Al socaire

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La batalla por Madrid, versión 2021

16 marzo, 2021 By amarias 1 comentario

El ineficaz y lenguaraz Pablo Iglesias jr., vicepresidente en la estrambótica coalición PSOE-Unidas Podemos que llevó a la jefatura de Gobierno de España al trilero Pedro Sánchez, ha sorprendido a propios y extraños con una maniobra estratégica que recuerda el comportamiento del escorpión de cola negra.

Escriben los naturalistas avezados en observar bichos que los escorpiones y, entre los de picadura más peligrosa, el androctonus bicolor, que habita en zonas desérticas de África y Oriente, cuando se ve rodeado por el fuego, lanza su cola, en donde guarda el veneno, en todas direcciones, de manera tan frenética que parece que quiere inocularse a sí mismo el líquido letal  que le sirve para adormecer y paralizar a sus presas.

Se sabe ahora que el escorpión de cola negra no pretende suicidarse, sino que, en su azoramiento, busca el enemigo por todas partes y, por ello, también parece que se quiere inmolar con su propio veneno.

Pablo Iglesias ha demostrado, desde que su amigo Antonio Ferreras lo lanzó al estrellato, que es un excelente polemista, capaz de utilizar la Historia a su antojo, insultar sin reparos al contrario, adormecer al oyente con palabrería a la que no es fácil (y, además, estéril) encontrarle sentido. Apoyado por el voto de varios millones de ignorantes amantes del riesgo crítico, se convirtió en el adalid que supo combinar la esperanza de la izquierda crédula con la desesperación de una juventud sin perspectivas claras de futuro y ese amasijo con sensibilidad a flor de telediario, formado por compatriotas que igual aplauden al domador que mete su cabeza en las fauces de un león drogado que al féretro de una pobre desgraciada que acaba de ser acuchillada por su despreciable maltratador.

Hélo ahora aquí, desprovisto de más encanto que el de un ataque de nervios. La aproximación de su socio de gobierno al equipo claudicante de Inés Arrimadas, ha despertado sus celos, temiendo que Sánchez le hiciera la pirula. Cuando leyó las cartas que, como maestro de la quiromancia, tiene siempre al alcance, vio que el movimiento de Isabel Diaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, convocando a destiempo elecciones para despegarse del molesto Ignacio Aguado, le abría la fosa del olvido eterno.

Si el Partido Popular capitaneado por la eficiente (?) Ayuso tenía que batirse contra Gabilondo (Angel) y los demás restos de tienta política que se han ido quedando como alternativa regional al cobro del cupón, iba a ganar por goleada. Y si se hacía con la mayoría, posiblemente apoyada por Vox al que, a estas alturas, le da igual ocho que ochenta, sería el fin para Podemos, ya metido en una caída libre provocada por su probada ineficacia para cumplir lo prometido, gobernar con juicio, explicarse sin chorradas.

Iglesias se postula como candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, como candidato de la izquierda frente a la candidata de la derecha, que personifica en Ayuso. Como aún tiene ínfulas de mandar algo, antes de irse, en una rueda de prensa desde la sede pública que costeamos todos los españoles, designa a su sucesora, pasándose por el forro de macho alfa (bastante debilitado energéticamente), la potestad que, suponíamos, corresponde al presidente de Gobierno, que se entera de los movimientos por la prensa.

Mi diagnóstico es que Iglesias va a perder la batalla. No porque me encante Ayuso que, como en su momento dije de Arrimadas, me parece que le falta algún hervor. Pero mi voto no importa. Para la inmensa mayoría de los madrileños (y, debo decir en este caso, las madrileñas), elegir entre un machito de Galapagar y una heroína de la puerta de Alcalá, no presenta problemas. La manifestación de mala uva, amenazas a los que tienen alguna propiedad, recuerdos nostálgicos a la Venezuela de Chávez y a las soflamas de la Facultad de Sociología (sigo sin enterarme bien de lo que se enseña ahora en ese recinto universitario), las recogen como se merece: con una solemne pitada.

Ahora ya nos conocemos todos.

—

Este hermoso pajarillo, que se alimenta con gusto de los amentos de un aliso, es una hembra del serín verdecillo. Los miembros adultos de esta especie, están ahora en plena efervescencia sexual y los machos, con un trino que asemeja a una rueda de amolar desengrasada, capaz de exasperar al más pintado si lo tenemos cerca, lucen un pecho y bigotera de un espléndido color amarillo.

