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Crédulos

3 enero, 2019 By amarias Dejar un comentario

Se acerca la fecha del seis de enero en la que los cristianos celebran la Epifanía, que identifican con el momento en que ese niño llamado Jesús, al ser reconocido por unos magos llegados de allende como el Mesías, le obsequian con tres materiales -oro, incienso y mirra-. Epifanía (me da algo de reparo recordarlo) proviene de una palabra griega casi homófona, que significa manifestación.

La tradición ha convertido ese acontecimiento de la verdad religiosa en la exaltación de la ingenuidad, traducida en que los niños recibirán algunos regalos que unas Majestades venidas de Oriente, llamadas Melchor, Gaspar y Baltasar (o, más recientemente, Melchora, Gaspara y Baltasara, en algunas localidades imbuidas de fervor trasgresor y transgénico).

Convertida en una fiesta comercial, todos los centros de juguetería y adornos que se precien, tendrán, desde hace incluso semanas, sucedáneos de esos monarcas, tipos travestidos o embetunados, que pretenderán ocultar que son impostores, recogiendo cartas con deseos de infantes y dejando que, con la aquisciencia de sus papás y mamás, se sienten en sus regazos para mantener conversaciones olvidables pero patéticas.

La afición a copiar lo foráneo sin defender lo propio, ha hecho aparecer en simultaneidad con los monarcas del cuento a miles de Papás Noeles, a los que también se pueden escribir cartas de petición y, consecuentemente, esperar dádivas en retorno. Incluso, la devoción católica más genuina, pretende recuperar la fe en el niño divino, haciendo creer a los más tiernos que el día 24 de diciembre, que sería su cumpleaños, este ser hecho de carne de virgen y soplo de espíritu, también trae regalos terrenales.

Pues bien: hora es de proclamar la verdad. Los Reyes Magos, Papá Noel y el Niño Jesús, son los papás, los abuelos y, en menor medida, los tíos. No parece conveniente confesar de golpe a los niños con menor uso de razón la triste realidad que supone que estamos solos en este mundo para encontrar algún goce, pero es conveniente, según los expertos en sicología infantil, ir abriéndoles caminos a que descubran por sí mismos el engaño. Es decir, si preguntan: ¿Cómo puede ser que Papá Noel sea de verdad si no está en la Biblia?, la respuesta correcta sería algo así como: Vas bien encaminado (o encaminada). Sigue investigando.

No quiero terminar este alegato en favor de la sinceridad y su hermana putativa, la verdad, sin advertir que no solo los niños son proclives al engaño. Quienes alardean de poseer un desarrollado uso de razón suelen caer en simas parecidas. Díganlo, si no, quienes han perdido buenos dineros en la Bolsa, sin reconocer que en ese peligroso juego quienes ganan son los que tienen la sartén de los valores por el mango y no la sueltan. No muy lejos de los avatares de la credulidad más tierna están quienes creen que la política (es decir, los políticos) van a ser capaces de ponerse de acuerdo para hacer bien lo que, al parecer, menos les importa, que es avanzar en controlar los desbarajustes que provoca la pésima distribución del dinero.

En fin, sirva este consejo incluso para quienes estén seguros de que a ellos no se las darán con queso. Antes de poner el pie en cualquier charco, fíjese el explorador en quienes han metido antes la pezuña. Si se trata de creer en algo o tomar una decisión que se presente como panacea o gran consuelo, tiéntese la ropa y calcule las ventajas en relación con lo que pueda perder si, como es probable, el asunto se tuerce. No estoy diciendo con ello que es mejor quedarse quieto, sino que, si se trata de avanzar, que se haga bien acompañado.


Este abejaruco (merops apiaster), habitante relativamente moderno de las zonas semiáridas hispanas, se hallaba posado como es habitual en la especie, en un cable aéreo de teléfono -de los que todavía quedan muchos-. Estaba demasiado lejos del objetivo para que la foto tuviera la deseada claridad, aunque sirve para poner en evidencia su inconfundible silueta y, sobre todo, la capa multicolor con la que llama la atención a los de su especie y previene, seguramente, a posibles depredadores para que no malgasten energías en su persecución.

