Al socaire

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Cuento de invierno: El Catálogo

1 enero, 2014 By amarias2013 Deja un comentario

Habían llamado varias veces a la puerta, incluso aporreándola. Pascual Manzano dormía apaciblemente, porque la noche anterior había sido ajetreada.

-¡Señor Manzano, señor Manzano, tengo un paquete urgente para usted! -era la voz del cartero, que se desgañitaba, cansado de esperar.

Por fin, Pascual Manzano despertó, se puso la bata y las zapatillas, fue al baño, se miró en el espejo, y, arrastrando los pies y frotándose los ojos, se acercó a la entrada, abriendo la puerta.

El cartero le alargó un sobre voluminoso.

-Tiene que firmarme aquí. Y aquí. Y aquí. -le dijo el empleado, señalando un lugar en varios papeles.
Pascual Manzano firmó donde le indicaban, cerró la puerta empujándola con el pie hasta que oyó el chasquido de cierre del pasador, dejó el paquete encima de la mesa del comedor y se volvió a la cama.

Ya eran las tres de la tarde, cuando se despertó por segunda vez en aquel día. Entonces descubrió el paquete, al que no había concedido ninguna importancia. Leyó su nombre en el sobre, y le extrañó la dirección: “Donde quiera que esté”.

De pronto, se acordó de quién había escrito aquel sobre y por qué. Había sido él mismo, hacía cuarenta años.
Y lo que contenía el sobre era un Catálogo. Con letra de escolar de bachillerato, podía leerse: “Catálogo de las cosas que considera más importantes y que más me preocupan en este momento a Pascual Manzano”.

Recordó también que, hacía justamente cuarenta años, había confiado a su buen amigo de entonces, Samuel Perogrullo, una encomienda singular:

-Prométeme que, cuando pasen cuarenta años justos, me enviarás este Catálogo, donde quiera que esté. Quiero saber si, para entonces, habré cambiado o seré el mismo de hoy.
-Te lo prometo -le había dicho Samuel, guardando el paquete.- Yo te daré también una lista de lo que me parece importante, para que me la envíes dentro de cuarenta años.

Había perdido de vista a Samuel poco después de la singular promesa, y, desde luego, no se había acordado en absoluto de enviarle a su amigo de entonces el sobre con lo que el otro consideraba importante. Ni siquiera estaba seguro de que hubiera habido tal entrega. ¿Dónde estaría ahora Samuel Perogrullo, qué hacía, qué había hecho?

Estaba manoseando el Catálogo que el adolescente que había sido Pascual había redactado con tanto cuidado, con las gafas algo empañadas por un repentino acceso de sentimentalismo. En una de las páginas, encontró una tarjeta de visita.

No tenía impreso nombre alguno, pero sí unas frases. Tardó en descifrarlas, porque la letra era casi ilegible. Rasgos picudos, firmes, muy personales.

Decía: “Mi marido, que en paz descanse, me encareció que cuando llegase el uno de enero de 2014 le enviara a Vd. este sobre, porque contiene información que, al parecer, le será de máxima utilidad”. Seguía una firma, unas iniciales.

Entonces comprendió que no se encontraba con ganas, ni ánimos, ni curiosidad, para leer lo que decía aquel Catálogo. Tenía, eso sí, la seguridad, de que ninguna de las preocupaciones que hace cuarenta años le habían ocupado los sentimientos permanecería vigente. No se acordaba de nada, de ninguna.

Se fue a la nevera, arrastrando los pies, y tomó un tetrabrik de leche desnatada, sirviéndose un vaso colmado, que tomó con galletas. No tenía idea de cómo pasaría aquel día.

FIN

Publicado en: Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado como: año nuevo, cambio, catálogo, envío, lista, paquete, propósitos, renovación

Lo que necesitamos en 2013

1 enero, 2013 By miguelarias Deja un comentario

Está a punto de terminar 2012, un año malo. Dicen algunos que estamos ante un cambio de tendencia, pero no les creo. Dicen otros que necesitamos cambiar de paradigma, y no me convencen.

Expresan unos que tienen la solución, y no me inspiran confianza. Intervienen otros para manifestar que los que toman decisiones lo hacen en su provecho o que se equivocan en lo que otros hacen, y no tienen credibilidad, porque no acertaron cuando tuvieron la oportunidad.

Opino que a todos nos hace falta mucha humildad. Para no opinar de lo que no sabemos, no actuar sobre lo que ignoramos, no aparentar lo que no tenemos.

Si tuviéramos perfectamente detectados a los que conocen bien sobre un tema y les dejáramos opinar, sin el ruido de los que solo hablan de oídas o por intereses propios o al mandato de los que los tienen, tendríamos la oportunidad de saber cuáles son, en verdad, la magnitud de los problemas y las opciones para solucionarlos.

Y, si los que tienen el poder para actuar se dejasen guiar por los que saben y tomasen las decisiones adecuadas -solo las imprescindibles- para llegar por el camino más derecho a solventar las dificultades, todos estaríamos mejor y más tranquilos.

Pero no es así. Quizá el mundo está organizado para que nunca sea así. Hay demasiados papeles ya distriubuídos entre personas que no son suficientemente capaces, y que, desde luego, no están dispuestos a ceder su posición relevante. Hay demasiadas personas que están encumbradas en centros de poder y que, por el hecho de estar allí, creen que deben opinar y tomar decisiones acerca de lo que ignoran. Peor aún, muchos de los que toman decisiones actúan desde la extraña convicción de que deben cambiar lo que los ánteriores hicieron, por cuestiones de ideología, intuición o, simplemente, porque se pretenden con la autoridad para modificar lo que se encuentran en su feudo de acción, acercándolo a sus intereses, creencias o imaginaciones.

