde, como una peste, por todo el mundo. Dictaduras que se califican a sí mismo de democracias, elecciones trucadas, representantes de facciones que secuestran la voluntad de las mayorías. Aquí y allá vemos ejemplos sangrantes de secuestros de la democracia, abusos de poder, palabrería adormecedora por parte de quienes están en los gobiernos, para aplastar, asustar o engatusar a los que no pensaban como ellos.

Tenemos en nuestro país razón para preocuparnos, si aún no lo habíamos hecho. Cuando desde la cúpula del gobierno se alimenta la insurrección, se está atentando contra la esencia de la democracia y las consecuencias de esa vil actuación son imprevisibles. Podríamos tratar de encontrar diferencias, tranquilizar los ánimos expresando que eso no está pasando aquí y no puede pasar aquí. A mí me resulta muy difícil sumergirme en esa abstracción, y confirmo los motivos de preocupación cuando escucho algunas declaraciones de ministros del actual gobierno de España.

 

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: asalto, Biden, Capitolio, delito, democracia, españa, gobierno, Iglesias, política, Sánchez, Trump

Quiero saber tu opinión (Poema con estrambote)

29 noviembre, 2020 By amarias Deja un comentario

53

Quisiera saber tu opinión
pero no te precipites.
Estos son los datos:
aficionado a llevar
la contraria; propenso
a encontrar agujeros
en las normas,
empeñado hasta el tuétano
en aventuras malditas:

Tengo firmes, aunque escasos
principios
y un final previsible.

Cuando vuelva de mi paseo
por las contradicciones
que dan sentido a mi vida,
te preguntaré si prefieres
para cenar
huevo frito o tortilla,
y seguiremos
esta conversación.

(9 de febrero de 2017, Amar si tener gozo, @angelmanuelarias)


He puesto un poema (escrito hace más de tres años. aunque mi creación poética creo que tiene un hilo argumental subterráneo, con altibajos, como toda existencia) antes que un comentario sobre política. El comentario es actual, de hoy mismo.

Lo que hay que ganar

Obviamente, somos muchos los españoles a los que preocupa la actual situación económica y política. Lo que me está empezando a alarmar es que se ha hecho más difícil encontrar contraste de opiniones entre ciudadanos, que no sean contertulios de pago en los medios o políticos entrenados a diferenciar sus posturas.

Escasean (por decirlo en positivo) opiniones de empresarios, de filósofos, de sociólogos, de ingenieros, abogados… No se por qué los sindicatos, los colegios profesionales, las asociaciones y clubs de debate están en silencio o no encuentran plataforma de expresión. Por supuesto, la gente normal andan seducida por el fútbol, el demonio del virus, la ignorancia de lo que se avecina o la comprensión de lo que ya tiene en casa.

En consecuencia de la ausencia de debate la sociedad se ha ido polarizando y eso es terrible para la democracia. No hay mas alternativa que lanzarse por el borde del precipicio por el que avanzan o se devanean los otros. Avanzamos hacia un sectarismo adocenado.

No creo que sea un efecto colateral de la Covid, sino una añagaza de mala digestión. Para ese riesgo de recuperar la cooperación, el impulso que produce la discrepancia sana, el cuidado del orden constitucional, de la ley y de los pactos, la coherencia del desarrollo industrial y de servicio, no tenemos vacuna. Tardaremos mucho más en salir a flote, aunque no dudo que la fuerza vital acabará imperándose sobre destrozos, porque las sociedades crecen desde la calma y se hunden en la vana discusión de principios. Se avanza desde el diálogo, la comprensión de los argumentos de contrario, la búsqueda de un punto de equilibrio, la paz social, la cooperación entre todos los agentes sociales, desde el valor de sus justificadas discrepancias, puestas en activo desde la estrategia de colaboración, no con la guadaña del exterminio.