No son los abejarucos, a pesar de su bello y colorido plumaje, aves limpias, al menos, en el cuidado de sus hogares de cría. Excavan los nidos en paredes arcillosas más o menos verticales, criando en colonias y ocupando siempre los mismos sitios, año tras año.

Como los polluelos no eliminan sus excrementos fuera del nido, al contrario que casi todas las aves, los detritus -restos de insectos no devorados y defecaciones- se van acumulando con el tiempo, convirtiendo el hogar pajaril en un pestazo. Quizá por no soportar el olor, las crías asoman al poco tiempo por el agujero, esperando que papá o mamá les lleven la comida al borde del nido.

El abejaruco macho, por cierto, es muy galante, y corteja a la hembra ofreciéndole insectos en el pico, algo desgastado por la labor de haber rehecho la entrada del agujero que servirá de acomodo a la madre y a las crías durante unas semanas.

Archivado en:Actualidad, Cultura Etiquetado con:crédulos, creencia, Epifanía, infancia, niño Jesús, Papá noel, regalos, reyes magos, uso de razón

Inocentes

6 enero, 2018 By amarias Dejar un comentario

No defiendo que a los niños se les haga creer en fantasías, aunque me gusta la ceremonia de ilusión colectiva en la que la tradición y la política han convertido en España, la llegada de esos personajes imaginarios que son los Reyes Magos de Oriente.

Tengo, tal vez, que explicarme: me parece, por un lado, lamentable, la movilización de una gran parte de los adultos (casi todos los que tienen hijos menores de siete años) para comprar juguetes, cachivaches, libritos con intenciones mercantiles y ¡hasta falsos animales que defecan o gorjean! sin otro criterio selectivo que tratar de satisfacer los deseos que la publicidad o el ansia de emulación del infante vecino ha implantado en sus hijos, sobrinos o nietos.

Encuentro, por otro lado, muy interesante, el ambiente de solidaridad, de confraternización ante lo mágico, de fiesta familiar sin distinción de clases, de emoción compartida entre adultos y niños, que suponen, en concreto, las cabalgatas de Reyes. Al estar desde hace décadas, televisada, esta ceremonia del disfraz, la magia y el engaño, contando con la presencia de alcaldes/alcaldesas y otros principales y secundones de las poblaciones agraciadas con la escenografía del cuento, adquiere categoría epistemológica.

Me encanta por cuanto supone ahondar en la inocencia culpable de nuestra sociedad, exhibir el inmenso desbarajuste sobre el que construimos lo cotidiano, que subrayan con el lápiz rojo de sus palabras apócrifas, las alocuciones de Sus Majestades y autoridades reales, prácticamente intercambiables. Se trataría, en fin, de una oportunidad de oro -fallida, por supuesto- para soñar en un mundo diferente. y lanzar un mensaje social, de igualdad y de alegría,  de compromiso por hacerlo todo mejor y más justo, impulsado en los deseos de felicidad para los más pequeños de la tribu.

Que no haya ningún niño sin juguete, ningún adulto sin trabajo, ningún insolidario sin castigo.

Como lo comercial lo empaña todo, viciándolo, la festividad neutra de los Reyes Magos se ha convertido en una exhibición más de la discriminación entre niños ricos y pobres, entre padres inteligentes y despistados, entre humanos crédulos y suspicaces… Las empresas y gentes del comercio utilizan, por supuesto, la oportunidad,  y algunos han amontonado pruebas fehacientes de su codicia. Por todas partes surgen Reyes magos falsos, Papás Noel de pacotilla, niños Jesús de plástico y sonrisa bobalicona:  en cada esquina, en cada tenderete del templo del dinero, en todas las  galerías comerciales engalanadas con luces y fanfarrias para festejar la llegada del dios del consumo.

La plaza del vivir se llenará durante unas semanas de barbas postizas y coronas de papel, Baltasares de piel blanca pintarrajeados de betún tan creíbles como quienes llevan dentro un negro verdadero, se instalarán tronos de cartón piedra, árboles postizos, candilejas, sillas, caramelos, compitiendo todos por aparentar ser más felices, más despreocupados, mejores, más familiares, menos necios.

