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Del país de las maravillas al de las mamandurrias

9 junio, 2013 By amarias2013 1 comentario

No es un cuento para niños, sino una historia de desolación. España ha pasado en muy pocos años, de ser el País de las Maravillas a aparecer como el País de las Mamandurrias (1).

Por supuesto que no es la única cualidad que nos distingue, y que aún albergamos importantes bolsas de bondades, y que hay mala fe en muchos de los que quieren vernos ahora como maestros de la falsificación y del engaño, retornarnos a la categoría de vagos y mangantes, y no darnos crédito porque dirán que nos lo vamos a gastar en francachelas.

Lo que sorprende es nuestra escasa capacidad para defendernos ante quienes nos lanzan piedras al mismo tiempo que nos dicen tús tús (2), desorientándonos.

Sucede lo de otras veces: que nuestro pueblo es, colectivamente, muy viril, y no tiene capacidad intelectual para abordar más de un tema cada vez. Y en esta fase de nuestro desarrollo entrópico, nos hemos detenido en el placer de refocilarnos en la corrupción que suponemos, como principio, generalizada; en la falta, que admitimos como dogma, de la nula calidad global de nuestra enseñanza; y en el descrédito, que aseguramos unánime, -con unos cuantos ejemplos, eso sí, de tomos y lomos- de nuestras instituciones antes más preciadas; etc.

Nos sobran razones para alarmarnos de que el deterioro que hemos conseguido, a pulso, desde finales de los 90 (más o menos) es de los de órdago a la grande, pero, como aficionado al mus, afirmo que el juego -para bien o para mal- no ha hecho más que empezar, y deberíamos concentrar nuestra atención en decidir si nos la jugamos a pares, esperamos a conocer quién lleva juego o lanzamos un órgano a la chica a ver qué pasa y nos lo aceptan.

Observo que los interlocutores que juzgo más relevantes, -por el tamaño del gorro que llevan puesto en la cabeza-, se definen por las más variadas opciones, sin detenerse a analizar, en general, las cartas que llevamos todos en la mano.

Tengo mis títulos para afirmarlo así. Pronuncio la aseveración en mi calidad de asistente dinamizador a muchas reuniones y comités; receptor y emisor de innúmeras conferencias, lector y redactor habitual de dictámenes, analista crítico de informes, (incluso de los que yo mismo he hecho y hago); conocedor de varios centros de investigación, (en alguno de los cuales fui investigador prometedor cuando mucho más joven); gestor de empresas, (incluso en unas cuantas en las que expuse mis dineros); empleado fiel -pero que también supo del dolor de ser despedido sin explicación-, o muy torpe, -más veces de las que se pueden soportar sin analizar lo que nos pasa-; autónomo, en fin, y, sobre todo, espectador a resultas propias y resultados de todos.

Están, por una parte, los que son amigos del barullo total, y pretenden acabar este juego con un órdago general, lo que se suele expresar como: “Ordago a la grande, a la chica, a los pares y al juego si lleva mi compañero”. Es la posición más peligrosa de todas, solo admisible cuando vamos perdiendo por muchas, y los otros están a punto de salirse ya de cuentas.

No lo aconsejaría más que si se estuviera en situación desesperada, lo que no me parece en absoluto el caso. Sin embargo, la situación de descontento ha propiciado que crezcan quienes quieren cambiarlo todo: régimen de Estado, sistema de gobierno, modelo económico, posición ambiental, concierto internacional, etc. En el juego del mus -que es el modelo que tomo en este Comentario-, si se está en esta posición de riesgo de “muerte dulce “para el que tanto arriesga, es el otro quien debe decidir si acepta el envite o si sigue, piedra a piedra, construyendo su triunfo, haciendo caso omiso de la provocación que le ponemos sobre el tapete.

