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Adiós al Bitcoin

2 diciembre, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

Apenas le acabábamos de dar la bienvenida, y ya se le está despidiendo. Entró por la puerta grande, empujado por héroes anónimos al estrellato de las operaciones financieras al margen de las entidades bancarias, y está siendo empujado a gorrazos, a una puerta estrecha situada en los sótanos de las transacciones inseguras, especulativas: una burbuja monetaria para especuladores a la caza de incautos.

¿Cómo? ¿Qué el lector no ha oído hablar hasta ahora del bitcoin? Si este es el caso, no necesita avergonzarse, sino que puede presumir de haber menospreciado esa iniciativa, aunque no estará de más que se ponga al día de lo que se pretende con ese artilugio. ¿O debo decir, pretendía?.

Porque se ha descubierto que la seguridad ofrecida por esta forma telemática de efectuar pagos entre particulares, y que basaba su solvencia en a) la existencia de algoritmos cifrados que era imposible reproducir, porque lo habían sido de forma aleatoria y que, al ser asociados a un pago solo podían ser conocidos por quien los había generado y b) la paridad instantánea de la moneda virtual en la que se realizaban las transacciones -el bitcoin-, y las divisas reales dependía solo de la credibilidad que depositaban en ella los usuarios.

En noviembre de 2013, un equipo de investigadores rastreó la supuesta hermeticidad de los algoritmos y los encontró vulnerables, expuesto a que un grupo de malintencionados, actuando de forma coordinada, pudiera elevar el valor de la moneda a su antojo, recogiendo pingües beneficios, para dejarla caer, cuando ya no tuviera el soporte de esa credibilidad. Exactamente como otras pirámides de intereses forjados a base de avidez e ingenuidad y por las que se han construido todas las burbujas que en este mundo han sido: la especulación sobre los tulipanes holandeses, la fiebre inmobiliaria, el timo de “envíe diez euros al primero de esta lista y mande este correo a otros tantos amigos poniendo su nombre al final en lugar de aquél y recibirá en pocos días, miles de euros”…

Distintos investigadores criminales advirtieron de que el invento estaba siendo utilizado para obtener beneficios por simple especulación con el valor, evadir impuestos, sacar dinero de un país sin dejar huella o para estafar a algunos confiados.

No debería extrañar, sin embargo, que a pesar de los avisos y de las evidencias técnicas, el valor de un bitcoin real haya superado, en una escalada impresionante, los mil dólares reales. Es evidente que si alguien ha invertido en bitcoin, puede haber obtenido un impresionante beneficio. Un comentarista sagaz afirma que, cuando la verdad estalle y el bitcoin alcance su previsible final de no valer absolutamente nada, la ventaja para los Bancos Centrales de cualquier Estado es que no tendrán que proveer por las pérdidas. Sencillamente, los bitcoin se habrán volatilizado en el espacio que les es propio, el mundo imaginario.

Publicado en: Economía, Política Etiquetado como: algoritmo, bancos centrales, bitcoin, burbuja, credibilidad, especulación, transacciones, vulnerabilidad

El efecto Falacia y las consecuencias de la caída del mentiroso

24 abril, 2013 By amarias2013 1 comentario

La idea del “efecto falacia” no es una creación mía. Que quienes tienen alguna forma de poder utilizan su conocimiento de las realidad para tergiversarlo, ofreciendo a quienes poseen menos información una opinión contraria, a sabiendas, respecto a lo que creen más probable, es bastante habitual.

También tenemos claro lo que pretenden los que actúan así: conseguir que una parte de los que les escuchan , actúen de forma diferente a lo que harían de tener la información de que dispone el inductor y, por tanto, mejoren las expectativas de beneficio de éste.

La rentabilidad del efecto falacia depende directamente de la posición de credibilidad del presunto mentiroso.  Eso lo saben bien quienes promueven a puestos de relevancia a ciertas personas, a las que previamente han revestido de un manto de perfección casi sobrenatural.

Podemos encontrar muchos ejemplos, y algunos muy buenos, sobre el efecto falacia y sus consecuencias positivas para quienes jugaron con él a favor. Casi todos los partidos políticos, en período electoral, lo utilizan. Las Juntas Generales de las grandes empresas están pobladas de momentos en los que se cuida el efecto falacia. Diría más: una parte muy alta, desde luego, excesiva, de las actuaciones propuestas por los dirigentes en quienes confiamos están fundadas en el efecto falacia.

Habrá algún ingenuo que piense que no siempre la intención de quien promueve la falacia es perverso, y que puede estar motivado para evitar un mal mayor: por ejemplo, si un Presidente de Gobierno afirma que se ha tocado fondo en la crisis o que la solvencia del sistema bancario del país es de las mejores del mundo, puede estar cruzando los dedos para que se lo crean otros que están en posición de perjudicar a los que desea proteger y evitar así que se le caigan los palos del tenderete.

Pero se comprenderá que los que tienen más información no se van a creer algo así, y, por tanto, lo que se pretende es que los crédulos no armen alboroto, sigan haciendo lo mismo, y, al introducirse más profundamente en el barro se lo pongan más fácil a los que están en mejores condiciones para juzgar que lo que se está diciendo oficialmente tiene es, con gran seguridad, falso.

