Al socaire

Blog personal de Angel Arias. La mayor parte de los contenidos son [email protected], aunque los dibujos, poemas y relatos tienen el [email protected] del autor

  • Inicio
  • Sobre mí

Copyright © 2021

Usted está aquí: Inicio / Archivos paraordenador

Cuento de primavera: Todo en orden

29 abril, 2014 By amarias Dejar un comentario

Amalia Carabel se despidió con un beso apasionado de René Ternero, el hombre con el que había pasado la noche. Aunque se atraían físicamente, habían dedicado la mayor parte del tiempo a hablar, a comentar detalles, a recordar otros tiempos; solo cuando ya amanecía, se habían entregado a la efusión del sexo, que los había dejado finalmente rendidos.

Pero la obligación resultaba implacable.

-¿Volveremos a vernos? -preguntó la mujer, aunque debía haber imaginado la respuesta.

-No lo creo. Sería una casualidad imposible.-contestó Ternero, mientras se ajustaba la corbata ante el espejo, recogiendo su maletín de instrumentación. La ropa limpia le quedaba algo justa; había engordado. Introdujo su tarjeta personal  para tareas y ocupaciones en el módem de lectura: “A las cinco tienes manicura y peluquería”, le recordó una voz metálica ”

Amalia Carabel era técnico en operaciones financieras de alto riesgo sistémico. Con una brillante carrera universitaria -tres títulos de master, uno de ellos por la prestigiosa E-learning Panamerican University- trabajaba para la Agrupación E.A.B. El significado de las siglas le era desconocido.

Había sido una mujer muy hermosa, aunque, ahora, a los cuarenta y dos años y dadas las circunstancias, había descuidado su físico. Se limitaba a realizar diariamente la media hora de ejercicios programados y, dos veces al mes, se había apuntado a la opción de visita virtual a Países Exóticos.

René leyó en su móvil las coordenadas gps del lugar a donde debía dirigirse, así como la combinación de transporte idónea, que siguió sin dudar. Tomó en primer lugar el tren interurbano de la J136, se sentó en el asiento asignado y cuando llegó a la estación prevista, se subió al conector colectivo que ya le estaba esperando.

Había otras treinta personas a las que no saludó. Hubiera resultado improcedente.

Para qué. No volverían a verse y si lo hicieran, era seguro que no se habrían reconocido, porque no tenían el menor interés en retener sus rasgos y, por supuesto, desconocían sus respectivas aficiones, si es que las tuvieran. En tal caso, lo mejor era compartirlas con las redes sociales, con identidades falsas; seguro que cada uno pertenecería a varios cientos, de acuerdo con sus apetencias.

El edificio de la Agrupación E.A.B. era una torre prismática de ochenta pisos, sólida e inteligente. Amalia colocó su dedo índice en el detector de huella, y conoció que aquel día le habían asignado el puesto 25 en el piso 72. Todos los demás de su categoría estaban ocupados, porque eran distribuidos por estricto orden de llegada, sin que nadie pudiera alardear -salvo en los tres pisos inferiores, ocupados por los estamentos superiores- de poseer un despacho fijo.

El superelevador le dejó en el piso 72 en unos segundos. La vista desde allí tenía que ser magnífica -pensó, sin advertir que se repetía- aunque los cristales de las ventanas habían sido recubiertos con pigmentos traslúcidos que simulaban, aquel día (el paisaje cambiaba cada semana), una selva tropical estándar.

Cuando llegó a su lugar de trabajo -una mesa, una silla, unos auriculares, todos ellos esterilizados, lo que se certificaba por una empresa de desparasitación y registro microbiológico -, retiró las películas plásticas , conectó su monitor y analizó las operaciones cuyo control de supervisión le había asignado el megaordenador central.

Era una tarea que reclamaba gran atención, equivalente a la selección de plásticos aprovechables sobre la cinta transportadora de una estación de reciclaje de residuos. Equivocarse por encima de un ratio medio, determinado estadísticamente, estaba penalizado con la reducción de expectativas.

René era ingeniero, graduado por la Escuela Popular de Singmorning en sensores tipo A256 a B667. Con el cambio de normativa, debería reciclarse en dos meses, pues un 35% de esos sensores habían sido declarados obsoletos. No tendría problemas, sin embargo, porque le gustaba la telemetamecánica; ya desde niño jugaba con drones y robots, que su padre, oficial del Estado Mayor de la Guerra Por Otros Medios, le traía a casa para que los despedazara.

No pudo dejar de pensar en Amalia en toda la mañana. Se confundió varias veces, y el monitor de pantalla le advirtió de que estaba a punto de superar el valor dos-sigma del fallo promedio.