La solidez de la coalición de gobierno parece resistir a prueba de cualquier propuesta de cooperación con los partidos que están fuera del mismo, animados sus miembros por el deseo de mantenerse durante la legislatura. Los propósitos -confesados o latentes- de los cabecillas de la sólida trama, son: a) apoyar sin reservas la independencia separatista de Cataluña y el País Vasco, favoreciendo la vocación republicana de sus hipotéticas mayorías y pasando por alto la corrupción pujolista, los delitos por sedición y desacato y la ruptura social y b) debilitar la Monarquía, poniendo el énfasis en las actuaciones oscuras del rey de antes, despreciando su mérito como baluarte de la actual democracia y ninguneando el papel mediador, como garante de la unidad del Estado, del rey de ahora, Felipe VI, al que vinculan a un régimen trasnochado, de origen fascista y espurio.

Hay movimientos interesantes, sin embargo. No me refiero a las inoportunas, perturbadoras y fuera de lugar de militares retirados que ofrecen sables y experiencias para sostener la monarquía y la Constitución. Las Constituciones pueden, y deben cambiarse, pero siempre democráticamente.

Las voces discrepantes, que llaman mi atención vienen desde las entrañas del PSOE. No provienen de sus ministros en el gobierno de coalición -desorientados, anodinos o enfrascados en sacar algo de lustre a sus carteras, obviando el abordaje de los parámetros fundamentales-. Han aparecido disidencias claras entre antiguos dirigentes -tan relevantes como Felipe González- y voces serenas de la Administración autonómica -tan significativas como presidentes regionales-, que permiten sospechar que se está fraguando una escisión. No se a dónde puede llegar, ni si será pronto.

Pero por ahí veo un camino excelente, viable, sereno, legítimo, para romper la uniformidad monótona de la actual legislatura. Si parte de los diputados del PSOE se deciden a abandonar la disciplina del partido y si constituyeran un grupo independiente, recuperando el socialismo constitucional y socialdemócrata, habría una luz en el panorama.

Lo que no tiene remedio inmediato, parece, es la reconstrucción del centro y, no digamos, la reconducción de las posiciones de derecha. Cuando oigo las tonterías dogmáticas, los desencuentros inconcebibles, las resistencias en trasnochados principios y nostalgias sin rumbo, de algunos de sus portavoces, tengo que cerrar mi atención y preguntarme: ¿dónde está el centro? ¿qué ha pasado con la socialdemocracia? ¿a dónde nos quieren conducir estos populistas con vocación revolucionaria de inspiración estalinista? ¿No se dan cuenta de que la Unión Europea ha pasado a vernos como una nación apestada, y hemos perdido nuestra credibilidad?

Demasiadas preguntas, supongo. Huevo o tortilla, pues.

Publicado en: Actualidad, Poesía, Política Etiquetado como: angel manuel arias, coalición, gobierno, poesía, política, PSOE

Una religión sin dogmas

26 octubre, 2020 By amarias Deja un comentario

Debo ser uno de los pocos no creyentes -aunque me apresuro a escribir que respetuoso con la fe de otros- que se ha leído completa la última Encíclica del Papa Francisco, Fratelli Tutti, que se ha dado a la publicidad el 3 de octubre de 2020, en Asís, la víspera de la Fiesta del “Poverello”, el santo nacido en esa localidad italiana del que Jorge Mario Bergoglio ha tomado el nombre y la especial advocación.

La carta solemne del director de los católicos, sumo pontífice de los adeptos a esa religión, me ha sorprendido por su formato y, desde luego, por su contenido. Aún con mayor énfasis que la anterior (Laudatio si), se me asemeja mucho a un buen trabajo de fin de curso, una excelente tesina, con sus referencias bibliográficas perfectamente indicadas, en número de 288, párrafos epigrafiados y capítulos con sugerentes títulos.

