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Mi Diccionario desvergonzado: tarjeta, referencias, revisión, picor, fiasco, recreo, uva, pestaña

9 septiembre, 2014 By amarias Deja un comentario

Picor. 1. También llamado picazón, sensación desagradable, producida por la picadura de las hembras de ciertos insectos que, por capricho de la naturaleza, encuentran en la sangre de los mamíferos las proteínas que necesitan para formar sus huevos, y que, desencadena en los humanos el deseo de martirizar la parte del cuerpo afectada, en la vana búsqueda de un alivio pasajero. 2.  Alteración de la conciencia, sin justificación aparente, que lleva a los varones de cierta edad a rascarse en público frecuentemente los testículos.

Pestaña. 1. Conjunto de hilos de plástico que muchas mujeres se incrustan en el borde de los párpados, para llamar la atención sobre otras partes de su cuerpo. 2. Pelo corto, perteneciente a cualquier zona del cuerpo del cocinero que ha preparado el caldo que se nos ha servido. 3. Parte aguda y delgada que sobresale de una cosa, y  que provoca cortaduras sangrantes en quien la manipula sin haberla detectado previamente.

Título. 1. Papel oficial al que se concede un gran valor antes de su obtención, ya que acredita oficialmente haber adquirido una cierta formación y capacidad laboral que, cuando se pretende ponerlos de manifiesto por primea vez, con la intención de ejercerlos, se muestra sin valor si no va acompañado de una recomendación efectiva; posteriormente, se cae en la cuenta de que carece de valor venal, por lo que se extravía. 2. Invención, muy del gusto de profesionales de la política que no han terminado sus estudios universitarios y que es imposible desenmascar ya que no se necesitan conocimientos especiales para ocupar un cargo público. 3. En el mercado de valores, papel que acredita la participación en el capital de una empresa de las llamadas cotizadas, que su propietario no ha visto jamás, y por el que ha pagado cantidades superiores a lo razonable, que es retenido por una entidad bancaria, sirviendo a ésta de justificación para cobrar sistemáticamente cantidades importantes por un concepto abstracto llamado custodia.

Referencias. 1. Escrito estándar por el que el responsable de haber despedido a un trabajador indica que es cumplidor del horario y ha realizado a satisfacción lo que se le ha encomendado, sin mayores precisiones. 2. Larga relación de obras y contratos, en los que pretende haber intervenido de alguna manera, utilizada en los concursos públicos por los contratistas como prueba de su experiencia, aunque el objetivo oculto es poner de manifiesto que el precio a la baja que han ofrecido para hacerse con el trabajo objeto de licitación, deberá ser revisado si resultasen adjudicatarios.

Revisión. 1. Petición que realiza el alumno que ha sido suspendido, para que se le conceda la oportunidad de llorar ante el calificador, aportando, de paso, razones extraescolares con las que confía ser aprobado injustamente. 2. Comparecencia ante el médico que está tratando a un paciente, en la esperanza de que el tratamiento que le ha impuesto obtenga el efecto que se deriva de su experiencia y del vademécum en el que se ha apoyado. 3. Fórmula que los vendedores de automóviles han ideado para cobrar un plus a sus clientes, cambiando el filtro de aire y el aceite, adornando la operación con el coste de algunas piezas de ubicación misteriosa y varias horas presuntas de un mecánico.

Activar. 1. Procedimiento adoptado siguiendo instrucciones bajadas de internet por el que se confía la puesta en funcionamiento de un programa informático pirateado. 2. Movilización de los ánimos de personal desencantado, prometiéndoles una gratificación que podrá o no entregarse a posteriori. 3. Cualquier actuación de quien dirige un emprendimiento que atraviesa por serias dificultades, en la esperanza de que le permita sostener el negocio mientras retira parte de los equipos de los que confía poder obtener algún dinero antes de la quiebra.

Error. 1. Apreciación, que puede estar efectivamente equivocada de aquello que, para cualquiera que no esté sometido a presión, tendría otra valoración, posiblemente también equivocada. 2. Fastidiosa indicación de un programa informático que no admite la operación que estamos realizando en él y que, en buena parte de las ocasiones, solo puede resolverse apagando y volviendo a encender el equipo. 3. Espacio en el que se desarrolla la mayor parte de la actividad humana de quienes confían ciegamente en sus conocimientos y experiencia.

