Está ya vencida la primera quincena de mayo en Gaigé, el país de los Despropósitos, y no faltan temas que comentar en esta Crónica singular. En primera página ha de figurar la sustitución-destitución-despido de Paz Esteban, la jefa de los espías de Gaigé y encargada, por tanto, de salvaguardar las intimidades del edificio de la gestión de lo público, esos subterráneos que Rufián (el valido de Junqueras) se obstina en llamar las “cloacas del Estado”.
Pretende con ello, junto a los portavoces y palmeros de los partidos que pretenden dinamitar la democracia (una débil figura de entendimiento colectivo que en Gaigé parece que hoy solo puede ser defendida desde dentro, como una fortaleza en la que los asediados han conseguido entrar) hacer una llamada a la transparencia total. Un oxímoron sin recorrido práctico, que Rufián, Iglesias jr, Montero, Echenique, Colau, Torras, Otegui, Puigdemont, entre otros -secesionistas y antimonárquicos incrustados en el Gobierno- se encargan de adornar con tinta de calamar y grandilocuentes falsedades, acompañándose de gritos desaforados, con el único objetivo de ahuyentar a quienes osen acercarse a su imitación de burda kaaba, en donde se venera el dios de la confusión.
Andalucía, la región más extensa de Gaigé, está en campaña electoral para renovar el 19 de junio la presidencia de la autonomía y la falta de entendimiento entre los partidos y formaciones de la extrema izquierda permite pronosticar que la anunciada coalición para sacar a la derecha del gobierno regional, sufrirá un duro descalabro. La inscripción de Podemos a la plataforma electoral que registraron Izquierda Unida y Más País, Equo e Iniciativa del Pueblo Andaluz, llegó fuera de plazo, al no haberse conseguido el acuerdo sobre el candidato (Delgado, Juan Antonio) antes de que el período para presentar candidaturas conjuntas se cerrase. Así que será Nieto (Inmaculada) la candidata a quitarle el puesto a Moreno (Juan Antonio) o las ilusiones a Espadas (Juan). Será una campaña en la que es muy posible que, a medida que se acerque el momento de elegir, habrá sobre el escenario más sangre que carne. No se eligen programas, que se parecen mucho en lo sustancial y difieren solo en la fantasía de sus redactores y el actual presidente (en funciones) de Andalucía es maestro en ofrecer ambigüedad, que el votante interpreta, en general, con promesa de tranquilidad.
Tanta falsa disputa ideológica, con descalificaciones cansinas sobre corrupciones y malas gestiones del pasado -pendientes de resolución en los tribunales o caídas en los agujeros del olvido- robustece, sin pretenderlo, la coherencia del partido de Abascal, que ha conseguido disfrutar de la mejor propaganda imaginable al ser presentado como anticonstitucional y ultraderechista desde la cúpula del PSOE, abrazo del oso que el candidato socialista Espadas no debiera agradecer demasiado. Tampoco la medida ambigüedad de Núñez Feijóo (Alberto), es aliño de gusto para Moreno que, como todos los líderes regionales que confían sobre todo en conocer su percal, prefieren organizar la campaña por su feudo con sus criterios. Aunque pocos se acuerdan ya de Casado, la sede de Génova alberga aún fantasmas de una guerra fratricida en la que la sangre de las paredes no se limpió del todo.
Gaigé ha celebrado como si fuera un triunfo el tercer puesto de Chanel (cantante y bailarina cubana) en el Festival de Eurovisión. El esfuerzo gimnástico de la artista y de su coreografía no guardaba relación con la letra de una canción ininteligible, más propia de un país caribeño y que, mirada con espíritu crítico, podría ser calificada de hortera y vulgar. Ganó Ucrania, al recibir los votos sentimentales de las redes sociales, y queda en el aire el aprovechado e incomprensible ofrecimiento de TVE (con la aquiescencia del Gobierno, dicen) de ofrecer a Madrid como sede suplente si el pais invadido aún estuviera en guerra o no hubiera alcanzado su plena reconstrucción el próximo año.
El rey de antes, Juan Carlos, liberado de responsabilidades legales que nunca hubieran debido gravitar sobre su cabeza desplumada y coronada, quiere volver, y quisiera hacerlo a la Zarzuela, y aprovechar el momento de gozo y confusión para congraciarse con la sufrida reina Sofía y, con algo de retraso, tal vez celebrar los sesenta años de su irregular matrimonio reintegrado a los rediles del afecto popular. El pueblo de Gaigé, experto en aguantar traiciones, dictadores, guerras civiles, democracias débiles y falsos mesías, estará siempre dispuesto a disculpar amoríos, extramatrimoniales devaneos y, rodeado de corruptos y proclive a utilizar ventajas él mismo, entendería hasta recogida y reparto de coimas, pues sabe en sus carnes lo difícil que es medrar entre falsarios.
Regresa don Juan Carlos a un país que en poco se parece al que abandonó hace casi dos años en contra de su voluntad, secuestrada la de la Casa Real y la suya por un gobierno republicano, que estuvo y estará siempre atento a aprovechar la ocasión para darle pasaporte también al rey Felipe. No lo tiene fácil, pues Felipe VI ha revelado un talante correoso y dispuesto a mantener la silla del falso privilegio real contra vientos y mareas. Casado con una plebeya que, con su buen hacer (a pesar de críticas mordaces que muerden siempre en el hueso de la profesionalidad de la asturiana), la reina Letizia ha puesto de manifiesto que para ser rey o reina puede servir teóricamente mucha gente. Desde fuera, parece simple. Pero hace falta al menos, inteligencia emocional y capacidad de adaptación, formación de base y voluntad de seguir aprendiendo, sentido de la sobriedad, resistencia y buen aspecto físico. Para ser buen presidente de Gaigé, la cosa se presenta muy distinta y, a pesar de supuestos caminos de selección democrática, lo más seguro es el fracaso al analizar el resultado.
La guerra rusa por anexarse Ucrania (o un buen trozo de ese Estado) sigue causando daños, y no solo en el terreno invadido. La petición de Finlandia de unirse a la Alianza Atlántica, a la que seguirá de inmediato la de Suecia, ha enfadado al osezno del Kremlin, que amenaza con duras represalias si se lleva a cabo la adhesión. Erdogán, el exótico presidente de Turquía, atento a rentabilizar sus noes con divisas, ha dicho que no lo ve bien, pero quienes lo conocen mejor afirman que está de acuerdo siempre que se negocien los términos.
Finlandia, no Dinamarca.
Me sorprende siempre la fuerza de pertenencia a una ideología, hasta el punto de aceptar la ausencia de ética. Tiempos trágicos, en el País de Gaigé. Un beso, Angel