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Descalabrando el centro

12 marzo, 2021 By amarias Dejar un comentario

La sorprendente decisión de la presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid, Díaz Ayuso, de disolver el Parlamento regional y convocar elecciones para el próximo 4 de mayo de 2021, ha significado un duro golpe para el hipotético partido de Centro, los maltrechos restos del otrora poderoso y esperanzador Ciudadanos. Las declaraciones de Ignacio Aguado, vicepresidente de la Comunidad, cogido a traspiés de esta convocatoria, soltando por su boca duras palabras contra Isabel de Madrid, pone de manifiesto que la campaña y votaciones de mayo se harán a cara de perro, esto es, a navaja trapera, entre estas facciones de la derecha.

Conviene repasar, para la historia corta de los políticomanejos y raquíticodescalabros  españoles, lo que trascendió de  lo sucedido en los entresijos de las cloacas de la gestión política de nuestro país. El hipocentro  del terremoto se localizó en Murcia, con una moción de censura contra el presidente de esta comunidad (el muy ponderado, en talante y acción, Fernando López Miras), siguiendo un pacto contra natura (a destiempo) ente el PSOE y Ciudadanos. En una rápida reacción, Isabel Díaz Ayuso, que sospechó -según ella reconoció- que se preparaba la misma operación para descabalgarla, se adelanta en cuestión de minutos para anunciar la convocatoria de elecciones. (1)

De todo este asunto, lo que se saca en limpio entre los tachones, es que Ciudadanos ha cavado más hondo la fosa de su desaparición, suicidándose, al aceptar el abrazo del oso del sanchismo. Desde el injustificado y no explicado jamás, disparo en el pie de Albert Ribera en las elecciones que anunciaron que no sería posible acuerdo entre el PSOE de Sánchez y su partido, henos asistido a la pérdida sistemática de fuelle en el partido de centro. Lo que no resultaba imaginable es que Inés Arrimadas, zumbándole la cabeza por los sucesivos descalabros electorales, creyera que podía obtener algo útil abrazándose al PSOE de Sánchez, acuchillándose a sus aliados naturales.

La situación que se alumbra para la derecha española es muy delicada, y parece obra de un maquiavélico muñidor en su contra. Doy por seguro que Ayuso, que goza de creciente mayoría entre los madrileños (siempre proclives a sostener al que recibe las bofetadas, si las estima injustas), ganará las elecciones regionales. Tengo la bola de cristal  dañada en un lado, por lo que no puede prever si esa mayoría será suficiente para no tener que contar con el apoyo de Vox, que no se le brindará ni debe ser aceptado.

Lo más grave, en mi opinión, será la desaparición del centro político.  La fuga de cerebros y apoyos desde Ciudadanos hasta la decepción y los partidos ideológicamente limítrofes es imparable. Arrimadas ha perdido el rumbo y se ha quemado a lo bonzo. En el PP, la ascensión a los cielos regionales de Ayuso pone en peligro el liderazgo de Casado, aunque también supone retrasar la reconstrucción de una fortaleza para el partido de la derecha que pueda ser alternativa a la coalición de conveniencia entre PSOE, Podemos y los independentistas.

Por partes: que gane Ayuso con suficiente mayoría, que Gabilondo (Angel) se retire en buena hora a la Defensoría del Pueblo, que Arrimadas ceda su lugar en el centro a un nuevo partido y a nuevos líderes, que Casado se crea su posición y se apoye en los que más saben de política real para consolidar el PP (o ahueque), que Sánchez deje de jugar al desconcierto, apoye sin tapujos a la Monarquía de Felipe VI como lo más decente que nos queda y se desprenda de la costra de Podemos, que la izquierda verdadera recupere su fuerza representativa de los que menos tienen y no como expresión del folclore mediático y, en fin, que alguien organice, con cabeza y autoridad, la grave cuestión de las vacunas.

Porque nos estamos ahogando en la inmundicia y, para encima, seguimos maltratados por el coronavirus, aunque nos salen las vacunas hasta de debajo de las piedras. Sin embargo, aún no se ha vacunado ni a un miserable 5 por ciento – qué va, estamos en el 3%-  de la sufrida población española.