Y luego, estamos todos los demás. Los que somos conscientes de que sabemos poco de casi todo, aunque pretendemos dominar una pequeña esfera en la que hemos acumulado nuestra específica experiencia y conocimientos. No tenemos ocasión de manifestarnos y cuando lo hacemos, no tenemos público. Nos ignoran.

La verdad hace daño a quien desearía tener su dominio absoluto. Los que tienen el dominio hacen daño con sus decisiones, fundadas con demasiada frecuencia en sus conocimientos limitados, en su información imprecisa o, aún peor, en la confianza que les da el actuar como lo hacen solo por saberse apoyados por un pequeño grupo de instigadores, que quieren convencernos de que hay que hacer las cosas así, como ellos o los que los mandan, quieren.

Necesitamos humildad, pero también fortaleza. La fortaleza que se consigue aglutinando las opiniones de los mejores, de los que saben de verdad de los temas, de los que manejan la información cierta, de los que no tienen otra ideología que la del progreso de todos.

Pero no tenemos muchas probabilidades de que esto sea así, como la mayoría queremos, y como muchos pensamos que debería hacerse. Con honestridad, con conocimientos, con seriedad, con sentido de la solidaridad.

Nadie tiene el derecho a pensar que lo está haciendo muy bien, porque no será así. Nadie tiene el derecho a creer que es tan bueno que merece ser recompensado con un salario que no guarda ninguna relación sensata con la de los que están a sus órdenes o bajo su cuidado. Nadie puede jactarse de haber tenido suerte en su vida, porque haya heredado una fortuna, conseguido con trampas y artimañas acumular un magnífico inventario de bienes, alcanzado en solo él sabe qué condiciones un puesto de dominio en la academia, en la política, en la empresa, en la judicatura o en cualquier otro orden de la vida.

Necesitamos humildad para reconocer lo que no sabemos y los que sabemos poco necesitamos fortaleza para defender aquello que sabemos bien y no desfallecer en utilizar todos los medios legítimos para hacer llegar nuestra voz. A los que padecen la injusticia de las decisiones atropelladas y a los que disfrutan del placer de tomarlas, convencidos de que nadie podrá desmentirlos.

Ese es mi deseo para 2013. Y para siempre.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: 2012 año malo, angel arias, año nuevo, balance 2012, consciente, credibilidad, decisiones adecuadas, decisiones atropelladas, deseos, deseos para 2013, dominio absoluto, hacer llegar nuestra voz, hacerlo bien en 2013, humildad, imprescindibles, intereses, propósitos, solidaridad

Por qué no felicito por correo ni el Año Nuevo ni la Navidad

30 diciembre, 2012 By miguelarias Deja un comentario

Como todos los años, por estas fechas, recibo decenas de correos electrónicos de amigos y conocidos, colegas, clientes, consultores, proveedores de muy variados productos -(algunos, incluso, de los que no utilicé en mi vida), colegios profesionales, centros oficiales, etc., felicitándome la Navidad y deseándome que prospere y que lo pase bien en compañía de los míos.

Agradezco tantas muestras de buena voluntad. Y, como no voy a contestar a ninguna (ni, por supuesto, iniciar ninguna cadena de felicitaciones por mí mismo), quiero dejar constancia en este blog personal de que haré todo lo posible por ser feliz y hacer felices a los demás, en la medida de mis posibilidades.

Confirmo, igualmente, que deseo lo mismo para todos los que conozco e, incluso, para todos los que no conozco. Especialmente, y espero que no se enfade nadie, deseo que todos los que se han ocupado de hacer más infelices (poco o mucho) a sus semejantes, cambien de inmediato de actitud y, puesto que no deseo mal a nadie, si no lo hacen, que sean marginados a profundas cavernas en donde no puedan causar más desperfectos con sus decisiones.

Por no responder a ningún correo ni expresar ninguna felicitación personal, no desearía que se interprete que soy un raro, aunque todos somos libres de sacar esta conclusión de la actitud de quienes no hacen lo mismo que todos.

No quiero aumentar el spam del espacio virtual -y, mucho menos, el del físico-. No quiero participar en la ceremonia de manifestar lo obvio. No deseo hacer la pelota a nadie aprovechando estos días, ni aspiro a obtener la menor ventaja de dioses ni de humanos que no sea resultado, como hasta ahora ha sido, de mi trabajo y el de los que colaboran conmigo. Ni tampoco quiero ser sujeto de otras manifestaciones de afecto y cariño que las que se me dispensen realmente, y a las que procuro corresponder, e incluso adelantarme a ellas, como norma de actuación en mi vida.

Un saludo cordial y espero que, aunque no leáis nunca esto, no os sintáis decepcionados por no haber recibido mi felicitación. Por supuesto que quiero que os vaya mejor, y por eso, prefiero ocuparme en tratar de mejorarlo haciendo lo que puedo lo mejor que puedo.

Publicado en: Personal Etiquetado como: año nuevo, buena voluntad, centros oficiales, colegios profesionales, felicitar navidad, saludo cordial, spam

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