Aquel 6 de enero del año nosecuántos, todos los niños de la Tierra recibieron, escrita en un idioma que comprendieran, la siguiente carta:
“Nosotros, los Reyes Magos de la Tierra, los de las coronas de papel y manto de alfombra vieja como los subidos en carrozas aparatosas con el logotipo de una Galería Comercial, los de las pelucas pelirrojas como los de las barbas blancas, los tiznados de betún como los encarnados en emigrantes del Sahel a cambio de solo un bocadillo, los varones como las hembras, los de los barrios más humildes como los de las casas de postín, os decimos a todos los niños de la Tierra:
“No os dejéis engañar nunca más. Los Reyes Magos no existieron, ni existen ni existirán. Son un invento de ricos para señalar las diferencias con los que menos tienen, y, en especial, con los que nada tienen. En el mantenimiento de esa mentira, han colaborado, como cómplices, muchos padres, abuelos, tíos y amigos de los anteriores. Pero no creáis que el resultado es haceros felices a vosotros y a los niños que os han precedido en la infancia. Los beneficiarios principales han sido siempre los comerciantes, en especial, los propietarios de los grandes establecimientos, que han conseguido con el pretexto de vuestra felicidad vender a precios carísimos millones de hipotéticos juguetes que, como acabáis sabiendo por vuestra cuenta, no sirven para nada, ni siquiera para jugar.
“Nosotros, los Reyes Magos de la Tierra, reunidos de urgencia ante la situación que está viviendo el mundo, con tensiones sin resolver que parecen desgraciadamente enfocadas a una nueva guerra mundial, hemos tomado la decisión de no colaborar más con ese engaño. No participaremos en cabalgatas, no pondremos nuestro rostro para mantener una ficción que, en nuestra opinión, no causa más que falsas expectativas, disgustos, despilfarros de medios y, aumenta la basura mundial en miles de toneladas, porque los juguetes que se regalan cada año a los niños, acaban siempre, y al cabo de muy poco tiempo, rotos, inservibles e inútiles.
“Animamos a todos los niños ricos a que se fabriquen ellos mismos los juguetes, como hacen los niños pobres. A que encuentren en cada trozo de madera, en un alambre, en una piedra, en las hojas de los árboles, en las madejas viejas, un motivo para desarrollar su creatividad. Os animamos, niños, de familias pobres como de familias ricas, a que juguéis juntos.
“Sabemos que habrá fabricantes de juguetes que pongan el grito en el cielo si leen esto, afirmando que con eso se les esfumará el negocio que sostiene a muchas familias. En todo caso, creemos qué lo harán en el idioma chino, pues de allí vienen la inmensa mayoría de los juguetes, gracias a la mano de obra barata de las fábricas orientales.
“No estamos en contra de que se regalen juguetes a los niños, sino de que se nos invoque a nosotros para sostener la ficción de que hay unos seres celestiales que premian a unos y castigan a otros, en una fecha concreta, lo que ha permitido durante siglos alimentar la hipótesis de que los niños cuyos padres tienen más medios son los que resultan más queridos por los dioses, lo que ni nos consta ni nos parece, en cualquier caso, ético.
“No seremos tampoco nosotros quienes os digamos cómo hacer juguetes, de esos que ahora llaman educativos. Para contar hasta diez, meter piezas geométricas en agujeros o poder decir árbol en inglés, no hace falta llenar de plásticos y cartones de colorines una caja muy aparente con cuatro pilas de cadmio. Para aprender a andar en bicicleta no hace falta, desde luego, disponer de una máquina con cambio de marchas que acabará en el desván. Para jugar a las muñecas no necesitáis un clon de un bebé satisfecho que diga cuatro frases grabadas y eche agua por un agujerito cuando se le apriete la barriga.
“Vosotros sabéis, niños del mundo, sin que os lo hayan impuesto, lo divertido que resulta llenar con pinturas y colores sencillos hojas y hojas de papel reciclado, recortar con tijeras vuestras propias marionetas, participar en carreras, incluso a la pata coja, hacer competiciones de pelota con porterías marcadas en el suelo, organizar lecturas de poesía, representaciones de teatrillo, salir de excursión, que se os explique cómo funcionan las cosas, que se os enseñe el nombre y las costumbres de los animales, que se os presenten más y más amigos con los que descubráis intereses comunes. Todo depende de vuestra edad y está limitado solo por vuestra imaginación.
“Os animamos, queridos niños ricos de cualquier lugar del mundo, a que digáis a vuestros padres que no queréis que os entretengan con ningún juguete comprado, que no gasten el dinero en generaros una ilusión efímera. Decidles que lo que deseáis es que se esfuercen, y rápidamente, en hacer un mundo mejor, sin guerras, sin disputas sin sentido, sin emigraciones forzadas, sin diferencias provocadas por la ambición, el odio y la explotación de los más débiles.
“Nosotros, los Reyes Magos de la Tierra, nunca hemos sido quienes os traeremos los regalos, porque solo somos un grupo de hombres y mujeres que se disfrazan para participar en una cabalgata. Por ello, probablemente, vuestros padres, tíos, abuelos y sus amigos, puede que incluso algunas empresas y asociaciones benéficas, os sigan regalando juguetes en esta fecha y en los años siguientes. Es más, creemos que no leerán esta carta.
“Pero vosotros, sí. Vosotros, sí que conoceréis el mensaje. Más tarde o más temprano, lo entenderéis.
“Es por eso que a vosotros va dirigida, en la confianza de que no caeréis en la trampa de comprar juguetes en una fecha como ésta a vuestros hijos y, puesto que para entonces ya seréis adultos y responsables, no lo haréis porque no necesitaréis de ningún día en el calendario para demostrar a vuestros hijos lo mucho que los queréis, y, sobre todo, de lo orgullosos que os sentís al saber que disfrutan de las mismas oportunidades de ser felices que los niños del vecino, aunque ese vecino esté situado en el lugar más alejado de la Tierra.
“Un beso de despedida de los Reyes Magos que, a partir de ahora, dejamos ya de serlo. Nos difundiremos en el mundo real, hasta hacernos invisibles”.
FIN