—

(1) Ultima hora del 12 de marzo de 2021. La moción de censura contra Lopez Miras no ha prosperado, porque 3 diputados de Ciudadanos han votado en contra, es decir, a favor de su continuidad, rompiendo la disciplina de voto. Sin duda, un disparo más sobre el velamen de la balsa que pilota Inés Arrimadas, en su travesía por el Amazonas, en una aventura que parece trazada como trasunto de la película de Herzog “Aguirre o la cólera de Dios” .

 

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Elogio y servidumbre del centro

4 enero, 2021 By amarias Dejar un comentario

El año que se nos ha ido (2020) nos ha dejado varias preocupaciones de entidad, que corresponderá resolver lo antes posible, para evitar que los daños sean tan profundos que haga irrecuperable, no ya la situación de partida, sino un nivel de satisfacción social y económico que no signifique la ruptura del modelo.

Por supuesto, la superación de la pandemia es la urgencia más acuciante. Hasta la aplicación masiva de las vacunas contra el virus invasor y alcanzar ese deseado “nivel de protección de rebaño”, no llegará a los mercados la tranquilidad suficiente para garantizar la recuperación.

Con un panorama tan grave, la economía no es actualmente el motivo principal de preocupación. A nivel tanto individual como colectivo (a salvo de algunos descerebrados) el temor a sufrir el ataque de la Covid y resultar gravemente afectado, cuando no pasar a engrosar el número de fallecidos gravita como un fantasma y cuestiona el alcance y calidad de la asistencia sanitaria, la capacidad organizativa de la administración para garantizarla y, en fin, el eficaz comportamiento protector frente a esa amenaza.

La multiplicidad de posturas de los gobiernos central y regional para defenderse de la pandemia, tratar reducir el número de contagios y, en lo posible, evitar el colapso de la economía, ha abierto debates, sobre lo que de hizo  bien, mejor, o muy mal. Los gansos de cada Capitolio, alzando su griterío,  siguiendo las directrices marcadas por el pesebre, han alabado unos gobiernos, denigrado otros y, en fin, contribuido a generar intoxicación sobre el ciudadano medio.

A salvo de aquellos cuya convicción ideológica sea tan fuerte que les impida valorar la realidad y analizar la calidad y eficacia de las alternativas, parece razonable concluir que carecemos, a estas alturas de la crisis pandémica, de un procedimiento realmente efectivo para garantizar con total seguridad que el virus no nos ataque individualmente. Y la incertidumbre se mantiene cuando todo parece anunciar que nos encontramos ante una tercera ola de la pandemia, de programación más veloz y capacidad de contagio mucho más agresiva.

No creo que nadie ponga en duda la poca información fidedigna sobre la forma de protegerse individualmente contra el virus. Me permito hacer unas pocas preguntas, para poner en evidencia que no existe una respuesta ciudadana única, en la interpretación individual de la ciencia oficial: 1) ¿Cada cuanto se debe cambiar la mascarilla y, por tanto, cada cuánto cambia su protección cada una de las personas con las que nos cruzamos en la calle o coincidimos en el restaurante o en el transporte público?  2) ¿A tenor de la variedad de mascarillas que se ofrecen en el mercado, cuáles son las realmente eficaces? ¿Cómo se controla y garantiza su homologación? 3) Admitiendo que lo importante es controlar la secuencia de contagios a partir de un foco ¿Por qué es más grave reunir a diez personas que a seis o a sesenta y siete?  4) ¿Cómo garantiza que los teatros, restaurantes y comercios, estén libres de virus? ¿Quién lo controla? 5) ¿Cuál es el actual procedimiento más eficaz para conseguir curar -si esta palabra puede usarse con propiedad- a un enfermo grave de Covid? ¿Existe un protocolo común a todos los centros hospitalarios? ¿Y para derivar a un paciente desde los centros de atención primaria? 6) ¿Cómo se lleva y llevará el control de los vacunados en primera y segunda dosis? 7) ¿Qué porcentaje de vacunas (actualmente, todas de doble implementación) y, en particular, la de Pfizer que debe conservarse a muy baja temperatura hasta ser administrada, pero no se puede volver a congelar, se pierde por falta de coordinación o por no acudir los convocados a la cita de vacunación? 8) ¿De verdad, es admisible aceptar que las mascarillas que llevan la ciudadanía, a parte de su homologación primaria, tienen el mismo grado protector? (algunas parecen haber criado hasta gusanos).