Volviendo a la realidad, es preciso puntualizar que no solo los niños son los inocentes, sino que los adultos somos culpables. En estas ocasiones, los adultos controlamos el alcance de su inocencia, mintiéndoles adrede, usando nuestra capacidad de convicción sobre ellos y su confianza. Los niños de corta edad ya saben que los  bebés no vienen de París ni nacen de una col, y han visto escenas (naturales, dice el manual) que a sus abuelos se les prohibió contemplar hasta entrados en la edad adulta y manejan móviles y ordenadores (en gran número) como si tal cosa. Pero los Reyes Magos, Papá Noel, el Belén, existen: traen regalos, ergo son veraces.

Buena ocasión para recordar que los adultos también estamos dominados por la inocencia, la credulidad, la falta de información. Caemos víctimas de los datos manipulados por quienes tienen el poder, dejando caer nuestra capacidad de análisis crítico ante el poder de convicción de lo económico. Renuncio a poner ejemplos concretos, pero no me resisto a dar algunos brochazos: en economía, en política, en religión, en derecho, en ciencia, …en todos aquellos aspectos de la vida en los que hay algún interés oscuro detrás, la probabilidad está del lado de suponer que se estará haciendo uso de nuestra posición de inocentes.


Varias cigüeñas acompañan a la cosechadora, acercándose a la máquina en movimiento  con peligro de ser arrolladas, aprovechando que el paso del artefacto levanta o deja al descubierto, a miles,  insectos, pequeños roedores, arácnidos, reptiles, batracios o polluelos, que se apresuran a engullir sobre el terrreno.

Archivado en:Actualidad, Sociedad Etiquetado con:inocencia, niños, regalos, reyes magos

Cuento de invierno: Carta de los Reyes Magos

4 enero, 2014 By amarias2013 Dejar un comentario

Aquel 6 de enero del año nosecuántos, todos los niños de la Tierra recibieron, escrita en un idioma que comprendieran, la siguiente carta:

“Nosotros, los Reyes Magos de la Tierra, los de las coronas de papel y manto de alfombra vieja como los subidos en carrozas aparatosas con el logotipo de una Galería Comercial, los de las pelucas pelirrojas como los de las barbas blancas, los tiznados de betún como los encarnados en emigrantes del Sahel a cambio de solo un bocadillo, los varones como las hembras, los de los barrios más humildes como los de las casas de postín, os decimos a todos los niños de la Tierra:

“No os dejéis engañar nunca más. Los Reyes Magos no existieron, ni existen ni existirán. Son un invento de ricos para señalar las diferencias con los que menos tienen, y, en especial, con los que nada tienen. En el mantenimiento de esa mentira, han colaborado, como cómplices, muchos padres, abuelos, tíos y amigos de los anteriores. Pero no creáis que el resultado es haceros felices a vosotros y a los niños que os han precedido en la infancia. Los beneficiarios principales han sido siempre los comerciantes, en especial, los propietarios de los grandes establecimientos, que han conseguido con el pretexto de vuestra felicidad vender a precios carísimos millones de hipotéticos juguetes que, como acabáis sabiendo por vuestra cuenta, no sirven para nada, ni siquiera para jugar.

“Nosotros, los Reyes Magos de la Tierra, reunidos de urgencia ante la situación que está viviendo el mundo, con tensiones sin resolver que parecen desgraciadamente enfocadas a una nueva guerra mundial, hemos tomado la decisión de no colaborar más con ese engaño. No participaremos en cabalgatas, no pondremos nuestro rostro para mantener una ficción que, en nuestra opinión, no causa más que falsas expectativas, disgustos, despilfarros de medios y, aumenta la basura mundial en miles de toneladas, porque los juguetes que se regalan cada año a los niños, acaban siempre, y al cabo de muy poco tiempo, rotos, inservibles e inútiles.

“Animamos a todos los niños ricos a que se fabriquen ellos mismos los juguetes, como hacen los niños pobres. A que encuentren en cada trozo de madera, en un alambre, en una piedra, en las hojas de los árboles, en las madejas viejas, un motivo para desarrollar su creatividad. Os animamos, niños, de familias pobres como de familias ricas, a que juguéis juntos.