Uva. 1. Fruto de la vid, que, exprimido, sirve para confeccionar una bebida refrescante llamada sangría, cuyo componente principal es un sucedáneo del zumo de naranja, al que se añade canela y ginebra para darle cuerpo. 2. Cuando es mala, designación expresiva del carácter que se confiere aquella persona que no aparece en disposición de admitir lo que se le indica, cuando la considera emitida por quien ocupa una posición subordinada. 3. Cada uno de los doce integrantes de un procedimiento de enajenación colectiva, por el que se pretende que, si se ingieren al ritmo de las campanadas de un reloj determinado a media noche del día de San Silvestre, se conseguirá alcanzar la felicidad, engaño que, aunque queda desenmascarado regularmente y de forma prácticamente inmediata, se renueva todos los años.

Fiasco. Resultado inevitable por quien espera que se le otorgue algo a lo que se cree con derecho, cuando se topa con la dura realidad que manejan otros.

Celebración. 1. Festejo por el que se manifiesta la satisfacción por haber conseguido algo que, en circunstancias normales y de no mediar algún propósito que no controlan la mayoría de los asistentes, no se hubiera producido. 2. Cumpleaños que no ha podido ocultarse a la familia o compañeros de oficina, y que obliga al que lo padece a invitar a su costa.

Tarjeta. 1. Plástico rectangular, que lleva incorporado un holograma, que da acceso restringido a los ahorros propios depositados en una entidad bancaria, y que es retenida por ésta si se falla por tres veces en recordar la clave de cuatro dígitos que corresponde a la fecha de nacimiento de un pariente. 2. Uno cualquiera de los plásticos de colorines, desprovistos de holograma, y sin ninguna utilidad práctica para quien lo presenta, que se guardan por decenas en la cartera que todo el mundo lleva consigo, y que permiten a los comercios tener el control sobre el perfil de consumo de su titular. 3. Papel en el que se tiene escrito el nombre y la dirección propios, y que, si no va acompañado del nombre de una empresa, pone de manifiesto que su titular se encuentra en situación de jubilado o parado de larga duración, lo que es causa de menosprecio social.

Recreo. 1. Descanso entre dos actividades lectivas, que los bachilleres aprovechan con demasiada frecuencia para fumarse unos porros en el exterior del recinto escolar, y que antes se dejaba transcurrir en el patio del mismo, jugando a la comba o a los banzones. 2. Lugar y tiempo de disipación de energías, que puede ser tomado como diversión si se consigue hacer abstracción de lo mucho que hay que lamentar.

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Cuento de otoño: El niño que hacía Conjeturas

2 octubre, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Lo llamaré Juanelo Conjeturas, aunque ese no es su verdadero nombre. Pero así lo conoce hoy todo el mundo, por lo que luego se verá, por lo que no es posible preservar su identidad.

Cuando sus padres descubrieron la afición de su hijo a fabricar conjeturas, se alarmaron, lógicamente.

-¿Por qué no haces como los demás niños, y preguntas sobre lo que no sabes? -le decían, una y otra vez.

Pero Juanelo, seguía, erre que erre, fabricando conjeturas, que incorporaba, no ya al campo de su imaginación, sino que manifestaba, sin rubor, a la menor ocasión, y tanto en casa, como en la escuela, como en la calle. Lo que, según con quién, provocaba admiración o cachondeo.

El profesor de Hechos Imprescindibles de la Historia, era uno de los que más sufrían con la persistencia de Ricarduelo a dejarse llevar por las hipótesis que surgían de su calenturienta falta de cultura, que dejaba crecer en el lugar en donde debía haber hincado los codos.

-¿Cómo es posible que tengas la desfachatez de decir que Colón no pudo descubrir América porque tenía que haberse perdido en el mar de los Sargazos? ¿Y qué tiene que ver que estés convencido de que Américo Vespucio haya podido ser un contrabandista? -le reprochaba el maestro, dándole en la cocorota con una palmeta.

-Se me ha ocurrido, porque Colón, antes de ponerse a descubrir lo que no se conocía y estaba lejos, tenía que haberse dedicado a conocer lo que tenía al alcance de las narices. Y en cuanto a lo de Vespucio, es que no tengo ni idea de quién es, y por eso le he imaginado una profesión, según lo que deduzco de su nombre -contestaba Ricarduelo, encogiéndose de hombros.