La terrible disparidad ideológica que sufrimos en España, con un gobierno central de izquierdas que, a cada paso, demuestra su carácter bicéfalo y algunos gobiernos regionales -los más significativos, el de Madrid y Galicia-, de orientación hacia la derecha, nos hace cuestionar, una vez más que significa realmente, ser de izquierdas o derechas. Es imposible identificar los viejos principios de acción ideológica en ninguno de ellos. A Ayuso y a sus consejeros les acusan quienes molesta que gobiernen en Madrid, de favorecer a la empresa privada. A Sánchez y a los ministros del PSOE sus detractores les tachan de mentirosos y falsarios. Hay que dejar aparte a Iglesias y a sus ministros (incluido el desvaído Garzón), por supuesto, cuyo único ideario parece ser conducirnos de forma rampante al modelo de una república cubano- bolivariana, con similar esquema de liderazgo.

Echo de menos al centro, ya sea centro izquierda o centro derecha. Políticos capaces de pensar y actuar de forma global, integral, sin estridencias y con eficacia. Gentes que no son devotas de Hayek ni de Marx, pero saben de qué se trata. Que conocen los entresijos de la economía y no espantan al potencial inversor. Que reconocen sus debilidades y potencian sus fortalezas, sin engañar ni engañarse. No me gustan los extremos, porque la polarización conduce -siempre, según la Historia- al desastre.

Ha sido una desgracia para España que Ribera (Alberto) y Sánchez (Pedro) hayan perdido el norte de la necesaria sintonía. Costará mucho recuperar ese centro sobre el que hacer pivotar la política y la economía, si es que se consigue.

Hasta entonces, aconsejo no quitarse las manos de la cabeza. Sí, cambiar cada cuatro u ochos horas las mascarillas, airear los espacios y aguardar pacientemente a que nos llegue el turno para ser vacunados…con suerte, dentro de un par de años, salvo cambio de estrategia.

 

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¿Es esto realidad, o vivimos una pesadilla?

23 septiembre, 2020 By amarias 14 comentarios

Se han reunido en estos momentos de mi vida varios elementos que componen un cuadro muy singular, al menos, al nivel de realidad al que me había acostumbrado. Tenemos una pandemia sobre nuestras cabezas, con especial reincidencia sobre Madrid, que arrastra una situación económica cuyos efectos no han hecho más que empezar, y cuyo alcance no somos capaces de prever (y, lamentablemente, aún menos, el Gobierno actual y, apurando en la misma línea, la oposición).

La grave situación vírica y económica se magnifica por la tensión entre el gobierno central y el regional de la Comunidad de Madrid. La importancia referencia, a escala nacional e internacional, que supone la capitalidad de España, se ha traducido en un ataque continuado desde algunos portavoces del Gobierno (en especial, pertenecientes a la agrupación Unidas-Podemos, aliada con el PSOE y otras minúsculas facciones regionalistas) contra la actuación de la presidenta de esta Comunidad, Isabel Ayuso.

Se califica con reiteración desde miembros relevantes del Gobierno y de portavoces parlamentarios de los partidos que tienen silla en él, a la presidenta Ayuso como mala gestora, carente de liderazgo e incluso se la tacha de ser manifiestamente incapaz para ejercer el cargo que ostenta. Son expresiones de extremada dureza, injustos y, desde luego, ajenos a la cortesía institucional.

Aunque los ataques desde la coalición de PP-Ciudadanos (esto es, de derechas) que rige en la Comunidad de Madrid y en su Ayuntamiento hacia el gobierno central son menos intensos -se esgrime abandono a su suerte de la Comunidad, falta de apoyo desde las instancias más altas, etc.-, porque no se está calificando tan directamente de incapacidad al Ejecutivo o a sus miembros, el efecto hacia el exterior, es decir, hacia el ciudadano no comprometido políticamente es la plasmación perfecta de una falta de sintonía entre quienes están conduciendo el vehículo de nuestros destinos.

La escenificación del pasado lunes (21 de septiembre de 2020) cuando ambos Presidentes -central y autonómico- pretendieron ofrecer un marco de cooperación (a destiempo) en la lucha contra la pandemia, por su torpe planteamiento, escasos recursos y previsibles mermados resultados, la juzgo de pura pantomima.