Están otros, al parecer conscientes de que llevamos mal juego, que quieren arrancancar unos puntos a la chica, en lugar de dejarlo pasar, ignorando aquello de que “jugador de chica, perdedor de mus”. Afirman o defienden que exportar talentos juveniles es bueno, porquue ya volverán a traernos más salero (como los alevines de salmón noruegos, que pastan por el mar durante años y vuelven hechos unos mulos a los fiordos en donde los sembraron); pretenden que la religión (católica) debe ser asignatura obligatoria porque está en la base cultural y entronca con la ética; dan dinero a los bancos propios para que no entren en default -lo pongo así, en inglés, porque suena cursi y me sirve para vituperar el término- con los bancos tiburones ajenos, en lugar de prestarlo a los que pueden crear riqueza; etc.

No tendremos buenos pares, pero algo llevamos. La gente de mi generación (hablo en sentido amplio: los qe tenemos entre los 75 y los 50 años, más o menos) hemos tenido la suerte educativa de haber vivido etapas de gloria y de penuria, de sacrificio y de exultante jolgorio; hemos creído y descreído; aplaudido a los mismos que hemos silbado, y al revés. De esta escuela de formación, fundamentalmente autodidacta, nos queda un poso excelente, en especial, a todos los que no hemos tenido el mando de nada más valioso que hacer de nuestra vida un modelo universal, y que, por eso, habiendo tenido alguna vez responsabilidades, hemos visto y analizado, porqué nos empujaban fuera del carro.

Hemos constatado, por ello, lo previsto: La mayor parte de las instancias -privadas y públicas- están ocupadas por mediocres, por aduladores, arribistas, o ineptos. Pero también, algo mejor, más útil para el caso: en los niveles intermedios, hay montones de gentes muy, pero que muy capaces: serios, honestos, inteligentes, libres de ataduras. Son unos pares aceptables, si los acompañamos de un buen juego.

Así que todo depende, a la postre del juego que tengamos y lo que tengan los otros. Allí se juega el triunfo o el descalabro. Pero como no se a quién estoy desvelando mi posición, y la partida continúa, solo diré, cuando llegue el momento: “Envido a juego con mis cartas y las de mis compañeros”. Porque aquí, compañeros, sí que nos la jugamos. O sea que, dejando que todos pasen, descartémonos solo de las cartas más flojas y apalanquémonos, esperando que nos toquen mejores, de las buenas que tenemos en la mano, a ver si conseguimos combinarlas.

—–

(1) No dudo que el docto lector conozca el significado de esta palabra; para ahorrar la visita al Diccionario a aquellos que lo ignoren o quieran contrastar las correctas condiciones para su empleo, indico aquí que “mamandurria” es “Sueldo que se disfruta sin merecerlo, sinecura, ganga permanente” (RAE)

(2) Hago referencia indirecta a un refrán, hoy en desuso, aunque solemos usar una derivada del dicho, afirmando, acaso sin serlo, “A mím que soy perro viejo”, para ahuyentar el riesgo de que nos tomen por el pito de un sereno, es decir, nos ninguneen. “A perro viejo, no hay tus tus”, significa que es difícil engañar con halagos a quien es avezado por haber vivido mucho.

Publicado en: Actualidad, España Etiquetado como: cartas, descarte, envido, intereses, jugar bien, mamandurria, mangante, mus, órdago, órdago a la chica, país de las maravlllas, pares

La prueba siria

5 junio, 2013 By amarias2013 2 comentarios

No estoy entre los sorprendidos de que Bashar Al Assad esté obteniendo creciente apoyo entre la población siria. Es el resultado de la valoración pragmática, por parte de los ciudadano sirios de los resultados a que conduciría la victoria de una u otra de las facciones armadas que han puesto al país en la situación de guerra civil.

Una simplificación del conflicto nos llevaría, desde el análisis de las ideologías religiosas que se han decantado como parte del argumentario bélico, a pensar que se están enfrentando simpatizantes de Hezbolá (“El partido de Dios”), que apoya al régimen, con revolucionarios en los que Al Qaeda (“La base”) habría cobrado un papel relevante.

No es despreciable esta conclusión, pero habría que añadir que las llamadas potencias occidentales en este conflicto han tenido un papel no solo relevante, sido crucial. Se puede advertir, desde la actual perspectiva y conocimiento de los hechos, que el confuso itinerario de la posición internacional respecto al régimen de Al Assad, ha provocado esta polarización. Y ha dejado desvelado, en un estriptís deplorable, el juego de conveniencias en el que se desarrolla la combinación de una torpe estrategia geopolítica, con una diplomacia de medio pelo, dirigida por intereses económicos directos y, por tanto, rastreros, melting pot en el que se ha incorporado, como ingrediente aglutinador, la información preconcebida con la que se analiza desde occidente la realidad socioeconómica del mundo árabe, que se vincula, obstinadamente, con bases religiosas y anti-judías.