-Y eso, para colmo. ¿Crees que porque a ti te de la gana de imaginar algo, va a ocurrir? ?¿Supones que porque a ti te apetezca que algo haya sucedido de una determinada manera, va a ser más cierto que lo que han estudiado antes que tú miles de eruditos? -clamaba el maestro, palmeteando sobre el pupitre, con los demás alumnos, tirándose bolitas de papel, entretenidos.- ¿Y lo de Vespucio, qué? ¿Es cosecha de tu supina ignorancia?

-No lo sé. -se justificaba el niño-. Puede que sean solo conjeturas Dice mi mamá que todo lo que se me pasa por la cabeza son simplemente conjeturas.-replicaba el infante, tan campante, y aún, apostillaba:

-Me encanta el nombre. Conjeturas.

Por eso lo llamo Juanuelo Conjeturas. Conjeturas, por lo que hacía a cada rato, y Juanelo, por lo artificioso.

Y así, mal que bien, fue aprobando cursos, e, incluso, en la Universidad, en parte copiando de los que estudiaban de verdad y en parte, gracias a que conseguía de tarde en vez dominar su impulso por dejarse llevar de conjeturas, llegó a graduarse en Economía.

Incluso, una asignatura llegó a gustarle más que a un caracol una fruta podrida: Proyecciones econométricas. Cuando le daban una serie de números y le pedían que hiciera la previsión de su evolución futura, se le ocurrían tantas conjeturas, que el tribunal de evaluación le otorgó la matrícula, esto es, calificación con honores. Si los demás alumnos habían encontrado solo una respuesta (generalmente equivocada), él había propuesto ciento veinticinco, todas ininteligibles.

Recién licenciado, se dedicó a la política activa. Se convirtió en especialista en descubrir terrenos de credulidad para llenarlos de conjeturas, y le encantaba la facilidad con la que las gentes se dejaban convencer, sin necesidad de tener que pedir permiso ni pagar por ello.

Fue famoso. Iba por ahí, con su cargamento de hipótesis, convenientemente adornadas de falsedades y especulaciones, y aprovechaba el menor descuido para sembrarlas en campo ajeno.

Le encantaba advertir que, y era lo más gracioso, la inmensa mayoría de las personas no confiaban con ello obtener cosecha propia más adelante, sino que se dejaban sembrar de conjeturas el cerebro porque sí. Pero Juanelo rentabilizaba su siembra de inmediato.

Instalado como un mago en el país de Valgamediós, generó varios criaderos de conjeturas, y ofrecía las delicadas plantas en los mercados por intermedio de agentes autorizados. Se entregaban como si fuera perejil, esto es, de forma gratuita.

Bastaba con que se comprara cualquier otra cosa -un programa, una necesidad de empleo, el deseo de tener un parque infantil al lado de casa, una reforma agraria-, o un grupo se interesase por cierta mercancía -¿cómo conseguiremos mantener el estado social? ¿son independientes los jueces? ¿Cataluña será alguna vez independiente? -, y, aunque no se tuviera la menor intención de adquirirla, y aparecía, sonriente, uno de esos agentes, y endosaba al viandante una conjetura.

-“El próximo año será el de la recuperación”, por ejemplo, era la planta de la que Juanelo Conjeturas repartía más ejemplares.

Esa planta tenía el grave problema de que era de duración anual, como las flores de Pascua, y se marchitaba al acercarse el prometido momento de la recuperación. No importaba lo que se hiciera con ella, daba igual que se la la cubriera de papeles y cálculos sofisticados, que se regara de buenas voluntades y nuevas promesas, se pudría, se acababa pudriendo totalmente.

Pero todo el que quería tener algo plantado en el balcón de la credibilidad, tenía que dejarse endosar una nueva planta de conjeturas, porque estaba mal visto tener las ventanas sin adornos.

-Ahí vive un pesimista y un cenizo -dirían los transeúntes, señalando un balcón vacío de conjeturas-. Con gente así, ¿qué se puede esperar?

Juanelo Conjeturas llegó a ser un venerado Ministro de Economía de Valgamediós, en donde, también hay que decirlo, no había competencia para ser ministro: todos eran incompetentes, por definición. Como encargado de presentar los presupuestos anuales, su trabajo concreto consistía en hacerlos creíbles hasta que dejaran de serlo, momento en el que pasaban de ser una conjetura a ser, para él y los suyos, una situación inesperada, aunque para la mayoría de los valgamendiosinos, se transformaban en puras situaciones desesperadas.

Hasta que consiguieron quitárselo de encima. Fue despertar de una pesadilla. Salvo que eso sea una simple conjetura.

FIN

FIN

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