Termina junio en Gaigé con manifestaciones en las principales ciudades. No han tenido mucho éxito en sus convocatorias, pero son significativas del ambiente que se respira en ciertos sectores, donde militan o se agrupan simpatizantes de la coalición de Gobierno.
Por una parte, se protesta contra la cumbre de la OTAN que tendrá lugar en Madrid los días 29 y 30 de junio. Los manifestantes, alentados por varios ministros del Gobierno aunque hayan desistido de acudir personalmente a la algarabía, exigen la disolución de la Organización, el final de la guerra en Ucrania, la reducción aún más drástica del presupuesto militar y la devolución de los terrenos ocupados por las Bases Militares norteamericanas. Espero no olvidarme nada de su ideario antibelicista.
La moderna doctrina subyacente para estos pacifistas es, en fin, que la OTAN y la ambición norteamericana por mantener su hegemonía mundial (ya muy debilitada) son las principales causantes del ataque de la Rusia de Putin a Ucrania. Una guerra defensiva, pues.
La reunión de los presidentes del G7, que tiene lugar en Alemania este domingo, por su parte, bebiendo de aires muy diferentes, ha servido para reforzar el apoyo incondicional a Ucrania y para exponer solidaridad conjunta ante la crisis energética y alimentaria, que está comiendo aceleradamente los pies del estado de bienestar.
La difusión de algunos comentarios de los líderes occidentales ridiculizando a Putin no servirá, seguramente, para estrechar lazos con el protagonista y causante del mayor problema actual contra nuestra seguridad. La cumbre de la OTAN madrileña pondrá a prueba los sistemas de seguridad de Gaigé. Cruzamos los dedos para que todo suceda, no solamente con un final que permita presentar algún acuerdo relevante sino sino, y sobre todo, sin incidencias notables.
La segunda ola de manifestaciones que ha tenido lugar en Gaigé encuentra su fundamento en un terrible suceso que violentó nuestra sensibilidad: un intento de casi dos mil subsaharianos (fundamentalmente procedentes de Chad y Sudán) para superar la valla que separa Marruecos de Melilla.
La violenta actuación de la policía de Marruecos, que utilizó incluso -según puede sospecharse al observar los vídeos difundidos en las redes- disparos reales, junto a gases lacrimógenos y piedras para impedir el asalto, provocó, al menos, 23 muertos por asfixia, golpes y heridas de bala. Las imágenes difundidas pueden interpretarse en parte como que la presión policial forzó a los subsaharianos a amontonarse contra la valla.
La inexplicable actuación marroquí está motivada, según se indica por analistas del complejo tema del Magreb, como exhibición de la buena relación actual entre los gobiernos vecinos. Sánchez ha elogiado el empeño marroquí de controlar el intento de los migrantes, tildándolo de ejemplar, cuando no conocía que había causado tanta mortandad . Pero no supo desdecirse al saber que la morgue de Nador estaba saturada con los cuerpos de jóvenes fallecidos en la batalla desigual, ni al contemplar las imágenes de centenares de jóvenes hacinados en el suelo controlado por la policía.
Tanto despliegue de fuerza y causas de dolor no han impedido que casi 150 chadianos y sudaneses hayan penetrado en tierras españolas y estén ahora confinados en el Centro de Estancia Temporal de Emigrantes, donde una veintena de abogados ofrecen sus servicios para conseguir que, dadas sus circunstancias personales y la situación en sus países de origen, puedan alcanzar el estatus de refugiados.
Es imposible, al comentar este suceso, no poner énfasis en el escaso apoyo que se presta al desarrollo a los países del Sahel, suministradores principales de esos contingentes de jóvenes que huyen de sus países, buscando del Dorado europeo, a costa del riesgo de perder sus vidas.
El calor ambiental ha remitido en casi todo Gaigé, que trata de curar las heridas de los últimos incendios. Particularmente graves han sido los destrozos causados por el fuego en la sierra de la Culebra, en Zamora. La hermosa zona, atractivo turístico importante, ha quedado irremediablemente afectada y el gobierno de Mañueco ha tenido que explicar su actuación ante las llamas. Faltan medios, profesionales , adecuado cuidado del monte y de las zonas sensibles y mejora de la sensibilidad ciudadana para evitar (o causar) actuaciones que favorezcan la aparición de terrible antinomio fuego-bosque.
No faltan graves problemas en Gaigé, siendo el del aumento sin control de la inflación el más preocupante. El llamado tope al precio del gas autorizado por Bruselas se descubre como un parche insuficiente para detener la escalada del precio de la energía. Gaigé muestra la debilidad de su proyecto energético, pues, en cuanto a la producción de electricidad, la energía solar (afectada por la calima) y la eólica (en momentos de parálisis de los vientos) resultan escasos para cubrir las necesidades, privadas y empresariales.
La demanda del parque móvil -tanto para el automóvil eléctrico como para los que se mueven con combustible convencional- no cesa de crecer y los precios están disparados. Para lo eléctrico, se ha tenido que recurrir a las centrales de ciclo combinado y a la denostada nuclear; para la gasolina y el gas oil (el petróleo) se seguirá subvencionando el consumo con 20 céntimos/litro, rápidamente absorbidos por el mercado desbocado.
No estamos solos en el toque al tambor del pánico: Alemania revisa el abandono nuclear y planea reabrir las minas de carbón. La transición energética europea, amparada en aquel mensaje de ser modelo para el mundo, deberá revisarse desde e, pragmatismo.