A la tarde, después del trabajo, Amalia se acomodó en el apartamento del periurbano que le habían asignado. Había indicado que quería pasar la noche sola, por lo que el espacio era reducido, aunque la televisión por plasma le aseguraría diversión y la cama de hidrogel, descanso. Masticó sin ganas la cena, un policombinado energético, adecuado para su inicio de diabetes, sin esencia de tomate.

René entró en el adosado que le había correspondido, y una mujer joven le esperaba a la puerta. Tenía un niño de pocos años agarrado de la mano.

-Hola -le saludó la mujer.

-Hola -dijo René- ¿Y ese niño?

La joven miró hacia la calle, en donde estaban llegando decenas de trabajadores, hombres y mujeres, para ocupar las casas que serían su hogar aquella noche, para construir las familias que serían las suyas por unas horas.

-Me lo he encontrado vagando por ahí. Debió de haberse escapado del Kindergarten, y no se que hacer con él.

René llamó a la Centralita de Incidencias Urbanas y se metió con la mujer y el niño en la casa. Era un adosado como todos los que ya conocía, sin gracia.

FIN

Archivado en:Cuentos y otras creaciones literarias Etiquetado con:cuento, cuento de primavera, informática, orden, ordenador

Cuento de primavera: La cigüeña partera

9 abril, 2014 By amarias Dejar un comentario

La inmensa mayoría de los niños de Valgamediós menores de tres años, creen a pies juntillas que los niños vienen de París, y que son traídos de allí por las cigüeñas. No existe, en la actualidad, prácticamente casi ningún adulto  que se crea tal patraña.

En los libros de texto dedicados a la educación sexual,  se explica que es imprescindible, para que se engendre una criatura nueva -en casi todo el mundo animal-, que dos seres de distinto sexo se apliquen a tal fin, realizando lo que se denomina enfáticamente  como”el acto sexual”. Con todo, hay una parte relativamente importante de adultos valgamediosinos que imaginan que podría evitarse la concepción de futuros niños, sin faltar a la ejecución de la operación principal, realizando imaginativas modificaciones, algunas de las cuales (como el coitus interruptus) han recibido nombres foráneos y otras, como el uso del preservativo de punt0 lavable, no han merecido la gloria de la exportación.

Pues bien, para entender esta historia, es preciso creerse que, entre los cometidos vigentes de las cigüeñas, se encuentra todavía la de traer niños de París. Y es absolutamente imprescindible admitir, para seguir con el cuento, que una de esas cigüeñas carteras, cansada de realizar, una y otra vez, tal viaje -que puede ser largo y fatigoso, pues basta imaginar el esfuerzo de acercar a una criatura desde la ciudad francesa a Huelva-, decidió emanciparse de esa servidumbre tradicional, a la que venían dedicándose generaciones y generaciones de cigüeñas, y abrir una clínica particular.

Era un negocio claro. Lo publicitó, con rimbombancia, con estas palabras: “Diseño y Fabricación insistida de niños con ordenador”. Y, en la propaganda que distribuyó, con hojas volanderas que lanzó desde el aire a los cuatro vientos, completaba la idea con este mensaje: “Evite escribir a París e innecesarias esperas o errores en el suministro. Solicite YA su descendencia al Laboratorio de la Cigüeña Partera (Doctorada en Calemania)”. En la placa de entrada al local, puso incluso el cartel “Dr. Especialista en Nueva técnica Conceptual al margen de París”, ocultando precisar que la cigüeña era únicamente Doctor en la Escuela de la Vida, y por correspondencia.

La cigüeña partera tenía, al margen de estudios, relativa experiencia. Había seguido un curso rápido en Pananá, con prácticas realizadas con algunos animales, vivos y muertos: rumiantes, gatos de angora, perros pequineses y ratas de alcantarilla. Con éxitos contantes y sonantes.

Para los interesados, era muy cómodo anunciar que se evitaba el viaje de la hembra humana a París, proporcionándole la semilla ya fertilizada o con posibilidad de añadir al huevo el reactivo fertilizante elegido según gustos (fresa, menta, picante, azúcar moreno, etc.). Es más, hasta se podía elegir el huevo puesto por otras hembras, ya fertilizado o por fertilizar.

Qué digo a los límites. Se podía elegir el sexo, el tipo de embrión, el momento exacto de la entrega del retoño, el sitio (clínica particular o domicilio), el embalado, y hasta se podía ejercer el derecho a devolución.

Las semillas y los embriones se guardaban en armarios en los que los frascos de material se conservaban a temperaturas suficientemente gélidas, por tiempo indefinido.

-Mira dónde te metes -le advirtió su madre, que era una cigüeña respetada, con el pico incluso algo curvo de tanto sostener las cestas en donde debía transportar las criaturas que entregaría, a su debido tiempo, a sus legítimos destinatarios.