Pero no es así, al menos, para quienes nos acercamos al conocimiento del Islam sin prejuicios, y lo entendemos como una fórmula, religioso-política, de identidad para una amplia porción de la población mundial, que no se ha hecho ningún esfuerzo verdadero por integrar en el concepto, -abstracto, aunque dinámico- de desarrollo económico.

Siria es hoy, por ello, como lo fue a su nivel España en la guerra civil de 1936-1939, un escenario de prueba. de tanteo, entre los intereses económicos occidentales y una, aún imprecisa, propuesta de cambio de gestión de la realidad del mundo islámico.

Al Ashad es un personaje creado y apoyado por Estados Unidos y Europa, educado en los exquisitos modales del papel cartón que representaron una democracia ficticia, y que, de pronto, es abandonado por sus propios ideólogos, ilusionados de repente, (pero también, asustados), por las consecuencias de no estar aupados en la ingenuamente llamada primavera árabe, considerada un motor de cambio pacífico, con base popular, moderna e innovadora, y que llevaría, dirigida hábilmente desde dentro, a los países del norte de Africa a una hipotética democracia mejor, esto es, más acorde con la filosofía occidental del término.

No ha sido así, porque no podía ser así. Ha tardado en verse, pero se ha acabado percibiendo que en el levantamiento contra Al Assad no había exactamente deseos de mejora democrática, sino una maniobra rentabilizada desde el fervor revolcionario para poner un pie jihadista más sólido en esa zona de Africa, en un país que cuenta con grandes riquezas naturales, una población importante y una situación estratégica.

Que las dos partes del conflicto estén utilizando armas químicas, que ambos contendientes se comporten vulnerando derechos humanos, que los argumentos de los dirigentes de uno y otro bando sean similares, con acusaciones recíprocas y difundiendo parecidas ideas panfletarias, de odio y resistencia, es normal en toda guerra de intereses.

Ahora los representantes del Pentágono -esto es, la OTAN-, que jamás reconocerán que se han equivocado, hablan de la necesidad de resolver el conflicto con la aplicación de criterios políticos y económicos. Puede ser demasiado tarde, porque ya ha quedado puesta en evidencia una realidad: el mundo estará siempre abocado a separarse en dos bloques. Siria es una prueba.

Como lo fue, salvando ideologías y distancias, el comportamiento internacional con la España republicana en los albores de la Segunda Guerra mundial. Que ganase el gobierno legítimo entonces o una facción levantisca del Ejército no tenía que ver, como creían muchos combatientes civiles, -impulsados a participar en la contienda por sus convicciones religiosas o sus deseos de mejora económica en un determinado sistema político-, con la mejora para ellos de las condiciones de vida.

Tenía que ver con el control de la economía y la ambición de los grupos de poder por obtener más libertad para hacer lo que a ellos les convenía. La matanza de judíos por parte del gobierno nazi no fue importante para movilizar la oposición a Hitler (lo sería después, como argumento para condenar definitivamente al régimen).

Reducir el conflicto a contraposición de argumentos chiítas o sunitas, es una manera más de enmascarar los verdaderos intereses desde los que se contempla, desde las potencias occidentales, un conflicto que han consentido y, en gran medida, propiciado.

Publicado en: Economía, Internacional, Política, Religión Etiquetado como: ´Hezbolá, Al Assad, Al Qaeda, armas químicas, chiítas, españa, guerra civil, intereses, judíos, OTAN, Pentágono, Siria, sunitas

Caos silente

23 mayo, 2013 By amarias2013 Deja un comentario

La libertad es una cualidad muy atractiva, y satisfactoria, cuando su ejercicio se limita a los campos del intelecto individual, pero puede convertirse en una máquina eficaz para generar monstruos que se instalarán, gozosos, en parcelas del territorio común, si no se controla el manejo que hacen de ella los que se encuentran aupados a la plataforma de mandos.

