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Vigésimo Octava Crónica desde el País del Gaigé

15 agosto, 2022 By amarias 4 comentarios

Llevo algo más de medio año escribiendo estas Crónicas, que título desde el País de Gaigé, un heterónimo de España. Gaigé (ponúnciese Caiché) es una transcripción fonética en hanyu pinyin (chino) de una palabra compuesta que significa en “despropósito, desconcierto”, y otras acepciones similares.

En esta semana, Gaigé intensifica sus vacaciones oficiales. Madrid anticipa la celebración de las fiestas de la Virgen de la Paloma, una de las numerosas versiones milagreras de la madre de Jesús el Dios encarnado para la religión católica, que tienen su festividad reconocida en el 15 de agosto, en que se conmemora la asunción al cielo místico, en cuerpo y alma, de María.

La advocación mariana a que hago referencia es la patrona popular de los madrileños, cuya patrona oficial es la virgen de la Almudena, otro heterónimo. Pónese así de manifiesto el carácter contestatario del pueblo de Gaigé, poco dado a admitir sin discusión imposiciones desde lo alto de las instituciones, ya vengan de la Iglesia o de cualquier otro gobierno. La sentida devoción fue premiada numerosas veces por la Paloma, que cuenta con incontables milagros, empezando por la curación del futuro Rey Fernando VII, allá en el siglo XVIII, que fue cuando empezó su actividad.

Esta semana de agosto es pródiga en fenómenos atmosféricos y astrales. Siguen los incendios de carácter pavoroso jalonando el territorio de la piel de toro, causando conmoción y pérdidas duras de restañar. Esta semana le tocó arder a los alrededores del parque natural del Moncayo. Nuevamente, la Unidad Militar de Emergencias tuvo que actuar, apoyando a las unidades locales. Tanta presencia de esos militares anómalos, con solo 1.500 efectivos fijos (y otros tantos de reserva) en las decenas de focos por donde arden los bosques de Gaigé, parece milagrosa.

Sigue sin llover en la mayor parte del país, que se va convirtiendo en secarral en muchas zonas; los pantanos están a mínimos, algunos a punto de desaparecer (por debajo del 10% de su capacidad). En épocas de la dictadura, cuando había más fe, se sacaban las imágenes en procesión, pidiendo que lloviera. Ahora, se es más prudente en incomodar a los altísimos. Resulta por ello conmovedora la anécdota que cuenta Erwan de la Villeon (ceo, es decir, consejero delegado, de Puy de Fou, el parque de Toledo que está haciendo furor), por la que, cuando hace ahora un par de años un incendio rodeaba la instalación y amenazaba con llevarse todo por delante, sacaron del recinto a los animales y los principales enseres, y el devoto francés dejó a la Virgen del Arrabal -cuya imagen venera- encargada de salvar el resto. Y así sucedió: el fuego se contuvo sin tocar un pelo del Parque.

La escasez de agua, el precio de la energía y la amenaza de que pueda faltar suministro si el invierno viene crudo (especialmente en la crédula Alemania, que quemó sus naves para abrazarse al oso ruso), ha puesto de moda a la ministra de Transición Energética y otras hierbas, la del rostro impenetrable Ribera (Teresa). Bajo su docta dirección, el Gobierno ha decretado que los locales comerciales no puedan bajar la temperatura más allá de 27 ºC, lo que ha motivado protestas de los empresarios de restauración, bares y locales de venta de artículos de primera y segunda necesidad. La siempre atenta a marcar el paso en dirección contraria, si le ve hueco, Ayuso (Isabel), la jefa de la Comunidad de Madrid, se ha declarado insumisa, posición que no parece compartida por el alcalde de la capital, Martínez Almeida (José), más prudente en manifestarse contrario a la aplicación de una Ley vigente, aunque la impugne en los Tribunales.

Este pequeño rifirrafe (sin mucho efecto práctico, pues las temperaturas han bajado, por fin, en este lunes 15 de agosto) ha servido para que las baterías antipopulares del partido que gobierna en coalición, acusen a Núñez Feijóo (Alberto) de ser un calzonazos que se doblega a la dama que, según ellos, dicta lo que hay que hacer en el Partido que está llamado, todavía, a hacerse con el poder de las urnas, si mantiene el pulso al deterioro que provoca el tiempo en las ilusiones repentinas.

Sigue la guerra en Ucrania, enquistada y con torpeza dialéctica por ambos bandos, aunque se alzan algunas esperanzas por la mediación del turco Erdogán, quién lo diría.