“Sabemos que habrá fabricantes de juguetes que pongan el grito en el cielo si leen esto, afirmando que con eso se les esfumará el negocio que sostiene a muchas familias. En todo caso, creemos qué lo harán en el idioma chino, pues de allí vienen la inmensa mayoría de los juguetes, gracias a la mano de obra barata de las fábricas orientales.

“No estamos en contra de que se regalen juguetes a los niños, sino de que se nos invoque a nosotros para sostener la ficción de que hay unos seres celestiales que premian a unos y castigan a otros, en una fecha concreta, lo que ha permitido durante siglos alimentar la hipótesis de que los niños cuyos padres tienen más medios son los que resultan más queridos por los dioses, lo que ni nos consta ni nos parece, en cualquier caso, ético.

“No seremos tampoco nosotros quienes os digamos cómo hacer juguetes, de esos que ahora llaman educativos. Para contar hasta diez, meter piezas geométricas en agujeros o poder decir árbol en inglés, no hace falta llenar de plásticos y cartones de colorines una caja muy aparente con cuatro pilas de cadmio. Para aprender a andar en bicicleta no hace falta, desde luego, disponer de una máquina con cambio de marchas que acabará en el desván. Para jugar a las muñecas no necesitáis un clon de un bebé satisfecho que diga cuatro frases grabadas y eche agua por un agujerito cuando se le apriete la barriga.

“Vosotros sabéis, niños del mundo, sin que os lo hayan impuesto, lo divertido que resulta llenar con pinturas y colores sencillos hojas y hojas de papel reciclado, recortar con tijeras vuestras propias marionetas, participar en carreras, incluso a la pata coja, hacer competiciones de pelota con porterías marcadas en el suelo, organizar lecturas de poesía, representaciones de teatrillo, salir de excursión, que se os explique cómo funcionan las cosas, que se os enseñe el nombre y las costumbres de los animales, que se os presenten más y más amigos con los que descubráis intereses comunes. Todo depende de vuestra edad y está limitado solo por vuestra imaginación.

“Os animamos, queridos niños ricos de cualquier lugar del mundo, a que digáis a vuestros padres que no queréis que os entretengan con ningún juguete comprado, que no gasten el dinero en generaros una ilusión efímera. Decidles que lo que deseáis es que se esfuercen, y rápidamente, en hacer un mundo mejor, sin guerras, sin disputas sin sentido, sin emigraciones forzadas, sin diferencias provocadas por la ambición, el odio y la explotación de los más débiles.

“Nosotros, los Reyes Magos de la Tierra, nunca hemos sido quienes os traeremos los regalos, porque solo somos un grupo de hombres y mujeres que se disfrazan para participar en una cabalgata. Por ello, probablemente, vuestros padres, tíos, abuelos y sus amigos, puede que incluso algunas empresas y asociaciones benéficas, os sigan regalando juguetes en esta fecha y en los años siguientes. Es más, creemos que no leerán esta carta.

“Pero vosotros, sí. Vosotros, sí que conoceréis el mensaje. Más tarde o más temprano, lo entenderéis.

“Es por eso que a vosotros va dirigida, en la confianza de que no caeréis en la trampa de comprar juguetes en una fecha como ésta a vuestros hijos y, puesto que para entonces ya seréis adultos y responsables, no lo haréis porque no necesitaréis de ningún día en el calendario para demostrar a vuestros hijos lo mucho que los queréis, y, sobre todo, de lo orgullosos que os sentís al saber que disfrutan de las mismas oportunidades de ser felices que los niños del vecino, aunque ese vecino esté situado en el lugar más alejado de la Tierra.

“Un beso de despedida de los Reyes Magos que, a partir de ahora, dejamos ya de serlo. Nos difundiremos en el mundo real, hasta hacernos invisibles”.

FIN

Archivado en:Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado con:carta, cómplices, cuento de invierno, falsedad, galería comercial, niños, reyes magos, tierra

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