Por supuesto, la única forma admisible en democracia de ejercer ese control es desde las instituciones y plataformas representativas de las mayorías e, incluso, desde las minorías cualificadas. Y lo que se necesita para poder llevar a cabo esa labor de tutela colectiva de que las decisiones que se adopten por los que mandan, es la información de que se disponga. Información sobre los propósitos, objetivos y resultados.

Sirva esta introducción general para pasar a comentar algo concreto. En la reforma de las carreras universitarias de ingeniería se ha instalado el caos. No un caos calmo, sino un caos silente, producto de la ignorancia, fuera de concretos (e interesados) círculos, de lo que se está fabricando.

La autonomía universitaria, entremezclada con la cesión de competencias educativas a las Comunidades e inspirada por los dobles principios nefandos de 1) difundir sin criterio de calidad la posibilidad de adquisión de títulos, 2) dejar que sean los propios funcionarios responsables de la educación quienes decidan sobre las enseñanzas y la forma de impartirlas, ha provocado una marea de desarraigo respecto a lo que sería preciso, sepultada por lo que se ve, a corto plazo, como conveniente.

España necesita ingenieros. Dos tipos de ingenieros. Los de grado medio, capaces de acometer, con conocimientos adecuados, las tareas generales de una sociedad tecnológica media. Y -esto es muy importante- ingenieros con conocimientos superiores, con una base amplia de formación troncal, imprescindibles para garantizar que no se está perdiendo la opción de mantener a nuestro país al nivel de los países más avanzados tecnológicamente.

La primera de las necesidades es más sencilla de satisfacer. Hay muchas opciones de conseguir una formación técnica intermedia y nada impide, al contrario, que las enseñanzas se enfoquen a dar una capacitación generalista en lo básico, tendiendo a una especialización rápida hacia lo que se precisa para resolver la mayor parte de los problemas de aplicación tecnológica: la inmensa mayoría de las actividades transversales de la ingeniería admiten ese enfoque pragmático. No hace falta prolongar los estudios del futuro ingeniero para resolver problemas de mejora energética, ambiental, gestión de recursos, control de instalaciones, etc. La realidad demuestra que una sobrecualificacón es inútil, y frustrante para el egresado de una carrera larga que no encuentra justificación al esfuerzo por el que se le ha hecho pasar.

Pero es muy distinto no acertar a ver que necesitamos mantener, y potenciar, un tipo de ingenieros de alta cualificación, formado en Escuelas o Universidades de élite, que entienda, por tener una formación académica adecuada, de la resolución de los problemas más complejos, y esté capacitado para entender, y estimular, y crear, los avances mayores de la sociedad tecnológica.

No es cuestión de analizar, en toda su complejidad, y en este Comentario, toda la problemática. Dejo solo expuesto que no se está cumpliendo con esta premisa. Tendremos muchos ingenieros de grado, con títulos muy pomposos quizá, contradictorios o confusos en sus denominaciones y en la formación adquirida, y se está corriendo el grave riesgo de prescindir de los ingenieros “superiores”, sin encaje en una sociedad a la que no se le está dando la oportunidad de discutir y decidir lo que necesita para no perder, definitivamente, la opción de encontrarse entre las comunidades tecnológicas de referencia mundial.

Caos, silente. La peor combinación, vía segura para que el libertinaje se adueñe del espacio.

Publicado en: Actualidad, Ingeniería Etiquetado como: autonomía, capacitación, crisis, desarrollo, formación básica, grado, información, ingeniero, ingeniero superior, intereses, libertad, master, Politécnica, profesores, reforma. caos, tecnología, títlos, Universidad

Lo que necesitamos en 2013

1 enero, 2013 By miguelarias Deja un comentario

Está a punto de terminar 2012, un año malo. Dicen algunos que estamos ante un cambio de tendencia, pero no les creo. Dicen otros que necesitamos cambiar de paradigma, y no me convencen.