No pretendo, en absoluto, minimizar ni ridiculizar el escrito del Papa Francisco. Es, en mi opinión, un excelente repaso a los problemas que tiene pendientes la comunidad internacional, como consecuencia de los diferentes tipos de egoísmo que debilitan, emponzoñan o destruyen la actividad humana, desde el nivel individual al colectivo de mayor ámbito, es decir, la Humanidad.

El móvil del amor, entendido como fundamento de la ética universal, es revisado desde distintos ángulos. La parábola del Nuevo Testamento, en la que un judío que ha sufrido el asalto y apaleamiento de unos bandidos, yace malherido en un camino por el que pasan, sin hacerle caso, un sacerdote y un levita, en tanto que un samaritano lo atiende, cura y lleva a una posada, dando  instrucciones y dinero al posadero para que lo cuide hasta su vuelta, le permite extraer una sencilla filosofía sobre la verdadera caridad- El “trasfondo de un desafío de siglos”, las relaciones “entre nosotros”, que Francisco precisa que no son ni los creyentes ni los que tienen en común una raza, una cultura o una religión, sino todos los seres humanos.

Ese repaso, sistemático, a las diferentes categorías de “otros”, permite a Francisco referirse a los marginados económicamente, a los migrantes, a las organizaciones internacionales, a los nacionalismos y populismos. Nada que un agnóstico, abierto al concepto de ciudadanía y solidaridad universal no pueda compartir y desear, como un objetivo permanente incumplido. El lenguaje papal es moderado, expresiones como “el mercado no lo resuelve todo” no sorprenden ni al más feroz de los neoliberales. Referencias al cuidado del medio ambiente y al desarrollo de los países como necesidades conjuntas, o a la obligación de subordinar la economía a  la política (y no al revés) encuentran acomodo  sin problemas en intelectos de derecha como de izquierdas.

No hará daño a nadie, al contrario, leerse la Encíclica del Papa Francisco. Está muy bien escrita, perfectamente documentada, generosamente neutral en cuanto al tratamiento de la idea de Dios. Un personaje necesario, omnipresente,  esgrimido por el Pontífice como referente de autoridad, pero desprovisto de toda connotación de Ser exigente y punitivo, sino con la imagen plácida y próxima de Jesús, un ser humano que ordena hacer el bien y amar a todo el mundo, como nos vienen repitiendo desde Aristóteles a Kant y defendería cualquiera al que no obnubilara la visión de su bienestar, si lo entiende como un premio a su trabajo y condición, y no como una obligación para compartir y ayudar a los que no tienen bastante para vivir ni perspectivas de mejorar porque se lo impide la insolidaridad de los demás y su situación marginal.

No conozco las razones (si es que existieron algunas, aparte de su personal ambición por generar hechos noticiables) por las que el Presidente de Gobierno español Pedro Sánchez, su esposa y otros miembros de su cohorte han ido al Vaticano este pasado fin de semana. Pero sí puedo decir que, si se toma la molestia -entre una y otra de sus homilías dominicales- de leer uno de los ejemplares de Fratelli Tutti que, según cuentan, le regaló el Papa Francisco, le vendrá bien. Puede citar cualquier párrafo de la misma sin temor a generar crítica alguna, salvo en los impertinentes que a todo quieren sacar punta.

Lo que no encontrará es referencias al dogma cristiano. Y esa enseñanza, dejar el dogma de lado para concentrarse en abordar con eficiencia los problemas humanos, en este momento duro por el que atravesamos, en que el escenario se nos ha llenado de dogmáticos de pacotilla, supongo le vendrá muy bien. A él, a sus colegas de gobierno de coalición y a la oposición. Desde la extrema derecha a la extrema izquierda, todos pueden asumir sin desdoro que o vamos todos juntos a la solución, o nos hundimos sin remedio.

 

Publicado en: Actualidad, Política, Religión Etiquetado como: Bergoglio, Francisco, Fratelli tutti, neoliberalismo, política, San Francisco, Sánchez

¿A las puertas del infierno?