-Está chupado -replicaba la cigüeña partera (título que se había dado a sí misma)-. He comprobado que la cosa funciona con otros animales, por lo que no veo problema alguno en aplicarlo a los humanos de Valgamediós, con lo que se ahorrarán tiempos de espera y fallos en la entrega. Será incluso posible que, sin conocer varón, una hembra obtenga el fruto deseado. Incluso en parejas estériles, con mi procedimiento, siempre les entregaré un niño, y todos los demás creerán que el retoño es suyo.

La cigüeña partera tenía un grave problema, y era de índole muy personal. Le gustaba excepcionalmente la bebida. Cuando se reunían varias aves de su calado, era ella siempre la que más líquido ingería, y no precisamente agua, sino otros brebajes de alto contenido alcohólico, lo que le proporcionaba pérdidas de memoria, además de un estado de exultación pasajera.

Empezó a ser normal encontrarse a la cigüeña partera agarrada a una farola cantando Valgamediós, Patria querida. Tampoco era raro, desde que su pareja la abandonó -e incluso, antes- verla entrar en locales llamados de placer, pagando porque le hicieran cosquillas bajo la cola, como método alternativo para liberar sus cavidades cloacales de la roña que se estaba formando en ellas.

En esos locales, organizaba escenas muy lastimosas, pegando al personal, negándose a pagar por los servicios o rompiendo material.

El negocio de la reproducción asistida estaba resultando muy bien. Un número creciente de valgamediosinos acudía a la consulta, que cada vez daba empleo a más gentes, todas de bata blanca y título de doctor en ciencias reproductivas, que concedía la cigüeña partera. La mayoría de los clientes resultaban satisfechos y pagaban cantidades muy altas, sin problemas; si se producía un fracaso de cualquier tipo, la cigüeña partera no dudaba en ocultarlo, utilizando diversos procedimientos.

Una noche, sin embargo, ocurrió que la cigüeña partera había bebido mucho, como era habitual, pero, tanto, tanto, que perdió la noción de dónde estaba. Se dirigió al local en donde se guardaban las distintas muestras de su negocio y, sin darse cuenta de lo que hacía, rompió varios de los frascos y los mezcló todos, cambiando las etiquetas de muchos. Se divirtió mucho mientras lo hacía, pero los efectos fueron desastrosos.

A la mañana siguiente, los empleados del negocio -urracas, cuervos, mirlos blancos, sabandijas, sapos parteros y patos mareados- se encontraron con el desaguisado. Probetas rotas, líquido desparramado, embriones danzando por ahí, los armarios de refrigeración abiertos y desordenados.

-¿Qué hacemos? Nuestros clientes nos cortarán el cuello cuando se enteren o nos castrarán con tijeras de podar -dijeron, casi a una, muy afligidos.

La cigüeña partera tuvo una idea, porque era, además de bastante impresentable, terriblemente imaginativa para la mentira.

-No hay más remedio que volver a llenar los frascos con lo que encontremos más a mano. Y no se nos ocurra decir a nadie lo que ha pasado.

Así hicieron. Llenaron los frascos de las más variadas maneras, volvieron a reconstruir las etiquetas, y a ninguno de los clientes confesaron lo que habían hecho para salir del paso. Los resultados no pasaron, sin embargo, desapercibidos: hubo papás blancos que tuvieron niños negros, y al revés; mamás que no resultaron embarazadas ni después de innúmeras intervenciones, todas ellas de pago; hubo malformaciones y abortos en número tal que la inspección valgamediosina, llamada al sitio por las cigüeñas que seguían trayendo los niños de París, levantó acta y cerró el negocio.

La cigüeña partera acabó sus días en un centro de desintoxicación. En el viejo local, ahora han puesto un comercio chino que vende  actualmente conejos, gatos y elefantes de la buena suerte, la que no siempre dan. Y las cigüeñas normales siguen trayendo a los niños de París, que es lo tradicional, lo seguro, lo de toda la vida. Las urracas, mirlos blancos, sabandijas, sapos parteros y patos mareados han pasado mayoritariamente a engrosar las cifras de desempleo o han ingresado en conventos de clausura. Algunos de ellos, sin que se encuentre la razón, se dedican al buzoneo de panfletos, otros realizan sesiones de imposición de manos a crédulos, diciéndose bienaventurados y no faltan dos o tres a los que se ha visto como distribuidores de pizzas y tortillas de patata congelada a los zoos de la periferia.