Expresan unos que tienen la solución, y no me inspiran confianza. Intervienen otros para manifestar que los que toman decisiones lo hacen en su provecho o que se equivocan en lo que otros hacen, y no tienen credibilidad, porque no acertaron cuando tuvieron la oportunidad.

Opino que a todos nos hace falta mucha humildad. Para no opinar de lo que no sabemos, no actuar sobre lo que ignoramos, no aparentar lo que no tenemos.

Si tuviéramos perfectamente detectados a los que conocen bien sobre un tema y les dejáramos opinar, sin el ruido de los que solo hablan de oídas o por intereses propios o al mandato de los que los tienen, tendríamos la oportunidad de saber cuáles son, en verdad, la magnitud de los problemas y las opciones para solucionarlos.

Y, si los que tienen el poder para actuar se dejasen guiar por los que saben y tomasen las decisiones adecuadas -solo las imprescindibles- para llegar por el camino más derecho a solventar las dificultades, todos estaríamos mejor y más tranquilos.

Pero no es así. Quizá el mundo está organizado para que nunca sea así. Hay demasiados papeles ya distriubuídos entre personas que no son suficientemente capaces, y que, desde luego, no están dispuestos a ceder su posición relevante. Hay demasiadas personas que están encumbradas en centros de poder y que, por el hecho de estar allí, creen que deben opinar y tomar decisiones acerca de lo que ignoran. Peor aún, muchos de los que toman decisiones actúan desde la extraña convicción de que deben cambiar lo que los ánteriores hicieron, por cuestiones de ideología, intuición o, simplemente, porque se pretenden con la autoridad para modificar lo que se encuentran en su feudo de acción, acercándolo a sus intereses, creencias o imaginaciones.

Y luego, estamos todos los demás. Los que somos conscientes de que sabemos poco de casi todo, aunque pretendemos dominar una pequeña esfera en la que hemos acumulado nuestra específica experiencia y conocimientos. No tenemos ocasión de manifestarnos y cuando lo hacemos, no tenemos público. Nos ignoran.

La verdad hace daño a quien desearía tener su dominio absoluto. Los que tienen el dominio hacen daño con sus decisiones, fundadas con demasiada frecuencia en sus conocimientos limitados, en su información imprecisa o, aún peor, en la confianza que les da el actuar como lo hacen solo por saberse apoyados por un pequeño grupo de instigadores, que quieren convencernos de que hay que hacer las cosas así, como ellos o los que los mandan, quieren.

Necesitamos humildad, pero también fortaleza. La fortaleza que se consigue aglutinando las opiniones de los mejores, de los que saben de verdad de los temas, de los que manejan la información cierta, de los que no tienen otra ideología que la del progreso de todos.

Pero no tenemos muchas probabilidades de que esto sea así, como la mayoría queremos, y como muchos pensamos que debería hacerse. Con honestridad, con conocimientos, con seriedad, con sentido de la solidaridad.

Nadie tiene el derecho a pensar que lo está haciendo muy bien, porque no será así. Nadie tiene el derecho a creer que es tan bueno que merece ser recompensado con un salario que no guarda ninguna relación sensata con la de los que están a sus órdenes o bajo su cuidado. Nadie puede jactarse de haber tenido suerte en su vida, porque haya heredado una fortuna, conseguido con trampas y artimañas acumular un magnífico inventario de bienes, alcanzado en solo él sabe qué condiciones un puesto de dominio en la academia, en la política, en la empresa, en la judicatura o en cualquier otro orden de la vida.

Necesitamos humildad para reconocer lo que no sabemos y los que sabemos poco necesitamos fortaleza para defender aquello que sabemos bien y no desfallecer en utilizar todos los medios legítimos para hacer llegar nuestra voz. A los que padecen la injusticia de las decisiones atropelladas y a los que disfrutan del placer de tomarlas, convencidos de que nadie podrá desmentirlos.

Ese es mi deseo para 2013. Y para siempre.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: 2012 año malo, angel arias, año nuevo, balance 2012, consciente, credibilidad, decisiones adecuadas, decisiones atropelladas, deseos, deseos para 2013, dominio absoluto, hacer llegar nuestra voz, hacerlo bien en 2013, humildad, imprescindibles, intereses, propósitos, solidaridad

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