Me preocupa también, y mucho, el cerco a la Jefatura del Estado, es decir, hacia la Monarquía. Miembros cualificados del gobierno se han manifestado sin ambages como anticonstitucionalistas, apoyando la república como objetivo y despreciando la figura de Felipe VI (apuntando hacia actuaciones de su padre, Juan Carlos, presuntamente anómalas y, en todo caso, realizadas cuando ya no era Jefe de Estado, en que fungió como responsable máximo del período de paz más longevo de nuestra Historia, ejemplo incuestionable de transición de una dictadura a una espléndida democracia).

El apoyo precario y espurio que encontró Sánchez a su deseo de ser Presidente de Gobierno en los independentistas catalanes y en los hijos del terrorismo vasco, mírese como se mire, es un síntoma de la extrema peligrosidad de la situación actual, desde el punto de vista de la estabilidad democrática y del equilibrio regional.

A escala internacional, aunque la preocupación por los difíciles asuntos internos invita a menospreciar la importancia de lo que pasa fuera, la situación es muy compleja. El avance de la economía china, liberada del virus -por arte de birlibirloque u oscuras razones- convierte a esa República de Repúblicas en líder mundial, con la bandera de un sistema antidemocrático, dictatorial, autárquico y de naturaleza incomprensible -en valores y métodos- para nuestra cultura occidental. Desgraciadamente, esta situación coincide en el tiempo con un Presidente norteamericano que parece sacado de un cuento de ogros y fantasmas, más dado al despropósito verbal como portavoz de un sentimiento egoísta e insolidario, que a asumir un papel relevante como conductor de las economías occidentales.

No necesitaba más para sentirme anonadado de la deriva que adoptó la realidad próxima (de mi país y compatriotas) y externa (tanto de la Unión Europea como de los bloques hegemónicos de la economía mundial, y tampoco quiero olvidar la falta de democracia que se ha instaurado en Rusia y demasiados países latinoamericanos, por no apuntar más que a lo que sobrenada).

Pues hubo más. En pocas semanas, la metástasis que se encontraba aparentemente dormida, ha decidido despertarse y golpear con fuerza. Recojo todos los ánimos de que soy capaz para no desanimarme y, como siempre expresé -a propios y extraños- para no perder la capacidad de analizar lo que pasa fuera y pasa en mi cuerpo, con toda la objetividad que pueda. Pero, caramba, no dejo de preguntarme: ¿Es esto la realidad, o una pesadilla?

Ya se la respuesta, aunque nunca vienen mal algunos comentarios sensatos que me ayuden a entender mejor lo que nos pasa. Gracias, por leerme, por estar ahí (aunque sea en la sombra), por compartir lo que pienso.

 

 

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Actos sociales

20 septiembre, 2020 By amarias 1 comentario

El recrudecimiento de los casos de contagio por la pandemia vírica y el duro reconocimiento clínico de que seguimos ignorando  muchas cosas de cómo tratar a los  infectados y casi todo de cómo evitar contagiarnos, ha vuelto a poner el énfasis en la necesidad de enclaustrarse. Suprimir los actos sociales, reducir las salidas a la calle, procurar no utilizar el transporte público. Y hacer lo que se haga siempre con mascarilla, esa tela de variadas hechuras y misteriosas composiciones -desde la tela de colorines a juego con el calzado al triple refuerzo vital made in China, como el pangolín que nos aguó la verbena-.

Los actos sociales, como todo el mundo sabe, son la base del comportamiento humano, lo que nos hace distintos a la mayoría de los animales que, en las categorías superiores, solo suelen reunirse por parejas y en el acto de la procreación. Nosotros, la especie del sapiens, con el paso del tiempo le hemos añadido mucha más gracia y bastantes calamidades.

Disfrutamos con la mayoría de los actos sociales (excluyo las guerras, aberración de los mismos, pero muy utilizada a lo largo de la Historia). Nos gustan las fiestas, compartir aficiones, e incluso señalamos con ellos momentos importantes de la vida: el nacimiento, la pubertad, el tomar pareja, el tener hijos, los cumpleaños, la muerte.