22 octubre, 2020 By amarias 8 comentarios

El Ministro Illa, responsable de la cartera de Sanidad en el todavía Reino de España, acaba de anunciar -en una corta entrevista radiofónica en Onda Cero, a las nueve de la mañana del 22 de octubre de 2020- que estamos a “las puertas del invierno” y que, según los expertos que le asesoran (propios y de ajenos), serán necesarios por lo menos seis meses, para que alguna de las vacunas que se investigan contra el coronavirus, superados los controles que demuestren su carácter eficaz y, al mismo tiempo, inofensivo, pueda ser distribuida entre la población en número suficiente.

Muy optimistas me parecen, dentro de su dramático contexto, esas previsiones, cuando no tenemos, ni de lejos, controlado el avance del virus estamos asistiendo a la imposición de confinamientos cada vez más severos. Y me parecen terriblemente precursoras de una crisis económica aún más profunda, de la que no van a salvarnos unos miles de millones de euros europeos, cuyo destino aún desconocemos y cuyo coste real ignoramos.

Me resulta fácil hacer el juego de palabras con las palabras de Illa y poner de manifiesto que nos esperan períodos aún más difíciles de lo previsto. Con más de un millón de personas ya contagiadas en España (un 2% de la población total) y en el grupo de cabeza de afectados, junto a países que nos superan ampliamente en población, seguimos preguntándonos, en realidad, porqué hemos sido distinguidos por la pandemia.

Nuestros sabios y políticos (desde a Luis Enjuanes a Margarita Del Val y desde Pedro Sánchez a Alberto Núñez Feijoo) ponen el énfasis en que parte de la población no respeta distancias, organiza fiestas multitudinarias sin llevar mascarilla y tenemos muchas más unidades familiares que agrupan a jóvenes y ancianos que el resto de países europeos, como consecuencia del alto paro juvenil y del carácter salvador de las pensiones a las maltrechas economías, que hace de aglutinador de entidades familiares con más miembros que la media europea.

No quiero que se me juzgue de conspiranoico ni escéptico integral, pero mis escasos conocimientos de sociología comparada me sugieren que deben existir más factores que nos empujan a los españoles al lado feo de la pandemia. La sobrecarga de la asistencia primaria (afición desmedida a visitar el centro de salud por ancianos) y de los servicios de urgencias (por catarros, luxaciones, otitis, fiebres infantiles y heridas superficiales), la escasez de facultativos de calidad por cada mil habitantes (no pocos de los mejores se han ido a los países ricos y ya no podemos convencerles de que vuelvan) han de contar entre los factores, supongo. (1)

Pero ni siquiera esa enumeración, bastante obvia de factores de culpabilidad no individuales, me satisface la inquietud por saber qué nos está pasando.

Y como no tengo perro que me ladre ni lazo que me sujete, echo a volar mi imaginación y atribuyo como causa principal de nuestra desgracia colectiva, esa que nos está sumiendo en la peor crisis económica y social desde la postguerra civil, el que somos un país desorganizado, desestructurado, inconsistente, falto de liderazgo y ayuno de ilusión colectiva.

Esto en estos momentos siguiendo (con una atención disminuida, desde luego) el Debate de la moción de censura de Vox. Oigo, sobre todo, insultos, descalificaciones, improperios. Falsedades. Distribuidas entre los intervinientes de todos los grupos, más concentrados, sí, en unos portavoces que en otros, aunque me parece detectar que, más que corresponder a un programa ideológico, a una coherencia, descansan en las habilidades dialécticas y en la capacidad para improvisar insultos.

Estamos a las puertas del infierno. Estoy mirando una reproducción del maravilloso complejo escultórico de August Rodin con ese nombre. Una obra inacabada, aunque nadie lo diría observando su fuerza. Una amalgama de cuerpos que se precipitan al vacío, arrojadas desde el Paraíso.