La posición de China respecto a Taiwan se ha encrespado, por culpa de la visita a ese país reconocido solo a medias, de la presidenta de la Cámara norteamericana Pelosi (Yansi), que el Gobierno de Jin-Pin ha considerado una provocación y argumento suficiente para hacer una exhibición de su potencia armamentística, rozando peligrosamente los argumentos para una confrontación de gran alcance. Como en el gobierno insolidario de Gaigé hay pacifistas, si los interesados en prender la mecha de la tercera guerra mundial aciertan con el mechero, la destrucción mutua asegurada nos pillará discutiendo si enviamos ropas de abrigo o tanques averiados al lugar donde se inicio el conflicto.

Sigue manifestándose algo de polvareda porque SM el Rey Felipe VI, de viaje protocolario por Colombia, no se levantó al paso de una de las espadas atribuídas a Bolívar (Simón). Cuando falleció el héroe que inspiró la revolución que tanto daría que hablar en los países hermanos de América (hoy, familia pobre y descarriada en su mayoría), no le enterraron con la legítima, sino con una copia, que es la que ahora veneran los líderes tupamaros, Farc o M-19 incrustados en el gobierno de Bogotá. Hizo bien el Monarca, si lo hizo a sabiendas como si no. Y esas voces, algunas en el desgobierno, que critican a Felipe VI por falta de respeto a un acero herrumbroso, harían mejor en mirarse sus propias faltas, condenando que sus adeptos quemen fotos del Rey y banderas patrias o ellos mismos se nieguen a acudir para hacer el rendevous oficial al Jefe de Estado cuando visita alguna de las regiones a las que quieren imbuir de intenciones separatistas.

Nota final: Mi respeto, simpatía y admiración a Salman Rushdie, a quien un fanático de mal nombre Matar (Hadi) envió al hospital de varias cuchilladas alevosas, cumpliendo los designios de un tal Jomeini que le impuso una fatua y ofreció una recompensa a quien asesinara al polémico escritor. La culpa: haber interpretado las razones por las que se suprimieron unos versos del Corán, en lo que se estimó por los iluminados exégetas del libro sagrado de los musulmanes, una afrenta merecedora de la muerte.

Publicado en: Actualidad, País de Gaigé Etiquetado como: Ayuso, Corán, Despropósito, españa, felipe VI, Gaigé, Jomeini, Martínez Almeida, Núñez Feijóo, Puy de Fou, Salman Rushdie, Teresa Ribera

Afganos

24 agosto, 2021 By amarias 1 comentario

Afganistán (etimológicamente, “tierra o país de los afganos”) es el nombre de un territorio con superficie algo mayor que España (655.230 km2), con una población estimada próxima a 38 millones de personas y un PIB por cápita de solo 509  Dólares norteamericanos (Dato del Banco Mundial). Es uno de los países más pobres del mundo y, también, el menos endeudado (su deuda exterior ronda el 6% del PIB). El nivel de vida de los afganos es uno de los peores del mundo, sino el peor.

Desde el 15 de agosto de 2021 el país está controlado, por la vía de la fuerza (de los hechos, se dice eufemísticamente) por los talibanes) que han implantado el autodenominado Emirato Islámico de Afganistán, al colapsar la República Islámica de Afganistán, que contaba con el apoyo internacional y después de una situación de ocupación del país por casi dos décadas de los marines norteamericanos, dentro de una Fuerza Internacional de Asistencia  para la Seguridad (ISAF). El Consejo de Ministros español autorizó la participación de nuestro país  el 27 de diciembre de 2001, en apoyo del gobierno interino que se había constituido por entonces. La OTAN se hizo cargo en 2004  de la gestión de esa Fuerza Internacional.

El coste para España se resume en frías cifras. En la misión murieron 93 personas  (38 en combate, y 62 en el accidente del Yak en Turquía) y hasta 2015, cuando se dio por finalizada la misma, había costado 3.700 millones de euros.

La situación actual en Afganistán, con los talibanes en el poder, es calificada como “caótica” por los observadores. Miles de afganos se sienten amenazados por los extremistas que se han afincado en las instituciones, al huir el presidente de la República Afgana, Ashraf Ghani a Tayikistán y deponer sus armas sin combatir los militares afganos, a los que, teóricamente, se había adiestrado por las fuerzas internacionales.