Este “puto virus” -como se conoce entre nosotros- impide la celebración de actos sociales fundamentales. Y los actos sociales no son exhibiciones del ego particular (muy raras veces, si), sino la demostración, ante el resto de la tribu, que hemos tomado una decisión importante o superado una etapa vita. Puede que algún lector piense en la asistencia a un encuentro de fútbol o a una sesión de ópera (por ejemplo) como acto social, aunque yo me quiero referir aquí a los actos sociales en los que somos protagonistas o acompañantes afectivos de éstos.

Una boda  no es acto social, aunque tenga efectos legales, sin la celebración del banquete ad hoc, sin compartir el momento con la familia -la propia y la añadida- y los amigos. Puedes casarte por la Iglesia, o por el rito que de validez jurídica al enlace, pero entiendo buen que muchas parejas pospongan el anuncio de su compromiso hasta que nos veamos libres del huésped venido del Oriente.

Sufro al advertir cuántos infantes -mi querida nieta Carlota, entre ellos- han tenido que celebrar una Primera Comunión (el atávico rito al reconocimiento de la entrada en la “edad de la razón”) sin el fausto de la asamblea familiar. Yo guardo un magnífico recuerdo de mi Primera Comunión -compartida la celebración posterior en la cafetería Arrieta, de Oviedo, con mi primo Javier Pérez Montoto-, con el salón del local lleno de familiares de ambas familias, unidas por vínculos colaterales.

Pues bien: resulta que los que mandan, ya que no tienen mejores argumentos para atajar el virus, prohíben los actos sociales y nos confinan hasta que alcance su cénit la “curva de contagios” (el punto de saturación en mecánica de fluidos). Lo entiendo, claro, en justificación de la “buena causa”, ya que no soy negacionista, nihilista ni estúpido y amo mi vida y, mucho más que la mía, la de quienes quiero.

Pero lo que no puedo entender es que se autoprohíban los pactos sociales. Sí, he escrito los pactos sociales, la forma inteligente, avanzada, democrática, de vivir en sociedad. Acordar, pactar, llegar a puntos de encuentro en beneficio de la inmensa mayoría, la paz social, el bien común, el sostenimiento de la democracia…esas cosas.

Tenemos unos partidos políticos que, para desgracia  de este momento que han convertido en histórico por su mala maña, son incapaces de pactar. Quieren tanto su parcela de poder, se aman tanto a sí mismos, se creen tan imprescindibles, que no quieren pactar. Se han unido, es cierto, en momentos precisos, con gentes de parecida calaña, en pactos internos para alcanzar su cuota de poder, pero no quieren pactar con los demás. Caca, culo, pis.

Y, por ello, por su cerrazón, por su incomprensible inquina hacia el que entienden que puede quitarles sillón y poder, lo cercan, lo insultan, lo desprecian y ,,,a cuantos defienden o apoyan a aquel con el que no quieren pactar, los consideran enemigos, indocumentados, fachas, rojos de mierda, descerebrados, pijos, comunistas de salón, … Y esa lacra se ha convertido en contagiosa. Es la otra epidemia, el virus más letal.

La situación económica provocada por el virus, la inmensa crisis en la que estamos y el tsunami que asoma debía animar, aunque los virus se consideren seres inanimados, a fuertes y novedosos pactos sociales.

No creo que vote nunca a Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid por la gracia de los pactos, pero simpatizo ahora con ella y con su equipo. Me han desviado a ello tipos que dicen estar en la acera de enfrente. Cuando leo o escucho las opiniones de los Abalos, Sánchez, Iglesias, que se han focalizado en tirar dardos contra su gestión de la pandemia, echándole las culpas, me recuerdan a todos los que andan por ahí tirando piedras contra lo que tiene más talla que ellos mismos o presiente que su crecimiento los convertirá en enemigos peligrosos. Esconden al tirar piedras a obras ajenas, que están afectados de la misma o parecida incapacidad.

No recojo aquí nada de los independentistas catalanes, de los terroristas vascos y de otros personajes del actual escenario político para no ensuciar aún más esta pagina.

Pactad, malditos.

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Resopón electoral

27 mayo, 2019 By amarias Dejar un comentario

El resopón, según mi escasa cultura festivalera, es el tentempié que se sirve en una celebración postinera, avanzada la madrugada, para sostener los ánimos de quienes aguantan en pie, danzando o libando alcoholes, después de haber disfrutado de una copiosa cena. Las vituallas sólidas se abandonan en bandejas sobre las ménsulas laterales que circundan el bullicio festivalero, y los bailones y borrachines (o ambos) se acercan, para engullir atropelladamente lo que les viene a sus ganas.