No tiene el mismo valor para un oyente sin criterio previo, desde luego, oir que la Directora del Fondo Monetario Internacional opina que es importante tener un sistema bancario sólido como forma eficiente de canalizar a su través los préstamos con los que impulsar el crecimiento, antes o después de ser investigada por la policía francesa bajo la acusación de haber favorecido a un amigo empresario, de su misma cuerda ideológica, compensándolo generosamente en un arbitraje sobre la valoracón de la participación en Adidas que había vendido previamente al Crédit Lyonnais.

Se pueden poner otros muchos ejemplos del efecto Falacia, aunque lo que me interesa hoy es resaltar sus seguras consecuencias: cuando se produce la caída del mentiroso, se buscará por quien corresponda un sustituto de credibilidad intachable. Porque el objetivo seguirá siendo el mismo: engañar a los que saben menos para que hagan lo que beneficia a los que quieren tener más, teniendo ya mucho.

Publicado en: Economía Etiquetado como: amistad, arbitraje, credibilidad, Credit Lyonnais, efecto falacia, engaño, ingenuo, Lagarde, objetivo

Lo que necesitamos en 2013

1 enero, 2013 By miguelarias Deja un comentario

Está a punto de terminar 2012, un año malo. Dicen algunos que estamos ante un cambio de tendencia, pero no les creo. Dicen otros que necesitamos cambiar de paradigma, y no me convencen.

Expresan unos que tienen la solución, y no me inspiran confianza. Intervienen otros para manifestar que los que toman decisiones lo hacen en su provecho o que se equivocan en lo que otros hacen, y no tienen credibilidad, porque no acertaron cuando tuvieron la oportunidad.

Opino que a todos nos hace falta mucha humildad. Para no opinar de lo que no sabemos, no actuar sobre lo que ignoramos, no aparentar lo que no tenemos.

Si tuviéramos perfectamente detectados a los que conocen bien sobre un tema y les dejáramos opinar, sin el ruido de los que solo hablan de oídas o por intereses propios o al mandato de los que los tienen, tendríamos la oportunidad de saber cuáles son, en verdad, la magnitud de los problemas y las opciones para solucionarlos.

Y, si los que tienen el poder para actuar se dejasen guiar por los que saben y tomasen las decisiones adecuadas -solo las imprescindibles- para llegar por el camino más derecho a solventar las dificultades, todos estaríamos mejor y más tranquilos.

Pero no es así. Quizá el mundo está organizado para que nunca sea así. Hay demasiados papeles ya distriubuídos entre personas que no son suficientemente capaces, y que, desde luego, no están dispuestos a ceder su posición relevante. Hay demasiadas personas que están encumbradas en centros de poder y que, por el hecho de estar allí, creen que deben opinar y tomar decisiones acerca de lo que ignoran. Peor aún, muchos de los que toman decisiones actúan desde la extraña convicción de que deben cambiar lo que los ánteriores hicieron, por cuestiones de ideología, intuición o, simplemente, porque se pretenden con la autoridad para modificar lo que se encuentran en su feudo de acción, acercándolo a sus intereses, creencias o imaginaciones.

Y luego, estamos todos los demás. Los que somos conscientes de que sabemos poco de casi todo, aunque pretendemos dominar una pequeña esfera en la que hemos acumulado nuestra específica experiencia y conocimientos. No tenemos ocasión de manifestarnos y cuando lo hacemos, no tenemos público. Nos ignoran.

La verdad hace daño a quien desearía tener su dominio absoluto. Los que tienen el dominio hacen daño con sus decisiones, fundadas con demasiada frecuencia en sus conocimientos limitados, en su información imprecisa o, aún peor, en la confianza que les da el actuar como lo hacen solo por saberse apoyados por un pequeño grupo de instigadores, que quieren convencernos de que hay que hacer las cosas así, como ellos o los que los mandan, quieren.

Necesitamos humildad, pero también fortaleza. La fortaleza que se consigue aglutinando las opiniones de los mejores, de los que saben de verdad de los temas, de los que manejan la información cierta, de los que no tienen otra ideología que la del progreso de todos.

Pero no tenemos muchas probabilidades de que esto sea así, como la mayoría queremos, y como muchos pensamos que debería hacerse. Con honestridad, con conocimientos, con seriedad, con sentido de la solidaridad.

Nadie tiene el derecho a pensar que lo está haciendo muy bien, porque no será así. Nadie tiene el derecho a creer que es tan bueno que merece ser recompensado con un salario que no guarda ninguna relación sensata con la de los que están a sus órdenes o bajo su cuidado. Nadie puede jactarse de haber tenido suerte en su vida, porque haya heredado una fortuna, conseguido con trampas y artimañas acumular un magnífico inventario de bienes, alcanzado en solo él sabe qué condiciones un puesto de dominio en la academia, en la política, en la empresa, en la judicatura o en cualquier otro orden de la vida.

Necesitamos humildad para reconocer lo que no sabemos y los que sabemos poco necesitamos fortaleza para defender aquello que sabemos bien y no desfallecer en utilizar todos los medios legítimos para hacer llegar nuestra voz. A los que padecen la injusticia de las decisiones atropelladas y a los que disfrutan del placer de tomarlas, convencidos de que nadie podrá desmentirlos.

Ese es mi deseo para 2013. Y para siempre.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: 2012 año malo, angel arias, año nuevo, balance 2012, consciente, credibilidad, decisiones adecuadas, decisiones atropelladas, deseos, deseos para 2013, dominio absoluto, hacer llegar nuestra voz, hacerlo bien en 2013, humildad, imprescindibles, intereses, propósitos, solidaridad

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