FIN

Archivado en:Cuentos y otras creaciones literarias, Sin categoría Etiquetado con:cigüeña, cuentos, cuentos de primavera, ordenador, partera, reproducción asistida, reproducción insistida

Entradas recientes

  • Dudas
  • El 14 de abril de 1931
  • Vacunas
  • Desperdicios
  • Partidos sin política
  • Primera Precisión de la Forma Caótica
  • Tránsfugas
  • Poesía, bosques y gorriones
  • Poeta invitado de la AECC en el Día de la Poesía
  • Lectura de poemas en apoyo a la AECC
  • La batalla por Madrid, versión 2021
  • Reflexionando sobre el futuro tecnológico
  • Descalabrando el centro
  • En el día de la mujer trabajadora
  • Paradojas, escisiones, culpas

Categorías

  • Actualidad
  • Administraciones públcias
  • Administraciones públicas
  • Ambiente
  • Arte
  • Asturias
  • Aves
  • Cáncer
  • Cartas filípicas
  • Cataluña
  • China
  • Cuentos y otras creaciones literarias
  • Cultura
  • Defensa
  • Deporte
  • Derecho
  • Dibujos y pinturas
  • Diccionario desvergonzado
  • Economía
  • Educación
  • Ejército
  • Empleo
  • Empresa
  • Energía
  • España
  • Europa
  • Filosofía
  • Fisica
  • Geología
  • Industria
  • Ingeniería
  • Internacional
  • Investigación
  • Linkweak
  • Literatura
  • Medicina
  • mineria
  • Mujer
  • Personal
  • Poesía
  • Política
  • Religión
  • Restauración
  • Sanidad
  • Seguridad
  • Sin categoría
  • Sindicatos
  • Sociedad
  • Tecnologías
  • Transporte
  • Turismo
  • Uncategorized
  • Universidad
  • Urbanismo
  • Venezuela

Archivos

  • abril 2021 (4)
  • marzo 2021 (11)
  • febrero 2021 (6)
  • enero 2021 (6)
  • diciembre 2020 (17)
  • noviembre 2020 (9)
  • octubre 2020 (5)
  • septiembre 2020 (5)
  • agosto 2020 (6)
  • julio 2020 (8)
  • junio 2020 (15)
  • mayo 2020 (26)
  • abril 2020 (35)
  • marzo 2020 (31)
  • febrero 2020 (9)
  • enero 2020 (3)
  • diciembre 2019 (11)
  • noviembre 2019 (8)
  • octubre 2019 (7)
  • septiembre 2019 (8)
  • agosto 2019 (4)
  • julio 2019 (9)
  • junio 2019 (6)
  • mayo 2019 (9)
  • abril 2019 (8)
  • marzo 2019 (11)
  • febrero 2019 (8)
  • enero 2019 (7)
  • diciembre 2018 (8)
  • noviembre 2018 (6)
  • octubre 2018 (5)
  • septiembre 2018 (2)
  • agosto 2018 (3)
  • julio 2018 (5)
  • junio 2018 (9)
  • mayo 2018 (4)
  • abril 2018 (2)
  • marzo 2018 (8)
  • febrero 2018 (5)
  • enero 2018 (10)
  • diciembre 2017 (14)
  • noviembre 2017 (4)
  • octubre 2017 (12)
  • septiembre 2017 (10)
  • agosto 2017 (5)
  • julio 2017 (7)
  • junio 2017 (8)
  • mayo 2017 (11)
  • abril 2017 (3)
  • marzo 2017 (12)
  • febrero 2017 (13)
  • enero 2017 (12)
  • diciembre 2016 (14)
  • noviembre 2016 (8)
  • octubre 2016 (11)
  • septiembre 2016 (3)
  • agosto 2016 (5)
  • julio 2016 (5)
  • junio 2016 (10)
  • mayo 2016 (7)
  • abril 2016 (13)
  • marzo 2016 (25)
  • febrero 2016 (13)
  • enero 2016 (12)
  • diciembre 2015 (15)
  • noviembre 2015 (5)
  • octubre 2015 (5)
  • septiembre 2015 (12)
  • agosto 2015 (1)
  • julio 2015 (6)
  • junio 2015 (9)
  • mayo 2015 (16)
  • abril 2015 (14)
  • marzo 2015 (16)
  • febrero 2015 (10)
  • enero 2015 (16)
  • diciembre 2014 (24)
  • noviembre 2014 (6)
  • octubre 2014 (14)
  • septiembre 2014 (15)
  • agosto 2014 (7)
  • julio 2014 (28)
  • junio 2014 (23)
  • mayo 2014 (27)
  • abril 2014 (28)
  • marzo 2014 (21)
  • febrero 2014 (20)
  • enero 2014 (22)
  • diciembre 2013 (20)
  • noviembre 2013 (24)
  • octubre 2013 (29)
  • septiembre 2013 (28)
  • agosto 2013 (3)
  • julio 2013 (36)
  • junio 2013 (35)
  • mayo 2013 (28)
  • abril 2013 (32)
  • marzo 2013 (30)
  • febrero 2013 (28)
  • enero 2013 (35)
  • diciembre 2012 (3)
abril 2021
L M X J V S D
 1234
567891011
12131415161718
19202122232425
2627282930  
« Mar