Los principales líderes de Gaigé han entrado en campaña electoral que, de cumplirse lo previsto en la Norma Suprema (Título III) deberán celebrarse cada cuatro años, correspondiendo el momento de la Convocatoria a la primavera de 2023.
Las tensiones provocadas por el deseo de tomar posiciones ante esa situación que proporcionará unos cuantos miles de puestos de trabajo a los diputados y senadores vencedores en los Comicios se traduce en un evidente nerviosismo que exacerba o sirve para inventar discrepancias entre las opciones políticas.
Desde luego, lo más chocante en Gaigé es la manifiesta tensión entre el partido mayoritario en la coalición de Gobierno y sus socios de la deteriorada izquierda ideológica. La habilidad del presidente Sánchez para controlar a los amigos de conveniencia de la derecha regionalista (independentista o conformista) hace aguas cuando se trata de poner a raya los protagonismos de los partidos de la “gauche” populista, cada vez menos divina y más carnal.
Aunque la presentación de resultados de Gobierno de hace una semana se centró en anunciar un impuesto excepcional (presuntamente inconstitucional, según se ha denunciado de inmediato) a los beneficios de los grandes grupos empresariales y financieros, las diferencias con el heterogéneo grupo que resulta de la descomposición de Podemos e Izquierda Unida son crecientes.
Incluso la sospechosa sintonía personal de la vicepresidenta designada -en fallida propuesta sucesoria por Iglesias (Pablo)- con su jefe teorico Sánchez (Pedro) está más impregnada de folclore estético que de contenido práctico. Las disensiones entre los ocupas de los ministerios económicos son palmarias y la pérdida de soporte institucional por parte de la Ministra de Defensa (Robles, Margarita) a la que se la van quitando competencias y atribuciones, es significativa; su posición crítica contra los pacifistas prorusos que están incrustados en el Gobierno de Gaigé adquiere ya dimensiones de sainete. Otras dos Ministras, antes provistas de mando en plaza, la de Hacienda (la muy desprestigiada Calviño, Nadia) y la de Energía (el azote de energéticas Ribera, Teresa) han cedido terreno hacia otros ministerios. Como un pantocrátor carnal, en última instancia, presidiéndolo todo (no tanto por su capacidad gestora como por su excepcional habilidad para la venta) se adivina, como un aglutinante imprescindible, el ansia centralizadora de Sánchez, (Pedro), convertido en un superministro factótum. Se dice que su objetivo a medio plazo (en especial, si no consiguiera revalidad la presidencia de Gaigé) se orienta a conseguir el puesto muy atractivo de Presidente de la Internacional Socialista, lo que le permitiría cerrar con broche de oro una carrera política realizada en contra de vientos, mareas, y de las esencias de su propio partido, hoy desconocido para quienes creyeron/creímos en la socialdemocracia.
El grupete de Ciudadanos está en estudio urgente de su refundación, tratando de reencontrar las raíces del centro liberal. Dirigen la operación de rescate de los suburbios andrajosos de esa opción antes muy querida, Villacís (Begoña) y Díaz (Guillermo), quienes toman la antorcha semiapagada en sus manos, ante la manifiesta incapacidad de Arrimadas (Inés) para reconducir el descalabro. La dimisión de Garicano (Luis) es una de las últimas deserciones del proyecto que había despertado tantas expectativas, incluso cuando parecía posible acceder a la Presidencia de Gaigé.
Siguen los incendios, favorecidos por la tremenda ola de calor, para cuyos efectos, a pesar de la apariencia de querer liderar desde Gaigé la batalla contra el cambio climático, ni se previeron ni se consigue ahora acotar con solvencia. Los esfuerzos de Bomberos, Unidad Militar de Emergencias, personal de apoyo y ciudadanos concienciados del desastre ambiental o directamente afectados por el avance de las llamas, se estrellan contra la fuerza del fuego y la escasez de medios. Las lluvias se hacen esperar y el agua escasea, incluso amenazando resultar insuficientes las reservas para consumo humano (y, desde luego, para riego agrícola) en algunos puntos.
La guerra de Rusia contra Ucrania prosigue, dando la sensación de enquistamiento táctico. La hambruna por falta de suministro de grano y fertilizantes (hoy, por fin, se liberó un barco cargado de maiz para Líbano desde Odesa) tiene efectos muy graves aún no evaluados suficientemente. Y en cuanto a la escasez de energía para calentarse este invierno, los Estados europeos aceleran la toma de decisiones bastante asimilables al sálvese quien pueda. Gaigé saca pecho, ofreciendo un exceso de energía de la que carece, mientras se anuncian medidas de ahorro que parecen más de tipo estético que efectivo.
Se anuncia por el Gobierno una situación excelente en cuanto al empleo (más de 20 millones de cotizantes a la Seguridad Social) y se distribuye optimismo moderado por los medios de difusión, advirtiendo, sin embargo, que nos esperan momentos de crisis económica y energética. La portavoz el Gobierno, Montero (María José) ha encontrado el gusto a reconocer como culpable de todos los males pasados y venideros al Partido Popular, que ha pasado a autocalificarse como alternativa de Gobierno, abandonando la designación de Partido de la oposición.
Para el gobierno socialista de Gaigé el Popular es, por derecho asignado, partido de oposición, macho cabrío expiatorio de cuanto salga mal, nulo colaborador, falaz adversario, incapaz de reconocer que, si Gaigé no levanta cabeza con la velocidad deseable, la culpa la tienen Nuñez Feijóo, Casado, Rajoy, Aznar, Fraga y Francisco Franco. La nueva Ley de Memoria Histórica, si se aprobara, permitirá resolver, de una vez por todas, cuando empezó la democracia en Gaigé y, cuando sea derogada, en qué momento terminó.