El aeropuerto de Kabul, la capital del país, está cercado por los talibanes y se controlaba  estrictamente -hasta hace unas horas, en que se cerró, según noticias-  la salida de los afganos que, por haber colaborado (normalmente como intérpretes) con los militares de la OTAN, se saben identificados y temen por su vida. España había comprometido la extracción de un contingente de unos 800 afganos, prometiéndoles acogida en nuestro país, pero la cifra, incluso siendo inferior a la de cuantos colaboraron con nuestros militares -en misiones de formación y humanitarias-, no parece que podrá alcanzarse.

Afganistán es, por tanto, un Estado fallido, dominado por terroristas islámicos, que implantan la forma más rígida de la sharia, que desprecian a las mujeres, abominan de la cultura, se dedican al robo y a la extorsión como forma de vida y persiguen y matan con criterios erráticos, generando entre los pacíficos, una atmósfera de terror e intranquilidad. Se sospecha que el 10 por ciento de la población es consumidora habitual de droga y el país es un productor de opio destacado, comercializado en el mercado negro.

Se esta escribiendo mucho sobre la situación en Afganistán y, por tanto, lejos está de mi intención introducir mi desconocimiento en ese mar de impresiones, conjeturas, análisis y críticas. Creo que, si después de 20 años no se ha conseguido convencer al pueblo afgano de que “las democracias occidentales son lo mejor para el país”, si se ha fracasado en la formación de un gobierno apoyado por un ejército regular y una estructura organizativa a la que se han dedicado esfuerzos, ayudas económicas y vidas (aunque sospecho que algunos países y, concretamente, las empresas de Estados Unidos, en los sectores de construcción y armamento, sobre todo, han sacado su tajada de la ocupación), la conclusión que ha de extraerse es que el pueblo afgano, mayoritariamente, no quiere el apoyo occidental. No sabe qué hacer con él, no lo necesita, viene de otra cultura y otros intereses sociales e individuales.

Esta apreciación es congruente por cuanto que esa zona de Asia cuenta entre los pueblos con mayor tradición cultural, con un pasado rico en creaciones literarias y artísticas. El orgullo y petulancia occidentales, en la creencia de que nuestra democracia y proceso cultural es el mejor, chocan con la realidad de otras maneras de apreciar la vida, la cultura, la colectividad y, por supuesto, la religión.

Puede sonar a una ironía cruel, pero los afganos están contentos hoy -tal vez resignados- con su miseria, con su sociedad tribal. La bota sobre el terreno de los occidentales les asusta más que el control talibán de sus vidas.

Se ha fracasado en el esfuerzo de implantar en Afganistán las formas de dirección social occidentales; pienso, además, que nunca se ha intentado seriamente. Me recuerda la situación la anécdota de aquel observador que se extrañaba de que un perro, que había sido criado desde su infancia atado a una cuerda, que le limitaba así el terreno que podía explorar, no fuera capaz de asumir su libertad cuando se le cortó su limitación, manteniéndose sin atreverse a salir de su anterior confinamiento.

No estoy apoyando que se abandone a los afganos a su suerte, desde luego. Habrá que plantearse seriamente cómo ayudar a que su economía crezca, a despecho del control talibán que se adivina rígido y cruel con los disidentes. La reimplantación del régimen talibán en Afganistán, como vencedores en esa guerra de guerrillas, es la prueba fehaciente de la derrota occidental, en sus objetivos declarados, que se creían bien intencionados: ni se ha eliminado el terrorismo ni se ha recuperado la economía del país, apoyando un gobierno con visos de estabilidad.

Después de la invasión del país porque esos extremistas había protegido a Bin Laden, artífice instigador de la matanza de las Torres Gemelas, habida cuenta de que el movimiento terrorista inspirado en la interpretación exótica, machista y cruel del Corán, sigue actuando en todo el mundo sin que parezca posible el control de los enajenados dispuestos a matar o inmolarse (más proclives a lo primero) en nombre de Alá, la triste conclusión es que el mundo no es más seguro hoy. La sospecha del gobierno francés de que entre los refugiados afganos de estos días se han colado cinco terroristas, es una prueba más de que la incertidumbre aumentó.

Porque aunque los talibanes, a diferencia de AlQaeda o del ISIS solo parecen pretender el dominio y la independencia de Afganistán, el contagio por la fuerza de su victoria en el mundo musulmán traerá consecuencias para occidente.

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: Afganistán, Corán, extremismo. militares, ISAF, OTAN, talibanes

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