Me apetecería que los políticos a los que hemos tenido que votar para que nos guiasen a un mundo mejor, nos ofrecieran soluciones constructivas, hicieran desaparecer la crispación, impulsaran la creatividad y la formación de empleo, cumplieran con los propósitos de aumentar los esfuerzos en investigación y formación. Todos, en sus programas, defienden aparentemente lo mismo, aunque, por la experiencia ya amplia de su comportamiento, sabemos que muchos de ellos, desgraciadamente, solo pretendían su bienestar personal.

Me resisto a pensar que estemos a las puertas del Infierno. No podemos, no debemos estarlo. Que este Invierno nos saque a todos a una primavera radiante, solidaria, prometedora de una España seria, pujante, respetada internacionalmente, sin extremismos ni experimentos secesionistas ni comunistoides, más propios de paranoicos sociales que de experimentados e instruidos hombres y mujeres que, independientemente de sus profesiones y trabajos, de su formación y base ideológico, quieren avanzar unidos.

Me esperan a mi, personalmente, varios meses de duro tratamiento oncológico. Ignoro si podré superarlo, pero me aplicaré, con buen ánimo, a salir a flote de mi particular invierno. Espero encontrar, a la salida de este proceso, una España mejor, más unida, valorada internacionalmente, libre de todos los virus que ahora nos afectan y emponzoñan.


(1) Hago una precisión a posteriori, a las nueve del día 22.10.2020. Tenemos en España buenos facultativos, con una dedicación vocacional que, en especial en las dotaciones de la Sanidad Pública, se puede calificar de sacrificada hasta más allá de lo deseable, ya no solo por ellos mismos, sino por la atención que se ven obligados a proporcionar a los pacientes. Faltan profesionales, no andamos sobrados de medios ni los actualizamos en la medida deseable y, desde luego, necesitamos elevar sus salarios. No podemos sostener una Sanidad a base de sacrificios personales, presumir de su alta capacitación sin realizar suficiente investigación y sin darles tiempo y oportunidad para la continua formación que demanda el continuo incremento de la tecnología sanitaria. Creo que, dentro de las prioridades, aumentar los honorarios, eliminar su precariedad laboral y reducir su jornada de trabajo es imprescindible. Estamos invitando a médicos, enfermeras y ayudantes de enfermería a que, una vez que adquieran experiencia en la Sanidad Pública, se vayan a la empresa privada, emigren o disminuyan su dedicación y empatía con el paciente tratando de aplacar su malestar.

 

 

 

Publicado en: Actualidad, Personal, Política Etiquetado como: Abascal, Casado, coronavirus, crisis, españa, Iglesias, Illa, infierno, invierno, moción de censura, política, Sánchez, Vox

Clases de economía para políticos

13 septiembre, 2020 By amarias 2 comentarios

Hace unos días, mientras yo trataba de recuperar mis ánimos del duro golpe que supone enterarse de que su tumor ha mutado y ha decidido afincarse en el torrente linfático, un amigo me aconsejó que dedicase mis elucubraciones en este blog a resaltar los asuntos divertidos o cómicos de la vida política.

No pretendo convertir estas líneas en un remedo de aquella divertida secuencia de marionetas críticas con políticos que, en la versión original inglesa se llamó Spitting Images. Me lo impiden limitaciones de espacio, medio y capacidad, pero aunque no soy aficionado a tomar a broma las cosas serias, reconozco que andamos necesitados colectivamente de desdramatización de los contextos.

La falta o la apariencia de ausencia de formación económica en la mayoría de nuestros políticos es uno de los despropósitos de la vida pública para tratar de encontrar gracias en lo que tanto nos afecta. No se lo que han estudiado en sus respectivos caminos curriculares hasta encontrar un sitio preferente en la influencia sobre nuestras vidas, aunque sí puedo afirmarse, como en el cuento del gallego, que será cierto que han estudiado economía, pero lo que han estudiado es poco y lo poco que han estudiado no sirve, porque no se lo saben.