El 26 de mayo de 2019 los españoles hemos sido convocados nuevamente a las urnas, apenas un mes después de haber decidido un mapa de resultados electorales de compleja lectura, para votar quienes deseamos que nos gobiernen en lo local, en lo autonómico y, ya en clave mayestática, nos representen en la Unión Europea.

He aguantado en la noche electoral hasta que se me cerraron los ojuelos de puro empacho visual, y me leí hoy, bien de mañana lo que dicen los periódicos sobre el mapa que compusieron los votos. Por supuesto, también contemplé la información con los comentarios radiofónicos de analistas del panorama.

Si existe un corpus colectivo que guía nuestros destinos, una especie de fatos invisible que hace compendio de los deseos más variopintos de los españoles, me atrevo a interpretarlo diciendo que estamos en la fase oscura. Es cierto que en algunas alcaldías -pongo como ejemplo paradigmático la ciudad de Vigo, en la que disfruté algunos de mis mejores años- ha vuelto a ganar el edil con más proximidad al pueblo. Como los vigueses pasan por ser de los más complicados seres que pueblan nuestra piel de toro, que Abel Caballero haya alcanzado casi el 70% de los votos -he leído que atiende a todos y “si le pides una silla, te la pone”-, el triunfo del ex ministro socialista puede ser calificado de apoteósico.

Por el contrario, en los feudos sociatas de la capital de España, los socialistas lloran su descalabro. Pepu Fernández, el aplaudido entrenador de la selección de baloncesto en su momento, ha atraído pocos más votos que los de su propia familia. Angel Gabilondo, a pesar de su carisma personal, tampoco ha conseguido vencer la resistencia del clan de la derecha en Madrid que, contra pronósticos y previsiones, tiene concejales y diputados regionales para desbancar a superManuela y  recoger el bastón regional de la mano dimisionaria de Angel Garrido para dársela a la exótica Díaz Ayuso, que se vería acompañada de Martínez Almeida como máximo regidor de la alcaldía.

¿Y si no fuera así, tal como se dibuja el panorama de acuerdo con los eslóganes y refriegas del camino preelectoral? Ciudadanos, el partido de Albert Rivera y la desaparecida Inés Arrimadas, debiera tener algo que decir. Su línea profiláctica contra “el PSOE de Sánchez” se resquebraja internamente (imagino, pues no conozco a todos sus votantes), al abandonar la posición de centro liberal, con guiños incluso socialdemócratas, para caer en una alianza tóxica con el partido de Abascal y Smith, que han recogido todos los enseres que tiró, por contaminantes, el partido de Casado.

He escrito muchas veces que a España le vendría bien abundar en coaliciones de gobierno, especialmente entre partidos que ha defendido programas (más bien, pues programas no he visto muchos, ideas o eslóganes) contrapuestos. Me gustaría ver que ese movimiento de colaboración para mejorar el conjunto, arrimando hombros, se produce en aquellos municipios, diputaciones y gobiernos regionales en donde nadie alcanzó la mayoría suficiente para gobernar en solitario; y que se realicen sin reparar en líneas rojas, enemistades personales o programas viscerales que no pueden tener viabilidad en un mundo en progreso civilizado.

Me parece que, por su parte, Pedro Sánchez va a tener que gobernar en solitario, con una minoría que le obligará a mirar a uno y a otro lado si quiere convertir en viables sus propuestas. Acabo de escuchar que va a cenar con Macron (descalabrado en las elecciones francesas, superado por el partido de Marie Le Pen). ¿Será posible que pueda encontrar más entendimiento y sintonía personal en el terreno galo con alguien que, teóricamente, está en otro espectro ideológico, que en su propio país?

Que la incertidumbre del futuro les ilumine, señores elegidos, para que consigan guiarnos por el camino del progreso, seleccionando, como el pueblo llano ha hecho con Vds., la combinación que ha creído más conveniente para reflejar los ideales e intereses de cada uno. Y, sobre todo, no deshagan lo hecho, no vuelvan atrás. Prosigan.

 

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