Vamos a ver: ¿Es tan complicado reconocer que la economía tiene una estructura entretejida muy sólida, que es imposible romperla con medidas aisladas y que cualquier presión sobre uno de los agentes de mayor entidad se traduce en descalabros y pérdidas de actividad y empleo?

Pues debe parecérselo a los ministros de este Gobierno, que, empezando por su vicepresidente segundo -por nombre Pablo Iglesias Turrión- está convencido de que las cantidades que prestará a España el Fondo Económico Europeo serán en parte a “fondo perdido” y el resto, servirán para cumplir las previsiones expansionistas del pacto de gobierno PSOE-Podemos. Cualquiera que haya tenido el menor contacto con la vida empresarial ha de saber que los créditos han de ser devueltos y esa situación genera la servidumbre de encontrar la forma eficiente de rentabilizarlos, generando actividad que, además de mantener el negocio propio, genere excedentes para restituir el préstamo y sus intereses.

No parece, con ser singular el pensamiento de Iglesias desde el punto de vista económico ortodoxo, que su peculiar concepción no tenga respaldos en el Gobierno. Puede suponerse, con razón, que sus colegas en el retrocomunismo coincida con estas ideas: gastar como si los dineros no tuvieran que ser devueltos, conceder dádivas como su el Estado español tuviera en su mano la manivela de generar billetes, ahuyentar al empresariado extranjero con incrementos fiscales y amenazas de movilizaciones sociales y, como colofón, pretender demostrar que este país tiene un concepto ético especial, que le lleva a hostigar hasta obligarlo a salir del país al Rey de antes -magnífico valedor de la transición democrática y con merecida popularidad internacional, que se ha rentabilizado en provecho de todos-, pero no tiene problemas en generar tantos ministerios, cargos públicos y prebendas particulares como sea necesario para premiar la fidelidad de los cabecillas, sean o no sean matrimonio o pareja de conveniencia.

Podemos pensar que el mal del desprecio a los principios económicos que rigen en el resto del mundo sea específico de la facción más para-comunista del Gobierno. Pero no es así. Los afanes de liberar las amarras de la economía en una situación de pandemia y crisis grave en todos los sectores productivos, no impiden que se siga defendiendo un Presupuesto de Estado expansionista también por el resto de los infinitos ministerios con los que el afán de permanecer en su puesto de comando ha admitido Pedro Sánchez.

Basta de bromas. Necesitamos un liderazgo económico y social firme en convicciones. Esto supone, desde luego, que dejemos de disparar a lo que nos sostiene, y de disfrutar quitando los puntales al edificio económico. No podemos dejar la esperanza de reactivación económica en manos de la judicatura, persiguiendo hipotéticas o reales corruptelas que, en contexto más amplio, son temas de chicha y nabo. Que los “grandes empresarios” reconozcan que para conseguir contratos -internacionales o no- ha sido y es necesario untar algo los engranajes. Que admitan los representantes sociales que no saben cómo manejar la economía y solo se rigen por la improvisación y la fuerza de la inercia. Que los equipos de docencia, investigación (técnica o social) expliquen con claridad nuestra situación en el contexto mundial. No tiene interés alguno ser campeones de la Champion League si somos los peores en productividad, los últimos en la gestión de la pandemia.

Si no se han reído, queridos lectores, es que han perdido el sentido del humor.

—

Esta hermosa mariposa, en su aparente modestia, es un macho de la pararge agera, la mariposa de los muros, también llamada maculada (por los ocelos de sus alas). Los machos de esta especie, según los estudios de campo realizados por los entomólogos, tienen un comportamiento sexual diferenciado, según sean territoriales o deambulantes. Los primeros, defienden su zona de apareamiento -un espacio soleado y con flores abundantes- de los rivales y, por ello, son los preferidos por las hembras que valoran su fortaleza frente a los que andan a la deriva, buscando hembras a la que salta.

La naturaleza enseña, vaya si enseña.

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: corrupción, economía, empresarios, Iglesias, mariposa maculada, política, Sánchez

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